Domingo 3 de Cuaresma A - 'Dame de beber' - Comentarios de Sabios y Santos I: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa Dominical
Recursos adicionales para la preparación
A su disposición
Introducción: Pere Tena - La Liturgia de la Palabra del Domino III A
Comentario Teológico: Francisco Bartolomé González - Don - Esfuerzo -
Gratuidad
Comentario Teológico: A.
Benito - AGUA
Santos Padres: San Agustín - Es figura de la Iglesia Jn 4,5-42:
Aplicación - Segunda Lectura: Jörg Zink - No heroísmo sino confianza (Ex 17,
3)
Aplicación: J. Aldazabal
- Cristo-Agua viva
Aplicación: Alessandro Pronzato - Invirtiendo las partes
Aplicación: Jesús María Alemany - Agua viva, vida en espíritu, proyecto del
Padre
Ejemplos
Falta un dedo: Celebrarla
comentarios a Las Lecturas del Domingo
Introducción: Pere Tena - La liturgia de la Palabra del domingo III
Es un conjunto de textos claramente "tematizados" en función del Evangelio,
que es el texto fundamental que guiará toda la celebración del primer
escrutinio. La idea clave del conjunto es "JC ofrece el Don de Dios que
llega al corazón del hombre".
La imagen central es el don del agua al sediento (1a lectura y evangelio) y
las realidades significadas son la Palabra de Dios que conduce a la fe
(salmo y evangelio) y el Espíritu derramado en el corazón de los hombres (2a
lectura y evangelio) Desde el punto de vista del corazón humano, se hace una
descripción de sus tinieblas: falta del sentido de Dios (1a lect.),
endurecimiento del corazón (salmo), enemistad, amor descarriado; pero
también de su capacidad de apertura y de deseo de verdad (evang). La
centralidad de Jesús en el conjunto es clara: es el gran protagonista. Se
presenta en la totalidad de su persona. Es capaz de cansarse, de sentarse
fatigado y rendido a mediodía, de tener sed... y al mismo tiempo capaz de
anunciar el don mesiánico del Espíritu, fruto de su resurrección, y de
presentarse como la plenitud de adoración del Padre.
-Análisis doctrinal del prefacio.
El texto del prefacio propio de este domingo del ciclo A constituye una
filigrana doctrinal, aunque a primera vista parecería un juego de palabras.
Cuatro palabras juegan en el conjunto: sed, fe, agua, fuego. El actor es JC,
nuestro Señor.
Él pide agua (es el punto de partida) y "crea" la fe en el corazón de la
samaritana (in ea fidei donum ipse creaverat); tiene sed de la fe de la
samaritana, y por eso enciende en su corazón el fuego del amor divino (fuego
que producirá, en la samaritana, la fe como sed de Dios). Por parte de
Jesús, pues, hay una petición explícita -el agua para beber- que significa
una realidad espiritual -un corazón ardiente de caridad. De una sed material
se pasa a una sed mesiánica: el deseo de ver difundido el Espíritu en el
corazón de los hombres.
En el diálogo evangélico, este entramado de imágenes se encuentra en las
palabras de Jesús: "...el que beba del agua que yo le daré se convertirá
dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna".
Entonces resulta claro el paralelismo con el Apóstol: "...el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha
dado".
SED-MESIANICA. Con razón, se pone en relación la escena de la samaritana con
el "Tengo sed" de la cruz. También allí, tiene sed material -comprensible-
pero al mismo tiempo está proclamando la sed mesiánica: "Tengo sed de ver al
Espíritu difundido en el corazón de los hombres, para que puedan tener sed
de Dios, es decir, amarlo con deseo ferviente". Su obra redentora a través
de la cruz recibe así su consumación, una vez Él había cumplido todo lo que
era necesario según las Escrituras. El "Tengo sed" sería, como una gran
epíclesis de Cristo sobre la humanidad, invocando sobre ella el don del
Espíritu.
