TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN: PRIMERA PARTE - MARIA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
San Luis María Grignion de Montfort
NECESIDAD DEL CULTO A MARIA
14. Confieso con toda la Iglesia que, siendo María una simple criatura
salida de las manos del Altísimo, comparada a la infinita Majestad de Dios,
es menos que un átomo, o mejor, es nada, porque sólo El es El que es (Ex
3,14). Por consiguiente, este gran Señor, siempre independiente y suficiente
a sí mismo, no tiene ni ha tenido absoluta necesidad de la Santísima Virgen
para realizar su voluntad y manifestar su gloria 1. Le basta querer para
hacerlo todo.
15. Afirmo, sin embargo, que -dadas las cosas como son-, habiendo querido
Dios comenzar y culminar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen
desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder; es Dios,
y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar (Ml 3,6; Rm
11,29; Heb 1.12).
CAPITULO 1
MARIA EN EL MISTERIO DE CRISTO
1. En la encarnación
16. Dios Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por medio de María.
Por más suspiros que hayan exhalado los patriarcas, por más ruegos que hayan
elevado los profetas y santos de la antigua ley durante cuatro mil años a
fin de obtener dicho tesoro, solamente María lo ha merecido y ha hallado
gracia delante de Dios por la fuerza de su plegaria y la elevación de sus
virtudes. El mundo era indigno -dice San Agustín- de recibir al Hijo de Dios
inmediatamente de manos del Padre, quien lo entregó a María para que el
mundo lo recibiera por medio de Ella.
Dios Hijo se hizo hombre para nuestra salvación, pero en María y por María.
Dios Espíritu Santo formó a Jesucristo en María, pero después de haberle
pedido su consentimiento por medio de uno de los primeros ministros de su
corte. 2.
2. En los misterios de la Redención
17. Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura criatura
era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los
miembros de su Cuerpo místico.
18. Dios Hijo descendió al seno virginal de María como nuevo Adán a su
paraíso terrestre para complacerse y realizar allí secretamente maravillas
de gracia.
Este Dios-hombre encontró su libertad en dejarse aprisionar en su seno;
manifestó su poder en dejarse llevar por esta jovencita; cifró su gloria y
la de su Padre en ocultar sus resplandores a todas las criaturas de la
tierra para no revelarlos sino a María; glorificó su propia independencia y
majestad, sometiéndose a esta Virgen amable en la concepción, nacimiento,
presentación en el templo, vida oculta de treinta años, hasta la muerte, a
la que Ella debía asistir, para ofrecer con Ella un solo sacrificio y ser
inmolado por su consentimiento al Padre eterno, como en otro tiempo Isaac,
por la obediencia de Abrahán, a la voluntad de Dios. Ella le amamantó,
alimentó, cuidó, educó y sacrificó por nosotros 3.
¡Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios! Para mostrarnos su
precio y gloria infinita, el Espíritu Santo no pudo pasarla en silencio en
el Evangelio, a pesar de habernos ocultado casi todas las cosas admirables
que la Sabiduría encarnada realizó durante su vida oculta. Jesucristo dio
mayor gloria a Dios, su Padre, por su sumisión a María durante treinta años,
que la que le hubiera dado convirtiendo al mundo entero por los milagros más
portentosos. ¡Oh¡ ¡Cuán altamente glorificamos a Dios cuando para agradarle
nos sometemos a María, a ejemplo de Jesucristo, nuestro único modelo!
19. Si examinamos de cerca el resto de la vida de Jesucristo, veremos que ha
querido inaugurar sus milagros por medio de María. Mediante la palabra de
María santificó a San Juan en el seno de Santa Isabel, su madre (ver Lc
1,41-44); habló María, y Juan quedó santificado. Este fue el primero y mayor
milagro de Jesucristo en el orden de la gracia. Ante la humilde plegaria de
María, convirtió el agua en vino en las bodas de Caná (ver Jn 2,1-12). Era
su primer milagro en el orden de la naturaleza. Comenzó y continuó sus
milagros por medio de María, y por medio de Ella los seguirá realizando
hasta el fin de los siglos.
