POR QUÉ PARTICIPAR EN LA SANTA MISA
por Padre Santiago Gonzalez
Su Santidad el Papa Francisco celebrando la
Santa Misa
Con un artículo así hay para una catequesis completa sobre la
importancia de la Santa Misa.
Sirve también para la confirmación, clase de religión, formación cofrade
y preparación a matrimonio y para usted ahora.
COMPRENDER LA IMPORTANCIA DE PARTICIPAR EN LA SANTA MISA
¿Para quien son estas líneas?
En la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, Juan Pablo II señala las
prioridades pastorales de la Iglesia para el comienzo de este nuevo
milenio. Entre ellas está la Eucaristía dominical: “es preciso insistir
(…) dando un relieve particular a la Eucaristía dominical y al domingo
mismo, sentido como día especial de la fe, día del Señor resucitado y
del don del Espíritu, verdadera Pascua de la semana” (n. 35).
Posiblemente pertenezcas a una de estas tres categorías de personas:
a) Católico que ibas a Misa con tus padres cuando eras pequeño y un día,
durante la adolescencia, dejaste de ir. Fue porque entraste en una
crisis: era tiempo de dejar de ir sólo porque tus padres iban y no
llegaste a entender por qué debías ir. Estas líneas son para ti.
b) Católico que nunca fuiste a Misa de modo constante. Quizá ni siquiera
sabías de la obligación de asistir todos los domingos. Te parece hasta
curioso o exagerado que la Iglesia pretenda esa práctica para todos.
Estas líneas también son para ti.
c) Católico que va a Misa y, siguiendo el llamado del Papa, quiere
ayudar a muchos a volver a sentir la necesidad de esta práctica tan
esencial de la vida cristiana. Eres consciente que si cada católico
consiguiera por año que un católico no practicante volviera a la
práctica de los Sacramentos, conseguiríamos una verdadera revolución en
la Iglesia. Estas líneas quieren aportarte algunas ideas que te ayuden
en esta tarea.
Lee por favor el siguiente texto despacio, meditándolo.
Los motivos básicos para ir a Misa
Sentando la base de que casi siempre el
comenzar a faltar a Misa el domingo responde a una actitud caprichosa, a
la que es muy difícil refutar -precisamente por su falta de
racionalidad- aquí tienes unas consideraciones sobre el precepto
dominical y la importancia de la Misa en tu vida.
Está escrito para personas con fe.
1. Porque Dios es tu Creador y debes dedicarle un tiempo semanal
a Él.
Es la manifestación de vivir centrado en Dios y en la
salvación: vivir el año centrado en la Pascua; la semana, en el domingo;
el domingo, en la Misa. No importa cuánto te aburras, tu Creador ha
dispuesto que un día de la semana sea para Él: “Acuérdate da santificar
el día sábado. Los seis días de la semana trabajarás y harás todas tus
labores. Mas el séptimo es sábado, consagrado al Señor tu Dios” (Exodo
20,8-10). Y parece que tiene derecho a tu obediencia. Faltar sería una
desobediencia evidente y frontal (decirle a Dios “no te quiero dar mi
tiempo”). Y más allá de la obediencia… Dios se lo merece.
2. Porque como miembro de la familia de Dios, debes rendir culto
a Dios de acuerdo a tu naturaleza, junto a tus hermanos.
Esto exige que el culto a Dios no sólo sea interior (en tu
corazón) sino también exterior (que los demás vean tu fe) y comunitario
(dar culto unido a tus hermanos). Es decir, que te reúnas con otros para
adorar juntos a Dios. Más allá de tus gustos personales, asistes a Misa
no por ti mismo (porque te guste) sino para mostrar tu reverencia al
Omnipotente en comunión con los demás. Nuestra relación con Dios tiene
una dimensión comunitaria. No basta rezar solo, tampoco en familia, hace
falta hacerlo unidos a nuestros hermanos en la fe. En este sentido es un
acto de comunión con nuestros hermanos en la fe: compartir lo más
importante que tenemos: la Eucaristía, es decir, Cristo mismo. En este
sentido, faltar a la Misa sería un desprecio a tus hermanos y una falta
de unidad.
3. Porque tienes que obedecer a la Iglesia.
No es cuestión de un capricho del Papa, sino de una necesidad.
En el siglo IV, la Iglesia se vio obligada a imponer este precepto para
garantizar a sus fieles el mínimo de vida eucarística que necesitan. Tú
eres consciente de la importancia que la Sagrada Escritura da a la
obediencia… (cfr. Adán y Eva, diluvio, Abraham, Saúl…). Desde esta
perspectiva, faltar a Misa es una acto de rebeldía.