-Aplicaciones
Una primera aplicación, en la línea del tema de los escrutinios, es invitar
a examinar nuestro corazón: ¿es como el de los israelitas, duro y rebelde,
desconfiado de la presencia de Dios en la vida? ¿está abierto a la palabra
del Señor para seguir sus caminos? ¿Qué hacemos de especial durante la
Cuaresma, para intensificar el contacto con la Palabra de Dios? ¿Nos damos
cuenta, en acción de gracias de los dones que Dios nos ha hecho, por JC, en
el Espíritu Santo? Y en consecuencia, ¿tenemos el sentido del pecado como
alejamiento de Dios y como rechazo de sus dones? ¿Cómo alimentamos esta
llama del Espíritu que hay en nosotros? ¿De qué tenemos sed, exactamente? ¿O
estamos demasiado satisfechos...? ¿Qué conciencia tenemos de estar bajo la
gratitud de Dios? Una segunda aplicación, sugerida por la colecta de hoy, es
la práctica de las obras de penitencia, como manifestación y ejercicio de
conversión. Dar de beber al sediento adquiere, hoy, un sentido altamente
simbólico, que va desde la atención a los pobres hasta el testimonio de la
vida cristiana, la enseñanza religiosa, la evangelización...
-Introducción a la Eucaristía
Lo que Jesús realizó con la samaritana, continúa haciéndolo con los
catecúmenos y los fieles, con la Iglesia, actualizando en cada celebración
el misterio de su pascua para nosotros.
Que su acción sea tan eficaz en nosotros como lo fue en el corazón de la
samaritana (quod in nobis mysterio geritur, opere impleatur). Es el fruto de
la Eucaristía, prenda desde ahora del misterio celestial (postcomunión).
(PERE TENA, MISA DOMINICAL 1990/06)
Comentario Teológico: Francisco Bartolomé González - Don - Esfuerzo
- Gratuidad
El proceso de la mujer samaritana es un camino típico hacia la fe: la mujer
se siente conocida, pero intenta desviar el encuentro hacia temas
secundarios, huyendo del planteamiento personal. Todos tememos los
planteamientos personales, porque llevan necesariamente a compromisos
imprevisibles y costosos.
Sin embargo, el camino de la fe pasa necesariamente por el planteamiento y
la aceptación de los problemas personales, porque existe una profunda
relación entre conocernos personalmente y amarnos, entre ser conocidos y
sentirnos amados. De este sentirnos amados nace la posibilidad de abrirnos
al don que Dios nos ofrece por Jesús. Don ofrecido sin otra condición previa
que el reconocer que tenemos necesidad de Él, que lo anhelamos. (...)
-"¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?".
Jesús no se fija en la provocación, no acepta el diálogo en el plano del
enfrentamiento ni de las puyas.
Escucha el desahogo de la mujer. Sabe que, con frecuencia, es una careta que
esconde un profundo sufrimiento. (...).
-El agua viva no brota de la tierra; es, en Jesús, un don del Padre, una
vida eterna. La mujer no conoce más agua que la del pozo y piensa que el
agua ha de extraerse con el esfuerzo humano. No conoce ni se imagina un don
gratuito de Dios. (...)
-La insaciable sed humana no tiene pozos suficientes para saciarse. En cada
pozo de agua nos llevamos a la boca un ardiente desierto, aunque estemos
convencidos de que tenemos suficiente frescura y humedad para vivir.
Jesús nos plantea la desproporción entre la sed del hombre y las
posibilidades que ofrecen las criaturas y la sociedad para apagarla. El
corazón del hombre ha sido creado demasiado grande, y todas las
posibilidades que nos ofrece la sociedad nos dejan un enorme vacío, que está
necesitando de algo infinito para llenarlo. El agua que nos ofrecen todos
los pozos que se encuentran por los caminos del mundo solamente nos pueden
calmar de momento la sed. Pero la sed de infinito aparece cada vez con más
insistencia y nos exige un agua superior para acallarla.
Frente a las propuestas humanas, Jesús nos presenta también las suyas. Al
agua del pozo propone el agua que brota para la vida eterna. Un agua que
bastará beber una vez para que la sed se calme para siempre, porque el
Espíritu quedará interiorizado en el hombre. Es el "nuevo nacimiento",
desarrollado en la entrevista con Nicodemo (Jn 3. 1-21). Jesús no condena
nuestras pobres alegrías; lo que hace es proponernos algo mejor, más
definitivo. Y este algo tiene que brotar de dentro, porque las ilusiones, el
deseo de infinito, lo tenemos dentro de nosotros y dentro tenemos que
descubrirlo.
Nos quedaríamos lejos de lo que es la fe si nos limitáramos a un encuentro
con Jesús como con Alguien que está fuera de nosotros. Es fundamental su
afirmación: "El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un
surtidor de agua que salta hasta la vida eterna". El Espíritu que Él
comunica se convierte dentro de cada hombre en un manantial que brota
continuamente y que continuamente da vida y fecundidad, un manantial que va
desarrollando a cada uno en su verdadera dimensión humana.
