Los novísimos: muerte; juicio, infierno, cielo - Escatología: Catequesis para jóvenes que se preparan a la confirmación
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4° de Teología 2013
Pontificia Facultad de Teología
"Redemptoris Mater"
Estimados hermanos:
Quisiera empezar la jornada de hoy
con el siguiente verso:
"Hacia allí como al lugar establecido se dirige Dante, mirando a Beatriz
que mira hacia la luz. Así, contemplando la belleza de su sonrisa que
aumenta cuanto más se acerca la meta deseada, pasará de cielo en cielo
hasta alcanzar la visión de Dios"
¿Saben de dónde he tomado ese verso?
¿Sobre qué nos habla?
¿Está hablando en presente o futuro? ¿A dónde quiere llegar?
Un verso tomado de la gran obra de Dante Alighieri, La divina comedia, y
traigo a colación este texto porque es una obra que se lee en los
colegios pero que muchas veces no se lee en profundidad, Dante nos dice
que el hombre siempre ha mirado hacia el más allá, hacia lo eterno,
tiene ansia de ello y se ha cuestionado sobre cómo llegar y lo que ahí
sucede:
La sonrisa de Beatriz, su amada, nos evoca la felicidad que todo hombre
siente de estar cerca de Dios, de poder gozar de esa visión beatifica a
la que todos, sin excepción estamos llamados. Nos dice otra cosa
importantísima que el "más allá" es una consecuencia de lo que hagamos
hoy, en nuestra vida diaria, después. de la muerte nada podremos. hacer,
todo está. consumado. "Los que lo buscaron y amaron en la tierra ahora
lo rodean como una corona preciosa". ¿Qué estás haciendo hoy para ser
parte de esa corona? ¿Cómo estas actuando, tu obrar, tus acciones?
Sabían que lo único seguro que tenemos todos los hombres es que un día
nos moriremos, y habrá un juicio particular para cada uno, entonces no
habrá marcha atrás. "Por vuestras obras los conoceréis".
"Jesús de Nazaret comenzó su misión mesiánica predicando la conversión
en el nombre del Reino de Dios. Las Bienaventuranzas son precisamente el
programa concreto de esa conversión, Con la venida de Cristo, Hijo de
Dios, el Reino se hace presente en medio de nosotros: "Está dentro de
nosotros", y al mismo tiempo ese Reino constituye la escatología, es
decir, la meta definitiva de la existencia humana. Pues bien, cada una
de las ocho Bienaventuranzas señala esa meta ultra-temporal.
Pero al mismo tiempo cada una de
las Bienaventuranzas afecta directa y plenamente al hombre en su
existencia terrena y temporal. Todas las situaciones que forman el
conjunto del destino humano y del comportamiento del hombre están
comprendidas de forma concreta, con su propio nombre, en las
Bienaventuranzas. Estas señalan y orientan en particular el
comportamiento de los discípulos de Cristo, de SUS testigos.
Por eso las ocho Bienaventuranzas
constituyen el más conciso de la moral evangélica, del estilo de vida
del cristiano."1
Nosotros participamos de la Iglesia, y esta Iglesia a la que
pertenecemos tiene una índole escatológica, esa es- una de sus-
características-. Tiene un dinamismo,
siempre apuntando hacia su fin, si bien se invita a vivir el hoy siempre
debe haber en el corazón del cristiano esta ansia
"que venga el Señor", como nos dice la Didachè: "Que se acabe este mundo
y que venga tu reino".
Se
nos ha enseñado los llamados Novísimos que
son cuatro: muerte; juicio,
infierno, cielo. En la hora de la muerte, como se ha dicho antes lo
único de lo que estamos seguros, los que están
totalmente limpios de pecado van
al cielo para siempre, aquellos que han hecho la voluntad de Dios, que
han pecado pero siempre acudieron al sacramento de la reconciliación han
apelado a la misericordia de Dios. Los que mueren en gracia de Dios,
pero con alguna mancha de pecado. o deuda por los, pecados, perdonados,
antes. van al Purgatorio para purificarse totalmente. Los que mueren en
pecado mortal, y por tanto separados de Dios, van al infierno, donde
serán castigados eternamente por haber rechazo a Dios.
