TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN: TERCERA PARTE - LA PERFECTA CONSAGRACION A JESUCRISTO
San Luis María Grignion de Montfort
CAPITULO I
CONTENIDOS ESENCIALES DE LA CONSAGRACION
120. La plenitud de nuestra perfección consiste en asemejarnos, vivir unidos
y consagrados a Jesucristo 2. Por consiguiente, la más perfecta de todas las
devociones es, sin duda alguna, la que nos asemeja, une y consagra más
perfectamente a Jesucristo. Ahora bien, María es la creatura más semejante a
Jesucristo. Por consiguiente, la devoción que mejor nos consagra y hace
semejantes a Nuestro Señor es la devoción a su santísima Madre. Y cuanto más
te consagres a María, tanto más te unirás a Jesucristo.
La perfecta consagración a Jesucristo es, por lo mismo, una perfecta y total
consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta es la devoción que yo
enseño, y que consiste -en otras palabras- en una perfecta renovación de los
votos y promesas bautismales 3.
Consagración perfecta y total
121. Consiste, pues, esta devoción, en una entrega total a la Santísima
Virgen, para pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Hay que
entregarle:
1. el cuerpo con todos sus sentidos y miembros;
2. el alma con todas sus facultades;
3. los bienes exteriores -llamados de fortuna- presentes y futuros;
4. los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y
buenas obras pasadas, presentes y futuras.
En dos palabras: cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden
de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna -ni de un
céntimo, ni de un cabello, ni de la menor obra buena-, y esto por toda la
eternidad, y sin esperar por nuestra ofrenda y servicio más recompensa que
el honor de pertenecer a Jesucristo por María y en María, aunque esta amable
Señora no fuera -como siempre lo es- la más generosa y agradecida de las
creaturas.
122. Conviene advertir que en las buenas obras que hacemos hay un doble
valor: la satisfacción y el mérito, o sea, el valor satisfactorio o
impetratorio y el valor meritorio.
El valor satisfactorio o impetratorio de una buena obra es la misma obra
buena en cuanto satisface por la pena debida por el pecado u obtiene alguna
nueva gracia. En cambio, el valor meritorio o mérito es la misma obra buena,
en cuanto merece la gracia y la gloria eterna.
Ahora bien, en esta consagración de nosotros mismos a la Santísima Virgen le
entregamos todo el valor satisfactorio, impetratorio y meritorio. Es decir,
las satisfacciones y méritos de todas nuestras buenas obras. Le entregamos
nuestros méritos, gracias y virtudes, no para que los comunique a otros
-porque nuestros méritos, gracias y virtudes, estrictamente hablando, son
incomunicables; únicamente Jesucristo, haciéndose fiador nuestro ante el
Padre, ha podido comunicarnos sus méritos-, sino para que nos los conserve,
aumente y embellezca, como veremos más adelante 4. Le entregamos nuestras
satisfacciones para que las comunique a quien mejor le plazca y para mayor
gloria de Dios.
123. De donde se deduce que: 1. por esta devoción entregas a Jesucristo, de
la manera más perfecta -puesto que lo entregas por manos de María-, todo
cuanto le puedes dar y mucho más que por las demás devociones, por las
cuales le entregas solamente parte de tu tiempo, de tus buenas obras,
satisfacciones y mortificaciones.
Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de
disponer de tus bienes interiores y satisfacciones que cada día puedes ganar
por tus buenas obras, lo cual no se hace ni siquiera en las órdenes o
institutos religiosos. En éstos se dan a Dios los bienes de fortuna por el
voto de pobreza, los bienes del cuerpo por el voto de castidad; la propia
voluntad, por el voto de obediencia, y algunas veces la libertad corporal,
por el voto de clausura. Pero no se entrega a Dios la libertad o el derecho
de disponer de las buenas obras, ni se despoja uno, cuanto es posible, de lo
más precioso y caro que posee el cristiano, a saber: los méritos y
satisfacciones.
124. 2. Una persona que se consagra y entrega voluntariamente a Jesucristo
por medio de María, no puede ya disponer del valor de ninguna de sus buenas
obras; todo lo bueno que padece, piensa, dice y hace pertenece a María,
quien puede disponer de ello según la voluntad y mayor gloria de su Hijo.
Esta entrega, sin embargo, no perjudica en nada a las obligaciones del
estado presente o futuro en que se encuentre la persona; por ejemplo, los
compromisos de un sacerdote, que, por su oficio u otro motivo cualquiera,
debe aplicar el valor satisfactorio e impetratorio de la santa misa a un
particular. Porque no se hace esta consagración sino según el orden
establecido por Dios y los deberes del propio estado.
125. 3. Esta devoción nos consagra, al mismo tiempo, a la Santísima Virgen y
a Jesucristo. A la Santísima Virgen, como al medio perfecto escogido por
Jesucristo para unirse a nosotros, y a nosotros con El. A Nuestro Señor,
como a nuestra meta final, a quien debemos todo lo que somos, ya que es
nuestro Dios y Redentor.
Perfecta renovación de las promesas bautismales
126. He dicho que esta devoción puede muy bien definirse como una perfecta
renovación de las promesas del santo bautismo.
De hecho, antes del bautismo, todo cristiano era esclavo del demonio, a
quien pertenecía. Por su propia boca o las de sus padrinos, renunció en el
bautismo a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y eligió a Jesucristo como a
su Dueño y Señor, para depender de El en calidad de esclavo de amor.
Es precisamente lo que hacemos por la presente devoción: renunciar -la
fórmula de consagración lo dice expresamente- al demonio, al mundo, al
pecado y a nosotros mismos y consagrarnos totalmente a Jesucristo por manos
de María. Pero hacemos algo más: en el bautismo hablamos ordinariamente por
boca de otros -los padrinos- y nos consagramos a Jesucristo por procurador.
Mientras que en esta devoción nos consagramos por nosotros mismos,
voluntariamente y con conocimiento de causa.
En el santo bautismo no nos consagramos explícitamente por manos de María ni
entregamos a Jesucristo el valor de nuestras buenas acciones. Y después de
él quedamos completamente libres para aplicar dicho valor a quien queramos o
conservarlo para nosotros. Por esta devoción, en cambio, nos consagramos
expresamente a Nuestro Señor por manos de María y le entregamos el valor de
todas nuestras buenas acciones.
127. "Los hombres hacen voto en el bautismo -dice Santo Tomás- de renunciar
al diablo y a sus pompas". Y "este voto -había dicho San Agustín- es el
mayor y más indispensable". Lo mismo afirman los canonistas: "El voto
principal es el que hacemos en el bautismo." Sin embargo, ¿quién cumple este
voto tan importante? ¿Quién observa con fidelidad las promesas del santo
bautismo? ¿No traicionan casi todos los cristianos la fe prometida a
Jesucristo en el bautismo? ¿De dónde proviene este desconcierto universal?
¿No es, acaso, del olvido en que se vive de las promesas y compromisos del
santo bautismo y de que casi nadie ratifica por sí mismo el contrato de
alianza hecho con Dios por sus padrinos?
128. Es tan cierto esto, que el concilio de Sens, convocado por orden de
Ludovico Pío para poner remedio a los desórdenes de los cristianos, juzgó
que la causa principal de tanta corrupción de las costumbres provenía del
olvido e ignorancia en que vivían las gentes acerca de los compromisos del
santo bautismo, y no encontró remedio más eficaz para combatir tamaño mal
que excitar a los cristianos a renovar las promesas y votos bautismales 5.
129. El Catecismo del concilio de Trento, fiel intérprete de las intenciones
de este santo concilio, exhorta a los párrocos a hacer lo mismo y a
acostumbrar al pueblo fiel a recordar y creer que los cristianos han sido
consagrados a Jesucristo, Señor y Redentor nuestro. Estas son sus palabras:
"El párroco exhortará al pueblo fiel para hacerle comprender que nosotros,
más que cualquier hombre, debemos ofrecernos y consagrarnos eternamente como
esclavos a Nuestro Señor y Redentor" 6.
130. Ahora bien, si los concilios, los Padres y la misma experiencia nos
demuestran que el mejor remedio contra los desórdenes de los cristianos es
hacerles recordar las obligaciones del bautismo y renovar las promesas que
en él hicieron, ¿no será acaso razonable hacerlo ahora de manera perfecta
mediante esta devoción y consagración a Nuestro Señor por medio de su
amantísima Madre? 7. Digo de "manera perfecta" porque para consagrarnos a
Jesucristo utilizamos el más perfecto de todos los medios, que es la
Santísima Virgen.
Respuesta a algunas objeciones
131. Alguien puede objetar que esta devoción es nueva o sin importancia. No
es nueva: los concilios, los Padres y muchos autores antiguos y modernos
hablan de dicha consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del
santo bautismo como de una práctica antigua aconsejada por ellos a todos los
cristianos. No es de poca importancia, puesto que la fuente principal de
todos los desórdenes, y, por consiguiente, de la condenación de los
cristianos, procede del olvido e indiferencia respecto de esta práctica.
132. Pudiera alguno decir que esta devoción nos imposibilita para socorrer a
las almas de nuestros parientes, amigos y bienhechores, dado que nos hace
entregar a Nuestro Señor, por manos de la Santísima Virgen, el valor de
todas nuestras buenas obras, oraciones, mortificaciones y limosnas.
Le respondo:
1. No es creíble que nuestros amigos, parientes y bienhechores salgan
perjudicados porque nos entreguemos y consagremos sin reserva al servicio de
Nuestro Señor y su santísima Madre. Suponerlo sería menoscabar el poder y
bondad de Jesús y de María, quienes sabrán ayudar a nuestros parientes,
amigos y bienhechores sea con nuestra módica renta espiritual, sea con otros
medios.
2. Esta devoción no impide orar por los demás -vivos o difuntos-, aunque la
aplicación de nuestras buenas obras dependa de la voluntad de la Santísima
Virgen. Al contrario, nos llevará a rogar con mayor confianza. Sucede como a
la persona rica que hubiera cedido todos sus bienes a un gran príncipe para
honrarlo más: ella rogaría con mayor confianza a este príncipe que dé una
limosna a un amigo suyo que se la pide. El príncipe hasta se sentiría feliz
de encontrar la oportunidad de manifestar su gratitud a quien se ha
despojado de todo para honrarlo y se ha empobrecido para enriquecerlo. Lo
mismo cabe decir de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen, que jamás se
dejarán vencer en gratitud 8.
133. Otro objetará tal vez: "Si doy a la Santísima Virgen todo el valor de
mis acciones para que lo aplique a quien Ella quiera, ¡quizá tenga yo que
padecer largo tiempo en el purgatorio!".
Esta objeción proviene del amor propio y de la ignorancia que tenemos
respecto a la generosidad divina y la de la Santísima Virgen. Y se destruye
por sí sola. ¿Es posible, acaso, que una persona ferviente y generosa que
vela con mayor empeño por los intereses de Dios que por los propios, da a
Dios sin reserva cuanto posee -de suerte que ya no puede dar más: Non plus
ultra-, tiene como única aspiración la gloria de Dios y el reinado de
Jesucristo por medio de su santísima Madre y se sacrifica totalmente para
alcanzar este fin..., será posible -repito- que persona tan noble y generosa
sea más castigada en la otra vida por haber sido en ésta más generosa y
desinteresada que las otras?
¡Nada de esto! El Señor y su Madre santísima -lo veremos en seguida- se
mostrarán generosísimos en este mundo y en el otro, en el orden de la
naturaleza, de la gracia y de la gloria, precisamente con esta persona.
134. Conviene ver ahora -con la mayor brevedad- los motivos que hablan en
favor de esta devoción, los admirables efectos que producen y sus
principales prácticas.
NOTAS:
1 Con grandes letras escribió el autor este
título.
2 Ver VD 61-62.
3 El P. de Montfort coloca su consagración en la
línea de la consagración bautismal, cuya renovación constituye (VD 126ss).
4 Ver VD 146ss.
5 En el No. 48 de la RMat, el Papa Juan Pablo II
presenta a san Luis de Montfort como Testigo y Maestro de espiritualidad
mariana por la renovación y vivencia en su consagración de las promesas
bautismales.
6 Ver VD 12.
7 El Papa Pío XII, al celebrar los 25 años de las
apariciones de Fátima consagró el mundo entero al Corazón Inmaculado de
María (1942). Varias naciones lo hicieron siguiendo su ejemplo. Pablo VI
renovó más de una vez esa consagración (Nov. 21 /64) e invitó a todos los
cristianos a renovarla (ver Signum Magnum, 13-5-1967; con ocasión del
cincuentenario de Fátima). Y Juan Pablo II renueva constantemente la
consagración total a María y la repite en todos sus viajes misioneros.
8 Ver VD 171.
CAPITULO II
MOTIVOS EN FAVOR DE ESTA DEVOCION
1. Esta devoción nos consagra totalmente al servicio de Dios
135. Primer Motivo que nos manifiesta la excelencia de la consagración de sí
mismo a Jesucristo por manos de María.
No se puede concebir ocupación más noble en este mundo que la de servir a
Dios. El último de los servidores de Dios es más rico, poderoso y noble que
todos los reyes y emperadores si éstos no sirven a Dios. ¿Cuál no será
entonces la riqueza, poder, dignidad del auténtico y perfecto servidor de
Dios, que se consagra enteramente, sin reserva y en cuanto le es posible, a
su servicio? 1.
Tal viene a ser, en efecto, el esclavo fiel y amoroso de Jesucristo en
María, consagrado totalmente, por manos de la Santísima Virgen, a ese Rey de
reyes, sin reservarse nada para sí mismo. Ni todo el oro del mundo ni las
bellezas del cielo alcanzan para pagarlo.
136. Las demás congregaciones, asociaciones y cofradías erigidas en honor de
Nuestro Señor y de su Madre santísima, y que tan grandes bienes producen en
la cristiandad, no obligan a entregarlo todo sin reserva. Prescriben,
ciertamente, a sus asociados algunas prácticas para que cumplan los
compromisos adquiridos, pero les dejan libres las demás acciones y el resto
del tiempo.
Esta devoción, en cambio, exige entregar a Jesús y a María todos los
pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos y todos los momentos de la
vida. De quien ha optado por ella se podrá, pues, decir, con toda verdad,
que cuanto hace -vele o duerma, coma o beba, realice acciones importantes u
ordinarias- pertenece a Jesús y a María gracias a la consagración que ha
hecho, a no ser que la haya retractado expresamente. ¡Qué consuelo!
137. Además -como ya he dicho 2- no hay práctica que nos libere más
fácilmente de cierto resabio de amor propio que se desliza
imperceptiblemente en las mejores acciones. Esta gracia insigne la concede
Nuestro Señor en reconocimiento por el acto heroico y desinteresado de
entregarle, por las manos de su santísima Madre, todo el valor de las buenas
acciones. Si ya en este mundo da el céntuplo a los que por su amor dejan los
bienes exteriores, temporales y perecederos (ver Mt 19,29), ¿qué no dará a
quienes sacrifican aun los bienes interiores y espirituales?
138. Jesús, nuestro mejor amigo, se entregó a nosotros sin reserva, en
cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos. "Me ganó totalmente
entregándose todo", dice San Bernardo. ¿No será, pues, un deber de justicia
y gratitud darle todo lo que podemos? El fue el primero en mostrarse
generoso con nosotros; seámoslo con El -lo exige la gratitud-, y El se
manifestará aún más generoso durante nuestra vida, en la muerte y por la
eternidad: Eres generoso con el generoso (ver Sl 18 [17],26).
Esta devoción hace que imitemos el ejemplo de Jesucristo
139. Segundo motivo que nos demuestra que es en sí justo y ventajoso para el
cristiano el consagrase totalmente a la Santísima Virgen mediante esta
práctica a fin de pertenecer más perfectamente a Jesucristo.
Este buen Maestro no se desdeñó encerrarse en el seno de la Santísima Virgen
como prisionero y esclavo de amor, ni de vivir sometido y obediente a Ella
durante treinta años. Ante esto -lo repito- se anonada la razón humana, si
reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso
-aunque hubiera podido hacerlo- entregarse directamente a los hombres, sino
que prefirió comunicarse a ellos por medio de la Santísima Virgen; ni quiso
venir al mundo a la edad de varón perfecto, independiente de los demás, sino
como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de su
santísima Madre.
Esta Sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su
Padre, y salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto y rápido para
realizar sus anhelos que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo
durante los ocho, diez o quince primeros años de su vida -como los demás
niños-, sino durante treinta años. Y durante este tiempo de sumisión y
dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado estos años en
hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres.
¡Que si no, hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios quien,
a ejemplo de Jesucristo, se somete a María! Teniendo, pues, ante los ojos
ejemplo tan claro y universalmente reconocido, ¿seremos tan insensatos que
esperemos hallar medio más perfecto y rápido para glorificar a Dios que no
sea el someternos a María, a imitación de su Hijo?
140. En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto a la
Santísima Virgen, recuerda cuanto hemos dicho 3al aducir el ejemplo que el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos ofrecen de dicha dependencia.
El Padre no dio ni da su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos
adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella. Dios Hijo se hizo hombre
para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace cada día en las
almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus méritos
y virtudes sino por Ella. El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por
María y sólo por Ella 4 forma a los miembros de su Cuerpo místico y reparte
sus dones y virtudes.
Después de tantos y tan apremiantes ejemplos de la Santísima Trinidad,
¿podremos, acaso -a no ser que estemos completamente ciegos-, prescindir de
María, no consagrarnos ni someternos a Ella para ir a Dios y sacrificarnos a
El?