La vida verdadera, la que sacia el corazón humano, no está fuera del hombre:
brota de sí mismo. Jesús no nos proporciona el agua viva desde el exterior:
nos descubre a cada uno el misterio de nuestra propia personalidad, nos
revela a nosotros mismos. Este descubrimiento es el que se va dibujando en
sus palabras, con las que progresivamente va desvelando a la samaritana
quién es ella. Por eso no habla del agua viva más que a una persona que
busca agua y a la que antes le ha pedido que dé de beber a un enemigo. La
personalidad de Jesús, su agua viva, no la captan más que los hombres que
buscan, para sí y para los demás, "agua" que sacie sus vidas. (...) El
primer paso para acceder al agua viva es la sinceridad con nosotros mismos.
Es el paso más difícil: esa sutil y alta barrera que nos impide ver más allá
de lo que queremos ver.
Para alimentar esta barrera nos permitimos todo: cerrar los ojos, no
escuchar, ponernos la máscara que oculte nuestra insatisfacción, aferrarnos
a ritos... Todos tenemos nuestra forma de mentirnos a nosotros mismos. Todos
tenemos miedo a nuestra verdad desnuda. La samaritana es símbolo de Samaria.
Los cinco maridos y el actual, pueden describir el pasado y el presente
irregulares de aquella mujer; y pueden ser también símbolo de los
samaritanos, que tuvieron cinco dioses, y el que actualmente tienen -Yahvé-,
lo tienen de forma ilegítima (ver 2 R 17. 30-33).
El marido representa la búsqueda de seguridades opuestas al designio de
Dios, toda alianza contraria a la suya, la pretensión engañosa de encontrar
solución fuera de Él, todo aquello a lo que nos atamos como un refugio a
nuestra debilidad y mediocridad. Esta mujer buscaba en el marido lo que no
encontraba dentro de sí misma. Pero el marido no le podía dar lo que buscaba
su corazón; por eso reconoció que no tenía marido, que su felicidad era
totalmente artificial.
Samaria había traicionado a Dios, el Esposo del pueblo, buscando otros
apoyos. Pero no había apagado su sed, traducida en esa búsqueda incesante de
maridos, que no la habían llevado al encuentro del único Dios. El agua que
le dé Jesús satisfará su sed, será el encuentro definitivo con el Dios
verdadero.
(FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ, ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 1,
PAULINAS/MADRID 1985.Pág. 271-285)
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Comentario
Teológico: A. Benito - AGUA
(Texto. Se puede dividir en cinco secuencias. Te recomiendo el siguiente
procedimiento: leer primero cada secuencia en la Biblia que tengas a mano y
después pasar a lo que aquí se dice.)
1a.-vv. 5-6.Son la composición de lugar. Todas las indicaciones están en
función de lo que vendrá después. Todas son importantes, pero su razón de
ser no la percibimos hasta más adelante. Basta por ahora visualizarlas:
Samaría, pozo de Jacob, cansancio, sentado, sobre mediodía.
2a.-vv. 7-26. Jesús y la mujer a solas. No tienen más conocimiento inicial
el uno del otro que el de su origen judío y samaritano respectivamente. Un
conocimiento que en vez de unirlos los separa y enfrenta. Desde el s. V a.C.
la escisión de Judea y Samaría era total. Expresión de esta escisión:
templos diferentes, recensiones diferentes de la Torá o cinco libros de
Moisés. Podemos decir que, inicialmente al menos, no dialogan personas
individualizadas sino personajes-tipo que ilustran tradiciones y
concepciones diferentes y enfrentadas.
Pero ambas tienen una necesidad común, cuyo símbolo es el agua. Desde el
primer momento Jesús cuestiona el agua samaritana y lo hace en nombre de
otra agua, que sin embargo tampoco es judía. No podemos olvidar que el autor
del cuarto evangelio nos ha presentado antes a Jesús cuestionando el templo
judío (cf. Jn 2. 13-16) y lo va a volver a cuestionar aquí en el v. 21. En
realidad, pues, el autor opera con un triángulo judío-samaritano-jesuano. El
triángulo ocupa un espacio religioso, el mismo espacio religioso. Los tres
ángulos apuntan a los mismos orígenes, que, pasando por los patriarcas
(Jacob era uno de ellos), se remontan hasta Dios (Yavé). Pero los tres
interpretan lo mismo de distinta manera.