¿Cómo es este juicio? ¿Tenemos que morir todos? ¿Qué es el juicio
particular? La Iglesia nos enseña que cada uno tendrá un juicio
particular, es el que Dios hace al hombre, inmediatamente después de su
muerte, para darle premio o castigo según sus obras.
Unos irán al cielo, pero ¿En qué consiste el Cielo? El cielo consiste en
ver, amar y poseer definitivamente a Dios, gozando de su infinito bien
y, con El, de todos los demás bienes sin mezcla de mal alguno. Como dice
Dante los que forman parte de esa preciosa corona que rodea a Dios, la-
"cándida rosa". Al cielo van los que mueren en gracia deDios.
¿A que llama la Iglesia Purgatorio? La iglesia llama purgatorio a la
purificación de los que mueren en gracia de Dios, sin haber satisfecho
por sus pecados; con un castigo distinto al de los condenados, se
prepara para entrar en el cielo,
¿Cómo podemos ayudar a las almas del purgatorio? Podemos ayudar a las
almas del purgatorio con oraciones, buenas obras, indulgencias, y
especialmente con la Santa Misa.
Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de
un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere
una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina
del "purgatorio" (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).
Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda
imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente
esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio.
Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes
después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el
amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección,
Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de
la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior
posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a
este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio
Vaticano II, que enseña: "Como no sabemos ni el día, ni la hora, es
necesario; según el consejo del Señor, estar continuamente en
vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra
vida en tierra (cf. Heb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y
ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y
perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá
llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13 y 25, 30)" (LG 48),
¿Qué es el Infierno? El Infierno es la privación definitiva de Dios y la
condenación por el fuego eterno con el sufrimiento de todo mal sin
mezcla de bien alguno, porque no hay amor, sino soledad externa. Al
infierno van los que mueren en pecado mortal, porque rechazaron la
gracia de Dios.
Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno
deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y
vaciedad de una vida sin Dios, El infierno, más que un lugar, indica la
situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se
aleja de Dios, manantial de vida y alegría, Así resume los datos de, la
fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: "Morir en pecado
mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios,
significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y
libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión
con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra
infierno" (CEC 1033).
¿Solo hay un juicio particular? ¿Qué es el juicio universal? A parte del
juicio universal, tendremos un juicio universal que es el juicio público
que Jesucristo hará de todos los hombres al fin del mundo.
¿Qué hay más allá de este juicio universal? ¿Cómo estaremos o seremos en
el cielo? Para dar respuesta a estas preguntas debemos tener en claro lo
referente a la Resurrección de los muertos. "En la resurrección... ni se
casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como ángeles en el
cielo" (Cf Mt. 22,30; Me. 12,25); "... son semejantes a los ángeles e
hijos de Dios, siendo hijos
de la resurrección (Lc 20, 36). La comunión (communio) escatológica del
hombre con Dios, constituida gracias al amor de una perfecta unión,
estará alimentada por la visión 'cara a cara': la contemplación de esa
comunión más perfecta, puramente divina, que es la comunión trinitaria
de las personas divinas en la unidad de la misma divinidad.
