Comentarios de Sabios y Santos II - Epifanía del Señor
Recursos adicionales para la preparación
Exégesis:W. Trilling - Unos sabios de oriente adoran al niño (Mt.2,1-12)
Comentario Teológico: San Juan Pablo II . Las distintas Epifanías de Dios
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - La epifanía del Señor
Aplicación: P. Lic. José A. Marcone, IVE - Manifestación de la divinidad de
Cristo(Mt 2,1-12)
Aplicación:
Papa Francisco - La Epifanía del Señor
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
comentarios a Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético
En primer lugar, presentamos lo que el Directorio Homilético dice acerca de
la Solemnidad de la Epifanía.
En segundo lugar, presentamos los números del Catecismo de la Iglesia
Católica que el Directorio Homilético sugiere para la preparación de la
homilía.
I D. Solemnidad de la Epifanía
124. La triple dimensión de la Epifanía (la visita de los Magos, el Bautismo
de Cristo y el milagro de Caná) es particularmente evidente en la Liturgia
de las Horas de la Epifanía, así como en los días próximos a la misma. En la
tradición latina, además, la Liturgia Eucarística se concentra en el
evangelio de los Magos. En la semana posterior, la fiesta del Bautismo del
Señor enfoca esta dimensión de la Epifanía del Señor. En el Año C, el
domingo siguiente al del Bautismo presenta como evangelio la Narración de
las Bodas de Caná.
125. Las tres lecturas de la Misa de la Epifanía representan otros tres
géneros diversos de lecturas bíblicas. La primera lectura, tomada del
profeta Isaías, es una poesía de gozo. La segunda, de la carta de san Pablo
a los Efesios, es una precisa afirmación teológica pronunciada en el
lenguaje más que técnico de Pablo. El Evangelio es una dramática narración
de los acontecimientos, en los que cada detalle está lleno de significado
simbólico. Todos juntos desvelan la Fiesta y la definen como Epifanía. Al
escuchar su proclamación y, con la ayuda del Espíritu, su más profunda
comprensión dan lugar a la celebración de la Epifanía. La Palabra de Dios
revela al mundo entero el significado fundamental del Nacimiento de
Jesucristo. La Navidad, iniciada el 25 de diciembre, alcanza ahora su ápice
en el día de la Epifanía: Cristo es revelado a todas las gentes.
126. El homileta podría comenzar con el pasaje de san Pablo, bastante breve
pero de extrema intensidad, que ofrece una precisa declaración de qué es la
Epifanía. Pablo nos narra su singular encuentro con Jesús resucitado camino
de Damasco, de donde proviene todo. Explica todo lo que le ha sucedido como
una "revelación", es decir, una comprensión de los acontecimientos, nueva e
inesperada, transmitida con la autoridad divina en el encuentro con el Señor
Jesús, y no, por tanto, una simple opinión personal. San Pablo llama también
a esta revelación "gracia" y "misión", un tesoro que le ha sido confiado
para el bien de los demás. Además, define lo que le ha sido comunicado como
"el Misterio". Este "Misterio" es algo desconocido en el pasado, velado a
nuestra comprensión, de alguna manera escondido en los acontecimientos, pero
ahora - ¡y es este, justamente, el anuncio de Pablo! -viene ahora revelado,
ahora se da a conocer. ¿En qué consiste el significado escondido a las
generaciones pasadas y ahora revelado? Es esta, pues, la afirmación de la
Epifanía: "que también los gentiles son coherederos [con los judíos]
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el
Espíritu". Esto es un enorme cambio en el mundo del pensamiento del celoso
fariseo Saulo, un tiempo convencido que la escrupulosa observancia de la Ley
judía era el único camino de Salvación. Pero ahora Pablo anuncia el
"Evangelio", inesperada Buena Noticia en Cristo Jesús. Sí, Jesús es el
cumplimiento de todas las promesas de Dios al pueblo judío; sin esto no se
le puede comprender. Ahora, por el contrario, "también los gentiles son
coherederos [con los judíos] miembros del mismo cuerpo y partícipes de la
Promesa en Jesucristo, por el Espíritu".
127. De hecho, los acontecimientos referidos en la narración de Mateo, que
ha sido elegida para la Epifanía, son la realización de lo que Pablo ha
dicho en su carta. Guiados por una estrella llegan a Jerusalén los Magos,
sabios religiosos gentiles, estudiosos de notables tradiciones sapienciales
en las que la humanidad entera busca, con un gran deseo, al desconocido
Creador y Señor de todas las cosas. Representan todas las naciones y no han
encontrado su camino hacia Jerusalén siguiendo las escrituras judías sino un
signo maravilloso en el cielo que les ha señalado un acontecimiento de
dimensiones cósmicas. Su sabiduría no-judía ha permitido a los Magos
comprender tantas cosas. "Porque hemos visto salir su estrella y venimos a
adorarle". En la última fase de su viaje, para llegar a la conclusión
precisa de sus investigaciones, necesitan de las escrituras judías, y la
identificación profética de Belén como el lugar del Nacimiento del Mesías.
Una vez que han tomado esto de las escrituras judías, el signo cósmico les
indica de nuevo el camino. "De pronto la estrella que habían visto salir
comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el Niño".
En los Magos llega hasta Belén el deseo de Dios de toda la humanidad,
encontrando allí "al Niño con María, su madre".
128. Es en este punto de la narración de Mateo cuando puede ser introducida,
a modo de comentario, la poesía de Isaías. Los tonos de gozo ayudan a
entender la maravilla de este momento. "¡Levántate, brilla, Jerusalén!"
exhorta el profeta, "que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre
ti". La redacción originaria de este texto se coloca en una circunstancia
histórica bien precisa: el pueblo de Israel tiene necesidad de levantarse de
un oscuro capítulo de su historia. Pero ahora, aplicado a los Magos delante
de Jesús, alcanza un cumplimiento mucho más allá de lo imaginable. La luz,
la gloria y el esplendor: la estrella que guía a los Magos. O, más bien, el
mismo Jesús es "la luz de todos los hombres y la gloria de su pueblo
Israel". "Levántate, Jerusalén" dice el profeta. Sí, pero ahora sabemos, por
medio de la revelación de san Pablo, que si la exhortación está dirigida a
Jerusalén (principio que se puede aplicar a cualquier parte de las
Escrituras), la referencia no se puede aplicar simplemente a la ciudad
histórica y terrenal. "Que también los gentiles son coherederos, miembros
del mismo cuerpo y partícipes de la promesa [con los judíos] en Jesucristo,
por el Evangelio". Y de este modo, bajo el título "Jerusalén" la exhortación
va dirigida a todas las gentes. La Iglesia, reunida de todas las naciones es
llamada, "Jerusalén". Todas las almas bautizadas, en su interior, son
llamadas, "Jerusalén". Se cumple, de este modo, lo que ha sido profetizado
en los Salmos: "¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!" y "todas
mis fuentes están en ti" (Sal 87, 3,7).
129. Y así en Epifanía las tocantes palabras del profeta se dirigen a todas
las asambleas de cristianos creyentes.
"¡Que llega tu luz, Jerusalén!". Cada uno de los fieles, con la ayuda del
homileta, ¡deberá escuchar estas palabras en lo profundo de su corazón!
"Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre
ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti". El homileta tiene la
función de exhortar a los fieles para dejar atrás los modos indolentes y las
visiones poco abiertas a la esperanza. "Levanta la vista entorno, mira:
todos esos se han reunido, vienen a ti". Es decir, a los cristianos se les
ha dado todo lo que el mundo entero busca. Una gran multitud de gentes
llegará a la gracia en la que nosotros ya nos encontramos. Justamente
proclamamos en el salmo responsorial: "Se postrarán ante ti, Señor, todos
los reyes de la tierra".
130. Nuestra reflexión podría ir de la poesía de Isaías a la narración de
Mateo. Los Magos nos sirven de ejemplo en el modo de acercarnos al Niño.
"Vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron".
Hemos entrado en la Sagrada Liturgia para hacer lo mismo. El homileta haría
bien recordando a los fieles que, al acercarse a la comunión en el día de la
Epifanía, tendrían que pensar que ellos mismos han llegado al lugar, y que
están delante de la persona hacia la que la estrella y las Escrituras les
han conducido. Y por tanto, que ofrezcan a Jesús el oro de su amor, el uno
por el otro, el incienso de su fe, con el que lo reconocen como el
Dios-con-nosotros, y la mirra, que expresa su voluntad de morir al pecado y
ser sepultados con Él para resucitar a la vida eterna. E incluso, como los
Magos, sentirnos exhortados a volver a casa siguiendo otro camino. Que
puedan olvidarse de Herodes, malvado impostor, y de todo lo que les ha
pedido que hicieran. ¡En esta Fiesta han visto al Señor! "¡Levántate,
brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!".
El homileta podría aún animarlos, como hizo san León hace tantos siglos, a
que imiten la función de la estrella. Como la estrella, gracias a su fulgor,
llevó a los gentiles a Cristo, del mismo modo, esta asamblea, con el
esplendor de la fe, de la alabanza y de las buenas obras, debe resplandecer
en este mundo de tinieblas como un astro luminoso. "Las tinieblas cubren la
tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor".
II Solemnidad de la Epifanía del Señor
CEC 528, 724: la Epifanía del Señor
CEC 280, 529, 748, 1165, 2466, 2715: Cristo, luz de las naciones
CEC 60, 442, 674, 755, 767, 774-776, 781, 831: la Iglesia, el sacramento de
la unidad del género humano
528 La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de
Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas
de Caná (cf. LH Antífona del Magnificat de las segundas vísperas de
Epifanía), la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos "magos"
venidos de Oriente (Mt 2, 1) En estos "magos", representantes de religiones
paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones
que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada
de los magos a Jerusalén para "rendir homenaje al rey de los Judíos" (Mt 2,
2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David
(cf. Nm 24, 17; Ap 22, 16) al que será el rey de las naciones (cf. Nm 24,
17-19). Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y
adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los
judíos (cf. Jn 4, 22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como
está contenida en el Antiguo Testamento (cf. Mt 2, 4-6). La Epifanía
manifiesta que "la multitud de los gentiles entra en la familia de los
patriarcas"(S. León Magno, serm.23 ) y adquiere la "israelitica dignitas"
(MR, Vigilia pascual 26: oración después de la tercera lectura).