Cada uno tiene sus símbolos. Judea, el templo de Jerusalén; Samaría, el de
Garizín; Jesús, el aire (La misma palabra griega significa aire y espíritu).
Frente a judíos y samaritanos, Jesús ilustra una concepción distinta de
Dios. En términos del diálogo: Jesús trae el don de Dios, el agua viva que
aplaca la sed. Y la aplaca porque la fuente es mejor y además se encuentra
dentro del que bebe. Hay una contraposición, no perceptible en la traducción
litúrgica, pero sí en el original, entre el pozo de Jacob y el pozo
existente dentro del que bebe el agua que Jesús trae. Es el surtidor de la
traducción en el v. 14. El pozo de Jacob tiene un agua contaminada: en él
beben personas y animales. (Ironía y simbolismo del cuarto evangelista). El
agua que Jesús trae es viva, es decir, limpia y cristalina. Pero para
hacerse acreedora a ella, la samaritana tiene que salir de su Torá (los
cinco maridos, los cinco libros de Moisés de la recensión samaritana) y de
sus otros ritos religiosos (sexto hombre: desde siempre Samaría había
cultivado un sincretismo judío-pagano). Tiene que salir y venir adonde está
Jesús (lo espacial, de dónde, aquí, ir, adonde, salir, juega un papel
simbólico muy importante en todo el relato). Jesús es el nuevo templo. En él
es posible un tipo de vida religiosa que no lo es ni en Jerusalén ni en
Garizín. Una vida cuyo símbolo es la movilidad, gracilidad y libertad del
aire. En términos del diálogo: una vida en "espíritu y verdad". En vez de la
vida plúmbea y falaz de una tradición-concepción basada en la ley y que no
lleva sino al sacrificio del Cordero. (También lo temporal juega en el
cuarto evangelio un papel estructural y simbólico muy importante). Jesús,
sentado junto al pozo, dialoga con la samaritana "hacia el mediodía". A esta
misma hora hará sentar Pilato a Jesús en Jn 19. 13-14. Es la hora de la
matanza de los corderos a manos del personal encargado del Templo. Esta es
la hora de la que en última instancia se habla en el diálogo, el cual, como
comentábamos en el segundo domingo ordinario a propósito de Jn 1. 29-34,
mira también hacia Pascua. Todo en el cuarto evangelio está orientado hacia
la Pascua, hacia el Cordero glorificado en su misma muerte. "Yo soy, el que
habla contigo".
3a.-vv. 27-30.Son versos puente, cuya única función es preparar la secuencia
siguiente. Es importante la salida de la gente para acudir adonde está
Jesús.
4a.-vv. 31-38.Es una secuencia-comentario de la salida de la gente y de su
puesta en camino para acudir adonde está Jesús.
El autor concibe las secuencias 3 y 4 desarrollándose simultáneamente. La
gente saliendo de la ciudad y acudiendo adonde Jesús está son los campos
dorados. Es una secuencia alegre, con la alegría de la cosecha que llega.
Atrás quedan el trabajo y el cansancio del sembrador. Donde la traducción
litúrgica habla de sudar, el texto original habla de cansarse.
Es el cansancio del que se ha hablado en la primera secuencia y que ahora
vemos que era también un símbolo. Jesús trae agua limpia, está construyendo
un nuevo templo. Es la tarea y la obra que tiene encomendada, su alimento,
su razón de ser. Pero es una tarea muy ardua y fatigosa, por las
resistencias religiosas de los religiosos, por el riesgo mortal al que está
expuesto. "Otros se han cansado". Se refiere al Padre y al Hijo. "Mi Padre
hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo" (Jn 5. 17). Los
discípulos (en el cuarto evangelio sinónimo de cristianos) son los
encargados de continuar la obra siempre inacabada, porque Jerusalén y
Garizín no son antisignos del pecado, sino antisignos que nunca acaban de
dejar de existir.
5a.-vv. 39-42.Se cierra ahora la tercera secuencia y todo el relato. Los
samaritanos llegan adonde está Jesús y le piden que se quede con ellos. El
autor amplía o limita la estancia de Jesús a dos días, tal vez porque quiere
que el lector sitúe el siguiente relato en el marco del tercer día, el día
de la resurrección según la tradición sinóptica. De hecho el siguiente
relato habla de la curación de alguien que está para morir. Se trata
probablemente de un ordenamiento muy intencionado para ilustrar que el mundo
de Jesús no lleva a matar sino a hacer vivir, cobrando así todo su sentido
la afirmación final de los samaritanos: "sabemos que él es de verdad el
salvador del mundo".
