ABRID VUESTROS OJOS
A LAS SEÑALES DEL FIN
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Jorge Luís Olaya Rivera
4° de Teología 2013
Pontificia Facultad de Teología
"Redemptoris Mater"
o
Se presenta aquí
el fin del mundo y sus señales como buena noticia para el creyente;-
come seria advertencia para quienes viven de Asrldas a Nos-
o
Además se anuncia
que las palabras de Jesús acerca del fin son una invitación a la
conversión.
o
Todo. esta debe
suscitar en nosotros una actitud- de esperanza ante las señales que
anuncian el fin: Cristo vence,
sobre todo, aquello que destruye al hombre y al mundo.
¿Cuándo?
"Jesús salió del templo; mientras iba de camino se le
acercaron sus discípulos y le señalaron los edificios del templo, pero
él les repuso: ¿Veis todo eso, verdad? Os aseguro que lo derribarán
hasta que no quede ahí piedra sobre piedra. Estando él sentado. en el
monte de los Olivos se le acercar-on los discípulos y le preguntaron. a
solas: Dinos
cuándo va a ocurrir eso y
cuál será la señal de tu
venida y del fin del mundo" (Mt 24, 1-3).
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
"A unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de
Dios, Jesús les contestó: El Reino de Dios no vendrá espectacularmente,
ni anunciarán que está aquí o está allí; porque, mirad, el Reino de Dios
está dentro de vosotros" (Le 17, 2021). Y a los discípulos que sobre la
llegada del Reino de Dios también le preguntaron a Jesús: "¿Dónde será,
Señor?", respondió: "Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo'
(Le 17, 37).
Unas preguntas que se repiten
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
Preguntan los
discípulos. Preguntan los fariseos. Preguntamos muchos de nosotros. La
curiosidad, la superstición y la fantasía popular no se resignan.
Pretenden arrancar a toda costa el secreto que rodea al fin del mundo.
¿Cómo terminará el mundo? ¿Se podrá conocer la fecha exacta? ¿Dónde
sucederá la venida fmal de Cristo?
Jesús dirige al hombre una llamada que compromete toda su vida
Sin embargo, este tipo de preguntas —tal y como son
planteadas— no encuentran respuesta directa en el Evangelio. El
Evangelio no viene a satisfacer la curiosidad humana, sino a dirigir al
hombre una llamada que compromete toda su vida. Por
ello, la respuesta de Jesús es sorprendente, profunda. Va
más allá de lo que se
pregunta, Jesús se mueve en otro plano y responde desde él. Los
discípulos, gente sencilla, se han dejado impresionar por las
construcciones del templo. Jesús los sustrae de ese plano. superficial y
engañoso, poniéndoles delante de la catástrofe que
se está cestando ya; a su alrededor, en aquella sociedad: "No quedará
piedra sobre piedra." De este modo, Jesús los coloca, de pronto, ante el
problema del fin; ellos lo entienden así, pues preguntan: "Dinos cuándo
va a ocurrir eso y cuál será la señal de tu venida' y del fm del mundo."
Los fariseos, gente complicada, le hacen a Jesús la pregunta difícil, la
que parece no tener respuesta: "¿Cuándo iba a llegar el Reino de Dios?"
Jesús les da esta respuesta: "El Reino de Dios está dentro de vosotros."
El día de Cristo y el fin del mundo están
próximos. Al filo de la historia en curso
En la
respuesta de Jesús a la pregunta de los discípulos (Mt 24, 1.,3), todo, va misteriosamente relacionado:
la historia de Jerusalén (la
historia en curso), el Día del
Hijo del Hombre (que llegaría después de padecer mucho y ser
reprobado por esta generación (Cfr. Le 17, 25)
y el fin del mundo. En
realidad, aquello que separa de Cristo y del fin del mundo a la historia
en curso no es tanto de orden cuantitativo, espacial y cronológico,
cuanto cualitativo y existencial. Por su resurrección, Cristo inicia una
nueva forma de presencia en el mundo, que acabará haciendo del universo
entero un cielo nuevo y una tierra
nueva. El Día de Cristo y el fin del mundo están, pues,
próximos, Están en medio de
vosotros. La generación presente será testigo de ello: Os aseguro
que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá" (Mt 24, 34).