724 En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de
la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del
Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a
conocer a los pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones
(cf. Mt 2, 11).
280 La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de
Dios", "el comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en
Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el
Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio,
Dios creó el cielo y la tierra" (Gn
1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en
Cristo (cf. Rom 8,18-23).
529 La Presentación de Jesús en el templo (cf.Lc 2, 22-39) lo muestra como
el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana
toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador
(la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es
reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de
Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha
a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la
salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".
Articulo 9 "CREO EN LA SANTA IGLESIA CATOLICA"
748 "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo,
reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los
hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia,
anunciando el evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza
la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así,
el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende
enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no
tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los
Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.
1165 Cuando la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, hay una palabra que
jalona su oración: ¡Hoy!, como eco de la oración que le enseñó su Señor (Mt
6,11) y de la llamada del Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; Sal 95,7). Este "hoy"
del Dios vivo al que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la
Pascua de Jesús que es eje de toda la historia humana y la guía:
La vida se ha extendido sobre todos los seres y todos están llenos de una
amplia luz: el Oriente de los orientes invade el universo, y el que existía
"antes del lucero de la mañana" y antes de todos los astros, inmortal e
inmenso, el gran Cristo brilla sobre todos los seres más que el sol. Por
eso, para nosotros que creemos en él, se instaura un día de luz, largo,
eterno, que no se extingue: la Pascua mística (S. Hipólito, pasc. 1-2).
2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó toda entera. "Lleno de
gracia y de verdad" (Jn 1,14), él es la "luz del mundo" (Jn 8,12), la Verdad
(cf Jn 14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Jn
12,46). El discípulo de Jesús, "permanece en su palabra", para conocer "la
verdad que hace libre" (cf Jn 8,31-32) y que santifica (cf Jn 17,17). Seguir
a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Jn 14,17) que el Padre envía en
su nombre (cf Jn 14,26) y que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13).
Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la Verdad: "Sea
vuestro lenguaje: `sí, sí'; `no, no'" (Mt 5,37).
2715 La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. "Yo le miro y él me
mira", decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba
ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a "mí". Su mirada purifica
el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro
corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por
todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios
de la vida de Cristo. Aprende así el "conocimiento interno del Señor" para
más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola, ex. sp. 104).
La Iglesia, sacramento de la unidad del genero humano
60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los
patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la
reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de loa Iglesia (cf.
Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los
paganos hechos creyentes (cf. Rom 11,17-18.24).
442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo
de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque este le responde con solemnidad "no te ha
revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión
en el camino de Damasco: "Cuando Aquél que me separó desde el seno de mi
madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que
le anunciase entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en seguida se puso a
predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20).
Este será, desde el principio (cf.
1 Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en
primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16, 18).
674 La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinad o de la historia
se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23,
39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad"
respecto a Jesús (Rm 11, 20). San Pedro dice a los judíos de Jerusalén
después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros
pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la
consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien
debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que
Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y San Pablo le hace
eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo
¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11,
5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación
mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc
21, 24), hará al Pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13)
en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).
755 "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece
el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y
tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11,
13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43
par.; cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a
a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de
la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)".
La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo
767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la
tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que
santificara continuamente a la Iglesia" (LG 4). Es entonces cuando "la
Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión
del evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (AG 4). Como ella
es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia, por su
misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para
hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt 28, 19-20; AG 2,5-6).
La Iglesia, sacramento universal de la salvación
774 La palabra griega "mysterion" ha sido traducida en latín por dos
términos: "mysterium" y "sacramentum".
En la interpretación posterior, el término "sacramentum" expresa mejor el
signo visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término
"mysterium". En este sentido, Cristo es El mismo el Misterio de la
salvación: "Non est enim aliud Dei mysterium, nisi Christus" ("No hay otro
misterio de Dios fuera de Cristo") (San Agustín, ep. 187, 34). La obra
salvífica de su humanidad santa y santificante es el sacramento de la
salvación que se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia (que
las Iglesias de Oriente llaman también "los santos Misterios"). Los siete
sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el
Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la
Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia contiene por tanto y comunica la gracia
invisible que ella significa. En este sentido analógico ella es llamada
"sacramento".
775 "La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano "(LG 1): Ser
el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de
la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la
Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad
ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo
y lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento" de
la plena realización de esta unidad que aún está por venir.
776 Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida
por Cristo "como instrumento de redención universal" (LG 9), "sacramento
universal de salvación" (LG 48), por medio del cual Cristo "manifiesta y
realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45, 1).
Ella "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI,
discurso 22 junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único
Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un
único templo del Espíritu Santo" (AG 7; cf. LG 17).
I LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS
781 "En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica
la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no
individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un
pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa.
Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue
educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su
historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como
preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar en
Cristo..., es decir, el Nuevo Testamento en su sangre convocando a las
gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la
carne, sino en el Espíritu" (LG 9).
831 Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad
del género humano (cf Mt 28, 19): Todos los hombres están invitados al
Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo
el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de
Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir
a sus hijos dispersos... Este carácter de universalidad, que distingue al
pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la
Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera
con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu
(LG 13).
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Exégesis:W. Trilling - Unos sabios de oriente adoran al niño (Mt.2,1-12)
1 Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos
sabios llegaron de Oriente a Jerusalén, 2 preguntando: ¿Donde está el rey de
los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y
venimos a adorarlo.
El árbol genealógico y el relato del nacimiento de Jesús quedaron en el
ámbito de la nación y del pueblo judío. Ahora la vista se amplía al gran
mundo de las naciones y de los reinos. En el árbol genealógico habíamos ido
tentando el camino de la historia hasta David y Abraham. Sigue luego un
pasaje (1,18-25) en que resuena la profecía de que un niño hijo de una
virgen será el "Dios con nosotros". Todo esto se ha logrado con una creyente
mirada retrospectiva, que se dirige al tiempo pasado desde el tiempo
presente consumado. El acontecimiento de la adoración de unos sabios de
Oriente de nuevo parece que realiza grandes profecías, con la diferencia de
que aquí sucede con una publicidad mucho mayor, algo que antes sólo podía
conocer la mirada de la fe: la venida del verdadero Mesías. Por primera vez,
nos enteramos en san Mateo de que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en
Belén, en el país de Judá. Ambas circunstancias cumplen la profecía, según
la cual solamente entra en consideración el país real de Judá y una ciudad
que se encuentra en este país. Ambas indicaciones del versículo primero ya
anticipan la cita del Antiguo Testamento, que se aduce por extenso en el v.
6.
El profeta Miqueas sobre esta pequeña ciudad había hecho el oráculo de que
de ella debe salir el soberano del tiempo final, que ha de gobernar a todo
el pueblo de Israel. El lugar del nacimiento ha sido designado por el
profeta, así como el nombre del niño ha sido determinado por Dios. Se dice
en general: "En tiempos del rey Herodes", sin que podamos conocer una
determinación más próxima del tiempo. Se alude a Herodes el Grande, que a
pesar de apreciables méritos, como extranjero (idumeo) y dependiente de los
favores de Roma, ejerció el mando arbitraria y horriblemente, sin escrúpulos
y con desenfreno. Es verdad que había arreglado suntuosamente el templo y
que hizo mucho bien al pueblo, no obstante las agrupaciones piadosas de los
judíos tienen la sensación de que es un dominador extranjero. Aunque su
poder era pequeño, usaba el título de "rey". que Roma le había concedido.
Aquí se usa muchas veces este título, en contraste con el rey que buscan los
sabios. En el Evangelio sólo dos veces se habla de Jesús como el "rey de los
judíos": aquí en contraste con el
tirano Herodes, y hacia el fin en el proceso usan este título el pagano
Pilato (27,11), los soldados que hacen escarnio de Jesús (27,29) y la
inscripción en la cruz (27,37). Jesús respondió afirmativamente a la
pregunta de Pilatos (27,11), pero el título no era expresión de la verdadera
dignidad de Jesús ni una profesión de fe. Aquí se ha de considerar que quien
pretende ser rey de los judíos está sentado tembloroso en el trono, y el
verdadero rey viene con la debilidad del niño. Los sabios vienen de oriente.
No se indica qué país era su patria, tampoco se dice el número de ellos. Las
circunstancias externas permanecen ocultas ante la sola pregunta que les
mueve:
¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Son personas instruidas,
probablemente sacerdotes babilonios, familiarizados con el curso y las
apariciones de las estrellas. La notable aparición de una estrella les ha
movido a partir. A esta estrella estos sabios la llaman "su estrella", la
del rey de los judíos. Es la estrella del nuevo rey infante. Según
persuasión del antiguo Oriente los movimientos de las estrellas y el destino
de los hombres están interiormente relacionados.
(Pero hasta hoy día no se han aclarado todas las investigaciones y cálculos
ingeniosos sobre esta estrella, si designa una constelación determinada, un
cometa o una aparición enteramente prodigiosa. Aquí dejamos aparte la
cuestión y solamente vemos la estrella según el significado que tiene para
aquellos sabios. También hubiera podido moverlos a emprender su expedición
otra señal.) Lo que es seguro es que la aparición de la estrella no podía
explicarse de una forma puramente natural, sino que era un suceso prodigioso
(v 9). Una señal es dada por Dios, el Dios de las naciones y del mundo. Lo
principal no son las circunstancias externas de la aparición, sino su
finalidad interna. Pero ¿qué significa la señal para la gente instruida?
Para ésta el país de los judíos es ridículamente pequeño, carece de
importancia desde el punto de vista político, desde hace siglos ya no se
hace sentir por su función independiente dentro del próximo Oriente.
¿Cómo se explica que no les baste un mensaje, una averiguación por medio de
emisarios? ¿Por qué les estimula el deseo de ir a ver y de adorar? La
Sagrada Escritura no contesta a estas preguntas, sino que solamente informa
sobre lo que ha sucedido. Pero el asombro que nos causan estas preguntas,
nos conduce a descubrir el profundo sentido de este relato... Dios no
solamente había elegido a su pueblo sacándolo de la servidumbre de Egipto,
sino que había elegido para sí una ciudad santa: Jerusalén, y había
escogido, por así decir, como domicilio un monte santo: el monte de Sión.