No es fácil la lectura del texto de hoy. No lo es por su densidad narrativa
y simbólica. Pero esta misma densidad le confiere riqueza y fuerza
evocadora. Agua cristalina, aire puro, campos dorados, alegría del
sembrador, cansancio fructífero, vida. ¡Este Dios y este mundo religioso sí
que hechizan.
(A. BENITO, DABAR 1987/20)
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Santos Padres: San Agustín - Es figura de la Iglesia Jn 4,5-42:
Llegó, pues, a una ciudad de Samaria, de nombre Sicar, cerca del predio que
Jacob dio a su hijo José. En él estaba la fuente de Jacob (Jn 4,5-6). Se
trataba de un pozo, pero todo pozo es una fuente, aunque no toda fuente sea
un pozo. Se llama fuente siempre que el agua mana de la tierra y sirve a las
necesidades de quienes van por ella; si el manantial está a la vista y a
flor de tierra se le llama simplemente fuente; si, por el contrario, está
hondo y profundo, se le llama pozo, sin dejar de ser fuente.
Jesús, pues, fatigado del viaje, se hallaba así, sentado, sobre el brocal
del pozo. Era aproximadamente la hora sexta. Ya comienzan los misterios.
Pues no en vano se fatiga Jesús; no en vano se fatiga la Fortaleza de Dios;
no en vano se fatiga aquel que nos restablece cuando nos hallamos cansados;
no en vano se fatiga aquel cuyo abandono nos fatiga y cuya presencia nos
fortalece. De todos modos, Jesús se fatiga; y se fatiga del viaje y se
sienta; y fatigado se sienta en el pozo, a la hora sexta. Todo esto quiere
sugerirnos algo, quiere indicarnos algo; reclama nuestra atención y nos
invita a llamar. Ábranos a mí y a vosotros quien se ha dignado exhortarnos
con estas palabras: Llamad y se os abrirá (Mt 7,7). Jesús se ha fatigado en
el viaje por ti. Vemos que Jesús es la fortaleza y le vemos débil; le vemos
fuerte y le vemos débil. Fuerte porque en el principio existía la Palabra y
la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba al
principio en Dios. ¿Quieres ver la fortaleza de este Hijo de Dios? Todo fue
hecho por ella y sin ella nada se hizo; todo lo hizo sin cansancio alguno.
¿Quién es más fuerte que el que hizo todas las cosas sin cansancio alguno?
¿Quieres conocer ahora su debilidad? La Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros (Jn 1,1.3.14). La fortaleza de Cristo te hizo y su debilidad te
rehizo. La fortaleza de Cristo ha llamado a la existencia a lo que no
existía; la debilidad de Cristo ha impedido que se perdiese lo que ya
existía. Con su fortaleza nos creó, con su debilidad nos buscó...
¿Por qué, pues, era la hora sexta? Por hallarse en la sexta edad del mundo.
El evangelio cuenta como primera hora la primera edad del mundo, que va
desde Adán hasta Noé; la segunda, la que va desde Noé hasta Abrahán; la
tercera, desde Abrahán hasta David; la cuarta, desde David hasta la
transmigración a Babilonia; la quinta desde la transmigración a Babilonia
hasta el bautismo de Juan; de él parte la sexta que es la actual. ¿De qué te
extrañas? Vino Jesús y, humillándose, llegó hasta el pozo. Llega fatigado,
porque lleva sobre sí el peso de la débil carne. Era la hora sexta, porque
estaba en la sexta edad del mundo. Llegó hasta el pozo, porque descendió
hasta lo profundo de nuestra morada. Por eso se dice en los Salmos: Desde lo
hondo he clamado hacia ti, Señor (Sal 129,1). Se sentó, ya lo he dicho,
porque se humilló.
Y llega una mujer (Jn 4,7). Es figura de la Iglesia, aún no justificada,
pero a punto de serlo: éste es el tema de conversación. Viene sin saber
nada, encuentra a Jesús y Jesús trabó conversación con ella. Veamos sobre
qué cosa y con qué intención. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Los
samaritanos no eran judíos; sino extranjeros, aunque vivían en regiones
circunvecinas. Sería demasiado largo contar el origen de los samaritanos.
