Santoral del mes de junio
JUNIO
1: SAN JUSTINO, mártir, 165
2: SANTOS MARCELINO Y PEDRO, mártires 304
3: SAN CARLOS LWANGA Y COMPAÑEROS, los 22 mártires de Uganda, 1886
3: EL PAPA JUAN XXIII, 1881-1963
3: FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA, O.F.M., primer obispo de México, 1468-1548
5: SAN BONIFACIO, arzobispo de Maguncia, mártir 672-754
6: SAN NORBERTO, obispo, 1080-1134
6: MONS. RAFAEL GUIZAR Y VALENCIA, obispo de Veracruz, 1878-1938
7: MATT TALBOT, obrero, alcohólico convertido. 1856-1925
9: SAN EFRÉN, diácono y Doctor de la Iglesia, 306-373
9: BEATO JOSÉ DE ANCHIETA, S. J. 1534-1597
13: SAN ANTONIO DE PADUA, fraile franciscano, Doctor de la Iglesia, 1195-1231
19: SAN ROMUALDO, Abad, 951-1027
21: SAN LUIS GONZAGA, Patrono de la Juventud Cristiana, 1568-1591
22: SAN PAULINO DE NOLA, obispo, 353-431
22: SAN JUAN FISHER, cardenal, mártir, 1439-1535
22: SANTO TOMAS MORO, mártir, 1478-1535
24: SAN JUAN EL BAUTISTA, Precursor de Cristo.
27: NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
27: SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, obispo 376-444
28: SAN IRENEO, obispo y mártir, 130-203.
29: SANTOS PEDRO Y PABLO, apóstoles
30: PRIMEROS MÁRTIRES DE LA IGLESIA ROMANA
1: SAN JUSTINO, mártir, 165
Los padres de la Iglesia primitiva siempre han defendido una tesis que tiene gran importancia para la obra misionera de la Iglesia:
"El alma humana es por naturaleza, cristiana". Es decir que si un hombre busca sinceramente la verdad, puede y hasta debe encontrarla en Cristo, siempre que haya quien predique a Cristo y el Señor coopere con su gracia.
La vida del seglar y filósofo Justino, nos demuestra la verdad de esta sentencia.
Según san Pablo, para los griegos la cruz de Cristo era una estupidez (1 Cor 1,23).
Justino, pagano de origen griego, tenía el deseo de llegar a la verdad por medio de las mejores escuelas filosóficas del segundo siglo después de Cristo. Las ideas de Platón le impresionaron profundamente, pero no acabaron con su escepticismo. En Éfeso encontró un hecho que lo hizo reflexionar; los cristianos eran considerados "criminal es y ateos", pero, ¿cómo eran capaces de morir con tanto heroísmo, incluso perdonando a sus verdugos? Estudió la Biblia, pidió iluminación y se hizo cristiano.
Lo que nunca podía aceptar era el hecho de que los cristianos tenían que vivir escondidos, como una secta perseguida, tolerando todas las calumnias, sin ninguna defensa. En cierta oca-sión dijo; "Tenemos la Obligación de dar a conocer nuestra doctrina para no mancharnos con la Culpa de poder decir la verdad y callarla. Eso atrae la cólera divina".
Así, vestido con su túnica de filósofo se convirtió en el primer Catequista que, en público, defendió y propagó la semilla del Evangelio, caminando sin miedo por Asia Menor, por Grecia, hasta llegar a Roma. Discutió con los paganos, herejes y judíos. De las obras apologéticas de Justino se ha conservado el "Diálogo con el judío Trifón", en donde., según el método de Sócrates, por discusiones y conclusiones necesarias, se llegó al núcleo inevitable de la verdad.
E1 mismo método siguió en Roma, donde abrió una escuela pública de filosofía y teología. Por respeto a su título de filósofo, pudo realizar una preciosa obra de evangelización, según dos principios fundamentales. Primero: La fe y la verdad no se pueden contradecir porque el único autor de ambas es Dios. Segundo; defendió la tesis del pecado original, por el cual el hombre está inclinado al error y busca pretextos para librarse de las conclusiones de la verdad que sí puede conocer.
Tuvo el valor de mandar dos apologías de la fe cristiana al mismo emperador Antonino y el senado pagano de Roma, en donde explicaba la falsedad de las acusaciones contra los cristianos como "ateos" y demostraba la dignidad del hombre renacido en Cristo y nutrido por los sacramentos de la Iglesia.
Naturalmente, la corrupción del paganismo se cerró a las luminosas explicaciones y el primer filósofo cristiano, fue detenido con otros seis compañeros y decapitado.
Se verificaron entonces sus propias palabras sobre la injusticia de los jueces romanos No condenéis ese nombre de cristianos … Es una monstruosidad jurídica, una anomalía en el con-junto de las leyes romanas… Un ultraje a la razón y a la equidad…"
En la encíclica "Redemptor Hominis", dice el papa Juan Pablo II: "La Iglesia vive su misterio, lo alcanza sin cansarse nunca y busca continuamente los caminos para acercar este misterio de su Maestro y Señor al género humano: a los pueblos, a las naciones, a las generaciones que se van sucediendo y a todo hombre en particular …
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, tú que enseñaste a San Justino que la sabiduría verdadera consiste en conocer a Jesucristo crucificado, concédenos, por la intercesión de tu santo mártir, que nada llegue a separarnos de ti ni del amor a la cruz de Jesucristo. El cual vive y reina… Amén.
"A nadie es lícito participar de la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos, que no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración ni vive como Cristo nos enseñó.
Porque no tomarnos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó". San Justino, Primera Apología en defensa de los Cristianos, cap. 66-67.
2: SANTOS MARCELINO Y PEDRO, mártires 304
Marcelino y Pedro pertenecen al número de mártires, cuyos nombres figuran en el canon romano de la Misa. Su martirio, sufrido hacia el año 304, durante la persecución de Diocleciano está atestiguado por el papa San Dámaso (304? - 384) quien lo oyó de boca del mismo ver-dugo, convertido quizá al cristianismo.
Marcelino era un prominente sacerdote de la ciudad de Roma. Se dice que Pedro tenía el grado de exorcista. Fueron decapitados por ser cristianos en un bosque cercano a Roma, llamado "Silva Nigra". Dos devotas mujeres, Lucila y Firmina, rescataron sus cadáveres, y los enterraron solemnemente en las catacumbas de san Tiburcio en la Vía Labicana.
Después, el emperador Constantino edificó una basílica sobre su sepulcro. El papa Gregorio IV, en el año 827, donó los restos de los santos a Eginhard, secretario de Carlo Magno. Con el tiempo fueron depositados en la población de Seligenstadt, a veintidós kilómetros de Francfort, en Alemania.
ORACIÓN COLECTA
Al conmemorar hoy el martirio de tus santos Marcelino y Pedro, te suplicamos, Señor, que nos concedas imitar su constancia en la fe y disfrutar de su poderosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo,…
"Y también, en otro lugar, se afirma: 'Has sido invitado a un gran banquete: considera atentamente qué manjares te ofrecen, pues también tu debes preparar lo que a ti te han ofrecido'. Es realmente sublime el banquete donde se sirve, como alimento, el mismo Señor que in-vita al banquete. Nadie, en efecto, alimenta de sí mismo a los que invita, pero el Señor Jesucristo ha hecho precisamente esto: El, que es quien invita, se da a sí mismo como comida y bebida. Y los mártires, entendiendo bien lo que hablan comido y bebido, devolvieron al Señor lo mismo que de él hablan recibido.
'¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de salvación'.
¿De qué copa se trata? Sin duda de la copa de la pasión, copa amable y saludable, copa que debe beber primero el médico para quitar las aprehensiones del enfermo. En ésta la copa: Contemplemos esta copa en los labios de Cristo, cuando dice: 'Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz'.
De este mismo cáliz, afirmaron, pues, los mártires: 'Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre'. ¿Tienes miedo de no poder resistir? No, dice el mártir. ¿Por qué no? Porque he invocado el nombre del Señor. ¿Cómo podrían haber triunfado los mártires Si en ellos no hubiera vencido aquél que afirmó: 'Tened valor: yo he vencido al mundo?'." San Agustín, Sermones.
3: SAN CARLOS LWANGA Y COMPAÑEROS, los 22 mártires de Uganda, 1886
Del 31 de julio al 2 de agosto de 1969, es decir 2 años antes de la cruel dictadura de Idi Amin, el papa Pablo VI visitó Uganda y dijo aquellas célebres palabras; "Vosotros sois ahora vuestros propios misioneros".
Si el catolicismo ha realizado notables progresos en Uganda de hecho se debe, en gran par-te, al mérito de los mártires de los años de 1885 y 1886 de los cuales veintidós fueron solemnemente canonizados el "Domingo de las Misiones del año 1964 por Pablo VI.
Los primeros misioneros católicos de la congregación de los padres blancos del cardenal Lavigérie llegaron en 1879 y el rey Mtesa les permitió la evangelización. Su sucesor el rey Mwanga, hombre vicioso y sanguinario, odiaba a los cristianos Se dio cuenta de que los pajes de su corte, ya convertidos no querían prestarse como instrumento para sus instintos bestiales. José Mkasa, uno de sus oficiales más elevados, fue decapitado, el 15 de noviembre de 1885, porque el ejemplo de su fe cristiana dio especial valor a los muchachos. También José había reprochado al rey el asesinato del misionero anglicano Hannington con toda su caravana.
El puesto del oficial mártir fue ocupado por Carlos Lwanga, que había ya abrazado la fe católica. En mayo de 1886, el paje cristiano, Denis, fue asesinado por el rey y, después del crimen, ordenó que todos los empleados reales que profesaran la religión de los padres blancos, ya no podrían salir del palacio. Aquella misma noche, Carlos logro bautizar a cuatro de los catecúmenos. A la mañana siguiente, quince jóvenes comparecieron ante el rey, quien les preguntó si querían seguir profesando la fe cristiana. Contestaron: "Hasta la muerte". Tenían entre 13 y 25 años. El rey mandó matarlos según su rito pagano, decir, quemándolos vivos.
Caminaron a Namungogo, a 60 Km. de distancia, donde se preparó la pira. En la fiesta de Ascensión, el 3 de junio de 1886, fueron atados de pies y manos y acostados en hilera, con algunos otros cristianos, sobre el enorme altar de leña.
De la misma manera que Sedrak, Mesak y Abed-Negó, los tres jóvenes mencionados en el libro de Daniel, quienes arrojados al horno alababan a Dios con grandes voces, aquellos heroicos cristianos sufrieron el horrible tormento del fuego alabando a Dios e invocando, hasta el último suspiro, el nombre de Jesús.
Entre los mártires se encontraba el propio hijo del jefe de los verdugos. El padre trató de salvarlo y le sugirió que apostatara. "No es posible, padre", dijo el valiente muchacho. "Soy cristiano y permaneceré cristiano". Para que el joven no sufriera tanto por el fuego, el padre mandó a un verdugo que le quitara la vida con un golpe de martillo en la nuca.
Todos se transformaron en "ofrenda permanente", como dice la anáfora tercera, después de la consagración. Más tarde fueron martirizados otros católicos y cristianos no católicos, que murieron unidos en la fidelidad a sus promesas bautismales. Este hecho fue puesto de relieve, durante la visita del papa Pablo VI a aquellas tierras de mártires.
El catolicismo de Uganda produjo las primeras congregaciones indígenas para religiosos y hermanos con numerosas vocaciones.
El primer obispo negro fue consagrado en 1939, para la tierra de Uganda. Una ejemplar prensa católica ayuda, desde hace 50 años, en la propagación de la fe.
Acerca de nuestros mártires de Uganda volvió a ser realidad lo que escribió Tertuliano, nacido en África del Norte y testigo de los martirios sufridos por los cristianos en tiempo de los romanos, "La sangre de los mártires es semilla de cristianos".
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que has querido que la sangre de los mártires sea semilla de nuevos cristianos, haz que el ejemplo de san Carlos y de sus compañeros y su lealtad a Cristo frente a las torturas, atraigan a los pueblos africanos a vivir la fe cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo.. Amén,
"¿Quién hubiera podido imaginar que a aquellos ilustres mártires y confesores africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felícitas y Perpetua y también Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de Carlos Lwanga, de Matías Mu-lumba Kalemba y de sus veinte compañeros? Sin olvidar a aquellos otros, de confesión anglicana, que sufrieron la muerte por el nombre de Cristo?". Pablo VI, homilía en la canonización de los mártires de Uganda.