Para el comienzo de la salvación Israel no solamente espera la llegada del
Mesías y el establecimiento del reino davídico, sino mucho más: la bendición
de todas las naciones por medio de Israel. La ciudad y el monte son la sede
y el origen de la salvación, que ha deparado Dios a las naciones. Allí
resplandece la luz, allí se tiene que adorar. El monte-Sión se convierte en
el monte de todos los montes, en el más alto y más santo de todos. En los
últimos días muchos pueblos se ponen en marcha desde los cuatro vientos y
van en romería a Jerusalén, para que Dios les enseñe sus caminos, y anden
por las sendas de Dios (cf. Isa_2:2 s).
Allá van reyes y príncipes de todo el mundo y llevan sus dones a la ciudad
de Jerusalén iluminada por el fulgor de la luz: "Y a tu luz caminarán las
gentes, y los reyes al resplandor de tu claridad naciente. Tiende tu vista
alrededor tuyo, y mira; todos ésos se han congregado para venir a ti;
vendrán de lejos tus hijos, y tus hijas acudirán a ti de todas partes.
Entonces te verás en la abundancia; se asombrará tu corazón, y se
ensanchará, cuando vengan hacia ti los tesoros del mar; cuando a ti afluyan
las riquezas de los pueblos. Te verás inundada de una muchedumbre de
camellos, de dromedarios de Madián y de Efá; todos los sabeos vendrán a
traerte oro e incienso, y publicarán las alabanzas del Señor" (Isa_60:3-6;
cf. Sal_71:10 s). (La peregrinación de los pueblos al fin del tiempo. ¿Tiene
el evangelista esta escena ante su mirada? ¿Ve cumplido el "fin de los
días"? Jesús no vino al mundo en la ciudad real de David, sino en la pequeña
y mucho menos importante ciudad de Belén.
¿Cómo puede explicarse que todos los demás indicios de la expectación
señalen a Belén? ¿Y cómo es posible que el Mesías no nazca en el palacio
real de Herodes, sino en cualquier parte, desconocido e ignorado? ¿Puede ser
este niño el verdadero Mesías? Es difícil responder a estas preguntas. La
respuesta tenía preocupada a la primitiva Iglesia, especialmente entre los
judíos. Hasta que un día el Espíritu Santo también le indicó el camino. Todo
esto también lo atestigua la Escritura. )
El profeta Miqueas nombra y ensalza adrede este pueblo de Belén, que es poco
importante y pequeño, pero que es grande a causa de que de él debe salir el
dominador de Israel. San Mateo ha reproducido con alguna libertad el texto
del profeta Miqueas. El texto original dice así: "Y tú, Belén, Efratá,
pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que ha de ser dominador de
Israel; su origen es desde tiempos remotos, desde días muy antiguos... Y él
permanecerá firme, y apacentará la grey con la fortaleza del Señor. En el
nombre altísimo del Señor Dios suyo, y ellos se establecerán, porque ahora
será glorificado él hasta los últimos términos del mundo. Y él será
paz" (Miq_5:1.3-4). Efratá era una estirpe numéricamente pequeña de Israel,
de la cual procedía David (lSam
17,12). Dios eligió una vez lo que era débil, y volverá a hacerlo en la
consumación del tiempo.
3 Cuando lo oyó el rey Herodes, se sobresaltó, y toda Jerusalén con él. 4 Y
convocando a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, les estuvo
preguntando dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le respondieron: En
Belén de Judea; pues así está escrito por el profeta: 6 y tú, Belén, tierra
de Judá, de ningún modo eres la menor entre las grandes ciudades de Judá;
porque de ti saldrá un jefe que gobernará a mi pueblo Israel. 7 Entonces
Herodes llamó en secreto a los sabios y averiguó cuidadosamente el tiempo
transcurrido desde la aparición de la estrella. 8 y encaminándolos hacia
Belén, les dijo: Id e informaos puntualmente acerca de ese niño; y cuando lo
encontréis, avisadme, para que también yo vaya a adorarlo.
Precisamente Herodes es interrogado acerca del lugar. La pregunta le
estremece, porque ahora ha de temer a un nuevo competidor, y la pregunta
estremece a la ciudad, porque tiembla por el miedo de nuevas medidas de
terror. Puesto que Herodes no sabe el lugar (¿qué sabe de la Escritura el
rey de sangre extranjera y amigo de los paganos?), tiene que convocar un
consejo de personas constituidas en dignidad: sumos sacerdotes y escribas,
para que oficialmente le den respuesta. El lugar, pues, no lo han inventado
los cristianos creyentes ni lo han dispuesto posteriormente. Los judíos e
incluso Herodes tienen que testificar que Belén es la ciudad del Mesías. Por
la mediación de Dios la romería de los sabios no termina en Jerusalén, sino
más allá de la ciudad, en la cercana Belén. ¡Singular providencia! Jerusalén
no es la ciudad de la luz, en la que los pueblos pueden disponer del derecho
y de la salvación. Jerusalén está en pecado, es la ciudad de los asesinos de
los profetas (23,37-39), la ciudad de la desobediencia y de la sublevación,
del desprecio de la voluntad de Dios. El Mesías no viene a Jerusalén, a no
ser para morir en ella. Entonces también sale la luz de esta ciudad, pero de
una forma muy distinta de la que se esperaba.
9 Después de oir al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en
Oriente iba delante de ellos, hasta que vino a pararse encima del lugar
donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, sintieron inmensa alegría. 11 Y
entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre y, postrados en
tierra, lo adoraron; abrieron sus cofres y le ofrecieron regalos: oro,
incienso y mirra. 12 y advertidos en sueños que no volvieran a Herodes,
regresaron a su tierra por otro camino.
Con toda pobreza y estrechez ocurre en Belén algo de la gran promesa: los
hombres doctos encuentran al niño y a María su madre, le presentan su
homenaje y sus valiosos regalos, propios de reyes: oro, incienso y mirra. Su
alegría sobrepasa toda medida: sintieron inmensa alegría, la alegría del
hallazgo, del anhelo cumplido. Es un comienzo, el principio de la adoración
de todos los pueblos en la presencia del único Señor. La luz no sólo brilla
para los judíos; el dominador no solamente "gobernará a mi pueblo Israel"
(v. 6), los gentiles también participan de la luz; antes que los demás,
antes que un solo judío haya logrado la fe. Mientras Herodes se queda
inmovilizado con sombríos pensamientos homicidas, estos gentiles venidos de
Oriente se arrodillan delante del niño.
Se atestigua que en Jesús vino la salvación para todo el mundo. No podía ser
atestiguado de una forma más solemne que mediante este grandioso
acontecimiento. Empieza a llegar el fin de los tiempos. Se presentan las
primeras grandes señales. Herodes no consigue su objetivo. Su intención
hipócrita de ir a adorarlo es desbaratada: con un medio fácil Dios ordena
que regresen por otro camino. Se requiere solamente una indicación, y el mal
queda alejado...
(TRILLING, W., El Evangelio de San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona, 1969)
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Comentario Teológico: San Juan Pablo II . Las distintas Epifanías de Dios
1. El designio salvífico de Dios se manifiesta, durante el período navideño
que estamos viviendo intensamente, con una cadena de festividades litúrgicas
muy idóneas para presentarnos a lo largo de pocos días una amplia visión de
conjunto. De la contemplación del Hijo de Dios, que se hizo Niño por
nosotros en la gruta de Belén, pasamos a través del modelo inalcanzable de
la Sagrada Familia, y así sucesivamente hasta llegar al acontecimiento del
Bautismo del Señor, al comienzo de su vida pública.
La audiencia general de este miércoles cae en medio de dos festividades
características: La Maternidad divina de María, y la Epifanía. Son dos
misterios altamente significativos, que tienen entre ellos una profunda
vinculación, sobre la cual hay que reflexionar.
2. El término "epifanía" significa manifestación: en ella se celebra la
primera manifestación al mundo pagano del Salvador recién nacido.
En la historia de la Iglesia, la Epifanía aparece como una de las fiestas
más antiguas, con vestigios ya en el siglo II, y es vivida como el día
"teofánico" por excelencia, "dies sanctus". En los primeros tiempos, la
celebración estuvo sobre todo vinculada al recuerdo del Bautismo del Señor,
cuando el Padre celestial dio testimonio público de su Hijo en la tierra,
invitando a todos a escuchar su Palabra. Pero muy pronto prevaleció la
visita de los Magos, en los cuales se reconocen los representantes de los
pueblos, llamados a conocer a Cristo desde fuera de la comunidad de Israel.
San Agustín, testigo atento de la tradición eclesial, explica sus razones de
alcance universal afirmando que los Magos, primeros paganos en conocer al
Redentor, merecieron significar la salvación de todas las gentes (cf. Hom.
203). Y así, en el arte cristiano primitivo, la escena fascinante de hombres
doctos, ricos y poderosos, que hablan venido de lejos para arrodillarse ante
el Niño, mereció el honor de ser la más representada de entre los
acontecimientos de la infancia de Jesús.
Más tarde, en la misma festividad, se empezó a celebrar también la teofanía
de las Bodas de Caná, cuando Jesús, al realizar su primer milagro, se
manifestó públicamente como Dios. Muchas son, pues, las epifanías, porque
son varios los caminos por los que Dios se manifiesta a los hombres. Hoy
quiero subrayar cómo una de ellas, más aún, la que es fundamento de todas
las demás, es la Maternidad de María.
3. En la antiquísima profesión de fe, llamada "Símbolo Apostólico", el
cristiano proclama que Jesús nació "de"
la Virgen María. En este artículo del "Credo" están contenidas dos Verdades
esenciales del Evangelio.
La primera es que Dios nació de una Mujer (Gál 4, 4). Él quiso ser
concebido, permanecer nueve meses en el seno de la Madre y nacer de Ella de
modo virginal. Todo esto indica claramente que la Maternidad de María entra
como parte integrante en el misterio de Cristo para el plan divino de
salvación.
