PONTIFICIO
CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES:
LA IGLESIA E INTERNET
(Vea
también: Ética
en Internet)
Contenido
III RECOMENDACIONES Y CONCLUSIÓN
1. El interés
de la Iglesia por Internet es una expresión particular de su antiguo interés
por los medios de comunicación social. Considerándolos como un resultado del
proceso histórico científico por el que la humanidad « avanza cada vez más
en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo
creado »,1 la Iglesia ha declarado a menudo su convicción de que los medios
de comunicación son, como dice el Vaticano II, « maravillosos inventos de la
técnica »,2 que ya hacen mucho para afrontar las necesidades humanas y
pueden hacer aún mucho más.
Así, la
Iglesia ha tenido un enfoque fundamentalmente positivo de los medios de
comunicación.3 Los documentos del Consejo Pontificio para las Comunicaciones
Sociales, aun condenando abusos serios, se han preocupado por aclarar que «
una actitud de pura restricción o de censura por parte de la Iglesia (...)
ni es suficiente ni apropiada ».4
Citando la
carta encíclica Miranda prorsus del Papa Pío XII, del año 1957, la
instrucción pastoral sobre los Medios de Comunicación Social Communio et
progressio, publicada en 1971, subrayó este punto: « La Iglesia los ve como
‘dones de Dios', ya que, según designio de la divina Providencia, unen
fraternalmente a los hombres para que colaboren así con su voluntad
salvífica ».5 Esta sigue siendo nuestra opinión, y es la misma opinión que
tenemos de Internet.
2. Desde el
punto de vista de la Iglesia, la historia de la comunicación humana es como
un largo viaje, que lleva a la humanidad « desde el orgulloso proyecto de
Babel y la caída en la confusión e incomprensión mutua que produjo (cf. Gn
11, 1-9), hasta Pentecostés y el don de lenguas: una restauración de la
comunicación, centrada en Jesús, bajo la acción del Espíritu Santo ».6 En la
vida, muerte y resurrección de Cristo, el fundamento último y el primer
modelo de la « comunicación entre los hombres lo encontramos en Dios que se
ha hecho hombre y hermano ».7
Los medios
modernos de comunicación social son una parte importante de esta historia.
Como dice el Concilio Vaticano II « aunque hay que distinguir cuidadosamente
el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el
primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad
humana, interesa mucho al Reino de Dios ».8 Viendo a esta luz los medios de
comunicación social, descubrimos que « contribuyen eficazmente a descansar y
cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el reino de Dios ».9
Hoy esto se
aplica de modo especial a Internet, que está contribuyendo a realizar
cambios revolucionarios en el comercio, la educación, la política, el
periodismo, las relaciones entre las naciones y entre las culturas, cambios
no sólo en el modo como la gente se comunica, sino también en el modo como
comprende su vida. Discutimos la dimensión ética de estos temas en otro
documento sobre cuestiones análogas.10 Aquí consideramos las implicaciones
que tiene Internet para la religión y especialmente para la Iglesia
católica.