3: EL PAPA JUAN XXIII, 1881-1963
En los últimos cien años de la historia de la Iglesia, Dios ha enviado una serie ininterrumpida de papas que merecen toda nuestra veneración y admiración. Uno de ellos es Angelo Giuseppe Roncalli, hijo de una pobre familia campesina del pueblo Sotto il Monte de la provincia de Bérgamo. Tenía 76 años cuando fue elegido en el cónclave, el 28 de octubre de 1958, como "Papa de transición", según la opinión de algunos.
Nada en su vida y en su "curriculum", indicaba la especial vocación que el Espíritu Santo había reservado a este devoto y humilde sacerdote.
Cuando celebró su primera misa, ni siquiera sus parientes más cercanos acudieron por no poder sufragar los gastos del viaje a Roma.
Ayudó a su obispo como profesor en el seminario diocesano. En 1921, el papa Benedicto XV lo nombró presidente de la obra pontificia para la propagación de la fe en Italia. En 1925, el papa Pío XI le dio el título de arzobispo y lo envió como visitador apostólico a Bulgaria; en 1934, como delegado apostólico a Grecia y Turquía. Allí, en labor callada y paciente, reanudó las relaciones interrumpidas con las comunidades de la fe griego-ortodoxa del oriente y con el patriarcado de Constantinopla.
Diez años después, el papa Pío XII le encomendó una nueva y difícil misión: la nunciatura en Francia, devastada por la guerra y destrozada por la lucha entre los partidos. Representó a la Santa Sede en la UNESCO y, en 1953, recibió el birrete cardenalicio junto con su nombramiento de patriarca de Venecia. Todos esos cargos los aceptó por obediencia; ya no le gus-taba mucho la actividad de diplomático, porque sentía un amor especial por el mundo sencillo.
Nunca ocultó su origen, pero fueron precisamente su humildad, Y su modestia, su alegría y su cordialidad espontánea, las virtudes con las que se ganaba a todos, lo mismo a los gobernantes de los países que a los supremos dignatarios de otras religiones.
Se le ha llamado el papa de la paz, del Concilio, de la unidad eclesiástica; empero en Juan XXIII se debe ver ante todo al cura de almas. Otros papas han visitado orfanatorios, hospitales y prisiones, pero él fue el primero en mezclarse, en Roma y en otros lugares, con la muchedumbre para orar y cantar en su compañía, en honor de Jesús sacramentado. Fue el primero en pasar Semana Santa en los arrabales proletarios; es decir: nunca olvidaba que como papa, simultáneamente era el obispo de Roma.
El hecho de ser llamado por los romanos: "párroco del mundo"' tenía un profundo significado en su vida. ¡Cómo apeló, en su encíclica "Mater et magistra" (Madre y maestra) a las conciencias de los hombres para reordenar las relaciones en favor de todos, a fin de que el hambre, el odio y la desesperación, no desembocaran en una catástrofe!
¡Cómo rogó a los poderosos del mundo, en su encíclica "Pacem in terris" (Paz en la tierra), a fin de que no arrojaran a la humanidad a nuevas guerras! A nadie se negó, ni siquiera a los adversarios jurados de la Iglesia! Buscaba la plática fraternal.
Y ¿no fue el acto más importante de Juan XXIII, la convocación a un Concilio General, un acto del cura amoroso? No se trataba de la declaración de un nuevo dogma y menos de la condenación de una herejía, sino de la renovación interior de la Iglesia, para abrir sus puertas, de par en par, a todos los hombres de buena voluntad. Un nuevo espíritu de Pentecostés pasó por la humanidad dividida, religiosa y políticamente..
En su alocución de apertura, el 11 de octubre de 1962, él mismo explicó qué meditaciones lo habían conducido a la decisión, aparentemente impulsiva, de convocar un Concilio General -decisión, sin duda, inspirada por el Espíritu Santo-, diciendo: "En la ejecución diaria de nuestro cargo pastoral apostólico sucede, a menudo, que algunas voces de personas entristecen nuestros oídos, las que, aunque ardan de celo por la religión, no tienen suficiente sentido para juzgar las cosas en forma recta ni logran un fallo inteligente. Ellos opinan que en la situación actual de la sociedad humana, sólo se reconoce el ocaso y la desgracia y, sin cesar afirman que nuestro tiempo, en comparación con el pasado, ha empeorado constantemente… Pero nosotros somos de opinión contraria que esos profetas de desdichas".
… En la evolución actual de los sucesos humanos, más bien se tiene que reconocer un plan oculto de la providencia divina que persigue su propia meta …"
Hasta su muerte buscó, como buen pastor, a todos los que creen en Cristo. Juan XXIII confesaba de sí mismo: "Anhelo trabajar y sufrir en pro del advenimiento de la hora en que para todos se realizará la oración de Jesús en la sala de la Ultima Cena".
"Trabajar y sufrir… dice en su diario Juan XXIII, donde revela desde un punto de vista absolutamente humano, que él mismo diagnosticó correctamente sus dolores físicos y sabía que sus días de vida terrenal terminarían pronto. Seguramente le acongojaba, sobremanera el hecho de no poder ver la terminación del Concilio; pero también esto lo aceptó con humildad completa, diciendo: "El Concilio -Dios sabe que a esta idea abrí mi pequeña alma con toda sencillez.. ¿Me permitirá terminarlo? Alabado sea. ¿No me lo permitirá? Entonces desde el cielo veré su terminación feliz … Sereno y tranquilo espero la muerte fraternal. La aceptaré así como el Señor me la mande …
Nacido pobre, me alegra especialmente morir pobre. Que la palabra ¡paz! paz! sea mi última oración como papa, la última oración del humilde papa Juan".
Su lecho de enfermo se convirtió en altar en el que, en un acto heroico, en constante diálogo con Dios, ofreció sus dolores por el bien de la Iglesia y la salvación de la humanidad.
Al anochecer del lunes de Pentecostés, el 3 de junio de 1963, el papa de los pobres, el papa de la bondad, el papa del Concilio entró en la eternidad.
"Con gran sabiduría Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II. Escrutando los signos de los tiempos, se dio cuenta de que lo que convenía era un Concilio de tipo pastoral, un Concilio que debería hacer resplandecer el gran amor pastoral y el cuidado de Jesucristo, Buen Pastor, por su pueblo. Pero se dio cuenta también que un Concilio pastoral, para ser genuinamente eficaz, necesitaba una sólida base doctrinal.
Y precisamente por esta razón, es decir, porque la palabra de Dios es la única base de toda iniciativa pastoral, Juan XXIII el día de la apertura del Concilio, II de octubre de 1962 hizo la siguiente declaración: 'El mayor interés del Concilio Ecuménico: que el depósito sagrado de la doctrina cristiana sea guardado y enseñado de la manera más eficaz'.
Es lo que Juan XXIII consideró el motivo del Concilio, y que yo también considero el motivo de este período postconciliar". Juan Pablo II en Chicago, 5 de octubre, 1979.
3: FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA, O.F.M., primer obispo de México, 1468-1548
Nacido en Tavira de Durango, en la provincia de Vizcaya, a fines de 1468 o principios de 1469, de Juan López de Zumárraga y Teresa de Lares. Tomó el hábito de san Francisco, pro-bablemente en el convento del Abrojo, cerca de Valladolid. Llegó a ser ministro de su orden.
Por 1527, Carlos V conoció y apreció las dotes del docto y austero franciscano y lo de-signó para ser presentado al papa, como obispo de México y, al mismo tiempo le indicó que pasara a las nuevas tierras, conquistadas por Hernán Cortés (1521).
Llegó el obispo electo y su primera estancia en México representó para él un martirio: las divisiones intestinas de los españoles y la pésima actuación de los funcionarios reales que explotaban a indígenas y encomenderos, su avaricia y el desprecio de los derechos de la Iglesia (especialmente el de asilo), obligaron al obispo a usar las más duras censuras eclesiásticas.
Particularmente doloroso fue para Zumárraga el que le impidieran su oficio de protector de los indios. Por todo ello y por haberse opuesto a las conquistas y rapiñas del presidente de la Audiencia. Nuño de Guzmán, fue el obispo acusado de desacato a la autoridad y difamado ante el gobierno de España. Sin embargo, el obispo, burlando las más drásticas medidas de in-comunicación, logró poner en conocimiento del emperador la deplorable situación.
Gracias pues a la valentía del obispo, aquellos malos gobernantes de México, fueron destituidos y se pusieron en su lugar personas afortunadamente llenas de prudencia y de buen sentido cristiano.
Por aquel tiempo, el obispo tuvo también un papel preponderante en el acontecimiento guadalupano: en diciembre de 1531, se apareció la Virgen a un indio neófito, Juan Diego y le pidió que fuese a ver al obispo para que se le construyera un templo en donde, como verdadera Madre de Dios y de los hombres, mostraría su favor a los moradores de la tierra que la invocasen.
El obispo, con prudencia, pidió una señal y ésta le fue concedida al quedar milagrosamente estampada la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego. Zumárraga puso la imagen por lo pronto, en su oratorio, luego la pasó a la iglesia mayor y, por último, le mandó construir una ermita en el lugar señalado por la Virgen.
Mejorada la situación con el buen gobierno de la segunda Audiencia, el obispo fue llamado a España para dar mayores informes. Su estancia en España (1533-1534), fue sumamente be-néfica. El obispo calumniado recuperó su buena fama; fue consagrado en san Francisco de Valladolid (23 de abril 1533); propuso los principales remedios para la organización y desarrollo de la Iglesia mexicana y consiguió algunos valiosos medios.
Es difícil poner en pocas palabras la intensa actividad episcopal que el obispo llevó a cabo a su regreso. Fundó en 1534, el Hospital del Amor a Dios para enfermos contagiosos; en 1536, inauguró el colegio de Tlaltelolco, seminario de formación para el clero indígena y centro de estudios superiores para los indígenas, empezó la construcción de su catedral, fundó casas de recogimiento para doncellas indígenas, logró implantar en México la primera imprenta del Nuevo Mundo y publicar las obras que estimaba indispensables para la evangelización; promovió la fundación de la Universidad, siempre en la misma perspectiva eclesiástica.
En su oficio de inquisidor reafirmó la fe y las buenas costumbres de la sociedad que se iba formando: un saludable temor produjo en especial el proceso contra D. Carlos Chichimecatecotí, cacique de Texcoco, aunque esto le causó luego algunas amarguras. Puso todo su esmero en obtener un clero sabio y virtuoso y se opuso a todo género de relajamiento.
Las juntas eclesiásticas que presidió echaron los fundamentos dc la posterior legislación eclesiástica y encauzaron la vida de la Iglesia en la Nueva España.
Educado en el austero espíritu franciscano de la reforma del cardenal Cisneros, intentó algunas veces renunciar al obispado y retirar a un convento como simple fraile, para preparase a la muerte.
Entretanto, el romano pontífice Pablo III, elevaba a México sede metropolitana, junto con Santo Domingo y Lima (1546) y, pero después se enviaba el palio al nuevo arzobispo, pero este servidor bueno y fiel, era llamado por el Señor, el 3 de junio de 1548.
"Hay algo que ya poseemos en la esperanza con seguridad y de lo cual debemos dar testimonio. Somos peregrinos, pero también testigos. Nuestra actitud es de reposo y alegría, por lo que ya encontramos y de esperanza por lo que aun nos falta. Tampoco es cierto que todo el camino se hace al andar. El camino personal, en sus circunstancias concretas, sí, pero el ancho camino común del pueblo de Dios ya está abierto y recorrido por Cristo y por los santos, especialmente los santos de nuestra América Latina: Los que murieron, defendiendo la integridad de la fe y la libertad de la Iglesia, sirviendo a los pobres, a los indios, a los esclavos. También los que alcanzaron las más altas cumbres de la contemplación. Ellos caminan con nosotros. Nos ayudan con su intercesión". Documento de Puebla, n. 265.
5: SAN BONIFACIO, arzobispo de Maguncia, mártir 672-754
San Bonifacio, apóstol de Alemania, era inglés de nacimiento. Su nombre de bautismo era Wynfried o Winfrido. Estudió en el convento benedictino de Nursling, diócesis de Winchester, y pronto fue elegido abad del mismo.
Por entonces surgió su vocación misionera y pidió al papa Gregorio II que lo trasladaran a la región central de Alemania, en donde ya trabajaba con éxito otro misionero inglés: san Wilibrodo.
Con los permisos respectivos del papa y del príncipe de los francos, Carlos Martell, Wynfried pudo penetrar, desde Hessen y Turingia tierras todavía paganas y sólo superficialmente evangelizadas.