20. Dios Espíritu Santo, que es estéril en Dios -es decir, no produce otra
persona divina en la divinidad-, se hizo fecundo por María, su Esposa. Con
Ella, en Ella y de Ella produjo su obra maestra, que es un Dios hecho
hombre, y produce todos los días, hasta el fin del mundo, a los
predestinados y miembros de esta Cabeza adorable. Por ello, cuanto más
encuentra a María, su querida e indisoluble Esposa, en un alma, tanto más
poderoso y dinámico se muestra el Espíritu Santo para producir a Jesucristo
en esa alma y a ésta en Jesucristo 4.
21. No quiero decir con esto que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la
fecundidad, como si El no la tuviese, ya que, siendo Dios, posee la
fecundidad o capacidad de producir tanto como el Padre y el Hijo, aunque no
la reduce al acto al no producir otra persona divina. Quiero decir solamente
que el Espíritu Santo, por intermediario de la Santísima Virgen -de quien ha
tenido a bien servirse, aunque absolutamente no necesita de Ella-, reduce al
acto su propia fecundidad, produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y a
sus miembros. ¡Misterio de la gracia desconocido aun por los más sabios y
espirituales entre los cristianos!
NOTAS:
1 La presencia de María en el misterio de la salvación se debe al
beneplácito de Dios; ver LG 60; VD 39.
2 "Es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la Virgen María
expresen claramente la nota trinitaria" (ver MC). El P. de Montfort nos
ofrece aquí sólido fundamento para esta orientación.
3 "Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el
templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la cruz,
cooperó en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal
motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia" (LG 61)
4 María y el Espíritu Santo continúan actuando en colaboración mutua y
prolongando en la historia la obra de la Encarnación; ver VD 35s.164.
CAPITULO II
MARIA EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA
22. La forma en que procedieron las tres divinas personas de la Santísima
Trinidad en la encarnación y primera venida de Jesucristo, la prosiguen
todos los días, de manera invisible, en la santa Iglesia, y la mantendrán
hasta el fin de los siglos en la segunda venida de Jesucristo.
A. MISION DE MARIA EN EL PUEBLO DE DIOS
1. Colaboradora de Dios
23. Dios Padre creó un depósito de todas las aguas, y lo llamómar. Creó un
depósito de todas las gracias, y lo llamó María 1.
El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha
encerrado lo más hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su
propio Hijo. Este inmenso tesoro es María, a quien los santos llaman el
tesoro del Señor 2, de cuya plenitud se enriquecen los hombres.
24. Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte,
sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de
cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a
sus miembros, les comunica sus virtudes y les distribuye sus gracias. María
constituye su canal misterioso, su acueducto, por el cual hace pasar suave y
abundantemente sus misericordias 3.
25. Dios Espíritu Santo comunicó sus dones a María, su fiel Esposa, y la
escogió por dispensadora de cuanto posee. Ella distribuye a quien quiere,
cuanto quiere, como quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias 4. Y no
se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos
virginales. Porque tal es la voluntad de Dios, que quiere que todo lo
tengamos por María. Porque así será enriquecida, ensalzada y honrada por el
Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el
fondo de la nada por su profunda humildad. Estos son los sentimientos de la
Iglesia y de los Santos Padres 5.
26. Si yo hablara a ciertos sabios actuales, probaría cuanto afirmo, sin
más, con textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, citando al
efecto sus pasajes latinos, y con otras sólidas razones, que se pueden ver
largamente expuestas por el R.P. Poiré en su libro La Triple Corona de la
Santísima Virgen 6.
Pero estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que son
personas de buena voluntad, tienen una fe más robusta que la generalidad de
los sabios y creen con mayor sencillez y mérito. Por ello me contento con
declararles sencillamente la verdad, sin detenerme a citarles pasajes
latinos, que no entienden. Aunque no renuncio a citar algunos, pero sin
esforzarme por buscarlos. Prosigamos.
2. Influjo Maternal de María
27. La gracia perfecciona a la naturaleza, y la gloria, a la gracia. Es
cierto, por tanto, que Nuestro Señor es todavía en el cielo Hijo de María,
como lo fue en la tierra, y, por consiguiente, conserva para con Ella la
sumisión y obediencia del mejor de todos los hijos para con la mejor de
todas las madres. No veamos, sin embargo, en esta dependencia ningún desdoro
o imperfección en Jesucristo. María es infinitamente inferior a su Hijo, que
es Dios. Y por ello no le manda, como haría una madre a su hijo aquí abajo,
que es inferior a ella. María, toda transformada en Dios por la gracia y la
gloria -que transforma en El a todos los santos-, no pide, quiere ni hace
nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios.
