Domingo 1 de Cuaresma A - 'No sólo de pan vive el hombre' - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios durante la celebración de la Misa dominical parroquial
Recursos adicionales para la preparación
Algunas ideas creativas para la Cuaresma
Algunas ideas raras para Cuaresma que harán que seas más santo
Falta un dedo: Celebrarla
1. Introducción a la Palabra de Dios del Domingo
1. 1 Primera lectura: Gén 2, 7-9; 3, 1-7
Lo que más heridas deja en la vida es la ingratitud. Uno se esfuerza por dar al ser querido todo lo que necesita y más. Con ilusión uno se sacrifica. Cuando tienen lo que necesitan, no piensan más en ti, fuera de unos saludos casuales y medio obligados. Le das todo y no recibes nada en cambio. No hay gratitud, no hay amor.
Las primeras páginas de la Biblia relatan este mismo drama pero aplicado al hombre en su relación con Dios. Dios se desvive. Le prepara al hombre un lugar donde puede vivir cerca de él y le regala todo. Sólo pide un pequeño gesto de confianza: que el hombre no coma del árbol de la ciencia del bien y del mal porque al conocer el mal necesariamente tendrá que morir y Dios quiere evitárselo.
¿Qué sucede? El hombre ve que lo prohibido es apetecible y cree más al maligno y come de la fruta. En el fondo, en el fondo, el pecado está en esto: el hombre no cree que Dios le ama de verdad. Piensa que la prohibición que Dios ha establecido era para defenderse a sí mismo, para no compartir lo que tiene. A consecuencia: la muerte como resultado del pecado. Conocer el mal es haberlo vivido, ¿verdad?
Esta historia se repite en la vida de cada una de nosotros. No creemos que en verdad Dios nos ama. ¿Por qué no me puedo permitir este placer aunque esté prohibido? ¿Por qué no odiar al otro si me da la gana? ¿Por qué no herir al otro porque me ha herido? Estas preguntas encierran la duda de que Dios, al prohibir estas cosas, no me ama, no me quiere ver feliz. ¿El resultado? La muerte. Me veo desnudo de toda gracia de Dios y tengo que esconderme de él cuya mirada es mi vestido, mi calor y mi luz. Leamos el relato y encontrémonos el porqué es nuestra historia, la que nos sitúa al comienzo de esta Cuaresma.
1 2 Segunda lectura: Rom 5, 12-19
Hay esperanza: el pecado está en nosotros. La historia de Adán se repite 1000 veces en nuestra vida. Supongo que no es necesario especular de cómo llegó el pecado desde Adán a mí ya que experiencia me lo demuestra a diario: no soy mejor que Adán y Eva. Y veo alrededor mío que acontece lo mismo en los demás: pecado por donde miras. Donde hay un hombre allí existe el pecado.
Pero Dios no se ha quedado inactivo de cara a todo esto. Es como si nos dijera: “Te he dado la libertad y tú la abusas para pecar. Te estás haciendo daño. Sin embargo, intentaré algo mejor para convencerte que no necesitas quedarte en el pecado”. Inventó la encarnación de su Hijo en el seno de la Virgen, inventó la pasión y la muerte de Jesús. Inventó la resurrección para nuestra justificación así, gratis, Dios siempre tiene una respuesta mejor a las barbaridades que los hombres cometemos. Leamos esta lectura tal como es: una proclamación, un cántico de las maravillas que hace el Señor para con los hombres. Nuestra vida puede estar envuelto el pecado, nuestra existencia puede estar oprimida por el vicio. Pero siempre hay una esperanza porque el amor de Dios es más fuerte y más grande.