Al ser nombrado delegado apostólico de las nuevas diócesis de Alemania, trabajó incansablemente en la evangelización por medio de continuos sínodos, fundación de conventos y encuentros de sacerdotes. Tomó medidas para erradicar las supersticiones paganas y los abusos de la nobleza.
Es mérito suyo haber promovido la unidad cristiana de Europa Central, dividida en mu-chas tribus y pueblos. Trató de unificarlos a todos bajo la dirección del vicario de Cristo.
A la edad de 80 años, cuando ordinariamente un obispo debe retirarse a descansar de sus actividades, Bonifacio quiso empezar la evangelización de la costa de Holanda con un grupo de misioneros, donde los habitantes eran particularmente agresivos y crueles. Adivinando su martirio, el santo obispo llevaba su mortaja en su equipaje.
Mientras dormían en tiendas de campaña, el obispo y otros 52 misioneros lo mismo que algunos frailes y otros seglares, fueron asaltados y asesinados en la madrugada del 5 de junio de 754. Otra versión nos presenta al santo rodeado de sus cristianos y misioneros sorprendidos durante la catequesis; san Bonifacio levanta frente a los verdugos el libro de los Evangelios antes de caer abatido.
Los restos del santo se encuentran en la cripta de la catedral de Fulda. Ahí se reúnen, todos los años, los obispos alemanes en conferencia para promover la misma finalidad del gran obispo misionero y mártir. Estrechar los lazos de unión con el vicario de Cristo, de los fieles entre si y prestar una ayuda fraternal a los católicos necesitados de todo el mundo.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, la intercesión de tu mártir San Bonifacio, para que podamos defender con valentía y confirmar con nuestras obras la fe que él enseñó con su palabra y rubricó en el martirio con su sangre. Por Cristo nuestro Señor... Amen
"No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió Gregorio en su libro a los pastores de la Iglesia". San Bonifacio,, Cartas, 78.
6: SAN NORBERTO, obispo, 1080-1134
Norberto nació en Xanten, una pequeña ciudad sobre la frontera entre Alemania y Holanda, surcada por el río Rhin. Era hijo de familia noble y, sin ordenarse sacerdote, como se acostumbraba por entonces en muchas ocasiones, ingresó como canónigo en Xanten. la vida de los clérigos de aquel tiempo era bastante relajada.
El año de 1110 acompañó al emperador Enrique V a Roma y fue testigo del cautiverio del papa Pascual por las tropas del rey. La infeliz acumulación de poderes espirituales y temporales en una persona consagrada y la cuestión de la investidura de los obispos príncipes, por el rey, en contra de la voluntad del papa, fue la causa de aquel secuestro de su persona. Norberto quedó consternado. Pronto abandonó la vida mundana y superficial, abrazando la verdadera vida eclesiástica.
El año de 1115 pidió, por su propia voluntad, la ordenación sacerdotal, significando con este hecho un absoluto desprendimiento de lo bienes materiales. Vendió su castillo, dejó todos su beneficios y se convirtió en sacerdote evangelizador, como los primeros apóstoles, caminando pobre y descalzo por Alemania y Francia. Tenía un permiso especial del papa Gelasio II de poder predicar por donde quisiera.
Su celo persiguió dos fines principales: vivir, por su ejemplo, delante del clero y del pueblo, la pobreza evangélica al pie de la letra y llevar la paz de Cristo a donde siempre existían rivalidades y odios, fueran particulares o generales.
Agotado por las fatigas y enfermo, tuvo que descansar en la casi de su amigo Hugo, el obispo de Valenciennes. Con ayuda del secretario del obispo fundó, en la soledad de Premontré, en 1121,el famoso convento cuna de los frailes premonstratenses.
Bajo la regla austera de san Agustín se desarrolló el concepto de una vida monástica de Canónigos Regulares, unida con el ideal de servir a la pastoral de la Iglesia como clérigos.
Pronto se llenó este convento y muchos otros en Francia, Flandes y Alemania, con una corriente casi inagotable de hombres generosos que fueron atraídos por este doble ideal de contemplación y acción pastoral.
En dos ocasiones se le había ofrecido al santo, aunque en vano un obispado pero cuando la Iglesia le pidió que dirigiera la diócesis misionera de Magdeburgo, en la frontera con los países del este, Norberto aceptó en el año de 1126.
Al entrar en su nuevo obispado como fraile humilde y descansa el administrador del edificio no lo quiso dejar pasar por su aspecto totalmente contrario a la pompa de los obispos anteriores. Pronto desarraigó, con intransigencia evangélica, los abusos de administración eclesiástica, de la simonía y toda clase de derroche mundano. Algunos señores feudales atentaron contra la vida del obispo.
Nuestro santo, junto con san Bernardo de Claraval, defendió al papa Inocencio II contra el antipapa Pedro Leoni (Anacleto II), cuando surgió una nueva disputa, por la interferencia del poder civil en los asuntos de la Iglesia.
Eminentes en verdad fueron las obras desarrolladas por san Norberto y sus frailes en favor de los eslavos al este del río Elba y de Dinamarca. En el tiempo de su máximo florecimiento, hubo 3,000 conventos de los frailes premostratenses.
El papa Gregorio XIII canonizó a Norberto en el año de 1582.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que quisiste renovar a tu Iglesia por medio de la predicación y el celo pastoral del obispo San Norberto, concede al pueblo cristiano pastores ejemplares que lo conduzcan a la Salvación eterna, Por nuestro Señor Jesucristo, ... Amén.
"Norberto es contado, con toda razón entre los que más eficazmente contribuyeron a la re-forma gregoriana; él en efecto, quiso antes que nada formar un clero entregado a una vida genuinamente evangélica y a la vez apostólica, casto y pobre. Acostumbraba recomendar a este clero tres cosas: 'en el altar y en los divinos oficios, decoro; en el capítulo, enmienda de las desviaciones y negligencias; con respecto a los pobres, atenciones y hospitalidad'". Vida de San Norberto.
6: MONS. RAFAEL GUIZAR Y VALENCIA, obispo de Veracruz, 1878-1938
Nació Rafael, en Cotija, Michoacán, diócesis de Zamora, el 26 de abril de 1878. Fue el quinto de diez hermanos. Sus cristianos padres que formaban una de las familias pudientes de la localidad, eran Don Prudencio Guizar González y Dna. Natividad Valencia de Guizar, que brindaron a sus hijos, además de una sólida educación, un clarísimo testimonio en su vida cristiana. Baste decir que de entre sus diez hijos, dos fueron obispos, dos padres de familia, católicos convencidos, dos respetables señoras casadas, una soltera y tres monjas teresianas. Nuestro biografiado estudió en su tierra natal las primeras letras. A los 9 años de edad perdió a su madre, y así empezó el dolor a fraguar el ánimo de quien sería, más tarde, un verdadero padre para tantos huérfanos espirituales.
El año de 1890, inició Rafael sus estudios en el colegio de san Estanislao, regenteado por los padres jesuitas. Allí empezó a destacar la personalidad que llegaría a ser un notable hombre de acción aunque, a pesar de que sólo contaba 12 años de edad, ya tenía una buena disposición al amor de Dios en grado heroico, una pureza de costumbres a toda prueba, fruto, sin duda, de su esmerada educación materna, y una notable reciedumbre de carácter, digna de su padre y de su ambiente michoacano.
Con estas virtudes no debe extrañamos que surgiera, magnífica la planta de la vocación sacerdotal, que pronto habría de transformarse en un robusto árbol de santidad y celo por la salvación de los hombres. Rafael inició sus estudios eclesiásticos en el seminario auxiliar de Co-tija, en 1891; los interrumpió un año para dedicarse a las labores del campo y los continuó con más decisión, en el seminario mayor de Zamora, para coronarlos con la ordenación sacerdotal en la catedral de Zamora, el primero junio de 1901.
Desde aquel momento, hasta su muerte, aun en medio de toda clase de persecuciones y a pesar de las gravísimas responsabilidades de su cargo episcopal, el anhelo por la gloria de Dios y el bien de su prójimo se cristalizaron, en su vida, en su actividad netamente apostólica: la evangelización de los pueblos por medio de las misiones. En favor de esta actividad, entraña de su alma, sacrificó la herencia que su padre y sus hermanos habían colocado a su disposición; es más: ofrendó su salud, sus comodidades, su porvenir eclesiástico y hasta su propia paz interior. A este trabajo agobiador pronto se sumó otro de graves responsabilidades para la Iglesia: desde 1903, fue nombrado director del seminario. Se propuso fundar una nueva congregación religiosa que siguiera su espíritu y sus actividades. Pronto fue nombrado misionero apostólico por Su Santidad León XIII.
Tanto éxito en sus actividades apostólicas no podía pasar inadvertido a esos espíritus pequeños y ruines, envidiosos por naturaleza, que logran sobrevivir dentro de un hábito eclesiástico al amparo de los santuarios; personas como esas, valiéndose de la enfermedad mental de Mons. Cázares y Martínez, obispo de Zamora, tanto intrigaron en contra del padre Rafael que, finalmente, lograron una fulminante "suspensión a divinis" (prohibición de ejercer cualquier acto de culto como sacerdote) en su contra. Su virtud y santidad descollaron en medio de ponzoña de sus detractores. Durante los 16 meses que duró tan absurdo e injusto castigo jamás se le oyó una palabra de protesta, de queja o de deseo de cambiar de diócesis. El P. Guizar fue plenamente rehabilitado por el sucesor de Mons. Cázares. La suspensión fue levantada en se-guida.
Como si nada hubiera ocurrido el P Rafael volvió a sus actividades normales. Llegó con sus misioneros hasta el estado de Tabasco. Allí, en plena actividad apostólica le llegó la noticia de la insurrección de Madero: el comienzo de la Revolución Mexicana que tanto iba a influir en la vida del P. Guizar. En 1913, a pesar de su nombramiento como canónigo de la catedral de Zamora, lo encontramos misionando entre los soldados, en México D. F., Puebla y Morelos. Pronto se inició la persecución contra el clero católico y el P. Guizar tuvo que salir desterrado a Estados Unidos, Guatemala y la isla de Cuba. En todas partes dejó una estela de admiración, por sus virtudes nada comunes y por su inquebrantable celo apostólico. oigamos el testimonio de Mons. Enrique Pérez Serrantes, obispo de Carnaguey, en Cuba: "La gloria de Dios lo absorbía todo entero; a la salvación de las almas dedicaba todo el tiempo disponible; con el ejemplo y con la palabra, iba encendiendo en estos dos amores a los sacerdotes de ambos cleros a quienes encontraba a su paso".
En agosto de 1919, fue elegido obispo de Veracruz por el papa Benedicto XV; el 30 de noviembre del mismo año, recibió en La Habana, Cuba, la consagración episcopal, llegando a Veracruz el 3 de enero de 1920. Su labor pastoral fue obstaculizada por el ambiente anticlerical del gobierno oficial; a pesar de todo, no solamente atendió espiritual y materialmente a los damnificados de un reciente terremoto ocurrido en su diócesis, sino que reconstruyó el seminario, estableciéndolo en Jalapa, para trasladarlo después a México, D. F., cuando las tropas sectarias se apoderaban de los inmuebles de la Iglesia.
Tuvo el honor de ser el único que conservó dentro del territorio mexicano, a pesar de las persecuciones generales, el seminario para bien de sus amados feligreses. Al estallar nueva-mente la persecución, bajo el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles, por segunda vez, fue obligado a salir de su diócesis; pasó de los Estados Unidos a Cuba, Guatemala y Colombia y regresó al país en 1929. Al iniciar su visita pastoral a la diócesis, tan duramente probada, el gobernador de Veracruz, D. Adalberto Tejeda, con su intransigencia y su espíritu jacobino, pretendió, de hecho, convertir toda la diócesis en un departamento religioso de su gobierno. Mons. Guizar no podía transigir con aquellas injerencias del poder civil; los cultos se volvieron a suspender y el pastor volvió a salir desterrado de su diócesis, por tercera vez, para dirigirla, en medio de mil penalidades, desde la ciudad de México.
Durante seis años, el anciano pastor sufrió calladamente la repulsa de propios y extraños por defender, ante los hombres y ante la Iglesia, la dignidad humana pisoteada, y los derechos de las conciencias vilmente escarnecidos por los poderes civiles. Siempre veló por esas conciencias y, de su seminario, salieron los hombres que atendieron las urgentes necesidades de la diócesis.
Quiso la divina providencia que aquel nuevo "Atanasio" regresara, las Postrimerías de su vida, en medio de sus feligreses para cerrar, en broche de amor, la profunda entrega característica de su vida.
