¿Es correcto usar Twitter durante la misa?
Jorge Enrique Mújica, LC, ReL
Lo han bautizado como «El domingo Twitter», aunque la periodicidad es
mensual. Se trata de una iniciativa del pastor de la comunidad Saint Paul,
en Weston-Super-Mare, Inglaterra, quien invita a sus feligreses a tuitear
durante el servicio religioso. El pastor interactúa leyendo y comentando los
tuits durante la predicación. ¿Con qué objetivo? Atraer a más personas,
especialmente a los jóvenes, mediante el uso de las nuevas tecnologías (Cf.
«La Chiesa e Twitter», L´Osservatore Romano 05.12.12, p. 7).
No es la primera vez que Twitter entra en la escena
religiosa, concretamente en los momentos de culto. En la Pascua de 2009, el
pastor de la iglesia de Next Level implementó una campaña que preveía el uso
de Twitter para compartir la propia experiencia de Dios (la web para la
campaña ha desaparecido pero aún se conserva el video promocional en
YouTube:http://youtu.be/Kk8ucBlkMRo).
Los dos ejemplos precedentes proceden del ámbito protestante donde la
concepción de la cena del Señor, la misa, no es la misma que en el ámbito
católico: para el católico la misa –la Eucaristía– supone «el» momento de
culto por excelencia a Dios y por ello exige la máxima de las atenciones. En
la Eucaristía Dios, por medio del sacerdote, actualiza el sacrificio de su
Hijo en la cruz.
Ha habido, sin embargo, experiencias similares de uso de Twitter durante la
celebración eucarística en contexto específicamente católico. Piénsese, por
ejemplo, en grandes encuentros masivos como la JMJ de Madrid 2011: tanto en
la vigilia como en la misa conclusiva, el equipo de redes sociales estuvo
enviando actualizaciones que posibilitaban que miles de personas físicamente
lejanas pudieran experimentar y, por así decir, «vivir» esos momentos.
¿Es eso correcto? La argumentación para el uso de redes sociales durante
actos litúrgicos, incluyendo la misa, suele aducir motivos de comunión: «¿No
es una forma de acercar a la Iglesia a las personas alejadas de ella?», se
dice.
Ese tipo de experimentos parecen resultar más bien ambiguos pues en el
interés por introducir a los ausentes en la propia experiencia se olvida,
además de a la asamblea físicamente presente, que la misa es, ante todo,
«el» acto de culto a Dios y no un espectáculo del cual se pone la
experiencia personal on line y en vivo. Por otra parte, la comunión en la
Iglesia es, ante todo, comunión con Cristo y el lugar y momento eminente
para ello son los sacramentos, de modo especial la Eucaristía, que precisan
de una presencia física real, no virtual.
Es verdad que las redes sociales pueden facilitar la experiencia psicológica
pero la misa no se puede reducir a una experiencia de este tipo. De hecho,
el sujeto que en ella participa puede quedar privado de estímulos y
sentimientos durante el desarrollo del acto litúrgico y no por eso la misa
pierde el esplendor de su significado; y es que el sacramento no depende de
estados emocionales.
Si el aspecto psicológico fuese la base de una experiencia de comunión, la
eficacia de un tuit o actualización de estado en Facebook dependería
directamente más del momento emotivo de las personas (y del ingenio para
transmitirlo adecuadamente) que de la gracia sobrenatural misma derivada, en
el caso específico de la misa, del sacramento de la Eucaristía, es decir, de
la acción de Dios en las personas.
Es significativo que las diferentes cuentas de Twitter asociadas a la Santa
Sede no emitan mensajes durante las misas del Papa. Sí lo hacen –las más de
las veces con una finalidad informativa, es decir, para contar qué pasó– una
vez concluida la celebración eucarística.
En el caso de grandes eventos masivos (Jornada Mundial de la Juventud,
Encuentro Mundial de las Familia, Congreso Eucarísticos Internacionales,
etc.), es de suponer que las personas que gestionan redes sociales y las
usan durante la misa han asistido previamente a una o lo harán después (las
misas de domingo son siempre de precepto…) y que procederes análogos a
escalas eclesiales menores harían comprensible una emisión de mensajes
relacionados al evento por medio de cualquier red social.
Pero todavía queda una cuestión: el uso de redes sociales ¿no equivale a lo
que sucede cuando se transmite la misa por medio de televisión o radio?
Hay que subrayar que son dos cosas distintas: la transmisión vía televisa o
radial supone «dejar hablar al sacramento», en cuanto que no hay más
intermediarios. Las misas no tienen cronistas y, cuando los hay, estos
tienen una función introductoria y/o conclusiva a la celebración
eucarística. El resto del tiempo el protagonista es el sacramento y,
ciertamente, debe quedar claro que ver o escuchar una transmisión sobre la
misa no sustituye la participación del creyente en la Iglesia. Ni por radio
ni por televisión se puede recibir la Eucaristía y es sabido que ese tipo de
programas están dirigidos, sobre todo, a las personas que por enfermedad no
pueden acudir a la Iglesia para cumplir el precepto de asistir a misa los
domingos (al respecto es especialmente valioso el documento
«Transmisiones radiotelevisivas de las celebraciones litúrgicas. Directrices
y recomendaciones», una traducción de un texto en italiano –a su vez
traducción de una obra alemana– preparado el Secretariado de Medios de
Comunicación de la Conferencia Episcopal Española).
En el libro «Cyberteologia» (p. 100-101) el padre Antonio Spadaro va al
núcleo de lo que aquí está en juego al hablar de la relación entre redes
sociales y liturgia: «El riesgo fundamental que parece concentrar las
experiencias litúrgicas en red es el de una deriva “mágica” capaz de diluir,
hasta cancelar, el sentido de la comunidad y de la mediación eclesial
“encarnada” para, por el contrario, exaltar el papel de la técnica que hace
posible el evento». El «hic et nunc» («aquí y ahora»), el tiempo y el
espacio real, sigue siendo el criterio de autenticidad y, así, de
orientación. Así las cosas, no parece que tuitear durante la misa sea algo
aconsejable.