¡¿No os dejéis engañar! Falsos mesianismos
Mas, ¡cuidado! Dice Jesús: ¡No os dejéis engañar! Es
preciso estar sobre aviso y saber discernir. Surgirán falsos
cristos y falsos profetas,
falsos mesianismos: "Cuidado con que nadie os extravíe. Vendrán muchos
usurpando mi nombre, diciendo.: 'Yo. soy el Mesías!, y extraviarán. a
mucha gente" (Mt 24, 4,5),
Y también: "Si alguno os dice entonces: 'Mira, aquí está el Mesías', o
'Míralo, allí está', no os lo creáis; porque saldrán mesías falsos y
profetas falsos, con tal ostentación de señales y portentos, que
extraviarían, sí fuera posible, a los mismos elegidos. Mirad que os he
prevenido" (Mt 24, 23-25).
¡Abrid vuestros ojos a las señales del fm!
¡Abrid vuestros ojos a
las señales del fin!,
dice Jesús, Vosotros mismos podéis
encontrar la respuesta. De la misma manera que, observando la
naturaleza, caéis en la cuenta de que el verano está cerca, así también
podéis conocer las señales del fin: "Aprended de- esta parábola de la
higuera: Cuando ya la, rama se-
pone-
tierna y brotan las
yemas, deducís que el verano está cerca. Pues lo mismo, cuando veáis
vosotros todo eso, sabed también que ya está cerca, a la puerta" (Mt 24,
32-33). San
Lucas en el pasaje paralelo introduce esta variante: "Cuando veáis que
suceden estas cosas, sabed que
está cerca el Reino de Dios" (Lc 21, 31).
La guerra
Ahora bien, ¿cuáles son las señales que anuncian el fm? El Evangelio va
enumerando una serie de realidades que anuncian al mundo y al hombre su
propio fm. En primer lugar, aparece la
guerra, ese viejo azote de la
humanidad: "Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino" (Mt 24,
7). En el Apocalipsis aparece esta misma señal destructora bajo la
imagen de un jinete que monta un caballo rojo y empuña una espada
enorme: "Cuando soltó el segundo sello, oí al segundo Viviente que
decía: 'Ven'. Salió otro caballo, alazán (rojo), y al jinete le dieron
poder para quitar la paz a la tierra y hacer que los hombres se
degüellen unos a otros; le dieron también una espada grande" (Ap 6,
3-4),
El hambre
Junto a la guerra aparece el
hambre: "Habrá hambre... por diversos países" (Mt 24, 7). En el
Apocalipsis aparece esta señal temible bajo la imagen de un nuevo
jinete, que monta un caballo negro y lleva en su mano una balanza,
"Cuando soltó el tercer se,11o, oí al tercer Viviente- que- decía:
'Ven!. En la visión apareció un caballa negro;
su
jinete llevaba en la
mano una balanza. Me pareció oír una voz que salía de entre
los cuatro vivientes y que decía: Un cuartillo de trigo, un denario;
tres cuartillos de cebada, un denario; al aceite y al vino no los dañes"
(Ap 6, 5-6).
La peste y la muerte
Tras la
guerra y el hambre, la peste:
"En diversos países habrá epidemias (peste)" (Lc 21, 11). En el
Apocalipsis, esta señal aparece bajo la imagen del jinete que monta un
caballo amarillento, a quien sigue de cerca otro, la
muerte: "Cuando soltó el
cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: 'Ven'. En la
visión apareció un caballo amarillento; el jinete se llamaba
peste y la
muerte ló seguía"' (Ap 6, 7-8).