Muy enfermo, organizó nuevas misiones hasta que la muerte lo detuvo en la ciudad de México, el 6 de junio de 1938. Su cadáver fue trasladado a Jalapa, Ver donde se le dio sepultura.
El 28 de mayo de 1950 se procedió a exhumar su cadáver, que fue encontrado incorrupto. Fue re-inhumado en la catedral de Jalapa, Ver., en espera del juicio de nuestra madre la Iglesia católica, sobre la heroicidad de sus virtudes.
"El obispo es pontífice y santificador. Ejerce personalmente su función de presidente y promotor de la liturgia; apoyado en su propio testimonio, promueve la santidad de todos los fieles como primer medio de evangelización; busca en la gracia propia del sacramento del orden el fundamento para un constante cultivo de la vida espiritual que, en el amor personal a Cristo, impulse su amor a la Iglesia y su entrega al pastoreo generoso de las ovejas; se ocupa de la vida espiritual de sus presbíteros y religiosos; hace de su vida gozosa, austera, sencilla y lo mas cercana posible de su pueblo, un testimonio de Cristo pastor y un medio de diálogo con todos los hombres" Documento de Puebla, n. 689.
7: MATT TALBOT, obrero, alcohólico convertido. 1856-1925
Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Matt Talbot, empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter; aunque su madre le rogaba, casi de rodillas, que cambiase de vida, todos los días de pago olvidaba sus promesas y buenas intenciones llegando a vender cuanto llevaba encima pan satisfacer su vicio. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una absoluta carencia de voluntad y de responsabilidad.
A pesar de su pobreza, era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no es-taba bebido, sus padres no tenían por avergonzarse de él.
Repentinamente, cuando ya había cumplido los veinticuatro años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor consuetudinario, arrojó un día su vaso con licor por la ventana y juró que no vería a beber ni una gota de alcohol. Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.
Ante un sacerdote juró Matt Talbot renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor crucificado, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones; resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la presentaban en la ronda. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.
...Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada. De rodillas rezaba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros en la obra para pro-seguir sus rezos sin que lo vieran. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos.
Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario, se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.
Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años, sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar, agotados al anochecer. Cierto día, Matt Talbot, y a de setenta años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar, el 7 de junio de 1925. A raíz de su muerte, se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, quien había comprendido la palabra del Señor: "El Reino del cielo sufre violencia y los violentos lo arrebatarán" Mt 11, 12).
"Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. Por ser criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente sin embargo ilimitado en sus de-seos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere hacer y deja de hacer lo que quería llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división que tantas y tan graves discordias provocan en la sociedad". Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, n. 70.
9: SAN EFRÉN, diácono y Doctor de la Iglesia, 306-373
Fue famoso en su vida como maestro, orador, poeta, comentarista de la Sagrada Escritura y defensor de la fe. En 1920, se le dio el título de Doctor de la Iglesia. Los sirios, tanto católicos como separados, lo llaman "el arpa del Espíritu Santo".
San Jerónimo dice de él que sus escritos se leían en algunas iglesias después de las Sagradas Escrituras y le reconoce un alto ingenio. San Roberto Belarmino consideraba que san Efrén era más piadoso que erudito. A este Santo se debe la introducción en la Iglesia de los cantos en el culto divino y en la enseñanza sagrada.
San Efrén nació el año de 306, en Nísibi de Mesopotamia, entonces bajo el dominio roma-no. Fue bautizado a la edad de 18 años. En el año 325, acompañó al obispo de su ciudad al Concilio de Nicea. Cuando Nísibi pasó al poder de los persas, los cristianos abandonaron la ciudad y san Efrén se retiró a una cueva, cerca de Edesa. Allí observó una manera de vivir muy ascética.
Se nos describe como un hombre pequeño de estatura, calvo, sin barba, de piel seca y agrietada, vestido de harapos. Sin embargo, estaba muy enterado de los asuntos eclesiásticos de la ciudad y ejercía en ella considerable influencia con su frecuente predicación.
De madura edad fue ascendido al diaconado. Se dice que por humildad no se ordenó de sacerdote. El hecho de que sus biógrafos la designan siempre con el nombre de diácono, parece indicar que no pasó más allá de las órdenes sagradas. Sin embargo, hay pasajes en sus escritos que indican que tenía la dignidad sacerdotal.
Cerca del año 370 visitó a san Basilio de Cesarea. Los últimos años de su vida los pasó san Efrén administrando los bienes de los pobres y enfermos confiados a él. Parece que el año de su muerte fue el de 373.
San Efrén fue prolífico escritor. De las obras que nos han llegado, unas están escritas en si-rio, otras en griego, latín y armenio. Se pueden agrupar en exegéticas, polémicas, doctrinales, y poéticas. Todas ellas están escritas en forma métrica, excepto los comentarios a las Escrituras.
ORACIÓN COLECTA
Infunde, Señor nuestros corazones aquel Espíritu de amor que inspiró al diácono san Efrén a cantar la belleza de tus misterios y a consagrar su vida a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén
"El admirable Hijo del carpintero llevó su cruz a los infiernos, que todo lo devoraban y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera que, a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.
¡A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida!
A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales!". San Efrén, Sermón sobre nuestro Señor, 3-4
9: BEATO JOSÉ DE ANCHIETA, S. J. 1534-1597
Nació en San Cristóbal de la Laguna (isla de Tenerife en las Canarias) el 19 de marzo de 1534. Cursó los estudios de lógica en la universidad de Coimbra e ingresó a la Compañía de Jesús el año 1551.
En 1553 fue enviado a las misiones del Brasil, en donde asistió a la fundación de la ciudad de Sao Paulo. En un lugar cercano, llamado Piratininga, fundaron los jesuitas un colegio para sus jóvenes religiosos y para atender a la conversión de los indígenas. Ahí, Anchieta aprendió el tupi-guaraní y con esa lengua hizo más tarde una gramática.
En 1563 dejó el colegio para ayudar al provincial de la compañía, el P. Manuel Nóbrega, en la obra de pacificación entre los portugueses y los indígenas tamoyos, los cuales eran apoyados por piratas franceses hugonotes. De 1563 a 1564 se prodigó cuidando a los apestados de los suburbios de Sao Paulo.
Recibió la ordenación sacerdotal en 1566 y asistió poco después a la fundación de Río de Janeiro (1567). Durante más de diez años ejerció como superior de la misión de San Vicente donde, en forma abnegada, se entregó a la fructífera tarea de esforzarse para que los indígena tapuyas abandonaran su vida nómada y aceptaran la fe.
Escribió una doctrina cristiana en la que exponía los misterios de la fe a manera de diálogo, conforme a la mentalidad de los indígena que debería servir particularmente a los catecú-menos, a los que dedicaba cuidados especiales.
Compuso asimismo también una serie de poesías para ser cantadas que tenían también como objeto la catequesis. En los informes que envió a sus superiores de la Compañía de Jesús, se reflejaba la difícil labor pastoral que hubieron de afrontar los primeros misioneros entre los indígenas: sus perplejidades, sus esperanzas y sus decepciones.
También se preocupó por el infeliz estado al que había reducido a los indígenas la colonización portuguesa y alivió en cuanto pudo la más dramática y penosa situación de los esclavos negros, traídos del Africa para la explotación de la caña de azúcar.
Constantemente se opuso en la medida de sus posibilidades y de su condición a los abusos de los colonizadores.
Su memoria es venerada en el Brasil y es tenido como uno de los fundadores de la nación, padre de la Iglesia brasileña y patrono nacional. Murió con fama de santidad el 9 de junio de 1597 en la antigua Reritiba, ciudad que hoy lleva su nombre.
La heroicidad de sus virtudes fue proclamada por Clemente XII en 1736 y, en 1910, la S. Congregación de Ritos dio el decreto de autenticidad de sus milagros.
Fue beatificado junto con Pedro de Betancur, el apóstol de Guatemala, y Catalina Tekakwitha, de la tribu indígena de los mohawk, el domingo 22 de junio de 1980.
En una carta, fechada el 1º de junio de 1560, revelando sus ansias por conducir al Señor los pueblos de este país, el padre Anchieta escribía textualmente: 'Por este motivo, sin dejamos intimidar por los grandes calores, las tempestades, las lluvias, las corrientes torrenciales e impetuosas de los ríos, procuramos sin descanso visitar todas las aldeas y villas, tanto de los indios como de los portugueses, e incluso de noche acudimos a los enfermos, atravesando bosques tenebrosos a costa de grandes fatigas, tanto por la aspereza de los caminos como por el mal tiempo' (carta al P. Diego Lainez, prepósito general de la Compañía de Jesús) ". Homilía du-rante la misa celebrada en honor del Beato José de Anchieta en Sao Paulo, jueves 3 de julio de 1980. Juan Pablo II.
11: SAN BERNABÉ, apóstol
Además de los doce apóstoles, encontramos en la Biblia otros 72 discípulos. Entre estos ayudantes del colegio apostólico, figura ciertamente el levita José de Chipre, al cual los apóstoles le dieron el nombre de Bernabé, que quiere decir "hijo de la consolación". La primera vez que hablan de él los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 4, 36-37, aparece como un hombre sumamente generoso que vendió su campo en beneficio de la comunidad de los cristianos. Al mismo tiempo se convirtió en el misionero más importante al lado de san Pablo. Gracias a la mediación de Bernabé, san Pablo fue aceptado e incorporado en el colegio de los apóstoles (Hechos 11, 24.
En Antioquía de Siria, sobre el río Torontos, una ciudad cosmopolita y eminentemente financiera, empieza la gran misión de la joven Iglesia cristiana entre los paganos. San Bernabé busca a Pablo en Tarso y los dos obtienen gran número de conversiones para Cristo. Los paganos los llamaron desde entonces "cristianos".
Parece que en el año 44 hubo una gran crisis económica en Jerusalén. Por iniciativa de Bernabé y de Pablo, los neo-conversos paganos regalaron una generosa cantidad de dinero a sus hermanos judíos bautizados en Jerusalén, aun desconocidos para ellos. Al principio del capítulo 13, los Hechos nos refieren cómo Bernabé y Pablo fueron escogidos por el Espíritu Santo y después del rito sagrado y apostólico de la imposición de las manos, fueron enviados a otra misión entre los judíos y paganos de la isla de Chipre, la patria de Bernabé.
El procónsul romano Sergio Paulo se convirtió al darse cuenta de que aquellos hombres eran verdaderamente guiados por el Espíritu Santo, a diferencia de los adivinos, astrólogos y magos que servían al espíritu malo. El sobrino de Bernabé los ayudó en esta primera parte del viaje; pero los abandonó cuando empezaron las mayores dificultades, en la segunda parte del viaje por Asia Menor. En medio de toda clase de penas y adversidades provocadas por los judíos y paganos de Listra, encontramos siempre a Bernabé al lado de Pablo. Con humildad confiesan en Antioquía cuánto había hecho Dios por medio de ellos y cómo hablan abierto a los gentiles la puerta de la fe (Hechos 14,27). Delante del primer Concilio de los apóstoles en Jerusalén, dieron el mismo testimonio. A la vez lograron convencer al sagrado colegio que eximiera definitivamente a los paganos de la circuncisión y las demás cargas rituales del judaísmo, superadas por la libertad de Cristo (Hechos 25-31).
Durante el segundo viaje de san Pablo sobrevino un disgusto entre 'impetuoso Pablo y el bondadoso Bernabé, por causa de su sobrino Marcos. Estos dos últimos se limitaron a la misión de Cristo en la isla de Chipre, mientras Pablo empezaba su gigantesca misión por el Asia Menor; para los dos apóstoles de carácter tan diferente valía la misma promesa del Señor.
'Quien me confiesa delante de los hombres yo lo confesaré delante de mi Padre celestial".
ORACIÓN DE COLECTA
Señor, tú que llenaste de fe y de amor al apóstol san Bernabé y destinaste a predicar la salvación a los paganos, ayúdanos, por su intercesión, a dar a conocer a todos tu Evangelio por medio de nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén
"A nosotros pecadores, siervos tuyos, que confiarnos en tu infinita misericordia,, concédenos tener parte en tu herencia, con los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé... y con todos los santos. Admítenos en su compañía no en razón de nuestros méritos, sino de tu misericordia". Oración Eucarística 1.