3. La Iglesia
tiene un doble objetivo con respecto a los medios de comunicación. Uno de
ellos consiste en fomentar su correcto desarrollo y uso con vistas al
progreso humano, la justicia y la paz, para la construcción de la sociedad
en los ámbitos local, nacional y comunitario a la luz del bien común y con
espíritu de solidaridad. Al considerar la gran importancia de las
comunicaciones sociales, la Iglesia « desea poder entablar un diálogo
honrado y respetuoso con los responsables de los medios de comunicación »,11
un diálogo que atañe principalmente a la programación de dichos medios. «
Este diálogo implica que la Iglesia se esfuerce en comprender los medios de
comunicación —sus objetivos, sus estructuras internas y sus modalidades— y
que sostenga y anime a los que trabajan en ellos. Basándose en esta
comprensión y este apoyo, se pueden hacer propuestas significativas con
vistas a la eliminación de los obstáculos que se oponen al progreso humano y
a la proclamación del Evangelio ».12
Pero la
preocupación de la Iglesia también se refiere a la comunicación en y por la
Iglesia misma. Esta comunicación es más que un ejercicio de técnica, pues «
se basa en la comunicación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en
su comunicación con nosotros »; y la realización de esta comunicación
trinitaria « llega hasta la humanidad: el Hijo es la Palabra, pronunciada
eternamente por el Padre; y en Jesucristo y por Jesucristo, Hijo y Palabra
hecha carne, Dios se comunica a sí mismo y comunica su salvación a los
hombres y mujeres ».13
Dios sigue
comunicándose con la humanidad a través de la Iglesia, portadora y
depositaria de su revelación, a cuyo ministerio de enseñanza viva ha
confiado la tarea de interpretar de modo auténtico su palabra14. Además, la
Iglesia misma es communio, una comunión de personas y comunidades
eucarísticas que nacen de la comunión de la Trinidad y se reflejan en
ella;15 por tanto, la comunicación es la esencia de la Iglesia. Por esta
razón, más que por cualquier otra, « el ejercicio de la comunicación por
parte de la Iglesia debería ser ejemplar, reflejando los elevados modelos de
verdad, responsabilidad y sensibilidad con respecto a los derechos humanos,
así como otros importantes principios y normas ».16
4. Hace tres
décadas la Communio et progressio señalaba que « los medios modernos de
comunicación ofrecen nuevos instrumentos para que la gente se confronte con
el mensaje del Evangelio ».17 El Papa Pablo VI afirmó que la Iglesia « se
sentiría culpable ante Dios », si dejara de usar los medios de comunicación
para la evangelización.18 El Papa Juan Pablo II definió los medios de
comunicación como « el primer areópago de la edad moderna », y declaró que «
no basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio
auténtico de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta
‘nueva cultura' creada por la comunicación moderna ».19 Hacer esto es muy
importante hoy en día, no sólo porque los medios de comunicación ejercen una
fuerte influencia en lo que la gente piensa sobre la vida, sino también
porque en gran parte « la experiencia humana como tal ha llegado a ser una
experiencia de los medios de comunicación ».20
Todo esto se
aplica a Internet. Y aunque el mundo de las comunicaciones sociales « puede
dar la impresión de oponerse al mensaje cristiano, también ofrece
oportunidades únicas para proclamar la verdad salvífica de Cristo a la
entera familia humana. (...) Pensemos (...) en las grandes posibilidades que
brinda Internet para difundir información y enseñanza de carácter religioso,
superando obstáculos y fronteras. Los que han predicado el Evangelio antes
que nosotros jamás hubieran podido imaginar una audiencia tan vasta. (...)
Los católicos no deberían tener miedo de abrir las puertas de los medios de
comunicación social a Cristo, para que la buena nueva pueda ser oída desde
las azoteas del mundo ».21
5. « Las
comunicaciones que se hacen en la Iglesia y por la Iglesia consisten
esencialmente en el anuncio de la buena nueva de Jesucristo. Es la
proclamación del Evangelio como palabra profética y liberadora dirigida a
los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo; es el testimonio dado de la
verdad divina y el destino trascendente de la persona humana, frente a una
secularización radical; es ponerse de parte de la justicia, en solidaridad
con todos los creyentes, al servicio de la comunión de los pueblos, las
naciones y las culturas, frente a los conflictos y las divisiones ».22
Dado que
anunciar la buena nueva a la gente formada por una cultura de los medios de
comunicación requiere considerar atentamente las características especiales
de los medios mismos, la Iglesia necesita ahora comprender Internet. Esto es
preciso para comunicarse eficazmente con la gente, de manera especial con
los jóvenes, que están sumergidos en la experiencia de esta nueva
tecnología, y también para usarla bien.