Las palabras "ni se casarán ni serán dadas en matrimonio" parecen
afirmar, a la vez. que los cuerpos humanos, recuperados y al mismo
tiempo renovados en la resurrección, mantendrán su peculiaridad
masculina o femenina y que el sentido de ser varón o mujer en el cuerpo
en el 'otro siglo' se constituirá y entenderá de modo diverso del que
fue desde 'el principio' y luego en toda la dimensión de la existencia
terrena. Las palabras del Génesis: "dejará el hombre a su padre y a su
madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne"
(Gén 2, 24), han constituido desde el principio esa condición y relación
de masculinidad y feminidad que se extiende también al cuerpo, y a la
que justamente es necesario definir 'conyugal' y al mismo tiempo
'procreadora' y 'generadora; efectivamente, está unida con la bendición
de la fecundidad, pronunciada por Dios (Elohim) en la creación del
hombre 'varón y mujer' (Cf. Gen 1, 27). Las palabras pronunciadas por
Cristo sobre la resurrección nos permiten deducir que la dimensión de
masculinidad y feminidad esto es, el ser en el cuerpo varón y mujer
quedará nuevamente constituida, juntamente con la resurrección del
cuerpo, en el 'otro siglo'.
San Pablo desarrolla mucho más la escenificación de la resurrección
general: voz del ángel, trompeta para reunir a tos elegidos, nubes de la
parusía, procesión de tos elegidos... (Cf
1 Tes
4,15ss; 2Tes 1,7s; 1Cor 15,52). Este marco convencional es clásico en
los apocalipsis judíos; pero el hecho fundamental es más importante que
estas modalidades. Contrariamente a las concepciones griegas, en las que
el alma liberada de los lazos del cuerpo va sola hacia la inmortalidad,
la esperanza cristiana implica una restauración integral de la persona;
supone al mismo tiempo una total transformación del cuerpo, hecho
espiritual, incorruptible e inmortal (1Cor 15,35-53). Por lo demás
Pablo, en la perspectiva en que se sitúa no aborda el problema 'de las
resurrecciones de los malos; sólo piensa en la de los justos,
participación en la entrada de Jesús en la gloria (cf. 1Cor 15,12...).
La espera de esta "redención del cuerpo' (Rom 8,23) es. tal que para
expresarla el lenguaje cristiano confiere a la resurrección. una especie
de inminencia perpetua (cf. 1Tes 4,17). Sin embargo la impaciencia de la
esperanza cristiana (cf. 2Cor 5,1-10) no debe conducir a "vanas
especulaciones sobre la fecha del día del Señor".
El Apocalipsis traza un cuadro impresionante de la resurrección de los
muertos (Ap 20,1115). La muerte y el Hades los restituyen a todos para
que comparezcan ante el juez, tanto a los malos como a los buenos.
Mientras que los malos se hunden en la "muerte segunda", los elegidos
entran en una vida nueva, en el seno de un universo transformado que se
identifica con el paraíso primitivo y con la Jerusalén celestial (Ap
21-22). ¿Cómo expresar de otra manera sino bajo la forma de símbolos una
realidad indecible que la experiencia humana no puede alcanzar? Este
fresco no está reproducido en el cuarto evangelio. Pero constituye el
trasfondo de dos breves alusiones que subrayan sobre todo el papel
asignado al Hijo del hombre: los muertos surgirán a su llamada (Jn 5,
28; 6,40.44), los unos para la vida eterna, los otros para la
condenación (Jn 5,29).
La fe cristiana no se desalienta ante estas aporías de la socialidad y
la mundanidad humanas. La vida eterna, comunión en el ser de Dios, será
también "communio sanctorum", realización de la solidaridad sin
fronteras raciales, temporales o espaciales, en cuyo ámbito se
experimentará la verdad de que todos somos hermanos de todos. La vida
eterna confirmará que vivir en plenitud es con-vivir, con-vivencia,
comunión; que el gozo sólo puede ser total cuando abraza a la totalidad
de los hermanos. En la vida eterna ningún miembro del cuerpo de Cristo
es superfluo; todos son necesarios. Si faltase alguno, faltaría algo
imprescindible. Para la plenitud de todos, porque todos se desvelarán a
cada uno como una parte de su yo en la comunión del nosotros.