141. Veamos ahora algunos pasajes de los Padres, que he seleccionado para
probar lo que acabo de afirmar:
"Dos hijos tiene María: un Hombre-Dios y un hombre-hombre. Del primero es
madre corporal; del segundo, madre espiritual" 5. "La voluntad de Dios es
que todo lo tengamos por María. Debemos reconocer que la esperanza, gracia y
dones que tenemos dimanan de Ella" 6.
"Ella distribuye todos los dones y virtudes del Espíritu Santo a quien
quiere, cuando quiere, como quiere y en la medida que Ella quiere" 7.
"Dios lo entregó todo a María, para que lo recibieras por medio de Ella,
pues tú eras indigno de recibirlo directamente de El" 8.
142. Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de
sus manos -dice San Bernardo- las da a María, para que por Ella recibamos
cuanto nos quiere dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir, de
manos de María, el tributo de gratitud, respeto y amor que le debemos por
sus beneficios.
Es, pues, muy justo imitar la conducta de Dios, "para que -añade el mismo
San Bernardo- la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino
a nosotros".
Esto es lo que hacemos con nuestra devoción: ofrecemos y consagramos a la
Santísima Virgen cuanto somos y tenemos, a fin de que Nuestro Señor reciba
por su mediación la gloria y el reconocimiento que le debemos, y nos
reconocemos indignos e incapaces de acercarnos por nosotros mismos a su
infinita Majestad. Por ello acudimos a la intercesión de la Santísima
Virgen.
143. Esta práctica constituye, además, un ejercicio de profunda humildad,
virtud que Dios prefiere a todas las otras. Quien se ensalza rebaja a Dios;
quien se humilla lo glorifica.Dios se enfrenta a los arrogantes, pero
concede gracia a los humildes (St 4,6). Si te humillas creyéndote indigno de
presentarte y acercarte a El, Dios se abaja y desciende para venir a ti,
complacerse en ti y elevarte, aun a pesar tuyo. Pero si te acercas a El
atrevidamente, sin mediador, El se aleja de ti y no podrás alcanzarlo.
¡Oh! ¡Cuánto ama El la humildad de corazón! Y a esta humildad precisamente
nos conduce la práctica de esta devoción. Que nos enseña a no acercarnos
jamás a Nuestro Señor por nosotros mismos -por amable y misericordioso que
El sea-, sino a servirnos siempre de la intercesión de la Santísima Virgen,
para presentarnos ante Dios, hablarle y acercarnos a El, ofrecerle algo o
unirnos y consagrarnos a El.
3. Esta devoción nos alcanza la protección maternal de María
a. María se da a su esclavo
144. Tercer motivo. La Santísima Virgen es Madre de dulzura y misericordia,
y jamás se deja vencer en amor y generosidad. Viendo que te has entregado
totalmente a Ella para honrarla y servirla y te has despojado de cuanto más
amas para adornarla, se entrega también a ti plenamente y en forma inefable.
Hace que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos,
te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te
comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc.; se constituye tu
fiadora, tu suplemento y tu todo ante Jesús. Por último, dado que como
consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en
plenitud. De suerte que, en cuanto perfecto servidor e hijo de María, puedes
repetir lo que dijo de sí mismo el evangelista San Juan: El discípulo la
tuvo en su casa (Jn 19,27) 9 como su único bien.
145. Este comportamiento, observado con fidelidad, produce en tu alma gran
desconfianza, desprecio y aborrecimiento de ti mismo, y, a la vez, inmensa
confianza y total entrega en manos de la Santísima Virgen, tu bondadosa
Señora.
Como consagrado a Ella, no te apoyarás ya en tus propias disposiciones,
intenciones, méritos, virtudes y buenas obras. En efecto, lo has sacrificado
todo a Jesucristo, por medio de esta Madre bondadosa. Por ello, ya no te
queda otro tesoro -y éste ya es tuyo- en donde estén todos tus bienes que
María.
Esto te llevará a acercarte a Nuestro Señor sin temor servil ni escrúpulos y
rogarle con toda confianza, y te hará participar en los sentimientos del
piadoso y sabio abad Ruperto, quien, aludiendo a la victoria de Jacob sobre
un ángel (ver Gn 32,23-33), dirige a la Santísima Virgen estas hermosas
palabras: "¡Oh María, princesa mía y Madre inmaculada del Hombre-Dios,
Jesucristo!, deseo luchar con este Hombre que es el Verbo de Dios, armado no
con mis méritos, sino con los tuyos".
¡Oh! ¡Qué poderosos y fuertes somos ante Jesucristo cuando estamos armados
con los méritos e intercesión de la digna Madre de Dios, quien -según
palabras de San Agustín- venció amorosamente al Todopoderoso!.
María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su
Hijo divino
146. Por esta devoción entregamos a Nuestro Señor, por manos de su Madre
santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa señora las purifica,
embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.
1. Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que
se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a
sus manos purísimas y fecundas, esas manos -jamás estériles ni ociosas y que
purifican todo cuanto tocan- limpian en lo que le ofrecemos todo lo que
tenga de impuro o imperfecto.
147. 2. Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en
un labrador cuya única riqueza fuera una manzana y que deseara granjearse la
simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué haría? - Acudir a la reina y
presentarle la manzana para que ella la ofrezca al soberano. La reina acepta
el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro
y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana, de
suyo indigna de ser presentada al soberano, se convierte en un obsequio
digno de su Majestad gracias a la bandeja de oro y a la persona que la
entrega 10.
148. 3. María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para sí
nada de lo que se le ofrece; todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si la
alabas y glorificas, inmediatamente Ella alaba y glorifica a Jesús. Si la
ensalzas y bendices, Ella -como cuando Santa Isabel la alabó- entona su
cántico:Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46) 11.
149. 4. Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y
Santo de los santos, el don que le presentas, María hace que El acepte tus
buenas obras. Pero quien por su cuenta y apoyado en su propia destreza y
habilidad lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio,
y muchas veces lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo, lo mismo que en
otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de
voluntad propia (ver Hb 10,5-7).
Pero si, al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y
virginales de su Madre amadísima, lo coges por su flaco -si me permites la
expresión-. El no mirará tanto el don que le ofreces cuanto a su bondadosa
Madre que se lo presenta, ni considerará tanto la procedencia del don cuanto
a aquella que se lo ofrece.
Del mismo modo, María -jamás rechazada y siempre recibida por su Hijo- hace
que su Majestad acepte con agrado cuanto le ofrezcas, grande o pequeño;
basta que María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca en el
obsequio. El gran consejo que San Bernardo daba a aquellos que dirigía a la
perfección era éste: "Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo
por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser
rechazado" 12.
150. ¿No es esto, lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto
a los grandes, como hemos visto? 13 ¿Por qué no habría de enseñarnos la
gracia a observar la misma conducta para con Dios, infinitamente superior a
nosotros y ante quien somos menos que átomos? Tanto más teniendo como
tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada; tan
inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de
Dios; tan buena y caritativa, que no rechaza a nadie por pequeño o malvado
que sea. Más adelante expondré la historia de Jacob y Rebeca, la figura
verdadera de lo que voy diciendo 14.
4. Esta devoción es un medio excelente para procurar la mayor gloria de Dios
151. Cuarto motivo. Esta devoción, fielmente practicada, es un medio
excelente para enderezar el valor de nuestras buenas obras para la mayor
gloria de Dios. Casi nadie obra con esta noble finalidad -a pesar de que a
ello estemos obligados-, sea porque no sabemos dónde está la mayor gloria de
Dios, sea porque no la buscamos. Ahora bien, dado que la Santísima Virgen, a
quien cedemos el valor y mérito de nuestras buenas obras, conoce
perfectamente donde está la mayor gloria de Dios y todo su actuar es
procurarla, el perfecto servidor de esta amable Señora, que se ha consagrado
totalmente a Ella como hemos dicho, puede afirmar resueltamente que el valor
de todas sus acciones, pensamientos y palabras se ordena a la mayor gloria
de Dios, a no ser que haya revocado expresamente su ofrenda.
¿Será posible hallar algo más consolador para una persona que ama a Dios con
amor puro y desinteresado y aprecia la gloria e intereses de Dios más que
los suyos propios?
5. Esta devoción conduce a la unión con Jesucristo
152. Quinto motivo. Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro
para llegar a la unión con Nuestro Señor, en la cual consiste la perfección
cristiana.
a. Es camino fácil
1. Es camino fácil. Es el camino abierto por Jesucristo al venir a nosotros,
y en que no hay obstáculos para llegar a El. Ciertamente que se puede llegar
a Jesucristo por otros caminos. Pero en ellos se encuentran cruces más
numerosas, muertes extrañas y muchas más dificultades apenas superables;
será necesario pasar por noches oscuras, extraños combates y agonías,
escarpadas montañas, punzantes espinas y espantosos desiertos. Pero por el
camino de María se avanza más suave y tranquilamente.
Claro que también aquí encontramos rudos combates y grandes dificultades a
superar. Pero esta bondadosa Madre y Señora se hace tan cercana y presente a
sus fieles servidores para iluminarlos en sus tinieblas, esclarecerlos en
sus dudas, fortalecerlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y
dificultades que -en verdad- este camino virginal para encontrar a
Jesucristo resulta de rosas y mieles comparado con los demás.
Ha habido santos, pero en corto número -como San Efrén, San Juan Damasceno,
San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, San Francisco de Sales,
etc.-, que han transitado por este camino suave para ir a Jesucristo, porque
el Espíritu Santo, Esposo fiel de María, se lo ha enseñado por gracia
especialísima. Pero los otros santos, que son la mayoría, aunque hayan
tenido todos devoción a la Santísima Virgen, no han entrado, o sólo muy
poco, en este camino. Es por ello que tuvieron que pasar por las pruebas más
rudas y peligrosas.
153. ¿De dónde procederá entonces, me preguntará algún fiel servidor de
María, que los fieles servidores de esta bondadosa Madre encuentran tantas
ocasiones de padecer, y aún más que aquellos que no le son tan devotos? 15.
Los contradicen, persiguen, calumnian y nadie los puede tolerar... O caminan
entre tinieblas interiores, o por desiertos donde no se da la menor gota de
rocío del cielo. Si esta devoción a la Santísima Virgen facilita el camino
para llegar a Jesucristo, ¿por qué son sus devotos los más crucificados?
154. Le respondo que ciertamente, siendo los más fieles servidores de la
Santísima Virgen sus preferidos, reciben de Ella los más grandes favores y
gracias del cielo, que son las cruces. Pero sostengo que los servidores de
María llevan estas cruces con mayor facilidad, mérito y gloria, y que lo que
mil veces detendría a otros o los haría caer, a ellos no los detiene nunca,
sino que los hace avanzar, porque esta bondadosa Madre, plenamente llena de
gracia y unción del Espíritu Santo, endulza todas las cruces que les prepara
con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del amor puro, de modo
que ellos las comen alegremente como nueces confitadas, aunque de por sí
sean muy amargas.
Y creo que una persona que quiere ser devota y vivir piadosamente en
Jesucristo (2Tim 3,12), y, por consiguiente, padecer persecución y cargar
todos los días su cruz, no llevará jamás grandes cruces, o no las llevará
con alegría y hasta el fin, si no profesa una tierna devoción a la Santísima
Virgen, que es la dulzura de las cruces; como tampoco podría una persona,
sin gran violencia -que no es durable-, comer nueces verdes no confitadas
con azúcar.
b. Es camino corto
155. 2. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a
Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque -como acabo de
decir- se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente, con
mayor rapidez.
Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años
enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos.
Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas
sobre todos sus enemigos (Pr 21,28). Estos, ciertamente, querrán impedirle
que avance, hacerle retroceder o caer, pero -con el apoyo, auxilio y
dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse- avanzará a pasos
agigantados hacia Jesucristo por el mismo camino por el cual está escrito
que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo (ver Sl 18
[17],6).
156. ¿Cuál crees sea el motivo de que Jesucristo haya vivido tan poco tiempo
sobre la tierra y que haya pasado todos esos años en sumisión y obediencia a
su Madre? Es éste: que, no obstante la brevedad de su carrera mortal (ver
Sab 4,13), vivió largos años, incluso mucho más que Adán -cuyas pérdidas
vino a reparar-, aunque éste haya vivido más de novecientos años. Largo
tiempo vivió Jesucristo, porque vivió en sumisión y unión a su santísima
Madre por obediencia al Padre. Porque:
1) El que respeta a su madre -dice el Espíritu Santo-acumula tesoros (Eclo
3,5) 16, es decir, el que honra a María, su Madre, hasta someterse a Ella y
obedecerla en todo, pronto se hará muy rico, pues cada día acumula tesoros
por el secreto de esta piedra filosofal.
2) Según una interpretación espiritual de las siguientes palabras del
Espíritu Santo: Mi vejez se encuentra en la misericordia del seno (Sl 92
[91],11, Vulgata), en el seno de María -que rodeó y engendró a un varón
perfecto (ver Jr 31,22) y pudo contener a Aquel a quien no puede abrazar ni
contener el universo 17- los jóvenes se convierten en ancianos por la
experiencia, luz, santidad y sabiduría, y llegan en pocos años a la plenitud
de la edad en Jesucristo (ver Ef 4,13) 18.
c. Es camino perfecto
157. 3. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a
Jesucristo y unirse a El. Porque María es la más perfecta y santa de las
puras creaturas, y Jesucristo, que ha venido a nosotros de la manera más
perfecta, no tomó otro camino para viaje tan grande y admirable que María.
El Altísimo, el Incomprensible, el Inaccesible y EL QUE ES ha querido venir
a nosotros, gusanillos y que no somos nada. ¿Cómo sucedió esto?
El Altísimo descendió de manera perfecta y divina hasta nosotros por medio
de la humilde María, sin perder nada de su divinidad y santidad. Del mismo
modo, deben subir los pequeñuelos hasta el Altísimo perfecta y divinamente y
sin temor alguno a través de María. El Incomprensible se dejó abarcar y
encerrar perfectamente por la humilde María, sin perder nada de su
inmensidad. Del mismo modo, debemos dejarnos contener y conducir
perfectamente y sin reservas por la humilde María.
El Inaccesible se acercó y unió estrecha, perfecta y aun personalmente a
nuestra humanidad por María, sin perder nada de su Majestad. Del mismo modo,
por María debemos acercarnos a Dios y unirnos a su Majestad perfecta e
íntimamente, sin temor de ser rechazados.
Finalmente, EL QUE ES quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es
llegue a ser Dios o El que es. Esto lo realizó perfectamente entregándose y
sometiéndose incondicionalmente a la joven María, sin dejar de ser en el
tiempo El que es en la eternidad. Del mismo modo, nosotros, aunque no seamos
nada, podemos por María llegar a ser semejantes a Dios por la gracia y la
gloria, entregándonos perfecta y totalmente a Ella, de suerte que, no siendo
nada por nosotros mismos, lo seamos todo en Ella, sin temor de engañarnos.
158. Abridme un camino nuevo par ir a Jesucristo, embaldosado con todos los
méritos de los bienaventurados, adornado con todas sus virtudes heroicas,
iluminado y embellecido con todos los esplendores y bellezas de los ángeles,
y en el que se presenten todos los ángeles y santos para guiar, defender y
sostener a quienes quieran andar por él; afirmo abiertamente con toda verdad
que, antes que tomar camino tan perfecto, prefiero seguir el camino
inmaculado de María (ver Sl 18 [17],33, Vulgata), vía o camino sin mancha ni
fealdad, sin pecado original ni actual, sin sombras ni tinieblas. Y si mi
amable Jesús viene otra vez al mundo para reinar gloriosamente en él -como
sucederá ciertamente-, no escogerá para su viaje otro camino que el de la
excelsa María, por quien vino la primera vez con tanta seguridad y
perfección. La diferencia entre una y otra venida es que la primera fue
secreta y escondida, mientras que la segunda será gloriosa y fulgurante.
Pero ambas son perfectas, porque ambas se realizan por María. ¡Ay! ¡Este es
un misterio que aún no se comprende! ¡Enmudezca aquí toda lengua! 19.
d. Es camino seguro
159. 4. Esta devoción a la Santísima Virgen es camino seguro para ir a
Jesucristo y alcanzar la perfección uniéndonos a El.
1) Porque esta práctica que estoy enseñando no es nueva. Es tan antigua que
no se pueden señalar con precisión sus comienzos -como dice en un libro que
escribió sobre esta devoción el Sr. Boudón 20, muerto hace poco en olor de
santidad-. Es cierto, sin embargo, que se hallan vestigios de ella en la
Iglesia hace más de setecientos años.
San Odilón, abad de Cluny -que vivió hacia 1040-, fue uno de los primeros en
practicarla públicamente en Francia, como se consigna en su biografía 21.
El cardenal San Pedro Damiano relata que en el año 1076 22su hermano, el
Beato Marín, se hizo esclavo de la Santísima Virgen en presencia de su
director espiritual y en forma muy edificante: echóse una cuerda al cuello,
tomó la disciplina y colocó en el altar una suma de dinero como señal de
vasallaje y consagración a la Santísima Virgen. Actitud en la cual perseveró
tan fielmente toda su vida, que a la hora de su muerte mereció ser visitado
y consolado por su bondadosa Señora y escuchar de sus labios la promesa del
paraíso en recompensa de sus servicios.
