La misa... ¿lo que 'rodea' la homilía?
lexorandi
febrero 05, 2012
Como todas las reformas litúrgicas, siempre hay algo bueno y algo no tan
bueno. Cosas logradas y cosas a mejorar. Antes de la reforma litúrgica
romana de los años sesenta, la homilía -propiamente sermón- era considerada
como un acto litúrgico -se empezaba y terminaba con la señal de la cruz-,
pero estaba normalmente desvinculada de la misa. Con la reforma vuelve a
formar parte de la misma
Con respecto a la homilía, conviene recordar que en el s. X comienza a
hablarse de los presbíteros como secundi praedicatores en el Pontifical
romano-germánico. Dos siglos después, se habla sólo del obispo. Será con el
advenimiento de las órdenes mendicantes y el IV Concilio de Letrán que el
presbiterado sea considerado como capaz de predicar de forma ordinaria.
Como en otras cuestiones, cuando el Concilio Vaticano II piensa en insertar
la homilía dentro de la misa (cf. SC 52), piensa en la liturgia episcopal
primitiva. Las largas homilías de los Padres, si es que podemos afirmar que
se dijeron dentro de una única misa, deben comprenderse desde la duración de
las liturgias patrísticas. Las liturgias orientales bien pueden aproximarnos
a esa duración.
Cuando sobreviene la Reforma protestante, el sermón se encuentra separado de
la misa. De hecho, tanto en la celebración de la Cena como en un culto
cualquiera, en ámbito protestante el lugar central -en cuanto a duración
pero también en cuanto a atención y preparación- lo tiene la homilía. Esto,
sumado al carácter extenso que tenía fuera de la misa antes del Vaticano II,
hace que comprendamos mejor por qué sigue siendo "tan" larga.
Esta crítica no es nueva: al formar parte de la Liturgia de la palabra, el
conjunto de ritos iniciales, lecturas y homilía llega a tener en muchos
casos una duración mayor que la Liturgia eucarística. Si tenemos en cuenta
el tiempo en distribuir la comunión que, en comunidades numerosas en fieles,
puede ser largo, podríamos decir que no pueden durar lo mismo las dos partes
de la misa. El criterio "idealista" de las dos famosas mesas, la de la
palabra y la de la eucaristía, no debe oscurecer el dinamismo y duración
específica de cada una de ellas. Antes de la Liturgia de la palabra en
sentido estricto, hay una única procesión: la de entrada. En la Liturgia
eucarística hay dos: la del ofertorio -o si se prefiere, de "presentación de
los dones"- y la de comunión. Todos estos datos -que podríamos dar más- nos
indican que la duración de la Liturgia de palabra, y concretamente de la
homilía, no puede ser mucha.
Si la homilía está al servicio de la palabra de Dios proclamada -en otras
palabras, no es más importante que ella-, entonces tampoco es un momento
central de la Liturgia de la palabra, aunque naturalmente tenga que durar
más la explicación que la proclamación de la Escritura. Lo mismo cabe decir
de la comunión: lo lógico sería que durase más que la plegaria eucarística,
por lo menos, en una comunidad media (léase, no en pequeñas comunidades o en
iglesias rurales).
Para los predicadores, la tentación está en reducir -o concebir- la
preparación de la misa como la preparación de la homilía: un estudio previo
de tipo intelectual. Para los laicos, la tentación está en medir lo "bueno"
o "malo" de una misa según dure o sea entretenida o interpelante la homilía.
La revalorización que en los últimos años está teniendo la lectura de la
Escritura en la liturgia, especialmente en la eucaristía, se está dirigiendo
peligrosamente no a considerar la proclamación de la misma o los ritos que
la envuelven -incensación, candelabros, signación y beso del evangeliario,
bendición con éste en la liturgia episcopal- sino a centrar la atención en
la homilía. Y son tantos los elementos que se supone que debería tener, que
se alarga en el tiempo. Lo ideal, por tanto, sería dedicar más tiempo al
rito y a la eucología en vez de más tiempo a la homilía. Es preferible tener
la posibilidad de proclamar el canon romano sin prisas que tener que
"abreviar" siempre con la oración eucarística II - que es la más corta - por
culpa de una homilía extensa.