La persecución de los creyentes
Junto a estos jinetes apocalípticos, una nueva señal, la persecución de los•creyentes. Detenciones, calumnias, interrogatorios, torturas, procesos, ejecuciones. "Os entregarán al suplicio y os matarán; y por mi causa os odiarán todos los pueblos" (Mt 24, 9). En el Apocalipsis, esta señal aparece como el descubrimiento del secreto histórico que ocultaba el quinto sello: "Cuando soltó el quinto sello, vi al pie del altar las almas de los asesinados por proclamar la Palabra de Dios y por el testimonio que mantenían" (Ap 6, 9). Para el vidente del Apocalipsis, la historia humana tiene un altar donde son sacrificados los mártires de cada época,
La conmoción de los cimientos
Junto a todo ello, la
conmoción de las cimientos.
Con un lenguaje simbólico, la Escritura describe las catástrofes y
calamidades- que en. todos- los tiempos- anuncian, el fm del mundo. Se
trata de imágenes que, por tanto, no pueden ser entendidas al pie de la
letra. "Habrá.., terremotos por diversos países" (Mt 24, 7). Y también:
"... El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las
estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán" (Mt 24, 29). Y el
Apocalipsis: "En la visión, cuando se abrió el sexto sello se produjo un
gran terremoto, el sol se puso negro como un vestido de pelo, la luna se
tiñó de sangre y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como caen
los higos verdes de una higuera cuando la sacude un huracán, Desapareció
el cielo como un pergamino que se enrolla y montes e islas se
desplazaron de su lugar. Los reyes de la tierra, los magnates, los
generales, los ricos, los potentes y todo hombre, esclavo o libre, se
escondieron en las cuevas y entre las rocas de los montes"' (Ap 6,
1245). Se conmueven los cimientos,
por ejemplo, en la caída de culturas y civilizaciones, de imperios
políticos y económicos, de religiones y sociedades... Las imágenes
pueden referirse también a catástrofes de la naturaleza.
La proclamación de la Buena Nueva
Una nueva y última señal: la
proclamación de la Buena Nueva. En medio de los horrores que en
todas las épocas anuncian al mundo su propio fin, resuena la
Buena Noticia de que, pase lo
que pase, se impondrá la victoria de Dios. Las fuerzas poderosas que
destruyen al mundo y al hombre (guerra, hambre, peste, muerte...) serán
vencidas por una fuerza superior:
la Palabra de Dios, Jesucristo, el único jinete victorioso. "El
evangelio del Reino se proclamará en el mundo entero" (Mt 24, 14). En el
Apocalipsis, la señal de la predicación de la Buena Nueva aparece bajo
la imagen del jinete que monta el caballo blanco: "En la visión, cuando
el Cordero soltó el primero de los siete sellos, oí al primero de los
Vivientes que decía con voz de trueno: 'Ven'. En la visión apareció un
caballo blanco; el jinete llevaba un arco, le entregaron una corona y se
marchó victorioso para vencer otra vez"' (Ap
Por encima de todo se impondrá la Palabra de Dios
La identificación del jinete del caballo blanco, que empuña en su brazo
el temible arco, de los poderosos ejércitos partos, viene dada en. otro.
pasaje del, Apocalipsis-. "Vi el cielo abierto y apareció un
caballo blanco; su jinete se llama el Fiel y el Veraz porque es justo en
el juicio y en la guerra. Sus ojos llameaban; ceñían su cabeza mil
diademas y llevaba grabado un nombre que sólo él conoce. Iba envuelto en
una capa teñida en sangre y lo llaman
Palabra de Dios" (Ap 19,
11-13). El jinete del caballo blanco es el símbolo de la victoria. Por
encima de todo, vencerá la Palabra de Dios,
la Persona de Cristo, el
jinete Fiel y Veraz.