4. Porque si no fueras, cometerías un pecado mortal
Y no creo que te quieras ir al infierno por esto. Como sabes,
hay un precepto que obliga a los bautizados a asistir a Misa los
domingos y fiestas de precepto. Es una obligación grave, de manera que
su incumplimiento es una falta grave. No te olvides que un día te
morirás y te encontrarás a ese Dios a quien ahora estás tentado de
ignorar, para darle cuenta de tu vida.
5. Porque necesitas de la Eucaristía para vivir una vida
realmente cristiana.
Es una necesidad vital, de manera que sin la Eucaristía
semanal, no te darían las fuerzas espirituales para vivir como un hijo
de Dios.
6. Porque sin la Eucaristía no tendrías acceso a la vida eterna.
Jesús no dejó lugar a dudas: “Yo soy el pan vivo bajado del
cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre”; “en verdad os
digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no
tendréis vida en vosotros”; “el que come mi cuerpo y bebe mi sangre
tiene vida eterna” (cfr. Juan 6,30-58)
7. Porque Jesús te invita a su mesa y sacrificio.
Él lo mandó explícitamente a sus discípulos al instituir la
Eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. Asistir a Misa no es más que
cumplir este mandato del Señor. Y no es sólo una memoria histórica, es
una memoria que lo hace presente. Jesús te invita y se te entrega. No
responder, ser indiferente a su llamado, sería un desprecio bastante
considerable.
8. Porque viviendo en una sociedad que, en muchos aspectos no es
cristiana, la Misa es la primera manera de defender, robustecer y
manifestar nuestra fe.
Es necesaria para “proteger” tu espíritu del materialismo
sofocante que nos rodea: que tu espíritu pueda al menos una vez a la
semana “respirar” un aire espiritual. Además, es el primer testimonio
cristiano: los demás necesitan tu ejemplo. ¿Te das cuenta qué testimonio
de fe da a los que no creen, quien dice creer y muestra no valorar lo
que cree?
9. Porque es mucho mejor ir que no ir.
Puede parecer tonto, pero para quien aspira a lo mejor,
bastaría sólo este motivo. Yo no creo que haya un plan más santo y
santificante para el domingo.
La contradicción del católico no
practicante.
Y cómo se llega a serlo.
Pocas cosas hay más inconsistentes que el
llamado “católico no practicante”. Es prácticamente una contradicción de
términos. A veces, uno escucha a alguien decirlo de sí mismo, incluso
hasta con cierto acento de orgullo, como si definiese su modo de ser
católico con un calificativo normal, como si dijese un “católico
hispanoparlante”. Es decir, como si fuese una variedad normal de
católico, una opción más, como si se pudiera ser un “buen católico” no
practicante.
Pero si lo piensas, en realidad es un término bastante negativo, que
tiene poco de honroso para quien se lo auto-atribuye, ya que significa
“un católico que no vive como católico”, “un católico que no es un buen
católico”, “un católico que no parece católico”, “un católico que no
vive lo que cree” o “que piensa que no vale la pena vivir lo que cree”,
“cuya fe no es lo suficientemente grande como para vencer su pereza”,
“un católico que piensa que su fe no es tan importante como para
vivirla”; “que piensa que da igual vivir que no vivir su fe”, etc.
Un católico que vive como si no lo fuera, que permanece siendo católico
sólo en el campo teórico, va perdiendo también la fe, su adhesión a la
doctrina católica. Y estos es así, en primer lugar, porque la va
olvidando. Es cada vez menos católico. Se cumple lo de San Agustín: “el
que no vive como piensa, termina pensando como vive”. Su relación con
Dios llegará a reducirse a compromisos sociales (bautismos, bodas,
primeras comuniones, confirmaciones, funerales…) y necesidades (salud,
dinero, trabajo) que sean tan imperiosas como para hacerle acordar que
Dios existe y que uno debe dirigirse a Él.
Un problema serio de dejar de ir a Misa, es que significa el comienzo de
una religiosidad centrada en uno mismo, en la que lo que Dios manda deja
de ser la regla, para ser reemplazado por lo que yo siento, pienso, me
cae bien, etc. Una religiosidad frente al espejo. Uno ha dejado de
ponerse frente a Dios para ponerse frente a sí mismo. Como consecuencia
de abandonar esta cita semanal con lo sagrado, comienza un proceso de
insensibilización espiritual: la espiritualidad se va secando, el
terreno del alma se va volviendo cada vez más árido para las cosas de
Dios, que cada día mueven menos, aburren más, etc.
Pecados que antes preocupaban, dejan de preocupar, cada vez son más los
días que no reza nada. El alma se va volviendo indiferente, pierde
sensibilidad espiritual. Y esto sucede poco a poco. Quien deja de ir a
Misa, al principio puede tener la impresión de que no ha pasado nada, de
que todo sigue igual, pero no es así. Ha dejado de ser teocéntrico, de
vivir centrado en la Eucaristía semanal. Ha desplazado a Dios del centro
y esto se paga. Es como el pecador a quien puede parecer que su pecado
no tiene consecuencias, pero tarde o temprano descubre que de Dios nadie
se burla.