La segunda es que la concepción de Jesús en el seno de María sucedió por
obra del Espíritu Santo, es decir, sin colaboración de padre humano. "No
conozco varón" (Lc 1, 34), puntualiza María al enviado del Señor, y el
arcángel le asegura que nada hay imposible para Dios (Lc 1, 37). María es el
único origen humano del Verbo Encarnado.
4. En este contexto dogmático no es difícil ver cómo la Maternidad de María
constituye una epifanía nueva y totalmente característica de Dios en el
mundo.
En efecto, la misma opción de virginidad perpetua que hizo María antes de la
Anunciación, tiene ya un valor "epifánico" como llamada a las realidades
escatológicas, que están más allá de los horizontes de la vida terrena. Pues
esa opción indica una voluntad decidida de consagración total a Dios y a su
amor, capaz por si solo de apagar plenamente las exigencias del corazón
humano. Y el hecho de la concepción del Hijo, que sucede fuera del contexto
de las leyes biológicas naturales, es otra manifestación de la presencia
activa de Dios. Finalmente, el alegre suceso del nacimiento de Jesús
constituye el culmen de la revelación de Dios al mundo en María y por medio
de María.
Es significativo que el Evangelio ponga también a la Virgen en el centro de
la visita de los Magos, cuando dice
que ellos "entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre y,
postrándose, lo adoraron" (Mt 2, 11).
A la luz de la fe, la Maternidad de la Virgen aparece de este modo como
signo elocuente de la divinidad de Jesús, que se hace hombre en el seno de
una Mujer, sin renunciar a la personalidad de Hijo de Dios. Ya los Santos
Padres, como San Juan Damasceno, habían hecho notar que la Maternidad de la
Santa Virgen de Nazaret contiene en sí todo el misterio de la salvación, que
es puro don proveniente de Dios.
María es la Theotokos, como proclamó el Concilio de Éfeso, pues en su seno
virginal se hizo carne el Verbo para revelarse al mundo. Ella es el lugar
privilegiado escogido por Dios para hacerse visiblemente presente entre los
hombres.
Al mirar a la Virgen Santísima estos días de Navidad, cada uno ha de sentir
un interés más vivo en acoger, como Ella, a Cristo en su vida, para
convertirse luego en su portador al mundo. Cada uno ha de esforzarse, dentro
de su familia y en su ambiente de trabajo, por ser una pequeña, pero
luminosa, "epifanía de Cristo".
Este es el deseo que dirijo a todos vosotros, amadísimos, en esta primera
audiencia general del año nuevo. (SAN JUAN PABLO II, Audiencia General
miércoles 4 de enero de 1989)
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Santos Padres: San Juan Crisóstomo - La epifanía del Señor
GRANDE vigilancia necesitamos y muchas oraciones para poder explanar el
presente pasaje de la Sagrada Escritura y llegar a saber quiénes son estos
magos, de dónde, cómo y persuadiéndolos quién han venido y qué clase de
estrella fue la que los movió. Más aún, si os parece comencemos por lo que
afirman los enemigos de la verdad. Hasta tal punto el demonio los inspira,
que les ha puesto la tentación de sacar de este pasaje un argumento contra
la verdad. ¿Qué es lo que dicen? Que en naciendo Cristo apareció la
estrella, lo que demuestra que la astrología es verdadera ciencia.
Pero ¿cómo es que si nació bajo las leyes de la astrología echó abajo la
astrología, acabó con la ciencia del hado, cerró las bocas de los demonios,
disipó el error y apartó toda esa clase de manipulaciones? ¿Cómo se explica
que por esa estrella sepan los magos que Cristo es el rey de los judíos,
siendo así que Jesús dijo a Pilato que su reino no era mundano? Mi reino no
es de este mundo1 Y a la verdad no demostró nada de los reinos de este
mundo: no se rodeó de alabarderos, ni de gente armada de escudos, ni de
caballería, ni de tiros de mulas, ni de otra cosa alguna de ésas; sino que
llevó una vida sencilla y pobre, acompañado de doce hombres, y éstos de los
más despreciados.
Mas, aunque supieran que es rey ¿por qué van a buscarlo? No es que la
astrología estudie el que por las estrellas sean conocidos los que nacen,
sino que, como algunos dicen, ella se ocupa en declarar de antemano lo que a
los niños acontecerá, según la hora y punto en que nacen. Pero los magos, ni
estuvieron presentes cuando la Madre daba a luz al, Niño, ni sabían cuándo
nacería, ni tomando pie de eso predijeron por el movimiento de las estrellas
su suerte futura; sino que, por el contrario, como hubieran visto ya tiempo
antes la estrella brillar en su región, fueron a ver al Niño. Y, otra cosa
que presenta aún mayores dificultades para los astrólogos que lo que
precede, ¿qué fue lo que movió a los magos? ¿En qué esperanza apoyados
llegan de tierras tan distantes para, visitar al rey?
Aun cuando hubiera luego de reinar sobre ellos, ni aun, así había una razón
suficiente. Si hubiera él nacido en un palacio, estando presente el rey su
padre, con razón diría alguno que ellos, para dar gusto al padre adoraron al
Niño, ganándose así la benevolencia regia, mediante ese acto de veneración.
Pero, sabiendo ellos que no sería su rey, sino de gente extraña y muy
apartada de sus tierras y que ni siquiera había llegado a la mayoría de edad
¿por qué emprenden tan larga peregrinación? ¿Por qué le llevan dones? Y más
cuando todo eso tenían que hacerlo exponiéndose a grave peligro. Porque
apenas lo supo Herodes y se turbó; y todo el pueblo se conturbó cuando lo
supo de boca de los magos.
Dirás que los magos no adivinaban lo que sucedería. Esto no parece
razonable. Porque aun cuando hubieran sido los más necios de los hombres, no
podían ignorar que llegándose a una ciudad sujeta a otro rey y con
semejantes nuevas; y tratando de un rey distinto de aquel que entonces
reinaba, evidentemente se expondrían a infinitos peligros.
Además: ¿por qué adoraron a un Niño envuelto en pañales? Porque si a lo
menos el Niño hubiera llegado ya a la mayor edad, podría decirse que los
magos, con la esperanza de que luego los auxiliara, se habían expuesto al
manifiesto peligro; cosa que por otra parte no habría dejado de ser propia
de una extrema, locura: que un persa, un bárbaro que nada de común tenía con
la gente de los judíos, quisiera salir de su país y abandonar su patria, sus
parientes y su casa para ir a sujetarse a otro reino.
Y si esto era locura, mayor locura fue lo que luego se siguió. ¿Qué fue lo
que siguió? Que tras de haber recorrido tan vastos caminos y haber hecho su
adoración, al punto se regresaron, tras de haber levantado tan grande
tumulto, Y ¿qué insignias regias vieron? Un tugurio, un pesebre, un niño en
la cuna, una madre pobre.
¿A quién pues y por qué motivo llevaron sus dones? ¿Existía acaso alguna
ley, había alguna costumbre de que a todo rey que naciera se le llevaran
presentes? ¿Rondaban acaso por todo el orbe de la tierra para adorar antes
de que subieran al trono a cuantos supieran que de humildes y viles
llegarían a reyes? Nadie se atrevería a decirlo. Entonces ¿por qué lo
adoraron? Si fue por lo que ahí vieron ¿qué ventaja podían esperar que
recibirían de un niño y de una pobre madre? Si fue por esperanza de lo
futuro ¿cómo podían saber que un infante adorado en la cuna recordaría
después lo que ellos hubieran hecho? Y si creían que más tarde se lo
recordaría su madre, por tal motivo más que premio merecían castigo, pues
ponían al niño en manifiesto peligro.
En efecto: Herodes, turbado por los procederes de los magos, comenzó a
buscar al niño y a inquirir y a procurar darle muerte. Es un hecho universal
que en todas partes quien a un particular que es aún de tierna edad
abiertamente le predice que será rey, no hace otra cosa que entregarlo a la
muerte o a lo menos levantar contra él infinitas guerras. ¿Observas toda la
cantidad de absurdos que de aquí se deriva en este negocio, si se examina a
la luz de las leyes ordinarias de la vida humana? Ni sólo es esto, sino que
muchas más cosas podrían decirse de las que brotarían dificultades mayores
que las que acabamos de exponer.
Más para no ir concatenándolas, dificultades sobre dificultades, y arrojaros
así a cien oscuridades ¡ea! apresurémonos a dar solución a las ya
propuestas; y tomemos comienzo por la estrella. Si llegamos a conocer de qué
calidad era y si era una de tantas o distinta de las otras, y si realmente
era estrella o sólo una apariencia, entonces fácilmente resolveremos las
demás cuestiones. ¿Cómo lo sabremos? Por la misma Escritura. Paréceme que
puede comprobarse no haber sido una estrella como las otras; más aún, ni
siquiera estrella, sino un espíritu invisible que aparecía como estrella,
desde luego por el camino que sigue. Porque no hay, no existe estrella
alguna que siga semejante camino. El sol, la luna y los demás astros todos,
vemos que van de oriente a occidente, mientras que esta estrella camina de
norte a sur, pues al sur queda Palestina si la consideras desde Persia.
En segundo lugar, lo mismo puede demostrarse por el tiempo. Porque no
aparece de noche, sino en pleno día y en los esplendores del sol, fuerza que
no tiene otra estrella alguna, ni aun la luna misma. Puesto que ésta, aun
superando a los demás astros, en cuanto aparece el brillo del sol, al punto
se esfuma y no se ve su luz. En cambio, la otra estrella superaba con la
fuerza de su brillo aun los rayos solares y sus rayos vencían a éstos. En
tercer lugar, se demuestra porque ella a veces emitía su luz y a veces no.
Pues mientras caminaban los magos hacia Palestina brilló; pero después que
llegaron a Jerusalén, se les ocultó. Y luego, tras de abandonar a Herodes,
una vez que lo hubieron puesto al tanto del motivo de su viaje, se les
apareció de nuevo, al continuar ellos su camino. Cosa es ésta que no dice
con el movimiento de una estrella, sino que es propia de un espíritu dotado
de inteligencia. No teniendo este camino prefijado, marchaba a donde quería,
se detenía cuando se había de detener y todo lo disponía según las
oportunidades, a la manera de aquella columna de nube que mostraba a los
judíos cuándo habían de caminar y levantar el campamento y cuándo habían de
parar y poner el campamento.
