Domingo 4 de Adviento A - Le pondrás el nombre de Jesús: Preparemos en Familia, como Iglesia doméstica, la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la prepración
Falta un dedo: Celebrarla
1. 1 Primera lectura Is 7, 10-14
A veces llevamos dentro de nosotros, en el rincón secreto de nuestro corazón, una pena, un sufrimiento que no se lo revelamos a nadie ni a las personas más queridas. A veces es una herida que nos viene desde tiempos atrás. Hemos hecho muchas cosas para sanar esto pero no pudimos lograrlo. Nos hemos resignado a que quede como espina en nuestra mente y en nuestros pensamientos. Pasa un tiempo y nos olvidamos. Pero en los momentos más insospechados la herida (moral, espiritual, física) vuelve a “sangrar” y envenena nuestra vida. Parece que no hay esperanza.
En el año 735 el profeta Isaías es enviado al rey Acaz para darle ánimo. El rey teme por la continuidad de su dinastía, de su reino. Dios le ofrece un signo: El cumplimiento del signo será la garantía de que no necesita hacer alianza con los sirios para luchar contra sus enemigos. El rey se hace como quien no quiero ofender a Dios. Por eso no acepta pedir un signo de Dios. En su corazón se fía sólo de soluciones políticas. Y le fue mal pero Dios le ofrece un signo de todas maneras: el nacimiento de un niño.
A lo mejor tú tampoco le quieres pedir a Dios un
signo para que puedas creer en que es posible sanar de tus heridas. Te fías
más de tus propios recursos. Lo triste es que no funciona, que no te traen
soluciones. Reconoce que solo no puedes lograrlo. Que nadie en este mundo te
puede salvar y sanarte de tu sufrimiento. Escucha con atención la profecía
de Isaías. Se ha cumplido. Esta profecía está dicha por ti y se ha cumplido
y de esta manera Dios se ha convertido en “Dios con nosotros”. En un momento
tranquilo pídele que se transforme en “Dios contigo”. Algún día despertarás
y ya no habrá herida, ya no habrá veneno. ¡Podrás amar!
1. 2 Segunda lectura Rom 1, 1-7
Quisiera intentar de escribir una carta en su nombre a sus hijos, al estilo de San Pablo a ver si se verifica en su vida o si es una cosa del otro mundo.
“Su papá y su mamá queremos mandarles un saludo. Somos siervos de Cristo Jesús que nos ha llamado a ser sus padres y nos ha escogido para que les hablemos de la buena noticia de Dios. Esta buena noticia que los profetas ya la anunciaron mucho antes que nosotros naciéramos, se refiere a Jesús. Les podemos asegurar que el Hijo de Dios se ha hecho hombre porque los ama a ustedes. Después de su vida terrenal ha sido constituido Señor de todo el universo porque después de morir ha resucitado y vive para siempre.
Nos ha dado este regalo y esta misión: Hacer que ustedes tengan fe en El y así sea glorificado. Lo que queremos decirles es que Jesús los llama a ser cristianos. Así les deseamos felicidad y paz de parte de Dios nuestro Padre y de parte de Jesús”.
Será necesario cambiar algunas palabras que los
niños no pueden entender. Pero la idea no es tanto que los niños lean esto
sino que ustedes se confrontan con este texto y vean si es cierto que son
mensajeros de Dios llamados a transmitir la fe que es aplicar la Palabra a
su vida, o más bien descubrirse a sí mismos en la lectura de este pasaje.
Para entender este Evangelio hay que tener en cuenta que los esponsales de los judíos constaban de dos partes. La primera era el contrato. La mujer después de firmar el contrato seguía viviendo en la casa de sus padres pero ya se consideraba como esposa para todos los efectos de la ley. Un tiempo más tarde el varón la recoge y la lleva a su casa.
Por eso podemos comprender el problema de San José. El era justo, es decir, cumplía la ley. Esta ley prescribía acusar a la mujer adúltera para que sea apedreada. Parece que San José sospechaba que algo “extraordinario” había pasado con María y por eso quería deshacer el contrato en secreto y dejar las cosas allí. Esto permite varias explicaciones. Unos dicen que la quería mucho y no quería hacerle daño. Por eso su actitud. Otros dicen que por reverencia quería deshacer el vínculo porque no se consideraba digno. Es que sospechaba que Dios había intervenido de alguna manera. Usted escoja lo que más le parezca.
El mensaje central de este Evangelio es que el nacimiento del niño significa que Dios está con nosotros, esto se encuentra al comienzo y al final del Evangelio de San Mateo (1, 23:28, 20). El mérito de José consiste en aceptar en obediencia el designio de Dios, que aceptara el niño mientras que Acaz rechazó este signo.
Es curioso que los evangelios no transmiten palabra alguna de San José. Sólo vemos como se somete a los designios de Dios y los ejecuta sin protestar ni dudar. ¿Qué es más importante que más tarde cuenten una frase aguda, producto de mi ingenio o que digan de mí que estaba siempre al servicio de Dios y los hombres?
