EL PASTOR DE HERMAS: Texto completo
Visión Primera
[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de
muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana.
Después de cierto tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y
la saqué del río. Y, al ver su hermosura, razoné en mi corazón, diciendo:
«Cuán feliz sería si tuviera una esposa así, en hermosura y en carácter.» Y
reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después de cierto tiempo, cuando
estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de Dios por su
grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el
Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual
no podía pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por
hendiduras a causa de las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río,
llegué a un país llano, y me arrodillé, y empecé a orar al Señor y a
confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió el cielo vi a la
señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo: «Buenos
días, Hermas». Y, mirándola, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces
ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus
pecados delante del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?»
«No», dijo ella, «pero oye estas palabras que te diré. Dios, que reside en
los cielos, y creó de la nada las cosas que son, y aun las aumentó y
multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado contigo, porque pecaste
contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué forma? ¿Te
dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre como
si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste
acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me
dijo: «El deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es
un acto malo para un justo si el mal deseo entra en su corazón? Es
verdaderamente un pecado, y un pecado grande», dijo ella; «porque el justo
tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus propósitos son rectos, pues,
su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al Señor fácilmente
propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos en sus
corazones, se acarrean la muerte y la cautividad, especialmente los que
reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y
no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán,
siendo así que no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y
su vida. Pero ora a Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y
de todos los santos.»
[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y
yo fui presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este
pecado es consignado contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a
propiciar a Dios por mis pecados que son patentes y burdos? ¿O con qué
palabras voy a rogar al Señor que me sea propicio?» En tanto que consideraba
y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante de mí una gran silla
blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en vestido
resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó:
«Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días,
señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres
paciente y bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan
caído en tu mirada y distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de
las palabras de una dama excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella
dijo: «¡En modo alguno sea así en un siervo de Dios! Sin embargo, el
pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En los siervos de Dios una
intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e insano, en un
espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y
especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y
está lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.
[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con
miras a que puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor
y contra vosotros sus padres. Pero por apego a tus hijos tú no les
amonestaste, sino que toleraste que se corrompieran de un modo espantoso.
Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él quiere curar todos tus
pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a causa de sus
pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este mundo.
Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te
corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino
que cobres ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero
trabajando a martillazos triunfa en la tarea que quiere, así también el
recto discurso repetido diariamente vence todo mal. No dejes, pues, de
reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de todo corazón,
serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que hubieron
cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?»
Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las
glorias de Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder
de recordar; porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre
puede resistir. Sin embargo, recordé las últimas palabras, porque eran
apropiadas para nosotros y suaves. «He aquí, el Dios de los ejércitos, que
con su poder grande e invisible y con su gran sabiduría creó el mundo, y con
su glorioso propósito revistió su creación de hermosura, y con su palabra
estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y con su propia
sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también
bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y
todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda
cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y
cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con gran fe.»
[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron
cuatro jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces
ella me dijo que me acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo
que te leí?» Y yo le dije: «Señora, estas últimas palabras me agradaron,
pero las primeras eran difíciles y duras.» Entonces ella me habló y me dijo:
«Estas últimas palabras son para los justos, pero las primeras eran para los
paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba hablando, aparecieron dos
hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y partieron hacia el
punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir y,
mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»
Visión Segunda
[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y
recordaba mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un
Espíritu, y se me llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al
lugar, caí de rodillas y empecé a orar al Señor, y a glorificar su nombre,
porque me había tenido por digno, y me había dado a conocer mis pecados
anteriores. Pero después que me hube levantado de orar, vi delante de mí a
la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando y leyendo un
librito. Y ella me dijo: «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de
Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el
librito, para que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de
devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié
letra por letra; porque no podía descifrar las sílabas. Cuando hube
terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro de la
mano; pero no pude vér quién lo había hecho.
[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor
fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo
que estaba escrito: «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han
blasfemado del Señor, y han traicionado a sus padres a causa de sus grandes
maldades, sí, han conseguido el nombre de traidores de los padres, y, con
todo, no sacaron provecho de su traición; y aun añadieron a sus pecados
actos inexcusables y maldades excesivas; así que la medida de sus
transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus
hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado
en el uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado
a conocer todas estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara,
entonces todos los pecados que ellos han cometido con anterioridad les serán
perdonados; sí, y también a todos los santos que han pecado hasta el día de
hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan la doblez de ánimo de su
corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus
elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete
pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento
para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido
para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento
hasta el último día. Por consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la
Iglesia, que enderecen sus caminos en justicia, para que puedan recibir en
pleno las promesas con gloria abundante. Los que obráis justicia, pues,
estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser admitidos con
los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con
paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida.
Porque el Señor juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a
su Señor serán rechazados de su vida, incluso los que ahora están a punto de
negarle en los días venideros; pero a los que le negaron antes de ahora, a
ellos les fue concedida misericordia por causa de su gran bondad.
[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas
que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus
pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos
que les guardes rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte.
Pero tú, Hermas, has pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de
las transgresiones de tu familia, debido a que no te cuidaste de ellos.
Porque tú les descuidaste, y te mezclaste a ellos con tus propias
actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no te apanes
del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado
si permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan
en inocencia y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten
hasta la vida eterna. Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca
serán destruidos. Pero tú dirás a Máximo: "He aquí viene tribulación (sobre
ti) si tú crees apropiado negarme por segunda vez. El Señor está cerca de
todos los que se vuelven a Él, como está escrito en Eldad y Modat, que
profetizaron al pueblo en el desierto"»
[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me
hizo una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora
anciana, de la cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te
equivocas», me dijo, «no lo es». «¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá»,
dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de avanzada edad?» «Porque», me
contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas; ésta es la causa de su
edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi una visión en mi
casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los
ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó,
«porque tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las
palabras, será dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto,
tú escribirás dos libritos, y enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y
Clemente lo enviará a las ciudades extranjeras, porque éste es su deber; en
tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y huérfanos. Pero tú leerás (el
libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden sobre la Iglesia.»
Visión Tercera
[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar
con frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había
prometido mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a
la señora anciana, y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y
estás ansioso de conocer todas las cosas, ven al campo donde resides, y
hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te mostraré lo que debes ver.» Yo
le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del campo?» «Adonde quieras»,
me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero, antes de hablarle
y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui,
pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había
designado para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y
sobre el sofá había un cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino
fino.
Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré,
y me puse a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre
mí, porque estaba solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria de Dios, y me
animé, me arrodillé y confesé mis pecados al Señor una vez más, como había
hecho en la ocasión anterior.
Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se
quedaron de pie junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y
confesaba mis pecados al Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina
ya de rogar constantemente por tus pecados; ruega también pidiendo justicia,
para que puedas dar parte de ella a tu familia.» Entonces me levantó con la
mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes: «Id, y edifica». Y después
que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos, ella me dijo:
«Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos
primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo
quería sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo
una seña con la mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba
entonces pensando en ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido
sentarme en el lado derecho, me dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar
de la derecha es para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido
por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder sentarte con ellos; pero
así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te sentarás con
ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que
ellos sufrieron. »
[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella:
«Azotes, cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al
Nombre. Por tanto, a ellos pertenece el lado derecho de la Santidad -a
ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-. Pero para el resto hay el lado
izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se sientan a la
derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones, y
las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta
gloria. Tú, verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero
tienes muchos defectos; con todo, serás purificado de estos defectos tuyos;
sí, y todos los que no son de ánimo indeciso, serán purificados de todos sus
pecados en este día.»
Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le
rogué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido.
Entonces ella me tomó de nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar
en el sofá en el lado izquierdo, en tanto que ella se sentaba en el derecho.
Y levantando una especie de vara reluciente, me dijo: «¿Ves algo muy
grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo: «Mira, ¿no ves
enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de piedras
cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis
jóvenes que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y
algunos de ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban
entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban. Las piedras
que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada caso, tal como eran,
en el edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en sus
junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra
que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión
como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras
piedras que eran traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado,
otras las ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las lanzaban
lejos de la torre. Había también muchas piedras echadas alrededor de la
torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas tenían moho, otras
estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras eran blancas
y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a
distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en
el camino, sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras
caían en el fuego y ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a
todo, no podían rodar dentro del agua, aunque deseaban rodar y llegar al
agua.
[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa.
Yo le dije: «Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé
lo que significan?» Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al
desear conocer todo lo que se refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije,
«para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y que ellos [puedan gozarse más
y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor en gran gloria.»
Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos estarán
contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se
arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la
torre; porque te revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la
revelación; porque estas revelaciones tienen un término, siendo así que ya
han sido completadas. No obstante, no cesarás de pedirme revelaciones;
porque eres muy atrevido.
»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien
viste antes y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre,
y te lo revelaré, para que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo:
«Señora, como me consideraste digno, una vez por todas, de revelarme todas
estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me dijo: «Todo lo que se te pueda
revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con Dios, y no haya dudas
en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué es edificada
la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y
verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas
descubrirás la verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las
aguas: es porque vuestra vida es salvada y será salvada por el agua. Pero la
torre ha sido fundada por la palabra del Todopoderoso y el Nombre glorioso,
y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»
[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso.
Pero los seis jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»
«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa
alguna; a ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y
edificaran, y para ser señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es
realizada la edificación de la torre.». «Y ¿quiénes son los otros que
acarrean las piedras?» «Son también ángeles de Dios; pero estos seis son
superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será terminado, y todos
juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la torre, y
glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo
inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de
las piedras y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es
que tú entre todos los hombres seas especialmente digno de que te sea
revelado; porque hay otros antes que tú, y mejores que tú, a los cuales
deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero para que sea glorificado
el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por causa de los de
ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así o no.
Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la
verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un
fundamento seguro.
[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las
piedras que son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas
son los apóstoles y obispos y maestros y diáconos que andan según la
santidad de Dios, y ejercen su oficio de obispo, de maestro y diácono en
pureza y santidad para los elegidos de Dios, algunos de los cuales ya
duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre están de
acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por
tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que
son sacadas de la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que
encajan en sus junturas con las otras piedras que ya estaban colocadas;
éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que han sufrido por el nombre del
Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra seca, me gustaría
saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en el
edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque
anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus
mandamientos.» «Pero los que van siendo traídos y colocados en el edificio,
¿quiénes son?» «Son jóvenes en la fe, y fieles; pero fueron advertidos por
los ángeles que obren bien, porque en ellos fue hallada maldad.» «Pero los
que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes son?» «Estos han pecado,
y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran distancia de la
torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que se
arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten
ahora en tanto que se construye la torre. Este privilegio lo tienen
solamente los que se hallan cerca de la torre.
[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y
lanzados fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos
recibieron la fe hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en
ellos. Por tanto, no tienen salvación, porque no son útiles para edificar,
por razón de su maldad. Por tanto son desmenuzados y tirados por causa de la
ira del Señor, porque le provocaron a ira. En cuanto al resto de las piedras
que tú has visto echadas en gran número y que no entran en el edificio, de
ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no
permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo
tanto, son inservibles.»
«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen
discordia en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos;
tienen una apariencia de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los
malos pensamientos permanecen en sus corazones. Éstas son las rajas que
tienen las piedras. Pero las que están cortadas y son más pequeñas, éstos
han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en ellos partes de
iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»
«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron
en el edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio
y obtuso, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que
tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la
tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.» Y
yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?» Ella me
contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus
almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a
menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser
cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus
riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero
de ti mismo. Cuando tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y
provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo también eres sacado de
las mismas piedras.
[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que
caen en el camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no
hay camino, éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón
indeciso han abandonado el verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando
que pueden hallar un camino mejor, se extravían y son gravemente afligidos,
cuando andan por las regiones en que no hay camino. Pero los que caen en el
fuego y son quemados, éstos son los que finalmente se rebelaron contra el
Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el arrepentirse, por causa de
sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero los otros, que
caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres saber
cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados
en el nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida
por la verdad, cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó
ella la explicación de la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté
aún si para todas aquellas piedras que fueron rechazadas y no encajaban en
el edificio de la torre había arrepentimiento y un lugar en esta torre.
«Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta torre. Serán
encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan sufrido
tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán
sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces
serán aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que
han cometido; pero si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa
de la dureza de sus corazones.»
[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me
dijo: «¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé
en gran manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a
siete mujeres alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta
torre es sostenida por ellas, según orden del Señor. Oye ahora sus
ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por
medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que
está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia;
es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida,
porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo
mal deseo, heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?»
«Son hijas la una de la otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la
siguiente, Conocimiento; la próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la
siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas todas las obras de su madre, podrás
vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué poder tiene cada una de
ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen. Sus poderes son
dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en que
nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de
Simplicidad, Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia,
Conocimiento; de Conocimiento, Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes
y divinas. Todo aquel que sirva a estas mujeres, y tenga poder para dominar
sus obras, tendrá su morada en la torre con los santos de Dios.» Entonces le
pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación es ya ahora. Pero
ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo construida?
Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será
edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es
suficiente para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros
espíritus. Pero no te fue revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar
estas cosas a todos. Después de tres días -porque tú has de entender
primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que voy a decirte- (a ti te
encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que las oigan
y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.
[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y
reverencia, por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en
vosotros, para que pudierais ser justificados y santificados de toda maldad
y perversidad. Ahora pues, oídme y haya paz entre vosotros, y tened
consideración el uno al otro, y ayudaos el uno al otro, y no participéis de
lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino también compartid con los
que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus excesos en la comida,
acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la carne de
los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente
nutrición, y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es
perjudicial para vosotros los que tenéis y no compartís con los que tienen
necesidad. Advenid el juicio que viene. Así pues, los que tenéis más que
suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto que la torre no está
terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearéis hacer
bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os alegráis
en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se
eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis
cerrada la puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que
gobernáis la Iglesia y que ocupáis sus asientos principales, no seáis como
los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en
cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y vuestro veneno en el corazón.
Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros corazones, y mezclar
vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis conseguir
misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os
priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos
del Señor, en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a
otros, pues, y tened paz entre vosotros, que yo también pueda estar contento
delante del Padre, y dar cuenta de todos vosotros a vuestro Señor.»
[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que
edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron
el sofá y se lo llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos,
porque la tenían vuelta al otro lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que
me revelara qué significaban las tres formas en que ella se me había
aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas has de
preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos,
en mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en
una silla. En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su
cabello eran añosos, y me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta
que antes. Pero en la tercera visión era del todo joven y de extraordinaria
hermosura, y sólo su cabello se veía de edad; y estaba contenta en gran
manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy deseoso de saber la
revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la noche,
diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del
Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me
apareció un joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones,
vigila que con tu mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas
revelaciones. ¿No puedes ver otras revelaciones más poderosas que las que
has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor, sólo pregunto una cosa, con
respecto a las tres formas de la anciana: que me sea concedida una
revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo serás sin
entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento, y
que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de
nuevo: «De ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»
[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las
cuales preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una
anciana y sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído,
y no tenía poder por razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque
como un anciano, no teniendo ya esperanza de renovar su juventud, no espera
nada sino caer dormido, así vosotros también, siendo debilitados con las
cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones, y no echáis vuestros
cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está quebrantado, y sois
achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba sentada en una
silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en una
silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su
cuerpo. Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.
[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más
juvenil y más alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos.
Escucha esta parábola también», me dijo. «Imagínate a un anciano que ha
perdido toda esperanza de sí mismo, por razón de su debilidad y su pobreza,
y no espera nada más que su último día en la vida. De repente le dejan una
herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de gozo, se viste con
energía, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba
quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es
renovado otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así
también era contigo, cuando oíste la revelación que el Señor te reveló.
Porque Él tuvo compasión de ti, y renovó tus ánimos, y puso a un lado tus
dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho poderoso en la fe, yel Señor se
regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró la edificación de
la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón tenéis
paz entre vosotros.
[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre,
y su forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir
buenas noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada
sino las noticias que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es
bueno, y su espíritu es renovado por razón del gozo que ha recibido, del
mismo modo también vosotros habéis recibido una renovación de vuestros
espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un sofá, la
posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme;
porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así
pues, los que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y
afianzados firmemente, siendo así que se han arrepentido de todo su corazón.
Ahí tienes la revelación entera y completa. No pidas más revelaciones; pero
si aún te falta algo, te será revelado.»
Visión Cuarta
[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días después de la anterior
que había tenido, y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por
la Vía de la Campania, hacia el campo. Desde la carretera (al lugar adonde
iba) hay unos diez estadios; el terreno es fácil de andar. Iba solo, y
rogaba al Señor que completara las revelaciones y las visiones que me había
mostrado por medio de su santa Iglesia, para que Él me fortaleciera a mí
mismo y diera arrepentimiento a sus siervos que han tropezado, para que su
Nombre grande y glorioso pueda ser glorificado, pues me había considerado
digno de mostrarme sus maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de
gracias, me contestó como si fuera el sonido de una voz: «No dudes en tu
mente, Hermas.» Empecé a preguntarme y decirme: «¿Cómo puedo dudar en mi
mente siendo así que he sido tan firmemente afianzado por el Señor y he
visto cosas gloriosas?» Y seguí un poco adelante, hermanos, y he aquí, vi
una nube de polvo que se levantaba hacia el cielo, y empecé a decirme: «¿Es
posible que sea ganado que se acerca, y levanten una nube de polvo?», porque
estaba a un estadio de distancia. Cuando la nube de polvo se fue haciendo
cada vez mayor, sospeché que se trataba de algo sobrenatural. Entonces el
sol brilló un poco, y he aquí, vi una gran bestia como un monstruo marino, y
de su boca salían langostas de fuego. Y la bestia tenía unos cien pies de
longitud, y su cabeza era como si fuera de arcilla. Y empecé a llorar y a
rogar al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que había
oído: «No tengas dudas en tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome
revestido de la fe del Señor y recordado las obras poderosas que Él me había
enseñado, cobré ánimos y me dirigí hacia la bestia. Ahora bien, la bestia se
acercaba con tal furia que podría haber dejado en ruinas una ciudad. Llegué
cerca de ella, y aunque el monstruo era enorme, se tendió en el suelo, y
meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo hasta que yo hube
pasado por su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores: negro,
luego color de fuego y sangre, luego oro, luego blanco.