Por tanto, cuando leemos en San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino y
otros que en el cielo y en la tierra todo -inclusive el mismo Dios- está
sometido a la Santísima Virgen, quieren decir que la autoridad que Dios le
confiere es tan grande que parece como si tuviera el mismo poder que Dios, y
que sus plegarias y súplicas son tan poderosas ante Dios, que valen como
mandatos ante la divina Majestad. La cual no desoye jamás las súplicas de su
querida Madre, porque son siempre humildes y conformes con la voluntad
divina.
Si Moisés, con la fuerza de su plegaria, contuvo la cólera divina contra los
israelitas en forma tan eficaz que el Señor, altísimo e infinitamente
misericordioso, no pudiendo resistirle, le pidió que le dejase encolerizarse
y castigar a ese pueblo rebelde (Ver Ex 32,10), ¿qué debemos pensar -con
mayor razón- de los ruegos de la humilde María, la digna Madre de Dios, que
son más poderosos delante de su Majestad que las súplicas e intercesiones de
todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra?
28. María impera en el cielo sobre los ángeles y bienaventurados. En
recompensa a su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de
llenar de santos los tronos vacíos, de donde por orgullo cayeron los ángeles
apóstatas. Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los
humildes (Lc 1,52): que el cielo, la tierra y los abismos se sometan, de
grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó
soberana del cielo y de la tierra 7, capitana de sus ejércitos, tesorera de
sus riquezas, dispensadora de sus gracias, realizadora de sus portentos,
reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los
enemigos de Dios y fiel compañera de su grandeza y de sus triunfos.
3. Señal de fe autentica
29. Dios Padre quiere formarse hijos por medio de María hasta la consumación
del mundo, y le dice: Pon tu morada en Jacob (Eclo 24,13); es decir, fija tu
morada y residencia en mis hijos y predestinados, simbolizados por Jacob, y
no en los hijos del demonio, los réprobos, simbolizados por Esaú.
30. Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la
madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que
es Dios, y una Madre, que es María.
Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y
a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios
por Padre (ver Rm 8,25-30). Por eso los réprobos -tales los herejes,
cismáticos, etc., que odian o miran con desprecio o indiferencia a la
Santísima Virgen- no tienen a Dios por Padre -aunque se jacten de ello-,
porque no tiene a María por Madre. Que, si la tuviesen por tal, la amarían y
honrarían, como un hijo bueno y verdadero ama y honra naturalmente a la
madre que le dio la vida.
La señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de
perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y
réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima
Virgen, cuyo culto y amor procuran disminuir con sus palabras y ejemplos,
abierta u ocultamente y, a veces, con pretextos aparentemente válidos 8.
¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada,
porque son los Esaús.
4. María, Madre de la Iglesia
31. Dios Hijo quiere formarse por medio de María y, por decirlo así,
encarnarse todos los días en los miembros de su Cuerpo místico, y le dice:
Entra en la heredad de Israel (Eclo 24,13).
Como si le dijera: Dios, mi Padre, me ha dado en herencia todas las naciones
de la tierra, todos los hombres buenos y malos, predestinados y réprobos;
regiré a los primeros con cetro de oro; a los segundos, con vara de hierro;
de los primeros seré padre y abogado; de los segundos, justo vengador; de
todos seré juez. Tú, en cambio, querida Madre mía, tendrás por heredad y
posesión solamente a los predestinados, simbolizados en Israel; como buena
madre suya, tú los darás a luz, los alimentarás y harás crecer, y, como su
soberana, los guiarás, gobernarás y defenderás.
32. Uno por uno, todos han nacido en ella (ver Sl 87 [86],6), dice el
Espíritu Santo. Según la explicación de algunos Padres, un primer hombre
nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo; el segundo es un
hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción.