Concepción de Cristo y actitudes San José
Habiendo, en efecto, San Mateo enumerado ya la serie de los ascendientes de Cristo para entroncarlo a David y a Abrahán, procedía a narrar cómo nació y apareció entre los hombres; debido a ello subsigue el relato por donde nosotros creemos ser nuestro Señor Jesucristo no sólo Hijo de Dios sempiterno -coeterno al que engendró antes de todos los tiempos, antes de toda creatura, por cuyas manos fueron hechas todas las cosas, sino que, además, lo confesamos hijo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Ustedes recuerdan y saben (pues hablo a mis hermanos católicos) ser esta nuestra fe y esto lo que profesamos y confesamos. Por esta fe arrostraron la muerte millares de mártires en todo la redondez de la tierra.
Las burlas, pues, de quienes intentan minar la autoridad del Evangelio, como para sugerirnos a nosotros al haberles dado crédito sin razón, van contra esto: Desposada María, su madre, con José, se halló antes de vivir juntos que María había concebido del Espíritu Santo. Pero José, su marido, como era justo, no quiso difamarla y trató de abandonarla clandestinamente.
Sabía, en efecto, no estar ella encinta de él, y, en consecuencia, la tuvo por adúltera. Como era justo, dice la Escritura, no quiso difamarla, o sea, divulgar el hecho, según traen muchos códices. Pensó dejarla clandestinamente. Se turba como esposo; mas, como justo no se muestra cruel. Tanta santidad se le atribuye a este varón, que ni le place tener consigo a una adúltera ni osó castigarla publicando su deshonra. Pensó, dice, dejarla clandestinamente, pues ni quiso castigarla ni sacar el hecho a la luz. Ponderen bien lo genuino de su santidad. No la perdonaba, en efecto, porque desea tenerla consigo; muchos perdonan a sus mujeres adúlteras y siguen con ellas, adúlteras y todo, para satisfacción de la carnal concupiscencia. Este varón, justo, al revés, no quiere tenerla consigo; luego no la quiere carnalmente; pero rehúsa castigarla, se compadece de ella y la perdona. ¿Dónde reluce su santidad? En no seguir con adúltera porque no se piense era una persona con miras sensuales, y en no castigarla y delatarla. ¡Maravilloso testigo de la fe, de la virginidad de su esposa!
A este hombre frágil, que se turba, el testimonio divino le sosiega. Sigue diciendo el evangelista: Dándole vuelta el a esto en sus pensamientos, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘No temas José de recibir por tu esposa María, pues lo que en ella fue concebido lo es del Espíritu Santo. Así parirá un hijo y le dará el nombre de Jesús’. ¿Por qué Jesús? En efecto salvará a su pueblo de los pecados de ellos. Vemos ser Jesús en hebreo lo que es Salvador en latín, según aparece claro en la exposición del mismo nombre hecha por el ángel. Cual si le preguntasen la razón de llamarle Jesús, añadió a continuación la exégesis del vocablo: él salvará a su pueblo de sus pecados. Y nosotros creemos devotamente y mantenemos con todos nuestros hermanos haber Cristo nacido de la Virgen por obra del Espíritu Santo.
2. 2 Reflexionemos con los hijos
El Hijo de Dios se hizo hombre
El Hijo de Dios vive desde toda la eternidad con el Padre y el Espíritu Santo en la gloria de la divina esencia y en el amor infinito. Por eso dijo Jesús: “En verdad, en verdad les digo, antes que a Abrahán naciese era yo” (Jn 8, 58).
El Hijo de Dios viene del Padre desde toda la eternidad. Por eso en el credo de la Santa Misa confesamos: “Nacido del Padre antes de todos los siglos”. Nace del Padre de manera semejante como el pensamiento y la palabra nacen del espíritu del hombre; por esto, al Hijo de Dios se le llama también “el Verbo = la Palabra”.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el ángel del Señor llevó la embajada a María y el Espíritu Santo descendió sobre ella. Entonces el Hijo de Dios tomó carne de María y se hizo hombre. En este impenetrable misterio pensamos al pronunciar las palabras el evangelista San Juan: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).
El Hijo de Dios se hizo hombre verdadero, con carne y sangre, con cuerpo y alma. Como nosotros, sintió hambre y sed, alegría y pena, dolor y angustia. En todo, y eso e igual a nosotros, excepto en el pecado (Hebr 4, 15). Después de su resurrección y de su ascensión al cielo sigue siendo hombre y lo será por toda la eternidad. Jesús es Dios y hombre al mismo tiempo. Es Dios desde toda la eternidad; y se hizo hombre en el tiempo y tiene la naturaleza divina y una naturaleza humana.
El Hijo de Dios se hizo hombre para cumplir los designios de su Padre. Todo esto por amor nuestro porque Dios quería rescatarnos del pecado y de la muerte para que seamos felices con él para toda la eternidad. Tenemos que estar muy agradecidos
Emanuel = Dios con nosotros. Cuando celebramos la Santa Misa Dios se hace presente de manera muy especial entre nosotros. Su presencia es tan intensa que nuestra vida debe hacerlo presente en el mundo. Acojamos su fuerza, su amor y poder de todo corazón y nos será fácil de ser testigos de la presencia de Dios en el mundo.