Jesús ha venido para cumplir toda la justicia (vea 3, 5): en la orilla del río Jordán donde se deja bautizar por Juan y en el desierto, donde ayuna 40 días y es tentado por el diablo. Adán no ha resistido a la tentación. Israel ha sido tentado, es decir, probado en el desierto; Dios mismo lo conduce por 40 años a través del desierto “para humillarte, para probarte y para conocer lo que hay en tu corazón: si quieres cumplir con mis mandamientos o no…” (Dt 8, 2-3). Israel no ha resistido durante la prueba. En Jesús Israel y toda la humanidad recapitula el camino bajo la voluntad de Dios y su reinado. Hambre de pan, fama y poder: Jesús ha experimentado y superado como hombre esta triple hambre.
Nuestra reacción podría ser: bueno, él es Dios y no podía pecar. Así que no hay nada extraordinario en esto. Observé un día como unos hombres en una estación de ferrocarriles estaban tratando de empujar un vagón sobre las rieles y no pudieron. En las rieles paralelas estaba esperando su partida una de estas enormes locomotoras que desarrollan velocidades de más de 150 km/h. Vi cómo arrancó y se colocó en la riel binaria donde estaban empujando en vano los trabajadores. Engancharon el vagón y ya no había problema para moverlo.
Me dirán: “Evidente, una locomotora de este tamaño puede jalar fácilmente el vagón”. Se me permita seguir en la imagen, aunque suene algo desacostumbrada. Si tú no puedes resistir a la tentación, si tú no puedes salir del vicio y del pecado, es que no estás “enganchado”. El Hijo de Dios se hizo hombre para “engancharte”, para que seas parte de él. El bautismo te inserta en su cuerpo místico. En él tú ya has vencido el pecado y la muerte. Si estás en pecado, si fallas ante la tentación, permíteme decirte que no estás unido al señor, no dejas que él dirija tu vida, que él “jale” y te mueva. No busques al psicólogo ni al maestro de yoga, ellos no tienen poder. Cristo si lo tiene y te puede salvar.
Leamos, pues, el relato de la victoria de Cristo que es nuestra victoria.
2. Reflexionemos
2. 1 Los Padres
Existen todavía ciudades medievales que son un perfecto ejemplo de cómo se defendían en aquel tiempo. Toda la ciudad está rodeada de muros altísimos. Hay solamente unas cuantas puertas por las cuales se puede penetrar. De manera que es muy difícil conquistar la ciudad. Era otra cosa cuando alguien desde adentro abría la puerta, y entonces la ciudad estaba a la merced de los que asediaban la ciudad.
Imagen de la existencia del hombre y del pecado. El pecado entró a donde se le deja entrar. Y solamente los humanos somos capaces de una tal barbaridad. Solamente por medio nuestro puede entrar el pecado a este mundo porque solamente nosotros podemos libremente abrirnos al mal y al pecado.
El hombre tarda muy poco en comprobar que él es el único de la creación con capacidad de amar. Él sabe qué cosa es amar. Pues bien, puede asimismo comprender qué implica la ausencia del amor en la esfera existencial de quien ha sido creado para amar. Si el hombre se sabe hecho para amar, es obvio que tan pronto como el amor deja de absorberle, se introduce el pecado. Así habría que asociar el origen del pecado con la falta de amor. A menos amor, más pecado. Esto se comprueba muy fácilmente. ¿Qué cosa es infidelidad matrimonial? Ausencia del amor conyugal. Porque cuando el corazón está lleno de amor del cónyuge no hay ni lugar para siquiera pensar en otra persona. En cambio, cuando comienza a fallar el amor, hay espacio para el adulterio en pensamientos y obras.