Los medios de
comunicación ofrecen importantes beneficios y ventajas desde una perspectiva
religiosa: « Transmiten noticias e información de acontecimientos, ideas y
personalidades del ámbito religioso, y sirven como vehículos para la
evangelización y la catequesis. Diariamente proporcionan inspiración,
aliento y oportunidades de participar en funciones litúrgicas a personas
obligadas a permanecer en sus hogares o en instituciones ».23 Además de
estos beneficios, hay otros que son peculiares de Internet. Esta proporciona
al público un acceso directo e inmediato a importantes recursos religiosos y
espirituales: grandes bibliotecas, museos y lugares de culto, documentos del
Magisterio, y escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia, y la
sabiduría religiosa de todos los tiempos. Posee una notable capacidad de
superar las distancias y el aislamiento, poniendo en contacto a personas
animadas por sentimientos de buena voluntad que participan en comunidades
virtuales de fe para alentarse y apoyarse recíprocamente. La Iglesia puede
prestar un servicio importante tanto a los católicos como a los no católicos
mediante la selección y la transmisión de datos útiles en este medio.
Internet es
importante para muchas actividades y programas de la Iglesia: la
evangelización, que incluye tanto la re-evangelización como la nueva
evangelización y la tradicional labor misionera ad gentes; la catequesis y
otros tipos de educación; las noticias y la información; la apologética, el
gobierno y la administración; y algunas formas de asesoría pastoral y
dirección espiritual. Aunque la realidad virtual del ciberespacio no puede
sustituir a la comunidad real e interpersonal o a la realidad encarnada de
los sacramentos y la liturgia, o la proclamación inmediata y directa del
Evangelio, puede complementarlas, atraer a la gente hacia una experiencia
más plena de la vida de fe y enriquecer la vida religiosa de los usuarios, a
la vez que les brinda sus experiencias religiosas. También proporciona a la
Iglesia medios para comunicarse con grupos particulares —jóvenes y adultos,
ancianos e impedidos, personas que viven en zonas remotas, miembros de otras
comunidades religiosas— a los que de otra manera difícilmente podría llegar.
Un número
creciente de parroquias, diócesis, congregaciones religiosas, instituciones
relacionadas con la Iglesia, programas y todo tipo de organizaciones hacen
ahora uso efectivo de Internet con estas y otras finalidades. En algunos
lugares, tanto a nivel nacional como regional, han existido proyectos
creativos patrocinados por la Iglesia. La Santa Sede ha estado activa en
esta área durante muchos años, y sigue difundiendo y desarrollado su
presencia en Internet. A los grupos vinculados a la Iglesia que todavía no
han dado este paso se les anima a considerar la posibilidad de hacerlo
cuanto antes. Recomendamos encarecidamente el intercambio de ideas e
información sobre Internet entre quienes ya tienen experiencia en este campo
y quienes son principiantes.
6. La Iglesia
también necesita comprender y usar Internet como un medio de comunicaciones
internas. Esto requiere tener claramente en cuenta su carácter especial de
medio directo, inmediato, interactivo y participativo.
El doble
canal de interactividad de Internet ya está borrando la antigua distinción
entre quienes comunican y quienes reciben lo que se comunica,24 y está
creando una situación en la que, al menos potencialmente, todos pueden hacer
ambas cosas. Esta no es la comunicación del pasado en una única dirección,
de arriba a abajo. A medida que la gente se familiarice con esta
característica de Internet en otros ámbitos de su vida, se puede esperar que
lo utilice también por lo que respecta a la religión y a la Iglesia.
La tecnología
es nueva, pero los criterios no. El Concilio Vaticano II afirmó que los
miembros de la Iglesia deberían manifestar a sus pastores « sus necesidades
y deseos con la libertad y confianza que deben tener los hijos de Dios y
hermanos en Cristo »; de hecho, de acuerdo con su conocimiento, competencia
o posición, los fieles « tienen el derecho, e incluso algunas veces el
deber, de expresar sus opiniones sobre lo que se refiere al bien de la
Iglesia ».25 La Communio et progressio subrayó que, como « cuerpo vivo », la
Iglesia « necesita el intercambio de las legítimas opiniones de sus miembros
».26 Aun cuando las verdades de fe « no dejan espacio a interpretaciones
arbitrarias », la constitución pastoral observa que existe « una enorme área
donde los miembros de la Iglesia pueden expresar sus puntos de vista ».27
Ideas
similares se expresan en el Código de derecho canónico,28 así como en los
documentos más recientes del Consejo Pontificio para las Comunicaciones
Sociales.29 La Aetatis novae define la comunicación de dos direcciones y la
opinión pública como « una forma concreta de llevar a la práctica el
carácter de communio de la Iglesia ».30 Ética en las comunicaciones sociales
afirma: « Un flujo recíproco de información y puntos de vista entre los
pastores y los fieles, una libertad de expresión que tenga en cuenta el bien
de la comunidad y el papel del Magisterio al promoverla, y una opinión
pública responsable, son expresiones importantes del ‘derecho fundamental al
diálogo y a la información en el seno de la Iglesia' ».31 Internet
proporciona un medio tecnológico eficaz para realizar esta perspectiva.