En cuarto lugar, se demuestra claramente lo mismo por el modo de lucir. Pues
no estaba enclavada en lo alto de los cielos, ya que de ese modo no hubiera
podido dirigir a los magos, sino que andaba en las regiones inferiores y así
los guiaba en su sendero. Ya sabéis que una estrella no puede señalar un
sitio tan pequeño y determinado como el que ocupa una cabaña, más aún cuando
ésta apenas puede contener el cuerpecito de un niño. De manera que desde las
enormes alturas, no podía un astro indicar al visitante un tan estrecho
lugar. Así podemos observarlo en la luz de la luna. A pesar de que tan
grandemente supera a todas las estrellas, sin embargo parece tan vecina de
todos los habitantes del orbe, diseminados en tan amplias latitudes.
Pregunto, pues: ¿cómo habría señalado un sitio tan estrecho y pequeño como
el de una choza y de un pesebre, una estrella, si no fuera abatiéndose desde
las alturas hasta las regiones inferiores y deteniéndose sobre la cabeza
misma del infante? Que es lo que el evangelista indica cuando dice: He aquí
que la estrella los precedía hasta que llegada encima del lugar en donde
estaba el Niño, se detuvo. ¿Ves con cuán numerosos argumentos se demuestra
que semejante estrella no era una de tantas y que no mostró su luz al modo y
según las leyes de la errónea astrología?
Pero entonces ¿por qué motivo apareció? Para redargüir la necedad de los
judíos y quitarles, como a ingratos, toda ocasión de defensa. Pues venía
Jesús para abrogar todas aquellas antiguas instituciones y reducir al orden
al orbe entero y a un solo culto, y para ser adorado en todas partes, por
mar y tierra, ya desde sus principios abrió la puerta a los gentiles para
enseñar a los suyos mediante el ejemplo de los extraños. Como no prestaban
atención, a pesar de que oían hablar a los profetas de su venida, hizo que
unos bárbaros, llegados de tierras lejanas, les preguntaran por el rey
nacido entre ellos, y por vez primera supieran, por hombres de habla persa,
lo que no habían querido aprender de los profetas. De manera que, si querían
rectamente proceder, tuvieran a la mano una magnífica ocasión para dar su
asentimiento; y si, por el contrario, lo recusaban, quedaran privados de
toda razonable excusa.
¿Qué podrán alegar quienes no recibieron a Cristo, anunciado por tantos
profetas, cuando vean que los magos, por sólo haber contemplado una
estrella, lo recibieron y lo adoraron? Lo que hizo al enviar hacia los
ninivitas a Jonás; lo que hizo con la samaritana y con la cananea, eso mismo
lo obró por medio de los magos. Por eso decía: Se levantarán los ninivitas y
condenarán2, y ahí mismo: Se levantará la reina del Mediodía y condenará a
esta generación. Porque los magos creyeron ante menores maravillas, y éstos
no creen ni ante otras mayores.
Preguntarás: ¿por qué condujo a los magos mediante la vista de la estrella?
Pues ¿de qué otro modo convenía? ¿Les habría de enviar profetas? Los magos
no les habrían dado fe. ¿Les había de hablar desde las alturas? No habrían
hecho caso. ¿Les habría enviado un ángel? Quizá también lo habrían
despreciado. Deja, pues, a un lado todos esos otros medios Dios; y usando de
suma indulgencia, los llama por medios más ordinarios y les muestra una
estrella grande y distinta de las otras, con el objeto de excitar, su
atención con la belleza y la magnitud del astro, y aun por la forma con que
se mueve.
Imitando este modo de proceder, Pablo tomó ocasión de un altar, para
dirigirse a los griegos y disputar con ellos, y les presentó el testimonio
de sus poetas; en cambio, a los judíos, les hablaba recordándoles la
circuncisión; y a quienes vivían bajo la Ley los enseñaba tomando ocasión de
los sacrificios. Puesto que cada cual de mejor gana sigue sus modos
acostumbrados, así procede Dios, lo mismo que los varones por él enviados
para la salvación del mundo. No tengas, pues, por cosa indigna que Dios
llamara a los magos mediante una estrella. Si lo fuera, tú mismo rechazarás
las prescripciones judías, como son los sacrificios, las purificaciones, las
neomenias, el arca y aun el templo mismo: porque todas esas cosas trajeron
su origen de la rudeza de esas gentes. Dios, para salvación de los que
yerran permitió ser venerado con esas prácticas con que los gentiles
adoraban a los demonios, con sólo unos pequeños cambios. Todo con el objeto
de que luego, poco a poco, apartados de sus costumbres, fueran llevados a
más alta perfección.
Exactamente como procedió con los magos al llamarlos mediante el espectáculo
de una estrella, para luego conducirlos a más elevadas alturas. Una vez que
los hubo conducido como de la mano al pesebre, ya no les habló por la
estrella, sino por medio de un ángel con lo que los tomó mejores poco a
poco. Lo mismo había hecho con los ascalonitas y con los de Gaza. Una vez
que aquellas cinco ciudades, con la llegada del arca, fueron heridas con una
plaga, como no encontraran medio alguno para los males que se les echaban
encima, llamaron a los magos; y reunidos todos, consultaron entre sí cómo
podrían apartar aquel azote, que de parte de Dios les había acontecido.
Los adivinos les dijeron ser necesario uncir al arca unas vacas que aún no
hubieran llevado el yugo y que fueran de primer parto y que se las dejara ir
por donde quisieran, sin que nadie llevara; y que por aquí conocerían si la
enfermedad les había venido de Dios o era de casualidad. Porque decían: si
acaso por no acostumbradas quiebran el yugo o se devuelven por causa de los
mugidos de los becerrillos, o porque ignoran el camino, quedará claro que el
azote nos habrá venido por casualidad. Pero si van rectas su camino y no se
desvían ni por los mugidos de sus becerrillos ni por no saber el camino,
entonces fue la mano misma de Dios la que hirió a estas ciudades.
Y por haber los habitantes hecho caso de sus adivinos, Dios, usando de su
benignidad indulgente, se acomodó al parecer de aquellos adivinos y no tuvo
por ajeno de su majestad sacar verdadero el juicio de los adivinos y hacer
que los demás creyeran lo que ellos les decían. Pues parecía mayor milagro
el que los mismos enemigos testificaran el poder de Dios y sus maestros y
doctores le dieran el voto favorable. Vemos además que en otros muchos casos
Dios ha procedido lo mismo. Así en lo referente a las profecías de la
pitonisa, procedió en igual forma, como podéis vosotros mismos explicároslo
conforme a lo que ya tengo dicho. Porque nosotros hemos dicho lo que precede
acerca de la estrella, pero vosotros podéis añadir muchas otras
consideraciones ade- más. Pues dice el proverbio: Da ocasi��n al sabio y se
hará más sabio3.
Debemos ahora volver al principio del pasaje leído. ¿Cómo empieza? Nacido,
pues, Jesús en Belén de Judá, en los días del rey Herodes, llegaron del
Oriente a Jerusalén unos magos. Los magos siguieron a la estrella como a su
guía, mientras que los judíos no dieron crédito a los profetas que
anunciaban al Mesías. Mas ¿por qué el evangelista nos indica el tiempo y el
lugar? Pues dice: En Belén y en los días del rey Herodes. ¿Por qué añadió
eso de la dignidad real? Lo añadió porque hubo otro Herodes, el que asesinó
a Juan Bautista. Pero éste era tetrarca; el otro era rey. Y pone el tiempo y
el sitio, para traernos a la memoria las antiguas profecías. Una de Miqueas
que dijo: Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre
los príncipes de Judá4. Otra del patriarca Jacob, quien nos señaló el tiempo
y juntamente nos dio una gran señal de la venida de Cristo. Porque dice: No
faltará de Judá el cetro ni jefe salido de sus entrañas, hasta que venga
aquel cuyo es. A él darán obediencia todos los pueblos5.
Pero también hay que investigar cuál fue el motivo de que los magos tuvieran
tales pensamientos y quién los movió a ponerlos por obra. Porque yo creo que
no puede ser todo esto atribuido a sola la estrella, sino a Dios, que excitó
sus ánimos. Lo mismo que hizo con Ciro cuando lo movió a dejar libres a los
judíos. Ni hizo...esto en forma tal que los privara de su libre albedrío.
Así cuando de lo alto llamó a Pablo, puso de manifiesto tanto su gracia como
la obediencia del futuro apóstol.
Preguntarás: ¿por qué mejor no hizo lo mismo con todas las gentes y les
reveló el significado de la estrella? Porque no todos le darían crédito.
Aparte de que los magos estaban mejor preparados. Del mismo modo, cuando
gran cantidad de pueblos perecía, sólo a los ninivitas fue enviado Jonás. Y
dos ladrones estaban puestos en la cruz, pero sólo uno alcanzó la salvación.
Pondera, pues, la virtud de los magos, no porque acudieran al llamamiento,
sino por la confianza y sencillez con que procedieron. Pues para no parecer
que iban enviados con engaño, declaran quién los ha guiado y lo largo del
camino y manifiestan al hablar una plena seguridad. Porque dicen: Venimos
para adorarlo. Y no temen ni los furores del pueblo ni el poder del rey. Por
esto creo yo que allá en su país eran doctores y maestros de los suyos.
Quienes acá no dudaron en declarar a qué venían, sin duda que en su patria
debieron hablar del asunto con la misma libertad una vez vueltos allá, tras
de haber escuchado el oráculo del ángel y haber oído el testimonio del
profeta, por los judíos invocado.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías (II) Comentario al Evangelio de San Mateo,
primera parte, homilía VI,
1 Jn 18, 36
2 Mt 12, 41
3 Pr 9, 9
4 Mi 5, 2
5 Gn 49, 10
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Aplicación: P. Lic. José A. Marcone, IVE - Manifestación de la divinidad de
Cristo(Mt 2,1-12)
Introducción
La palabra 'epifanía' proviene de la palabra griega epipháneia. Esta palabra
está formada por el verbo griego phaíno y la preposición epí. El verbo
phaíno significa 'hacer resplandecer', 'volver visible algo', 'sacar a la
luz', 'hacer aparecer'6. La preposición epí significa 'sobre'. Por lo tanto,
la palabra griega epipháneia, en el griego clásico, significa 'el mostrarse
o el aparecer de lo alto o el aparecer desde afuera'7. De esta primera
acepción brotan otras significaciones: 'el esplendor', 'la gloria', 'el
honor'8. También significa 'el simple aparecer', 'la aparición',
"especialmente hablando de apariciones de la divinidad que lleva socorro a
los hombres, o hablando del poder y de la providencia divina, que se hace
manifiesta en sucesos extraordinarios"9. Por esta razón, creemos que la
palabra castellana que mejor traduce la palabra griega epipháneia es
'manifestación'.
En el NT esta palabra aparece cinco veces; las cinco veces aplicada a
Jesucristo. El significado de la palabra epipháneia en el NT se ajusta
perfectamente al significado de esta palabra en el griego clásico. Las dos
citas más importantes son, en orden de importancia, Tit 2,13 y 2Tes 2,8. En
Tit 2,13 se dice: "Aguardando la feliz esperanza y la Manifestación
(epipháneia) de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo"10.
Con toda claridad se expresa que Jesucristo es Dios, y hace referencia a la
'epifanía' final, cuando venga por segunda vez. En 2Tes 2,8, hablando del
Anticristo, se dice: "El Señor lo matará con el espíritu de su boca y lo
destruirá con la epifanía de su presencia (tê epiphaneía tês parousías
autoû)". Resplandece la divinidad de Cristo y aniquila al Anticristo11.
En lo que acabamos de decir está el núcleo de la solemnidad que celebramos
hoy. Esta solemnidad de la Epifanía es la solemnidad donde vemos
resplandecer, brillar, aparecer la manifestación de la divinidad de Cristo.
Por eso se llama solemnidad de la Epifanía 'del Señor'. Luego de haberlo
visto nacer como hombre mortal, pobre y humilde, hoy necesitamos un misterio
que nos haga aparecer lo que no vemos: su divinidad. Por eso dice el
Directorio Homilético: "La Navidad, iniciada el 25 de diciembre, alcanza
ahora su ápice en el día de la Epifanía"12.
La solemnidad de la Epifanía, es decir, la solemnidad de la manifestación de
la divinidad de Cristo, tiene una triple dimensión, porque son tres los
acontecimientos de la vida de Cristo donde, con más evidencia, se manifiesta
su divinidad: la visita de los Magos, el Bautismo de Cristo y el milagro en
las bodas de Caná13. La Iglesia lo ha confirmado en la celebración de la
Liturgia de las Horas cuando, en la antífona del cántico evangélico de las
II Vísperas de la solemnidad de la Epifanía, dice: "Veneramos este día
santo, honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al
pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo
fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos"14.
El Bautismo del Señor tiene una fiesta especial el primer domingo del Tiempo
Ordinario, y el evangelio de las Bodas de Caná se lee el segundo domingo del
Tiempo Ordinario durante el Ciclo C. Por esta razón, en la solemnidad de hoy
se lee el evangelio de los Magos, que se adapta mucho mejor al tiempo de
Navidad que todavía estamos viviendo.
1. El relato de los Reyes Magos: realidad histórica
El evangelio de los Magos ha sido uno de los más combatido por el
racionalismo bíblico. El exponente más virulento de esta corriente que niega
la veracidad histórica de lo que se narra en el evangelio de San Mateo es un
tal Ariel Álvarez Valdés, tristemente famoso por no dejar títere con cabeza
y haber intentado quitar a los evangelios todo sustento histórico. Citamos
algunas de sus frases: "Pero ¿es posible que el episodio de los Magos sea
verídico, y que estos personajes se presentaran realmente en Belén cuando
nació Jesús? Si analizamos el relato a la luz de las noticias históricas y
científicas que tenemos, más bien parecería que no. (…) Por eso, actualmente
los estudiosos de la Biblia prefieren pensar que el episodio de los Reyes
Magos, así como está en el Evangelio, no sucedió realmente. (…) ¿Por qué,
entonces, Mateo lo incluyó entre los sucesos de la infancia de Jesús? (…)
Mateo no conocía demasiados detalles de la infancia de Jesús. Sí conocía al
Jesús adulto, pero no al Jesús niño. Entonces decidió contar los distintos
episodios de la infancia del Señor basándose en la vida de los personajes
del Antiguo Testamento"15. O sea que, en pocas palabras, según Álvarez
Valdés, Mateo inventó un cuentito16.
Respecto a esto dice el P. Castellani: "Y no digamos nada de otros
intérpretes supermodernos, víctimas de la confusión actual, que dicen que
esta historia de los Reyes Magos, es un cuento, una novelita, un 'midrash'.
De esto no hablaré: la única respuesta que hay que dar es la que di la
primera vez que la oí, a (…) un estudiante de Lovaina (Bélgica) que me dijo:
'Hay que suprimir de San Mateo esta historieta de la Adoración de los Magos
al Niño Jesús' - ¿Por qué? - Porque es un midrash - Bueno, -le dije- por la
misma plata pueden suprimir también al Niño'. En efecto, si esa perícopa del
Evangelio puede ser falsa, entonces todo el evangelio es dudoso"17.
Pero la Iglesia, haciendo uso de su Magisterio infalible y definitivo, ya se
había pronunciado sobre esta cuestión mucho tiempo antes. Ella dice: "Las
opiniones de aquellos que dudan de la autenticidad histórica de los dos
primeros capítulos del evangelio de San Mateo, en los cuales se narra la
genealogía y la infancia de Cristo, están destituidas de sólido
fundamento"18.
2. El sentido fundamental de la solemnidad de la Epifanía
El sentido fundamental de la solemnidad de hoy se encuentra en el verbo
griego proskynéo, que significa 'adorar'. Tres veces se repite este verbo en
el corto lapso de 12 versículos. La primera vez lo pronuncian los Magos,
expresando que la finalidad principal de su larguísimo viaje es 'adorar'
(verbo proskynéo) al Rey que ha nacido (Mt 2,2). La segunda vez lo pronuncia
el rey Herodes, quien, hipócritamente, dice a los Magos que también él
quiere 'adorar' (proskynéo) al Rey que ha nacido (Mt 2,8). La tercera vez lo
escribe Mateo para expresar la acción que realizan los Magos al ver al Niño:
"Postrándose, lo adoraron (proskynéo)" (Mt 2,11).
No cabe ninguna duda que el verbo proskynéo en el NT significa 'adorar a
Dios'. El significado primario del verbo proskynéo es 'adorar'19. San Juan
usa este verbo diez veces, las diez veces con el sentido de 'adorar'. El
paso más impresionante es el de Jn 4,20-23, en la conversación con la
samaritana, donde el uso del verbo no admite de ninguna manera la
posibilidad de que se trate de una simple postración de respeto. La
concentración del verbo proskynéo en Jn 4,20-23 (ocho veces en cuatro
versículos) y el significado indubitable que tiene en esos versículos de Jn
4 debería bastar para convencerse que el sentido primario de proskynéo es
'adorar'.
En el caso de los Magos, la adoración al Niño Dios (Mt 2,11) se ve reforzada
por otras dos acciones que detalla el evangelio. La primera: 'postrándose lo
adoraron'. No solamente lo adoran en el interior de su inteligencia y
voluntad, sino que realizan un acto corporal de adoración. La segunda: 'le
ofrecieron dones' (Mt 2,11). Respecto a esto dice Santo Tomás: "Se puede
notar la reverencia con la que obsequiaron al Niño (…). Esta reverencia se
manifestó adorándolo y ofreciendo (…). Por eso dice: 'Postrándose lo
adoraron', es decir, lo adoraron como Dios que está escondido en el hombre
(…). Así, ofreciendo, manifestaron también su reverencia. Por eso dice el
evangelio: 'Abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, incienso y
mirra'. Pues era costumbre entre los persas el adorar siempre ofreciendo
dones"20.
El Leccionario en uso en Argentina, que asumió sin más la traducción de los
argentinos Levoratti y Trusso, comete un error muy serio al traducir el
proskýnesan del v. 11 como 'le rindieron homenaje'. Se puede 'rendir
homenaje' a un puro hombre. Pero 'adorar' es para sólo Dios. Este error se
ve agravado por un defecto de incongruencia. En efecto, en el v. 2, cuando
el verbo proskynéo está en boca de los Magos, el Leccionario traduce como
'adorar'. Y el mismo verbo en la hipócrita boca de Herodes ya lo traducen
como 'rendir homenaje'. De esta manera el Leccionario en uso en Argentina ha
privado a un pueblo entero del núcleo de la solemnidad de la Epifanía. Si al
niño solo se le 'rinde homenaje' no hay ninguna divinidad que se manifieste
por sobre la humanidad, es decir, no hay ninguna 'epifanía'. Y a la palabra
'niño', entonces, escribámosla con minúscula y no le agreguemos al final la
palabra 'Dios'.
Además, uno de los dones ofrecidos por los Magos está indicando directamente
la divinidad de Cristo: el incienso. El incienso, que se consume totalmente
por el fuego y exhala un humo aromático que sube hacia el cielo, siempre fue
en muchas culturas, el símbolo de la adoración a Dios. El hombre, al igual
que el incienso, quemándose, se somete totalmente a Dios y eleva hacia él
sus oraciones. En el AT hay una orden clarísima de Yahveh acerca del
incienso como elemento esencial en el culto a Dios. Dice el libro del Éxodo:
"Dijo Yahveh a Moisés: 'Procúrate aromas: estacte, uña aromática, gálbano,
especias aromáticas e incienso puro, en cantidades
iguales, y con ellos prepararás el incienso perfumado, compuesto según el
arte de la perfumería, salado, puro, santo. Parte de él lo pulverizarás y lo
pondrás delante del testimonio, en la tienda del encuentro, donde me
entrevistaré contigo. Será para vosotros cosa sacratísima. No os haréis para
vuestro uso personal un perfume de la misma calidad. Será para vosotros cosa
consagrada a Yahveh. Cualquiera que hiciere algo parecido con el fin de
aspirar su aroma será exterminado de en medio de su pueblo'" (Éx 30,34-38).