"Y entonces vendrá el fin." La venida en majestad de Cristo
Tras estas señales, el Fin: "Entonces llegará el fm" (Mt
24, 14), El fm no es para nosotros, los creyentes, el término. en que
todo, acaba„ sino, el principio. de un. futuro sin término que mantendrá
todo hasta la plenitud: Cuando empiece a suceder todo esto, levantaos,
alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación" (Le 21, 28). Este fin
coincide con la venida de Cristo: "Cuando veáis todo esto, caed en la
cuenta de que El está cerca, a las puertas" (Mt 24, 33). Se trata de su
venida en majestad (parusía). El Nuevo Testamento habla siempre de
"venida", no de "retorno". No es lo mismo. Cristo ha venido al mundo de
una vez para siempre, por la encarnación, Y esa única venida se
despliega en tres etapas. Desde su encarnación hasta la muerte, se hace
presente Cristo en el mundo en forma de Siervo (kénosis). Con la
resurrección inicia Cristo un nuevo modo de presencia en este mundo, no
al descubierto, sino velada, "como en un espejo", a través de signos,
aunque esté atestiguada y confirmada por el Espíritu en la comunidad
creyente. Con su venida en majestad, Cristo vivifica, al
1111,
plenaruente a los
hoinbres (resurección), manifiesta el sentido de la historia (juicio),
renueva todas las cosas (nueva creación).
La llamada a la conversión
Las
palabras de Jesús sobre el fin y sus señales
fueron dichas a una veneración concreta: los hombres de su tiempo. Sin
embargo, van dirigidas a todas las generaciones. No pretenden inculcar
el miedo a la muerte y al fin del mundo. Las palabras de Jesús quieren
sacudir y despertar a un pueblo que vive de espaldas al plan de Dios. Un
pueblo ciego que va por mal camino, Jesús invita a la penitencia, llama
a la conversión: es preciso contar con Dios, buscar a Dios, volver a
Dios. El fin está cerca. Como anunciaba Juan el Bautista: "Dad el fruto
que pide la conversión... Ya toca el hacha la base de los árboles, y el
árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego" (Mt 3, 8-10).
Un pueblo de espaldas a su propio fin
Los contemporáneos de Jesús están ciegos. Viven de espaldas al fm que
los amenaza. Pueden interpretar los signos meteorológicos y no lo que
más les habría de interesar: ¡Las señales de los tiempos! "Se acercaron
los fariseos y saduceos y le pidieron para ponerlo_ a prueba: Muéstranos
un. signo. que venga del. cielo.. El. les respondió: Al caer la tarde
decís: Está el cielo colorado, va a hacer bueno'; por la mañana decís:
'Está el cielo de un color triste, hoy va a haber tormenta.' El aspecto
del cielo sabéis interpretarlo, ¿y los signos de los tiempos no sois
capaces? ¡Una generación perversa e infiel y exigiendo signos! Pues
signo no se les dará excepto el signo de Jonás" (Mt 16, 1-4),
Como sucedió en los días de Noé y de Lot
Los contemporáneos de Jesús se parecen a los coetáneos de
Noé y de Lot: "Como sucedió en los días de Noé, así será también en los
días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que
Noé entró en el arca; entonces Llegó el
diluvio y acabó
con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían,
compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de
Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos" (Le 17,
26-29). Como los contemporáneos de Noé y Lot, viven. de espaldas al
desastre, despreocupadamente. El fin los cocerá de improviso.
Las palabras de
Jesús, más que una amenaza, son una llamada de atención al peligro que
acecha.
De, improviso. ¡Estad. en-vela!
De improviso sorprenderá a los hombres la desgracia, dice Jesús. Si no
se vuelven a Dios, ese día
será para ellos como una trampa: "Tened cuidado: no se os embote la
mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche
encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los
habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para
escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo
del Hombre" (Lc 21, 34-36). Hemos de quedar avisados y escarmentados en
el dueño de la casa que duerme profundamente, cuando el ladrón la
asalta: "Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la
noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en
su casa, Por eso estad también vosotros preparadós, porque a la hora que
menos penséis vieue el Hijo del Houli e" (14. 24, 43-44).
El fin, un despojo repentino. ¡Es necesario atesorar en orden a Dios!
El fin alcanzará a los hombres como la muerte al rico necio de la
parábola de Jesús: pensaba asegurarse largos años-
de buena vida Iras una cosecha
abundante, pero. Dios puso un fm repentino a sus cálculos y a sus
presunciones de disfrute y seguridad: "Y les propuso una parábola: Un
hombre rico tuvo una gran cosecha, Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré?