13: SAN ANTONIO DE PADUA, fraile franciscano, Doctor de la Iglesia, 1195-1231
San Antonio de Padua es el santo de los milagros, de acuerdo con la devoción popular, pues encuentra buen marido a la joven casadera que no lo halla y descubre las cosas perdidas a sus devotos; pero mil veces mas importante que todo esto es el testimonio que, durante su vi-da, brindó a los fieles, un testimonio de plena entrega a' servicio del Evangelio.
Fernando tal era su nombre de bautismo nació en la ciudad de Lisboa, en Portugal. Apenas cumplidos los quince años, resolvió seguir a Cristo en la orden de los Canónigos de San Agustín, con quienes se inició en la vida religiosa, hizo sus votos y finalmente se ordenó sacerdote.
El año de 1220 pasaron por su monasterio de Coimbra algunos franciscanos que llevaban consigo las reliquias de sus primeros mártires, sacrificados para el Señor en Marruecos. Fernando se sintió electrizado al contemplar aquellos sangrientos restos. Pidió y obtuvo pasar a la orden recién fundada (1209-10) por Francisco de Asís. Logró asimismo ir desde luego a misio-nar al norte de África. Más apenas llegada a las costas africanas, enfermó gravemente. Se vio forzado a emprender el viaje de regreso a su patria; pero la nave que lo llevaba a Portugal, sor-prendida por furiosa tempestad, fue a dar a las costas de Sicilia. El buen' clima de la isla devolvió la salud al fraile Antonio, que tal era el nombre que había recibido al revestir el sayal franciscano.
Pronto pudo emprender el viaje hasta Asís, donde Francisco, el Pobrecillo de Cristo, celebraba capítulo general.
Antonio fue entonces destinado a morar en el eremitorio de Montepaolo, cerca de Forli. Allí vivió en retiro, entregado a la contemplación y al estudio, hasta que un buen día predicó de repente, por obediencia, sin previa preparación, un sermón tan rico en doctrina y tan con-movedor que al punto los superiores lo destinaron a la predicación.
Antonio, desde entonces (1224), recorrió la Italia central y septentrional, así como parte de Francia, provocando numerosas conversiones. Antonio no vivía para si, sino para socorrer con la palabra viva del Evangelio a toda clase de cristianos. Su palabra, como la de san Pablo, no era según la humana sabiduría, sino que se fundaba sobre el poder de Dios (1 Cor 2, 5), quien confirmaba sus discursos con espléndidos milagros. El pueblo se agolpaba en tomo a su púlpito en dondequiera que predicaba.
Los demás predicadores le rogaron que pusiera por escrito sus sermones en provecho propio y del pueblo. Antonio no pudo negarse a prestar este servicio y, robando el tiempo al sueño y al necesario descanso, compuso dos gruesos volúmenes de sermones saturados de la palabra de Dios. El papa Gregorio IX, al oírlo predicar, exclamó: "Antonio es el arca del Viejo y del Nuevo Testamento".
El predicador brillaba, además, por su admirable prudencia, por lo que fue elegido provincial de los franciscanos de la Italia septentrional; él aceptó ese puesto para imbuir más y más a sus hermanos en el santo Evangelio, trabajando en ello sin darse punto de reposo.
La frágil salud de Antonio no pudo resistir tan abrumadoras fatigas y, el 13 de junio de 1231, cuando apenas contaba unos 36 anos de edad, rindió su espíritu al Señor.
Un año más tarde el ya citado Gregorio IX lo canonizó solemnemente en vista de los continuos milagros que después de su muerte el Señor obraba por su intercesión. Su fama continuó creciendo a lo largo de los siglos y el año de 1946, el papa Pío XII le concedió el título de Doctor Evangélico, que resume la vida del gran taumaturgo: vivir y enseñar el Evangelio.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que en San Antonio de Padua otorgaste a tu Iglesia un predicador insigne y un protector de los pobres y de los necesitados, concédenos, por su intercesión, que vivamos de verdad conforme al Evangelio y experimentemos siempre tu protección Y ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras y, por esto, el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. 'La norma del predicador dice San Gregorio es poner por obra lo que predica.
En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras". San Antonio de Padua, Sermones, 1, 226
19: SAN ROMUALDO, Abad, 951-1027
Cuando se conocen los detalles de la existencia Romualdo, el hijo de noble familia de los Sergius de Ravena se encuentran numerosos datos de una gran inquietud: cambios de domicilio, pleitos con las compañeros, amenazas de muerte y atentados contra su vida. Todo esto parecería contrario a una auténtica santidad. Por cierto que Romualdo no fue un santo por el estilo de San Benito de Nursia o como san Francisco de Asís, sino que su Santidad fue original, única e irrepetible. Dios quiso desarrollar aquella santidad en uno de sus hijos bautizados que vivió durante el siglo X, un siglo por cierto, en el que era creencia general que se acabaría el mundo.
Durante un duelo, el padre de Romualdo mató a su adversario. Consternado por esta des-gracia, Romualdo, que contaba entonces unos 20 años, entró en el convento de san Apolinar, cerca de Ravena. disgustado por la aparente indisciplina religiosa del monasterio, empezó, con el permiso del abad, una vida más austera con el ermitaño Marius, fuera del convento. Después de tres años, los dos ermitaños decidieron marcharse a la abadía de san Miguel de Cuxa, cerca de la frontera con España, ahí permanecieron diez años. En el año 988 se trasladaron a la aba-día de Montecassino. La regla benedictina los atraía, pero Romualdo quería incorporar los rezos litúrgicos a una vida monástica más austera, de tipo eremítico, aún queriendo sacrificar gran parte de su vida comunitaria.
Después de algunos años de peregrinación solitaria por Italia, huyendo de los hombres y fundando ermitas en varios lugares, Romualdo erigió sus dos conventos principales. Primera-mente Val de Castro, donde también murió en el 1027 y el convento de Camaldoli cerca de Arezzo, que fue la casa matriz de la orden de los Camaldulenses.
Lo importante en la vida de Romualdo, fue su ideal de penitencia en un tiempo de muchos relajamientos. Según el modelo de los primeros monjes en el desierto de Egipto, quiso preparar a sus frailes parí que pasaran por este valle de lágrimas, al fin de salir al encuentro nupcial con el Señor. Entre sus consejos se puede leer: "Vive en tu celda y considérala como un paraíso; desecha todo recuerdo del mundo.'' persevera con temor en la presencia divina, como quien está delante del rey ... y, a la vez, sé como un niño contento que tiene en posesión la gracia de Dios"
Entre las docenas de conventos que fundó, se observa con alguna modificación la tendencia general a la oración, al trabajo, a las penitencias corporales todo esto unido a un silencio y ayunos prolongados.
Hasta el día de hoy no han faltado hombres generosos que se han sometido, por amor a Cristo, a esta vida austera como una reparación a la malicia general de los bautizados de nuestra época
Entre los contemporáneos que aprendieron de san Romualdo esta clase de vida ascética, figura san Bruno, el fundador de los cartujos cuya fiesta se celebra el 6 de octubre.
ORACIÓN COLECTA
Señor, ni que por medio de san Romualdo renovaste en tu Iglesia la vida de retiro y oración, concédenos la gracia de renunciar a nosotros mismos para seguir a Cristo por el camino de la cruz y alegrarnos con él en la gloria de tu Reino. El cual vive y reina contigo Amén.
"Aunque no necesitas nuestra alabanza, es don tuyo mostrarnos agradecidos; y, aunque no te engrandecen nuestras bendiciones, contribuyen a nuestra salvación, por Cristo nuestro Señor. Prefacio común IV
21: SAN LUIS GONZAGA, Patrono de la Juventud Cristiana, 1568-1591
Luis Gonzaga, primogénito de Ferrante, marqués de Castiglione y de Marta Tana Santena, dama de honor de la esposa de Felipe II, rey de España, nació el 9 de marzo de 1568 en el cas-tillo de Castiglione delle Stivieri, en la región italiana de Lombardia.
Su madre lo educó cristianamente y no tardó Luis en mostrar inclinaciones poco comunes para la virtud. Su padre pretendía que se dedicara a las armas, por las que también manifestaba el niño grande afición y gusto. A los cinco anos de edad, estando en Casal, cargó Luis incau-tamente una pieza de artillería la que, al dispararse, estuvo a punto de destrozar al muchacho. En el trato con los soldados, aprendió a decir algunas palabras mal sonantes, una costumbre que después deploró amargamente toda su vida. Vivió en la corte del duque de Toscana. En Florencia hizo voto de perpetua castidad a la edad de nueve años. Allí tomó por primera vez la sagrada Eucaristía, por consejo de san Carlos Borromeo. Luego pasó a Mantua y después a España, donde estuvo dos anos en la corte de Felipe II.
En todas partes dio muestras de madurez de juicio superiores a sus años, así como de una elevada santidad. Imitaba los ejemplos de los santos conforme se describía en los escritos de entonces. Lo admirable en Luis era la extraordinaria tenacidad y fuerza de voluntad con que siguió las indicaciones de la voluntad de Dios. Renunció al título de Príncipe, que le correspondía por derecho de primogenitura en favor de su hermano Rodolfo e ingresó, el 25 de noviembre de 1585, en la Compañía de Jesús en Roma.
A las seis semanas de haber entrado en el noviciado, murió Don Ferrante, su padre, el cual había reformado enteramente su vida ante el ejemplo de su hijo. Tuvo Luis el don de la oración, siendo Dios su principal y aun su único Maestro. Su devoción por la Santísima Virgen fue tierna y filial. Cuando san Roberto Bellarmino, su confesor, daba a los estudiantes jesuitas ciertos preceptos o reglas para la meditación, solía decir: "Esto lo aprendí de nuestro hermano Luis".
Tenía tan mortificados todos sus sentidos, que parecía haber casi perdido el uso de ellos. No dejaba de ser divertida su conversación ni le faltaba la sal de la gracia para sazonarla. Era de ingenio pronto y perspicaz y sobresalió en sus estudios de filosofía y teología. Su salud fue siempre delicada y tuvo la revelación de que viviría poco.
Resolvió acertadamente las diferencias que se suscitaron entre su hermano Rodolfo y el duque de Mantua. Cuidando enfermos en una de las epidemias de peste en Roma, contrajo la enfermedad que lo llevó a la muerte. Se despidió de su madre por carta. A diferencia de sus otras cartas, formales y estiradas, ésta fue escrita desde el fondo de su corazón, compenetrado de las verdades eternas y del cariño filial.
El jueves 21 de junio de 1591, entregó dulcemente su espíritu a los 23 años, tres meses y once días de edad, y a los seis de su ingreso en la Compañía de Jesús.
Treinta años después, en 1621, fue beatificado por el papa Gregorio XV. A la ceremonia asistió su madre. En 1727, el 31 de diciembre, Benedicto XIII lo elevó al honor de los altares. El 13 de junio de 1926, Pío XI lo nombró Patrono de la juventud cristiana.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que en la vida de san Luis Gonzaga quisiste dejarnos un modelo de pureza y en su muerte, un ejemplo heroico de servicio al prójimo, por sus méritos e intercesión, concede a quienes no hemos sabido imitar su inocencia, que podamos imitar su caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, ... - Amén.
"Oiréis a muchos deciros que vuestras prácticas religiosas están irremediablemente desfasadas, que dificultan vuestro estilo y vuestro futuro, que con todo lo que es capaz de ofreceros el progreso social y científico, podréis organizar vuestras propias vidas y que Dios no cuenta ya. Incluso muchas personas religiosas adoptarán tales actitudes, inspiradas en la atmósfera circundante, sin darse cuenta del ateísmo práctico que será en sus orígenes.
Una sociedad que de este modo haya perdido sus más altos principios morales y religiosos, se convertirá en una presa fácil para la manipulación y la dominación por parte de fuerzas que, so pretexto de una mayor libertad, la esclavizarán más aún.
Si, queridos jóvenes no cerréis vuestros ojos a la enfermedad moral que acecha a vuestra sociedad hoy, de la cual no puede protegeros tan sólo vuestra juventud. Cuántos jóvenes han torcido sus conciencias y han sustituido la verdadera alegría de la vida por las drogas, el sexo, el alcohol, el vandalismo y la búsqueda vacía de las meras posesiones materiales.
Es necesario algo mas; algo que podéis encontrar tan sólo en Cristo, porque él sólo es la medida y la escala que debéis utilizar para evaluar vuestra vida. En Cristo descubriréis la ver-dadera grandeza de vuestra propia humanidad: El os hará entender vuestra propia dignidad como seres humanos 'creados a imagen y semejanza de Dios' (Gén 1,26)". Juan Pablo II, homilía a los jóvenes de Irlanda en Galway, 30 de septiembre, 1979.