Que sí tiene serias consecuencias dejar a Dios.
La palabra Domingo viene de Dies Domini
Dia del Señor
Domingo sin Misa no es domingo.
Es día civil, o fin de semana.
En el camino para ser un católico no practicante, el punto central es el
abandono de la Misa dominical. Nunca encontrarás un motivo positivo para
dejar de ir a Misa, que sea virtuoso, es decir que provenga de algo
valioso, que dé valor al acto de no ir, que demuestre que es mejor no ir
que ir.
Lamentablemente, casi nadie ha dejado de ir a Misa por una decisión
serenamente meditada, después de haber pensado y estudiado el asunto,
racionalmente decidido que era mejor no ir. Es decir, casi nadie decide
dejar de ir a Misa. Lo que pasa es que de hecho se deja de ir, sin saber
bien porqué.
El error es bastante común: se deja de ir un domingo por dejadez y
pereza, o porque le daba vergüenza confesarse; y como no se confesaba,
no podía comulgar; y como no comulgaba se sentía mal en Misa; y como se
sentía mal y le daba no sé qué no comulgar, dejó de ir. Y después otro
domingo, y uno se acostumbra a no ir, casi sin darse cuenta, y al final
algunos tratan de justificar el incumplimiento de este deber básico del
cristiano. El argumento final y definitivo para tapar la boca de la
madre que insiste para que vayas a Misa es “¡Déjame en paz, vieja!”, lo
que no parece un argumento muy convincente. No se quiere por nada del
mundo que a uno le recuerden el tema… Es normal que muchos quieran no
cumplir y olvidarse de que deberían…
Seriamente, ¿te has puesto a pensar qué es lo que Dios quiere que hagas?
Si el domingo se te apareciera un ángel y le preguntaras ¿que hago, voy
a Misa o me quedo viendo una película? ¿Qué piensas que te contestaría?
Está claro que el más interesado en que no vayas a Misa es el Demonio…
De esto no cabe duda.
Motivos comúnmente aducidos para no ir a Misa
1. Pereza.
“Prefiero quedarme durmiendo”. En realidad los motivos que
siguen son sólo excusas para cubrir este primero. No parece que sea un
motivo muy racional, meritorio o valioso.
2. No tengo ganas/No lo siento.
¿Desde cuándo tus ganas son ley que hay que obedecer? ¿Es que
tus ganas son más importantes que la voluntad de Dios? Además a Misa no
vas porque a ti te guste, sino para agradar a Dios. Se va a Misa a
honrar a Dios y no a honrarte a ti. Y si te cuesta… ¿acaso Dios no
merece ese sacrificio que incluso hace más valioso y meritorio el acto?
3. Me aburro.
La acusación más frecuente contra la Misa es que es aburrida.
Refleja bastante superficialidad, en cuanto que a Misa no vamos a
divertirnos. Y es un problema personal, en cuanto que no parece que Dios
sea aburrido -es la perfección absoluta-. Además si tanta gente va a
Misa con gusto, algunos incluso todos los días, será que algo le ven que
a ti se te escapa. La solución será descubrir qué tiene la Misa para que
los cristianos la consideren tan importante.
4. Es siempre lo mismo.
Si se tratara de una obra de teatro o de una película, estaría
absolutamente de acuerdo contigo. Pero no es una representación teatral.
Es algo vivo, que pasa ahora. No eres (al menos no deberías ser) un
espectador. Eres partícipe. Imagínate que alguien dejara de asistir a un
asado porque en los asados siempre pasa lo mismo… (perdón a la Santa
Misa por la comparación). Imagínate que alguien dejara de decir a su
mujer "Te amo" porque siempre es lo mismo... ¿Qué es la Santa Misa sino
una declaración de amor de Dios a ti que tantas veces lo ofendes y, sin
embargo, te espera con los brazos abiertos?
5. Desinterés.
Las cosas de Dios no me interesan. Si Dios te da igual, tienes
un grave problema. Habrá que ver como solucionar la falta de apetencia
de lo divino que te hace no apto para el cielo.
6. No tengo tiempo.
No parece que lo que te pide Dios -1 de las 168 horas de la
semana- sea una pretensión excesiva. En concreto, quien te creó, te
mantiene en el ser y te da lo que te queda de vida -y sólo El sabe de
cuánto se trata- se merece el 0,59% del tiempo que Él te da. Si no
tienes tiempo para Dios, ¿para quién lo vas a tener?