Para no alargarme demasiado, dejando sin tocar quizá las cosas importantes,
basta con que consideremos a los samaritanos como extranjeros. Y para que no
se piense que mi afirmación tiene más audacia que verdad, oíd lo que dice el
Señor Jesús de aquel samaritano, uno de los diez leprosos limpiados por él y
el único que volvió a agradecérselo: ¿No eran diez los limpiados de la
lepra? ¿Dónde están, pues, los otros nueve? ¿Ningún otro volvió a darle las
gracias a excepción de este extranjero? (Lc 17,17).
Está lleno de significado el hecho de que esta mujer, que figuraba a la
Iglesia, procediese de un pueblo extranjero para los judíos; en efecto, la
Iglesia se formaría de los gentiles, que los judíos tenían por extranjeros.
Escuchemos, pues, nosotros mismos en su persona, reconozcámonos en ella y en
ella demos gracias a Dios por nosotros. Ella era la figura, no la realidad;
ella misma fue primero símbolo y luego se convirtió en realidad, pues creyó
en aquel que quería hacer de ella una figura nuestra. Vino, pues, a sacar
agua. Había venido solamente a sacar agua, como suelen hacerlo los hombres y
las mujeres.
Le dice Jesús: Dame de beber. Los discípulos habían ido a la ciudad a
comprar alimentos. La mujer samaritana le contestó: ¿Cómo tú, siendo judío,
me pides agua a mí que soy samaritana? Los judíos, en efecto, no tienen
buenas relaciones con los samaritanos (Jn 4,7-9). He aquí la prueba de que
los samaritanos eran extranjeros. Los judíos no se sirven jamás de sus
cántaros, y como ella lo llevaba para sacarla, se extraña de que un judío le
pidiese agua, ya que los judíos no suelen hacerlo. Pero, en realidad, quien
le pedía de beber, tenía sed de la fe de aquella mujer.
Escucha ahora quién le pide de beber. Jesús le responde y le dice: si
conocieses el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber»,
seguramente se lo hubieras pedido tú a él y él te hubiera dado agua viva (Jn
4,10). Pide agua y promete agua. Se manifiesta como necesitando recibir y al
mismo tiempo como desbordante para saciar. ¡Si conocieses el don de Dios! El
don de Dios es el Espíritu Santo. Todavía le habla Jesús veladamente, pero
poco a poco va entrando en su corazón.
(San Agustín, Comentarios sobre el evangelio de San Juan 15,5-6.9-12)
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Aplicación - Segunda Lectura: Jörg Zink - No heroísmo sino confianza
(Ex 17, 3)
El camino de Dios no es un camino reservado para los héroes, para la gente
con fuerza superior, con espíritu luchador, con el corazón inflamado. Cuando
se interpreta de esta manera la fe cristiana como si fuera sólo para los
idóneos, los gallardos, los avispados, entonces algo anda mal. Es verdad que
en los últimos años aparecía que eran cristianos sólo aquellos que son
capaces de cambiar el mundo, es decir, de ninguna manera los ancianos, ni
los que sufren, ni los de poca fuerza.
Quien quiera seguir el camino de Dios no necesita inventarlo. Está proveído,
está abierto.
Quien quiere transitar por él tampoco tiene que caminar solo.
Camina bajo la protección del Padre, en compañía de su hermano Jesús y en la
fuerza del Espíritu Santo.
Antes de que los Israelitas dieran el primer paso en el desierto se les
había dicho:
Dios estará con ustedes. La tierra los espera. El camino los espera. La
comida y la bebida para los hambrientos y los sedientos los espera.
Ahora, pónganse en camino.
Al comienzo no está la faena súper-pesada. Al comienzo está el encuentro con
Dios, con Jesucristo. Al comienzo no está el esfuerzo denodado, el duro
trabajo y la reflexión aguda para arrancar al futuro un poco de esperanza;
al comienzo está Dios, está Jesucristo.
Esta secuencia no sólo es significativa, de ella depende todo. En esta
secuencia encontramos la razón porque en nuestros pensamientos pueden
admitir la esperanza; si podemos permitirnos de pensar así porque nuestra
esperanza resistirá al futuro; si podemos esperar y al mismo tiempo resistir
a la tentación de huir de este mundo: si podemos esperar y hacer lo nuestro
en esta tierra; o, como los hacen innumerables jóvenes de buena voluntad,
sumergirnos en el acomodo, la desilusión o protesta impotente. Si podemos
seguir firme en la esperanza sin sucumbir los embates e infortunios y al
miedo finalmente ante el sufrimiento y la muerte; si nos hundimos en el
miedo o avanzar a través de él.