El tiempo de Cuaresma es el tiempo para reconquistar ese amor, para dejar de lado las tergiversaciones y titubeos, para emprender resueltamente el cabildo del amor. Sin embargo, muy pronto nos damos cuenta que nuestros lindos propósitos no son nada más que un humo que se lleva el viento en la hora de la verdad. El hombre está malogrado por dentro, lleva en sus entrañas la inclinación al pecado, le nace pecar. Lea con atención el capítulo 7 de la carta a los romanos y dígame si no experimenta lo mismo. Esto no lo arregla nadie en este mundo. Esto solamente lo arregla Dios. Él ha derramado en nuestros corazones el Espíritu que da vida, que nos saca de la muerte del pecado y nos da nuevamente vida eterna. Es como decir que llevamos adentro también la salvación. Lo que hay que hacer es dejarla aflorar, dejar aflorar el Espíritu que mora en lo más íntimo de nuestro corazón ¿Que mi comodidad es una barrera? ¿Qué la lujuria, el resentimiento, el ansia de tener, poseer, el deseo del poder no permite que el Espíritu actúe? Por eso el Señor recomienda los medios tradicionales de la limosna, de la oración y del ayuno para romper esta barrera con su gracia de manera que su Espíritu pueda actuar. Cuando hay esta respuesta decidida a la invitación del Señor entonces experimentaremos el efecto locomotor: el Espíritu de Cristo nos mueve. El Espíritu de Cristo nos salva.
De esta manera nuestra conversión se manifestará en
cosas muy concretas como una mayor paciencia, mayor tiempo dedicado a los
demás, etcétera. Será una puerta menos que se abra al pecado. Habrá más amor
en este mundo. Cuaresma es un tiempo para aprender a amar (más).
2. 2 Con los hijos
La virtud de la penitencia
Cuando Pedro hubo negado al Señor, éste se volvió y lo miró. Entonces Pedro salió fuera y lloró amargamente (vea Lc 22, 61-62).
Dios, en su paternal amor, desea que todos los pecadores vuelvan y quiere que nos apartemos de nuestros pecados y nos convirtamos a él, nuestro supremo Señor y eterno fin dice Jesucristo: “Hagan penitencia, pues el reino de los cielos está cerca” (Mt 4, 17).
Cuando hacemos algo que no es correcto, algo que hace sufrir a los demás y también algo que solamente se mueve dentro de nuestros pensamientos y no es nada bueno, entonces, al haber pasado el mal rato, nos sentimos mal. Porque nuestra conciencia nos acusa. Hubiera sido mucho mejor ni siquiera permitir que suceda. Para eso nos ayuda la virtud de la penitencia. La virtud de la penitencia surge del dolor de haber obrado mal y de la decisión y de la voluntad de ya no cometerlo más. Y generalmente trae como consecuencia una serie de ejercicios para fortalecer nuestra voluntad frente a la tentación.
Ustedes saben cómo se entrenan los que quieren participar por ejemplo en los Juegos Olímpicos. Por ejemplo, los que corren, salen cada mañana y por meses para ejercer los músculos y para estar cada vez más aptos a participar en la competencia. Los que corren el maratón, primero comienzan a recorrer distancias más cortas. Y cuanto más se fortalece alarga la distancia hasta correr todos los 42 km.
Algo semejante sucede también en nuestra vida interior. Cuando queremos lograr algo entonces nos ejercitamos en ello. No nos proponemos una cosa grande desde el comienzo porque sabemos que nuestras fuerzas no alcanzan. Comenzamos con cosas pequeñas que más fácilmente se pueden realizar y poco a poco podemos entonces aumentar lo que nos proponemos. Por ejemplo, supongamos que alguien tiene la debilidad de mentir mucho. Aunque se proponga de dejar de mentir le va a suceder de repetirlo una y otra vez. En cambio, si se propone por una hora de decir sólo la verdad, entonces hay posibilidad y probabilidad que pueda lograrlo. Y conforme se ejercita cada día en ello puede aumentar el tiempo durante el cual dice solamente la verdad. Es verdad que hay también medios adicionales y algunos que son más radicales: por ejemplo, uno puede acercarse a la persona a la cual ha dicho una mentira, pedirle perdón y reconocer que lo dicho fue una mentira. Lo que pueda hacer también es pedir cada día en la oración de la mañana la gracia y la fuerza de Dios para poder decir la verdad durante este día. ¿Se dan cuenta cómo este esfuerzo forma parte de la virtud de la penitencia, de ejercitarse en hacer el bien?.