Así pues,
aquí tenemos un instrumento que se puede usar creativamente para varios
aspectos de administración y gobierno. Además de abrir canales para la
expresión de la opinión pública, pensamos en otros elementos, como consultar
expertos, preparar encuentros y practicar la colaboración en las Iglesias e
institutos religiosos, a nivel local, nacional e internacional, así como
entre ellos.
7. La
educación y la formación son otras áreas oportunas y necesarias. « Hoy todos
necesitan alguna forma de formación permanente acerca de los medios de
comunicación social, sea mediante el estudio personal, sea mediante la
participación en un programa organizado, sea con ambos. La educación para el
uso de los medios de comunicación social, más que enseñar algo acerca de las
técnicas, ayuda a la gente a formarse criterios de buen gusto y juicios
morales verdaderos; se trata de un aspecto de la formación de la conciencia.
A través de sus escuelas y de sus programas de formación, la Iglesia debería
proporcionar este tipo de educación para el uso de los medios de
comunicación social ».32
La educación
y la formación relativas a Internet pueden integrar programas globales de
educación en los medios de comunicación accesibles a los miembros de la
Iglesia. En la medida de lo posible la planificación pastoral de los medios
de comunicación debería prever esta formación para los seminaristas, los
sacerdotes, los religiosos y el personal pastoral laico como maestros,
padres y estudiantes.33
Los jóvenes,
en particular, necesitan que se les enseñe « no sólo a ser buenos cristianos
cuando son receptores, sino también cuando son activos al usar todas las
ayudas para la comunicación que ofrecen los medios de comunicación. (...)
Así, los jóvenes se convertirán en auténticos ciudadanos de la era de las
comunicaciones sociales que parece iniciarse en este tiempo »,34 era en que
se considera a los medios de comunicación como « parte integrante de una
cultura aún inacabada cuyas plenas implicaciones todavía no se entienden
perfectamente ».35 Así, la enseñanza sobre Internet y las nuevas tecnologías
implica mucho más que meras enseñanzas técnicas; los jóvenes necesitan
aprender cómo funcionar bien en el mundo del ciberespacio, cómo hacer
juicios maduros, según sólidos criterios morales, sobre lo que encuentran en
él, y cómo usar la nueva tecnología para su desarrollo integral y en
beneficio de los demás.
8. Internet
también plantea algunos problemas especiales a la Iglesia, además de los de
índole general discutidos en el documento adjunto a este.36 A la vez que se
destaca lo que es positivo en relación con Internet, es importante aclarar
lo que no lo es.
En un nivel
muy profundo, « a veces el mundo de los medios de comunicación puede parecer
indiferente e incluso hostil a la fe y a la moral cristiana. En parte esto
se debe a que la cultura de los medios de comunicación se ha ido impregnando
progresivamente de una mentalidad típicamente posmoderna, según la cual la
única verdad absoluta es que no existen verdades absolutas o, en caso de que
existieran, serían inaccesibles a la razón humana y, por tanto, irrelevantes
».37
Entre los
problemas específicos creados por Internet figura la presencia de sitios
llenos de odio dedicados a difamar y atacar a los grupos religiosos y
étnicos. Algunos de ellos toman como blanco a la Iglesia católica. Como la
pornografía y la violencia en los medios de comunicación, estos sitios de
Internet « evidencian la componente más turbia de la naturaleza humana,
dañada por el pecado ».38 Y aunque el respeto a la libertad de expresión
exige a veces tolerar hasta cierto punto incluso las voces de lo negativo,
la aplicación de la autorregulación y, cuando sea necesario, la intervención
de la autoridad pública, deberían establecer y hacer respetar algunos
límites razonables acerca de lo que se puede decir.