[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado unos treinta
pasos, he aquí, vino hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la
cámara nupcial, toda blanca y con sandalias blancas, velada hasta la frente,
y la cobertura de su cabeza era un turbante, y su cabello era blanco. Sabía
por visiones anteriores que era la Iglesia, y me alegré algo. Ella me saludó
y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la saludé a mi vez: «Buenos días,
señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado nada?» Yo le dije:
«Señora, una bestia enorme, que podría haber destruido pueblos enteros;
pero, por el poder del Señor y por su gran misericordia, escapé de ella.»
«Tú escapaste de ella, cierto», dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus
cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado
sólo por medio de su Nombre grande y glorioso. Por tanto, el Señor envió a
su ángel, que está sobre las bestias, cuyo nombre es Segri, y le cerró la
boca para que no pudiera causarte daño. Tú has escapado de una gran
tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste una bestia tan
inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los elegidos del
Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de la gran
tribulación que ha de venir. Por tanto, si os preparáis de antemano, y os
arrepentís (y os volvéis) al Señor de todo corazón, podréis escapar de ella
si vuestro corazón es hecho puro y sin mácula y si durante el resto de los
días de vuestra vida servís al Señor de modo intachable. Echa tus cuidados
sobre el Señor y Él se hará cargo de ellos. Confiad en el Señor, hombres de
poco ánimo, porque El puede hacer todas las cosas, sí, puede apañar su ira
de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros los que sois de
ánimo indeciso. Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes;
sería mejor para ellos que no hubieran nacido.»
[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que la bestia tenía
sobre la cabeza. Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso
sobre estas cosas.» «Sí, señora», le dije, «hazme saber qué son estas
cosas.» «Escucha», me dijo; «el negro es este mundo en el cual vivís; y el
fuego y el color del fuego y la sangre muestran que este mundo perecerá a
sangre y fuego; y el dorado son los que han escapado de este mundo. Porque
así como el oro es probado por el fuego y es hecho útil, así también
vosotros [que habitáis en él] sois probados. Los que permanecen y pasan por
el fuego serán purificados por él. Porque como el oro pierde su escoria, así
vosotros también vais a desprenderos de toda aflicción y tribulación, y
seréis purificados, y seréis útiles para la edificación de la torre. Pero la
parte blanca es la edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios;
porque los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la vida eterna.
Por lo tanto, no ceses de hablar a los oídos de los santos. Ahora tenéis el
simbolismo también de la tribulación que se avecina potente. Pero si estáis
dispuestos, no será nada. Recordad las cosas que han sido escritas de
antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en qué dirección había
partido; porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando que la
bestia venía hacia mí.
Visión Quinta
[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá, entró un hombre
de rostro glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel blanca, y
con su zurrón al hombro y un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví
el saludo. E inmediatamente se sentó a mi lado y me dijo: «Me ha enviado el
ángel más santo, para que viva contigo el resto de los días de tu vida.» Yo
pensé que había venido a tentarme y le dije: «¿Por qué?, ¿quién eres? Porque
sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él me dijo: «¿No me reconoces?»
«No», le contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a quien has sido confiado.»
En tanto que me estaba hablando, su forma cambió, y le reconocí como el
mismo a quien había sido confiado; e inmediatamente quedé confundido, y el
temor se apoderó de mí, y quedé anonadado por la aflicción de haberle
contestado de modo tan malvado e insensato. Pero él me contestó y dijo: «No
te quedes azorado, sino sé confirmado en los mandamientos que estoy a punto
de darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de nuevo las
cosas que viste antes, en especial las que sean convenientes para ti. Ante
todo, escribe mis mandamientos y mis parábolas; y las otras cosas las
escribirás según te mostraré. Y me dijo: La razón por la que te mando que
escribas primero los mandamientos y las parábolas es que puedas leerlas
sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que escribí los mandamientos
y las parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando las oís, las
guardáis y andáis en ellas, y las hacéis con el corazón puro, recibiréis del
Señor todas las cosas que Él ha prometido; pero si, cuando las oís, no os
arrepentís, sino que añadís todavía a vuestros pecados, recibiréis del Señor
lo opuesto. Todas estas cosas me mandó que escribiera el pastor, el ángel
del arrepentimiento.
Primer Mandato
[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas las cosas y las
puso en orden, y trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que
comprende,todas las cosas siendo Él solo incomprensible. Cree en Él, pues, y
témele, y en este temor ejerce dominio sobre ti mismo. Guarda estas cosas, y
te verás libre de toda maldad, y serás revestido de toda excelencia y
justicia, y vivirás para Dios si guardas este mandamiento.»
Segundo Mandato
[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y serás como un niño
pequeño, que no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres. Ante
todo, no digas mal de ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un
calumniador. De otro modo, tú que escuchas serás también responsable del
pecado de aquel que habla mal, si crees la calumnia que oyes; porque, al
creerla, tú también tendrás algo que decir contra tu hermano. Así que serás
responsable del pecado del que dice el mal. La calumnia es mala; es un
demonio inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla entre
divisiones. Abstente, pues, de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos
los hombres. Pero revístete de reverencia, en la cual no hay tropiezo, sino
que todas las cosas son suaves y alegres. Haz lo que es bueno, y de todas
tus labores, que Dios te da, da a todos los que están en necesidad
generosamente, sin hacer preguntas sobre a quién has de dar y a quién no has
de dar. Da a todos, porque Dios desea que todos reciban de su abundancia.
Los que reciben, pues, tendrán que dar cuenta a Dios de por qué lo han
recibido y a qué fin; porque los que reciben en necesidad no serán juzgados,
pero los que reciben con pretextos simulados recibirán el castigo. Así pues,
el que da es inocente; porque como recibe del Señor el servicio a ejecutar,
lo ha ejecutado en sinceridad, sin hacer distinción entre a quién da y a
quién no da. Esta ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente, pasa
a ser gloriosa a la vista de Dios. El que ministra así sinceramente, pues,
vivirá para Dios. Por tanto, guarda este mandamiento que te he dado: que tu
propio arrepentimiento y el de tu casa puedan ser hallados sinceros, y [tu]
corazón puro y sin mancha.»
Tercer Mandato
[28] De nuevo dijo: «Ama la verdad, y que no salga de tu boca otra cosa que
la verdad, que el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser
hallado veraz a la vista de todos los hombres; y así el Señor, que reside en
ti, será glorificado; porque el Señor es fiel en toda palabra, y en Él no
hay falsedad. Por tanto, los que dicen mentiras niegan al Señor, y pasan a
ser ladrones del Señor, porque no le entregan a Él el depósito que han
recibido. Porque ellos recibieron de Él un espíritu libre de mentiras. Si
devuelven un espíritu mentiroso, han faltado al mandamiento del Señor y han
pasado a ser ladrones.» Cuando oí estas cosas, lloré amargamente. Pero,
viéndome llorar, dijo: «¿Por qué lloras?» «Señor», le contesté, «porque no
sé si puedo ser salvo.» «¿Por qué?», me dijo. «Señor», contesté, «porque
nunca en mi vida he dicho una palabra de verdad, sino que siempre he vivido
engañosamente con todos los hombres y he cubierto mi falsedad como verdad
delante de todos los hombres; y nadie me ha contradicho nunca, sino que se
ha puesto confianza en mi palabra. Señor, ¿cómo, pues, puedo vivir siendo
así que he hecho estas cosas?» Él me contestó: «Tu suposición es cierta y
verdadera, porque te corresponde como siervo de Dios andar en la verdad, y
el Espíritu de verdad no puede tener complicidad con el mal, ni afligir al
Espíritu que es santo y verdadero.» Y le dije: «Nunca, Señor, oí claramente
palabras semejantes.» Y me contestó: «Ahora, pues, las oyes. Guárdalas, para
que las falsedades anteriores que dijiste en tus asuntos y negocios puedan
por sí mismas pasar a ser creíbles, ahora que éstas son halladas verdaderas;
porque también pueden pasar aquéllas a ser dignas de confianza. Si guardas
estas cosas y, en adelante, no dices otra cosa que la verdad, podrás
alcanzar la vida para ti mismo. Y todo el que oiga este mandamiento y se
abstenga de falsedad —este hábito tan pernicioso— vivirá para Dios.»
Cuarto Mandato
[29] I. «Te encargo», me dijo, «que guardes la pureza, y no permitas que
entre en tu corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de otro, o
referente a fornicación, u otros actos malos semejantes; porque al hacerlo
cometes un gran pecado. Pero recuerda siempre a tu propia esposa, y no irás
descaminado nunca. Porque si este deseo entra en tu corazón, irás
descaminado, y si entra otro alguno tan malo como éste, cometes pecado.
Porque este deseo en un siervo de Dios es un gran pecado; y si un hombre
hace esta maldad, obra muerte para sí mismo. Mira bien, pues. Abstente de
este deseo; porque allí donde reside la santidad, la licencia no debe entrar
en el corazón de un hombre justo.» Y le dije: «Señor, ¿me permites hacer
algunas preguntas más?» «Pregunta», me contestó. Y yo le dije: «Señor, si un
hombre que tiene una esposa que confía en el Señor la descubre en adulterio,
¿comete pecado el marido que vive con ella?» «En tanto que esté en la
ignorancia», me dijo, «no peca; pero si el marido sabe que ella peca, y la
esposa no se arrepiente, sino que continúa en la fornicación, y el marido
vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es un cómplice en
su adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el marido si la
esposa sigue en este caso?» «Que se divorcie de ella», dijo él, «y que el
marido viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa con
otra, él también comete adulterio». «Así pues, Señor», le dije, «si después
qve la esposa es divorciada se arrepiente y desea regresar a su propio
marido, ¿no ha de ser recibida?» «Sin duda ha de serlo», me dijo; «si el
marido no la recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí; es más, el que ha
pecado y se arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces, porque sólo
hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su
arrepentimiento, pues, el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera
de obrar que se manda al esposo y a la esposa. No sólo», dijo él, «es
adulterio si un hombre contamina su carne, sino que todo el que hace cosas
como los paganos comete adulterio. Por consiguiente, si hechos así los sigue
haciendo un hombre y no se arrepiente, mantente aparte de él y no vivas con
él. De otro modo, tú también eres partícipe de su pecado. Por esta causa, se
os manda que permanezcáis solos, sea el marido o la esposa; porque en estos
casos es posible el arrepentimiento. Yo», me dijo, «no doy oportunidad para
que la cosa se quede así, sino con miras a que el pecador no peque más.
Pero, con respecto al pecado anterior, hay Uno que puede dar curación: El es
el que tiene autoridad sobre todas las cosas.»
[30] II. Y le pregunté de nuevo, y dije: «Siendo así que el Señor me tuvo
por digno de que permanecieras siempre conmigo, permíteme todavía decir unas
pocas palabras, puesto que no entiendo nada, y mi corazón se ha vuelto más
denso por mis actos anteriores. Hazme entender, porque soy muy necio, y no
capto absolutamente nada.» El me contestó, diciéndome: «Yo presido sobre el
arrepentimiento y doy comprensión a todos los que se arrepienten. Es más,
¿no crees», me dijo, «que este mismo acto es comprensión? El arrepentirse es
una gran comprensión», dijo él. «Porque el hombre que ha pecado comprende
que ha hecho lo malo delante del Señor, y el hecho que ha cometido entra en
su corazón y se arrepiente y ya no obra mal, sino que hace bien en
abundancia, y humilla su propia alma, y la atormenta porque ha pecado. Ves,
pues, que el arrepentimiento es una gran comprensión.» «Es por esto, pues,
Señor», le dije, «que lo pregunto todo minuciosamente de ti; primero, porque
soy un pecador; segundo, porque no sé qué obras he de hacer para poder
vivir, porque mis pecados son muchos y varios.» «Tú vivirás», me dijo, «si
guardas mis mandamientos y andas en ellos; y todo el que oye estos
mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.»
[31] III. Y le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta, Señor.» «Di», me
contestó. «He oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro
arrepentimiento aparte del que tuvo lugar cuando descendimos ab agua y
obtuvimos remisión de nuestros pecados anteriores.» El me contestó: «Has
oído bien; porque es así. Porque el que ha recibido remisión de pecados ya
no debe pecar más, sino vivir en pureza. Pero como tú inquieres sobre todas
las cosas con exactitud, te declararé esto también, para que no tengan
excusa los que crean, a partir de ahora, en el Señor, o los que ya hayan
creído. Pues los que ya han creído, o van a creer en adelante, no tienen
arrepentimiento para los pecados, sino que tienen sólo remisión de sus
pecados anteriores. A los que Dios llamó, pues, antes de estos días, el
Señor les designó arrepentimiento. Porque el Señor, discerniendo los
corazones y sabiendo de antemano todas las cosas, conoció la debilidad de
los hombres y las múltiples añagazas del diablo, en qué forma él procurará
engañar a los siervos de Dios, y se portará con ellos perversamente. El
Señor, pues, siendo compasivo, tuvo piedad de la obra de sus manos y designó
esta (oportunidad para) arrepentirse, y a mí me dio la autoridad sobre este
arrepentimiento. Pero te digo», me añadió, «si después de este llamamiento
grande y santo, alguno, siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo
tiene una (oportunidad de) arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se
arrepiente, el arrepentimiento no le aprovechará para nada; porque vivirá
con dificultad.» Yo le dije: «He sido vivificado cuando he oído estas cosas
de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado a mis pecados, seré salvo.»
«Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas estas cosas.»
[32] IV. Y le pregunté de nuevo, diciendo: «Señor, como has tenido paciencia
conmigo hasta aquí, declárame esta otra cuestión también.» «Di», me
contestó. «Si una esposa», le dije, «o supongamos un marido, muere, y el
otro se casa, ¿comete pecado el que se casa?» «No peca», me dijo; «pero si
se queda sin casar, se reviste de un honor mucho mayor y de gran gloria
delante del Señor; con todo, si se casa, no peca. Preserva, pues, la pureza
y la santidad, y vivirás ante Dios. Todas estas cosas, pues, que te digo
ahora y te diré después, guárdalas desde ahora en adelante, desde el día en
que me fuiste encomendado, y yo viviré en tu casa. Pero, para tus
transgresiones anteriores habrá remisión si guardas mis mandamientos. Sí, y
todos tendrán remisión si guardan estos mandamientos y andan en esta
pureza.»
Quinto Mandato
[33] I. «Sé paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio sobre todo lo
malo, y obrarás toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que
habita en ti será puro, no siendo oscurecido por ningún espíritu malo, sino
que residiendo en un gran aposento se regocijará y alegrará con el vaso en
que reside, y servirá a Dios con mucha alegría, teniendo prosperidad. Pero
si sobreviene irascibilidad, al punto el Espíritu Saiito, siendo delicado,
es puesto en estrechez, no teniendo [el] lugar despejado, y procura
retirarse del lugar porque es ahogado por el mal espíritu, y no tiene
espacio para ministrar para el Señor como desea, ya que es contaminado por
el temperamento irascible. Porque el Señor mora en la longanimidad, pero el
diablo en la irascibilidad. Así pues, que los dos espíritus habiten juntos
es inconveniente, y malo para el hombre en el cual residen. Porque si tomas
un poco de ajenjo y lo viertes en un tarro de miel, ¿no se echa a perder
toda la miel, y esto por una cantidad muy pequeña de ajenjo? Porque destruye
la dulzura de la miel, y ya no tiene el mismo atractivo para el que lo
posee, porque se ha vuelto amarga y ya es inservible. Pero si no se pone el
ajenjo en la miel, la miel es dulce y es útil para su dueño. Ves [pues] que
la longanimidad es muy dulce, más aún que la dulzura de la miel, y es útil
al Señor, y El reside en ella. Pero la irascibilidad es amarga e inútil. Si
el temperamento irascible se mezcla, pues, con la paciencia, la paciencia es
contaminada y la intercesión del hombre ya no es útil a Dios.» «Quisiera
conocer, Señor», le dije, «la obra del temperamento irascible, para que
pueda guardarme de él.» «Sí, verdaderamente», me contestó; «si tú no te
guardas de él —tú y tu familia— has perdido toda esperanza. Pero guárdate de
él; porque yo estoy contigo. Sí, y todos los hombres deben mantenerse
alejados de él, todos los que de todo corazón se han arrepentido. Porque yo
estoy con ellos y los preservaré; porque todos fueron justificados por el
ángel santísimo.
[34] II. »Oye ahora», me dijo, «cuán mala es la obra de la irascibilidad, y
en qué forma subvierte a los siervos de Dios por sí misma, y cómo les lleva
a extraviarse de la justicia. Pero no descarría a aquellos que están
plenamente en la fe, ni puede obrar sobre ellos, porque el poder del Señor
está con ellos; pero a los que están vacíos y son de ánimo indeciso les hace
descarriar. Porque cuando ve a estos hombres en prosperidad se insinúa en el
corazón del hombre, y sin ningún otro motivo, el hombre o la mujer es
agraviada a causa de las cosas seculares, sea sobre comidas o alguna cosa
trivial, o algún amigo, o sobre dar o recibir, o sobre cuestiones de este
estilo. Porque todas estas cosas son necias y vanas y sin sentido e
inconvenientes para los siervos de Dios. Pero la paciencia es grande y
fuerte, y tiene un poder vigoroso y grande, y es próspera en gran
crecimiento, alegre, gozosa y libre de cuidado, glorificando al Señor en
toda sazón, no teniendo amargura en sí, permaneciendo siempre tranquila y
dulce. Esta paciencia, pues, reside en aquellos cuya fe es perfecta. Pero el
temperamento irascible es en primer lugar necio, voluble e insensato; luego,
de la necedad se engendra rencor; del rencor, enojo; del enojo, ira; de la
ira, despecho; entonces el despecho es un compuesto de todos estos elementos
viles y pasa a ser un pecado grande e incurable. Porque cuando todos estos
espíritus residen en un vaso en que reside también el Espíritu Santo, este
vaso no puede contenerlos, sino que rebosa. El espíritu delicado, pues, no
estando acostumbrado a residir con un espíritu malo, ni con aspereza, se
aparta del hombre de esta clase, y procura residir en tranquilidad y calma.
Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el cual reside, este
hombre se queda vacío del espíritu justo, y a partir de entonces, siendo
lleno de malos espíritus, es inestable en todas sus acciones, siendo
arrastrado de acá para allá por los espíritus malos, y se ve del todo cegado
y privado de sus buenas intenciones. Esto, pues, ha sucedido a todas las
personas de temperamento irascible. Abstente, así, del temperamento
irascible, el peor de los espíritus malos. Pero revístete de paciencia, y
resiste la irascibilidad y la aspereza, y te hallarás en compañía de la
santidad que es amada por el Señor. Procura, por tanto, no descuidar nunca
este mandamiento; porque si dominas este mandamiento, podrás asimismo
guardar los restantes mandamientos que estoy a punto de darte. Mantente
firme en ellos dotado de poder; y que todos estén dotados de poder, todos
cuantos deseen andar en ellos.»
Sexto Mandato
[35] I. «Te encargué», me dijo, «en mi primer mandamiento que guardes la fe
y el temor y la templanza.» «Sí, señor», le dije. «Pero ahora», insistió,
«quiero mostrarte sus poderes también, para que puedas comprender cuál es el
poder y efecto de cada una de ellas. Porque sus efectos son dobles y hacen
referencia tanto a lo justo como a lo injusto. Por consiguiente, tú confía
en la justicia, pero no confíes en la injusticia; porque el camino de la
justicia es estrecho, pero el camino de la injusticia es torcido. Pero anda
en el camino estrecho [y llano] y deja el torcido. Porque el camino torcido
no tiene veredas claras, sino lugares sin camino marcado, tiene piedras en
que tropezar, y es áspero y lleno de espinos. Así pues, es perjudicial para
los que andan en él. Pero los que andan en el camino recto, andan en terreno
llano y sin tropezar: porque no es ni áspero ni tiene espinos. Ves, pues,
que es más conveniente andar en este camino.» «Estoy contento, señor», le
dije, «de andar en este camino.» «Tú andarás, sí», dijo, «y todo el que se
vuelva al Señor de todo corazón andará en él.»
[36] II. «Oye ahora», me dijo, «con respecto a la fe. Hay dos ángeles en
cada hombre: uno de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo
voy, pues, a conocer sus actividades si los ángeles moran en mí?» «Escucha»,
me contestó, «y entiende sus obras. El ángel de justicia es delicado y
tímido, manso y sosegado. Por lo tanto, cuando éste entra en tu corazón,
inmediatamente habla contigo de justicia, de pureza, santidad, contento, de
todo acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas entran en
tu corazón, sabe que el ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son
las obras del ángel de justicia.] Confía en él, pues, y en sus obras. Ahora,
ve las obras del ángel de maldad también. Ante todo, es iracundo y rencoroso
e insensato, y sus obras son malas y nocivas para los siervos de Dios.
Siempre que éste entra en tu corazón, conócele por las palabras.» «No sé
cómo voy a discernirle, Señor», le contesté. «Escucha», dijo él. «Cuando te
viene un acceso de irascibilidad o rencor, sabe que él está en ti. Luego,
cuando te acucia el deseo de muchos negocios y el de muchas y costosas
comilonas y borracheras y de varias lujurias que son impropias, y el deseo
de mujeres, y la codicia y la altanería y la jactancia, y de todas las cosas
semejantes a éstas; cuando estas cosas, pues, entran en tu corazón, sabe que
el ángel de maldad está contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras, mantente
apanado de él, y no confíes en él en nada, porque sus obras son malas e
impropias de los siervos de Dios. Aquí, pues, tienes las obras de los dos
ángeles. Entiéndelas, y confía en el ángel de justicia. Pero del ángel de
maldad mantente apanado, porque su enseñanza es mala en todo sentido; porque
aunque uno sea un hombre de fe, si el deseo de este ángel entra en su
corazón, este hombre, o esta mujer, ha de cometer algún pecado. Y si además
un hombre o una mujer es en extremo malo, y las obras del ángel de justicia
entran en el corazón de este hombre, por necesidad ha de hacer algo bueno.
Ves, pues», dijo, «que es bueno seguir al ángel de justicia y despedirse del
ángel de maldad. Este mandamiento declara lo que hace referencia a la fe,
para que puedas confiar en las obras del ángel de justicia y, haciéndolas,
puedas vivir para Dios. Pero cree que las obras del ángel de maldad son
difíciles; así que, al no hacerlas, vivirás ante Dios.»
Séptimo Mandato
[37] «Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando
los mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán
incomparables. Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas
bien. Este es el temor con el cual deberías temer y ser salvo. Pero no temas
al diablo; pues si temes al Señor, te enseñorearás del diablo, porque no hay
poder en él. [Porque] de aquel en quien no hay poder, tampoco hay temor;
pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay que temer. Porque todo aquel
que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene poder es despreciado
por todos. Pero teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú temas
al Señor, temerás las obras del diablo y no las harás, sino que te
abstendrás de ellas. El temor es, pues, de dos clases. Si deseas hacer lo
malo, teme al Señor, y no lo hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al
Señor y hazlo. Por tanto, el temor del Señor es poderoso y grande y
glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás para El; sí, y todos los que
guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para Dios.» «¿Por qué, Señor»,
le pregunté, «has dicho con respecto a los que guardan sus mandamientos:
"Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo, «toda criatura teme al Señor, pero
no todos guardan sus mandamientos. Así pues, los que le temen y guardan sus
mandamientos, tienen vida ante Dios; pero los que no guardan sus
mandamientos no tienen vida en sí.»
Octavo Mandato
[38] «Te dije», prosiguió, «que las criaturas de Dios tienen dos aspectos;
porque la templanza también los tiene. Porque en algunas cosas es justo ser
templado, pero en otras no lo es.» «Dame a conocer, señor», le dije, «en que
cosas es recto ser templado y en qué cosas no lo es.» «Escucha», me dijo:
«Sé templado respecto a lo que es malo, y no lo hagas; pero no seas templado
respecto a lo que es bueno, sino hazlo. Porque si eres templado para lo que
es bueno, de modo que no lo haces, cometes un gran pecado; pero si eres
templado respecto a lo que es malo, de modo que no lo ejecutas, haces una
gran justicia. Sé templado, por consiguiente, absteniéndote de toda maldad,
y haz lo que es bueno.» «¿Qué clases de maldad, Señor», le dije, «son
aquellas de que hemos de abstenernos siendo templados?» «Oye», me dijo; «del
adulterio y la fornicación, del libertinaje y la embriaguez, de la lujuria
perversa, de las muchas viandas y lujos de los ricos, del jactarse y la
altivez y el orgullo, de la falsedad y hablar mal y la hipocresía, la
malicia y toda blasfemia. Estas obras son las más perversas de todas en la
vida de los hombres. De estas obras, pues, el siervo de Dios debe
abstenerse, siendo templado; porque el que no es templado de modo que no se
abstiene de ellas, tampoco vive para Dios. Escucha, pues, lo que ocurre a
éstos.» «¡Cómo!», dije, «¿hay otros actos malos todavía, Señor?» «Sí», me
dijo, «hay muchos ante los cuales el siervo de Dios ha de ser templado y
abstenerse: hurtos, falsedades, privaciones, falsos testimonios, avaricia,
malos deseos, engaño, vanagloria, jactancia, y todas las cosas que son
semejantes. ¿No crees que estas cosas son malas, sí, muy malas», [dijo Él],
«para los siervos de Dios? En todas estas cosas el que sirve a Dios debe
ejercer templanza y abstenerse de ellas. Sé, pues, templado, y abstente de
todas estas cosas, para que puedas vivir para Dios y ser contado entre los
que ejercen dominio propio en ellas. Estas son, por tanto, las cosas de las
cuales debes abstenerte. Ahora escucha», dijo, «las cosas en que no deberías
ejercer abstención, sino hacerlas. No ejerzas abstención en lo que es bueno,
sino hazlo.» «Señor», le dije, «muéstrame el poder de las cosas buenas
también, para que pueda andar en ellas, y servirlas, para que haciéndolas me
sea posible ser salvo.» «Oye también», me dijo, «las cosas buenas que debes
hacer, de las cuales no tienes que abstenerte. Primero están la fe, el temor
del Señor, el amor, la concordia, las palabras de justicia, verdad,
paciencia; no hay nada mejor que estas cosas en la vida de los hombres. Si
un hombre las guarda, y no se abstiene de ellas, es bienaventurado en esta
vida. Oye ahora las otras que se sigue de ellas: ministrar a las viudas,
visitar a los huérfanos y necesitados, rescatar a los siervos de Dios en sus
aflicciones, ser hospitalario (porque en la hospitalidad se ejerce la
benevolencia una y otra vez), no resistir a otros, ser tranquilo, mostrarse
más sumiso que todos los demás, reverenciar a los ancianos, practicar la
justicia, observar el sentimiento fraternal, soportar las ofensas, ser
paciente, no guardar rencor, exhortar a los que están enfermos del alma, no
echar a los que han tropezado en la fe, sino convertirlos y darles ánimo,
reprender a los pecadores, no oprimir a los deudores e indigentes, y otras
acciones semejantes. ¿Te parecen buenas?», me preguntó. «¿Cómo, Señor!
¿Puede haberlas mejores», le contesté. «Entonces anda con ellas», me dijo,
«y no te abstengas de ellas, y vivirás para Dios. Guarda este mandamiento,
pues. Si obras bien y no te abstienes de hacerlo, vivirás para Dios; sí, y
todos los que obren así vivirán para Dios. Y de nuevo, si no obras mal, sino
que te abstienes de él, vivirás para Dios; sí, y vivirán para Dios todos los
que guardan estos mandamientos y andan en ellos.»
Noveno Mandato
[39] Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto
de si has de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo puedo
pedir una cosa del Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos
pecados contra Él?" No razones de esta manera, sino vuélvete al Señor de
todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y conocerás su gran compasión,
pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá la petición de tu
alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores, sino que El
mismo es sin malicia y tiene compasión de sus criaturas. Limpia, pues, tu
corazón de todas las vanidades de esta vida, y de las cosas mencionadas
antes; y pide al Señor, para que recibas todas las cosas, y no se te negará
ninguna de todas tus peticiones si no pides al Señor las cosas vacilando.
Pero si fluctúas en tu corazón no recibirás ninguna de tus peticiones.
Porque los que vacilan respecto a Dios son los de ánimo indeciso, y éstos
nunca obtienen sus peticiones. Pero los que están llenos en la fe, hacen
todas sus peticiones confiando en el Señor, y reciben porque piden sin
vacilación, sin dudar; porque todo hombre de ánimo indeciso, si no se
arrepiente, difícilmente se salvará. Purifica, pues, tu corazón de toda duda
en tu ánimo, y ten fe, porque es fuerte, y confía en Dios para que recibas
todas las peticiones que haces; y si después de pedir algo al Señor recibes
tu petición con alguna demora, no vaciles en tu ánimo porque no has recibido
la petición de tu alma al instante. Porque es por razón de alguna tentación
o alguna transgresión de la que tú no sabes nada que no recibes la petición
sino con demora. Por tanto, no ceses en hacer la petición de tu alma, y la
recibirás. Pero si te cansas, y dudas cuando pides, cúlpate a ti mismo y no
a Aquel que te lo da. Resuelve esta indecisión; porque es mala y sin
sentido, y desarraiga a muchos de la fe, sí, incluso a hombres fieles y
fuertes. Porque verdaderamente esta duda en el ánimo es hija del diablo y
causa gran daño a los siervos de Dios. Por tanto, desprecia estas dudas del
ánimo y domínalas en todo, revistiéndote de fe, que es fuerte y poderosa.
Puesto que la fe promete todas las cosas, realiza todas las cosas; pero el
ánimo indeciso, que no tiene confianza en sí mismo, falla en todas las obras
que hace. Ves, pues», dijo, «que la fe viene de arriba, del Señor, y tiene
gran poder; pero el ánimo vacilante es un espíritu terreno del diablo, y no
tiene poder. Por tanto, sirve a la fe que tiene poder, y mantente lejos del
ánimo vacilante, y vivirás para Dios; sí, y todos los que piensan igual
vivirán para Dios.»
Décimo Mandato
[40] I. «Ahuyenta de ti la tristeza», me dijo, «porque es la hermana del
ánimo indeciso y el temperamento irascible.» «¿Cómo, Señor», le dije, «es
hermana de éstos? Porque el temperamento irascible me parecer ser una cosa;
el ánimo vacilante, otra; la pena, otra.» «Eres un necio», me contestó, «[y]
no te das cuenta que la tristeza es peor que todos los espíritus, y muy
fatal para los siervos de Dios, y más que todos los espíritus destruye al
hombre, y apaga al Espíritu Santo, y por otro lado lo salva.» «Yo, Señor»,
le dije, «no tengo entendimiento, y no comprendo estas parábolas. Porque
¿cómo puede destruir y salvar?, esto no lo comprendo.» «Escucha», me dijo:
«Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a
la divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y
riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo,
se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque
han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho
infructuosos. Como las viñas buenas, que cuando se las abandona y descuida
se vuelven infructuosas por las zarzas y hierbas de todas clases, lo mismo
los hombres que, después de haber creído, caen en estas muchas ocupaciones
que hemos mencionado antes, pierden su entendimiento y no comprenden nada en
absoluto con respecto a la justicia; porque si oyen acerca de la deidad y la
verdad, su mente está absorta en sus ocupaciones, y no perciben nada en
absoluto. Pero si tienen el temor de Dios, e investigan con respecto a la
deidad y a la verdad, y dirigen su corazón hacia el Señor, perciben y
entienden todo lo que se les dice más rápidamente, porque el temor del Señor
está en ellos; porque donde reside el Señor, allí también hay gran
entendimiento. Adhiérete, pues, al Señor, y comprenderás y advertirás todas
las cosas.
[41] II. »Escucha ahora, hombre sin sentido», me dijo, «en qué forma la
tristeza oprime al Espíritu Santo y le apaga, y en qué forma salva. Cuando
el hombre de ánimo indeciso emprende alguna acción, y fracasa en ella debido
a su ánimo indeciso, la tristeza entra en el hombre, y contrista al Espíritu
Santo y lo apaga. Luego, cuando el temple irascible se adhiere al hombre con
respecto a algún asunto, y está muy contrariado, de nuevo la tristeza entra
en el corazón del hombre que estaba contrariado y es compungido por el ácto
que ha cometido, y se arrepiente de haber obrado mal. Esta tristeza, pues,
parece traer salvación, porque se arrepiente de haber hecho el mal. Así
pues, las operaciones entristecen al Espíritu, primero, el ánimo indeciso
entristece al Espíritu, porque no consigue el asunto que quiere, y el temple
irascible también, puesto que hizo algo malo. Por consiguiente, los dos
contristan al Espíritu: el ánimo indeciso y el temple irascible. Ahuyenta de
ti, pues, tu tristeza, y no aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para
que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte de ti. Porque el
Espíritu de Dios, que fue dado a esta carne, no soporta la tristeza ni el
ser constreñido.
[42] III. »Por tanto, revístete de alegría y buen ánimo, que siempre tiene
favor delante de Dios, y le es aceptable, y regocíjate en ellos. Porque todo
hombre animoso obra bien, y piensa bien, y desprecia la tristeza; pero el
hombre triste está siempre cometiendo pecado. En primer lugar comete pecado,
porque contrista al Espíritu Santo, que fue dado al hombre siendo un
espíritu animoso; y en segundo lugar, al contristar al Espíritu Santo, pone
por obra iniquidad, ya que ni intercede ante Dios ni le confiesa. Porque la
intercesión de un hombre triste nunca tiene poder para ascender al altar de
Dios.» «¿Por qué», pregunté yo, «la intercesión del que está triste no
asciende al altar?» Me contestó: «Porque la tristeza está situada en su
corazón. Por ello, la tristeza mezclada con la intercesión no permite que la
intercesión ascienda pura al altar. Porque como el vinagre cuando se mezcla
con vino en el mismo (vaso) no tiene el mismo sabor agradable, del mismo
modo la tristeza mezclada con el Espíritu Santo no produce la misma
intercesión (que produciría el Espíritu Santo solo). Por consiguiente,
purifícate de tu malvada tristeza, y vivirás para Dios; si, y todos viven
para Dios, los que echan de sí la tristeza y se revisten de buen ánimo y
alegría.»
Undécimo Mandato
[43] Y me mostró a unos hombres sentados en un sofá, y a otro hombre sentado
en una silla. Y me dijo: «¿Ves a éstos que están sentados en el sofá?» «Los
veo, Señor», le dije. «Estos», me contestó, «dan fruto, pero el que está
sentado en la silla es un falso profeta que destruye la mente de los siervos
de Dios —es decir, los de ánimo vacilante, no de los fieles—. Estos de ánimo
indeciso, por tanto, van a él como un adivinador e inquieren de él lo que
les sucederá. Y él, el falso profeta, no teniendo poder de un Espíritu
divino en sí, habla con ellos en concordancia con sus preguntas [y en
concordancia con las concupiscencias de su maldad], y llena sus almas según
ellos desean que sean llenadas. Porque, siendo vacío él mismo, da respuestas
vacías a los inquiridores vacíos; porque a toda pregunta que se le haga,
responde en conformidad con lo vacío del hombre. Pero dice también algunas
palabras de verdad; porque el diablo le llena de su propio espíritu, por si
acaso le es posible abatir a algunos de los justos. Así pues, todos los que
son fuertes en la fe del Señor, revestidos de la verdad, no se unen a estos
espíritus, sino que se mantienen a distancia de ellos; pero cuantos son de
ánimo vacilante y cambian su opinión con frecuencia, practican la
adivinación como los gentiles y acarrean sobre sí mismos mayor pecado con
sus idolatrías. Porque el que consulta a un profeta falso sobre alguna
cosas, es un idólatra y está exento de la verdad y de sentido. Porque a
ningún Espíritu dado por Dios hay necesidad de consultarle, sino que,
teniendo el poder de la deidad, dice todas las cosas de sí mismo, porque es
de arriba, a saber, del poder del Espíritu divino. Pero el espíritu que es
consultado, y habla en conformidad con los deseos de los hombres, es terreno
y voluble, no teniendo poder; y no habla en absoluto, a menos que sea
consultado.» «¿Cómo, pues, señor», le dije, «sabrá un hombre quién es un
profeta y quién es un profeta falso?» «Escucha», me contestó, «respecto a
estos dos profetas; y, como te diré, así pondrás a prueba al profeta y al
falso profeta. Por medio de su vida pon a prueba al hombre que tiene el
Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu [divino], que es
de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y
vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los
hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla
en secreto (porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere
que lo haga), sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así
pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de
hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a
Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del
espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo
lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De
esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Esta, por
tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad
que es del Señor.» «Oye ahora», me dijo, «respecto al espíritu terreno y
vano, que no tiene poder, sino que es necio. En primer lugar, este hombre
que parece tener un espíritu, se exalta a sí mismo, y desea ocupar un lugar
principal, e inmediatamente es imprudente y desvergonzado y charlatán y
habla familiarizado en -muchas cosas lujuriosas y muchos otros engaños, y
recibe dinero por su actividad profética, y si no lo recibe, no profetiza.
Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es
posible que un profeta de Dios haga esto, sino que el espíritu de estos
profetas es terreno. En segundo lugar, nunca se acerca a una asamblea de
justos; sino que los evita, y se junta con los de ánimo indeciso y vacíos, y
profetiza para ellos en los rincones, y los engaña, diciéndoles toda clase
de cosas en vaciedad, para gratificar sus deseos; porque también son vacíos
aquellos a los que contesta. Porque el vaso vacío es colocado junto con el
vacío, y no se rompe, sino que están de acuerdo el uno con el otro. Pero
cuando este hombre entra en una asamblea llena de justos, que tienen un
Espíritu de la divinidad, y ellos hacen intercesión, este hombre es vacío, y
el espíritu terreno huye de él con temor, y el hombre se queda mudo y se
queda desconcertado, sin poder decir una sola palabra. Porque si colocas
vino o aceite en una alacena, y pones una vasija vacía entre ellos, y luego
deseas vaciar la alacena, la vasija que habías colocado allí vacía la vas a
sacar vacía. Del mismo modo, también, los profetas vacíos, siempre que se
ponen en contacto con los espíritus de los justos, después quedan igual que
antes. Te he mostrado la vida de las dos clases de profetas. Por lo tanto,
pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que dice que es movido por
el Espíritu. Así pues, confía en el Espíritu que viene de Dios y tiene
poder; pero en el espíritu terreno y vacío no pongas confianza alguna;
porque en él no hay poder, puesto que viene del diablo. Escucha [pues] la
parábola que te diré. Toma una piedra y échala hacia arriba al cielo, ve si
puedes alcanzarlo; o también, lanza un chorro de agua hacia el cielo, y mira
si puedes penetrar en el cielo.» Y le dije: «Señor, ¿cómo pueden hacerse
estas cosas? Porque las dos cosas que has mencionado están más allá de
nuestro poder.» «Bien, pues», me dijo, «del mismo modo que estas cosas están
más allá de nuestro poder, igualmente los espíritus terrenos no tienen poder
y son débiles. Ahora toma el poder que viene de arriba. El granizo es una
piedrecita pequeña y, con todo, cuando cae sobre la cabeza de un hombre,
¡cuánto dolor causa! O, también, toma una gota que cae del tejado al suelo y
hace un hueco en la piedra. Ves, por consiguiente, que las cosas pequeñas de
arriba caen sobre la tierra con gran poder. De la misma manera, el Espíritu
divino, viniendo de arriba, es poderoso. Confía, pues, en este Espíritu,
pero mantente lejos del otro.»
Duodécimo Mandato
[44] I. Y me dijo: «Aparta de ti todo mal deseo, y revístete del deseo que
es bueno y santo; porque revestido de este deseo podrás aborrecer el mal
deseo, y le pondrás brida y lo dirigirás según quieras. Porque el mal deseo
es salvaje, y sólo se domestica con dificultad; porque es terrible, y por su
tosquedad es muy costoso a los hombres; más especialmente, si un siervo de
Dios se enmaraña en él y no tiene entendimiento, le es en extremo costoso.
Además, es costoso a los hombres que no están revestidos del buen deseo,
sino que están enzarzados en esta vida. A estos hombres, por tanto, los
entrega a la muerte.» «Oh Señor», dije yo, «ide qué clase son las obras del
mal deseo, que entrega al hombre a la muerte? Dame a conocer estas obras
para que pueda mantenerme alejado de ellas.» «Escucha», [dijo él], «a través
de qué obras el mal deseo acarrea muerte a los siervos de Dios.
[45] II. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro, y de los
extremos de riqueza, y de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros
excesos, muchos y necios. Porque todo lujo es necio y vano para los siervos
de Dios. Estos deseos, pues, son malos, y causan la muerte a los siervos de
Dios. Porque este mal deseo es un hijo del diablo. Por lo tanto, tenéis que
absteneros de los malos deseos, para que, absteniéndoos, podáis vivir para
Dios. Pero todos los que son dominados por ellos, y no los resisten, son
puestos a muerte del todo; porque estos deseos son mortales. Pero tú
revístete del deseo de justicia, y habiéndote armado con el temor del Señor,
resístelos. Porque el temor de Dios reside en el buen deseo. Si el mal deseo
te ve armado con el temor de Dios y resistiéndole, se irá lejos de ti y no
le verás más, pues teme tus armas. Por tanto, tú, cuando seas recompensado
con la corona de victoria sobre él, ven al deseo de justicia, y entrégale el
premio del vencedor que has recibido, y sírvele, según ha deseado. Si tú
sirves al buen deseo, y estás sometido a él, tendrás poder para dominar al
mal deseo, y someterle, según quieras.»
[46] III. «Me gustaría saber, Señor», le dije, «en qué formas debería servir
al buen deseo». «Escucha», me dijo; «practica la justicia y la virtud, la
verdad y el temor del Señor, la fe y la mansedumbre, y otros actos buenos
así. Practicándolos, serás agradable como siervo de Dios, y vivirás para El;
sí, y todo el que sirve al buen deseo vivirá para Dios.»
Así completó él los doce mandamientos, y me dijo: «Tú tienes estos
mandamientos; anda en ellos, y exhorta a los que te escuchan a que se
arrepientan y sean puros durante el resto de los días de su vida. Cumple
este ministerio que te encargo, con toda diligencia, hasta el fin, y habrás
hecho mucho. Porque hallarás favor entre aquellos que están a punto de
arrepentirse, y obedecerán tus palabras. Porque estaré contigo, y yo les
constreñiré a que te obedezcan.»
Y yo le dije: «Señor, estos mandamientos son grandes y hermosos y gloriosos,
y pueden alegrar el corazón del hombre que es capaz de observarlos. Pero no
sé si estos mandamientos pueden ser guardados por un hombre, porque son muy
difíciles.» El me contestó y me dijo: «Si te propones guardarlos, los
guardarás fácilmente, y no serán difíciles; pero si entran alguna vez en tu
corazón que no pueden ser guardados por el hombre, no los guardarás. Pero
ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no tendrás
salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado juicio
contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. »
[47] IV. Y me dijo estas cosas muy enojado, de modo que yo estaba
consternado, y en extremo espantado; porque su aspecto cambió, de modo que
un hombre no podía soportar su ira. Y cuando vio que yo estaba perturbado y
confundido, empezó a hablar de modo más amable [y jovial], y me dijo:
«Necio, vacío de entendimiento y de ánimo indeciso, ¿no te das cuenta de la
gloria de Dios, lo grande y poderosa y maravillosa que es, que ha creado el
mundo por amor al hombre, y le ha sometido su creación, y le ha dado toda
autoridad para que se enseñoree de todas las cosas debajo del cielo? Si,
pues», [dijo],«el hombre es señor de todas las criaturas de Dios y domina
todas las cosas, ¿no puede también dominar estos mandamientos? Sí», dijo él,
«el hombre que tiene al Señor en su corazón puede dominar [todas las cosas
y] todos estos mandamientos. Pero los que tienen al Señor en sus labios, en
tanto que su corazón está endurecido y lejos del Señor, para ellos estos
mandamientos son duros e inaccesibles. Por tanto, vosotros los que sois
vacíos y volubles en la fe, poned a vuestro Señor en vuestro corazón, y os
daréis cuenta que no hay nada más fácil que estos mandamientos, ni más dulce
ni más agradable. Convertíos los que andáis según los mandamientos del
diablo, (los mandamientos del cual son) difíciles y amargos y extremosos y
disolutos; y no temáis al diablo, porque no hay poder en él contra vosotros.
Porque yo estaré con vosotros, yo, el ángel del arrepentimiento, que tiene
dominio sobre él. El diablo sólo tiene temor, pero este temor no es fuerza.
No le temáis, pues, y huirá de vosotros.»
[48] V. Y yo le dije: «Señor, escúchame unas pocas palabras.» «Di lo que
quieras», me contestó. «Señor», le dije, «el hombre está ansioso de guardar
los mandamientos de Dios, y no hay uno solo que no pida al Señor que le
corrobore en sus mandamientos, y sea sometido a ellos; pero el diablo es
duro y se enseñorea de ellos.» «No puede enseñorearse de los siervos de
Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza en El de todo su corazon. El
diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos. Así pues, si le
resistís, será vencido, y huirá de vosotros avergonzado. Pero todos cuantos
sean por completo vacíos», dijo él, «que teman al diablo como si tuviera
poder. Cuando un hombre ha llenado suficiente número de jarras de buen vino,
y entre estas jarras hay unas pocas que han quedado vacías, él se llega a
las jarras, y no examina las llenas, porque sabe que están llenas; sino que
examina las vacías, temiendo que se hayan vuelto agrias. Porque las jarras
vacías pronto se vuelven agrias, y echan a perder el sabor del vino. Así
también el diablo viene a todos los siervos de Dios para tentarles. Todos
los que tienen una fe completa, se le oponen con poder, y él los deja, no
teniendo punto por el cual pueda entrar en ellos. Así que va a los otros que
están vacíos y, hallando un lugar, entra en ellos, y además hace lo que
quiere en ellos, y pasan a ser sus esclavos sumisos.
[49] VI. »Pero yo, el ángel del arrepentimiento, os digo: No temáis al
diablo; porque yo fui enviado para estar con vosotros los que os arrepentís
de todo corazón, y para confirmaros en la fe. Creed, pues, en Dios, vosotros
los que por razón de vuestros pecados habéis desesperado de vuestra vida, y
estáis añadiendo a vuestros pecados, y haciendo que se hunda vuestra vida;
porque si os volvéis al Señor de todo corazón, y obráis justicia los días
que os quedan de vida, y le servís rectamente según su voluntad, Él os
sanará de vuestros pecados anteriores y tendréis poder para dominar las
obras del diablo. Pero no hagáis ningún caso de las amenazas del diablo;
porque sus tendones son impotentes, como los de un muerto. Oídme, pues, y
temed a Aquel que puede hacer todas las cosas para salvar y para destruir, y
observad estos mandamientos y viviréis para Dios.» Y yo le dije: «Señor,
ahora me siento fortalecido en todas las ordenanzas del Señor, porque tú
estás conmigo; y sé que tú vas a aplastar todo el poder del diablo, y nos
enseñorearemos de él y prevaleceremos sobre todas sus obras. Y espero,
Señor, que ahora seré capaz de guardar estos mandamientos que tú has
mandado, capacitado por el Señor.» «Los guardarás», me dijo, «si tu corazón
es puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos purifiquen sus
corazones de los deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.»
Parábolas que me explicó
[Parábola primera]
[50] Me dijo: «Sabéis que vosotros los siervos de Dios estáis viviendo en un
país extranjero; porque vuestra ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así
pues, si conocéis vuestra ciudad, en la cual viviréis, ¿por qué os procuráis
campos aquí, y hacéis costosas preparaciones, y acumuláis edificios y
habitaciones que son superfluos? Por tanto, el que prepara estas cosas para
esta ciudad no tiene intención de regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre
necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son
extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad
dirá: "No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque
no te conformas a mis leyes." Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas
otras posesiones, cuando serás echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu
casa y todas las otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de
este país te dice con justicia: "O bien te conformas a mis leyes, o
abandonas mi país." ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu propia
ciudad? ¿Por amor a tus campos y el resto de tus posesiones repudiarás tu
ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea
inconveniente el repudiar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu
propia ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has repudiado la
ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en
una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente
necesario y suficiente, y está preparado para que, cuando el señor de esta
ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad
e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda
ofensa. Procura, pues, que sirvas a Dios y le tengas en tu corazón; haz las
obras de Dios teniendo en cuenta sus mandamientos y las promesas que Él ha
hecho, y cree en Él que Él las realizará si guardas sus mandamientos. Por
tanto, en vez de campos, compra almas que estén en tribulación, como puede
cada cual, y visita a las viudas y los huérfanos, y no lo descuides; y gasta
tus riquezas y todos tus recursos, que has recibido de Dios, en campos y
casas de esta clase. Porque para este fin os ha enriquecido el Señor, para
que podáis ejecutar estos servicios suyos. Es mucho mejor comprar campos [y
posesiones] y casas de esta clase, que hallarás en tu propia ciudad cuando
vayas a residir a ella. Este dispendio abundante es hermoso y gozoso y no
trae tristeza ni temor, sino gozo. El gasto del pagano, pues, no lo
practiques; porque no es conveniente para los siervos de Dios. Sino practica
tu propio dispendio en el cual puedes gozarte; y no corrompas, ni toques lo
que es de otro, ni lo desees; porque es malo desear las posesiones de otro.
Pero ejecuta tu propia tarea y serás salvo.»
Otra Parábola [segunda]
[51] Mientras andaba por el campo noté un olmo y una vid, y estando
distinguiéndolos a los dos y a sus frutos, el pastor se me apareció y me
dijo: «¿Qué estás meditando dentro de ti?» «Estoy pensando, [señor]», le
dije, «sobre el olmo y la vid, que son en extremo apropiados el uno al
otro.» «Estos dos árboles», me dijo, «son designados como un (ejemplo) para
los siervos de Dios.» «Quisiera saber [señor]», le dije, «el ejemplo
contenido en estos árboles de los cuales estás hablando.» «Mira», me dijo,
«el olmo y la vid.» «Los veo, señor», le dije. «Esta vid», dijo él, «da
fruto, pero el olmo es de un tronco que no produce fruto. Con todo, esta
vid, a menos que se encarame por el olmo, no puede llevar mucho fruto cuando
se arrastra por el suelo; y el fruto que produce entonces es malo, porque no
está suspendida del olmo. Cuando la vid se adhiere al olmo, pues, da fruto
de sí y desde el olmo. Ves, pues, que el olmo también da [mucho] fruto, no
menos que la vid, sino más aún.» «¿Cuánto más, señor?», pregunté yo.
«Porque», dijo él, «la vid, cuando cuelga del olmo, da fruto en abundancia y
en buena condición; pero cuando se arrastra por el suelo, da poco fruto y
éste se pudre. Esta parábola, por lo tanto, es aplicable a los siervos de
Dios, a los pobres y a los ricos por un igual.» «¿Cómo?, señor», le
pregunté; «dímelo». «Escucha», contestó; «el rico tiene mucha riqueza pero
en las cosas del Señor es pobre, pues las riquezas le distraen y su
confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando da, es poco y
débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando el rico va al pobre y le
ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al pobre recibirá
recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y confesión], y
su intercesión tiene gran poder con Dios—, el rico, pues, suple todas las
cosas al pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico,
hace intercesión por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a
él. Y el otro es todavía más celoso de ayudar al pobre, para que pueda
seguir viviendo; porque sabe que la intercesión del pobre es aceptable y
rica delante de Dios. Los dos, pues, cumplen su obra; el pobre haciendo
intercesión, en que es rico [y que él recibe del Señor]; y la devuelve, otra
vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de igual manera
provee al pobre, sin vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta
obra es grande y aceptable a Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de
sus riquezas, y provee para el pobre de los tesoros del Señor, y realiza el
servicio del Señor rectamente. A la vista de los hombres, pues, el olmo
parece no llevar fruto, y no saben ni perciben que si viene una sequía, el
olmo, teniendo agua, nutrirá a la vid, y la vid, teniendo provisión
constante de agua, dará doble cantidad de fruto, tanto para sí como para el
olmo. De la misma manera el pobre, al interceder ante el Señor por el rico,
afianza sus riquezas, y también el rico, supliendo las necesidades del
pobre, afianza su alma. Así pues, los dos participan en la obra justa. Por
tanto, el que hace estas cosas no será abandonado por Dios, sino que será
inscrito en los libros de los vivos. Bienaventurados son los ricos que
entienden también que son enriquecidos por el Señor. Porque los que piensan
así podrán hacer una buena obra.»
Otra Parábola [tercera]
[52] Y me mostró muchos árboles que no tenían hojas, sino que me parecía a
mí como si estuvieran secos; porque todos parecían lo mismo. Y él me dijo:
«¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le dije; «todos son iguales, y están
secos.» El me contestó y me dijo: «Estos árboles que ves son los que residen
en este mundo.» «¿Por qué es así, señor», le pregunté, «que es como si
estuvieran secos, y todos igual?» «Porque en este mundo, ni el justo es
distinguible ni el pecador; todos son iguales. Porque este mundo es invierno
para el justo, y no son distinguibles, pues residen con los pecadores.
Porque así como en el invierno los árboles, habiendo perdido sus hojas, son
semejantes, y no se puede distinguir cuáles están secos y cuáles están
vivos, así también en este mundo, ni el justo ni los pecadores son
distinguibles, sino que todos son iguales.»
Otra Parábola [cuarta]
[53] Y me volvió a mostrar muchos árboles, algunos que estaban brotando,
otros secos, y me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le contesté;
«algunos están brotando y otros están secos.» «Estos árboles», me contestó,
«que están brotando son los justos, que residirán en el mundo venidero;
porque el mundo venidero es verano para los justos, pero invierno para los
pecadores. Así, cuando la misericordia del Señor resplandezca, entonces los
que sirven a Dios serán manifestados; sí, y todos los hombres serán
manifestados. Porque como en verano los frutos de cada árbol son
manifestados, y son reconocidos y se distingue de qué clase son, así también
los frutos de los justos serán manifestados, y todos [incluso el más
pequeño] se verá que florecen en el otro mundo. Pero los gentiles y los
pecadores, tal como viste los árboles que estaban secos, así se hallarán
también, secos y sin fruto, en el otro mundo, y serán quemados como
combustible, y serán puestos de manifiesto, porque su conducta cuando vivían
había sido mala. Porque los pecadores serán quemados, porque pecaron y no se
arrepintieron; y los gentiles serán quemados, porque no conocieron al que
les había creado. Da, pues, fruto, para que en el verano pueda ser conocido
tu fruto. Pero abstente del exceso de negocios, y nunca caerás en pecado
alguno. Porque los que están ocupados en exceso, pecan mucho también, siendo
distraídos de sus ocupaciones, y en modo alguno sirven a su propio Señor.