A pesar de todas las preocupaciones y el trabajo que causan los preparativos de la fiesta familiar, recordemos que una celebración de adviento es muy importante. Realicémosla con calma y cariño porque así la celebración de la Navidad hará presente a Jesús en medio de nosotros.
Misión del Hijo de Dios
Este propósito universal de Dios en favor de la salvación del género humano no se realiza solamente de un modo como si fuera en el secreto del alma de los hombres, o por los esfuerzos, incluso de tipo religioso, con los que los hombres buscan de muchas maneras a Dios, para ver si es posible encontrarlo, aunque no está lejos de cada uno de nosotros (Hech 17, 27), ya que dichos esfuerzos necesitan ser iluminados y sanados, si bien es verdad que, por benevolente designio de la Providencia divina, pueden alguna vez considerarse como pedagogía hacia el verdadero Dios o preparación para el Evangelio. Dios, para establecer la paz y la comunión con El y una fraterna sociedad entre los hombres pecadores, dispuso entrar en la historia humana de un modo nuevo y definitivo, enviando a su Hijo en carne nuestra, a fin de arrancar por El a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás y en El reconciliar al mundo consigo. Así, pues, a su Hijo por el que también hizo los siglos, le constituyó heredero de todas las cosas, a fin de restaurar todas las cosas en El.
Cristo Jesús fue enviado al mundo, verdadero mediador entre Dios y los hombres. Por ser Dios, habita en Él corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col 2, 9); según su naturaleza humana, nuevo Adán, es constituido cabeza de la humanidad regenerada, lleno de gracia y verdad (Jn 1, 14). Así pues, el Hijo de Dios marchó por los caminos de la verdadera encarnación para hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina; siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que con su pobreza nosotros nos enriqueciéramos. El Hijo del hombre, no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en redención de muchos, es decir, de todos. Los Santos Padres proclaman constantemente que no está sanado lo que no ha sido asumido por Cristo. Más El asumió la entera naturaleza humana cual se encuentra en nosotros, miserables y pobres pero sin el pecado. Pues de sí mismo dijo Cristo a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn 10, 36): El Espíritu del Señor está sobre mí; por ello me ungió y me envió a evangelizar a los pobres, a sanar a los contritos de corazón, a predicar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la recuperación de la vista (Lc 4, 18); y de nuevo: El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10).
Mas lo que ha sido predicado una vez por el Señor, o lo que en Él se ha obrado para salvación del género humano, debe ser proclamado y difundido hasta los últimos confines de la tierra, comenzando por Jerusalén, de suerte que lo que una vez se obró por todos en orden a la salvación alcance su efecto en todos en el curso de los tiempos (Vaticano II, Misiones, 3).
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
Vea el Domingo 3 de de Adviento.
7. 1 Jesús Te Has Olvidado (Carlos Pellicer)
Jesús, te has olvidado de mí América,
ven a nacer un día sobre estas tierras locas.
¿No basta odiarse tanto?
Jesús te has olvidado de mí América,
ven a nacer un día sobre estas tierras locas.
¿No basta odiarse tanto? La fe que tú decías
aún no arde su hilo de luz en nuestras bocas.
Es un magno crepúsculo tras un fondo de rocas.
Sobre las fuentes negras crecen las lejanías…
Danos una mirada por nuestras melodías,
Enciéndenos los ojos y sella nuestras bocas.
Que no haya “discursos”, sino actos perfectos.
Yo sé (aunque no lo diga) que somos predilectos…
¡Huracanea un riesgo que hasta tus plantas escrita!
¡El amor será inmenso! ¿No basta odiarse tanto?
Sobre las playas tórridas tu ola azul se agita
borrando signos turbios cantando un canto.
7. 1 Celebración de adviento
Al haberse reunido la familia encendemos las cuatro velas en señal que comienza la última semana de adviento.
1. El padre de familia comenta que la unión familiar, el cariño entre todos, son indispensables si se quiere celebrar de veras Navidad. Les cuenta una historieta:
Un padre de familia estaba muy disgustado porque sus hijos estaban siempre peleando a más y mejor. Los reunió y les ofreció una recompensa al que el que pueda romper un fajo de palos delgados. Se esforzaron uno a uno, sudaron pero no pudieron romper el fajo. El padre desató el fajo y rompió los palos uno por uno. “Así es muy fácil”, dijeron los hijos. Respondió el padre: “La familia unida es invencible. Separados cualquier cosa nos puede vencer”.
2. Lectura: Stgo 5, 7-10
Todos conversamos sobre cómo hacer para que haya más cariño en casa.
3. La madre comenta que fallamos muchas veces y no ponemos en práctica nuestros propósitos. Somos como ciegos, cojos, leprosos, enfermos que no pueden valerse solos. Necesitamos ayuda.
4. Lectura Mt 11, 2-11
5. Peticiones espontáneas y padrenuestro final