La Ambición de cara a la vocación sacerdotal y religiosa
La meta de muchos es progresar en la vida. Por eso te esfuerzas y trabajas
duro. En esta línea de ver la vida la vocación sacerdotal y religiosa puede considerarse entonces
como un medio para tener una "carrera", para ascender en la escala social,
para llegar a ser profesional, para ocupar una posición de respeto. ¡A lo
mejor puedes llegar a ser Superior o Obispo o Papa! Así la vocación no es
nada más que un instrumento de tu ambición.
La ambición tiene consecuencias
funestas.
Una cosa llama a la otra. El que ambiciona engaña, amenaza, arrebata,
miente, roba, todo para conseguir lo que ansía. El hombre ambicioso es
absorbido cada vez más por el engranaje de su ambición.
Uno puede decir: "Yo me hago sacerdote porque mi familia es pobre. Así, de
manera noble, contribuiré a su sustento".
Crudamente dicho: te haces sacerdote por dinero. Si quieres sustentar a tu
familia busca un trabajo pero no envilezcas la vocación con billetes.
En la Biblia no hablan muy bien de estos tipos. Un tal Simón vio cómo por
imposición de manos de los Apóstoles los creyentes de Samaria recibieron el
Espíritu Santo. Siendo mago le parecía algo estupendo tener este poder para
progresar en su profesión. Les ofreció un negocio: "Yo les doy buena plata y
ustedes me dan este poder".
¿Quieres conocer la respuesta de Pedro a la oferta de Simón?
Pedro le contestó: "Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues has
pensado que el don de Dios se compra con dinero. En este asunto no tienes tú
parte ni herencia, pues tu corazón no es recto delante de Dios.
Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te
perdona ese pensamiento de tu corazón; porque veo que tú estás en hiel de
amargura y en ataduras de iniquidad" (Hechos 8, 20-23).
Está clara la cosa: No se puede hacer el mal para lograr algo bueno.
Alguién que lucha por los pobres hace bien porque actúa por amor. Pero
alguién que lucha por los pobres para enriquecerse no ama a los pobres y en
ellos a Cristo, ama el dinero sea para quien sea.
Todos los sacerdotes participan del único sacerdocio de Jesucristo,
sacerdocio que tuvo un momento culminante en su entrega
en la cruz
por los hombres.
El llamado al sacerdocio es un llamado a participar en su entrega y a
continuar el servicio de Cristo
a los demás.
En el sacerdocio ni los sentimentales ni los ambiciosos
tienen cabida porque
Ambición y sentimentalismo tienen un apellido común: