Preparemos la Fiesta:
Las Lecturas de la 3 Misas
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas de lA solemnidad
MISA DE MEDIANOCHE
Lectura del libro de Isaías 9, 1-6
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan
en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría
por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de
su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque
las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán
presa de las llamas, pasto del fuego.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa
sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios
fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz». Su soberanía será grande, y
habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo
establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para
siempre.
El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial 95, 1-3. 11-13
R. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14
La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha
manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos,
para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras
aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro
gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de
librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido
y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.
Aleluya Lc. 2, 10-11
Aleluya.
Les traigo una buena noticia, una gran alegría:
hoy les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 1-14
Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un
censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino
gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de
Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse
con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María
dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños
durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria
del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el
Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un
Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: « ¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra paz a los hombres amados por Él!»
Palabra del Señor.
Misa de la Aurora
Primera lectura
Is 62, 11-12
Escuchen lo que el Señor hace oír
hasta el último rincón de la tierra:
"Digan a la hija de Sión: Mira que ya llega tu salvación.
El premio de su victoria le acompaña y su recompensa le precede.
Tus hijos serán llamados 'Pueblo santo', 'Redimidos del Señor',
y a ti te llamarán 'Ciudad deseada, Ciudad no abandonada' ".
Salmo Responsorial
Sal 96, 1 y 6. 11-12
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra;
cante de regocijo el mundo entero.
Los cielos pregonan su justicia,
su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, con el Señor,
y bendigan su santo nombre.
R. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Segunda Lectura
Tt 3, 4-7
Hermano: Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a
los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de
merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos
regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios
derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así,
justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se
realice la esperanza de la vida eterna.
Evangelio
Lc 2, 15-20
Cuando los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron
unos a otros: "Vayamos hasta Belén, para ver eso que el Señor nos ha
anunciado".
Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño,
recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había
dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a
Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había
anunciado.
MISA DEL DÍA
Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena
noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que
proclama la salvación y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría,
porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión.
¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor
consuela a su Pueblo, El redime a Jerusalén!
El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos
los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial 97. 1-6
R. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque Él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.
Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los
Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo
final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de
todas las cosas y por quien hizo el mundo.
Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. Él sostiene el
universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de
los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del
cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente
mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: «Tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy»?
¿Y de qué ángel dijo: «Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo»?
Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: «Que todos los
ángeles de Dios lo adoren».
Palabra de Dios.
Aleluya
Aleluya.
Nos ha amanecido un día sagrado;
vengan, naciones, adoren al Señor,
porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra.
Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo
nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de
los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él
no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo
hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y
el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la
recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser
hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni
de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto
su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y
de verdad.
Juan da testimonio de Él, al declarar: «Éste es Aquél del que yo dije: El
que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo».
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia
sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el
que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.