Quien desde la vida austera del desierto se ilusiona con un futuro dorado
donde lo que necesita le es puesto en la boca, éste estará zarandeado entre
esperanza y desesperación, entre buenos propósitos y reproches a Dios.
Nuestro camino no es un camino de niños con ensueños que piensan estar de
camino al paraíso sino un camino de hombres despabilados en el seguimiento
de Jesucristo hacia el reino. (Jörg Zink, Un manojo de esperanza).
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Aplicación: J.
Aldazabal - Cristo-Agua
-DEL «YO SOY» DE CRISTO A NUESTRO BAUTISMO
Hoy comienza la famosa serie de tres domingos -3º, 4º y 5º de Cuaresma- que
nos proclaman la revelación progresiva de Cristo, con el «yo soy» muy
explícito, y a la vez apuntan a nuestro camino bautismal. Cristo-Agua,
Cristo-Luz y Cristo-Vida, se proyecta en nuestro camino cristiano en las
figuras prototípicas de la samaritana, del ciego y de Lázaro.
Mateo deja de ser el evangelista del año por unos días, para dejar paso a
estas escenas tan simbólicas de Juan.
La primera lectura, que esta vez nos presenta la etapa de Moisés en la
historia de Israel, con el episodio del agua de la roca, y la segunda, con
la gozosa reflexión de Pablo sobre el amor que Dios nos comunica, completan
y comentan el programa cuaresmal-pascual que se nos presenta.
No será superfluo recordar que la lectura expresiva, lenta, «dramática»
(=destacando el diálogo en medio del relato), del evangelio (entero) es, por
parte del sacerdote, un ministerio aún más importante que el mismo de la
homilía: siempre lo que Dios nos dice es prioritario sobre lo que nosotros
comentamos.
-EL EXPRESIVO SIMBOLISMO DE LA SED
Es una hermosa coincidencia que en este ciclo A, a la escena de la mujer
sedienta de Samaria, corresponda la lectura del pueblo sediento del
desierto, con respuesta de Dios a los dos.
El símbolo es muy expresivo. Un pueblo que atraviesa el desierto y se
encuentra cansado y sediento. Va camino de la libertad y de la tierra
prometida, pero se gastó la ilusión y quedan lejos los proyectos optimistas:
sólo ven peligros, dificultades y sequía. El pueblo murmura y duda: «¿Está o
no está el Señor en medio de nosotros?».
Lo mismo se puede decir de la mujer samaritana con la que se encuentra Jesús
a la boca del pozo, donde la mujer va a sacar agua para su casa. Imagen
patética la de esta mujer: tiene sed. Y no precisamente de agua, sino de
felicidad. La está buscando y no está satisfecha: ya ha tenido cinco
maridos... Símbolo de una humanidad que busca, que tiene sed, que se hace
preguntas profundas y no encuentra soluciones satisfactorias.
Ambas situaciones encuentran la respuesta. Dios, por medio de Moisés,
concede agua a su pueblo, aunque no se la merece. Jesús dialoga con la mujer
inquieta y se revela como el Mesías esperado -"yo soy, el que contigo
habla»-, y le indica un agua mucho más eficaz que la del pozo: el que beba
de ella no tendrá ya más sed. La respuesta de Dios se llama Jesús.
-JESÚS, LA RESPUESTA PARA NUESTRA SED TAMBIÉN HOY
Nos podemos ver fácilmente reflejados en la historia del pueblo y en la
situación personal de la samaritana.
También nosotros tenemos sed. Nuestra generación, tanto o más que las
anteriores, tiene sed de verdad, de seguridad, de amor, de sentido de la
vida. Sin formularlo explícitamente, tenemos sed de salvación. Es bueno que
ayudemos en la homilía a darnos cuenta de esa sed que todos sentimos, los
jóvenes y los no tan jóvenes. Sentir sed, y saberlo, es una de las
condiciones para recorrer con esperanza y sentido el camino hacia la Pascua
(el que ya está satisfecho no necesita Pascua).
Y la respuesta nos la da Dios. Pablo, en la segunda lectura, nos habla del
Dios Trino que sale a nuestro encuentro, del amor del Padre que se nos da
por su Espíritu en lo más profundo, de un amor que se nos manifiesta sobre
todo en que Cristo murió por nosotros, a pesar de que no nos lo merecíamos.