¿Cómo es posible», preguntó él, «que un hombre tal pueda pedir algo del
Señor y recibirlo, siendo así que no sirve al Señor? [Porque] los que le
sirven, éstos recibirán sus peticiones, pero los que no sirven al Señor,
éstos no recibirán nada. Pero si alguno se ocupa de una sola acción, es
capaz de servir al Señor; porque su mente no es desviada de (seguir) al
Señor, sino que le sirve, porque guarda su mente pura. Por consiguiente, si
haces estas cosas, podrás dar fruto para el mundo venidero; sí, y todo el
que hace estas cosas dará fruto.»
Otra Parábola [quinta]
[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta montaña, y dando
gracias al Señor por todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado
junto a mí, que me decía: «¿Por qué vienes aquí tan temprano por la mañana?»
«Señor», le contesté, «porque estoy guardando "una temporada"» Y me
preguntó: «¿Qué es "una temporada"?» «Estoy ayunando, señor», le contesté.
«¿Y qué es este ayuno», dijo él, [que estás observando]?» «El que estoy
acostumbrado a observar, señor», dije yo; «así ayuno.» Y me contestó: «No
sabes cómo ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno sin provecho ni
valor que estas haciendo ante Él.» «¿Por qué, señor», pregunté yo, «dices
esto?» «Te digo», me contestó, «que esto que observas no es un ayuno; pero
yo te enseñaré que es un ayuno completo y aceptable al Señor. Escucha»,
dijo; «Dios no desea un ayuno tan vano; porque al ayunar así ante Dios no
haces nada por la justicia. Pero observa [ante Dios] un ayuno así: no hagas
maldad en tu vida, y sirve al Señor de puro corazón; observa sus
mandamientos y anda en sus ordenanzas, y que ningún mal deseo se levante en
tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas cosas y le temes y
te abstienes de todo mal, vivirás para Dios; y si haces estas cosas,
guardarás un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios.
[55] II. »Escucha la parábola que te contaré con relación al ayuno. Cierto
hombre tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la
había plantado de viñas; y escogiendo a cierto esclavo que era de confianza
y agradable (y) tenido en honor, llamándole, le dijo: "Toma esta viña [que
yo he plantado] y ponle una valla alrededor [hasta que yo venga], pero no
hagas nada más a la viña. Ahora bien, guarda este mi mandamiento, y serás
libre en mi casa." Entonces el amo de los siervos se fue a viajar al
extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de la
viña; y habiendo terminado de poner el vallado a la viña notó que estaba
llena de malas hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta orden de mi señor
ya la he cumplido. Ahora voy a cavar esta viña, y estará más limpia cuando
termine; y cuando no tenga malas hierbas rendirá más fruto, porque no será
ahogada por las malas hierbas." Así que cayó la viña, y todas las raíces que
había en la viña fueron arrancadas. Y la viña se veía limpia y floreciente
cuando no tenía raíces que la ahogaban. Después de cieno tiempo el amo del
siervo [y de la finca] regresó y fue a ver la viña. Y viendo la viña con su
vallado alrededor, y [todas] las malas hierbas arrancadas, y las vides
floreciendo, se regocijó [muchísimo] por lo que el siervo había hecho. Así
que llamó a su querido hijo, que era su heredero, y los amigos que eran sus
consejeros, y les dijo lo que él había mandado a su siervo, y cuánto había
encontrado. Y ellos se regocijaron con el siervo por el testimonio que su
amo había dado de él. Y el amo les dijo: "Yo prometí a este siervo la
libertad si él guardaba los mandamientos que le había mandado; pero él
guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la viña, y me
agradó muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle coheredero
con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino que
la cumplió." El hijo del amo estuvo de acuerdo con este propósito de su
padre, que el siervo debía ser hecho coheredero con el hijo. Después de
algunos días, su amo hizo una fiesta, y le envió muchos manjares exquisitos
de la fiesta. Pero cuando el siervo recibió [los manjares que le enviaba el
amo], tomó lo que era suficiente para él y distribuyó el resto entre sus
consiervos. Y sus consiervos, cuando hubieron recibido los manjares, se
regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera hallar mayor favor
ante el amo, porque los había tratado con largueza. Su amo oyó todas estas
cosas que tuvieron lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto.
Así, el amo llamó de nuevo a sus amigos y a su hijo, y les anunció lo que el
siervo había hecho con respecto a los manjares que había recibido; y ellos
aprobaron todavía más su decisión, que su siervo debía ser hecho coheredero
con su hijo.»
[56] III. Yo le dije: «Señor, no comprendo estas parábolas, ni puedo
captarlas, a menos que me las expliques.» «Te lo explicaré todo», me dijo;
«y te mostraré todas las cosas que te diga. Guarda los mandamientos del
Señor, y serás agradable a Dios, y serás contado entre el número de los que
guardan sus mandamientos. Pero si haces algo bueno aparte del mandamiento de
Dios, ganarás para ti una gloria más excelente, y serás más glorioso a la
vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si mientras guardas los
mandamientos de Dios añades estos servicios también, te regocijarás si los
observas en conformidad con mi mandamiento.» Yo le dije: «Señor, todo lo que
me mandaste lo guardaré; porque sé que tú estás conmigo.» «Yo estaré
contigo», me dijo él, «porque tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y
yo estaré con todos los que tienen un celo semejante. Este ayuno», dijo él,
«si se guardan los mandamientos del Señor, es bueno. Esta es, pues, la
manera en que has de guardar este ayuno [que estás a punto de observar].
Ante todo, guárdate de toda mala palabra y de todo mal deseo, y purifica tu
corazón de todas las vanidades de este mundo. Si guardas estas cosas, este
ayuno será perfecto para ti. Y así harás. Habiendo cumplido lo que está
escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y agua; y contarás el
importe de lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a una
viuda o a un huérfano, o a uno que tenga necesidad, y así pondrás en
humildad tu alma, para que el que ha recibido de tu humildad pueda
satisfacer su propia alma, y pueda orar por ti al Señor. Así pues, si
cumples así tu ayuno, según te ha mandado, tu sacrificio será aceptable a la
vista de Dios, y este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es
hermoso y gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas observarás, tú y tus
hijos y toda tu casa; y, observándolas, serás bendecido; sí, y todos los que
lo oigan y lo vean serán bendecidos, y todas las cosas que pidan al Señor
las recibirán.»
[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la hacienda y del
amo, y de la viña, y del siervo que puso vallado a la viña, [y del vallado],
y de las malas hierbas que había arrancado de la viña, y del hijo, y de los
amigos los consejeros. Porque me di cuenta que todas estas cosas eran una
parábola. Pero él me contestó y dijo: «Eres excesivamente importuno con tus
preguntas. No deberías», [dijo él], «hacer ninguna pregunta en absoluto;
porque si es justo que se te explique una cosa, se te explicará.» Y le dije:
«Señor, todas las cosas que me muestres y no me las expliques las habré
visto en vano.» Pero de nuevo me contestó, diciendo: «Todo el que es un
siervo de Dios, y tiene a su Señor en su corazón, pide entendimiento de Él y
lo recibe, e interpreta cada parábola, y las palabras que el Señor dice en
parábola le son dadas a conocer. Pero todos aquellos que son lentos y
débiles en la intercesión, éstos vacilan en preguntar al Señor. Pero el
Señor es abundante en compasión, y da a los que le piden sin cesar. Pero tú,
que has sido vigorizado por el santo ángel, y has recibido estos (poderes
de) intercesión, y no eres descuidado, ¿por qué, pues, no pides
entendimiento al Señor, y lo obtienes de Él?» Yo le dije: «Señor, yo que te
tengo a ti conmigo (sólo) tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti;
porque tú me muestras todas las cosas, y me hablas; pero si yo las hubiera
de ver u ofr aparte de ti, habría pedido al Señor que me fueran mostradas.»
[58] V. «Ya te dije hace un momento», continuó, «que tú eres poco
escrupuloso e importuno al inquirir sobre las interpretaciones de las
parábolas. Pero como eres tan obstinado, voy a interpretarte la parábola de
la hacienda y todo lo que la acompaña, para que puedas darla a conocer a
todos. Oye, ahora, y entiende. La hacienda es este mundo, y el señor de la
hacienda es el que creó todas las cosas, y las ordenó, y las dotó de su
poder, y el siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien
Él mismo plantó; y las vallas son los [santos] ángeles del Señor que guardan
juntos a su pueblo; y las malas hierbas, que son arrancadas de la viña, son
las transgresiones de los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de la
fiesta son los mandamientos que Él dio a su pueblo por medio de su Hijo; y
los amigos y consejeros son los santos ángeles que fueron creados primero; y
la ausencia del amo es el tiempo que queda hasta su venida.» Yo le dije:
«Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y todas las cosas son
gloriosas; ¿había alguna probabilidad, pues, de que yo pudiera haberlas
captado?» «No, ni ningún otro hombre, aunque estuviera lleno de
entendimiento, podría haberlas captado.» «Con todo, señor», insistí,
«explícame lo que estoy a punto de inquirir de ti.» «Sigue», me dijo, «si
deseas algo.» «¿Por qué, [Señor]», dije yo, «es el Hijo de Dios representado
en esta parábola en la forma de un siervo?»
[59] VI. «Escucha», me contestó; «el Hijo de Dios no está representado en la
forma de un siervo, sino que está representado en gran poder y señorío.»
«¿Cómo, señor?», dije yo; «no lo comprendo.» «Porque», dijo él, «Dios plantó
la viña, esto es, creó al pueblo y lo entregó a su Hijo. Y el Hijo colocó a
los ángeles a cargo de ellos, para que velaran sobre ellos; y el Hijo mismo
limpió sus pecados, trabajando mucho y soportando muchas labores; porque
cavar sin trabajar o esforzarse. Habiendo, pues, Él limpiado a su pueblo,
les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre.
Ves, pues», me dijo, «que Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo recibido
todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el señor tomó a su hijo
y sus gloriosos ángeles como consejeros respecto a la herencia del siervo.
Dios hizo que el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la creación,
morara en carne que Él deseó. Esta carne, pues, en que reside el Espíritu
Santo, fue sometida al Espíritu, andando honorablemente en santidad y
pureza, sin contaminar en modo alguno al Espíritu. Cuando hubo vivido, pues,
honorablemente en castidad, y trabajado con el Espíritu, y hubo cooperado
con él en todo, comportándose él mismo osada y valerosamente, Él lo escogió
como colaborador con el Espíritu Santo; porque el curso de esta carne agradó
[al Señor], siendo así que, poseyendo el Espíritu Santo, no fue contaminado
en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos
ángeles también, para que esta carne, además, habiendo servido al Espíritu
intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que
había perdido la recompensa por su servicio; porque toda carne que es
hallada sin contaminación ni mancha, en que reside el Espíritu Santo,
recibirá una recompensa. Ahora tienes la interpretación de esta parábola
también.»
[60] VII. «Estoy muy contento, señor», le dije, «de ofr esta
interpretación.» «Escucha ahora», dijo él. «Guarda esta tu carne pura e
incontaminada, para que el Espíritu que reside en ella pueda dar testimonio
de ella, y tu carne pueda ser justificada. Procura que nunca entre en tu
corazón que esta carne tuya es perecedera, y con ello abuses de ella en
alguna contaminación. [Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al
Espíritu Santo también; pero si contaminas + la carne +, no vivirás.» «Pero,
señor», dije yo, «si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes
de haber oído estas palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha
contaminado su carne?» «Sólo Dios tiene poder de sanar los antiguos hechos
de ignorancia», dijo él, «porque toda autoridad es suya. [Pero ahora
guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de compasión, dará
curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a partir de ahora no
contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el
uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y
vivirás para Dios.»
Sexta Parábola
[61] I. Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las
cosas que había visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran
hermosos y poderosos y gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un
hombre, dije para mí: "Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos;
sí, y todo el que ande en ellos será bienaventurado". Mientras decía estas
cosas dentro de mí, súbitamente vi que él estaba sentado junto a mí, y me
decía lo siguiente: «¿Por qué eres de ánimo indeciso con respecto a los
mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No dudes en absoluto; pero
revístete de la fe del Señor, y andarás en ellos. Porque yo voy a
corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los que
intentan arrepentirse; porque si no andan en ellos, su arrepentimiento es
vano. Los que os arrepentís, pues, arrojad de vosotros las maldades de este
mundo que os oprimen; y, revistiéndoos de toda excelencia de justicia,
podréis observar estos mandamientos y no añadir más a vuestros pecados. Si
no añadís, pues, ningún otro pecado, os apartaréis de vuestros pecados
anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos míos, y viviréis para Dios.
Estas cosas ya te las he dicho [todas].» Y después que él me hubo dicho
estas cosas, me dijo: «Vayamos al campo, y te mostraré los pastores de las
ovejas.» «Vayamos, señor», le contesté. Y fuimos a cierta llanura, y él me
mostró a un joven, un pastor, vestido con un leve manto de color de azafrán;
y estaba apacentando un gran número de ovejas, y estas ovejas se veía que
estaban bien alimentadas y eran muy retozonas, y estaban contentas y daban
saltos de un lado a otro; y el mismo pastor estaba muy contento acerca de su
rebaño; y la misma mirada del pastor era alegre en extremo; y corría por
entre las ovejas.
[62] II. Y me dijo: «¿Ves este pastor?» «Le veo, señor», le contesté. «Éste
es el ángel de la indulgencia propia y del engaño», me dijo. «Destruye las
almas de los siervos de Dios, y las pervierte de la verdad, descarriándolas
con malos deseos, en los cuales perecen. Porque se olvidan de los
mandamientos del Dios vivo, y andan en engaños vanos y actos de complacencia
propia, y son destruidos por este ángel, algunos de ellos a muerte, y otros
a corrupción.» Y yo le dije: «Señor, no comprendo lo que esto significa: "a
muerte" y "a corrupción".» «Escucha», me dijo; «las ovejas que viste
contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y
se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas,
pues, no hay arrepentimiento para vida. Porque el Nombre de Dios es
blasfemado entre ellas. La vida de estas personas es muerte. Pero las ovejas
que viste que no están dando saltos, sino que están paciendo en un lugar,
éstas son las que se han entregado a actos de autoindulgencia y engaño, pero
no han pronunciado ninguna blasfemia contra el Señor. Estas, pues, han sido
corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de arrepentimiento, por el
cual pueden vivir. La corrupción, por tanto, tiene esperanza de una
renovación posible, pero la muerte tiene destrucción eterna.» Y seguimos un
poco más adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco en
apariencia, con una gran piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y
tenía una especie de zurrón sobre los hombros, y un cayado muy duro, con
nudos en él, y un gran látigo. Y su mirada era muy agria, de modo que tuve
miedo de él a causa de su mirada. Este pastor, entonces, fue recibiendo del
pastor joven aquellas ovejas juguetonas y bien alimentadas, pero que no
saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y cubierto de
espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían desenredarse de los
espinos y zarzas, sino que [se enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así
estas ovejas] pacían enmarañadas en los espinos y zarzas, y su estado era en
extremo desgraciado, pues él las azotaba; y las hacía avanzar de un lado a
otro, sin darles descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy mal.
[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y desgraciadas, me dio
pena su situación, porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y
dije al pastor que estaba hablando conmigo: «Señor, ¿quién es este pastor,
que es [tan] cruel y severo, y no tiene la menor compasión de estas ovejas?»
«Este», me dijo, «es el ángel del castigo, y es uno de los ángeles justos, y
preside sobre el castigo. Así que recibe a los que se apartan de Dios y van
en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y los castiga, según
merecen, con castigos espantosos y variados.» «Me gustaría saber de qué
clase son estos castigos diversos, señor», le dije. «Escucha», me respondió;
«las diversas torturas y castigos son torturas que pertenecen a la vida
presente; porque algunos son castigados con pérdidas, y otros con
necesidades, y otros con enfermedades variadas, y otros con [toda clase] de
turbaciones, y otros con insultos de personas dignas y con sufrimiento en
muchos otros aspectos. Porque muchos, viéndose perturbados en sus planes,
ponen mano en muchas cosas, y nada les prospera. Y entonces ellos dicen que
no prosperan en sus actos, y no entra en sus corazones que han cometido
malas acciones, sino que echan la culpa al Señor. Cuando son afligidos,
pues, con toda clase de aflicción, entonces me los entregan a mí para
recibir buena instrucción, y son corroborados en la fe del Señor, y sirven
al Señor con un corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se
arrepienten, las malas obras que han hecho se levantan en sus corazones, y
entonces glorifican a Dios, diciendo que Él es un Juez justo, y que sufren
justamente cada uno según sus actos. Y sirven al Señor a partir de entonces
con un corazón puro, y prosperan en sus actos, recibiendo del Señor todas
las cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque les ha entregado
a mí y ya no sufren ningún mal.»
[64] IV. Y yo le digo: «Señor, declárame más sobre esta cuestión.» «~,Qué es
lo que quieres saber?», me preguntó. «Señor, dime silos que viven en la
auto-indulgencia y son engañados sufren tormentos durante el mismo período de
tiempo en que han vivido en la autoindulgencia y son engañados.» El me
contestó: «Sufren tormentos durante el mismo período de tiempo.» Y le dije
yo: «Entonces, señor, sufren tormentos muy leves; porque los que viven así
en auto-indulgencia y se olvidan de Dios deberían ser atormentados a razón de
siete por uno.» Él me dijo: «Tú eres un necio, y no comprendes el poder del
tormento.» «Es verdad», le respondí, «porque si lo hubiera comprendido, no
te habría pedido que me lo declararas.» «Escucha», me dijo: «el poder de los
dos, [de la auto-indulgencia y del tormento]. El tiempo de la autoindulgencia
y el engaño es una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de.
treinta días. Si uno vive en la auto-indulgencia y es engañado durante un
día, y es atormentado un día, el día de tormento es equivalente a todo un
año. Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido
en la auto-indulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la
auto-indulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el
tormento es largo.»