7. Otros planes mejores.
No parece que a Dios le interese competir con el fútbol,
hockey, cine… No te olvides que el primer mandamiento es “amar a Dios
sobre todas las cosas”. Si tienes otros planes que te importan más que
Dios, quizá el problema más que en el tercer mandamiento está antes en
el primero.
8. Tengo dudas de fe.
La fe es un don de Dios, con lo cual hay que pedirla. Alejarte
de Dios dejando de ir a Misa, no parece el mejor método para resolver
dudas de la fe e incrementarla. La frecuencia de sacramentos -confesión
y comunión- es la más efectiva manera de aumentar la fe.
9. Estoy enfadado con Dios.
“Hubo algo que pasó en mi vida (la muerte de un ser muy
querido, un fracaso muy doloroso, una enfermedad o cualquier otra
tragedia) que me hizo enfadarme con Dios: si Él me hace esto… ¿por qué
yo voy a ir a Misa? Es la manera de mostrarle a Dios mi disconformidad
con la forma de tratarme”. Hay quienes dejan de ir a Misa como una
manera de vengarse de Dios. Pero, en los momentos de dolor ¿no será
mejor refugiarnos en Dios y buscar su fortaleza más que reaccionar como
un chiquito caprichoso de tres años? Él sabe mas… Además, acusar de
maltratarnos a quien más nos quiere y murió por nosotros … ¿no será
demasiado? ¿No seré yo el que pierdo… alejándome de Dios?
10. “Hay gente que va y después se porta mal”.
“Yo no quiero ser como ellos”, decís seguro de ti mismo.
“Además, hay otros que no van, y son buenos”. Es evidente que ir a Misa
sólo no basta. Pero, no se puede mezclar la física nuclear con el dulce
de leche, ya que las dos cosas no tienen nada que ver. En aquellos que
van y después no son honestos, lo que es malo es ser deshonestos, no el
hecho de ir a Misa, que sigue siendo algo bueno aunque ellos después se
porten mal. Además, la causa de su supuesta deshonestidad no es el ir a
Misa. Lo mismo se puede decir de los “buenos” que no van a Misa: su
“bondad” no procede de su falta de Misa y tan “buenos” no serán si les
falta una dimensión tan importante de bondad como la bondad misma, es
decir Dios. Por otro lado, yo creo que nadie en el mundo se atrevería a
decir que los que no van a Misa son mejores que los que van. Finalmente,
esto no es un concurso de bondad, ni comparaciones, sino tratar de
determinar cuán bueno es ir a Misa. Y claramente, el dejar la Misa no
mejora a nadie, en todo caso lo empeora. Y el que se porta mal después
de la Misa sería mucho peor.
11. No me he confesado y entonces no puedo comulgar.
No es necesario comulgar, ni hay ninguna obligación de hacerlo.
No comulgar no es pecado; no ir a Misa, sí. Además el problema se
solucionaría bastante fácilmente con una breve confesión…
12. Llevarle la contraria a mis padres.
Ofender a Dios para hacer sufrir a tus padres no parece una
actitud muy inteligente.
13. El cura me cae mal.
Por mal que te caiga el cura, no vas a Misa para darle el
gusto, ni para hacerle un favor. Él no gana ni pierde nada con tu
asistencia o ausencia. El que gana o pierde, eres tú: tu amor a Dios.
Además… estoy seguro de que la ciudad en que vives es lo suficientemente
grande como para que puedas encontrar alguno que te caiga más simpático…
En caso contrario, recuerda que Jesucristo se hace presente y actúa en
tu favor también en el cura que te cae mal.
¿Cómo conseguir pasarlo bien en Misa?
1. El sistema básico consiste, primero, en ir a Misa: nunca nadie ha
conseguido valorar la Misa a base de no ir.
2. El segundo punto consiste en tratar de vivir la Misa. Es decir, dejar
de estar como una estatua y comenzar a estar atento, responder, rezar,
cantar, evitar las distracciones, etc. Es decir, que “gozar” la Misa
depende más de ti que de la Misa.
3. Estudiar. No se ha inventado otro sistema para aprender lo que uno no
sabe. Para gozar la Misa hay que entenderla, para entenderla hay que
saber qué es. Hay muchísimos libros y folletos que los encontrarás en
cualquier librería. Y además, tienes los webs católicos como éste en
Internet para informarte sin salir de casa.
4. Leer y meditar los textos de la Liturgia. Tiene una riqueza
inagotable, de manera que nadie que medite las partes y oraciones de la
Misa puede aburrirse. Es absolutamente imposible. No se encuentra un
límite, de manera que siempre se les puede sacar nuevos sentidos,
matices, dimensiones, etc.
5. Prepararse. Hay oraciones lindísimas para preparar el corazón para
tan importante encuentro con Dios.