Kiko Argüello explica su experiencia a «Famiglia Cristiana»: «Con los pobres tuve la certeza de que Dios existe, de que es amor... ¡y quedé muy sorprendido!»
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Famiglia Cristiana, ReL 8 febrero 2013
Kiko ya había abandonado sus lecturas nihilistas: Nietzsche, Sartre,
Camus... pero sus preguntas sobre el mal le atormentaban. La respuesta no
fue intelectual, fue vivencial, en las chabolas. ¿Qué dice Kiko Argüello en su libro «El Kerigma»?
Algunos
pasajes del mismo.
Introducción
[Este jueves 7 de febrero comenzó a distribuirse en Italia la versión
italiana del best seller El kerigma, de Kiko Argüello (Buenas Letras). Ha
sido publicado por la editorial San Paolo y a la gran expectación con la
obra ha responido la revista Famiglia Cristiana con una extensa entrevista
que reproducimos a continuación en su integridad.]
Habla como pinta. Destila palabras y silencios con el mismo estudiado
cuidado que utiliza al escoger los objetos, los colores y la luz de sus
cuadros. Francisco José Gómez Argüello, conocido por todos simplemente como
“Kiko”, cuenta su historia y la del Camino Neocatecumenal en el Centro
Internacional Siervo de Yavé de Porto San Giorgio, en la provincia de Fermo,
ante un cuadro en el que ha pintado los principales hechos de la vida
terrena de Jesús, desde el pesebre de Belén al sepulcro vacío, sello de la
Resurrección; más de veinte metros de historia sagrada que por tramos y por
proximidad cromática parecen un compendio de la pintura occidental, desde
Giotto a Matisse, pasando por Picasso.
Pobreza, embrutecimiento moral, sustancial ignorancia de Dios: el Camino
Neocatecumenal comenzó a tomar forma en los años sesenta en la periferia más
mísera de Madrid.
-¿Qué llevó a un burgués de buena familia como usted a irse a vivir
a un lugar como aquél?
-A lo largo de mi vida he tenido varios encuentros con el Señor.
Uno de los más importantes fue allí, ante el sufrimiento de los inocentes.
Yo tenía mi estudio de pintor junto a la plaza de España en Madrid. La
Navidad solía festejarla con mis padres. Un año entré en la cocina y vi a la
mujer que trabajaba en casa de asistenta, llorando.
- ¿Qué había ocurrido?
- Su marido era alcohólico. Pegaba a sus hijos. El mayor se había
enfrentado a él alguna vez con un cuchillo. Estaba aterrorizada por la idea
de que se mataran. Yo no sabía cómo ayudarla. ‘Venga a hablar con mi
marido’, me pidió. Fui y quedé impresionado por el lugar donde vivían: un
arrabal polvoriento y sucio.
Yo, que me había vuelto a acercar a la fe y a la Iglesia, pero que seguía
atormentado por miles de dudas, los acompañé a los Cursillos de Cristiandad.
Él quedó sorprendido al verme hablar de Jesucristo. Aceptó lo de intentar
dejar la bebida, cosa que consiguió unos meses más tarde. Luego,
lamentablemente, volvió a las andadas. Trabajaba de barrendero. La costumbre
era tomarse una copa al final de la jornada. Pero las copas empezaron a ser
dos, luego tres… cuatro… Cuando volvía a casa borracho se volvía violento.
Su mujer entonces me llamaba, y yo era el único que la escuchaba. Pero
aquello no podía seguir así.
- ¿Y qué hizo?
- Pensé que Dios me estaba pidiendo que me fuera a vivir con
aquella familia, ayudándole a él a mantener el trabajo y a vencer la
esclavitud del alcohol, y defendiendo a los más débiles de la casa: aquella
mujer y sus hijos. Y sin darle más vueltas, me fui. La cocina estaba llena
de gatos. La miseria y la degradación reinaban dentro y fuera. Yo estaba
atormentado: ¿por qué aquella gente sufría tanto? ¿Por qué Dios permitía
aquel calvario? Mi mente y mi corazón estaban heridos por los conceptos de
los que, en mi periodo agnóstico, consideraba mis maestros: Friedrich
Nietzsche, Albert Camus y Jean- Paul Sartre.
-¿Qué quiere decir exactamente?
- Parafraseando a Nietzsche, se podía afirmar: si Dios no quiere
ayudarlos, es que es un monstruo; y si no puede, es que no existe. Frases
envenenadas. ¿Podía Dios ayudar a aquella mujer o no? ¿Y si podía, por qué
no lo hacía? ¿Dios existe? Al final abandoné todas estas preguntas.
¿Sabes lo que vi? En aquella mujer vi a Cristo, de la misma manera que he
visto a Cristo en la mujer con párkinson, abandonada por su marido y con un
hijo demente que por allí cerca arrastraba una existencia miserable,
viviendo de limosna. Vi el misterio de Cristo que carga sobre sí el dolor
del mundo y lo redime.
La búsqueda intelectual y filosófica de Dios me habían me habían hecho
encallar. El encuentro con los pobres, los marginados, los enfermos; el
vaciamiento interior progresivo, las humillaciones: fue entonces cuando Dios
se manifestó. Tuve la íntima certeza de que existía. Y de que era amor. Y me
quedé enormemente sorprendido, lo digo sinceramente. De pronto me sentí
apaciguado, sereno. Y libre. ¡Si Dios existe, yo también existo! Después me
llamaron para hacer el servicio militar y me mandaron a África.