No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente:
derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí
todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo:
'Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe
y date buena vida.' Pero Dios le dijo: 'Necio, esta noche te van a
exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?' Así será el que
amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios" (Lc 12, 16-21). Este
labrador rico es un necio, un insensato, un "loco". Según el lenguaje
bíblico, un hombre que prácticamente niega a Dios (Sal 13, I). No cuenta
con El.
En nuestro mundo están presentes las señales del fin
En nuestro mundo están presentes las señales del fm, Por
tanto, también para nosotros son válidas las palabras de Jesús. Quizá
nosotros nos parecemos a los contemporáneos de Jesús, a los hombres de
la generación del diluvio: "... comemos, bebemos, compramos, vendemos,
plantamos, construimos..." Vivimos despreocupados, de espaldas al fin.
Dejamos correr las cosas, Decimos: "Eso no nos toca, no va con
nosotros..." En realidad, nosotros somos tan necios como el rico de
la parábola, si
vivimos de espaldas al fin, si no nos volvemos a Dios y contamos con El.
Se acerca nuestra liberación
En medio de los horrores de nuestro tiempo y en cualquier
circunstancia, Jesús nos invita a volvernos a Él, a permanecer vigilantes en
la fe, en el amor y en la esperanza ("El está cerca"), a cobrar ánimo y a
levantar nuestras cabezas abatidas ("Se acerca nuestra liberación"). Una
esperanza semejante canta la liturgia de difuntos en este bello himno, que
nos invita a esperar más allá de nuestro propio fin: "Dejad que el
grano se muera / y venga el tiempo
oportuno: / dará cien granos por uno / la espiga de primavera. / Mirad que
es dulce la espera / cuando los signos son ciertos; / tened los ojos
abiertos y el corazón consolado: / ¡si Cristo ha resucitado, / resucitarán
los muertos!" (Himno de Laudes).
Dios pasa salvando a los que reconoce como suyos
En efecto, ante las señales del fin Jesús nos invita a
levantar la cabeza. En medio del desastre, del dolor y de la muerte,
Dios pasa salvando a los que creen
en Él y han sido sellados con la marca del Dios vivo: "Vi después otro ángel
que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente
a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles:
No dañéis a la tierra ní al mar ni a
los árboles, hasta que marquemos en lo frente a los siervos de nuestro Dios"
(Ap 7, 2-3). Este es el estilo del Dios vivo, del Dios que actúa en la
historia: Dios salva a los que reconoce como suyos. Así actuó Dios con el
creyente Noé, a quien salvó de las aguas del diluvio (Gn 7, 1). Así actuó
Dios con el creyente Lot, a quien salvó del desastre de Sodoma (Gn 19, 15).
Así actuó Dios con el pueblo de Israel, a quien libró del exterminio de sus
primogénitos: sus casas estaban marcadas con la sangre del cordero pascual
(Ex 12, 12-13). Eran creyentes.
Importa una sola cosa: estar vigilantes
¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Jesús no *lúdica fechas precisas
"El día y
1_ hora nadie los sabe, ni los ángeles del cielo ni el
Hijo, sólo y únicamente el Padre" (Mt 24, 36). Sin embargo —y esto es lo
importante— el Reino de Dios, cancelación del mundo presente, está ya entre
nosotros (Cfr. Lc 17, 21). Jesús afirma, además, que no ha de suceder la
llegada del Reino en un lugar determinado. En cualquier parte que se esté,
allí se percibirá. Es como el relámpago, que cruza de un extremo a otro del
horizonte y es percibido por todos y en todas partes. El Hijo del Hombre se
manifestará allí donde muera el hombre (Cfr. Mt 24, 26-28). Por lo demás, el
fin, el Reino de Dios y su día, dice Jesús, vienen
sin dejarse sentir (Le 17, 20),
de improviso (Le 21, 34),
como el ladrón (Mt 24, 43-44),
como la muerte (Le 12, 1621). Lo
que importa es una cosa: estar
vigilantes (Le 21, 36; Mt 24, 42),