22: SAN PAULINO DE NOLA, obispo, 353-431
Paulino nació en Burdeos, Francia, de padres ricos que sólo eran cristianos de nombre. El padre era político y senador romano en la provincia de las Galias y quiso que también su hijo recibiera una formación general para seguir la misma carrera. Sin bautismo ni educación religiosa, el joven llegó pronto a puestos importantes y fue nombrado, a los 25 años, cónsul ro-mano.
En Campania, al sur de Roma, la familia de Paulino tenía muchas posesiones; allí gobernó los primeros años y se casó con una española llamada Terasia. El cristiano ejemplo de su esposa y la piedad popular que honraba la tumba de san Félix, en Nola, influyeron sobre él a tal grado, que un día dejó toda actividad política y solicitó el bautismo al Obispo de su diócesis de origen, en Burdeos, cuando contaba 36 años.
Después de esta conversión, hacia el año 390, se fue a vivir con su esposa a España. El hijo único que tuvieron murió a los ocho días de nacido. Por esos días Paulino recibió la noticia de que su hermano, que se habla bautizado junto con él, había sido asesinado. En compañía de Su esposa resolvió vivir pobre, como Cristo y ayudar a los necesitados, Por amor a Cristo; ambos vendieron sus bienes y repartieron el dinero.
Esta vida ejemplar movió al pueblo a dirigirse al obispo de Barcelona para que ordenara sacerdote a Paulino. A fines del 393 recibió las Ordenes sacerdotales y poco después volvió a Campania para vivir en austeridad al lado del santuario de san Félix, en una especie de convento. La casa era de dos pisos: en el superior vivía Paulino con unos amigos que buscaban la misma vida de oración y meditación bíblica, penitencia y apostolado entre los humildes; en la planta baja reunían indigentes de toda clase, enfermos y hasta vagabundos, quienes eran atendidos por estos hombres generosos. Es probable que Terasia sirviera como ama de llaves en las innumerables tareas que aquella casa ofrecía diariamente.
Dado que los peregrinos aumentaban continuamente y la iglesia del lugar era insuficiente, Paulino mandó construir con su patrimonio un santuario más grande, con tres oratorios, un bautisterio, celdas para la vida monástica y un dormitorio especial para los peregrinos.
Al morir el obispo de Nola, en el año 409, encontramos otra vez el hecho de la misma aclamación popular que influyó para la elección de Paulino como obispo de esta diócesis. Eran tiempos sumamente difíciles, porque los godos habían invadido Italia y de hecho asaltaron a Roma en el 410.
Paulino gobernó su diócesis durante 20 años. Todos los años iba en peregrinación a Roma para honrar la fiesta de san Pedro y san Pablo.
Fomentaba una gran amistad con los teólogos más sobresalientes de su tiempo y mantenía una continua relación epistolar con san Ambrosio, san Agustín y san Jerónimo. De entre las numerosas obras escritas por san Paulino, cabe recordar uno de sus pensamientos, valederos aun para nuestro tiempo: "No crea nadie que los ateos sean superiores a nosotros. Dios permitió su avance a causa de nuestros pecados. Debemos reflexionar para apreciar la vida verdadera. Confiemos en Dios; nuestra arma es la señal de la cruz".
Murió como buen pastor, sobre todo con los fieles más necesitados, el 22 de junio del 431.
ORACIÓN COLECTA
Señor, tú que en san Paulino de Nola proporcionaste a la Iglesia un obispo admirable por el amor a los pobres y la preocupación por Su pueblo, concédenos, por su intercesión, no seguir viviendo indiferentes a las necesidades de los que nos rodean. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
"Para que nada ignores acerca de mi, has de saber que yo fui por mucho tiempo un pecador y que, si en otro tiempo fui sacado de las tinieblas y de la sombra de la muerte para respirar el hálito de vida y, si puse la mano en el arado y tomé en mis manos la cruz del Señor, necesito, para perseverar hasta el fin, la ayuda de tus oraciones". San Paulino de Nola, Carta 3a Alipio.
22: SAN JUAN FISHER, cardenal, mártir, 1439-1535
El 22 de junio de 1535, el cardenal Fisher fue llevado en una silla al lugar de la ejecución, porque las torturas de los catorce meses de cárcel lo habían debilitado tanto, que ya no podía caminar. Antes de inclinar la cabeza delante del verdugo, declaró con voz firme que él moría por la Santa Iglesia católica y rogó a todos seguir fieles a la misma Iglesia. Murió rezando el Te Deum; contaba 65 años. Su cabeza quedó expuesta sobre el puente del río Támesis durante 2 semanas, para dejar el lugar, después, a la cabeza de santo Tomás Moro. Los dos mártires, el obispo y el seglar -amigos en la vida y hermanos en la muerte-, son testigos ejemplares de fidelidad al Papa y a la Iglesia.
El joven John, nacido de una familia acaudalada de comerciantes de Beverly, Yorkshire, emprendió una carrera ante todo científica, en la famosa universidad de Cambridge. Allí pasó de estudiante a profesor y por fin a canciller del reino por su sabiduría humanista y teológica. Era confesor de la madre del rey Enrique VII, quien influyó sobre su nombramiento como obispo de Rochester en el 1504. Apenas tenía 35 años. En este alto cargo mantuvo su humil-dad y su sencillez, dignas de un fraile. Visitaba en sus horas libres a los enfermos y a los pobres. Se hizo famoso como predicador y escritor. Citaremos de entre sus obras ocho libros acerca de los salmos penitenciales y contra las herejías.
Le fue encargada la educación del joven Enrique, el futuro rey Y asesino suyo, quien dejó el siguiente testimonio sobre John Fisher: "Por cierto, ningún príncipe en Europa tiene como yo, a un prelado, para educarlo, un obispo de tanta sabiduría y virtudes". Siendo rey se dejó dominar por los ídolos del poder y del sexo y no tardó en enfrentarse a su venerable educador, sobre todo cuando éste proclamó que estaba dispuesto a morir, como Juan e! Bautista, por defender la indisolubilidad del matrimonio del rey. Ana Bolena, la mujer adúltera, influyó tanto sobre el dictador que, en el año de 1534, fue encarcelado John Fisher en la torre de Londres, sin juicio alguno.
El obispo apóstata, Cranmer publicó una declaración acerca del divorcio del rey" y él mismo lo casó con su concubina.
Después de un año de suplicios bárbaros en aquella torre medieval, cuyas celdas húmedas y estrechas eran de por sí una tortura para los prisioneros, estuvo John Fisher acusado de "alta traición" por negar que el rey Enrique VIII fuera el "jefe más alto de la Iglesia de Inglaterra" y no prestar el correspondiente juramento de su primacía. La elevación del encarcelado a la dignidad cardenalicia por el papa Pablo III en voz de mitigar la suerte del obispo mártir, aumentó más el furor del rey y sobrevino la sanguinaria sentencia.
En medio de tantos cobardes apóstatas como había en su tiempo, John Fisher fue un testimonio elocuente, según el llamamiento del Papa Juan Pablo II a la Iglesia de nuestros días. "No temáis; abrid de paren par las puertas a Cristo, abrid a su potestad salvadora, las puertas de los Estados".
"Dar la vida' señala la medida del ministerio jerárquico y es la prueba del mayor amor; así lo vive Pablo, que muere todos os días en el cumplimiento de su ministerio" Documento de Puebla) n. 683.
22: SANTO TOMAS MORO, mártir, 1478-1535
En muchos documentos y, particularmente en los del Concilio Vaticano II, la Iglesia exige de los seglares que impregnen todas las estructuras del mundo con el espíritu del Evangelio. Entre los hombres que nos han dejado este ejemplo de ser "luz del mundo", brilla santo Tomás Moro.
Esta vida se presenta sumamente aleccionadora para los tiempos modernos. Era hombre santo, como político, como abogado, como diplomático y como padre de familia. Era santo como un hombre normal que amaba el mundo y sus valores, creados por Dios; un hombre de altísimas cualidades intelectuales y una cultura humanística extraordinaria y, a la vez, persona humilde, simpática y francamente optimista.
De su padre, el juez John More y de su madre, Inés, recibió una educación estricta. Como paje del cardenal Morton y después en Oxford, asimiló una formación tan universal que hablaba el latín y el griego como su lengua nativa. El gran humanista Erasmo escribiría de él más tarde. "Siempre es amistoso y está de buen humor y a todo el que lo conoce lo hace sentirse feliz".
A los 25 años llegó a ser miembro de la cámara baja en el Parlamento y, como único dipu-tado, tuvo el valor de lanzarse contra un nuevo e injusto impuesto del rey Enrique VII. El pue-blo le profesó gran cariño.
Por 4 años se retiró a la Cartuja de Londres, de donde sacó la conclusión de que Dios lo había escogido para la vida en el mundo. Se casó con Jane Colt y procreó con ella 4 hijos: 3 niñas y un varón. En contra de la opinión de su familia, insistió en que sus hijas deberían recibir la misma formación universal que su hijo Juan.
Aparte de la misa diaria, las penitencias voluntarias, a los pobres de barrios miserables, Tomás Moro promovió la lectura de la Biblia con sus hijos, dialogando con ellos sobre el texto. También reunía a los sirvientes y empleados para la formación religiosa y rezos en común. Igualmente encontró siempre tiempo para cantar, jugar y conversar alegremente con los suyos. En su parroquia de Chelsea, cooperó activamente en la liturgia y compró para la parroquia una casa donde se les hospedaba a los ancianos inválidos, manteniéndola a sus expensas. Aun siendo el funcionario más alto del rey, no se avergonzaba de confesar su fe en publico y de cargar la cruz en las peregrinaciones.
Bien conocida es la disputa con el rey Enrique VIII por la validez de su matrimonio con Catalina y por su absurda exigencia de convertirse, como seglar, en "cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra".
Si Tomás Moro es el ejemplo del hombre íntegro, dispuesto a "perder su vida" por amor a Cristo, el rey es el tipo antievangélico "que busca su vida", egoísta hasta el grado de correr sobre el ancho camino de la carne y la sangre, a su perdición.
El 12 de abril de 1534, Tomás Moro fue citado ante la suprema corte de justicia, junto con el cardenal Fisher, a prestar el juramento de la supremacía del rey. Aunque ambos conocían el camino hacia su cruz, una larga y dolorosa prisión que seguramente culminaría en la muerte "como traidores", siguieron la voz de su conciencia. Los 15 meses que pasó Tomás Moro en las celdas húmedas y frías de la Torre de Londres, fueron de íntima solidaridad con la agonía del Señor. Su cruz más pesada no fue la corrupción de los jueces, de los obispos y del clero, quienes apostataban más por debilidad que por malicia, sino las presiones que ejercieron sobre él su segunda esposa, Alicia, sus hijos y sus yernos, para que aceptara el juramento del rey y poder así "salvar su vida". Tomás Moro amaba a su familia, sus amigos, la vida, sus éxitos profesionales; pero sabía bien que todo esto es relativo. El único valor absoluto es Dios. En la hora del conflicto siempre prevaleció la fidelidad al Señor.
En la madrugada del 6 de julio de 1535, tuvo que atravesar una larga fila de compatriotas para llegar a Tower Hill, donde lo esperaba el cadalso. Una oración por el rey; luego ofreció su cabeza al verdugo. Cuando éste levantaba el hacha, Tomás Moro con un ademán apartó su barba diciendo en alta voz en medio de sofocante silencio: "Al menos ella no ha cometido alta traición". Así, con una broma en los labios, entregó su vida por Cristo y la Iglesia, con la seguridad de poder contemplar el rostro de Dios.
Desde 1534 hasta 1681 se lanzó contra los católicos de Inglaterra, el furor de una sangrienta persecución. Entre esos millares de mártires, sólo conocidos por Dios, la Iglesia ha escogido a 316 que fueron beatificados por León XIII en 1886. El papa Pío XI canonizó al cardenal Fisher y a Tomás Moro, 400 años después de su martirio, diciendo: "Busco a unos hombres que defiendan la fe como ellos".
ORACIÓN COLECTA
Señor, tú que concediste a san Juan Fisher y a santo Tomás Moro, dar, mediante el martirio, la más bella demostración de su fidelidad a la Iglesia, concédenos, por sus méritos, la gracia de confirmar con cada acto de nuestra vida la fe que profesamos. Por nuestro Señor Jesucristo .... Amén.
"En razón de la misma economía de la salvación, los fieles han de aprender diligentemente a distinguir entre los derechos y obligaciones que les corresponden por su pertenencia a la Iglesia y aquellos otros que les competen como miembros de la sociedad humana. Procuren acoplarlos armónicamente entre si, recordando que, en cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede substraerse al imperio de Dios". Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 36.