César Bolando hace mención de un ilustre caballero, Walter de Birbac,
pariente próximo de los duques de Lovaina, quien hacia 1300 hizo la
consagración de sí mismo a la Santísima Virgen.
Muchas otras personas practicaron en privado esta devoción hasta el siglo
XVII, en que se hizo pública.
160. El P. Simón Rojas, de la Orden de la Trinidad Redención de los
Cautivos, predicador en la corte de Felipe III, puso en boga esta devoción
por España y Alemania, y obtuvo de Gregorio XV, a instancia del mismo rey,
grandes indulgencias para quienes la practicasen 23.
El P. Bartolomé de los Ríos 24, agustino, se dedicó con el Beato Simón
Rojas, íntimo amigo suyo, a extender de palabra y por escrito esta devoción
en España y Alemania. Escribió un grueso volumen titulado De hierarchia
mariana, en el que trata con tanta piedad como erudición de la antigüedad,
excelencia y solidez de esta devoción.
Los PP. Teatinos propagaron esta devoción en Italia, Sicilia y Saboya
durante el último siglo.
161. El Padre Estanislao Fenicio, de la Compañía de Jesús 25, la dio a
conocer maravillosamente en Polonia.
El P. de los Ríos, en su libro antes citado, consigna los nombres de los
príncipes, princesas, obispos y cardenales de diferentes naciones que
abrazaron esta devoción.
El R.P. Cornelio a Lápide 26, tan recomendable por su piedad como por su
ciencia profunda, recibió de muchos obispos y teólogos el encargo de
examinar esta devoción. Después de estudiarla detenidamente, hizo de ella
grandes alabanzas, dignas de su piedad. Muchos otros grandes personajes
siguieron su ejemplo.
Los RR.PP. Jesuitas, siempre celosos en el servicio de la Santísima Virgen,
presentaron, en nombre de los congregantes de Colonia, un opúsculo sobre la
santa esclavitud al duque Fernando de Baviera -arzobispo entonces de
Colonia-. Este lo aprobó y permitió imprimirlo, y exhortó a todos los
párrocos y religiosos de su diócesis a difundir, en la medida de lo posible,
esta sólida devoción.
162. El cardenal de Bérulle 27, cuya memoria bendice toda Francia, fue uno
de los más celosos en propagar por Francia esta devoción, a pesar de todas
las calumnias y persecuciones que le hicieron los críticos y libertinos.
Estos lo acusaron de novedad y superstición, y publicaron contra él un
folleto difamatorio, sirviéndose -o más bien el demonio se sirvió por medio
de ellos- de mil argucias para impedirle divulgar por Francia esta devoción.
Pero este santo varón respondió a las calumnias con su paciencia, y a las
objeciones del libelo con un breve escrito, en que las refutó
victoriosamente, demostrando que esta práctica se funda en el ejemplo de
Jesucristo, las obligaciones que tenemos para con El y las promesas del
santo bautismo. Particularmente con esta última razón cerró la boca a sus
adversarios, haciéndoles ver que esta consagración a la Santísima Virgen, y
por medio de Ella a Jesucristo, no es otra cosa que una perfecta renovación
de los votos y promesas del bautismo. Añade muchas y muy hermosas cosas
sobre esta devoción, que puede leerse en sus obras.
163. En el citado libro del Sr. Boudón pueden verse los nombres de los
diferentes papas que han aprobado esta devoción, de los teólogos que la han
examinado, las persecuciones suscitadas contra ella, y sobre las cuales ha
triunfado, y los millares de personas que la han abrazado, sin que jamás
ningún papa la haya condenado 28. Y es que no se la podría condenar sin
trastornar los fundamentos del cristianismo. Consta, pues, que esta devoción
no es nueva. Y, si no es corriente, se debe a que es demasiado preciosa para
ser saboreada por toda clase de personas.
164. 2) Esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo.
Efectivamente, el oficio de la Santísima Virgen es conducirnos con toda
seguridad a Jesucristo, así como el de éste es llevarnos al Padre eterno con
toda seguridad. No se engañen, pues, las personas espirituales creyendo
falsamente que María les impida llegar a la unión con Dios. Porque ¿será
posible que la que halló gracia delante de Dios para todo el mundo en
general y para cada uno en particular estorbe a las almas alcanzar la
inestimable gracia de la unión con El? ¿Será posible que la que fue total y
sobreabundantemente llena de gracia y tan unida y transformada en Dios que
lo obligó a encarnarse en Ella 29 impida al alma vivir unida a Dios?
Ciertamente que la vista de las otras creaturas, aunque santas, podrá, en
ocasiones, retardar la unión divina, pero no María, como he dicho 30 y no me
cansaré de repetirlo.
Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que llegan a
la madurez en Jesucristo 31 es el que María -que ahora como siempre es la
Madre de Cristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo- no está bastante
formada en los corazones. Quien desee tener el fruto maduro y bien formado,
debe tener al árbol que lo produce. Quien desee tener el fruto de vida
-Jesucristo-, debe tener al árbol de vida que es María 32. Quien desee tener
en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e
inseparable, la excelsa María, como hemos dicho antes 33.
165. Persuádete, pues, de que cuanto más busques a María en tus oraciones,
contemplaciones, acciones y padecimientos -si no de manera clara y
explícita, al menos con mirada general e implícita-, más perfectamente
hallarás a Jesucristo, que está siempre con María, grande y poderoso,
dinámico e incomprensible, como no está en el cielo ni en ninguna otra
creatura del universo.
Así, la excelsa María, toda transformada en Dios, lejos de obstaculizar a
los perfectos la llegada a la unión con Dios, es la creatura que nos ayuda
más eficazmente en obra tan importante. Y esto en forma tal que no ha habido
ni habrá jamás persona igual a Ella, ya por las gracias que para ello nos
alcanzará -pues, como dice un santo, "nadie se llena del pensamiento de Dios
sino por Ella" 34-, ya por las ilusiones y engaños del maligno espíritu, de
los que Ella nos librará.
166. Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una
de las señales más infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu
es el ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente
de Ella. Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es
señal clara de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con
frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma
no está muerta por el pecado.
167. Siendo así que -según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo, que la
dirige- María sola ha dado muerte a las herejías, -por más que los críticos
murmuren-, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al
menos formales. Podrá, tal vez -aunque más difícilmente que los otros-,
errar materialmente, tomar la mentira por la verdad y el mal espíritu por
bueno...; pero, tarde o temprano, conocerá su falta y error material, y,
cuando lo conozca, no se obstinará en creer y defender lo que había tenido
por verdadero.
168. Cualquiera, pues, que desee avanzar, sin temor a ilusiones -cosa
ordinaria entre personas de oración-, por los caminos de la santidad y
hallar con seguridad y perfección a Jesucristo, debe abrazar de todo
corazón, con corazón generoso y de buena gana (2Mac 1,3), esta devoción a la
Santísima Virgen, que tal vez no haya conocido todavía y que yo le enseño
ahora: Me queda por enseñaros un camino excepcional (1Cor 12,3). Es el
camino abierto por Jesucristo, la Sabiduría encarnada, nuestra Cabeza. El
miembro de esta Cabeza que avanza por dicho camino no puede extraviarse. Es
camino fácil, a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu
Santo que lo llena; nadie se cansa ni retrocede si camina por él. Es camino
corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo, ni
polvo, ni fealdad de pecado. Es, finalmente, camino seguro, que de manera
directa y segura, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, nos
conduce a Jesucristo y a la vida eterna. Entremos, pues, por este camino y
avancemos en él, día y noche, hasta la perfecta madurez en Jesucristo.
6. Esta devoción nos lleva a la plena libertad de los hijos de Dios
169. Sexto motivo. Esta devoción da a quienes la practican fielmente una
gran libertad interior: la libertad de los hijos de Dios (ver Gl 5,1-13;
2Cor 3,17). Porque haciéndose esclavos de Jesucristo y consagrándose a El
por esta devoción, este buen Señor nuestro, en recompensa de la amorosa
esclavitud por la que hemos optado: 1) quita del alma todo escrúpulo y temor
servil que pudiera estrecharla, esclavizarla y perturbarla; 2) ensancha el
corazón con una santa confianza en Dios, haciendo que le mire como a su
Padre; 3) le inspira un amor tierno y filial.
170. No me detengo a probar con razones esta verdad. Me contento con referir
un hecho histórico que leí en la vida de la Madre Inés de Jesús, religiosa
dominica del convento de Langeac (Alvernia), donde murió en olor de santidad
en 1634 35. Contaba apenas siete años, y ya padecía grandes congojas
espirituales. Oyó entonces una voz que le dijo: "Si quieres verte libre de
todas tus angustias y ser protegida contra todos tus enemigos, hazte cuanto
antes esclava de Jesús y de su santísima Madre." Al regresar a casa, se
apresuró a consagrarse enteramente como esclava de Jesús y María, aunque por
entonces no sabía lo que era esta devoción. Habiendo encontrado después una
cadena de hierro, se la puso a la cintura y la llevo hasta la muerte. Hecho
esto, cesaron todas sus congojas y escrúpulos y halló tanta paz y amplitud
de corazón, que se comprometió a enseñar esta devoción a muchos otros, que,
a su vez, hicieron con ella grandes progresos. Recordemos, entre otros, al
Sr. Olier, fundador del seminario de San Sulpicio, y a muchos sacerdotes y
eclesiásticos del mismo seminario.
Apareciósele un día la Santísima Virgen y le puso al cuello una cadena de
oro, en prueba del gozo que le había causado al hacerse esclava suya y de su
Hijo. Y santa Cecilia que acompañaba a la Santísima Virgen, le dijo:
"¡Dichosos los fieles esclavos de la Reina del cielo, porque gozarán de la
verdadera libertad! ¿Servirte a ti es la libertad!" 36.
7. Esta devoción procura grandes ventajas al prójimo
171. Séptimo motivo. Puede movernos a abrazar esta práctica el considerar
los grandes bienes que reporta al prójimo.
Efectivamente, con ella se ejercita de manera eminente la caridad con el
prójimo, porque se le da, por manos de María, lo más precioso y caro que
tenemos, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas
obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno ni el más leve sufrimiento.
Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se
adquieran hasta la muerte sean empleadas, según la voluntad de la Santísima
Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de las almas del
purgatorio.
¿No es esto amar perfectamente al prójimo? ¿No es esto pertenecer al número
de los verdaderos discípulos de Jesucristo, cuyo distintivo es la caridad?
¿No es éste el medio de convertir a los pecadores, sin temor a la vanidad, y
liberar a las almas del purgatorio, casi sin hacer otra cosa que lo que cada
cual está obligado a hacer conforme a su estado?
172. Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable
conocer el valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un
alma del purgatorio; bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la
tierra, pues se da a un alma la posesión de Dios. De suerte que, aun cuando
por esta devoción no se sacase en toda la vida más que a un alma del
purgatorio o no se convirtiese más que a un solo pecador, ¿no sería esto
motivo suficiente para mover a todo hombre caritativo a optar por ella?
Nótese, además, que nuestras buenas obras, al pasar por las manos de María,
reciben un aumento de pureza, y, por lo mismo, de mérito y valor
satisfactorio e impetratorio. Con lo cual se hacen mucho más capaces de
aliviar a las almas del purgatorio y convertir a los pecadores que si no
pasaran por las manos virginales y generosas de María. Lo poco que ofrecemos
por medio de la Santísima Virgen y por caridad pura y desinteresada, llega a
ser realmente poderoso para aplacar la cólera de Dios y atraer su
misericordia. De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel a
esta práctica, encontrará a la hora de la muerte que ha liberado a muchas
almas del purgatorio y convertido a muchos pecadores por medio de esta
devoción, aunque sólo haya realizado las obras ordinarias de su propio
estado. ¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!
8. Esta devoción es un medio maravilloso de perseverancia
173. Octavo motivo. Finalmente, lo que más poderosamente nos impele a
abrazar esta devoción a la Santísima Virgen es el reconocer en ella un medio
admirable para perseverar en la virtud y ser fieles a Dios. ¿Por qué, en
efecto, la mayor parte de las conversiones no es permanente? ¿Por qué se
recae tan fácilmente en el pecado? ¿Por qué la mayor parte de los justos, en
vez de adelantar de virtud en virtud y adquirir nuevas gracias, pierde
muchas veces las pocas virtudes y gracias que poseía? Esta desgracia
proviene -como hemos dicho 37- de que, no obstante estar el hombre tan
corrompido y ser tan débil e inconstante, confía en sí mismo, se apoya en
sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias,
virtudes y méritos.
Ahora bien, por esta devoción confiamos a la Virgen fiel cuanto poseemos,
constituyéndola depositaria universal de todos nuestros bienes de naturaleza
y gracia. Confiamos en su fidelidad, nos apoyamos en su poder y nos fundamos
en su misericordia y caridad, para que Ella conserve y aumente nuestras
virtudes y méritos a pesar del demonio, el mundo y la carne, que hacen
esfuerzos para arrebatárnoslos. Le decimos como el hijo a su madre y el buen
esclavo a su señora:¡Conserva el depósito! (1Tim 6,20) 38. Madre y Señora,
reconozco que por tu intercesión he recibido hasta ahora más gracias de Dios
de las que yo merecía. La triste experiencia me enseña que llevo este tesoro
en un vaso muy frágil y que soy muy débil y miserable para conservarlo en mí
mismo: Soy pequeño y despreciable (Sl 119 [118]),141). Recibe, por favor,
cuanto poseo y consérvamelo con tu fidelidad y tu poder. Si tú me guardas,
no perderé nada; si me sostienes, no caeré; si me proteges, estaré seguro
ante mis enemigos.
174. San Bernardo dice en términos formales lo mismo para inspirarnos esta
práctica: "Si Ella te sostiene, no caes; si Ella te protege, no temes; si
Ella te guía, no te fatigas; si Ella te es favorable, llegas hasta el puerto
de salvación". San Buenaventura parece decir lo mismo en términos más
explícitos. "La Santísima Virgen no solamente se mantiene en la plenitud de
los santos; Ella mantiene y conserva a los santos en su plenitud, para que
ésta no disminuya; impide que sus virtudes se debiliten, que sus méritos se
esfumen, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño, que el
Señor los castigue cuando pecan".
175. María es la Virgen fiel, que por su fidelidad a Dios repara las
pérdidas que la Eva infiel causó por su infidelidad, y alcanza a quienes
confían en Ella la fidelidad para con Dios y la perseverancia. Por esto, un
santo 39 la compara a un áncora firme, que los sostiene e impide que
naufraguen en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por
no aferrarse a Ella: "Atamos -dice- las almas a tu esperanza como a un
áncora firme."
Los santos que se han salvado estuvieron firmemente adheridos a Ella, y a
Ella ataron a otros para que perseveraran en la virtud.
¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y
enteramente a María como a un áncora firme! Los embates tempestuosos de este
mundo no los podrán sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales.
¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé! Las aguas del
diluvio de los pecados que anegan a tantas personas no les harán daño,
porque los que obran por mí no pecarán (Eclo 24,30, Vulgata) -dice la divina
Sabiduría-; es decir, los que están en mí para trabajar en su salvación no
pecarán. ¡Dichosos los hijos infieles de la infeliz Eva que se aferran a la
Madre y Virgen fiel!, la cual permanece siempre fiel y no puede negarse a sí
misma: Si somos infieles, Ella permanece fiel, porque no puede negarse a sí
misma (2Tim 2,13), y responde siempre con amor a quienes la aman: Yo amo a
los que me aman (Pr 8,17). Y los ama no sólo con amor afectivo, sino también
con amor efectivo y eficaz, impidiendo, mediante gracias abundantes, que
retrocedan en la virtud o caigan en el camino, y pierdan así la gracia de su
Hijo.
176. Esta Madre bondadosa recibe siempre, por pura caridad, cuanto se le
confía en depósito. Y, una vez que lo ha recibido como depositaria, se
obliga en justicia -en virtud del contrato de depósito- a guardárnoslo, como
una persona a quien yo hubiera confiado en depósito mil escudos quedaría
obligada a guardármelos, de suerte que, si por negligencia suya, se
perdieran, sería responsable de la pérdida en rigor de justicia. Pero ¿qué
digo? Esta fiel Señora no dejará jamás que por negligencia suya se pierda lo
que se le ha confiado; el cielo y la tierra pasarán antes que Ella sea
negligente e infiel con quienes confían en Ella.
177. ¡Pobres hijos de María! ¡Su debilidad es extrema, grande su
inconstancia, muy corrompida su naturaleza! Lo confieso, ¡han sido extraídos
de la misma masa corrompida que los hijos de Adán y Eva! Pero ¡no se
desalienten por ello! ¡Consuélense y alégrense! Oigan el secreto que les
descubro; secreto desconocido a casi todos los cristianos aun a los más
devotos.
No guarden su oro ni su plata en cofres que ya fueron destrozados por el
espíritu maligno que los saqueó. Además, esos cofres son muy pequeños y
endebles y están envejecidos para poder contener tan grandes y preciosos
tesoros. No echen el agua pura y cristalina de la fuente en vasijas de todo
sucias e infectadas por el pecado. Si éste no se halla ya en ellas, queda
aún su mal olor, que contaminaría el agua. No echen sus vinos exquisitos en
toneles viejos, que han estado llenos de vinos malos, pues, se echarían a
perder y correrían el peligro de derramarse 40.