[65] V. «Señor», le dije, «como no comprendo del todo lo que hace referencia
al tiempo del engaño y la auto-indulgencia y tormento, muéstramelo más
claramente.» Él me respondió y me dijo: «La necedad está pegada a ti; porque
no quieres limpiar tu corazón y servir a Dios. Vigila», [me dijo], «que el
tiempo no se cumpla y seas hallado en tu necedad. Escucha, pues», [me dijo],
«según quieres, para poder comprender esto. El que vive en la auto-indulgencia y es engañado durante un día, y hace lo que quiere, está
revestido de mucha locura y no comprende lo que está haciendo; porque el día
de mañana olvida lo que hizo el día anterior. Porque la auto-indulgencia y el
engaño, por razón de su locura, no tienen recuerdos con los cuales
revestirse; pero cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre
durante un solo día, este hombre es castigado y atormentado durante todo un
año; porque el castigo y el tormento tienen recuerdos prolongados. Así que,
siendo atormentado y castigado durante todo un año, el hombre recuerda largo
tiempo su auto-indulgencia y engaño, y se da cuenta de que es a causa de
ellas que está sufriendo estos males. Todo hombre que vive en la
auto-indulgencia y es engañado, pues, es atormentado de esta manera porque,
aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la muerte.» «¿Qué clase
de auto-indulgencia es perjudicial, señor?» «Toda acción que hace con placer
es auto-indulgencia para el hombre», me contestó; «para el hombre irascible,
cuando da rienda suelta a su pasión, es auto-indulgencia; y el adúltero y el
borracho y el calumniador y el mentiroso y el avaro y el defraudador y el
que hace cosas semejantes a éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por
lo que es autoindulgente en su acción. Todos estos hábitos de
auto-indulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios; a causa de estos
engaños sufren, pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay
hábitos de auto-indulgencia, también, que salvan a los hombres; porque muchos
son autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por el placer que les
produce. Esta auto-indulgencia, por consiguiente, es conveniente para los
siervos de Dios, y trae vida a un hombre de esta disposición; pero las
auto-indulgencias perjudiciales antes mencionadas producen a los hombres
tormentos y castigos; y si continúan en ellas y no se arrepienten, les
acarrean la muerte.»
Séptima Parábola
[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde había visto
también a los pastores, y me dijo: «¿Qué buscas?» «Señor», le contesté,
«estoy aquí para que mandes al pastor que castiga que salga de mi casa;
porque me aflige mucho.» «Te es necesario», me dijo, «ser afligido; porque
así lo ha ordenado respecto a ti el ángel glonoso, porque quiere que seas
probado.» «¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan malo, señor», le dije, «que
deba ser entregado a este ángel?» «Escucha», me dijo: «Tus pecados son
muchos; con todo, no son tantos que hayas de ser entregado a este ángel;
pero tu casa ha cometido grandes iniquidades y pecados, y el ángel glorioso
está enojado por estos actos, y por esta causa ha mandado que seas afligido
durante cierto tiempo, para que ellos puedan también arrepentirse y ser
limpiados de todo deseo de este mundo. Por consiguiente, cuando ellos se
arrepientan y sean limpiados, entonces el ángel del castigo partirá.» Y yo
le dije: «Señor, si ellos han perpetrado estos actos por los que el ángel
glorioso está enojado, ¿qué he hecho yo?» «Ellos no pueden ser afligidos de
otra manera», dijo él, «a menos que tú, la cabeza de [toda] la casa, seas
afligido; porque si tú eres afligido, ellos también por necesidad serán
afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir aflicción
alguna.» «Pero, mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo
corazón.» «Me doy perfecta cuenta», contestó él, «que ellos se han
arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees tú que los pecados de los
que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo son en modo alguno;
sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia alma, y ha
de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda
clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el
que creó todas las cosas y las dotó de poder será movido a compasión y
concederá algún remedio. Y esto (hará Dios) si en alguna forma ve el corazón
del penitente puro de todo mal. Pero es conveniente que tú y toda tu casa
seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto contigo? Tú has de ser
afligido como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí; y por esto
da gracias al Señor, que te ha considerado digno de que yo te revele de
antemano la aflicción, para que sabiéndolo con antelación la soportes con
entereza.» Yo le dije: «Señor, sé tú conmigo, y podré soportar toda
aflicción [fácilmente].» «Yo estaré contigo», me dijo; «y pediré al ángel
que castiga que te aflija más levemente; pero tú serás afligido durante un
tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu casa. Sólo sigue siendo
humilde y sirve al Señor con el corazón puro, tú y tus hijos y tu casa, y
anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo será posible que tu
arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si guardas estos mandamientos con tu
casa, será apartada de ti toda aflicción; sí, y la aflicción será apartada
de todo aquel que anda en estos mis mandamientos.
Octava Parábola
[67] I. Y me mostró un [gran] sauce, que hacía sombra a llanuras y montañas,
y bajo la sombra del sauce se habían congregado los que son llamados por el
nombre del Señor. Y junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso
y muy alto, que tenía una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y
dándolas a la gente que se resguardaba debajo del sauce; y les daba varas
pequeñas de un codo de longitud. Y después que todos hubieron tomado las
varas, el ángel puso a un lado la hoz, y el árbol estaba sano, tal como yo
lo había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de ml y dije:
«¿Cómo es posible que el árbol esté sano, después que le han cortado tantas
ramas». El pastor me dijo: «No te asombres que el árbol permanezca sano
después que se le han cortado tantas ramas?» sino espera hasta que veas
todas las cosas, y se te mostrará lo que es.» El ángel que dio las varas a
la gente les mandó que se las devolvieran; y tal como cada uno de ellos las
había recibido, así también fue citándolos, y cada uno le devolvió la vara.
Pero el ángel del Señor las tomaba y las examinaba. De algunos recibía varas
secas y como comidas por larvas; el ángel les ordenaba a los que entregaban
varas así que se pusieran a un lado. Y otros las entregaban medio marchitas;
éstos también eran puestos aparte. Y Otros entregaban varas medio secas y
con grietas; éstos eran puestos también aparte. Y otros entregaban sus varas
verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban
sus varas medio secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros
entregaban las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos
se quedaban aparte. Y otros entregaban varas con dos panes secas y la
tercera verde; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban sus
varas casi todas verdes, pero una pequeña porción seca en el extremo; pero
había grietas en ellas; éstos también se quedaban aparte. Y en las de otros
había una pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba seca; éstos
también estaban aparte. Y otros venían trayendo sus varas verdes, tal como
las habían recibido del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus
varas en este estado; y el ángel se regocijaba en gran manera en éstos;
éstos también estaban aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con
retoños; éstos también eran puestos aparte; y ante éstos también el ángel se
regocijaba grandemente. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; y
los retoños tenían lo que parecía una especie de fruto. Y éstos estaban
contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado. Y sobre
éstos el ángel se gozaba, y el pastor estaba muy contento con ellos.
[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y trajeron
coronas, hechas como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres
que habían entregado las varas que tenían retoños y algo de fruto, y los
enviaba a la torre. Y los otros eran también enviados a la torre, a saber,
los que habían traído las varas verdes y con retoños, pero los retoños no
tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que iban a la torre
tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los que habían entregado
sus varas verdes tal como las habían recibido fueron despedidos, y se les
dio un vestido [blanco] y sellos. Después que el ángel hubo terminado estas
cosas, dijo al pastor: «Me voy; pero a éstos los enviarás a sus (lugares
dentro) de los muros, según lo que cada uno merezca; pero examina las varas
cuidadosamente, y envíalos. Mas sé muy cuidadoso al examinarlas. Asegúrate
que ninguno escape de ti», le dijo. «Con todo, si alguno se escapa, yo le
probaré en el altar.» Cuando hubo dicho esto al pastor se marchó. Y después
que el ángel hubo partido, el pastor me dijo: «Tomemos las varas de todos y
plantémoslas, para ver si algunas de ellas pueden vivir.» Y, yo le dije:
«Señor, estas cosas secas, ¿pueden vivir?» Él me contestó y dijo: «Este
árbol es un sauce, y esta clase de árboles se aferra a la vida. Si se
plantan las varas y tienen un poco de humedad, muchas de ellas viven. Y
después procuremos poner algo de agua sobre ellas. Si alguna de ellas puede
vivir, yo me gozaré de ello; pero si no vive, por lo menos no habré sido
negligente.» Así que el pastor me mandó que los llamara, a cada uno según
estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y entregaron sus varas al
pastor. Y el pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de
haberlas plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo que no se podían
ver las varas por el agua. Y después que hubo regado las varas, me dijo:
«Vayámonos ahora, y dentro de unos pocos días regresemos e inspeccionemos
todas las varas; porque el que ha creado este árbol quiere que vivan todo os
que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo espero que estas pequeñas
varas, después de haber recibido humedad y haber sido regadas, vivan la
mayor parte de ellas.»
[69] III. Y yo le dije: «Señor, infórmame de qué es este árbol. Porque estoy
perplejo por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol
está sano, y no parece que se le haya cortado ninguna; por tanto, estoy
perplejo por ello.» «Escucha», me dijo; «este gran árbol que hace sombra
sobre llanuras y montañas y toda la tierra es la ley de Dios, que fue dada a
todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios predicado a todos los extremos
de la tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que han oído la
predicación y han creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel,
que tiene poder sobre esta gente y es su capitán. Porque es él el que pone
la ley en los corazones de los creyentes; por tanto, él mismo inspecciona a
aquellos a quienes la ha dado, por ver si la han observado. Pero, tú ves las
varas de cada uno; porque las varas son la ley. Tú ves muchas de estas varas
por completo echadas a perder; y notarás a todos los que no han observado la
ley, y verás el lugar (destino) de cada uno en particular.» Yo le dije:
«Señor, ¿por qué envió a algunos a la torre y dejó a otros para ti?» El me
dijo: «Todos los que transgredieron la ley que han recibido de él, a éstos
los ha dejado bajo mi autoridad, para que se arrepientan; pero a cuantos ya
han satisfecho la ley y la han observado, a éstos los tiene bajo su propia
autoridad.» «¿Quiénes son, pues, señor», le dije, «los que han sido
coronados y entrado en la torre?» [«Todos los que han luchado con el diablo
y le han vencido en la lucha», me dijo, «éstos son coronados]: éstos son los
que han sufrido por la ley. Pero los otros, que también entregaron sus varas
verdes y con retoños, aunque no con fruto, son los que fueron perseguidos
por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las
entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hombres sobrios y
rectos, que anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los
mandamientos del Señor. Pero todo lo demás lo sabrás cuando examine estas
varas que he plantado y regado.»
[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el pastor se sentó en
el lugar del ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me dijo:
«Cíñete con una ropa de lino crudo, y ayúdame. » Así que me ceñí con una
ropa limpia de lino crudo hecha de material tosco. Y cuando me vio ceñido y
dispuesto a servirle, me dijo: «Llama a los hombres cuyas varas han sido
plantadas, según la fila en que cada un presentó su vara.» Y yo salí a la
llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según sus filas. Y él
les dijo: «Que cada uno arranque su propia vara, y me la traiga.» Y los
primeros que la entregaron fueron los que habían tenido las varas secas y
agrietadas, y seguían igual: secas y agrietadas. El les ordenó que se
quedaran aparte. Luego las entregaron los que las tenían secas pero no
agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros secas y como roídas
por larvas. A los que le dieron varas verdes él les ordenó que se quedaran
aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas les ordenó que se
unieran a los primeros. Entonces las entregaron los que tenían las varas
medio secas y con grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin
grietas; y muchos las entregaban verdes y con retoños y fruto en los
retoños, como los que habían ido a la torre coronados; y algunos de ellos
las entregaban secas y roídas, y algunos secas y no roídas, y algunos tal
como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se pusieran a un
lado, algunos en sus propias filas y otros aparte de ellas.
[71] V. Entonces las entregaron los que tenían sus varas verdes pero con
grietas. Estos las entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia
compañía. Y el pastor se regocijó sobre éstos, porque estaban todos
cambiados y habían eliminado las grietas. Y las entregaron también los que
tenían la mitad verde y la otra mitad seca. Las varas de algunos fueron
halladas verdes del todo, las de algunos medio secas, las de y roídas, y las
de algunos verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a su
compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra
seca; muchos de ellos las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros
secas y roídas. Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las
entregaron los que tenían dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos
de ellos las entregaban medio secas, algunos secas y roídas, y otros medio
secas y con grietas, y unos pocos verdes. Todos éstos se quedaron en su
propia compañía. Luego las entregaron los que habían tenido sus varas verdes
pero con una pequeña porción [seca] y con grietas. De éstos, algunos las
entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos también fueron enviados
a su propia compañía. Entonces las entregaron los que tenían una pequeña
parte verde y las otras partes secas. Las varas de éstos fueron halladas en
su mayor parte verdes y con retoños y fruto en los retoños, y otras del todo
verdes. Ante estas varas el pastor se regocijó [sobremanera] porque fueron
halladas así. Y éstos fueron enviados a su propia compañía.
[72] VI. Cuando [el pastor] hubo examinado las varas de todos, me dijo: «Ya
te dije que este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves», me dijo, «como
muchos se arrepintieron y fueron salvados?» «Lo veo, señor», le contesté. Y
él me dijo: «Es para que tú puedas ver la abundante compasión del Señor,
cuán grande es y gloriosa, y Él ha dado (su) Espíritu a los que eran dignos
de arrepentimiento.» «¿Por qué, pues, señor», le pregunté, «no se
arrepintieron todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de
volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio
arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que
intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento,
para que no profanaran de nuevo su nombre.» Y yo le dije: «Señor, ahora
muéstráme, con referencia a los que han entregado sus varas, qué clase de
hombre era cada uno de ellos, y su morada, para que cuando oigan esto los
que han creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han guardado
entero, puedan entender lo que están haciendo, y arrepentirse, recibiendo de
ti un sello, y puedan glorificar al Señor, que tuvo compasión de ellos y te
envió a ti para renovar su espíritu.» «Escucha», me dijo: «Aquellos cuyas
varas fueron halladas secas y comidas de larvas, éstos son los renegados y
traidores de la Iglesia, que han blasfemado al Señor en sus pecados, y
todavía más, se avergonzaron del Nombre del Señor, que fue invocado sobre
ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero tú ves también que
ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron las palabras que les dijiste,
que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido la vida. Pero
los que entregaron (varas) verdes y sin marchitar, éstos están también cerca
de ellos; porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas, y
pervirtieron a los siervos de Dios, especialmente a los que no habían
pecado, no permitiéndoles que se arrepintieran, sino persuadiéndoles con sus
doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen esperanza de arrepentirse. Pero
ves que muchos de ellos verdaderamente se han arrepentido desde que tú les
hablaste de mis mandamientos; sí, y (otros) todavía se arrepentirán. Y todos
los que no se arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos de ellos se
arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada dentro de los
primeros muros, y alguno de ellos, incluso, ascendió dentro de la torre.
Ves, pues», [me dijo], «que el arrepentimiento de los pecados trae vida,
pero el no arrepentirse trae muerte.
[73] VII. »Pero, en cuanto a los que entregaron (varas) medio secas y con
gnetas en ellas, oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban
medio marchitas del todo, eran los indecisos; porque ni viven ni están
muertos. Pero los que las tienen medio secas y con grietas, éstos son los
indecisos y calumniadores, y nunca están en paz entre sí, sino que siempre
causan disensiones. Con todo, incluso éstos», [dijo él], «reciben
arrepentimiento. Ves, [me dijo], que algunos de ellos se han arrepentido; y
todavía hay», me dijo, «esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos
los que de ellos», me dijo, «se han arrepentido, tienen su residencia dentro
de la torre; pero todos los que se han arrepentido tardíamente morarán
dentro de los muros; y los que no se arrepintieron, sino que continuaron en
sus actos, morirán de muerte. Pero los que han entregado sus varas verdes y
con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo tiempo, [pero]
tienen cierta emulación los unos de los otros para obtener el primer lugar y
gloria de alguna clase; pero todos ellos son necios al mostrar (rivalidad)
el uno del otro por los primeros lugares. Pese a todo, éstos también, cuando
oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se
arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la
torre. Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera de
la torre y perderá su vida. La vida es para todos los que guardan los
mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay nada sobre los
primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y
humildad en el hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor, pero
en el sedicioso y libertino hay muerte.
[74] VIII. »Pero los que entregaron sus varas medio verdes y medio secas,
éstos son los que están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por
lo tanto, la mitad de ellos vive, pero la otra mitad está muerta. Muchos de
ellos cuando oyeron mi mandamiento se arrepintieron. Todos los que se
arrepintieron tienen su morada dentro de la torre. Pero algunos de ellos
están puestos aparte. Estos, pues, no tienen arrepentimiento; porque a causa
de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron. Así que perdieron su vida
por la maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de ánimo indeciso.
Estos todavía tienen oportunidad para el arrepentimiento; si se arrepienten
rápidamente, su morada será dentro de la torre; y si tardan en arrepentirse,
morarán dentro de los muros; pero si no se arrepienten, ellos también habrán
perdido la vida. Pero los que han entregado varas dos partes verdes y la
tercera seca, éstos son los que han negado con negaciones múltiples. Muchos
de ellos se han arrepentido, pues, y han partido hacia el interior de la
torre; pero muchos se rebelaron del todo contra Dios; éstos perdieron
finalmente la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo indeciso y causaban
disensiones. Para éstos, por tanto, hay arrepentimiento si se arrepienten
rápidamente y no siguen en sus placeres; pero si siguen en sus acciones,
éstos también se procurarán ellos mismos la muerte.
[75] IX. »Pero los que han entregado sus varas dos tercios secas y un tercio
verde, éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y
tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se
volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los
justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino
les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de Dios,
sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos
de ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro
de la torre. Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo
corrompidos por las opiniones vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e
hicieron las obras de los gentiles. Estos, pues, son nombrados con los
gentiles. Pero otros entre ellos eran de ánimo indeciso, no esperando ser
salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y otros eran
indecisos y hacían divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a
causa de sus hechos hay todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento
debería ser rápido, para que su morada pueda ser dentro de la torre; pero
para los que no se arrepienten, sino que siguen en sus pasiones, la muerte
está cerca.