Ahora bien, si Jesucristo, Cabeza de la humanidad, ha nacido de Ella, los
predestinados, que son los miembros de esta Cabeza, deben también, por
consecuencia necesaria, nacer de Ella 9. Ninguna madre da a luz la cabeza
sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza; de lo contrario, aquello
sería un monstruo de la naturaleza. Del mismo modo, en el orden de la
gracia, la Cabeza y los miembros nacen de la misma madre. Y si un miembro
del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de una
madre que no sea María, la que engendró a la Cabeza, no sería un
predestinado ni miembro de Jesucristo, sino un monstruo en el orden de la
gracia.
33. Más aún, Jesucristo es hoy, como siempre, fruto de María. El cielo y la
tierra lo repiten millares de veces cada día: Y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Es indudable, por tanto, que Jesucristo es tan
verdaderamente fruto y obra de María para cada hombre en particular, que lo
posee, como para todo el mundo en general. De modo que, si algún fiel tiene
a Jesucristo formado en su corazón, puede decir con osadía: "¡Gracias mil a
María; lo que poseo es obra y fruto suyo, y sin Ella no lo tendría!" Y se
pueden aplicar a María, con mayor razón de la que tenía San Pablo para
aplicárselas a sí mismo, estas palabras: Hijos míos, otra vez me causan
dolores de parto hasta que Cristo tome forma en Uds. 10.
Todos los días doy a luz a los hijos de Dios hasta que se asemejen a
Jesucristo, mi Hijo (Gl 4,19) 11, en madurez perfecta (Ef 4,13).
San Agustín, excediéndose a sí mismo y a cuanto acabo de decir, afirma que
todos los predestinados, para asemejarse realmente al Hijo de Dios (ver Rm
8,29), están ocultos, mientras viven en este mundo, en el seno de la
Santísima Virgen, donde esta bondadosa Madre los protege, alimenta, mantiene
y hace crecer... hasta que les da a luz para la gloria después de la muerte,
que es, a decir verdad, el día de su nacimiento, como llama la Iglesia a la
muerte de los justos. ¡Oh misterio de la gracia, desconocido de los réprobos
y poco conocido de los predestinados!
5. María, figura de la Iglesia
34. Dios Espíritu Santo quiere formarse elegidos en Ella y por Ella, y le
dice: En el pueblo glorioso echa raíces (Eclo 24,13). Echa, querida Esposa
mía, las raíces de todas tus virtudes en mis elegidos, para que crezcan de
virtud en virtud y de gracia en gracia. Me complací tanto en ti mientras
vivías sobre la tierra practicando las más sublimes virtudes, que aun ahora
deseo hallarte en la tierra sin que dejes de estar en el cielo. Reprodúcete
para ello en mis elegidos. Tenga yo el placer de ver en ellos las raíces de
tu fe invencible, de tu humildad profunda, de tu mortificación universal, de
tu oración sublime, de tu caridad ardiente, de tu esperanza firme y de todas
tus virtudes. Tú eres siempre mi Esposa tan fiel, pura y fecunda que nunca.
Tu fe me procure fieles; tu pureza me dé vírgenes; tu fecundidad, elegidos y
templos 12.
35. Cuando María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas de
la gracia que sólo Ella puede realizar, porque sólo Ella es la Virgen
fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás semejante en pureza y fecundidad.
María ha colaborado con el Espíritu Santo en la obra de los siglos, es
decir, la encarnación del Verbo de Dios. En consecuencia, Ella realizará
también los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y
educación de los grandes santos, que vivirán hacia el final de los tiempos,
están reservados a Ella 13, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa
puede realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas excelentes y
extraordinarias.
36. Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y
entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto más abundantemente
cuanto más sitio hace el alma a su Esposa. Una de las razones de que el
Espíritu Santo no realice ahora maravillas portentosas en las almas es que
no encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su fiel e
indisoluble Esposa.
Digo fiel e indisoluble Esposa porque desde que este Amor sustancial del
Padre y del Hijo se desposó con María para producir a Jesucristo, Cabeza de
los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque
Ella se ha mantenido siempre fiel y fecunda.
B. CONSECUENCIAS
1. MARIA ES REINA DE LOS CORAZONES
37. De lo que acabo de decir se sigue evidentemente:
En primer lugar, que María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las
almas de los elegidos.