178. ¡Almas predestinadas, sé que me han entendido! Pero quiero hablarles
aún con más claridad. No confíen el oro de su caridad, la plata de su
pureza, las aguas de las gracias celestiales ni los vinos de sus méritos y
virtudes a un saco agujereado, a un cofre viejo y roto, a un vaso infectado
y contaminado, como son ustedes mismos. Porque serán robados por los
ladrones, esto es, por los demonios, que día y noche asechan y espían el
momento oportuno para ello; y porque todo lo más puro que Dios les da lo
corromperán con el mal olor de su egoísmo, de la confianza en ustedes mismos
y de su propia voluntad.
Guarden más bien, viertan en el seno y corazón de María todos sus tesoros,
gracias y virtudes. Ella es Vaso espiritual, Vaso de honor, Vaso insigne de
devoción. Desde que el mismo Dios se encerró en él personalmente y con todas
sus gracias, este vaso se tornó totalmente espiritual, y se convirtió en
morada espiritual de las almas más espirituales; se hizo digno de honor y
trono de honor de los mayores príncipes de la eternidad; se tornó insigne de
devoción y la morada de las almas más insignes en dulzuras, gracias y
virtudes; se hizo, finalmente, rico como una casa de oro, fuerte como la
torre de David y puro como torre de marfil 41.
179. ¡Oh! ¡Qué feliz es el hombre que lo ha entregado todo a María, que en
todo y por todo confía y se pierde en María! ¡Es todo de María, y María es
toda de él! Puede decir abiertamente con David: María ha sido hecha para mí
(ver Sl 118,58, Vulgata). O con el discípulo amado: La tomé por todos mis
bienes (Jn 19,27). O con Jesucristo: Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío
(Jn 17,10).
180. Si algún crítico, al leer esto, piensa que hablo aquí hiperbólicamente
o por devoción exagerada, no me está entendiendo. O porque es hombre carnal,
que de ningún modo gusta las cosas del espíritu, o porque es del mundo -de
este mundo que no puede recibir al Espíritu Santo (ver Mt 16,23; Jn 14,17)
42-, o porque es orgulloso y crítico, que condena o desprecia todo lo que no
entiende. Pero quienes nacieron no de la sangre, ni de la voluntad de la
carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios (ver Jn 1,13) y de María, me
comprenden y gustan y para ellos estoy escribiendo.
181. Digo, sin embargo, a unos y a otros -volviendo al asunto interrumpido-
que, siendo la excelsa María la más noble y generosa de todas las puras
creaturas, jamás se deja vencer en amor ni generosidad. Ella, como dice un
santo devoto, "por un huevo te dará un buey", es decir, por lo poquito que
le damos nos dará, en retorno, mucho de lo que ha recibido de Dios. Por
consiguiente, si te entregas a Ella sin reserva y pones en Ella tu
confianza, sin presunción y trabajando por tu parte para adquirir las
virtudes y domar tus pasiones, Ella se dará a ti totalmente.
182. Que los fieles servidores de María digan, pues, abiertamente, con San
Juan Damasceno: "Si confío en ti, ¡oh Madre de Dios!, me salvaré; protegido
por ti, nada temeré; con tu auxilio combatiré a mis enemigos y los pondré en
fuga, porque ser devoto tuyo es un arma de salvación que Dios da a los que
quiere salvar".
NOTAS:
1 Ver LG 36: servir por Cristo y como Cristo es
reinar.
2 Ver VD 110.
3 Ver VD 14-39.
4 Ver LG 62; MC 17.
5 Conrado de Sajonia.
6 San Bernardo.
7 San Bernardino.
8 San Bernardo.
9 VD 179.
10 Ver SM 37.
11 Ver VD 225.
12 Ver SM 37; VD 142.
13 Ver VD 147.
14 Ver VD 183.212.
15 Ver SM 22.
16 ASE 86-87.
17 Expresión de la liturgia.
18 Ver VD 33.
19 Ver VD 12.
20 Enrique María Boudón (1634-1702).
21 San Odilón (962-1048).
22 Pedro Damiano (1007-1072).
23 Simón Rojas (1552-1652).
24 Bartolomé de los Ríos (1580-1652)
25 Francisco Estanislao Fenicio, S.J.
(1592-1652).
26 Cornelius van den Steen (1567-1637).
27 Pedro de Berulle (1575-1637).
28 La inquisición romana sólo condenó en aquellos
tiempos los abusos y exageraciones de devotos sin discreción.
29 Se trata de la preparación y disposiciones con
que María fue preparada por Dios y se preparó Ella misma a la obra de la
Encarnación (ver ASE 107: María atrae y cautiva al Omnipotente; ver VD 157).
30 Ver VD 75; SM 21.
31 Ver VD 33.
32 Ver SM 70.
33 Ver VD 20-21.34-36.
34 Ver LG 65.35; san Germán de Constantinopla.
35 Inés de Langeac (1602-1634).
36 Vida de la Madre Inés de Langeac, 2ª. ed. Le
Puy, 1675, p 581 581.)
37 Ver VD 87-89.
38 Ver SM 40.
39 San Juan Damasceno.
40 VD 78-82.
41 Letanías lauretanas.
42 Ver SM 66; VD 216.266.
CAPITULO III
FIGURA BIBLICA DE LA VIDA CONSAGRADA A MARIA:
REBECA Y JACOB
183. El Espíritu Santo nos ofrece en el libro del Génesis una figura
admirable de todas las verdades que acabo de exponer respecto a la Santísima
Virgen y a sus hijos y servidores. La hallamos en la historia de Jacob, que,
por la diligencia y cuidados de su madre, Rebeca, recibió la bendición de su
padre, Isaac.
Oigámosla tal como la refiere el Espíritu Santo. Luego añadiré mi propia
explicación (Gn 27,1-44).
1. HISTORIA BIBLICA DE REBECA Y JACOB
184. Esaú había vendido a Jacob sus derechos de primogenitura (ver Gn
25,33). Rebeca, madre de ambos hermanos, que amaba tiernamente a Jacob, le
aseguró -muchos años después- estos derechos mediante una estratagema santa
y toda llena de misterio.
Isaac, sintiéndose muy viejo y deseando bendecir a sus hijos antes de morir,
llamó a Esaú, a quien amaba, y le encargó salirse de caza a conseguir algo
de comer para bendecirle luego. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que
sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando los trajo y entregó
a su madre, ella los preparó al gusto de Isaac -que bien conocía-, vistió a
Jacob con los vestidos de Esaú, que ella guardaba, y le cubrió las manos y
el cuello con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba
ciego, al oír la voz de Jacob, creyese -al menos por el vello de sus manos-
que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac por el timbre de aquella voz,
que parecía ser de Jacob, le mandó acercarse y, palpando el pelo de las
pieles que le cubrían las manos, dijo que verdaderamente la voz era de
Jacob, pero las manos eran las de Esaú. Después que comió y, al besar a
Jacob, sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo y deseó el rocío del
cielo y la fecundidad de la tierra, le hizo señor de todos sus hermanos, y
finalizó su bendición con estas palabras: Maldito quien te maldiga y bendito
quien te bendiga (Gn 27,29).
Apenas había Isaac concluido estas palabras, he aquí que entra Esaú,
trayendo para comer de lo que había cazado, a fin de recibir luego la
bendición de su padre. El santo patriarca se sorprendió, con increíble
asombro, al darse cuenta de lo ocurrido. Pero, lejos de retractar lo que
había hecho, lo confirmó. Porque veía claramente el dedo de Dios en este
suceso.
Esaú entonces lanzó bramidos -anota la Sagrada Escritura-, acusando a gritos
de engañador a su hermano, y preguntó a su padre si no tenía más que una
bendición. (En todo esto -como advierten los Santos Padres- fue figura de
aquellos que, hallando cómodo juntar a Dios con el mundo, quieren gozar, a
la vez, de los consuelos del cielo y los deleites de la tierra.) Isaac,
conmovido por los lamentos de Esaú, lo bendijo por fin, pero con una
bendición de la tierra, sometiéndole a su hermano. Lo que le hizo concebir
un odio tan irreconciliable contra Jacob, que no esperaba sino la muerte de
su padre para matar al hermano. Y éste no hubiera podido escapar a la muerte
si Rebeca, su querida madre, no lo hubiese salvado con su solicitud y con
los buenos consejos que le dio y que él siguió.
2. EXPLICACION
a) Esaú, figura de los réprobos
185. Antes de explicar esta bellísima historia es preciso advertir que,
según los Santos Padres y los exégetas 1, Jacob es figura de Cristo y de los
predestinados, mientras que Esaú lo es de los réprobos. Para pensar que es
así, basta examinar las acciones y conducta de uno y otro.
1. Esaú, el primogénito, era fuerte y de constitución robusta, gran cazador,
diestro y hábil en manejar el arco y traer caza abundante.
2. Casi nunca estaba en casa, y, confiando sólo en su fuerza y destreza,
trabajaba siempre fuera de ella.
3. No se preocupaba mucho por agradar a su madre, Rebeca, y no hacía nada
para ello.
4. Era tan glotón y esclavo de la gula, que vendió su derecho de
primogenitura por un plato de lentejas.
5. Como otro Caín (Gn 4,8) 2, estaba lleno de envidia contra su hermano,
Jacob, a quien perseguía de muerte.
186. Esta es precisamente la conducta que observan los réprobos: 1. Confían
en su fuerza y habilidad para los negocios temporales. Son muy fuertes,
hábiles e ingeniosos para las cosas terrestres, pero muy flojos e ignorantes
para las del cielo 3.
187. 2. Por ello, no permanecen nunca, o casi nunca, en su propia casa, es
decir, dentro de sí mismos (Mt 6,6) -que es la morada interior y fundamental
que Dios ha dado a cada hombre, para residir allí, a ejemplo suyo, porque
Dios vive siempre en sí mismo-. Los réprobos no aprecian el retiro ni las
cosas espirituales ni la devoción interior. Califican de apocadas, mojigatas
y hurañas a las personas que cultivan la vida interior, se retiran del mundo
y trabajan más dentro que fuera.
188. 3. Los réprobos apenas si se interesan por la devoción a la Santísima
Virgen, Madre de los predestinados. Es verdad que no la aborrecen
formalmente, algunas veces le tributan alabanzas, dicen que la aman y hasta
practican algunas devociones en su honor. Pero, por lo demás, no toleran que
se la ame tiernamente, porque no tienen para con Ella las ternuras de Jacob.
Censuran las prácticas de devoción, a las cuales los buenos hijos y
servidores de María permanecen fieles para ganarse el afecto de Ella. No
creen que esta devoción les sea necesaria para salvarse. Pretenden que, con
tal de no odiar formalmente a la Santísima Virgen ni despreciar abiertamente
su devoción, merecen la protección de la Virgen María, cuyos servidores son
porque rezan y dicen entre dientes algunas oraciones en su honor, pero
carecen de ternura para con Ella y evitan comprometerse en una conversión
personal.
189. 4. Los réprobos venden su derecho de primogenitura, es decir, los goces
del cielo, por un plato de lentejas, es decir, por los placeres de la
tierra. Ríen, beben, comen, se divierten, juegan, bailan, etc., sin
preocuparse -como Esaú- por hacerse dignos de la bendición del Padre
celestial. En pocas palabras: sólo piensan en la tierra, sólo aman las cosas
de la tierra, sólo hablan y tratan de las cosas de la tierra y de sus
placeres, vendiendo por un momento de placer, por un humo vano de honra y un
pedazo de tierra dura, amarilla o blanca 4, la gracia bautismal, su vestido
de inocencia, su herencia celestial.
190. 5. Por último, los réprobos odian y persiguen sin tregua a los
predestinados, abierta o solapadamente. No pueden soportarlos: los
desprecian, los critican, los contradicen, los injurian, los roban, los
engañan, los empobrecen, los marginan, los rebajan hasta el polvo, mientras
que ellos ensanchan su fortuna, se entregan a los placeres, viven
regaladamente, se enriquecen y viven a sus anchas.
b) Jacob, figura de los predestinados
191. 1. Jacob, el hijo menor, era de constitución débil; era suave y
tranquilo. Permanecía generalmente en casa, para granjearse los favores de
Rebeca, su madre, a quien amaba tiernamente. Si alguna vez salía de casa, no
lo hacía por capricho ni confiado en su habilidad, sino por obedecer a su
madre.
192. 2. Amaba y honraba a su madre. Por eso permanecía en casa con ella.
Nunca se alegraba tanto como cuando la veía. Evitaba cuanto pudiera
desagradarle y hacía cuanto creía que le complacería. Todo lo cual aumentaba
en Rebeca el amor que ella le profesaba.
193. 3. Estaba sometido en todo a su querida madre; la obedecía enteramente
en todo, prontamente y sin tardar, amorosamente y sin quejarse. A la menor
señal de su voluntad, el humilde Jacob corría a realizarla. Creía cuanto
Rebeca le decía, sin discutir; por ejemplo, cuando le mandó que saliera a
buscar dos cabritos y se los trajera para aderezar la comida a su padre,
Isaac, Jacob no replicó que para preparar una sola comida para una persona
bastaba con un cabrito, sino que sin replicar hizo cuanto ella le ordenó.
194. 4. Tenía gran confianza en su querida madre, y como no confiaba en su
propio valer, se apoyaba solamente en la solicitud y cuidados de su madre.
Imploraba su ayuda en todas las necesidades y la consultaba en todas las
dudas, por ejemplo, cuando le preguntó, si, en vez de la bendición,
recibiría, más bien, la maldición de su padre, creyó en ella, y a ella se
confió tan pronto Rebeca le contestó que ella tomaría sobre sí esa
maldición.
195. 5. Finalmente, imitaba -según sus capacidades- las virtudes de su
madre. Y parece que una de las razones de que permaneciera sedentario en
casa era el imitar a su querida y muy virtuosa madre, y el alejarse de las
malas compañías, que corrompen las costumbres. En esta forma, se hizo digno
de recibir la doble bendición de su querido padre.
c) Comportamiento de los predestinados y de los réprobos
196. Este es el comportamiento habitual de los predestinados:
1. Permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el retiro,
gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía
de su Madre, la Santísima Virgen, cuya gloria está en el interior 5.
Ciertamente, de vez en cuando aparecen en público, pero por obediencia a la
voluntad de Dios y a la de su querida Madre y a fin de cumplir con los
deberes de su estado. Y, aunque en el exterior realicen aparentemente cosas
grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en
compañía de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra
importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras
no son sino juego de niños.
Por eso, mientras algunas veces sus hermanos y hermanas trabajan fuera con
gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y aprobación del
mundo, ellos conocen -por la luz del Espíritu Santo- que se disfruta de
mayor gloria, provecho y alegría en vivir escondidos en el retiro con
Jesucristo, su modelo -en total y perfecta sumisión a su Madre- que en
realizar por sí solos maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a
semejanza de tantos Esaús y réprobos que hay en él. En su casa habrá
riquezas y abundancia (Sl 112 [111],3). Sí, en la casa de María se encuentra
abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.
Señor Jesús, ¡qué delicia es tu morada! (Sl 84 [83],1-8). El pajarillo
encontró casa para albergarse, y la tórtola nido para colocar sus polluelos.
¡Oh! ¡Cuán dichoso el hombre que habita en la casa de María! ¡Tú fuiste el
primero en habitar en Ella! En esta morada de predestinados, el cristiano
recibe ayuda de ti solo y dispone en su corazón las subidas y escalones de
todas las virtudes para elevarse a la perfección en este valle de lágrimas.
197. 2. Los predestinados aman con filial afecto y honran efectivamente a la
Santísima Virgen como a su cariñosa Madre y Señora. La aman no sólo de
palabra, sino de hecho. La honran no sólo exteriormente, sino en el fondo
del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda desagradarle y practican con
fervor todo lo que creen puede granjearles su benevolencia.
Le llevan y entregan no ya dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino lo que
representaban los dos cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su alma, con
todo cuanto de ellos depende, para que Ella: 1) los reciba como cosa suya;
2) los mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y
despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su
Hijo Jesús, que no acepta por amigos y discípulos sino a los que están
muertos a sí mismos; 3) los aderece al gusto del Padre celestial y a su
mayor gloria, que Ella conoce mejor que nadie; 4) con sus cuidados e
intercesión disponga este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda
mancha, bien muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado, digno
de la boca y bendición del Padre celestial.
¿No es esto, acaso, lo que harán los predestinados, que aceptarán y vivirán
la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María, que aquí les
enseñamos, para que testifiquen a Jesús y a María un amor intrépido y
efectivo?
Los réprobos protestan muchas veces que aman a Jesús, que aman y honran a
María, pero no lo demuestran con la entrega de sí mismos (Pr 3,9), ni llegan
a inmolarles el cuerpo y el alma con sus pasiones, como los predestinados.
198. 3. Estos viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen como a su
cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres años que
vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a Dios, su Padre,
mediante una perfecta y total sumisión a su santísima Madre. La obedecen,
siguiendo exactamente sus consejos, como el humilde Jacob los de Rebeca
cuando le dijo: Escucha lo que te digo (Gn 27,8), o como la Santísima
Virgen: Hagan lo que El les diga (Jn 2,5).
Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió -como de milagro- la
bendición, aunque, naturalmente, no podía recibirla. Los servidores de las
bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron
honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino
a petición de su santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de
los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con las
maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su
perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden su bendición
por falta de sumisión a la Santísima Virgen.
199. 4. Los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de
María, su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar su socorro. La miran como su
estrella polar, para llegar a buen puerto. Le manifiestan sus penas y
necesidades con toda la sinceridad del corazón.
Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura para obtener por su
intercesión el perdón de sus pecados o saborear, en medio de las penas y
sequedades, sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de
manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados
en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí
plenamente a Jesucristo, que reside en María como en su trono más glorioso.
¡Oh! ¡Qué felicidad! "No creas -dice el abad Guerrico- que es mayor
felicidad habitar en el seno de Abrahán que en el de María, dado que el
Señor puso en éste su trono".
Los réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos. Al
igual que el hijo pródigo, se alimentan solamente de lo que comen los
cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos, y, a la par
que los mundanos, sólo aman las cosas visibles y exteriores. No pueden
gustar del seno de María ni experimentar el apoyo y la confianza que sienten
los predestinados en la Santísima Virgen, su bondadosa Madre. Quieren
hambrear miserablemente por las cosas de fuera -dice San Gregorio 6-, porque
no quieren saborear la dulzura preparada dentro de sí mismos y en el
interior de Jesús y de María.
200. 5. Finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Santísima
Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan, y por esto son verdaderamente
dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su predestinación, como se
lo anuncia su cariñosa Madre: Dichosos los que siguen mis caminos (Pr 8,32),
es decir, quienes con el auxilio de la gracia divina practican mis virtudes
y caminan sobre las huellas de mi vida. Sí, dichosos durante su vida
terrena, por la abundancia de gracias y dulzuras que les comunico de mi
plenitud, y más abundantemente que a aquellos que no me imitan tan de cerca.
Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila, y a la que ordinariamente
asisto para conducirlos personalmente a los goces de la eternidad. Dichosos,
finalmente, en la eternidad, porque jamás se ha perdido ninguno de mis
fieles servidores que haya imitado mis virtudes durante su vida.
Los réprobos, por el contrario, son desgraciados durante su vida, en la
muerte y por la eternidad, porque no imitan las virtudes de la Santísima
Virgen, y se contentan con ingresar, a veces, en sus cofradías, rezar en su
honor algunas oraciones o practicar otra devoción exterior.
¡Oh Virgen Santísima! ¡Bondadosa Madre mía! ¡Cuán felices son -lo repito en
el arrebato de mi corazón-, cuán felices son quienes, sin dejarse seducir
por una falsa devoción, siguen fielmente tus caminos, observando tus
consejos y mandatos! Pero ¡desgraciados y malditos los que, abusando de tu
devoción, no guardan los mandamientos de tu Hijo! Malditos los que se
apartan de tus mandatos (Sl 119 [118],21).
d) Solicitud de María para con sus fieles servidores
201. Veamos ahora los amables cuidados que la Santísima Virgen, como la
mejor de todas las madres, prodiga a los fieles servidores que se han
consagrado a Ella de la manera que acabo de indicar y conforme al ejemplo de
Jacob.
1. María los ama
Yo amo a los que me aman (Pr 8,17). 1) Los ama, porque es su Madre
verdadera, y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas. 2) Los
ama, en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa
Madre. 3) Los ama, porque -como predestinados que son- también los ama Dios:
Quise a Jacob más que a Esaú (Rm 9,13). 4) Los ama, porque se han consagrado
totalmente a Ella, y son, por tanto, su posesión y herencia: Sea Israel tu
heredad (Eclo 24,13).
202. Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas las madres
juntas. Reúnan, si pueden, todo el amor natural que todas las madres del
mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia su hijo
único: ciertamente, esta madre amaría mucho a ese hijo. María, sin embargo,
ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al
suyo. Los ama no sólo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y
efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más.
Veamos lo que esta bondadosa Madre -de quien Rebeca no fue más que una
figura- hace a fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre
celestial:
203. 1. Espía, como Rebeca, las oportunidades para hacerles el bien, para
engrandecerlos y enriquecerlos. Dado que ve claramente en la luz de Dios
todos los bienes y males, la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y
maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar a sus
servidores de toda clase de males y colmarlos de toda suerte de bienes; de
modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna empresa por la fidelidad
de una creatura a un cargo importante, es seguro que María procurará que
esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y servidores y le
dará la gracia necesaria para llevarla a feliz término. "Ella gestiona
nuestros asuntos", dice un santo 7.
204. 2. Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: Hijo mío, escucha lo
que te digo (Gn 27,8, Vulgata). Sigue mis consejos. Y, entre otras cosas,
les inspira que le lleven dos cabritos, es decir, su cuerpo y su alma, y se
lo consagren, para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les
aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo, su Hijo, enseñó con sus
palabras y ejemplos. Y, si no les da por sí misma estos consejos, se vale
para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se sienten tan
honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de sus
órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.
205. 3. Y ¿qué hace esta tierna Madre cuando le entregas y consagras cuerpo
y alma y cuanto de ellos depende sin excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en
otro tiempo con los cabritos que le llevó Jacob: 1) los mata y hace morir a
la vida del viejo Adán; 2) los desuella y despoja de su piel natural, de sus
inclinaciones torcidas, del egoísmo y voluntad propia y del apego a las
creaturas; 3) los purifica de toda suciedad y mancha de pecado; 4) los
adereza al gusto de Dios y a su mayor gloria. Y como sólo Ella conoce
perfectamente en cada caso el gusto divino y la mayor gloria del Altísimo,
sólo Ella puede, sin equivocarse, condimentar y aderezar nuestro cuerpo y
alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente
oculta.
206. 4. Luego que esta bondadosa Madre recibe la ofrenda perfecta que le
hemos hecho de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y
satisfacciones -por la devoción de que hemos hablado-, nos despoja de
nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos de comparecer ante el
Padre del cielo:
1) nos reviste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de
Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda
Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora
universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes
y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, cuando quiere, como
quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho 8;
2) cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los
cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el
valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo
imperfecto e impuro que hay en sus personas, pero no pierde ni disipa todo
el bien que la gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta,
para hacer con ellos el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es
decir, para fortalecerlos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo
del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y la salvación de
sus pobres hermanos;
3) comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos revistiéndolos
con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al
morir les legó en su testamento -como dice una santa religiosa del último
siglo muerta en olor de santidad, y que lo supo por revelación-. De modo que
todos los de su casa -sus servidores y esclavos- llevan doble vestidura: la
de su Hijo y la de Ella (ver Pr 31,21). Por ello, no tienen que temer el
frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos,
enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre
santísima, no podrán soportarlo.
207. 5. Ella, finalmente, les obtiene la bendición del Padre celestial, por
más que, no siendo ellos sino hijos menores y adoptivos, no deberían,
naturalmente, tenerla. Con estos vestidos nuevos, de alto precio y
agradabilísimo olor, y con cuerpo y alma bien preparados, se acercan
confiados al lecho del Padre celestial. Que oye y distingue su voz, que es
la del pecador; toca sus manos, cubiertas de pieles; percibe el perfume de
sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de ellos, le ha
preparado, y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de Jesucristo
y de su santísima Madre:
a. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo (Gn 27,28), es
decir, de la gracia divina, que es semilla de gloria: Nos ha bendecido en la
persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef
1,3); y bendición de la fertilidad de la tierra (Gn 27,28), es decir, que
este buen Padre les da el pan de cada día y suficiente cantidad de bienes de
este mundo;
b. les constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no
quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo -que pasa
en un instante (ver 1Cor 7,29-31) y al que frecuentemente dominan los
réprobos: Discursean profiriendo insolencias, se jactan los malhechores(Sl
94 [93],3-4). Vi a un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro
frondoso (Sl 36 [35],35)-, pero que es real, y aparecerá cuando los justos
-como dice el Espíritu Santo- gobernarán naciones, someterán pueblos (Sab
3,8);
c. el Señor, no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice
también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.
2. María los alimenta
208. El segundo deber de caridad que la Santísima Virgen ejerce con sus
fieles servidores es el de proporcionarles todo lo necesario para el cuerpo
y el alma. Les da vestiduras dobles, como acabamos de decir. Les da a comer
los platos más exquisitos de la mesa de Dios. Les alimenta con el Pan de la
vida que Ella misma ha formado: "Queridos hijos míos -les dice por boca de
la Sabiduría- sáciense de mis frutos, es decir, de Jesús, fruto de vida, que
para ustedes he traído al mundo (Eclo 24,26). Vengan -les dice en otra
parte- a comer de mi pan, que es Jesús, y a beber el vino (Pr 9,5) de su
amor, que he mezclado para ustedes con la leche de mis pechos. Coman, beban
y embriáguense, amigos míos (Ct 5,1).
Siendo Ella la tesorera y dispensadora de los dones y gracias del Altísimo,
da gran porción y la mejor de todas, para alimentar y sustentar a sus hijos
y servidores. Nutridos éstos con el Pan de vida, embriagados con el vino que
engendra vírgenes (ver Zc 9,17), llevados en brazos (ver Is 66,12),
encuentran tan suave el yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso a
causa del aceite de la devoción en el cual María les sazona (ver Is 10,27,
Vulgata).
3. María los conduce
209. El tercer bien que la Santísima Virgen hace a sus fieles servidores es
el conducirlos y guiarlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca guiaba a su
hijo Jacob, y de cuando en cuando le daba buenos consejos, ya para atraer
sobre él la bendición de su padre, ya para ayudarle a evitar el odio y la
persecución de su hermano Esaú. María, estrella del mar, conduce a todos sus
fieles servidores al puerto de salvación. Les enseña los caminos de la vida
eterna. Les hace evitar los pasos peligrosos. Los lleva de la mano por los
senderos de la justicia. Los sostiene cuando están a punto de caer. Los
levanta cuando han caído. Los reprende, como Madre cariñosa, cuando yerran,
y aun a veces los castiga amorosamente. ¿Podrá extraviarse en el camino de
la eternidad un hijo obediente a María, quien por sí misma le alimenta y es
su guía esclarecida? "Siguiéndola -dice San Bernardo- no te extravías" 9.
¡No temas, pues! ¡Ningún verdadero hijo de María será engañado por el
espíritu maligno! ¡Ni caerá en herejía formal! 10. Donde María es la
conductora, no entran ni el espíritu maligno con sus ilusiones, ni los
herejes con sus sofismas: "¡Si Ella te sostiene, no caerás!" 11.
4. María los defiende y protege
210. El cuarto servicio que la Santísima Virgen ofrece a sus hijos y fieles
servidores es defenderlos y protegerlos contra sus enemigos. Rebeca, con sus
cuidados y vigilancia, libró a Jacob de todos los peligros en que se
encontró, y especialmente de la muerte que su hermano Esaú le hubiera dado a
causa del odio y envidia que le tenía -como en otros tiempos Caín a su
hermano Abel-. Así obra también María, Madre cariñosa de los predestinados:
los esconde bajo las alas de su protección, como una gallina a sus
polluelos; dialoga con ellos, desciende hasta ellos, condesciende con todas
sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre; los rodea y
acompaña como ejército en orden de batalla (ver Ct 6,3.9, Vulgata) 12.
¿Temerá, acaso, a sus enemigos quien está defendido por un ejército bien
ordenado de cien mil hombres? Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado
por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer! Esta
bondadosa Madre y poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones
de ángeles para socorrer a uno de sus hijos antes que pueda decirse que un
fiel servidor de María -que puso en Ella su confianza- haya sucumbido a la
malicia, número y fuerza de sus enemigos.
5. María intercede por ellos
211. Por último, el quinto y mayor servicio que la amable María ejerce en
favor de sus fieles devotos es el interceder por ellos ante su Hijo y
aplacarle con sus ruegos. Ella los une y conserva unidos a El con vínculo
estrechísimo 13.
Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre. El buen anciano lo
tocó, lo abrazó y hasta lo besó con alegría, contento y satisfecho como
estaba de los manjares bien preparados que le había llevado. Gozoso de
percibir los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó: ¡Aroma que
bendice el Señor es el aroma de mi hijo! (Gn 27,27). Este campo fértil cuyo
aroma encantó el corazón del Padre es el aroma de las virtudes y méritos de
María. Ella es, en efecto, campo lleno de gracias donde Dios Padre sembró,
como grano de trigo para sus escogidos, a su propio Hijo.
¡Oh! ¡Cuán bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno (ver Is 9,6),
el hijo perfumado con el olor gratísimo de María! ¡Y qué pronto y
perfectamente queda unido a El, como ya hemos demostrado! 14.
212. María además, después de haber colmado de favores a sus hijos y fieles
servidores y de haberles alcanzado la bendición del Padre celestial y la
unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos.
Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia de Dios y caigan
de nuevo en los lazos del enemigo. Ella conserva a los santos en su plenitud
y les ayuda a perseverar en ella, según hemos visto 15.
Esta es la explicación de la insigne y antigua figura de la predestinación y
la reprobación, tan desconocida y tan llena de misterios.
NOTAS:
1 Por ejemplo, san Ambrosio, san Bernardo, san
Antonino, Ricardo de San Víctor...
2 Ver VD 54.210.
3 San Gregorio Magno.
4 Ver SA 27; "tierra amarilla o blanca" es oro y
plata.
5 Ver VD 11.
6 Ver VD 48.
7 Ramón Jordán.
8 San Bernardino de Siena; ver VD 25.141; SM 10.
9 Ver VD 134.
10 Ver VD 167.
11 Ver VD 174.
12 Ver VD 50.
13 Ver LG 62.
14 Ver VD 152-168.
15 Ver VD 152-168.
CAPITULO IV
EFECTOS MARAVILLOSOS DE LA CONSAGRACION TOTAL EN QUIEN LE ES FIEL
213. Persuádete, hermano carísimo, de que, si eres fiel a las prácticas
interiores y exteriores de esta devoción, las cuales voy a indicar más
adelante, participarás de los frutos maravillosos que produce en el alma
fiel.
1. Conocimiento de sí mismo
1. Gracias a la luz que te comunicará el Espíritu Santo por medio de María,
su querida Esposa, conocerás tu mal fondo, tu corrupción e incapacidad para
todo lo bueno, si Dios no es su principio como autor de la naturaleza o de
la gracia. Y, a consecuencia de este conocimiento, te despreciarás y no
pensarás en ti mismo sino con horror. Te considerarás como un caracol, que
todo lo mancha con su baba; como un sapo, que todo lo emponzoña con su
veneno, o como una serpiente maligna, que sólo pretende engañar. En fin, la
humilde María te hará partícipe de su profunda humildad, y mediante ella te
despreciarás a ti mismo, no despreciarás a nadie y gustarás de ser
menospreciado 1.
2. Participación en la fe de María
214. 2. La Santísima Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor
que la de todos los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás
santos. Ahora que reina en los cielos, no tiene ya esa fe, porque ve
claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria. Sin embargo, con
el consentimiento del Altísimo, no la ha perdido al entrar en la gloria 2;
la conserva para comunicarla a sus más fieles servidores en la Iglesia
peregrina.
Por lo mismo, cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta
Princesa y Virgen fiel, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la
fe verdadera: una fe pura, que hará que no te preocupes por lo sensible y
extraordinario; una fe viva y animada por la caridad, que te hará obrar
siempre por el amor más puro; una fe firme e inconmovible como una roca, que
te ayudará a permanecer siempre firme y constante en medio de las
tempestades y tormentas; una fe penetrante y eficaz, que -como misteriosa
llave maestra- te permitirá entrar en todos los misterios de Jesucristo, las
postrimerías del hombre y el corazón del mismo Dios; una fe intrépida, que
te llevará a emprender y llevar a cabo, sin titubear, grandes empresas por
Dios y por la salvación de las almas; finalmente, una fe que será tu
antorcha encendida, tu vida divina, tu tesoro escondido de la divina
sabiduría y tu arma omnipotente, de la cual te servirás para iluminar a los
que viven en tinieblas y sombras de muerte, para inflamar a los tibios y
necesitados del oro encendido de la caridad, para resucitar a los muertos
por el pecado, para conmover y convertir -con tus palabras suaves y
poderosas- los corazones de mármol y los cedros del Líbano y, finalmente,
para resistir al demonio y a todos los enemigos de la salvación 3.
3. Madurez cristiana
215. 3. Esta Madre del Amor Hermoso quitará de tu corazón todo escrúpulo y
temor servil desordenado y lo abrirá y ensanchará para correr por los
mandamientos de su Hijo con la santa libertad de los hijos de Dios, y para
encender en el alma el amor puro, cuya tesorera es Ella. De modo que en tu
comportamiento con el Dios-Caridad ya no te gobernarás -como hasta ahora-
por temor, sino por amor puro 4. Lo mirarás como a tu Padre bondadoso, te
afanarás por agradarle siempre y dialogarás con El en forma confidencial
como un hijo con su cariñoso padre. Si, por desgracia, llegaras a ofenderlo,
te humillarás al punto delante de El, le pedirás perdón humildemente,
tenderás hacia El la mano con sencillez, te levantarás de nuevo
amorosamente, sin turbación ni inquietud, y seguirás caminando hacia El, sin
descorazonarte.