La
proliferación de sitios web que se autodefinen católicos plantea un problema
de tipo diferente. Como hemos dicho, los grupos vinculados a la Iglesia
deberían estar creativamente presentes en Internet; y las personas bien
motivadas e informadas, así como los grupos no oficiales que actúan por su
propia iniciativa, también tienen derecho a estar en él. Pero origina
confusión, por lo menos, no distinguir interpretaciones doctrinales
desviadas, prácticas arbitrarias de devoción y posturas ideológicas que se
autocalifican de « católicas », de las posiciones auténticas de la Iglesia.
Sugerimos un enfoque de esta cuestión más adelante.
9. Algunas
otras cuestiones requieren mucha reflexión. Con respecto a ellas, instamos a
proseguir la investigación y el estudio continuos, incluyendo « la
elaboración de una antropología y una verdadera teología de la comunicación
»,39 con referencia específica a Internet. Desde luego, además del estudio y
la investigación, se puede y se debe proponer una programación pastoral
positiva para el uso de Internet.40
Un área de
investigación podría responder a la sugerencia según la cual la amplia gama
de opciones relativas a los productos y servicios destinados al consumidor
disponibles en Internet tiene un efecto indirecto por lo que atañe a la
religión, y favorece un enfoque de « consumidor » sobre cuestiones de fe.
Los datos sugieren que algunos visitantes de los sitios web religiosos
pueden hacer compras, seleccionar y escoger elementos de paquetes religiosos
a medida del usuario para adaptarlos a sus gustos personales. La «
tendencia, por parte de algunos católicos, de matizar el grado de adhesión »
41 a la enseñanza de la Iglesia es un problema conocido en otros contextos;
se necesita más información para saber si, y hasta qué punto, Internet
agrava este problema.
De modo
análogo, como observamos antes, la realidad virtual del ciberespacio tiene
algunas implicaciones preocupantes tanto para la religión como para otras
áreas de la vida. La realidad virtual no sustituye la presencia real de
Cristo en la Eucaristía, ni la realidad sacramental de los otros
sacramentos, ni tampoco el culto compartido en una comunidad humana de carne
y hueso. No existen los sacramentos en Internet; e incluso las experiencias
religiosas posibles ahí por la gracia de Dios son insuficientes si están
separadas de la interacción del mundo real con otras personas de fe. Este es
otro aspecto de Internet que requiere estudio y reflexión. Al mismo tiempo,
la programación pastoral debería considerar cómo llevar a las personas desde
el ciberespacio hasta una auténtica comunidad y cómo podría luego usarse
Internet, mediante la enseñanza y la catequesis, para apoyarlos y
enriquecerlos en su compromiso cristiano.
III RECOMENDACIONES Y CONCLUSIÓN
10. Los
creyentes, presentes también en Internet con sus legitimas inquietudes,
desean una presencia activa de cara al futuro de este nuevo medio. Por
supuesto que esto conlleva una adaptación de la mentalidad a las
características y estilo del mismo.
Es
importante, además, que la gente en todos los sectores de la Iglesia use
Internet de modo creativo para asumir sus responsabilidades y realizar la
obra de la Iglesia. No es aceptable quedarse atrás tímidamente por miedo a
la tecnología o por cualquier otra razón, considerando las numerosas
posibilidades positivas que ofrece Internet. « Métodos para facilitar la
comunicación y el diálogo entre sus propios miembros pueden fortalecer los
vínculos de unidad entre los mismos. El acceso inmediato a la información le
da a la Iglesia la posibilidad de ahondar en su diálogo con el mundo
contemporáneo. (...) La Iglesia tiene más facilidades para informar al mundo
acerca de sus creencias y explicar los motivos de su actitud sobre cualquier
problema o acontecimiento concretos. También puede escuchar con más claridad
la voz de la opinión pública y estar en el centro de un debate continuo con
el mundo, comprometiéndose así más a fondo en la búsqueda común por resolver
los problemas más urgentes de la humanidad ».42
11. Por
tanto, al concluir estas reflexiones, ofrecemos palabras de aliento a
algunos grupos en particular: a los dirigentes de la Iglesia, a los agentes
pastorales, a los educadores, a los padres y, de modo especial, a los
jóvenes.
A los
dirigentes de la Iglesia. Los responsables de los diversos ámbito de la
Iglesia necesitan conocer las características de los medios de cominicación
social de cara a un uso adecuado de los mismos en la elaboración de planes
pastorales en general y referentes al sector mismo de la comunicación.43 En
muchos se hace necesaria una formación específica para ello; de hecho, «
sería un gran bien para la Iglesia que un mayor número de personas que
tienen cargos y cumplen funciones en su nombre se formaran en el uso de los
medios de comunicación social ».44
Esto se
aplica tanto a Internet como a los medios de comunicación tradicionales. Los
dirigentes de la Iglesia están obligados a usar « las potencialidades de
esta ‘edad informática', con el fin de servir a la vocación humana y
trascendente de cada ser humano, y así glorificar al Padre, de quien viene
todo bien ».45 Pueden emplear esta notable tecnología en muchos y diferentes
aspectos de la misión de la Iglesia, al mismo tiempo que aprovechan también
las oportunidades que ofrecen para la cooperación ecuménica e
interreligiosa.
Como hemos
visto, un aspecto especial de Internet concierne a la proliferación, a veces
confusa, de sitios web no oficiales que se definen « católicos ». Con
respecto al material de índole catequética o específicamente doctrinal,
podría ser útil un sistema de certificación voluntaria a nivel local y
nacional bajo la supervisión de representantes del Magisterio. No se trata
de censura, sino de ofrecer a los usuarios de Internet una guía segura sobre
lo que expresa la posición auténtica de la Iglesia.
A los agentes
pastorales. Sacerdotes, diáconos, religiosos y agentes pastorales laicos
deberían procurar formarse en los medios de comunicación para saber hacen
buen uso de las posibilidades de las comunicaciones sociales sobre las
personas y la sociedad, de modo que les ayude a adquirir un estilo de
comunicación que hable a las sensibilidades y a los intereses de la gente
que vive inmersa en una cultura mediática. Hoy esto les exige claramente el
aprendizaje de Internet, incluyendo cómo usarlo en su trabajo. También
pueden beneficiarse de los sitios web que posibilitan una actualización
teológica y pastoral.
Con respecto
al personal de la Iglesia implicado directamente en los medios de
comunicación, no es necesario decir que debe contar con formación
profesional. Pero también precisa formación doctrinal y espiritual, puesto
que « para testimoniar a Cristo es necesario encontrarse personalmente con
él y cultivar esa relación a través de la oración, la Eucaristía y el
sacramento de la reconciliación, leyendo y meditando la palabra de Dios,
estudiando la doctrina cristiana y sirviendo a los demás ».46
A los
educadores y a los catequistas. La instrucción pastoral Communio et
progressio habla de la « obligación urgente » que tienen las escuelas
católicas de formar a comunicadores y receptores de las comunicaciones
sociales en los principios cristianos pertinentes.47 Este mismo mensaje ha
sido repetido muchas veces. En la era de Internet, con su enorme alcance e
impacto, esta necesidad es más urgente que nunca.
Las
universidades, los colegios y las escuelas católicos, así como los programas
educativos en todos los niveles, deberían ofrecer cursos para varios grupos
—« seminaristas, sacerdotes, religiosos y religiosas o animadores laicos;
(...) profesores, padres y estudiantes »,48— así como una formación más
esmerada en cuestiones de tecnología, administración, ética y política de
las comunicaciones destinada a las personas que se preparan para trabajar
profesionalmente en los medios de comunicación o para desempeñar funciones
directivas, incluyendo a quienes trabajan para la Iglesia en las
comunicaciones sociales. Además, confiamos los problemas y las cuestiones
antes mencionados a la atención de alumnos e investigadores de las
disciplinas pertinentes en las instituciones católicas de estudios
superiores.