- Y cuando volvió a Madrid se fue con los gitanos…
- Un asistente social me indicó la zona de Palomeras Altas, donde,
entre muchas otras, había una chabola de tablones de madera. Me dijo, métete
ahí. Y me mudé con una Biblia y la guitarra. Y allí, entre gitanos,
prostitutas y desechos humanos comenzó todo.
Era el año 1964. Yo quería vivir en las chabolas como Charles de Foucauld,
en contemplación, adorando a Jesús crucificado en los más pobres. Pensaba:
si mañana Cristo volviese me gustaría que me encontrara al pie de los
inocentes, crucificados por los pecados de los demás. Así fue como me quedé
a vivir entre los pobres.
-Pero no siguió en los Cursillos de Cristiandad, ni se hizo Hermano
de Charles de Foucauld, sino que dio inicio al Camino. ¿Cómo ocurrió?
-Debo mucho a ambas experiencias. Creo poder decir que fue Dios el
que quiso que yo, junto a otros, sobre todo a Carmen Hernández, que ha sido
tan importante por su formación teológica y misionera, pudiese poner en
marcha una nueva síntesis teológico–catequética.
Los pobres nos han obligado a elaborar nuevas formas de predicación. Una
vez, un patriarca gitano me llevó a una cueva ennegrecida por el humo de las
velas y del carbón que utilizaban para calentarse. Me pidió que hablara de
Dios ante un grupo de gitanos que se habían reunido allí. Yo me sentía
indigno y me resistía. Pero su madre fue tajante: ‘¿Ha visto alguna vez a un
muerto volver del cementerio? Mi padre está bajo tierra, y también mi
abuelo. ¿Ha visto usted a alguno de ellos regresar con vida? ¿No? Entonces
no le escucho’.
Aquella mujer me ayudó, a mí y a todos nosotros, a redescubrir el kerygma,
palabra griega con la que se indica el corazón del mensaje evangélico: el
anuncio del Dios que se hace hombre, muere y resucita para nuestra
salvación.
- ¿Qué es el Camino?
- Es una iniciación cristiana. Frente a un mundo completamente
secularizado que ha perdido a Dios es necesario comprender a fondo qué
significa creer. El Camino tiene diversas etapas y puede durar hasta treinta
años, el tiempo que separa el nacimiento de Jesús del inicio de su
predicación pública. Baja mucho a lo concreto.
¿Cómo se manifiesta la naturaleza divina que hemos recibido como don? ¿Acaso
pensamos que es suficiente con ir a misa los domingos o rezar de vez en
cuando? Por ejemplo: ¿cómo vivimos la llamada al perdón de los enemigos y a
no oponer resistencia al mal? Todo el Camino se funda sobre la palabra de
Dios, sobre la liturgia y sobre la comunidad, tres realidades
indisolublemente ligadas a las que llamamos el trípode.
-Y pone mucha atención en las familias…
- Es uno de los ejemplos más bellos de relación de amor. El Camino
cuenta con 842 familias enviadas en misión a los diversos continentes, hijos
incluidos. Unas cincuenta de ellas están en China.
- Hace años algunos dijeron que repetíais el Bautismo...
- No. Pero sí es cierto que profundizamos en los diversos ritos que
componen el Bautismo para que todos sean conscientes de lo que significa y
de lo que conlleva ser criaturas nuevas en el Señor.
- Estáis arraigados en muchas parroquias. Y aquí y allá surgen
problemas…
- Nosotros ofrecemos nuestra experiencia y estamos listos para
colaborar con los párrocos que, por otra parte, saben que pueden contar con
nosotros, porque somos puerto de amarre de muchos no creyentes, los llamados
alejados. Las incomprensiones, cuando se dan, nacen a menudo del
desconocimiento de quiénes somos verdaderamente, y de qué es lo que hacemos.
Y esto vale también para los obispos que nos hostigan. La Iglesia, madre y
maestra de todos, nos ha seguido y alentado en las personas de los Papas de
los últimos decenios: Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
-¿Y con las demás realidades eclesiales cómo se llevan? ¿Hay
colaboración, competitividad, o desencuentro?
-Estamos en comunión con Comunión y Liberación, el Opus Dei y
tantas otras realidades, incluidas la Comunidad de San Egidio y los
Focolares. Ciertamente, si alguna realidad deja de tener como brújula la
Biblia y el Magisterio y escoge puntos de referencia más mundanos o
políticos, no nos tendrá de su lado.
-¿El arte es un camino o un obstáculo para llegar a Dios?
-El arte es una manifestación, una expresión del amor. El arte es
relación. Y nos remite a la relación en la cual se funda la Trinidad. Y la
Iglesia. Tomemos ejemplo de la creación tal como nos viene presentada por el
libro del Eclesiástico, capítulo 42: Todas las cosas van de a par, una
enfrentando a la otra; el Señor no ha hecho nada imperfecto. La una destaca
a la otra: ¿quién se cansará de contemplar su gloria?
En mi evolución personal estoy intentando conjugar al máximo la pintura
occidental con la oriental, fascinado por esta última que no tiene
perspectiva, ni punto focal, ni calcula proporciones, que no se presenta
como una ventana entreabierta por la que podemos mirar de reojo lo sagrado,
sino, –cómo decirlo– que comunica con serena certeza una noticia: Dios
existe, se presenta, aquí lo tenéis.
- ¿Cómo estáis viviendo el año de la fe?
- Alternando la actividad ordinaria con los eventos especiales.
Queremos anunciar el evangelio en la calle. Entre Pascua y Pentecostés, solo
en Roma lo haremos en más de cien plazas.