Efectivamente, no podría fijar en ellos su morada, como el Padre le ha
ordenado, ni formarlos, alimentarlos, darlos a luz para la eternidad -como
madre suya-, poseerlos como propiedad personal, formarlos en Jesucristo y a
Jesucristo en ellos, echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser
la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas las obras de la
gracia... No puede, repito, realizar todo esto si no tiene derecho ni
dominio sobre las almas por gracia singular del Altísimo, que, habiéndole
dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha comunicado también sobre
sus hijos adoptivos no sólo en cuanto al cuerpo -lo cual sería poca cosa-,
sino también en cuanto al alma.
38. María es la Reina del cielo y de la tierra por gracia, como Cristo es
Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el reino de
Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior de los hombres,
según estas palabras: Dentro de ustedes está el reinado de Dios (Lc 17,21),
del mismo modo el reino de la Virgen María está principalmente en el
interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada, sobre todo,
en las almas, juntamente con su Hijo, más que en todas las creaturas
visibles, de modo que podemos llamarla, con los santos, Reina de los
corazones 14.
2. MARIA ES NECESARIA A LOS HOMBRES
a. para la salvación
39. Segunda conclusión. Dado que la Santísima Virgen fue necesaria a Dios
con necesidad llamada hipotética, es decir, proveniente de la voluntad
divina, debemos concluir que es mucho más necesaria a los hombres para
alcanzar la salvación. La devoción a la Santísima Virgen no debe, pues,
confundirse con las devociones a los demás santos, como si no fuese más
necesaria que ellas y sólo de supererogación.
40. El docto y piadoso Suárez, jesuita; el sabio y devoto Justo Lipsio,
doctor de Lovaina, y muchos otros han demostrado con pruebas irrefutables,
tomadas de los Padres -como San Agustín, San Efrén, diácono de Edesa; San
Cipriano de Jerusalén, San Germán de Constantinopla, San Juan Damasceno, San
Anselmo, San Bernardo, San Bernardino, Santo Tomás y San Buenaventura-, que
la devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación, y que así
como es señal infalible de reprobación -según lo han reconocido el mismo
Ecolampadio y otros herejes- el no tener estima y amor a la Santísima
Virgen, del mismo modo es signo infalible de predestinación el consagrarse a
Ella y ser devoto suyo en verdad y plenitud total 15.
41. Las figuras y palabras del Antiguo 16 y del Nuevo Testamento lo
demuestran. El sentir y ejemplo de los santos lo confirma. La razón y la
experiencia lo enseñan y demuestran. El demonio y sus secuaces, impelidos
por la fuerza de la verdad, se han visto obligados a confesarlo muchas veces
a pesar suyo.
De todos los pasajes de los Santos Padres y doctores -de los cuales he
elaborado una extensa colección 17 para probar esta verdad-, presento
solamente uno para no ser prolijo: "Ser devoto tuyo, ¡oh María! -dice San
Juan Damasceno-, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere
salvar" 18. Ver VD 182..
42. Podría referir aquí varias historias que comprueban esto. Entre otras:
1., la que se cuenta en las crónicas de San Francisco 19: cuando vio en
éxtasis una larga escalera que llegaba hasta el cielo y en cuya cima estaba
la Santísima Virgen. Se le indicó que para llegar al cielo era necesario
subir por dicha escalera; 2., la que se refiere en las crónicas de Santo
Domingo (Ver SAR 101-104): cerca de Carcasona, donde el Santo predicaba el
rosario, quince mil demonios que se habían apoderado de un desgraciado
hereje se vieron forzados a confesar, con gran confusión suya, por mandato
de la Santísima Virgen, muchas, grandes y consoladoras verdades referentes a
la devoción a María, con tal fuerza y claridad, que por poco devoto que seas
de la Santísima Virgen, no podrás leer esta auténtica historia y el
panegírico que el demonio, a pesar suyo, hizo de esta devoción, sin derramar
lágrimas de alegría.
b. para una perfección particular
43. Si honrar a la Santísima Virgen es necesario a todos los hombres para
alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una
perfección excepcional. Creo personalmente que nadie puede llegar a una
íntima unión con Nuestro Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo
sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera
dependencia de su socorro.