4. Gran confianza en Dios y en María
216. 4. La Santísima Virgen te colmará de gran confianza en Dios y en Ella
misma:
1) porque ya no te acercarás por ti mismo a Jesucristo, sino siempre por
medio de María, tu bondadosa Madre;
2) habiéndole entregado tus méritos, gracias y satisfacciones para que
disponga de ellos según su voluntad, Ella te comunicará sus virtudes y te
revestirá con sus méritos 5, de suerte que podrás decir a Dios con plena
confianza: ¡Esta es María, tu servidora! ¡Hágase en mí según lo que has
dicho¡ (Sl 119 [118],94) 6;
3) habiéndote entregado totalmente a Ella -en cuerpo y alma-, Ella, que es
generosa, se entregará a ti, en recompensa, de forma maravillosa, pero real,
de suerte que podrás decirle con santa osadía: Soy tuyo, ¡oh María!;
sálvame. O con el discípulo amado -como he dicho antes-: "¡Te he tomado,
María Santísima, por todos mis bienes!" 7. O con San Buenaventura: "Querida
Señora y salvadora mía, obraré confiadamente y sin temor, porque eres mi
fortaleza y alabanza en el Señor. Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo,
Virgen gloriosa y bendita entre todas las creaturas! ¡Que yo te ponga como
sello sobre mi corazón 8, porque tu amor es fuerte como la muerte!" (Ct
8,6).
Podrás decir a Dios con los sentimientos del profeta: "Señor, mi corazón y
mis ojos no tienen ningún motivo para enaltecerse y enorgullecerse, ni para
buscar cosas grandes y maravillosas. Y, con todo, aún no soy humilde. Pero
la confianza me sostiene y anima. Estoy, como un niño, privado de los
placeres terrestres y apoyado en el seno de mi madre; allí me colman de
bienes (ver Sl 131 [130],1-2);
4) el hecho de haberle entregado en depósito todo lo bueno que tienes para
que lo conserve o comunique, aumentará tu confianza en Ella. Sí, entonces
confiarás menos en ti mismo y mucho más en Ella, que es tu tesoro. ¡Oh! ¡Qué
confianza y consuelo poder decir que el tesoro de Dios, en el que El ha
puesto lo más precioso que tiene, es también el tuyo!: "Ella es -dice un
santo- el tesoro de Dios" 9.
5. Comunicación de María y de su Espíritu
217. 5. El alma de María estará en ti para glorificar al Señor y su espíritu
se alborozará por ti en Dios, su Salvador, con tal que permanezcas fiel a
las prácticas de esta devoción. "Que el alma de María more en cada uno para
engrandecer al Señor, que el espíritu de María permanezca en cada uno para
regocijarse en Dios" 10. ¡Ah! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso -dice un
santo varón en nuestros días, ferviente enamorado de María-, cuándo llegará
ese tiempo dichoso en que la excelsa María sea establecida como Señora y
Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su
excelso y único Jesús? ¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos
respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde
el Espíritu Santo -al encontrar a su querida Esposa como reproducida en las
almas- vendrá a ellas con la abundancia de sus dones y las llenará de
gracia. ¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo de
María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María,
perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformen en
copias vivientes de la Santísima Virgen para amar y glorificar a Jesucristo?
Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño:
"¡Señor, para que venga tu reino, venga el reino de María!".
6. Transformación en María a imagen de Jesucristo
218. Si María, que es el árbol de la vida, está bien cultivada en ti mismo
por la fidelidad a las prácticas de esta devoción, dará su fruto en tiempo
oportuno, fruto que no es otro que Jesucristo. Veo a tantos devotos y
devotas que buscan a Jesucristo. Unos van por un camino y una práctica, los
otros por otra. Y con frecuencia, después de haber trabajado pesadamente
durante la noche, pueden decir: Nos hemos pasado toda la noche bregando y no
hemos cogido nada (Lc 5,5). Y se les puede contestar: Siembran mucho,
cosechan poco (Ag 1,6). Jesucristo es todavía muy débil en ustedes. Pero por
el camino inmaculado de María y esta práctica divina que les enseño se
trabaja de día, se trabaja en un lugar santo y se trabaja poco. En María no
hay noche, porque en Ella no hay pecado, ni aun la menor sombra de él. María
es un lugar santo. Es el Santo de los santos, en donde son formados y
moldeados los santos 11.
219. Escucha bien lo que te digo: los santos son moldeados en María. Existe
gran diferencia entre hacer una figura de bulto a golpes de martillo y
cincel y sacar una estatua vaciándola en un molde. Los escultores y
estatuarios trabajan mucho del primer modo para hacer una estatua y gastan
en ello mucho tiempo. Mas para hacerla de la segunda manera trabajan poco y
emplean poco tiempo.
San Agustín llama a la Santísima Virgen molde de Dios 12; el molde propio
para formar y moldear dioses. Quien sea vertido en este molde divino,
quedará muy pronto formado y moldeado en Jesucristo, y Jesucristo en él; con
pocos gastos y en corto tiempo, se convertirá en Dios, porque ha sido
arrojado en el mismo molde que ha formado a Dios.
220. Paréceme que los directores y devotos que quieren formar a Jesucristo
en sí mismos o en los demás por prácticas diferentes a ésta pueden muy bien
compararse a los escultores, que, confiados en su habilidad, destreza y
arte, descargan infinidad de golpes de martillo y cincel sobre una piedra
dura o un trozo de madera tosca para sacar de ellos una imagen de
Jesucristo. Algunas veces no aciertan a reproducir a Jesucristo a la
perfección, ya por falta de conocimiento y experiencia de la persona de
Jesucristo, ya a causa de algún golpe mal dado que echa a perder toda la
obra. Pero a quienes abrazan este secreto de la gracia que les estoy
presentando, los puedo comparar, con razón, a los fundidores y moldeadores
que, habiendo encontrado el hermoso molde de María -en donde Jesucristo ha
sido perfecta y divinamente formado-, sin fiarse de su propia habilidad,
sino únicamente de la excelencia del molde, se arrojan y pierden en María
para convertirse en el retrato perfecto de Jesucristo.
221. ¡Hermosa imagen y verdadera comparación! Pero acuérdate que no se echa
en el molde sino lo que está fundido y líquido; es decir, que es necesario
destruir y fundir en ti al viejo Adán para transformarte en el nuevo en
María.
7. La mayor gloria de Jesucristo
222. 7. Por medio de esta práctica observada con toda fidelidad, darás mayor
gloria a Jesucristo en un mes que por cualquier otra -por difícil que sea-
en varios años. Estas son las razones para afirmarlo:
1. Si ejecutas todas tus acciones por medio de la Santísima Virgen -como
enseña esta práctica-, abandonas tus propias intenciones y actuaciones,
aunque buenas y conocidas, para perderte -por decirlo así- en las de la
Santísima Virgen, aunque te sean desconocidas. De este modo entras a
participar en la sublimidad de sus intenciones, siempre tan puras que por la
menor de sus acciones -por ejemplo, hilando en la rueca o dando una puntada
con la aguja- glorificó a Dios más que San Lorenzo sobre las parillas con su
cruel martirio, y aún más que todos los santos con las acciones más
heroicas. Esta es la razón de que, durante su permanencia en la tierra, la
Santísima Virgen haya adquirido un cúmulo tan inefable de gracias y méritos,
que antes se contarían las estrellas del firmamento, las gotas de agua de
los océanos y los granitos de arena de sus orillas que los méritos y gracias
de María, y que ha dado mayor gloria a Dios de cuanta le han dado todos los
ángeles y santos. ¡Qué prodigio eres, oh María! ¡Sólo tú sabes realizar
prodigios de gracia en quienes desean realmente perderse en ti!
223. 2. Quien se consagra a María por esta práctica, como quiera que no
estima en nada cuanto piensa o hace por sí mismo ni se apoya ni complace
sino en las disposiciones de María para acercarse a Jesucristo y dialogar
con El, ejercita la humildad mucho más que quienes obran por sí solos.
Estos, aun inconscientemente, se apoyan y complacen en sus propias
disposiciones. De donde se sigue que el que se consagra en totalidad a María
glorifica de modo más perfecto a Dios, quien nunca es tan altamente
glorificado como cuando lo es por los sencillos y humildes de corazón.
224. 3. La Santísima Virgen -a causa del gran amor que nos tiene- acepta
recibir en sus manos virginales el obsequio de nuestras acciones, comunica a
éstas una hermosura y esplendor admirables y las ofrece por sí misma a
Jesucristo.
Es, por lo demás, evidente que Nuestro Señor es más glorificado con esto que
si las ofreciéramos directamente con nuestras manos pecadoras.
225. 4. Por último, siempre que piensas en María, Ella piensa por ti en
Dios. Siempre que alabas y honras a María, Ella alaba y honra a Dios 13. Y
yo me atrevo a llamarla "la relación de Dios", pues sólo existe con relación
a El; o "el eco de Dios", ya que no dice ni repite sino Dios. Si tú dices
María, Ella dice Dios. Cuando Santa Isabel alabó a María y la llamó
bienaventurada por haber creído, Ella -el eco fiel de Dios- exclamó:
Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46). Lo que en esta ocasión
hizo María, lo sigue realizando todos los días; cuando la alabamos, amamos,
honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos, honramos y nos
consagramos a Dios por María y en María.
NOTAS:
1 Ver Imitación de Cristo, l. 1, c. 2.
2 Ver VD 34; RM 25-26.
3 Ver entre muchas otras reminiscencias bíblicas:
Gl 5,6; Col 1,23; 2,3; Rm 5,1-2; Hb 11,33; Lc 1,79; 1Pe 6,8-9.
4 Ver VD 107.169; Sl 119,32; Jn4,1.18; Rm 8,21;
Gl 4,31; 1Jn 4,1,16.
5 Constate los puntos siguientes:
a) entregarnos a María, incluso los méritos: SM
29-31.38; VD 121-125;
b) María nos comunica sus virtudes: SM 38; VD
34.144.208.206;
c) María nos reviste de sus méritos: SM 38; VD
144.206.
6 SM 38; ASE 211.222; VD 121.133.144.172.181.
7 Ver VD 179.
8 San Buenaventura.
9 Ramón Jordán.
10 San Ambrosio; ver SM 54; VD 258; LG 65.
11 Ver LG 63.
12 Ver SM 16.
13 "María la humilde esclava del Señor, es toda
relativa a Dios y a Cristo" (Pablo VI, 21-11-1964; ver RM 35-37).
CAPITULO V
PRACTICAS PARTICULARES DE ESTA DEVOCION
A. PRACTICAS EXTERIORES
226. Aunque lo esencial de esta devoción consiste en lo interior, no por eso
carece de prácticas exteriores, que no conviene descuidar: ¡Esto había que
practicar y aquello no dejarlo! (Mt 23,23). Ya porque las prácticas
exteriores, debidamente ejercitadas, ayudan a las interiores 1, ya porque
recuerdan al hombre -acostumbrado a guiarse por los sentidos- lo que ha
hecho o debe hacer, ya porque son a propósito para edificar al prójimo que
las ve, cosa que no hacen las prácticas interiores.
Por tanto, que ningún mundano ni crítico autosuficiente nos venga a decir
que la verdadera devoción está en el corazón, que hay que evitar las
exterioridades, ya que pueden ocultar la vanidad; que no hay que hacer
alarde de la propia devoción, etc. Yo les respondo con mi Maestro: Alumbre
también la luz de ustedes a los hombres: que vean el bien que hacen y
glorifiquen al Padre del cielo (Mt 5,16). Lo cual no significa -como
advierte San Gregorio- que debemos realizar nuestras buenas acciones y
devociones exteriores para agradar a los hombres y ganarnos sus alabanzas
-esto sería vanidad-, sino que, a veces, las realicemos delante de los
hombres con el fin de agradar a Dios y glorificarle, sin preocuparnos por
los desprecios o las alabanzas de las criaturas 2.
Voy a proponer, en resumen, algunas prácticas exteriores, llamadas así no
porque se hagan sin devoción interior, sino porque tienen algo externo que
las distingue de las actitudes puramente interiores.
1. Preparar y hacer la consagración
227. Primera práctica. Quienes deseen abrazar esta devoción particular -no
erigida aún en cofradía, aunque sería mucho de desear que lo fuera 3-
dedicarán -como he dicho en la primera parte de esta preparación al reinado
de Jesucristo- doce días, por lo menos, a vaciarse del espíritu del mundo,
contrario al de Jesucristo, y tres semanas en llenarse de Jesucristo por
medio de la Santísima Virgen. Para ello podrán seguir este orden:
228. Durante la primera semana dedicarán todas sus oraciones y actos de
piedad a pedir el conocimiento de sí mismos y la contrición de sus pecados,
haciéndolo todo por espíritu de humildad. Podrán meditar, si quieren, lo
dicho antes sobre nuestras malas inclinaciones 4, y no considerarse durante
los seis días de esta semana más que como caracoles, babosas, sapos, cerdos,
serpientes, cabros; o meditar estos tres pensamientos de San Bernardo:
"Piensa en lo que fuiste: un poco de barro; en lo que eres: un poco de
estiércol; en lo que serás: pasto de gusano". Rogarán a Nuestro Señor y al
Espíritu Santo que los ilumine, diciendo: ¡Señor, que vea! (Lc 18,41); o:
"¡Que yo te conozca! 5; o también: ¡Ven, Espíritu Santo! Y dirán todos los
días las letanías del Espíritu Santo y la oración señalada en la primera
parte de esta obra. Recurrirán a la Santísima Virgen pidiéndole esta gracia,
que debe ser el fundamento de las otras, y para ello dirán todos los días el
himno Salve, Estrella del mar y las letanías de la Santísima Virgen.
229. Durante la segunda semana se dedicarán en todas sus oraciones y obras
del día a conocer a la Santísima Virgen, pidiendo este conocimiento al
Espíritu Santo. Podrán leer y meditar lo que al respecto hemos dicho 6. Y
rezarán con esta intención, como en la primera semana, las letanías del
Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar y, además, el rosario o la
tercera parte de él.
230. Dedicarán la tercera semana a conocer a Jesucristo. Para ello podrán
leer y meditar lo que arriba hemos dicho y rezar la oración de San Agustín
que se lee hacia el comienzo de la segunda parte 7. Podrán repetir una y mil
veces cada día con el mismo santo : "¡Que yo te conozca, Señor!", o bien:
"¡Señor, sepa yo quién eres tú!" Rezarán, como en las semanas anteriores,
las letanías del Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar, y
añadirán todos los días las letanías del santo Nombre de Jesús.
231. Al concluir las tres semanas se confesarán y comulgarán con la
intención de entregarse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por
las manos de María. Y después de la comunión -que procurarán hacer según el
método que expondré más tarde 8-, recitarán la fórmula de consagración, que
también hallarán más adelante. Es conveniente que la escriban o hagan
escribir, si no está impresa, y la firmen ese mismo día.
232. Conviene también que paguen en ese día algún tributo a Jesucristo y a
su santísima Madre, ya como penitencia por su infidelidad al compromiso
bautismal, ya para patentizar su total dependencia de Jesús y de María. Este
tributo, naturalmente, dependerá de la devoción y capacidad de cada uno,
como -por ejemplo- un ayuno, una mortificación, una limosna o un cirio.
Pues, aun cuando sólo dieran, en homenaje, un alfiler, con tal que lo den de
todo corazón, sería bastante para Jesús, que sólo atiende a la buena
voluntad.
233. Al menos en cada aniversario, renovarán dicha consagración, observando
las mismas prácticas durante tres semanas. Todos los meses y aun todos los
días pueden renovar su entrega con estas pocas palabras: "Soy todo tuyo y
cuanto tengo es tuyo, ¡oh mi amable Jesús!, por María, tu Madre santísima"
9.
2. Rezo de la coronilla
234. Segunda práctica. Rezarán todos los días de su vida -aunque sin
considerarlo como obligación- la Coronilla de la Santísima Virgen, compuesta
de tres padrenuestros y doce avemarías, para honrar los doce privilegios y
grandezas de la Santísima Virgen. Esta práctica es muy antigua y tiene su
fundamento en la Sagrada Escritura. San Juan vio una mujer coronada de doce
estrellas, vestida del sol y con la luna bajo sus pies (ver Ap 12,1). Esta
mujer -según los intérpretes- es María.
235. Sería prolijo enumerar las muchas maneras que hay de rezarla bien. El
Espíritu Santo se las enseñará a quienes sean más fieles a esta devoción.
Para recitarla con mayor sencillez será conveniente empezar así: "Dígnate
aceptar mis alabanzas, Virgen Santísima. Dame fuerzas contra tus enemigos".
En seguida rezarás el Credo, un padrenuestro, cuatro avemarías y un gloria;
todo ello tres veces. Al fin dirás: Bajo tu amparo...
3. Llevar cadenillas de hierro
236. Tercera práctica. Es muy laudable, glorioso y útil para quienes se
consagran como esclavos de Jesús en María llevar, como señal de su
esclavitud de amor, alguna cadenilla de hierro bendecida con una fórmula
propia que se ofrece más adelante10. Estas señales exteriores no son, en
verdad, esenciales, y bien pueden suprimirse aun después de haber abrazado
esta devoción. Sin embargo, no puedo menos de alabar en gran manera a
quienes, una vez sacudidas las cadenas vergonzosas de la esclavitud del
demonio -con que el pecado original y tal vez los pecados actuales los
tenían atados-, se han sometido voluntariamente a la esclavitud de
Jesucristo y se glorían, con San Pablo, de estar encadenados, por Jesucristo
(ver Ef 3,1 y Flm 1.9), con cadenas mil veces más gloriosas y preciosas
-aunque sean de hierro y sin brillo- que todos los collares de oro de los
emperadores.
237. En otro tiempo no había nada más infamante que la cruz. Ahora este
madero es lo más glorioso del cristianismo. Lo mismo decimos de los hierros
de la esclavitud.
Nada había entre los antiguos más ignominioso, ni lo hay entre los paganos.
