Hay un lugar en el purgatorio, donde no se padece otra pena que del deseo. Es notable.
REVELACIÓN 91

Estaba santa Brígida haciendo oración por un anciano sacerdote ermitaño, amigo suyo, que acababa de morir, y había tenido un vida ejemplar, llena de grandes virtudes, y ya estaba puesto en la iglesia en un féretro para enterrarlo.

Hallándose en esta oración se le aparació a la Santa la Virgen María y le dijo: Sabras, hija mía, que el alma de este ermitaño amigo tuyo, hubiera entrado en el cielo al punto de salir del cuerpo, a no ser porque en el instante de su muerte no tuvo deseo de presentarse a la presencia de Dios y de verlo. Y por esta razón se halla detenido en el purgatorio del deseo, donde no hay ninguna pena, sino solamente el deseo de llegar a ver a Dios. Con todo, antes que sea sepultado su cuerpo, su alma entrará en la gloria.