Ahora bien, nosotros no hacemos las cosas para quedar bien. Nosotros sabemos que Dios nos ama en todo momento y que nos cuida. Y entonces cuando cometemos algo que está mal, lo ofendemos ante todo porque Jesús dice una vez: “Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt 5, 48). Sabemos que somos débiles pero podemos contar con la ayuda de Dios. Los que han hecho la primera comunión pueden confesarse y recibir la Santa Comunión. De esta manera reciben fuerza en este combate de la virtud de la penitencia. Es que Jesús siempre nos está mirando con amor.
Ahora vamos a hacer un silencio, y cada uno se pone a pensar en qué punto debería comenzar a ejercitarse para algo donde muchas veces falla. Luego nos ponemos a pensar cómo vamos a comenzar en pequeño para ejercitarnos y así cada vez más crecer en nuestro esfuerzo y combate contra la tentación y contra el pecado. Todo lo haremos por amor a Dios y a los demás.
(El siguiente texto puede servir a los padres de familia dar una explicación más amplia y profunda a sus hijos)
La virtud de la penitencia
En primer lugar, Dios nos hace ver lo santo y bueno que es, y lo mucho que le hemos ofendido con nuestros pecados. Únicamente se da cuenta de la malicia del pecado el que sabe comprender la santidad, la justicia y el amor de Dios.
Dios quiere que nos arrepintamos de nuestros pecados. Debemos tener verdadero pesar de haber pecado contra Dios; debemos terciar seriamente: “ojalá no hubiese cometido es el pecado”. Sin arrepentimiento es imposible el perdón de los pecados.
Al verdadero arrepentimiento debe acompañar el propósito de no volver a pecar. Sin propósito, el arrepentimiento, no es verdadero.
Si nos arrepentimos de nuestras faltas, debemos esperar, llenos de confianza el perdón. Dios es infinitamente misericordioso: “No perdonó a su propio Hijo” para salvarnos de nuestros pecados.
En nuestro arrepentimiento debemos pensar en Dios. Si tenemos únicamente el dolor de nuestros pecados por motivos terrenos, por ejemplo, por miedo al castigo de los padres, este arrepentimiento terreno no nos sirve para el perdón de los pecados.
Aunque en nuestro arrepentimiento pensemos en Dios, lo hacemos algunas veces llevados más por el amor a nosotros mismos. Tenemos dolor de los pecados por el castigo que hemos merecido de parte de Dios o porque consideramos que el pecado una cosa fea a los ojos de Dios. Este arrepentimiento o dolor lo llamamos dolor imperfecto o atrición.
Debemos esforzarnos en arrepentirnos de nuestros pecados por amor a Dios. Debemos tener dolor de los pecados porque hemos ofendido a Dios santo y bueno y porque hemos afligido a Cristo, nuestro amable redentor. Tal dolor es un dolor perfecto o contrición.
Si tenemos un dolor perfecto, Dios nos perdona nuestros pecados inmediatamente, incluso los pecados mortales, pero debemos declararlos en la próxima confesión.
Debemos despertar con frecuencia en nuestro corazón el dolor perfecto, por ejemplo, por la noche al hacer examen de conciencia; si nos encontramos en peligro de muerte, pero, sobre todo, si hemos cometido un pecado mortal.
Nuestro arrepentimiento debe mostrarse con obras de penitencia. Estas obras de penitencia nos ayudan a expiar las penas que hemos merecido por nuestras culpas, a vencer nuestras malas inclinaciones y a fortalecernos en el bien.
Obras de penitencia son: oraciones, ayunos y limosnas, soportar con paciencia las penas y contrariedades, aceptar bien dispuesto las cargas de nuestra profesión. La mejor obra de penitencia es recibir el sacramento de la penitencia o reconciliación. “Toda la vida del cristiano debe ser una constante penitencia”, dice el concilio de Trento (Catecismo alemán).