A los padres.
Por el bien de sus hijos, así como por el suyo propio, los padres deben «
aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como
telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso
prudente de los medios de comunicación social ».49 En lo que a Internet se
refiere, a menudo los niños y los jóvenes están más familiarizados con él
que sus padres, pero éstos tienen la grave obligación de guiar y supervisar
a sus hijos en su uso.50 Si esto implica aprender más sobre Internet de lo
que han aprendido hasta ahora, será algo muy positivo.
La
supervisión de los padres debería incluir el uso de un filtro tecnológico en
los ordenadores accesibles a los niños, cuando sea económica y técnicamente
factible, para protegerlos lo más posible de la pornografía, de los
depredadores sexuales y de otras amenazas. No debería permitírseles la
exposición sin supervisión a Internet. Los padres y los hijos deberían
discutir juntos lo que se ve y experimenta en el ciberespacio. También es
útil compartir con otras familias que tienen los mismos valores y
preocupaciones. Aquí, el deber fundamental de los padres consiste en ayudar
a sus hijos a llegar a ser usuarios juiciosos y responsables de Internet, y
no adictos a ella, que se alejan del contacto con sus coetáneos y con la
naturaleza.
A los niños y
a los jóvenes. Internet es una puerta abierta a un mundo atractivo y
fascinante, con una fuerte influencia formativa; pero no todo lo que está al
otro lado de la puerta es saludable, sano y verdadero. « Los niños y los
jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de
comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de espíritu
crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial ».51 Los
jóvenes tienen consigo mismos, con sus padres, familias y amigos, con sus
pastores y maestros y, por último, con Dios, el deber de usar Internet
correctamente.
Internet pone
al alcance de los jóvenes en una edad inusualmente temprana una inmensa
capacidad de hacer el bien o el mal, a sí mismos y a los demás. Puede
enriquecer su vida más allá de los sueños de las generaciones anteriores, y
capacitarlos para que, a su vez, enriquezcan la vida de los demás. También
puede arrastrarlos al consumismo, a la pornografía, a fantasías violentas y
a un aislamiento patológico.
Los jóvenes,
como se ha dicho repetidamente, son el futuro de la sociedad y de la
Iglesia. Un uso correcto de Internet puede ayudar a prepararlos para sus
responsabilidades en ambas. Pero esto no sucederá automáticamente. Internet
no es sólo un medio de entretenimiento y gratificación del usuario. Es un
instrumento para realizar un trabajo útil, y los jóvenes deben aprender a
verlo y usarlo así. En el ciberespacio, al menos como en cualquier otro
lugar, pueden estar llamados a ir contra corriente, ejercer la contracultura
e, incluso, sufrir persecución por estar a favor de lo verdadero y bueno.
12. A todas
las personas de buena voluntad. Por último, queremos sugerir algunas
virtudes que debe cultivar todo el que quiera hacer buen uso de Internet; su
práctica se ha de basar y guiar por una valoración realista de sus
contenidos.
Se necesita
prudencia para ver claramente las implicaciones —el potencial para el bien y
para el mal— de este nuevo medio y responder creativamente a sus desafíos y
oportunidades.
Se necesita
justicia, especialmente justicia en el trabajo de cerrar la brecha digital,
la separación entre ricos y pobres en información en el mundo actual.52 Esto
requiere un compromiso en favor del bien común internacional, así como la «
globalización de la solidaridad ».53
Se necesita
fortaleza y valentía. Esto implica defender la verdad frente al relativismo
religioso y moral, el altruismo y la generosidad frente al consumismo
individualista, y la decencia frente a la sensualidad y el pecado.
Se necesita
templanza, autodisciplina ante este formidable instrumento tecnológico que
es Internet, para usarlo con sabiduría y exclusivamente para el bien.