Por eso dice el Directorio Homilético: "El homileta haría bien recordando a
los fieles que (…) ofrezcan a Jesús (…) el incienso de su fe, con el que lo
reconocen como el Dios-con-nosotros"21.
El don de la mirra significa que los Magos creyeron que la humanidad del
Niño Dios que adoraron era una humanidad real y verdadera y, por lo tanto,
mortal. En efecto, dice Santo Tomás: "Los tres dones se pueden referir a la
fe. (…) La mirra hace referencia a la mortalidad del hombre"22. La
interpretación de la mirra como una referencia explícita a su humanidad
mortal corresponde al sentido literal del evangelio de hoy, ya que la mirra
es mencionada explícitamente como sustancia para ungir el cuerpo muerto de
Jesús (Lc 23,56; Jn 19,39). En Lucas son las mujeres las que preparan la
mirra; en Juan es Nicodemo el que lleva una gran cantidad de mirra. De esta
manera tenemos también una referencia a la Redención que realizará
Jesucristo con su muerte en cruz23.
3. El peligro y la alegría de adorar a Cristo
El peligro. Adorar a Cristo no es un juego de niños ni hacer con las palmas
de las manos 'tortitas de manteca'. Que lo digan los mártires. Y que lo
digan los Reyes Magos. Respecto a Mt 2,2, donde los Magos expresan su deseo
de adorar al Rey de los judíos que ha nacido, dice Santo Tomás: "Aquí hay
que hacerse una pregunta. ¿Cómo es que los Magos, sabiendo que Jerusalén ya
tenía un rey, dicen estas cosas? Porque todo aquel que profesa que hay un
rey en una ciudad que ya tiene rey, se expone a un peligro de muerte. Pero
ciertamente que esto lo hacían por el celo de su fe. De esto puede verse que
en ellos ya se anticipaba aquella fe intrépida de la que hablaría el Señor:
'No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma' (Mt
10,28)"24.
La alegría. La frase con la que el evangelista Mateo describe la alegría de
los Magos al encontrar al Niño y al adorarlo no tiene parangón en toda la
Sagrada Escritura. Podría haber dicho, simplemente, en el lenguaje siempre
parco de la Sagrada Escritura: "Se alegraron" (ejáresan). O, a lo sumo, algo
que ya hubiera sido notable en la sobriedad de los evangelistas: "Se
alegraron mucho" (ejáresan sfódra). Pero no. Le agrega dos palabras más que,
en el conjunto de la frase y con una traducción literal sonaría así: "Se
alegraron con una alegría enormemente grande" (Mt 2,10). En griego dice
literalmente: 'Se alegraron' (ejáresan), 'con una alegría' (jaràn) 'grande'
(megálen) 'enormemente' (sfódra)25.
Santo Tomás desmenuza detalladamente esta alegría, que es una hermosa
consecuencia de la contemplación del Niño y la adoración que le sigue. En el
ejáresan ('se alegraron' o 'se gozaron'), Santo Tomás ve la causa de la
alegría o el gozo. Esa causa es la recuperación de la esperanza, que ya
estaban perdiendo ante las dificultades para encontrar al Niño. En el jarán
('con alegría o gozo'), Santo Tomás ve la cualidad de esa alegría o ese
gozo: se trata de algo absolutamente sobrenatural y que no tiene ninguna
mezcla de alegría mundana. En el megálen ('grande'), Santo Tomás ve el
contenido de la alegría: las cosas grandes acerca de Dios que están viendo.
Esas cosas grandes son: la Encarnación y la revelación de un Dios muy
misericordioso. En el sfódra ('enormemente'), Santo Tomás ve la intensidad
del gozo; por lo tanto, el sfódra, según esto, podría traducirse como
'intensamente'; se trata de una alegría y un gozo muy intensos26.
Conclusión
"El homileta tiene la función de exhortar a los fieles para dejar atrás los
modos indolentes y las visiones poco abiertas a la esperanza. "Levanta la
vista entorno, mira: todos esos se han reunido, vienen a ti". Es decir, a
los cristianos se les ha dado todo lo que el mundo entero busca"27.
"Los Magos nos sirven de ejemplo en el modo de acercarnos al Niño. 'Vieron
al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron'. Hemos
entrado en la Sagrada Liturgia para hacer lo mismo. El homileta haría bien
recordando a los fieles que, al acercarse a la comunión en el día de la
Epifanía, tendrían que pensar que ellos mismos han llegado al lugar, y que
están delante de la persona hacia la que la estrella y las Escrituras les
han conducido. Y por tanto, que ofrezcan a Jesús el oro de su amor, el uno
por el otro, el incienso de su fe, con el que lo reconocen como el
Dios-con-nosotros, y la mirra, que expresa su voluntad de morir al pecado y
ser sepultados con Él para resucitar a la vida eterna. E incluso, como los
Magos, sentirnos exhortados a volver a casa siguiendo otro camino. Que
puedan olvidarse de Herodes, malvado impostor, y de todo lo que les ha
pedido que hicieran. (…)
"El homileta podría aún animarlos, como hizo san León hace tantos siglos, a
que imiten la función de la estrella. Como la estrella, gracias a su fulgor,
llevó a los gentiles a Cristo, del mismo modo, esta asamblea, con el
esplendor de la fe, de la alabanza y de las buenas obras, debe resplandecer
en este mundo de tinieblas como un astro luminoso"28.
Le pedimos estas gracias a la Santísima Virgen.
Notas
6 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Dizionario Greco - Italiano - Greco, Fratelli
Melita Editori, La Spezia, 1990, p. 918.
7 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Idem, p. 332.
8 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Ibidem.
9 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Ibidem.
10 Este texto de Tit 2,13 lo repite el sacerdote siempre en la Santa Misa,
en la oración (llamada 'embolismo') que sigue al Padre Nuestro, dentro ya
del Rito de la Comunión. En castellano decimos: 'Mientras esperamos la
gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo'. La palabra 'venida' traduce la
palabra griega epipháneia. En castellano decimos 'venida' porque el Misal
castellano es una traducción del Misal Romano en latín y en este Misal la
cita aparece según la Vulgata, la cual traduce la epipháneia de Tit 2,13
como adventum, es decir, 'venida'. En el Misal en latín, entonces, se dice:
"Exspectántes beátam spem et adventum Salvatóris nostri Iesu Christi". En la
Vulgata, Tit 2,13 dice: "Expectantes beatam spem et adventum (epipháneia)
gloriae magni Dei et salvatoris nostri Iesu Christi". En el Misal se ha
omitido la frase 'magni Dei', es decir, 'gran Dios'.
11 Los otros tres lugares del NT donde aparece la palabra epipháneia son
1Tim 6,14; 2Tim 1,10; 2Tim 4,1.
12 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Directorio Homilético, 2014, nº 125.
13 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Directorio Homilético, 2014, nº 124.
14 En la antífona del cántico evangélico de Laudes se dice: "Hoy la Iglesia
se ha unido a su celestial Esposo, porque, en el Jordán, Cristo ha lavado
los pecados de ella, los magos acuden con regalos a las bodas del Rey y los
invitados se alegran por el agua convertida en vino". La razón por la cual
el Bautismo del Señor y las Bodas de Caná también son 'epifanías' es que, en
el Bautismo (Mt 3,13-17), aparece el Espíritu Santo en forma de paloma y se
oye la voz del Padre. Hay una manifestación, una epipháneia de la Trinidad
completa. En las Bodas de Caná (Jn 2,1-11), todo el relato culmina con la
siguiente frase: "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos
(= milagros). Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn
2,11). La 'gloria' que manifiesta Jesús es su divinidad.
15 ÁLVAREZ VALDÉS, A., ¿Existieron los Reyes Magos? Los extraños visitantes,
en REVISTA FAMILIA CRISTIANA, Editorial San Pablo, Buenos Aires, 2004;
cursiva nuestra.
16 Para colmar el cúmulo de sus desaciertos, Álvarez Valdez le da una
interpretación torcida al sentido moral que tiene este
evangelio. Para él, la 'historieta' de San Mateo significa que, así como los
Magos, que eran paganos, son admitidos en la Iglesia, así también deben ser
admitidos a la comunión eucarística los divorciados vueltos a casar. Éstas
son sus palabras: "Hoy en día, en que algunas categorías de personas
(divorciados, matrimonios irregulares, alcohólicos, drogadictos, enfermos de
sida, madres solteras, desvalidos), por uno u otro motivo no encuentran
lugar en la Iglesia, y hasta son excluidas en nombre del mismo Dios, los Rey
es Magos lejos de constituir una historia feliz y romántica para contar a
los niños, representan la advertencia divina de que el Sol sale para todos;
y que nadie debe quedar afuera de la salvación de Dios" (ÁLVAREZ VALDÉS, A.,
Ibidem).
17 CASTELLANI, L., Domingueras prédicas, Ediciones JAUJA, Mendoza, 1997, p.
17; cursiva del autor
18 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Respuestas acerca del autor, el tiempo de la
composición y la verdad histórica del Evangelio según San Mateo, Respuesta
nº VII, Roma, 19 de junio de 1911; en ENCHIRIDION BIBLICUM, Documenti della
Chiesa sulla Sacra Scrittura, Edizione bilingue latino - italiano, Edizioni
Dehoniane Bologna, Bologna, 1993, nº 389, p. 343; traducción nuestra. Hasta
1971 la Pontifica Comisión Bíblica fue un órgano del Magisterio infalible y
definitivo de la Iglesia (cf. VANHOYE, A., Passé et présent de la Commission
Biblique, en GREGORIANUM, 74, 2 (1993) 261 - 275).
19 Cf. LOUW - NIDA, Greek - English Lexicon of the NT; MOULTON - MILLIGAN,
Vocabulary of the Greek New Testament; TUGGY, VINE y SWANSON, en Multiléxico
del NT, nº 4352.
20 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 2,
lectio 3; traducción nuestra.
21 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Idem, nº 130.
22 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra.
23 El oro significa la dignidad real, es decir, el ser Mesías. La primera
definición que los Magos dan del niño es que es 'rey' (Mt 2,2). Y ésta será
la causa de la turbación de Herodes y de la población de Jerusalén (Mt 2,3).