3. Conexión eucarística
Cuando participamos en la celebración de la Santa Misa sabemos que estamos participando en lo más santo que puede haber en nuestra vida. Es que Jesús se hace presente y se sacrifica nuevamente por cada uno de nosotros. Frente a esta maravillosa santidad presente la Iglesia nos invita siempre al comenzar la celebración eucarística a pedir perdón por nuestros pecados. Luego escuchar la palabra de Dios y recibir el cuerpo de Cristo nos dará la fortaleza para combatir en este tiempo de Cuaresma contra nuestro pecado.
4. Vivencia familiar
La Cuaresma es un tiempo de austeridad y no de fiestas y diversiones. Con vigilancia evangélica y cierta inexorable sinceridad para con nosotros mismos, hemos de procurar re-instaurar el reino de Dios, en unión con nuestro Señor que camino a su pasión. Esta re-instauración puede ser distinta para cada uno, según se lo inspire el amor. Para uno puede significar la Cuaresma alguna restricción en la comida y en la bebida; para otro el estricto cumplimiento de sus deberes en la familia y en el trabajo o en el colegio, mayor paciencia las dificultades, más atención a lo que quieren los demás. Es muy apropiado que dejemos algún dinero para los necesitados y para obras buenas, sobre todo cuando también a nosotros vendría bien para 1000 cosas
En el tiempo de Cuaresma habrá que insistir particularmente en la práctica de la oración. Tal vez fuera oportuno revisar a fondo la propia oración de la mañana y de la noche, de hacer con especial devoción la bendición de la mesa en familia. Las parroquias ofrecen durante este tiempo en ejercicios y devociones especiales, en las que es bueno tomar parte. Pero, sobre todo, la Cuaresma es el tiempo de una buena y sincera confesión.
La liturgia misma, las lecturas de la misa durante este tiempo de Cuaresma, es cómo si la Iglesia nos tomara de la mano para conducirnos por el camino de la conversión. Si no podemos participar en la misa diaria, por lo menos leamos los textos que corresponden a cada día y nos daremos cuenta como la palabra de Dios nos dispone para este tiempo de gracia.
La Cuaresma nos lanza hacia el tiempo de Pascua, nos prepara a que haya una nueva resurrección en cada uno de nosotros (Catecismo holandés).
Concretamente podemos hacer también lo siguiente: Juntos reflexionamos que cosas podemos mejorar en nuestra familia y nos ponemos de acuerdo en siquiera una cosa en la cual todos podemos participar. Recordamos que lo hacemos por amor a Dios y a los demás.
5. Nos habla la Iglesia
Cuaresma.
Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregándose más intensamente oír la palabra de Dios y a la oración para que celebren el misterio Pascual, sobre todo mediante el recuerdo y la preparación del bautismo y mediante la penitencia, debe darse particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica el doble carácter de dicho tiempo.
Por consiguiente:
1) Deben usarse con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal y, según las circunstancias, hay que restaurar ciertos elementos de la tradición anterior.
2) Lo mismo hay que decir de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que detesta el pecado en cuanto es ofensa de Dios; no se olvida tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y hay que encarecer la oración por los pecadores.
La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna individual. Hay que fomentar la práctica penitencial de acuerdo a las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles...
Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el viernes de la pasión y muerte del Señor, y aún extenderse, según las circunstancias, el Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con elevación de apertura del espíritu” (Vaticano II, Constitución sobre la liturgia 109-110).
6. Leamos las Escrituras con la Iglesia
El lunes: Lev 19, 1-2. 11-18: Mt 25, 31-46
Martes: Is 55, 10-11: Mt 6, 7-15
Miércoles: Jon 3, 1-10: Lc 11, 29-32
Jueves: Est 14, 1. 2-5. 12-14: Mt 7, 7-12
Viernes: Ez 18, 21-28: Mt 5, 20-26
Sábado: Dt 26, 16-19: Mt 5, 43-48
7. Oraciones
7. 1 Himno al amanecer
En un principio me formaste de la nada,
y me honraste con tu imagen divina.
Cuando desoí tus mandatos
me tornaste a la tierra de la que me había sacado.