Pero entre los cristianos no hay nada más ilustre que estas cadenas de
Jesucristo, porque ellas nos liberan y preservan de las ataduras infames del
pecado y del demonio, nos ponen en libertad y nos ligan a Jesús y a María,
no por violencia y a la fuerza, como presidiarios, sino por caridad y amor,
como a hijos: Con correas de amor los atraía (Os 11,4) -dice el Señor por la
boca de su profeta-. Estas cadenas de amor son, por consiguiente, fuertes
como la muerte(Ct 8,6) y, en cierto modo, más fuertes aún para quienes sean
fieles en llevar hasta la muerte estas gloriosas preseas. Efectivamente,
aunque la muerte destruya el cuerpo reduciéndolo a podredumbre, no destruirá
las ataduras de esta esclavitud, que -siendo de hierro- no se disuelven
fácilmente, y quizás en la resurrección de los cuerpos, en el gran juicio
del último día, estas cadenas, que todavía rodearán sus huesos, constituirán
parte de su gloria y se transformarán en cadenas de luz y de triunfo.
¡Dichosos, pues, mil veces los esclavos ilustres de Jesús en María, que
llevan sus cadenas hasta el sepulcro!
238. Estas son las razones para llevar tales cadenillas:
1. Para recordar al cristiano los votos y promesas del bautismo, la
renovación perfecta que hizo de ellos por esta devoción y la estrecha
obligación que ha contraído de permanecer fiel a ellos. Dado que el hombre,
acostumbrado a gobernarse más por los sentidos que por la fe pura, olvida
fácilmente sus obligaciones para con Dios si no tiene algún objeto que se
las recuerde, estas cadenillas sirven admirablemente al cristiano para
traerle a la memoria las cadenas del pecado y de la esclavitud del demonio
-de las cuales lo libró el bautismo- y de la servidumbre que en el santo
bautismo prometió a Jesucristo y ratificó por la renovación de sus votos. Y
una de las razones que explican por qué tan pocos cristianos piensan en los
votos del santo bautismo y viven un libertinaje propio de paganos -como si a
nada se hubieran comprometido con Dios-, es que no llevan ninguna señal
exterior que les recuerde todo esto.
239.
2. Para mostrar que no nos avergonzamos de la esclavitud y servidumbre de
Jesucristo y que renunciamos a la esclavitud funesta del mundo, del pecado y
del demonio.
3. Para liberarnos y preservarnos de las cadenas del pecado y del infierno.
Porque es preciso que llevemos las cadenas de la iniquidad o las del amor y
de la salvación 11.
240. ¡Hermano carísimo! Rompamos las cadenas de los pecados y de los
pecadores, del mundo y de los mundanos, del demonio y de sus secuaces.
Arrojemos lejos de nosotros su yugo funesto: ¡Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo! (Sl 2,3) Mete los pies en su cepo -para usar el lenguaje
del Espíritu Santo- y ofrece el cuello a su yugo (Eclo 6,25). Inclinemos
nuestros hombros y tomemos a cuestas la Sabiduría, que es Jesucristo: Arrima
el hombro para cargar con ella y no te irrites con sus cadenas (Eclo 6,26).
Toma nota de que el Espíritu Santo, antes de pronunciar estas palabras,
prepara el alma a fin de que no rechace tan importante consejo, diciendo:
Escucha, hijo mío, mi opinión y no rechaces mi consejo (Eclo 6,26).
241. No lleves a mal, amigo, que me una al Espíritu Santo para darte el
mismo consejo: Sus ataduras son una venda saludable (Eclo 6,24). Como
Jesucristo en la cruz debe atraerlo todo hacia El (Jn 12,38), de grado o por
fuerza, atraerá a los réprobos con las cadenas de sus pecados para
encadenarlos, a manera de presidiarios y demonios, a su ira eterna y a su
justicia vengadora; mientras atraerá -particularmente en estos últimos
tiempos- a los predestinados con las cadenas de amor: Tiraré de todos hacia
mí (Jn 12,38); Los atraeré con cadenas de amor (Os 11,4).
242. Estos esclavos de amor de Jesucristo o encadenados de Jesucristo (Ef
3,1) pueden llevar sus cadenas al cuello, en los brazos, en la cintura o en
los pies. El P. Vicente Caraffa, séptimo superior general de la Compañía de
Jesús -que murió en olor de santidad, en el año 1643-, llevaba, en señal de
esclavitud, un aro de hierro en cada pie, y decía que su dolor era no poder
arrastrar públicamente la cadena. La Madre Inés de Jesús, de quien hablamos
antes 12, llevaba una cadena a la cintura. Otros la han llevado al cuello,
como penitencia por los collares de perlas que llevaron en el mundo, y
otros, en los brazos, para acordarse, durante el trabajo manual, de que son
esclavos de Jesucristo.
4. Celebración del misterio de la Encarnación
243. Cuarta práctica. Profesarán singular devoción al gran misterio de la
encarnación del Verbo, el 25 de marzo. Este es, en efecto, el misterio
propio de esta devoción, puesto que ha sido inspirada por el Espíritu Santo:
1) para honrar e imitar la dependencia inefable que Dios Hijo quiso tener
respecto a María para gloria del Padre y para nuestra salvación. Dependencia
que se manifiesta de modo especial en este misterio, en el que Jesucristo se
halla prisionero y esclavo en el seno de la excelsa María, en donde depende
de Ella en todo y para todo; 2) para agradecer a Dios las gracias
incomparables que otorgó a María, y especialmente el haberla escogido por su
dignísima Madre; elección realizada precisamente en este misterio. Estos son
los fines principales de la esclavitud de Jesús en María.
244. Observa que digo ordinariamente: el esclavo de Jesús en María, la
esclavitud de Jesús en María. En verdad, se puede decir, como muchos lo han
hecho hasta ahora: el esclavo de María, la esclavitud de la Santísima
Virgen. Pero creo que es preferible decir: el esclavo de Jesús en María,
como lo aconsejó el Sr. Tronsón 13, superior general del seminario de San
Sulpicio, renombrado por su rara prudencia y su consumada piedad, a un
clérigo que le consultó sobre este particular. Las razones son éstas:
245. 1. Vivimos en un siglo orgulloso, en el que gran número de sabios
engreídos, presumidos y críticos hallan siempre algo que censurar hasta en
las prácticas de piedad mejor fundadas y más sólidas. Por tanto, a fin de no
darles, sin necesidad, ocasión de crítica, vale más decir: la esclavitud de
Jesucristo en María y llamarse esclavo de Jesucristo que esclavo de
María,tomando el nombre de esta devoción preferiblemente de su fin último,
que es Jesucristo, y no de María, que es el camino y medio para llegar a la
meta. Sin embargo, se puede, en verdad, emplear una u otra expresión, como
yo lo hago. Por ejemplo, un hombre que viaja de Orleáns a Tours, pasando por
Amboise, puede muy bien decir que va a Amboise y que viaja a Tours, con la
diferencia, sin embargo, de que Amboise no es más que el camino para llegar
a Tours y que Tours es la meta y término de su viaje.
246. 2. El principal misterio que se honra y celebra en esta devoción es el
misterio de la encarnación. En él Jesucristo se halla presente y encarnado
en el seno de María. Por ello es mejor decir la esclavitud de Jesús en
María, de Jesús que reside y reina en María, según aquella hermosa plegaria
de tantas y tan excelentes almas: "¡Oh Jesús, que vives en María, ven a
vivir en nosotros con tu espíritu de santidad!, etc.".
247. 3. Esta manera de hablar manifiesta mejor la unión íntima que hay entre
Jesús y María. Ellos se hallan tan íntimamente unidos, que el uno está
totalmente en el otro: Jesús está todo en María, y María toda en Jesús; o
mejor, no vive Ella, sino sólo Jesús en Ella. Antes separaríamos la luz del
sol que a María de Jesús. De suerte que a Nuestro Señor se le puede llamar
Jesús de María, y a la Santísima Virgen, María de Jesús.
248. El tiempo no me permite detenerme aquí para explicar las excelencias y
grandezas del misterio de Jesús que vive y reina en María, es decir, de la
encarnación del Verbo. Me contentaré con decir en dos palabras que éste es
el primer misterio de Jesucristo, el más oculto, el más elevado y menos
conocido; que en este misterio, Jesús en el seno de María -al que por ello
denominan los santos la sala de los secretos de Dios 14- escogió, de acuerdo
con Ella, a todos los elegidos; que en este misterio realizó ya todos los
demás misterios de su vida, por la aceptación que hizo de ellos: Por eso, al
entrar en el mundo, dice él: "Aquí estoy yo para realizar tu designio..."
(Heb 4,16); que este misterio es, por consiguiente, el compendio de todos
los misterios de Cristo y encierra la voluntad y la gracia de todos ellos;
y, por último, que este misterio es el trono de la misericordia, generosidad
y gloria de Dios.
Es el trono de la misericordia divina con nosotros, porque, dado que no
podemos acercarnos a Jesús sino por María, no podemos ver a Jesús ni
hablarle sino por medio de Ella. Ahora bien, Jesús, que siempre complace a
su querida Madre, otorga siempre allí su gracia y misericordia a los pobres
pecadores. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia...
(Hb 4,16).
Es el trono de su generosidad con María, porque mientras Jesús, nuevo Adán,
permaneció en María -su verdadero paraíso terrestre-, realizó en él
ocultamente tantas maravillas, que ni los ángeles ni los hombres alcanzan a
comprenderlas; por ello, los santos llaman a María la magnificencia de Dios
15, como si Dios sólo fuera magnífico en María (ver Is 33,21).
Es el trono de la gloria que Jesús tributa al Padre, porque en María aplacó
El perfectamente a su Padre, irritado contra los hombres; en Ella reparó
perfectamente la gloria que el pecado le había arrebatado; en Ella, por el
holocausto que ofreció de su voluntad y de sí mismo, dio al Padre más gloria
que la que le habían dado todos los sacrificios de la ley antigua; y,
finalmente, en Ella le dio una gloria infinita, que jamás había recibido del
hombre.
5. Recitación del Avemaría y del Rosario
249. Quinta práctica. Tendrán gran devoción a la recitación del avemaría o
salutación angélica, cuyo valor, mérito, excelencia y necesidad apenas
conocen los cristianos, aun los mas instruidos. Ha sido necesario que la
Santísima Virgen se haya aparecido muchas veces a grandes y muy esclarecidos
santos -como Santo Domingo, San Juan de Capistrano o el Beato Alano de la
Rupe- para manifestarles por si misma el valor del avemaría. Ellos
escribieron libros enteros sobre las maravillas y eficacia de esta oración
para convertir las almas. Proclamaron a voces y predicaron públicamente que,
habiendo comenzado la salvación del mundo por el avemaría, a esta oración
está vinculada también la salvación de cada uno en particular; que esta
oración hizo que la tierra seca y estéril produjese el fruto de la vida, y
que, por tanto, esta oración, bien rezada, hará germinar en nuestras almas
la palabra de Dios y producir el fruto de vida, Jesucristo; que el avemaría
es un rocío celestial que riega la tierra, es decir, el alma, para hacerle
producir fruto en tiempo oportuno, y que un alma que no es regada por esta
oración celestial no produce fruto, sino malezas y espinas y está muy cerca
de recibir la maldición.
250. Esto es lo que la Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Rupe,
como se lee en su libro De dignitate Rosarii y luego en Cartagena: Sabe,
hijo mío, y hazlo conocer a todos, que es señal probable y próxima de
condenación eterna el tener aversión, tibieza y negligencia a la recitación
de la salutación angélica, que trajo la salvación a todo el mundo. Palabras
tan consoladoras y terribles a la vez, tanto que nos resistiríamos a
creerlas si no las garantizara la santidad de este santo varón y la de Santo
Domingo antes que él, y después, la de muchos grandes personajes, junto con
la experiencia de muchos siglos. Pues siempre se ha observado que los que
llevan la señal de la reprobación -como los herejes, impíos, orgullos y
mundanos- odian y desprecian el avemaría y el rosario.
Los herejes aprenden a rezar el padrenuestro, pero no elavemaría ni el
rosario. A éste lo consideran con horror. Antes llevarían consigo una
serpiente que una camándula. Asimismo, los orgullosos, aunque católicos,
teniendo como tienen las mismas inclinaciones que su padre, Lucifer,
desprecian o miran con indiferencia el avemaría y consideran el rosario como
devoción de mujercillas, sólo buena para ignorantes y analfabetos. Por el
contrario, la experiencia enseña que quienes manifiestan grandes señales de
predestinación estiman y rezan con gusto y placer el avemaría, y cuanto más
unidos viven a Dios, más aprecian esta oración. La Santísima Virgen lo decía
al Beato Alano a continuación de las palabras antes citadas.
251. No sé cómo ni por qué, pero es real; no tengo mejor secreto para
conocer si una persona es de Dios que observar si gusta de rezar el avemaría
y el rosario. Digo si gusta porque puede suceder que una persona esté
natural o sobrenaturalmente imposibilitada de rezarlos, pero siempre los
estima y recomienda a otros.
252. Recuerden, almas predestinadas, esclavas de Jesús en María, que el
avemaría es la más hermosa de todas las oraciones después del padrenuestro
16. El avemaría es el más perfecto cumplido que pueden dirigir a María. Es,
en efecto, el saludo que el Altísimo le envió, por medio de un arcángel,
para conquistar su corazón, y fue tan poderoso -dados sus secretos encantos-
sobre el corazón de María, que, no obstante su profunda humildad, Ella dio
su consentimiento a la encarnación del Verbo. Con este saludo debidamente
recitado, también ustedes conquistarán infaliblemente su corazón.
253. El avemaría bien dicha, o sea, con atención, devoción y modestia, es
-según los santos- el enemigo del diablo, a quien hace huir, y el martillo
que lo aplasta. Es la santificación del alma, la alegría de los ángeles, la
melodía de los predestinados, el cántico del Nuevo Testamento, el gozo de la
Santísima Virgen y la gloria de la Santísima Trinidad 17.
El avemaría es un rocío celestial que hace fecunda al alma, es un casto y
amoroso beso que damos a María, es una rosa encarnada que le presentamos, es
una perla preciosa que le ofrecemos, es una copa de ambrosía y néctar divino
que le damos. Todas estas comparaciones son de los santos.
254. Les ruego, pues, con insistencia y por el amor que les profeso en Jesús
y María, que no se contenten con rezar la Coronilla de la Santísima Virgen.
Recen también el rosario, y, si tienen tiempo, los quince misterios todos
los días. A la hora de la muerte bendecirán el día y la hora en que
aceptaron mi consejo. Y después de haber sembrado en las bendiciones de
Jesús y de María, cosecharán las bendiciones eternas: A siembra generosa,
cosecha generosa (2Cor 9,6).
6. Recitación del "Magnificat"
255. Sexta práctica. Recitarán frecuentemente el Magnificat -a ejemplo de la
Beata María d'Oignies y de muchos otros santos- para agradecer a Dios las
gracias que otorgó a la Santísima Virgen. El Magnificat es el único cántico
compuesto por la Santísima Virgen, o mejor, en Ella por Jesucristo, que
hablaba por boca de María. Es el mayor sacrificio de alabanza que Dios ha
recibido en la ley de la gracia. Es el más humilde y reconocido; a la vez,
el más sublime y elevado de todos los cánticos. En él hay misterios tan
grandes y ocultos, que los ángeles los ignoran.
Gersón 18 -tan piadoso como sabio-, después de haber empleado gran parte de
su vida en componer tratados tan llenos de erudición y piedad sobre materias
tan difíciles, no pudo menos de temblar al emprender, hacia el final de su
vida, la explicación del Magnificat, a fin de coronar con ésta todas sus
obras. En un volumen infolio, nos refiere muchas y admirables cosas de este
hermoso y divino cántico. Entre otras, afirma que la Santísima Virgen lo
rezaba con frecuencia, y particularmente en acción de gracias después de la
sagrada comunión.
El sabio Benzonio 19, al explicar el Magnificat, refiere muchos milagros
obrados por su virtud, y dice que los diablos tiemblan y huyen cuando oyen
estas palabras del Magnificat: El hace proezas con su brazo, dispersa a los
soberbios de corazón (Lc 1,51).
7. Menosprecio del mundo
256. Séptima práctica. Los fieles servidores de María deben poner gran
empeño en menospreciar, aborrecer y huir de la corrupción del mundo y
servirse de las prácticas de menosprecio de lo mundano que hemos indicado en
la primera parte 20.
B. PRACTICAS PARTICULARES E INTERIORES PARA LOS QUE QUIEREN SER PERFECTOS
257. Además de las prácticas exteriores de esta devoción que acabamos de
exponer -no hay que omitirlas por negligencia ni desprecio, en la medida que
lo permitan el estado y la condición de cada uno-, existen también prácticas
interiores que tienen gran eficacia santificadora para aquellos a quienes el
Espíritu Santo llama a una elevada perfección 21.
Todo se resume en obrar siempre: por María, con María, en María y para
María, a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en
Jesucristo y para Jesucristo.
1. Obrar por María o conforme al espíritu de María
258. 1. Hay que realizar las propias acciones por María, es decir, es
preciso obedecer en todo a María, moverse en todo a impulso del espíritu de
María, que es el Santo Espíritu de Dios. Hijos de Dios son todos y sólo
aquellos que se dejan llevar por el Espíritu de Dios (Rm 8,14). Los que son
conducidos por el espíritu de María, son hijos de María y, por consiguiente,
hijos de Dios, como ya hemos demostrado 22. Y, entre tantos devotos de la
Santísima Virgen, sólo son verdaderos y fieles devotos suyos los que se
dejan conducir por su espíritu.