[76] X. »Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con el extremo seco y
con grietas, son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y
gloriosos a la vista de Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de
deseos triviales y porque tenían algo los unos contra los otros. Pero,
cuando oyeron mis palabras la mayor parte se arrepintió rápidamente, y su
morada fue asignada dentro de la torre. Pero algunos de ellos eran
indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor disensión. En
éstos, por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque fueron
hallados buenos; y apenas habrá alguno de ellos que muera. Pero los que
entregaron sus varas secas, pero con una pequeña porción verde, éstos son
los que creyeron pero practicaron las obras de injusticia. Con todo, no se
separaron nunca de Dios, sino que llevaron el nombre alegremente, y
alegremente recibieron en sus casas a los siervos de Dios. Así que, al oír
de este arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron toda
excelencia y justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución
voluntariamente, sabiendo los hechos que hacían. Todos éstos, por tanto,
tendrán su morada en la torre.»
[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de todas las varas,
me dijo: «Ve y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para
Dios; porque el Señor en su compasión me envió a dar arrepentimiento a
todos, aunque algunos no lo merecen por sus actos; pero, siendo el Señor
paciente, quiere que sean llamados por medio de su Hijo para que sean
salvos.» Y le dije: «Señor, espero que todos los que oigan estas palabras se
arrepentirán; porque estoy persuadido de que cada uno, cuando conozca
plenamente sus propios actos y tema a Dios, se arrepentirá.» El me respondió
diciéndome: «Todos cuantos», [dijo él], «se [arrepientan] de todo corazón
[y] se limpien de todas las malas acciones antes mencionadas, y no añadan
ningún peéado más a los anteriores, recibirán curación del Señor para sus
pecados anteflore a menos que sean de ánimo indeciso con respecto a estos
mandamientos, y vivirán para Dios. [Pero cuantos añadan a sus pecados», me
dijo, «y anden en las concupiscencias de este mundo, se condenarán a sí
mismos a muerte.] Pero tú anda en mis mandamientos, y vive [para Dios; sí, y
cuantos anden en ellos y obren rectamente, vivirán para Dios.]» Habiéndome
mostrado todas estas cosas [y habiéndomelas dicho] me dijo: «Mira, te
declararé el resto dentro de unos días.»
Novena Parábola
[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el
ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las
cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te
mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más
débil en la carne, no te fue declarado a través de un ángel; pero cuando
fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de
modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de modo
claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y
apropiada has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una
virgen; pero ahora ves (siendo instruido) por un ángel, aunque es por el
mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo con más exactitud de mí.
Porque para esto también fui designado por el ángel glorioso para permanecer
en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin sentirte
aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña
redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran
llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una
un aspecto diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda,
sin vegetación; la tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la
vegetación medio mustia, la parte superior de la hierba era verde, pero la
parte cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había marchitado,
siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y
era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes,
algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero
la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña
tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera,
y había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y
cuanto más ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña.
La octava montaña estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del
Señor bebían en las fuentes de esta montaña. La novena montaña no tenía agua
alguna y era por completo un desierto; y tenía fieras y reptiles mortíferos,
que destruían a la humanidad. La décima montaña tenía árboles muy grandes y
mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y reposando.
La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por todas partes, y
los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de
frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima
montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en
extremo hermosa de por si.
[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se
levantaba sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y
tenía cuatro lados, de modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien,
esta roca era antigua y tenía una puerta excavada en ella; pero la puerta me
pareció haber sido excavada muy recientemente. Y la puerta brillaba más que
el resplandor del sol., de modo que me maravillé del brillo de la puerta. Y
alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las cuatro que estaban en los
extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero las otras también
eran gloriosas; y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la
puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de
túnicas de lino y ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho
libre, como si intentaran llevar alguna carga. Así estaban preparadas,
porque eran muy animosas y alegres. Después que vi estas cosas, me maravillé
de la grandeza y la gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me quedé
perplejo con respecto a las vfrgenes, que, aunque fueran delicadas, estaban
de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el pastor me
dijo: «¿Por qué te haces preguntas y estás perplejo, y te pones triste?
Porque las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres
prudente; pero ruega al Señor, para que puedas recibir entendimiento para
comprenderlas. Lo que hay detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay
delante de ti lo contemplas. Las cosas que no puedes ver, por tanto,
déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que puedes ver, éstas
domínalas, y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a explicarte
todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda.»
[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto
semejante, y éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que
habían venido también eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres
les ordenaron que edificaran una torre sobre la puerta. Y hacían un gran
ruido estos hombres que habían venido para edificar la torre, cuando corrían
de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque las vírgenes que había
junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a edificar la
torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los
hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras de cierto hoyo
profundo, que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron
diez piedras cuadradas y pulimentadas, [no] labradas de una cantera. Y los
seis hombres llamaron a las vírgenes, y les ordenaron que llevaran todas las
piedras que habían de entrar en la edificación de la torre, y que las
pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres que estaban a punto de
edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez piedras que
habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas,
piedra por piedra.
[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las
llevaron; las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los
ángulos de la piedra, en tanto que las otras se inclinaban a los lados de la
piedra. Y así acarrearon todas las piedras. Y las trasladaron a través de la
puerta, tal como se les había ordenado, y las entregaron a los hombres para
la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la edificación de la
torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras fueron
entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento
para el edificio de la torre. Y [la roca y] la puerta sostenían toda la
torre. Y después de las diez piedras subieron de la profundidad otras
veinticinco piedras, y éstas fueron encajadas en el edificio de la torre,
siendo acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y después de éstas
subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la
torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y éstas fueron
puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras
en los fundamentos de la torre. Y (las piedras) dejaron de subir de la
profundidad, y los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis
hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras de las montañas
para la edificación de la torre. Fueron traídas, pues, de todas las
montañas, de varios colores, labradas por los hombres, y entregadas a las
vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la puerta y las
entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras
fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y
perdieron sus muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los
hombres para el edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal
como eran colocadas, así permanecían; porque no eran entregadas por las
vírgenes ni habían sido acarreadas a través de la puerta. Estas piedras,
pues, eran deformes y desagradables a la vista en el edificio de la torre.
Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias en el
edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su
lugar propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que
estaban trayendo piedras: «Absteneos del todo de entregar piedras para la
edificación; pero colocadlas junto a la torre, para que las vírgenes las
acarreen a través de la puerta y las entreguen a los que edifican. Porque»,
[dijeron ellos], «si no son acarreadas a través de la puerta por las manos
de estas vírgenes no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues»,
[dijeron], «en vano.»
[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no
quedó terminada por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco
más; y hubo una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron
a los edificadores que se retiraran un rato [todos ellos] y descansaran;
pero a las vírgenes no les ordenaron que se retiraran de la torre. Y yo
pensé que las vírgenes se habían quedado para guardar la torre. Y después
que todos se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al pastor: «Señor,
¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?» «La torre», me
contestó, «no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y
ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que
se desmenuzan, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su
voluntad.» «Quisiera saber, señor», le dije, «qué es el edificio de esta
torre, y respecto a la roca y la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y
las piedras que vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que
fueron usadas tal como estaban en la edificación; y porqué fueron colocadas
primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco, luego treinta y
cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la
edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto
a todas estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y me
dijo: «Si no eres dominado por una curiosidad llana, conocerás todas estas
cosas. Porque después de unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a
continuación ocurrirá a esta torre y entenderás todas las parábolas con
exactitud.» Y después de unos días volvimos al lugar en que nos habíamos
sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque el propietario de la
torre viene para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie allí
cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo
de la torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para
inspeccionar el edificio.
[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de muchos hombres que
venían, y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y
los seis hombres que habían dirigido la edificación andaban con él a su
derecha y a su izquierda, y todos los que habían trabajado en la edificación
estaban con él, y muchos otros gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes
que vigilaban la torre se adelantaron y le besaron, y empezaron a caminar a
su lado alrededor de la torre. Y este hombre inspeccionó el edificio tan
cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y empuñaba una vara en la
mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que estaba colocada en el
edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían negras como
hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no
se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras
piedras, y otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos
de las piedras que se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó
que todas ellas fueran quitadas de la torre, y fueran colocadas junto a la
torre, y fueran traídas otras piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y
los edificadores le preguntaron de qué montaña deseaba que fueran traídas
las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran traídas de las
montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había muy
cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y
cuadradas, pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las
piedras que había por todas panes en aquella llanura fueron traídas, y
fueron acarreadas a través de la puerta por las vírgenes. Y las piedras
cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las que habían sido
quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio, porque
era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron
colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y
colocarlas en el edificio; porque eran muy brillantes.
[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que
era el señor de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas
las piedras que había puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del
edificio, y le dijo: «Limpia estas piedras cuidadosamente, y ponlas en el
edificio de esta torre; se entiende las que puedan encajar con el resto;
pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre.» Habiendo dado
estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían
venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo
le dije al pastor: «¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el
edificio de la torre, siendo así que han sido desaprobadas?» Él me contestó:
«¿Ves estas piedras?» «Las veo, señor», le dije. «Yo mismo daré forma a la
mayor parte de estas piedras y las pondré en el edificio, y encajarán con
las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije, «cuando sean recortadas
con el cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo como respuesta:
«Todas las que sean halladas pequeñas, serán puestas en medio del edificio;
pero las que sean mayores, serán colocadas cerca del exterior, y se
enlazarán con las otras.» Con estas palabras me dijo: «Vayámonos, y después
de dos días volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio;
porque todas las cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea
que el señor venga súbitamente y halle los alrededores de la torre sucios y
se enoje, y resulte que estas piedras no entren en la edificiación de la
torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi señor.»
Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: «Inspeccionemos todas
las piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le dije:
«Señor, inspeccionémoslas.»
[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y
tal como habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor
ordenó que fueran quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego
inspeccionó las que eran mohosas, y las tomó y moldeó muchas de ellas, y
ordenó a las vírgenes que las tomaran y las pusieran en el edificio. Y las
vírgenes las tomaron y las colocaron en el edificio de la torre en una
posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran colocadas con las
negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a inspeccionar las
que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran llevadas
por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia
fuera, porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado
debido al número de rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del
edificio de la torre. Luego siguió inspeccionando (las piedras) de tamaño
reducido, y muchas de ellas estaban negras, y algunas tenían grandes rajas;
y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que habían sido
descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma, y ordenó
que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las
encajaron en medio del edificio de la torre; porque eran algo débiles. Luego
empezó a inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de
ellas (ahora) eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con
las que habían sido descartadas antes. +Pero todas las restantes fueron
[halladas blancas, y fueron] llevadas por las vírgenes; porque siendo
blancas fueron encajadas por las mismas [vírgenes] en el edificio.+ Pero
fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo que podían
unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola de ellas
era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes;
y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear, porque
eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma [y fueron
llevadas por las vírgenes], y fueron encajadas en medio del edificio de la
torre, porque eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían
manchas, y algunas de éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el
resto; pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron encajadas por
las vírgenes en el edificio; pero fueron colocadas hacia fuera debido a su
fuerza.
[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me
dijo: «¿Qué haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo, señor?», le
respondí. [Y él me dijo]: «¿No te das cuenta de nada con respecto a las
mismas?» Y le dije: «Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni
puedo decir nada.» «¿No ves», me dijo, «que son muy redondas, y si quiero
hacerlas cuadradas es necesario quitar de ellas mucho con el cincel? Con
todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad en el edificio.»
«Señor», dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no
escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?» El escogió de
entre las grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las
tomaron y las encajaron en las panes exteriores del edificio. Pero las
restantes que habían quedado se las llevaron y las pusieron en la llanura de
donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo, porque»,
dijo él, «queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el señor de
la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio,
porque son muy brillantes.» Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy
hermosa figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los hombros desnudos], con
el pelo colgando. Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el
pastor ordenó que tomaran las piedras que habían sido desechadas del
edificio, y las llevaran a las mismas montañas de las cuales habían sido
traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se llevaron todas las piedras y
las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y después que habían
sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una sola alrededor de la
torre, el pastor me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya
defecto en ella.» Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la
torre era muy hermosa en la edificación, se puso en extremo contento; porque
la torre estaba tan bien edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la
edificación de la misma; porque estaba edificada como si fuera de una sola
piedra, encajada toda junta. Y la obra de piedra parecía como si hubiera
sido excavada de la roca; porque me parecía como si fuera todo una sola
piedra.
[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan
airosa. Y el pastor me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda
rellenar las formas de las piedras que han sido tomadas y puestas en el
edificio; porque toda la torre alrededor ha de ser lisa.» E hice lo que me
mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y la obra será realizada
rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que habían entrado
en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y
limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los
escombros alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor
de la torre quedó alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: «Todo ha quedado
limpio ahora. Si el señor viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de
qué acusarnos.» Diciendo esto, quería marcharse. Pero yo eché mano de su
zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara [todo] lo qüe me había
mostrado. El me dijo: «Estoy ocupado durante un rato; luego te lo explicaré
todo. Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo le dije: «Señor, cuando esté solo
aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?» «Tú no estás solo», me contestó,
«porque estas vírgenes están aquí contigo.» «Encomiéndame, pues, a ellas»,
le dije. El pastor las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este hombre hasta
que vuelva», y se marchó. Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas
estaban muy alegres, y amablemente dispuestas hacia mí, especialmente las
cuatro que eran más gloriosas en apariencia.
[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene aquí.» «¿Qué haré
yo, pues?», dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene, él
hablará contigo; pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que
venga.» Yo les dije: «Le esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me
marcharé a casa y regresaré temprano por la mañana.» Pero ellas contestaron
y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras, y no puedes marcharte de
nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche con nosotras»,
dijeron, «como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro
hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos
entrañablemente.» Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que
parecía ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo
que ella me abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor
de la torre y jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven,
y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a
danzar, [otras a dar saltos], otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y
andaba con ellas alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No
obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa; pero ellas no me
dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y dormí al
lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre
el suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa
que orar; y yo oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las
vírgenes se regocijaban de que yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí
hasta la mañana a la segunda hora. Entonces vino el pastor y dijo a las
vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?» «Pregúntaselo», dijeron. Y yo le
dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.» «¿Qué comiste para
cenar?», me preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor durante toda la
noche», le dije. «¿Te trataron bien?», preguntó él. «Sí, señor», contesté.
«Ahora», dijo él, «¿qué es lo que quieres oír primero?» «En el orden en que
me lo has mostrado, señor, desde el principio», le dije; «te ruego, señor,
que me lo expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré.» «Según
tu deseo, así te lo interpretaré», me dijo, «y no te esconderé nada a ti.»
[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La roca y la puerta,
¿qué son?» «Esta roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.»
«Señor», le dije, «¿cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?»
«Escucha», me dijo, «y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más
antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la
obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.» «Pero la puerta,
¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «El fue
manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es
hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en
el reino de Dios. ¿Viste», me dijo, «que las piedras que pasaron por la
puerta han entrado en la edificación de la torre, pero las que no pasaron
por ella fueron echadas otra vez a su lugar?» «Lo vi, señor», dije yo. «Así,
pues», dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios a menos que haya recibido
el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una ciudad, y esta
ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes entrar
en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?» «Señor, ¿cómo
sería posible hacerlo de otra manera», le pregunté yo. «Así pues, si no
puedes entrar en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo
mismo», dijo él, «ninguno puede entrar en el reino de Dios excepto en el
nombre de su Hijo que es amado por Él. ¿Viste», me dijo, «la multitud que
está edificando la torre?» «La vi, señor», le contesté. «Estos», dijo él,
«son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado por todas panes
el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al Señor.
Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo.
¿Viste», me dijo, «los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en
medio de ellos, que andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del
edificio?» «Le vi, señor», le dije. «El hombre glorioso», dijo él, «es el
hijo de Dios, y los seis son los gloriosos ángeles que le guardan a su
derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno entrará ante
Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino
de Dios.»
[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre», contestó él,
«¡cómo!, es la Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son
los espíritus santos; y ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a
menos que éstos le revistan con su vestido; porque si tú recibes sólo el
nombre, pero no recibes el vestido de ellos, no te sirve de nada. Porque
estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo tanto] si tú llevas el
Nombre, y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las
piedras», dijo él, «que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre,
pero no estaban vestidas con el vestido de las vírgenes.» «¿De qué clase,
señor», pregunté yo, «es su vestido?» «Los mismos nombres», dijo él, «son su
vestido. Todo el que lleva el nombre del Hijo de Dios, debería llevar los
nombres de éstos también; porque incluso el Hijo mismo lleva los nombres de
estas vírgenes. Todas las piedras que viste que entraban en el edificio de
la torre», me dijo, «siendo dadas por sus manos y esperando para la
edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa
tú ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que
han creído en el Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos
espíritus, pasarán a ser un espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos
de un color. Pero estas personas que llevan los nombres de las vírgenes
tienen su morada en la torre.» «Las piedras que son echadas, pues», dije yo,
«¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y fueron colocadas en
el edificio de la torre por manos de las vírgenes.» «Como todas estas cosas
te interesan», dijo él, «e inquieres con diligencia, escucha lo que se
refiere a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él],
«recibieron el nombre del Hijo de Dios, y recibieron también el poder de
estas vírgenes. Cuando recibieron, pues, estos espíritus, fueron
fortalecidas, y estaban con los siervos de Dios, y tenían un espíritu y un
cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y obraban justicia.
Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste
vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y
eran de hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de
su poder, pero se despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto,
fueron echados de la casa de Dios y entregados a estas (mujeres). Pero los
que no fueron engañados por la hermosura de estas mujeres permanecieron en
la casa de Dios. Aquí tienes la interpretación de las que fueron
descartadas», dijo él.