24: SAN JUAN EL BAUTISTA, Precursor de Cristo.
"Preparad el camino del Señor, haced rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios". Con estas palabras, el evangelista san Lucas (3, 5), inspirado por el Espíritu Santo, señalaba la presencia de Juan el Bautista predicando en el desierto .Varios siglos antes, el profeta Isaías anunciaba en sus predicciones, con palabras semejantes, la llegada del Mesías y los preparativos del pueblo para recibirlo. Juan, más afortunado que el profeta, pudo anticiparse inmediatamente al Mesías y cumplir con su misión de Precursor, allanando el camino del Señor hasta el corazón del pueblo.
Nació éste en Judea seis meses antes de que naciera Cristo. Fue milagroso el nacimiento de Juan, porque un ángel lo anunció a sus padres, ya ancianos.
Seguramente que recibió una esmerada educación estilo judío, puesto que su padre, Zacarías, era un sacerdote israelita. Este, inspirado por el Espíritu Santo, había vaticinado que Juan "sería profeta del Altísimo e iría delante del Señor para preparar sus caminos" (Lc 1,.76).
Siguiendo su vocación profética extraordinaria, Juan se retiró desde muy joven al desierto, en donde llevó una vida de gran austeridad: vestía pieles de camello, se alimentaba de langostas y miel silvestre y, sobre todo, vivía entregado a la oración.
Muy pronto, hacia el año 26 o 27 de nuestra era, comenzó a predicar la sincera conversión a Dios, no solo a los pecadores declarados y públicos, sino también a los encubiertos, que se consideraban intachables, como los fariseos y doctores de la ley. "Convertíos, pues llega el Reino de los cielos" (Mt. 3, 2). Las muchedumbres acudían en tropel a escuchar su predicación y en señal de sincera conversión se hacían bautizar, es decir, que recibían de manos de Juan un baño en las aguas del Jordán, para simbolizar el sincero deseo de purificarse de sus pecados.
También Jesucristo fue a hacerse bautizar por Juan. Este, iluminado por el Espíritu Santo, lo reconoció como quien era, el Mesías. el Hijo verdadero de Dios. Tembloroso, el Bautista se negaba a bautizarlo. Pero Jesús insistió por su profunda humildad, por esa misma humildad por la que se había hecho hombre y vivía como hombre, tomando sobre sí la responsabilidad de los pecados de toda la humanidad. Finalmente Juan se resignó a bautizar a Jesús. Entonces se abrieron los cielos, descendió el divino Espíritu en forma de paloma, sobre el Mesías y se escu-chó la voz del Padre que lo declaraba su Hijo muy amado a quien se debe escuchar (Mt 3, 17).
Juan el Bautista se sintió en el colmo de la felicidad; el Mesías, Hijo de Dios, se había manifestado esplendorosamente ante sus ojos y los de sus discípulos. Varios de éstos, como Andrés, Simón, Juan, Felipe, Natanael siguieron a Jesús y recibieron el nuevo bautismo 'en el Espíritu y en el fuego" (Lc 3, 16), bautismo verdadero que no era sólo un símbolo, como el de Juan, sino un sacramento que perdona los pecados y hace hijos de Dios.
Pero otros discípulos de Juan y algunos judíos pretendían proclamar como Mesías al propio Bautista. Este se negó rotundamente a semejante superchería y dio testimonio con su vida y con su muerte de que sin la penitencia y genuina conversión no es posible creer en Jesús el Cristo, el Hijo de Dios. Juan proclamaba de sí: "Es necesario que yo disminuya y que él{Jesús) crezca" (Juan 3, 30). Así lo inculcaba a sus discípulos que, envidiosos de los felices éxitos de la predicación y del bautismo de Jesús, querían provocar a su maestro el vano engreimiento. Pero no, Juan permaneció fume en predicar el arrepentimiento y la conversión hasta al mismo Herodes Antípas, recriminándolo que viviera en adulterio con Herodías, la esposa de su hermano. Esta, ciega de furor, logró que Herodes mandara decapitar a Juan el Bautista y que le fuera entregada su cabeza en una fuente.
Murió Juan el Bautista por proclamar la necesidad de la penitencia, de la conversión, sin la cual es imposible reconocer a Cristo como el hijo de Dios.
ORACIÓN COLECTA
Conduce, Señor, a tu pueblo por el camino del arrepentimiento y de la rectitud que predicó san Juan el Bautista, a fin de que pueda llegar con seguridad al encuentro de tu Hijo Jesucristo. El cual vive y reina contigo... Amén.
"Conservemos la alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo -como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia- con un ímpetu interior que nadie ni nada será capaz de extinguir". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi", n. 80.
27: NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
Bajo este título se venera en Roma una imagen bizantina de la Santísima Virgen María, que data del siglo XII o del XIV. Conservada en otro tiempo en la iglesia de San Mateo, en el Es-quilino, la milagrosa imagen fue cayendo poco a poco en el olvido, hasta que, en 1866, el papa Pío IX la confió a los redentoristas, que celebraban su fiesta. la mayoría de las iglesias de occidente invocan hoy a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
La Iglesia se dirige a nuestro Señor Jesucristo este día, para recordarle que nos ha dado como madre dispuesta a socorrernos, a su propia Madre, la Virgen María, a quien le corresponde muy adecuadamente el título de "Perpetuo Socorro".
Dios ha dado a María a su Hijo, lo ha engendrado en su seno, lo ama como a sí mismo, de suerte que, por naturaleza, fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María. Dios lo creó todo y María engendró . Dios en cuanto hombre. El que hizo todas las cosas de la nada, no quiso rehacerlas sin María. Dios es Padre de todas las cosas creadas y María es Madre de las cosas recreadas. Nos es pues de extrañar que María tenga tanto cuidado de nosotros, sus hijos re-creados y que perpetuamente nos socorra en nuestras necesidades.
El cielo, los astros, la tierra, los ríos, el día, la noche y todo lo que se halla sometido al poder y al servicio del hombre, se congratulan por María, habiendo el hombre perdido su antigua nobleza, ahora ha sido, en cierto modo, resucitado con la ayuda de María, y dotado una gracia nueva e inefable. Con toda razón acuden los fieles a María "' como la Señora del Perpetuo So-corro.
ORACIÓN COLECTA
Señor nuestro, Jesucristo, que en tu santísima Madre, la Virgen María, has querido darnos una madre dispuesta siempre a socorrernos, concédenos, por su intercesión maternal, experimentar en nosotros los frutos de tu redención. Tú que vives y reinas... Amén.
"María, llevada a la máxima participación con Cristo, es la colaboradora estrecha en su obra. Ella fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante' (M.C. 37).
No es sólo el fruto admirable de la redención; es también la cooperadora activa. En María se manifiesta preclaramente que Cristo no anula la creatividad de quienes le siguen. Ella, asociada a Cristo, desarrolla todas sus capacidades y responsabilidades humanas, hasta llegar a ser la nueva Eva junto al nuevo Adán.
María, por su cooperación libre en la nueva Alianza de Cristo, es junto a él protagonista de la historia. Por esta comunión y participación, la Virgen Inmaculada vive ahora inmersa en el misterio de la Trinidad, alabando la gloria de Dios e intercediendo por los hombres" Documento de Puebla, n. 293.
27: SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, obispo 376-444
El joven Cirilo recibió una formación científica y teológica excelente en las famosas academias de su ciudad natal; pero además buscó una formación ascética con los frailes ermitaños de Egipto, cuya dura vida monástica compartió durante varios años.
En el año 412, la Iglesia lo eligió obispo de Alejandría. La ciudad Pasó por muchas dificultades por causa de los herejes novacianos y de los judíos de Alejandría, que organizaron ataques violentos contra los Cristianos. En los puestos oficiales del emperador hubo también personas adversas al nuevo obispo y su rectitud para defender a sus fieles y la auténtica doctrina católica.
La Iglesia honra ante todo a san Cirilo por su firmeza en defender la dignidad de la Virgen María como verdadera "Madre de Dios" contra el patriarca Nestorio de Constantinopla. Este quiso propagar la falsa doctrina de que en Cristo dominaba la naturaleza humana a tal grado que no estaba realmente unida con la naturaleza divina en una sola persona. Por consiguiente, negó a María el título de "Madre de Dios". Cirilo trató de emprender un diálogo fraternal con Nestorio, pero todos sus esfuerzos fueron rechazados.
Así, Cirilo, con ayuda del papa Celestino, preparó el Concilio Ecuménico de Éfeso en el 431, en el que presidió a 200 obispos en nombre del papa. Nestorio fue condenado y su doctrina rechazada; mientras que la relación de la divinidad y humanidad de Cristo fue expresada en términos teológicos precisos por los padres conciliares.
Nestorio no se dio por vencido; presentó a Cirilo como enemigo del emperador. El valiente obispo tuvo que sufrir mucho por esta causa, hasta una injusta condena de cárcel por 2 meses.
A pesar de todas las persecuciones, intrigas, enfermedades y debilidades de su vejez, Cirilo buscó sin cesar la paz y la reunión con los obispos todavía separados, en el oriente.
Su erudición teológica, su sabiduría y su celo apostólico, lucen en una gran cantidad de obras teológicas, sermones y cartas, que se han conservado como tesoro espiritual de la Iglesia universal.
Cuando murió, en el 444, con razón fue llamado el "segundo Atanasio".
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que hiciste de san Cirilo de Alejandría un invencible defensor de la maternidad divina de la Virgen María, concede a tu pueblo, que la proclama como verdadera Madre de Dios, alcanzar la salvación por medio de Cristo, tu Hilo. hecho hombre por nosotros. El cual vive y reina.. . Amén.
"Me extraña en gran manera que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe. que nos transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearan esta misma expresión. Así nos lo han enseñado también los santos Padres.
Y, así, nuestro padre Atanasio, de ilustre memoria, en el libro que escribió sobre la santa y consubstancial Trinidad, en la disertación tercera, a cada paso da a la Santísima Virgen el titulo de Madre de Dios" Cartas de san Cirilo de Alejandría, 1.
28: SAN IRENEO, obispo y mártir, 130-203.
Hay pocos datos concernientes a la biografía de san Ireneo, pero existe una vasta literatura acerca de la importancia de este Santo como testigo de las primitivas tradiciones del cristianismo, maestro de la ortodoxia. Nació hacia el año 130 y fue educado en Esmirna.
Conoció íntimamente a San Policarpo, obispo de esta ciudad, y discípulo de san Juan Evangelista. Tuvo el inestimable privilegio de tratar a muchos hombres que conocieron a los Apóstoles y a sus inmediatos discípulos. Sobre todo, la impresión que causó san Policarpo en san Ireneo fue indeleble y duró toda su vida: como le dijo a un amigo, él podía recordar los detalles de su aspecto, el sonido de su voz, y las mismas palabras con que describía al evangelista san Juan, y a otros que conocieron al Señor Jesús.
El año 177, san Ireneo era presbítero en Lyon (Francia) y poco después ocupó la sede epis-copal de esta ciudad. Desempeñó con maestría dos misiones importantes en Roma: una con el papa san Eleuterio, y otra con el papa Víctor III.
Escribió en defensa de la fe católica contra los errores de los gnósticos. Las escuelas gnósticas se multiplicaron extraordinariamente en un principio Como sus enseñanzas eran se-cretas, obscuras, simbólicas y aun contradictorias entre si, se hace difícil definirlas en conjunto. El gnosticismo tendía a reducir la religión revelada a una teosofía, o conocimiento intuitivo de Dios y de las cosas divinas. Admitía además la dualidad y hasta la multiplicidad de los principios del bien y del mal.
Los Apóstoles y santos Padres, principalmente san Ireneo, combatieron enérgicamente las ideas gnósticas que fácilmente podían confundir a los cristianos de escasa formación.
La fecha de la muerte de san Ireneo es desconocida. Generalmente se considera que fue el año 203. También es dudoso que haya recibido el martirio.
ORACIÓN COLECTA
Señor, tú que llamaste al obispo san Ireneo a defender tu verdad y a traer la paz a tu Iglesia, aumenta en nosotros la fe y la caridad a fin de que nos esforcemos siempre por fomentar la unidad la concordia entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo,. Amén.