44. Sólo María halló gracia delante de Dios (Lc 1,30) sin auxilio de ninguna
creatura. Sólo por Ella han hallado gracia ante Dios cuantos después de Ella
la han hallado, y sólo por Ella la encontrarán cuantos la hallarán en el
futuro.
Ya estaba llena de gracia cuando la saludó el arcángel Gabriel. Quedó
sobreabundantemente llena de gracia cuando el Espíritu Santo la cubrió con
su sombra inefable. Y siguió creciendo de día en día y de momento en momento
en esta doble plenitud, de tal manera que llegó a un grado inmenso e
incomprensible de gracia.
Por ello, el Altísimo la ha constituido tesorera única de sus riquezas y
dispensadora exclusiva de sus gracias para que embellezca, levante y
enriquezca a quien Ella quiera; haga transitar por la estrecha senda del
cielo a quien Ella quiera; introduzca, a pesar de todos los obstáculos, por
la angosta senda de la vida a quien Ella quiera, y dé el trono, el cetro y
la corona regia a quien Ella quiera.
Jesús es siempre y en todas partes el fruto e Hijo de María; y María es en
todas partes el verdadero árbol que lleva el fruto de vida y la verdadera
Madre que lo produce 20 .
45. Sólo a María ha entregado Dios las llaves que dan entrada a las bodegas
del amor divino 21.
Sólo María permite la entrada en el paraíso terrestre a los pobres hijos de
la Eva infiel para pasearse allí agradablemente con Dios (ver Gn 3,8),
esconderse de sus enemigos con seguridad, alimentarse deliciosamente -sin
temer ya a la muerte- del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia
del bien y del mal y beber a boca llena las aguas celestiales de la hermosa
fuente que allí mana en abundancia. Mejor dicho, siendo Ella misma este
paraíso terrestre o tierra virgen y bendita de la que fueron arrojados Adán
y Eva pecadores, permite entrar solamente a aquellos a quienes le place para
hacerlos llegar a la santidad 22.
46. De siglo en siglo, pero de modo especial hacia el fin del mundo, todos
los grandes del pueblo buscan tu favor (Sl 45(44),14). San Bernardo comenta
así estas palabras del Espíritu Santo: los mayores santos, las personas más
ricas en gracia y virtud, son los más asiduos en implorar a la Santísima
Virgen y contemplarla siempre como el modelo perfecto que imitar y la ayuda
eficaz que les debe socorrer 23.
47. He dicho que esto acontecerá especialmente hacia el fin del mundo -y muy
pronto- porque el Altísimo y su santísima Madre han de formar grandes santos
que superarán en santidad a la mayoría de los otros santos cuanto los cedros
del Líbano exceden a los arbustos. Así fue revelado a un alma santa cuya
vida escribió de Renty.
48. Estos grandes santos, llenos de gracia y celo apostólico, serán
escogidos por Dios para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas
partes. Tendrán una excepcional devoción a la Santísima Virgen, quien les
esclarecerá con su luz, les alimentará con su leche, les guiará con su
espíritu, les sostendrá con su brazo y les protegerá, de suerte que
combatirán con una mano y construirán con la otra (ver Neh 4,17). Con una
mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a
los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los
pecadores con sus impiedades. Con la otra edificarán el templo del verdadero
Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen, llamada
precisamente por los Padres templo de Salomón y ciudad de Dios.
Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera devoción a
María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y
gloria para Dios sólo. Así lo reveló Dios a San Vicente Ferrer, gran apóstol
de su siglo, como lo consignó claramente en uno de sus escritos. Es lo que
parece haber predicho el Espíritu Santo con las palabras del salmista:
... para que se sepa que Dios gobierna a Jacob
y hasta el confín de la tierra.
Vuelven por la tarde, ladran como perros,
merodean por la ciudad. (Sl 59 [58],14-16)
Esta ciudad a la que acudirán los hombres al fin del mundo para convertirse
y saciar su hambre de justicia es la Santísima Virgen, a quien el Espíritu
Santo llama morada y ciudad de Dios (Sl 87 (86),3).