Al
reflexionar sobre Internet, como sobre todos los otros medios de
comunicación social, recordamos que Cristo es « el perfecto comunicador »,54
la norma y el modelo de la Iglesia del enfoque sobre la comunicación, así
como del contenido que debe comunicar. « Ojalá que los católicos
comprometidos en el mundo de las comunicaciones sociales prediquen desde las
azoteas la verdad de Jesús con mucho más valor y alegría, de forma que todos
los hombres y mujeres puedan oír hablar del amor que es el centro de la
autocomunicación de Dios en Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre ».55
Ciudad del
Vaticano, 22 de febrero de 2002, Fiesta de la Cátedra de San Pedro Apóstol.
John P. Foley
Presidente
Pierfranco
Pastore
Secretario
(1)
Juan Pablo II, Carta encíclica Laborem exercens, n. 25; cf. Concilio
Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et spes, n. 34.
(2) Concilio
Vaticano II, Decreto sobre los medios de Comunicación Social Inter mirifica,
n. 1.
(3) Véanse, por
ejemplo, Inter mirifica; los mensajes de los Pontífices Pablo VI y Juan
Pablo II con ocasión de las Jornadas mundiales de las comunicaciones
sociales; Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Instrucción
pastoral Communio et progressio, Pornografía y Violencia en las
Comunicaciones Sociales: una Respuesta Pastoral; instrucción pastoral
Aetatis novae; Ética en la Publicidad, Ética en las Comunicaciones.
(4) Pornografía y
Violencia en las Comunicaciones Sociales: una Respuesta Pastoral, n. 30.
(5)
Communio et progressio, n. 2.
(6) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 4 de
junio de 2000.
(7)
Communio et progressio, n. 10.
(8) Concilio
Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual
Gaudium et spes, n. 39.
(9) Inter mirifica,
n. 2.
(10) Consejo
Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Etica en Internet.
(11) Aetatis novae,
n. 8.
(12) Ib.
(13) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 3.
(14) Cf. Concilio
Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Divina Revelación Dei Verbum,
n. 10.
(15) Cf. Aetatis
novae, n. 10.
(16) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 26.
(17)
Communio et progressio, n. 128.
(18) Exhortación
apostólica Evangelii nuntiandi, n. 45.
(19) Encíclica Redemptoris missio, n. 37.
(20) Aetatis novae,
2.
(21) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 27 de
mayo de 2001, n. 3.
(22) Aetatis novae,
n. 9.
(23) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 11.
(24) Cf.
Communio et progressio, n. 15.
(25) Constitución
dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, n. 37.
(26)
Communio et progressio, n. 116.
(27) Ib., n. 117.
(28) Cf. canon 212,
§ 2 y 3.
(29) Cf. Aetatis
novae, n. 10; Ética en las Comunicaciones Sociales, n. 26.
(30) Aetatis novae,
n. 10.
(31) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 26.
(32) Ib.,
n. 25.
(33) Cf.
Aetatis novae, n. 28.
(34)
Communio et progressio, n. 107.
(35) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXIV Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 1990.
(36) Cf. Ética en
Internet.
(37) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, n. 3.
(38) Pornografía y
Violencia en las Comunicaciones Sociales: una Respuesta Pastoral, n. 6.
(39) Aetatis novae,
n. 8.
(40) Cf. Juan Pablo
II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, n. 39.
(41) Cf. Juan Pablo
II, Discurso a los Obispos de Estados Unidos, n. 5, Los Ángeles, 16 de
septiembre de 1987.
(42) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1990.
(43) Cf. Aetatis
novae, nn. 23-33.
(44) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 26.
(45) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
(46) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
(47) Cf.
Communio et progressio, n. 107.
(48) Aetatis novae,
n. 28.
(49) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 25.
(50) Cf. Juan Pablo
II, exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio, n. 76.
(51) Ética en las
Comunicaciones Sociales, n. 25.
(52) Cf.
Solidaridad en el Ciberespacio: Reflexiones sobre Etica e Internet, nn. 10 y
17.
(53) Juan Pablo II,
Discurso al Secretario General y al Comité Administrativo de Coordinación de
la ONU, n. 2, 7 de abril de 2000.
(54)
Communio et progressio, n. 11.
(55) Juan Pablo II,
Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, n. 4.