Vuélveme a tu semejanza, a ser imagen tuya.
Transfórmame según mi primera belleza.
7. 2 Himno al anochecer
Concédeme, Señor, el don de lágrimas
como en otro tiempo a la pecadora
y hazme digno de bañar tus pies
que me apartaron del camino de la mentira.
Puedo ofrecerte como perfume de buen olor
una vida pura, arraigada en la penitencia,
y oiga, yo también un día la palabra deseada
que me dicen: tu fe te ha salvado, vete en paz.
7. 3 Oraciones para bendecir la mesa durante la Cuaresma
Domingo de Cuaresma
Antes de comer. Oremos: te pedimos, Señor, haz que nos convirtamos a tu amor para que no excluyamos a nadie de nuestra mesa.
Después de comer: “Desde la montaña habló Jesús a sus discípulos: Yo les digo que amen hasta sus enemigos”. Oremos: Te damos gracias, Señor, por el alimento recibido y como tú nos perdonas continuamente, concédenos la fuerza de amar a los que no nos quieren. Amén
Lunes de Cuaresma
Antes de comer (Mt 4, 4) “El hombre no sólo vive de pan sino también de toda palabra que viene de la boca de Dios”. Oremos: Dios de la paz, haz que estos alimentos que vamos a comer juntos, sean un signo de paz para todos los que lo comparten.
Después de comer: Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios. Diariamente nos das tu alimento. Que en tu fuerza trabajemos diariamente por la paz de Cristo. Amén
Martes de Cuaresma
Antes de comer (Lc 10, 39) “María se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras”.
Oremos: Haz, Señor, que busquemos continuamente el alimento de tu palabra para que también hoy seas nuestro huésped.
Después de comer: Señor, continuamente nos alegras con tus dones. Te damos gracias porque en ellos has estado con nosotros. Concédenos que juntos contigo y unidos entre nosotros escuchemos que practiquemos tus enseñanzas. Amén
Miércoles de Cuaresma
Antes de comer: (Lc 22, 26) “El que quiera ser el mayor hágase el servidor de los demás”.
Oremos: Dios todo poderoso, por la fuerza de tu Espíritu Santo danos humildad y espíritu de servicio porque es por esta puerta que entras en nuestra casa y quieres ser nuestro huésped.
Después de comer: Te damos gracias, Dios omnipotente, por el alimento que nos has dado. Nos capacita a servirte mejor a ti y a los hermanos. Amén
Jueves de Cuaresma
Antes de comer: Señor Jesucristo, tú has santificado la unión alrededor de la mesa como signo de tu Iglesia. Haz que nunca la traicionemos como hizo Judas. Unidos queremos partir el pan.
Después de comer: Te damos gracias Dios omnipotente por todos los dones que recibimos de tu mano generosa. Que fortalecidos en cuerpo y alma sepamos superar el egoísmo, la envidia y los roces de la vida diaria. Amén
Viernes de Cuaresma
Antes de comer (Jn 1, 11) “A los que lo recibieron, a ellos les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios”.
Oremos: Señor, por la encarnación y pasión de tu Hijo nos has aceptado como hijos tuyos. Que esta comida sea signo de unión entre tus hijos que te alaban por los siglos de los siglos. Amén
Después de comer: Señor, te damos gracias por tu inmensa gloria. Nos has preparado la mesa de amor por medio de tu Hijo e incesantemente nos recibes como miembros de tu familia. Amén
Sábado de Cuaresma
Antes de comer (Lc 15, 25) “Vamos a hacer fiesta porque este hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y lo hemos encontrado”. Oremos: Purifica nuestro corazón, Señor, para que volvamos a tu mesa y para compartir lo que tú nos das.
Después de comer: Te damos gracias, Señor, por tu
misericordia, porque sigues derramando tu bendición sobre tus hijos que
tantas veces te hemos ofendido. Ayúdanos a ser magnánimos como tú lo eres.
Amén