"La Iglesia posee, gracias al Evangelio, la verdad sobre el hombre. Esta se encuentra en una antropología que la Iglesia no cesa de profundizar y de comunicar. La afirmación primordial de esta antropología es la del hombre como imagen de Dios, irreductible a una simple parcela de la naturaleza, o a un elemento anónimo de la ciudad humana (Cfr. Gaudium et Spes, n. 12, 3 y 14, 2).En este sentido, escribía san Ireneo: 'La gloria del hombre es Dios, pero el receptáculo de toda acción de Dios, de su sabiduría, de su poder es el hombre' " (S. Ireneo, Tratado contra las herejías, libro III, 20, 2-3). Juan Pablo II, Discurso inaugural de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, en Puebla, 28 de enero, 1979.
29: SANTOS PEDRO Y PABLO, apóstoles
San Pedro era pescador en el lago de Tiberíades o de Galilea. Nació en Betsaida, población que se supone estaba cercana a Cafarnaúm. Se llamaba Simón y era hijo de Jonás o Juan. Su hermano se llamaba Andrés y fue también apóstol, como él.
Como el Evangelio habla de la suegra de Simón, se deduce que éste era casado. Andrés fue uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que vio por primera vez a Jesús. Después de una entrevista con llevó a Simón con Jesús, el cual le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú serás llamado Cefas, que en arameo significa Piedra" (Jn 1, 36) Los acontecimientos que siguieron explicarán el sentido del nuevo nombre simbólico.
San Mateo, san Marcos y san Lucas narran la vocación de Pedro al apostolado. San Lucas añade el episodio de la pesca milagrosa, cuando Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate de mi porque soy un hombre pecador". Jesús contestó: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 8-10). San Pedro ocupa siempre el primer puesto en el Colegio de los Apóstoles.
Jesús le dirigió la palabra en las ocasiones solemnes. En los principales misterios, fue su compañero y su testigo.
Hallándose Jesús en Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre" Y ellos respondieron: "Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que jeremías o alguno de los profetas Jesús les dijo Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Respondió Simón Pedro "Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo." Al oír las palabras de Simón Jesús hizo un comentario, solemne: "Bienaventurado eres tu Simón hijo de Juan porque ni la carne ni la sangre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Lo que atares en la tierra, será atado en el cie-lo; y lo que desatares en la tierra, será desatado en el cielo." (Mt 16,13-19). El hijo de Jonás quedó constituido por Cristo como cabeza de su Iglesia.
Después de estas palabras que hicieron de Pedro el fundamento y la piedra angular de la cristiandad, vaciló algunas veces su fe en el Maestro. En el trance supremo de la pasión de Jesús, negó al Salvador, por tres veces. Pero después lloró lágrimas amargas de dolor. Su arrepentimiento fue rápido y sincero. Cuando el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos, re-unidos con María en el cenáculo, Pedro cumplió el mandamiento del Señor resucitado quien le había retornado su amistad a orillas del mar de Galilea, diciéndole: "Apacienta a mis ovejas" (Jn 21, 15). Pedro inició la predicación eclesiástica de la Buena Nueva convirtiendo a los pri-meros tres mil discípulos. Después de la Ascensión del Señor, por iniciativa de Pedro, se eligió a Matías como sucesor del apóstol que había sido traidor. De camino al templo con Juan, le dijo al cojo de nacimiento: "Levántate y anda" (Hechos 3, 6).
San Pedro, después de la ascensión del Señor, vivió por algún tiempo en Jerusalén, con-firmando a sus hermanos de aquella ciudad y de los alrededores. En Cesarea de Palestina, abrió las puertas de la iglesia a la gentilidad en la persona del centurión y su familia. Fue encarcelado por Herodes Agripa y liberado por un ángel.
Una tradición muy respetable atribuye al Príncipe de los Apóstoles la fundación de la cátedra de Antioquía. Presidió el Concilio Apostólico de Jerusalén, hacia el año 50.
Por último, san Pedro llegó a Roma y fue su primer obispo. La fecha de la llegada, la dura-ción del episcopado, el año de su martirio son cuestiones inciertas, sobre las cuales se discute con diversos resultados. la muerte de san Pedro no pudo ser un episodio obscuro. En el último capítulo del Evangelio de san Juan, le dice Jesús a Pedro: "Cuando fueres viejo, extenderás los brazos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras ... El le dijo esto aludiendo al género de muerte con la cual (Pedro) debía glorificar a Dios" (Jn 21, 18) Esta es una confirmación clarísima del suplicio del Apóstol. San Clemente que recuerda la persecución de Nerón, une a Pedro y a Pablo a las víctimas inmoladas después del incendio de Roma y lo muestra como el representante más elocuente de la tradición romana.
Entre los más fanáticos perseguidores de los cristianos de Jerusalén, sobresalía un helenista de Tarso, por nombre Saulo, discípulo del célebre rabino Gamaliel, que después sería el gran apóstol de los gentiles, san Pablo, cuya memoria se uniría siempre a la del Príncipe de los Apóstoles.
Era hombre culto, que hablaba el griego. Como buen fariseo sabía un oficio: el de hacer tiendas. Es moralmente cierto que no era casado ni rabino. No sabemos exactamente cuándo nació y es casi seguro que no conoció a Jesús durante su vida mortal.
Su milagrosa conversión se celebra en otro día del calendario litúrgico. Se retiró después de su conversión al desierto arábigo, para Ser trasformado por Dios en el Apóstol de las gentes.
Acompañado por Bernabé, emprendió tres largos viajes famosísimo y ganó para Cristo muchas almas en Asia Menor, Creta, Macedonia, Grecia, etc. Fundó iglesias en los más importantes sitios del mundo romano , Las grandes ciudades fueron su patria y el escenario preferido de su actividad. Escribió 14 cartas importantísimas y formó con ellas el núcleo de la teología cristiana.
Finalmente después de una vida pletórica de gracias y de beneficios al prójimo fue encar-celado en Jerusalén más de cuarenta judíos juraron no comer ni beber hasta haberle dado muerte.
Pasó dos largos años prisionero en Cesarea y ante las insidias de sus enemigos, se vio forzado a apelar al Cesar como ciudadano romano que era. En Roma termina su historia que era. Es probable que haya visitado España después de haber estado prisionero dos años en la capi-tal del imperio.
Cayó, según la tradición, bajo la espada del verdugo en la persecución de Nerón, probablemente el año 67, el mismo año en que moría crucificado cabeza abajo el apóstol san Pedro.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que nos llenas de santa alegría con la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, haz que tu iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de estos apóstoles, de quienes recibió el primer anuncio de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo. . Amén.
"Los Doce presididos por Pedro, fueron escogidos por Jesús para participar de esa misteriosa relación suya con la Iglesia. Fueron constituidos y consagrados por él como sacramentos vivos de su presencia para hacerlo visiblemente presente Cabeza y Pastor en medio de su Pueblo. De esta comunión profunda en el misterio fluye, como consecuencia, el poder de atar y desatar Considerado en su totalidad, el ministerio jerárquico es una realidad de orden sacra-mental, vital y jurídico como la Iglesia". Documento de Puebla, n. 258.
30: PRIMEROS MÁRTIRES DE LA IGLESIA ROMANA
En la primera persecución contra la Iglesia, desencadenada por el emperador Nerón después del incendio de la ciudad de Roma en el año 64, muchos cristianos sufrieron la muerte en medio de atroces tormentos.
En sólo treinta años, la doctrina de Cristo había resonados por todos los confines del imperio romano, sin haber tenido que chocar con la autoridad imperial. Llegó, con todo, el día en que el odio popular, creciente contra la minoría cristiana que observaba una vida tan diferente a la de las multitudes paganas, se convirtió en sangrientas persecuciones.
Una calamidad en la que los cristianos no tuvieron parte, fue el pretexto de la primera persecución imperial; el incendio de Roma, en julio del año 64. Corrió el rumor de que el emperador en persona había ordenado el incendio, con el fin de embellecer después la ciudad. El incendio duró siete días y siete noches y causó graves daños en diez de las catorce zonas de la ciudad y dejó en la miseria a millares de familias.
"Para disipar este rumor. dice el historiador Tácito en sus anales del imperio romano, Nerón presentó como reos del incendio y sometió a refinados castigos a ciertos hombres odiados por sus crímenes, a quienes el vulgo llamaba chrestiani. Les venía este nombre de Cristo, ajusticiado durante el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato. Fueron capturados, pues, los que confesaban su fe cristiana . El suplicio de los condenados se convirtió en diversión; unos, cubiertos con pieles de animales, perecieron desgarrados por los perros; otros muchos, en la cruz o en la hoguera; y otros, al caer la tarde, quemados como antorcha para iluminar la noche. Nerón prestó para este espectáculo sus jardines en donde ofreció juegos de circo, mezclándose con la gente vestido de cochero y guiando una cuadriga…. Causaba compasión porque los sacrificaban no en utilidad pública, sino debido a la crueldad de un hombre". (Anales, 15, 44).
No consta que esta persecución se haya extendido fuera de Roma, si bien es probable que el mal ejemplo haya incitado a muchos otros enemigos de los cristianos a pedir su muerte. Este hecho está también atestiguado por Clemente Romano, que después fue papa, en su carta a los corintios, capítulo 5.
Aunque no se puede puntualizar el cómo, parece innegable que el martirio de san Pedro y san Pablo, que tuvo lugar durante el reinado de Nerón, está relacionado con aquella primera persecución.
La Iglesia quiere que en este día, 30 de junio, recordemos la memoria de estos mártires anónimos, por haber sido fieles a Dios, por haber entregado sus cuerpos al martirio y por haber merecido la corona eterna. "Estos son los que vinieron de la gran tribulación y lavaron :sus vestiduras con la sangre del Cordero". Por eso pide que así como ellos , primeros gérmenes de la Iglesia en Roma, dieron con tanta valentía testimonio de su fe, fortalezcamos la nuestra para que también nosotros lleguemos a obtener el gozo de la victoria.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que la sangre de los innumerables mártires con la que quisiste santificar a la naciente Iglesia de Roma, fortalezca nuestra fe, y nos ayude a alcanzar con ellos la victoria eterna. Por nuestro Señor… Amén.
"Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu reino con María, la virgen Madre de Dios, con los Apóstoles y los Santos, y allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo Señor nuestro, por quien con-cedes al mundo todos los bienes". Oración Eucarística IV.
SÁBADO DESPUÉS DE LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (Fin de junio).
El más puro de los corazones, después del de Jesús, es el de la santísima Madre de Dios, que se reverencia y venera como el símbolo físico del amor de María a Cristo, especialmente en los dolores de su pasión. Esta devoción al Inmaculado Corazón de María, recibió un nuevo impulso en el siglo XX, especialmente por medio de la devoción de los "cinco primeros sábados". En realidad, la devoción al Inmaculado Corazón de María es muy semejante a la que se profesa en honor del Sagrado Corazón de Jesús, que recibió tanto impulso gracias a las revelaciones hechas a santa Margarita María Alacoque, en el siglo XVII.
Existe, sin embargo, una diferencia esencial entre estas dos devociones. El honor y amor que se rinde al Sagrado Corazón de Jesús, es el culto de adoración debido a la divina persona del salvador.
El corazón físico de Jesús se adora porque es parte de su santísimo cuerpo, adorable en razón de su unión con la segunda persona de la Santísima Trinidad. El corazón de Cristo es adorado y reverenciado como un símbolo del amor humano y divino de Cristo a Dios y a los hombres. El Inmaculado Corazón de María no recibe adoración, puesto que ella no es persona divina.
El amor y reverencia que se rinde a su inmaculado corazón semejante a la veneración amor y honor que se rinde a María en otras devociones, pero el aspecto principal de esta devoción es la reparación por las heridas que el pecado inflige a su inmaculado corazón.
Esta devoción fue difundida grandemente y popularizada predicación y escritos de san Juan Eudes (1601-1680). En el siglo el papa Pío VII instituyó la fiesta del purísimo Corazón de María. 1855, Pío IX hizo componer una misa y un oficio especial para la fiesta.
En 1942, Pío XII consagró toda la Iglesia y todo el género humano al Inmaculado Co-razón de María. En memoria de esta consagración, instituyó en 1944 1a festividad del Inmaculado Corazón de María.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que formaste en el corazón de la santísima Virgen María una digna morada al Espíritu Santo, ayúdanos, por su maternal intercesión, para que seamos cada vez menos indignos de que habites en nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén.
"María, no sólo vela por la Iglesia. Ella tiene un corazón tan amplio como el mundo e implora ante el Señor de la historia por todos los pueblos. Esto lo registra la fe popular que encomienda a María, como Reina maternal, el destino de nuestras naciones". Documento de Puebla, n. 289.