Si la vida eterna es esto, la utopía realizada de la fraternidad, ello
significa que dicha fraternidad el realizable. La dimensión, social de
la vida eterna. se erige
COMO
instancia crítica de las múltiples insolidaridades reinantes en la vida
temporal y como dinámica estimulante de su superación. La comunión de
los santos refuta la aceptación fatalista del homo homini lupus, de una
humanidad indefectiblemente conflictiva. No es cierto que los hombres y
los grupos humanos sean naturalmente irreconciliables, puesto que están
llamados a un destino de conciliación y comunión, No es cierto tampoco
que se pueda llegar al amor por el odio, o a la paz por la guerra, o al
entendimiento por el enfrentamiento.
La comunidad cristiana ha de ser signo sacramental de la fraternidad
escatológica, que además de esperar lo significado, obra lo que
significa.
En la tradición de la Iglesia hay otras afirmaciones escatológicas
relacionadas con la plena manifestación
de Cristo al final de la historia: la resurr3ección de los muertos
(1 Tes 4,16), el juicio final y
universal (Mt 24,37), los nuevos cielos y la nueva tierra (Ap 21,1). En
la escritura y corrientemente en la Tradición, la parusía va precedida
de algunos signos precursores, como la predicación del Evangelio en todo
el mundo (Mt 24,14: Mc 13,10), la
conversión de los judíos (Rom 1 1,25ss), la difusión de la apostasía y
la aparición del Anticristo (2 Tes 2,8-11), grandes aflicciones y
calamidades (Mt 24,29). Estos signos apocalípticos deben interpretarse
según las reglas hermenéuticas, distinguiendo entre el signo y el
significada. Además, su- repetición a lo largo de la historia indica que
no se trata de hechos que sea posible fechar cronológicamente, sino más
bien de la expresión de ese
continuo y profundo esfuerzo de la historia que se encamina ya desde
ahora, bajo la acción del Espíritu y a través de sucesivas etapas, hacia
la nueva creación. La salvación está va en acto y con ella el desarrollo
paralelo del Anticristo como misterio de incredulidad.
"El cielo y la tierra" es una expresión que designa en la Biblia el
universo contemplando sin cesar el rostro de Dios. El cielo es gloriosa
mansión de Jesucristo. Después de su resurrección subió a los cielos,
donde está sentado a la diestra del Padre. Desde allí, y entre las nubes
del cielo, volverá al fin de los tiempos. El cielo es, por fin, la
futura y eterna morada del hombre. Hacia allí caminamos. Conviene, pues,
que el hombre procure atesorar las riquezas imperecederas de las que
allí podrá gozar eternamente. Para que esto sea así, Dios, desde el
cielo, vela continuamente por los hombres. En el Padrenuestro pedimos a
Dios que los hombres cumplamos la voluntad divina como la cumplen los
que ya están en el cielo; pedimos también que Dios realice en la tierra
el plan que sobre ella tiene establecido.
La parusía dirige a la historia y al cosmos hacia su cumplimiento,
recapitulándolo todo en Cristo (Cf Ef 1,10), y marca el establecimiento
pleno del Reino, en el que la humanidad será definitivamente
glorificada, las potencias del mal serán derrotadas, el cosmos quedará
plenamente transfigurado y Dios será todo en todos (1Cor 15,28).
Terminamos con otro verso de Dante: "con et Amor que mueve et sol y las
estrellas”. Jesús, nos dejó un watt mandamiento. Amaos los unos a los
otros y eso es lo que también nos dice Dante, en esta vida terrena
debemos amarnos unos a otros con el mismo amor que Dios nos tiene, un
amor que no escatima esfuerzos, que todo lo da por el hermano. Ver el
rostro de Dios en el Hermano, ¿lo puedes ver? Dios está ahí, reconocerlo
hoy. Amándonos en medio de nuestras debilidades, Aceptar y amar de
manera libre toda la creación de Dios, así seremos parte del
“coro angélico”.
3
1 Discurso de Juan Pablo II 2 de febrero de 1985, Lima
2 Catequesis de Juan Pablo II sobre el Infierno, 28 julio
1999,
3
La Divina Comedia. Dante Alighieri. Paraíso XXXIII, 55-57.