Pero es claro que tanto Herodes como el pueblo interpretaron la palabra
'rey' pronunciada por los Magos como sinónimo de 'Mesías'. Por eso es que
Herodes hace una amplia convocación (sumos sacerdotes, escribas y pueblo)
para investigar dónde debía nacer el Mesías (Mt 2,4). El oro que los Magos
ofrecen al Niño significa que lo reconocen como Mesías-Rey. Por eso dice
Santo Tomás: "Si tomamos los dones ofrecidos en cuanto a la fe que
manifiestan, hay que considerar en primer lugar en cuanto a aquellas cosas
que hay en Cristo. Y la primera, su dignidad real (…); y por eso en tributo
ofrecieron oro". (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
24 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Idem, caput 2, lectio 1; traducción nuestra.
25 No es fácil traducir el sfódra porque tiene matices muy intensos. Sfódra
(adverbio): "Violento, vehementemente, mucho en alto
grado, grandemente, sobremanera" (STRONG). "Excesivo, violento (de una raíz
que indica agitación). Significa mucho, muchísimo, y se traduce 'en gran
manera'" (VINE). "Extremadamente, enormemente" (SWANSON) (Multiléxico del
NT, nº 4970). No aciertan los traductores Levoratti y Trusso al traducir
toda la frase simplemente: "Se llenaron de alegría". Yo diría: es lógico.
Porque si no entendieron que la acción principal de los Magos fue adorar al
Niño tampoco encontrarán una razón para una alegría tan enormemente grande.
La Biblia de Jerusalén se acerca más al original cuando traduce: "Se
llenaron de inmensa alegría".
26 Las palabras textuales de Santo Tomás so: "El evangelista dice, en primer
lugar, 'se alegraron'. 'Se alegraron' a causa de la esperanza, que habían
recuperado. En efecto, temían perder lo que esperaban, porque habían venido
de lugares lejanísimos. (…) Luego, en segundo lugar, agrega: 'con alegría'.
Dice esto porque algunos se alegran, cuando en realidad no se alegran,
porque la alegría humana no es la perfecta alegría (…). En cambio, el
verdadero y perfecto gozo está en las cosas de Dios. Como dice el profeta
Isaías: 'Alegrándome, me alegraré en el Señor, y mi alma exultará en mi
Dios' (Is 61,10). En tercer lugar, añade 'grande', porque éstos, los Magos,
ahora ya conocían cosas grandes acerca Dios, porque conocían al Dios
encarnado y que era muy misericordioso. (…). En cuarto lugar, añade 'mucho',
porque intensamente se alegraban, pues habían recuperado lo que habían
perdido, como sucedió con aquella mujer de la parábola que encontró la
moneda: 'Habrá alegría entre los ángeles de Dios' (Lc 15,10)". (SANCTI TOMAE
DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
27 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Idem, nº 129.
28 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Idem, nº 130.
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Aplicación: Papa Francisco - La epifanía del Señor
"¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su
estrella y hemos venido a adorarlo" (Mt
2, 2).
Con estas palabras, los magos, venidos de tierras lejanas, nos dan a conocer
el motivo de su larga travesía: adorar al rey recién nacido. Ver y adorar,
dos acciones que se destacan en el relato evangélico: vimos una estrella y
queremos adorar.
Estos hombres vieron una estrella que los puso en movimiento. El
descubrimiento de algo inusual que sucedió en el cielo logró desencadenar un
sinfín de acontecimientos. No era una estrella que brilló de manera
exclusiva para ellos, ni tampoco tenían un ADN especial para descubrirla.
Como bien supo decir un padre de la Iglesia,
"los magos no se pusieron en camino porque hubieran visto la estrella, sino
que vieron la estrella porque se habían puesto en camino" (cf. San Juan
Crisóstomo). Tenían el corazón abierto al horizonte y lograron ver lo que el
cielo les mostraba porque había en ellos una inquietud que los empujaba:
estaban abiertos a una novedad.
Los magos, de este modo, expresan el retrato del hombre creyente, del hombre
que tiene nostalgia de Dios; del que añora su casa, la patria celeste.
Reflejan la imagen de todos los hombres que en su vida no han dejado que se
les anestesie el corazón.
La santa nostalgia de Dios brota en el corazón creyente pues sabe que el
Evangelio no es un acontecimiento del pasado sino del presente. La santa
nostalgia de Dios nos permite tener los ojos abiertos frente a todos los
intentos reductivos y empobrecedores de la vida. La santa nostalgia de Dios
es la memoria creyente que se rebela frente a tantos profetas de desventura.
Esa nostalgia es la que mantiene viva la esperanza de la comunidad creyente
la cual, semana a semana, implora diciendo: "Ven, Señor Jesús".
Precisamente esta nostalgia fue la que empujó al anciano Simeón a ir todos
los días al templo, con la certeza de saber que su vida no terminaría sin
poder acunar al Salvador. Fue esta nostalgia la que empujó al hijo pródigo a
salir de una actitud de derrota y buscar los brazos de su padre. Fue esta
nostalgia la que el pastor sintió en su corazón cuando dejó a las noventa y
nueve ovejas en busca de la que estaba perdida, y fue también la que
experimentó María Magdalena la mañana del domingo para salir corriendo al
sepulcro y encontrar a su Maestro resucitado. La nostalgia de Dios nos saca
de nuestros encierros deterministas, esos que nos llevan a pensar que nada
puede cambiar. La nostalgia de Dios es la actitud que rompe aburridos
conformismos e impulsa a comprometerse por ese cambio que anhelamos y
necesitamos.
La nostalgia de Dios tiene su raíz en el pasado pero no se queda allí: va en
busca del futuro. Al igual que los magos, el creyente "nostalgioso" busca a
Dios, empujado por su fe, en los lugares más recónditos de la historia,
porque sabe en su corazón que allí lo espera el Señor. Va a la periferia, a
la frontera, a los sitios no evangelizados para poder encontrarse con su
Señor; y lejos de hacerlo con una postura de superioridad lo hace como un
mendicante que no puede ignorar los ojos de aquel para el cual la Buena
Nueva es todavía un terreno a explorar.
Como actitud contrapuesta, en el palacio de Herodes ?que distaba muy pocos
kilómetros de Belén?, no se habían percatado de lo que estaba sucediendo.
Mientras los magos caminaban, Jerusalén dormía. Dormía de la mano de un
Herodes quien lejos de estar en búsqueda también dormía. Dormía bajo la
anestesia de una conciencia cauterizada. Y quedó desconcertado. Tuvo miedo.
Es el desconcierto que, frente a la novedad que revoluciona la historia, se
encierra en sí mismo, en sus logros, en sus saberes, en sus éxitos. El
desconcierto de quien está sentado sobre la riqueza sin lograr ver más allá.
Un desconcierto que brota del corazón de quién quiere controlar todo y a
todos. Es el desconcierto del que está inmerso en la cultura del ganar
cueste lo que cueste; en esa cultura que sólo tiene espacio para los
"vencedores" y al precio que sea. Un desconcierto que nace del miedo y del
temor ante lo que nos cuestiona y pone en riesgo nuestras seguridades y
verdades, nuestras formas de aferrarnos al mundo y a la vida. Y Herodes tuvo
miedo, y ese miedo lo condujo a buscar seguridad en el crimen: "Necas
parvulos corpore, quia te necat timor in corde" (San Quodvultdeus, Sermo 2
sobre el símbolo: PL, 40, 655). Matas los niños en el cuerpo porque a ti el
miedo te mata el corazón.
Queremos adorar. Los hombres de Oriente fueron a adorar, y fueron a hacerlo
al lugar propio de un rey: el Palacio. Y esto es importante, allí llegaron
ellos con su búsqueda, era el lugar indicado: pues es propio de un rey nacer
en un palacio, y tener su corte y súbditos. Es signo de poder, de éxito, de
vida lograda. Y es de esperar que el rey sea venerado, temido y adulado, sí;
pero no necesariamente amado. Esos son los esquemas mundanos, los pequeños
ídolos a los que le rendimos culto: el culto al poder, a la apariencia y a
la superioridad. Ídolos que solo prometen tristeza, esclavitud, miedo.
Y fue precisamente ahí donde comenzó el camino más largo que tuvieron que
andar esos hombres venidos de lejos. Ahí comenzó la osadía más difícil y
complicada. Descubrir que lo que ellos buscaban no estaba en el palacio sino
que se encontraba en otro lugar, no sólo geográfico sino existencial. Allí
no veían la estrella que los conducía a descubrir un Dios que quiere ser
amado, y eso sólo es posible bajo el signo de la libertad y no de la
tiranía; descubrir que la mirada de este Rey desconocido ?pero deseado? no
humilla, no esclaviza, no encierra. Descubrir que la mirada de Dios levanta,
perdona, sana. Descubrir que Dios ha querido nacer allí donde no lo
esperamos, donde quizá no lo queremos. O donde tantas veces lo negamos.
Descubrir que en la mirada de Dios hay espacio para los heridos, los
cansados, los maltratados, abandonados: que su fuerza y su poder se llama
misericordia. Qué lejos se encuentra, para algunos, Jerusalén de Belén.
Herodes no puede adorar porque no quiso y no pudo cambiar su mirada. No
quiso dejar de rendirse culto a sí mismo creyendo que todo comenzaba y
terminaba con él. No pudo adorar porque buscaba que lo adorasen. Los
sacerdotes tampoco pudieron adorar porque sabían mucho, conocían las
profecías, pero no estaban dispuestos ni a caminar ni a cambiar.
Los magos sintieron nostalgia, no querían más de lo mismo. Estaban
acostumbrados, habituados y cansados de los Herodes de su tiempo. Pero allí,
en Belén, había promesa de novedad, había promesa de gratuidad. Allí estaba
sucediendo algo nuevo. Los magos pudieron adorar porque se animaron a
caminar y postrándose ante el pequeño, postrándose ante el pobre,
postrándose ante el indefenso, postrándose ante el extraño y desconocido
Niño de Belén, allí descubrieron la Gloria de Dios.
(PAPA FRANCISCO, Homilía en la Santa Misa en la Solemnidad de la Epifanía
del Señor, Capilla Papal, viernes 6 de enero de 2017)
(cortesía iveargentina.org)