He dicho que el espíritu de María es el espíritu de Dios, porque Ella no se
condujo jamás por su propio espíritu, sino por el espíritu de Dios, el cual
se posesionó en tal forma de Ella que llegó a ser su propio espíritu. Por
ello, las palabras de San Ambrosio: "More en cada uno el alma de María, para
engrandecer al Señor; more en cada uno el espíritu de María, para
regocijarse en Dios".
¡Qué dichoso quien -a ejemplo del piadoso hermano jesuita Alfonso Rodríguez
23, muerto en olor de santidad- se halla totalmente poseído y es conducido
por el espíritu de María! ¡Espíritu que es suave y fuerte, celoso y
prudente, humilde e intrépido, puro y fecundo!
259. Para dejarte conducir por el espíritu de María es preciso que:
1) antes de obrar -por ejemplo, antes de orar, celebrar la misa o participar
en ella, comulgar, etc.- renuncies a tu propio espíritu, a tus propias luces
y voluntad. Porque las tinieblas de tu propio espíritu y la malicia de tu
propia voluntad y operaciones son tales que, si las sigues, por excelentes
que te parezcan, obstaculizarán al santo espíritu de María;
2) te entregues al espíritu de María para ser movilizado y conducido por él
de la manera que Ella quiera. Debes abandonarte en sus manos virginales,
como la herramienta en manos del obrero, como el laúd en manos de un
tañedor. Tienes que perderte y abandonarte a Ella como una piedra que se
arroja al mar; lo cual se hace sencillamente y en un momento con una simple
mirada del espíritu, un ligero movimiento de la voluntad o pocas palabras,
diciendo, por ejemplo: "¡Renuncio a mí mismo y me consagro a ti, querida
Madre mía!". Y, aun cuando no sientas ninguna dulzura sensible en este acto
de unión, no por ello deja de ser verdadero; igual que si dijeras -¡no lo
permita Dios!-: "Me entrego al diablo", con toda sinceridad, aunque lo digas
sin inmutarte sensiblemente, pertenecerías realmente al diablo;
3) durante la acción y después de ella, renueves de tiempo en tiempo el
mismo acto de ofrecimiento y unión. Y cuanto más lo repitas, más pronto te
santificarás y llegarás a la unión con Jesucristo. Unión que sigue siempre a
la unión con María, dado que el espíritu de María es el espíritu de Jesús.
2. Obrar con María o a imitación de María
260. 2. Hay que realizar las propias acciones con María, es decir, mirando a
María como el modelo acabado de toda virtud y perfección 24, formado por el
Espíritu Santo 25 en una pura creatura, para que lo imites según tus
limitadas capacidades 26. Es, pues, necesario que en cada acción mires cómo
la hizo o la haría la Santísima Virgen si estuviera en tu lugar.
Para esto debes examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó
durante toda su vida, y particularmente 27: 1) su fe viva, por la cual creyó
sin vacilar en la palabra del ángel y siguió creyendo fiel y constantemente
hasta el pie de la cruz en el Calvario; 2) su humildad profunda, que la
llevó siempre a ocultarse, callarse, someterse en todo y colocarse en el
último lugar; 3) su pureza totalmente divina, que no ha tenido ni tendrá
igual sobre la tierra. Y, finalmente, todas sus demás virtudes.
Recuerda -te lo repito- que María es el grandioso y único molde de Dios apto
para hacer imágenes vivas de Dios a poca costa y en poco tiempo. Quien halla
este molde y se pierde en él, muy pronto se transformará en Jesucristo, a
quien este molde representa perfectamente 28.
3. Obrar en María o en íntima unión con Ella
261. 3. Hay que realizar las propias acciones en María.
Para comprender bien esta práctica es preciso recordar:
1) Que la Santísima Virgen es el verdadero paraíso terrestre del nuevo Adán.
El antiguo paraíso era solamente una figura de éste 29. Hay en este paraíso
riquezas, hermosuras, maravillas y dulzuras inexplicables, dejadas en él por
el nuevo Adán, Jesucristo. Allí encontró El sus complacencias durante nueve
meses, realizó maravillas e hizo alarde de sus riquezas con la magnificencia
de un Dios. Este lugar santísimo fue construido solamente con una tierra
virginal e inmaculada, de la cual fue formado y alimentado el nuevo Adán,
sin ninguna mancha de inmundicia, por obra del Espíritu Santo que en él
habita. En este paraíso terrestre se halla el verdadero árbol de vida, que
produjo a Jesucristo, fruto de vida; allí, el árbol de la ciencia del bien y
del mal, que ha dado la luz al mundo. Hay en este divino lugar árboles
plantados por la mano de Dios, regados por su unción celestial, y que han
dado, y siguen dando día tras día, frutos de exquisito sabor. Hay allí
jardines esmaltados de bellas y diferentes flores de virtud que exhalan un
perfume tal, que embalsama a los mismos ángeles. Hay en este lugar verdes
praderas de esperanza, torres inexpugnables de fortaleza, moradas llenas de
encanto y seguridad, etc.
Sólo el Espíritu Santo puede dar a conocer la verdad que se oculta bajo
estas figuras de cosas materiales.
Se respira en este lugar un aire puro e incontaminado de pureza, brilla el
día hermoso y sin noche de la santa humanidad, irradia el sol hermoso y sin
sombras de la divinidad, arde el horno encendido e inextinguible de la
caridad -en el que el hierro se inflama y transforma en oro-, corre
tranquilo el río de la humildad, que brota de la tierra y, dividiéndose en
cuatro brazos, riega todo este delicioso lugar: son las cuatro virtudes
cardinales.
262. 2) El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama también a la
Santísima Virgen: 1- la puerta oriental, por donde entra al mundo y sale de
él el Sumo Sacerdote, Jesucristo; por ella entró la primera vez y por ella
volverá la segunda; 2- el santuario de la divinidad, la mansión de la
Santísima Trinidad, el trono de Dios, el altar y templo de Dios, el mundo de
Dios. Epítetos y alabanzas muy verdaderos cuando se refieren a las
diferentes maravillas y gracias que el Altísimo ha realizado en María (ver
Ez 44,1-3; Sl 87 [86],1; Is 6,1-4.¡Qué riqueza! ¡Qué gloria! ¡Qué delicia!
¡Qué dicha! ¡Poder entrar y permanecer en María, en quien el Altísimo colocó
el trono de su gloria suprema!
263. Pero ¡qué difícil es a pecadores como nosotros obtener el permiso,
capacidad y luz suficientes para entrar en lugar tan excelso y santo,
custodiado ya no por un querubín -como el antiguo paraíso terrenal-, sino
por el mismo Espíritu Santo, que ha tomado posesión de él y dice: ¡Eres
jardín cerrado, hermana y novia mía; eres jardín cerrado, fuente sellada!
(Ct 4,12).¡María es jardín cerrado! ¡María es fuente sellada! ¡Los
miserables hijos de Adán y Eva, arrojados del paraíso terrenal, no pueden
entrar en este nuevo paraíso sino por una gracia excepcional del Espíritu
Santo que ellos deben merecer 30.
264. Después de haber obtenido, mediante la fidelidad, esta gracia insigne,
te es necesario permanecer encantado en el hermoso interior de María,
descansar allí con seguridad y perderte en él sin reserva, a fin de que en
este seno virginal: 1- te alimentes con la leche de la gracia y misericordia
maternal de María; 2- te liberes de toda turbación, temor y escrúpulo; 3- te
pongas a salvo de todos tus enemigos: demonio, mundo y pecado, que jamás
pudieron entrar en María. Por esto dice Ella misma: Los que obran por mí no
pecarán (Eclo 24,30) 31; esto es, los que permanecen espiritualmente en la
Santísima Virgen no cometen pecado considerable; 4- te formes en Jesucristo,
y Jesucristo sea formado en ti. Porque el seno de María -dicen los Padres-
es la sala de los sacramentos divinos, donde se han formado Jesucristo y
todos los elegidos: Uno por uno, todos han nacido en Ella (Sl 87 [86],5 32.
4. Obrar para María o al servicio de María
265. 4. Finalmente, hay que hacerlo todo para María.
Estando totalmente consagrado a su servicio, es justo que lo realices todo
para María, como lo harían el criado, el siervo y el esclavo respecto de su
patrón. No que la tomes por el fin último de tus servicios -que lo es
únicamente Jesucristo-, sino como el fin próximo, ambiente misterioso y
camino fácil para llegar a El.
Conviene, pues, que no te quedes ocioso, sino que actúes como el buen siervo
y esclavo. Es decir, que, apoyado en su protección, emprendas y realices
grandes empresas por esta augusta Soberana. En concreto, debes defender sus
privilegios cuando se los disputan; defender su gloria cuando la atacan;
atraer, a ser posible, a todo el mundo a su servicio y a esta verdadera y
sólida devoción; hablar y levantar el grito contra quienes abusan de su
devoción para ultrajar a su Hijo y -al mismo tiempo- establecer en el mundo
esta verdadera devoción; y no esperar, en recompensa de tu humilde servicio,
sino el honor de pertenecer a tan noble Princesa y la dicha de vivir unido,
por medio de Ella, a Jesús, su Hijo, con lazo indisoluble en el tiempo y la
eternidad.
¡GLORIA A JESUS EN MARIA!
¡GLORIA A MARIA EN JESUS!
¡GLORIA A SOLO DIOS!
NOTAS:
1 Ver san Francisco de Sales, Tratados
Espirituales.
2 San Gregorio Magno, Homilías.
3 A fines del siglo pasado (1899), Mons. Dehamel
instituía en Ottawa (Canadá), la primera "Cofradía de María, Reina de los
Corazones". San Pío X (1913) daba el título de "Archicofradía" a la filial
de Roma. En 1955, la Santa Sede aprobó también la rama de los "Sacerdotes de
María", que en Francia llegó a contar incluso con una floreciente Revista.
4 Ver VD 78-79.
5 San Agustín.
6 Ver VD 16-36; 83-89.
7 Ver VD 61-77.
8 VD 266-273.
9 Fórmula inspirada en san Buenaventura.
10 La medalla y su cadena pueden remplazarlas.
11 Ver VD 68ss
12 Ver VD 170.
13 Luis Tronsón (1622-1700), a quien Montfort
consultó al respecto.
14 San Ambrosio.
15 Ver VD 6.
16 Sobre el Rosario y sus oraciones, ver El
Secreto Admirable del smo. Rosario.
17 Ver SAR 46-48.
18 Juan Gersón (1363-1489).
19 Benzonio Rutilio, obispo de Loreto (+ 1613).
20 Esa "primera parte" ha desaparecido.
21 Ver SM 60; VD 119-226.
22 VD 29-30.
23 San Alfonso Rodríguez (1533-1617), canonizado
el 15 de enero de 1888 por León XIII.
24 Ver LG 65; Signum Magnum 14-15; MC 37.
25 Ver LG 56.
26 María, tan cercana a Dios y tan próxima a
nosotros, nos conforta para llegar a un encuentro más íntimo con Cristo.
27 Ver VD 108.
28 Ver SM 16-18; VD 219-221.
29 Aplicación espiritual de Gn 2,8; ver VD 6.
30 Ver SM 52.
31 Ver VD 175.
32 Ver VD 32.
CAPITULO VI
PRACTICA DE ESTA DEVOCION EN LA SAGRADA COMUNION
A. ANTES DE LA COMUNION
266. 1. Humíllate profundamente delante de Dios.
2. Renuncia a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que
te las haga ver el amor propio.
3. Renueva tu consagración, diciendo: "Soy todo tuyo, ¡oh María!, y cuanto
tengo es tuyo" 1.
4. Suplica a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en
él a su Hijo con sus propias disposiciones. Hazle notar cuánto importa a la
gloria de su Hijo que no entre en un corazón tan manchado e inconstante como
el tuyo, que no dejaría de menoscabar su gloria y hasta llegaría a apartarse
de El. Pero que, si Ella quiere venir a morar en ti para recibir a su Hijo,
puede hacerlo, por el dominio que tiene sobre los corazones 2, y que su hijo
será bien recibido por Ella, sin mancha ni peligro de que sea rechazado:
Teniendo a Dios en medio, no vacila 3.
Dile con absoluta confianza que todos los bienes que le has dado valen poco
para honrarla. Pero que por la sagrada comunión quieres hacerle el mismo
obsequio que le hizo el Padre eterno; obsequio que la honrará más que si le
dieses todos los bienes del mundo.
Dile, finalmente, que Jesús, que la ama en forma excepcional, desea todavía
complacerse y descansar en Ella, aunque sea en tu alma, más sucia y pobre
que el establo de Belén en donde Jesús se dignó nacer, porque allí estaba
Ella. Pídele su corazón con estas tiernas palabras: ¡Tú eres mi todo, ¡oh
María!; préstame tu corazón! 4.
B. EN LA COMUNION
267. Dispuesto ya a recibir a Jesucristo, después del padrenuestro le dirás
tres veces: Señor, no soy digno, etc.;como si dijeses la primera vez al
Padre eterno que no eres digno de recibir a su Hijo a causa de tus malos
pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno; pero que ahí está
María, su esclava, que ruega por ti y te da confianza y esperanza singulares
ante su Majestad: Porque tú solo me haces vivir tranquilo (Sl 4,10).
268. Al Hijo le dirás: Señor, no soy digno, etc.; que no eres digno de
recibirle a causa de tus palabras inútiles y malas y de tu infidelidad en su
servicio, pero que, no obstante, le suplicas tenga piedad de ti, que le
introducirás en la casa de su propia Madre, que es también tuya, y que no le
dejarás partir hasta que venga a habitar en ella: Lo agarré, y ya no lo
soltaré hasta meterlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me
llevó en sus entrañas (Ct 3,4). Ruégale que se levante y venga al lugar de
su reposo y al arca de su santificación: Levántate, Señor; ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder (Sl 131 [130],8). Dile que no confías lo más
mínimo en tus méritos, ni en tus fuerzas y preparación -como Esaú-, sino en
los de María, tu querida Madre -como el humilde Jacob en los cuidados de
Rebeca-; que, por muy pecador y Esaú que seas, te atreves a acercarte a su
santidad apoyado y adornado con los méritos y virtudes de su santísima Madre
5.
269. Al Espíritu Santo le dirás: Señor, no soy digno; que no eres digno de
recibir la obra maestra de su amor a causa de la tibieza y maldad de tus
acciones y de la resistencia a sus inspiraciones, pero que toda tu confianza
está en María, su fiel Esposa. Dile con San Bernardo: "Ella es mi suprema
confianza y la única razón de mi esperanza". Puedes también rogarle que
venga a María, su indisoluble Esposa. Dile que su seno es tan puro y su
corazón está tan inflamado como nunca, y que, si no desciende a tu alma, ni
Jesús ni María podrán formarse en ella ni ser en ella dignamente hospedados.
C. DESPUES DE LA SAGRADA COMUNION
270. Después de la sagrada comunión, estando recogido interiormente y
cerrados los ojos, introducirás a Jesucristo en el corazón de María. Se lo
entregarás a su Madre, quien lo recibirá con amor, lo tratará como El lo
merece, lo adorará con todo su ser, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que
desconocemos a causa de nuestras espesas tinieblas.
271. O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en
presencia de Jesús que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la
puerta del palacio del Rey, quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos
hablan entre sí, dado que no te necesitan, subirás en espíritu al cielo e
irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias, adoren y
amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos,etc. (Sl 94 [93],6).
272. O pedirás tú mismo a Jesús, en unión con María, la llegada de su reino
a la tierra por medio de su santísima Madre, o la divina Sabiduría, o el
amor divino, o el perdón de tus pecados, o alguna otra gracia, pero siempre
por María y en María, diciendo mientras fijas los ojos en tu miseria: No
mires, Señor, mis pecados (ver Sl 51 [50],11), sino las virtudes y méritos
de María. Y, acordándote de tus pecados, añadirás: Es obra de un enemigo (Mt
13,28). Yo soy mi mayor enemigo, yo cometí esos pecados. O también: Sálvame
del hombre traidor y malvado (Sl 43 [42],1), que soy yo mismo. O bien:
"Jesús mío, conviene que tú crezcas en mi alma y que yo disminuya" (ver Jn
3,30). María, es necesario que tú crezcas en mi alma y que yo sea menos que
nunca. Crezcan y multiplíquense (Gn 1,28). ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Crezcan en
mí! ¡Multiplíquense fuera, en los demás!
273. Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere, y te sugerirá
también a ti, si eres de verdad hombre interior, mortificado y fiel a la
excelente y sublime devoción que acabo de enseñarte. Pero acuérdate de que
cuanto más permitas a María obrar en tu comunión, tanto más glorificado será
Jesucristo. Y de que tanto más dejas obrar a María para Jesús, y a Jesús en
María, cuanto más profundamente te humilles y los escuches en paz y
silencio, sin inquietarte por ver, gustar o sentir. Porque el justo vive en
todo de la fe, y particularmente en la sagrada comunión, que es acto de fe:
Mi justo vive de su fidelidad (Heb 10,38).
NOTAS:
1 VD 233.
2 VD 205-206.
3 Asociación de Jn 19,27 y Pr 23,26.
4 Sl 4,10.
5 Ver VD 205-206.