NOTAS:
1 Juego de alabras en lengua latina: Maria = mares, y Maria = María.
2 Ver VD 216.
3 VD 142.
4 San Bernardino de Siena
5 Ver VD 141.
6 Francisco Poiré (1584-1637).
7 Ver LG 59.
8 Ver VD 63-65.94-95.
9 Ver VD 264.
10 "Es verdadera Madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con
amor a que naciesen en la Iglesia los fieles que son miembros de aquella
Cabeza..." (LG 53; ver 61 y RM 20-24).
11 Ver VD 56.
12 En la exhortación Signum Magnum (13 de mayo de 1967, cincuentenario de
las apariciones de Fátima) Pablo VI afirma que María, gracias al esplendor
de sus virtudes, es Madre y Maestra de la Iglesia, en general y de cada alma
en particular (No. 8).
13 Ver VD 47-49.
14 Una oración indulgenciada por la Sda. Penitenciaría Apostólica, el 29 de
junio de 1924 dice: "Toma, pues, y recibe todo mi ser, oh María, Reina de
los Corazones".
15 Ver LG 68 y MC 56.
16 Ver LG 55.
17 Ver VD 40.
18 Ver VD 182.
19 Florecillas, C. 10.
20 Ver SM 70.
21 Ver SM 70.; ver san Juan de la Cruz, Cántico espiritual, estr. 25.
22 Ver VD 261.
23 San Bernardo.
CAPITULO III
MARIA EN LOS ULTIMOS TIEMPOS DE LA IGLESIA
1. María y los últimos tiempos
49. La salvación del mundo comenzó por medio de María, y por medio de Ella
debe alcanzar su plenitud. María casi no se manifestó en la primera venida
de Jesucristo, a fin de que los hombres, poco instruidos e iluminados aún
acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad, aficionándose
demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido
seguramente si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables
encantos que el Altísimo le había concedido aun en su exterior. Tan cierto
es esto, que San Dionisio Aeropagita escribe que, cuando la vio, la hubiera
tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable
belleza, si la fe -en la que se hallaba bien cimentado- no le hubiera
enseñado lo contrario.
Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y
puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo
sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al
Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo
parcialmente desde que se predica el Evangelio.
50. Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus
manos, en estos últimos tiempos 1:
1. porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por
su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los apóstoles y
evangelistas que no la dieran a conocer;
2. porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios tanto en el orden de
la gracia como en el de la gloria, y El quiere ser glorificado y alabado en
la tierra por los hombres;
3. porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia,
Jesucristo, y, por lo mismo, debe ser conocida y manifestada si queremos que
Jesucristo lo sea;
4. porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera
vez, y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente;
5. porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a
Jesucristo y hallarle perfectamente. Por Ella deben, pues, hallar a
Jesucristo las personas santas que deben resplandecer en santidad. Quien
halla a María, halla la vida (ver Pr 8,35), es decir, a Jesucristo, que es
el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Ahora bien, no se puede hallar a
María si no se la busca ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni
desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor
conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima
Trinidad;
6. porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en
misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger
amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y
volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los
idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se
rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas,
a cuantos se les opongan; en gracia, finalmente, para animar y sostener a
los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por
los intereses del Señor;
7. por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces
como un ejército en orden de batalla (Ct 6,3) 2, sobre todo en estos últimos
tiempos, cuando el diablo, sabiendo que le queda poco tiempo (Ap 12,17) -y
mucho menos que nunca- para perder a las gentes, redoblará cada día sus
esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y
tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de
María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.
2. Maria en la lucha final
51. A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de
día en día hasta que llegue el anticristo, debe referirse, sobre todo,
aquella primera y célebre predicción y maldición lanzada por Dios contra la
serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para
gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los
demonios.
Pongo hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella
herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón (Gn 3,15).
52. Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable hostilidad, que
durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y
el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y
secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha
suscitado contra Satanás es María, su santísima Madre. Ya desde el paraíso
terrenal -aunque María sólo estaba entonces en la mente divina- le inspiró
tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para
descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer,
abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más
que a todos los ángeles y hombres, sino, en cierto modo, más que al mismo
Dios. No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente
mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas,
sino:
1. porque Satanás, que es tan orgulloso, sufre infinitamente más al verse
vencido y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios, y la
humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino;
2. porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios,
que -como, a pesar suyo, se han visto muchas veces obligados a confesarlo
por boca de los posesos- tienen más miedo a un solo suspiro de María en
favor de una persona que a las oraciones de todos los santos, y a una sola
amenaza suya contra ellos más que a todos los demás tormentos.
53. Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que
Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia.
Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para
todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente
fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus
hijos y servidores, consagrándolos al Señor 3.
54. Dios no puso solamente una hostilidad, sino hostilidades, y no sólo
entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la
del demonio. Es decir, Dios puso hostilidades, antipatías y odios secretos
entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y
esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.
Los hijos de Belial (Dt 13,14) 4, los esclavos de Satanás, los amigos de
este mundo de pecado -¡todo viene a ser lo mismo!- han perseguido siempre, y
perseguirán más que nunca de hoy en adelante, a quienes pertenezcan a la
Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú -figuras de los réprobos-
perseguían a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de los predestinados. Pero
la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso, y con victoria tan
completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. María
descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas
infernales, desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta al fin a sus
servidores de aquellas garras mortíferas.
El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de
modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a
su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella
suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del
mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar
respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en
gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia; grandes y
elevados en santidad delante de Dios; superiores a cualquier otra creatura
por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que,
con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del
demonio y harán triunfar a Jesucristo.
3. María y los apóstoles de los últimos tiempos
55. Sí, Dios quiere que su Madre santísima sea ahora más conocida, amada y
honrada que nunca. Lo que sucederá, sin duda, si los predestinados, con la
gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y
perfecta de la devoción que voy a manifestarles en seguida.
Entonces verán claramente, en cuanto lo permite la fe, a esta hermosa
estrella del mar, y, guiados por ella, llegarán a puerto seguro a pesar de
las tempestades y de los piratas. Entonces conocerán las grandezas de esta
Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos
de amor. Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán
con ternura como sus hijos de predilección.
Entonces experimentarán las misericordias en que Ella rebosa y la necesidad
que tienen de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida
Abogada y Mediadora ante Jesucristo. Entonces sabrán que María es el medio
más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo 5, y se
consagrarán a Ella en cuerpo y alma y sin reserva alguna para pertenecer del
mismo modo a Jesucristo.
56. Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María?
Serán fuego encendido (Sl 104 [103],4; Hb 1,7), ministros del Señor que
prenderán por todas partes el fuego del amor divino.
Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus
enemigos: como saetas en manos de un guerrero (Sl 127 [126],4).
Serán hijos de Leví 6, bien purificados por el fuego de grandes
tribulaciones y muy unidos a Dios (14). Llevarán en el corazón el oro del
amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de
la mortificación.
Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo (ver 2Cor 2,15-16) para los
pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos
serán olor de muerte.
57. Serán nubes tonantes y volantes (ver Is 60,8), en el espacio, al menor
soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse
por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna,
tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus
secuaces, y con la espada de dos filos de la palabra de Dios (Hb 4,12; Ef
6,17) traspasarán a todos aquellos a quien sean enviados de parte del
Altísimo.
58. Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el
Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar
maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.
Dormirán sin oro ni plata y -lo que más cuenta- sin preocupaciones en medio
de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos (Sl 68 [67],14) 7.
Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la
pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde
los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares
donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley
(ver Rm 13,10).
59. Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo.
Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano
y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura
verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin
inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni
escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.
Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios (Hb 4,12);
sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano
derecha, el crucifijo; el rosario en la izquierda 8; los sagrados nombres de
Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y
mortificación de Jesucristo.
Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por
orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos,
idólatras y mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo
sabe! A nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con
ansia al Señor(Sl 40 [39],2).
NOTAS:
1 Ver LG 48-51.
2 VD 120
3 San Ireneo.
4 Blº: el devorador, personificación del poder de
los poderes del mal.
5 Ver VD 152-168.
6 Una de las doce tribus, posesión especial del
Señor, quien a su vez era posesión especial suya.
7 Siguiendo la traducción de la Vulgata, este
número del Tratado comenta los versos 14-15 del salmo citado. Ver SA 17-25.
8 AC 19; SA 8.