[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos hombres, siendo lo
que son, se arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y
regresan a las vírgenes, y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en
la casa de Dios?» «Entrarán», dijo él, «si se desprenden de las obras de
estas mujeres y vuelven a tomar el poder de las vírgenes y andar en sus
obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una interrupción en la
edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el edificio
de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y
ellos serán expulsados finalmente.» Por todas estas cosas yo di gracias al
Señor, porque Él tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos
envió al ángel del arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y
reavivó nuestro espiritu, y cuando ya estábamos echados a perder y no
teníamos esperanza de vida, restauró nuestra vida.» «Ahora, señor», dije yo,
«muéstrame por qué la torre no está edificada sobre el suelo, sino sobre la
roca y sobre la puerta.» «Porque careces de sentido», dijo él, «y eres sin
entendimiento [haces esta pregunta].» «Me veo obligado, señor», dije yo, «a
preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de
comprender nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y
gloriosas y difíciles de entender para los hombres.» «Escucha», continúo él.
«El nombre del Hijo de Dios es grande e incomprensible, y sostiene a todo el
mundo. Así pues, si toda la creación es sostenida por el Hijo [de Dios],
¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y llevan el nombre del Hijo
de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en qué manera Él
sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él mismo,
pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están
avergonzados de llevar su nombre.»
[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las vírgenes y de las
mujeres vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los nombres de
las vírgenes más poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La
primera es Fe; la segunda, Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta,
Paciencia. Pero las otras estacionadas entre ellas tienen por nombres:
Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad, Entendimiento, Concordia,
Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de Dios podrá entrar
en el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de las mujeres
que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más
poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda,
Intemperancia; la tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que
siguen son llamadas Tristeza, Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad,
Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de Dios que lleva estos nombres verá el
reino de Dios, pero no entrará en él.» «Pero las piedras, señor», dije yo,
«que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el edificio, ¿quiénes
son?» «Las primeras», dijo él, «a saber, las diez, que fueron colocadas en
los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la segunda
generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus
ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del
Hijo de Dios.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las
vírgenes también estas piedras para la edificación de la torre y las
llevaron a través de la puerta?» «Porque estas primeras», contestó él,
«llevaban estos espíritus, y nunca se separaron los unos de los otros, ni
los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que los
espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no
hubieran tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles
para la edificación de esta torre.»
[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué deseas saber
además», me dijo. «¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo
profundo, y por qué fueron colocadas en el edificio aunque traían estos
espíritus?» «Les era necesario que se levantaran a través del agua, para que
pudieran recibir vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el
reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo mortal de su vida
[previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del Hijo de
Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el
nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja
a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el
agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. Así que, también
a ellos fue predicado este sello, y ellos se beneficiaron de él para poder
entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le pregunté, «salieron las
cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían recibido el
sello?» «Porque éstas», dijo él, «los apóstoles y los maestros que
predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el
poder y la fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado
dormidos antes que ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la
predicación. Por tanto, descendieron con ellos en el agua y salieron de
nuevo. Pero éstos descendieron vivos [y de nuevo salieron vivos]; en tanto
que los otros que habían dormido antes que ellos descendieron muertos y
salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados y llegaron al
pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también
subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre
y fueron edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque
ellos durmieron en justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú
tienes, pues, la interpretación de estas cosas también.» «Las tengo, señor»,
le dije.
[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué
son sus formas distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me
dijo. «Estas doce montañas son [doce] tribus que habitan todo el mundo. A
estas (tribus), pues, fue predicado el Hijo de Dios por los apóstoles.»
«Pero explícame, señor, por qué son varias —estas montañas— y cada una tiene
un aspecto diferente.» «Escucha», me respondió. «Estas doce tribus que
habitan todo el mundo son doce naciones; y son diversas en entendimiento y
en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas montañas, también lo son
las variedades de la mente de estas naciones, y su entendimiento. Y yo te
mostraré la conducta de cada una.» «Primero, señor», le dije, «muéstrame
esto: por qué las montañas, siendo tan distintas, pese a todo, cuando sus
piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color
como el de las piedras que habían ascendido de lo profundo.» «Porque», me
dijo, «todas las naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y
creyeron, fueron llamadas por el nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que,
habiendo recibido el sello, tenían un entendimiento y una mente, y pasó a
ser suya una fe y [un] amor, y llevaron los espíritus de las vírgenes junto
con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó a ser de un color
brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se hicieron un
cuerpo, algunas de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad de
los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor.»
[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor después de haber
conocido plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él, «y
comete maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios
plenamente ya no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues,
si el que debería obrar bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad
mayor que el que no conoce a Dios? Por tanto, los que no habían conocido a
Dios y cometen maldad son condenados a muerte, pero los que han conocido a
Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo, cometen maldad, recibirán un
castigo doble y morirán eternamente. De esta forma, pues, será purificada la
Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la torre y
entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá
un cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber
sido purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la
Iglesia de Dios también después de haber sido purificada, y los malvados e
hipócritas y blasfemos e indecisos y los que cometen varias clases de maldad
hayan sido echados fuera. Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia
de Dios será un cuerpo, un entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y
entonces el Hijo de Dios se regocijará y se gozará en ellos, porque Él ha
vuelto a recibir a su pueblo puro.» «Grandes y gloriosas son, señor, todas
estas cosas. Una vez más, señor», [le dije], «muéstrame la fuerza y las
acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el
Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y
glorioso.» «Escucha», me dijo, «la variedad de las montañas y de las doce
naciones.
[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como
sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de
Dios. Para éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa
son también negros; porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la
desolada, los que han creído son así: hipócritas y maestros de maldad. Y
éstos, pues, son como los primeros en no tener el fruto de la justicia.
Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo estos hombres
tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay fruto de
verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se
arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores.» «¿Por
qué, señor», pregunté yo, «es posible el arrepentimiento para ellos, pero no
lo es para los anteriores? Porque sus actos son casi los mismos.» «Por
esto», me dijo, «les es ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han
blasfemado de su Señor ni han traicionado a los siervos de Dios; pese a
todo, por afán de lucro actúan de modo hipócrita, y se enseñan el uno al
otro [según] los deseos de los pecadores. No obstante, éstos recibirán
cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos, porque no
han sido blasfemos o traidores.
[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que
han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en
muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los
que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos [pues, que están
mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los
siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos;
por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios,
no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente
entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos
con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el
reino de Dios. Pero para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque
ha de ser rápido, para que lo que omitieron hacer en días pasados, puedan
ahora compensarlo y hacer algo bueno. Si se arrepienten, pues, y hacen algo
bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en sus actos, serán entregados a
aquellas mujeres, las cuales les darán muerte.
[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha
vegetación, la parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las
raíces seca, y alguna había sido secada por el sol, los que han creído son
así: los indecisos y los que tienen al Señor en sus labios pero no lo tienen
en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son secos y sin poder, y sólo
viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos hombres no son ni
vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos; porque el
indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos.
Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre
indeciso, cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los
ídolos y se avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni
muertos. Pese a todo, éstos también, si se arrepienten presto, podrán vivir;
pero si no se arrepienten, han sido entregados ya a las mujeres que les
quitan la vida.
[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era
abrupta, los que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y
obstinados, y procuran agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas
y, con todo, no saben nada en absoluto. A causa de su obstinación, el
entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y entró en ellos una insensatez
sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran entendimiento, y
desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque carezcan de
sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se
exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la yana
confianza son un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados,
pero algunos se arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían
entendimiento, habiéndose dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y
para el resto que pertenece a esta clase, se les ofrçce arrepentimiento;
porque ellos no se hicieron malos, sino más bien insensatos y sin
entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios; pero
si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra
ellos.
[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene
barrancos grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado,
son así: los que se hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que
tienen algo el uno contra el otro, y por sus murmuraciones se han secado en
la fe; pero muchos de éstos se arrepienten. Sí, y el resto de ellos se
arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus murmuraciones son
pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las grandes
hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores,
manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados
inmediatamente de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas,
pues, con dificultad vivirán. Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre
todas las cosas y tiene autoridad sobre toda su creación, no guarda rencor
contra los que confiesan sus pecados, sino que es misericordioso, ¿debe el
hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor contra otro hombre,
como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo el —ángel del
arrepentimiento— a cuantos sostenéis esta herejía, apartadla de vosotros y
arrepentíos, y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis
de este demonio; pero si no, seréis entregados a él para que os dé muerte.
[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y
sonriente, y toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y
las aves del cielo se alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba
verde de la cual se alimentaban crecía aún más lozana, los que creyeron son
así: son simples e inocentes y benditos, no teniendo nada los unos contra
los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de Dios, y revestidos
del santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión siempre de todo
hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches
y sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que
abundaran en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos
en todas sus acciones. Pero os digo a los que sois como los tales —yo, el
ángel del arrepentimiento—, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra
simiente nunca será borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba, y os ha
contado entre su número, y toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios;
porque recibisteis de su Espíritu.
[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes, y todas las
criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así:
apóstoles y maestros, que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra
del Señor en sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo,
sino que anduvieron siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el
Espíritu Santo. Estos, por tanto, tendrán entrada con los ángeles.
[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía [los]
reptiles y las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así:
los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y
saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí
con las ministraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si
permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida
para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con pureza les
será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han negado
al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y
desérticos, porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en
soledad, éstos destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a
solas en un seto, si se la descuida es destruida y echada a perder por las
malas hierbas, y con el tiempo se vuelve silvestre y ya no es útil para su
dueño, así también los hombres de esta clase se han entregado al abatimiento
y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose silvestres. A éstos, pues,
les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su corazón; y yo
no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no lo
digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya
de recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora
intente negar a su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo,
el arrepentimiento parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto,
que lo haga rápidamente antes que la torre sea completada; pues si no, será
destruido por las mujeres y le darán muerte. Y las piedras de tamaño
reducido, éstos son los traidores y los murmuradores; y las fieras que viste
en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno envenenan y
matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan y
matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que
se han hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron
salvos; y el resto que son de esta clase pueden ser salvos si se
arrepienten; pero si no se arrepienten, hallarán la muerte en las manos de
aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos.
[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a
ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias,
que reciben alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios
sin hipocresía. [Estos obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a
los necesitados y a las viudas en sus ministraciones, y se condujeron con
pureza en todo momento. A [todos] éstos, pues, les dará asilo el Señor para
siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la
vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin
sirviendo al Señor.
[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de
fruto, adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así:
sufrieron por el Nombre [del Hijo de Dios], y también sufrieron dispuestos
de todo corazón, y entregaron sus vidas.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté
yo, «tienen todos los árboles frutos, pero algunos de estos frutos son más
hermosos que otros?» «Escucha», me dijo: «todos cuantos han sufrido por amor
al Nombre son gloriosos a la vista de Dios, y los pecados de ellos fueron
quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de Dios. Ahora escucha por
qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros. Todos cuantos
fueron torturados y no negaron», dijo él, «cuando fueron puestos delante del
magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la
vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se
acobardaron, y se perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus
corazones si debían negar o confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos
son menores, porque este designio entró en su corazón; porque este designio
es malo, que un siervo niegue a su propio señor. Procurad, pues, los que
albergáis esta idea, que este designio no permanezca en vuestros corazones
y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al Nombre
debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este
nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues,
bienaventurados; sí, pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si
alguno de vosotros sufre por amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la
echáis de ver; porque vuestros pecados os hunden, y si no hubierais sufrido
por el Nombre [del Señor] habríais muerto para Dios por razón de vuestros
pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto a la negación o
la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no sea
que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus
esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el
Señor que tiene autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de
vuestros corazones, para que podáis vivir para siempre en Dios!
[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron
eran así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay
astucia alguna, ni han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen
siendo niños para siempre. Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de
Dios, porque no contaminaron los mandamientos de Dios en nada, sino que
siguen siendo niños todos los días de su vida en su mentalidad. Cuantos de
vosotros, por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo como niños que no
tienen malicia, seréis más gloriosos [aún] que los que han sido mencionados
antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan
primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado
la maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios
más que todos los demás.»
Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: «Señor,
explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y
colocadas en el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de
la torre, y respecto a las (piedras) redondas que fueron colocadas en el
edificio, y respecto a las que son todavía redondas.»
[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas estas cosas. Las
piedras que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la
torre en lugar de las que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña
blanca. Cuando los que creyeron de esta montaña fueron hallados todos
sinceros, el señor de la torre ordenó que estos de la raíz de esta montaña
fueran puestos en el edificio de la torre. Porque sabía que si estas piedras
entraran en el edificio [de la torre] permanecerían brillantes y ni una de
ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras
montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y
purificarla. Así pues, todos éstos han sido hallados blancos, que han creído
y que creerán; porque son de la misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase,
porque es inocente! Oye ahora, asimismo, respecto a las piedras redondas y
brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca. Ahora oye por qué fueron
halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y ofuscado un poco de la
verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido ningún mal
de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto,
cuando el Señor percibió su mente, +que ellos podían favorecer la verdad+ y
al mismo tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de
sus posesiones, aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran
hacer algún bien con lo que les había quedado, y pudieran vivir para Dios,
porque vienen de una clase buena. Así pues, han sido recortadas un poco y
colocadas en el edificio de esta torre.
[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido redondas y no han
sido encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han
sido vueltas a su propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque
hay que separarlas de este mundo y de las vanidades de sus posesiones, y
entonces van a encajar en el reino de Dios. Porque es necesario que entren
en el reino de Dios; porque el Señor ha bendecido a esta clase inocente. De
esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si alguno de ellos, habiendo
sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido alguna falta,
retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois bienaventurados
—yo, el ángel del arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes como
niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además,
os mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin
doblez, no guardéis rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo
de las ofensas de amargura; sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas
divisiones y quitadlas de entre vosotros, para que el dueño de los rebaños
pueda regocijarse respecto a vosotros. Porque él se gozará si halla todas
las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de
los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos,
¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el
rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido
por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el
pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.
[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de
edificación. El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la
paz; pero de los contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos
lejos. Restaurad, pues, a El íntegro vuestro espíritu tal como lo
recibisteis. Porque supongamos que has dado a un lavandero un vestido
entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero te lo devuelve
rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte, y le llenarás de
reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba entero; por qué lo has
rasgado y lo has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho
en él ya no puede ser usado." ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a
causa del desgarro que ha hecho en tu vestido? Por tanto, si tú te enojas
tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no lo recibiste entero, ¿qué
crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero, y tú lo
has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su
Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a
perder. ¿No va, pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la
muerte] por este hecho?» «Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes
Él halla persistiendo en la malicia, Él los castigará.» «No pisotees su
misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es tan paciente con tus
pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que es
apropiado para ti.
[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el
ángel del arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios.
Así pues, creeréis y escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y
enmendaréis vuestros caminos y podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y
en albergar malicia, ninguno de esta clase vivirá para Dios. Todas las cosas
que yo había de decir (ahora) te las he dicho a ti.» El pastor me dijo: «¿Me
has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí, señor.» «¿Por qué,
pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en
el edificio cuando llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye
ahora», me dijo, «respecto a ellas. Estas son los que han oído mis
mandamientos, y han practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por
ello, cuando el Señor vio que su arrepentimiento era bueno y puro, y que
podían continuar en él, ordenó que sus pecados anteriores fueran borrados.
Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y han sido borrados con
cincel para que no puedan aparecer más.»
Décima Parábola
[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me
había puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó
en un sofá, y el pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y
me habló de esta manera: «Te he puesto en las manos de este pastor», me
dijo, «a ti y a tu casa, para que puedas ser protegido por él.» «Cierto,
señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues, si deseas ser protegido de
toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda buena obra y
palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos, que te he
dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se
te someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el
éxito en toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a
todos los hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y
es un gobernante de gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en
todo el mundo, se le ha asignado autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te
parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú desprecias la seriedad y
moderación que él usa hacia ti.»
[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en
que él llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido.»
«Yo ya sé», me contestó él, «que no has hecho nada impropio ni estás a punto
de hacerlo. Y por ello te digo estas cosas, para que perseveres. Porque él
me ha presentado un buen informe acerca de ti. Tú, pues, dirás estas
palabras a otros, para que aquellos que también practican o practicarán el
arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él pueda darme un buen
informe de ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije, «declaro a
todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los que
han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y
recobrarán la vida.» «Sigue, pues», me dijo él, «en tu ministerio, y
complétalo hasta el fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá
vida; sí, este hombre (tendrá) gran honor ante el Señor. Pero todos los que
no guardan sus mandamientos huyen de su propia vida, y se oponen a Él, y no
siguen sus mandamientos, sino que se entregan ellos mismos a la muerte; y
cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre. Pero a ti te digo
que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus pecados.
[113] III. »Además, te he enviado a estas vírgenes para que puedan morar
contigo; porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como
ayudadoras, para que seas más capaz de guardar sus mandamientos; porque es
imposible guardar estos mandamientos sin la ayuda de estas vírgenes. Veo
también que están contentas de estar contigo. Pero te encargo que no se
aparten en absoluto de tu casa. Sólo que purifiques tu casa; porque en una
casa limpia ellas residen contentas. Porque son limpias y castas y
diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan tu
casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación,
abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la
contaminación en forma alguna.» Y yo le dije: «Señor, espero que les seré
agradable, de modo que puedan residir contentas en mi casa para siempre; y
tal como aquel a quien tú me encomendaste reside en mi casa para siempre,
del mismo modo ellas no se quejarán.» Y él dijo al pastor: «Veo que desea
vivir como siervo de Dios, y que guardará estos mandamientos y dará a estas
vfrgenes una habitación limpia.» Con estas palabras, una vez más me
encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y les dijo: «Por cuanto veo que
estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a
él y a su casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas
escucharon estas palabras con alegría.
[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un hombre en este
servicio; declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás favor en
este ministerio. Todo el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será
feliz en su vida; pero todo el que los descuida, no vivirá y será
desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que pueden obrar
rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es útil
para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la
desgracia; porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida
diaria, está en gran tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de
la penuria una vida de esta clase, obtiene un gran gozo para sí mismo.
Porque el que es hostigado por la desgracia de esta clase es afligido y
torturado con igual tormento que el que está en cadenas. Porque muchos
hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden resistir
más, recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce
la calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran
pecado, y se hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras
todos los que hayáis recibido (beneficios) del Señor, no sea que,
demorándoos en hacerlas, sea completada entretanto la edificación de la
torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido interrumpida la obra de
edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre será
completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»
Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó,
llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que
enviaría al pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.
Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE
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