La respuesta es misteriosa, pero segura: estamos envueltos en el amor que
Dios nos tiene. Y ese amor tiene un nombre concreto: Jesús. En medio de las
múltiples respuestas que el mundo de hoy nos ofrece, ésta es la única
creíble. Nuestra sed no quedará nunca satisfecha si acudimos a otras fuentes
de agua. El «yo soy» de Jesús sigue siendo la respuesta más entrañable a
nuestra sed, a nuestra fatiga, a nuestra desesperanza.
En la Pascua del 93 Dios nos quiere salir al encuentro, una vez más. Como
Jesús a la samaritana. Sea cual sea nuestro estado personal humano y
cristiano. Si Dios diera su agua sólo a los que la merecen... Pablo dice que
Cristo murió por nosotros a pesar de que éramos pecadores. A cada uno de
nosotros Cristo nos dice de nuevo: «Yo soy» el Agua, el Salvador, la
respuesta. La Pascua nos invita a renovar cada año el camino que empezó en
nuestro bautismo, cuando por primera vez nos unimos a Cristo y entramos en
su vida o él entró en la nuestra. Hoy con la imagen del agua. En próximos
domingos con la de la luz o la vida.
En la Vigilia Pascual del día 10-11 de abril el Señor, con las tres claves
del agua, la luz y la vida, nos quiere comunicar su gracia pascual. Y en la
Eucaristía de hoy mismo concentra esta gracia dándosenos El mismo como
alimento: el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tendrá vida eterna, yo le
resucitaré el último día.
(J. ALDAZABAL, MISA DOMINICAL 1993/04)
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Aplicación: Alessandor Pronzato - Inviertiendo las partes
Resulta paradójico el hecho de que él, portador del don del "agua viva", esa
que apaga la sed para siempre, comience la conversación mendigando un sorbo
de agua a la mujer, que se finge sorprendida. Siempre así el Cristo
inoportuno. Cada don suyo va precedido de una demanda. Cuando quiere darnos
algo, comienza extendiendo la mano e imponiéndonos un desprendimiento, una
privación, pidiéndonos un sacrificio, una renuncia. Parece como si se
divirtiera invirtiendo las partes.
El rico juega a hacer el mendigo. Y si nosotros nos mostramos avaros, si
tenemos bien agarradas nuestras miserables cosas, si estamos dudosos frente
a los desapegos, si somos calculadores en la oferta, nos privamos de sus
dones más grandes... La mujer se las ingenia para inventar pretextos, para
buscar escapatorias. Y cuando Jesús la clava en su propio problema ("tienes
razón de que no tienes marido..."), pretende una salvación in extremis
intentando enzarzar al Maestro en una disputa religiosa que, aunque
importante (se trata del lugar donde adorar a Dios) representa para ella un
modo pícaro para eludir el problema personal más peliagudo (cuántas veces
también nosotros nos embarcamos en disputas interminables, nos acaloramos en
discusiones sobre "temas muy actuales" sólo para no afrontar la cuestión
verdaderamente comprometida...).
Un cántaro abandonado. La mujer había ido al manantial para sacar agua; esto
era lo más urgente para ella. Ahora ha descubierto un quehacer más
importante a que dedicarse. He ahí las señales inconfundibles del encuentro.
He ahí sus consecuencias. Nunca es inocuo. Nunca deja las cosas como están.
(vea el ejemplo del príncipe mendigo)
(ALESSANDRO PRONZATO, EL PAN DEL DOMINGO CICLO A, EDIT. SIGUEME SALAMANCA
1986.Pág. 61)
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Aplicación: Jesús María Alemany - Agua viva, vida en espíritu,
proyecto del Padre
Es bien difícil separar el contenido de la forma en la escena que tiene
lugar junto al manantial de Sicar, en Samaría. Hay una serie de afirmaciones
"in crescendo" que denotan que allí tiene lugar un encuentro profundo con
Jesús. Primero hay una seguridad: "¿Cómo tú, siendo judíos..?"; después nace
la sospecha: "¿No será éste el Cristo?"; para terminar en una confesión:
"Sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo". De simple
antagonista de los samaritanos -un judío-, Jesús pasa a ser confesado como
Salvador, a través de un proceso catequético bellísimo. Es importante para
los hombres de nuestro tiempo el encuentro con Cristo, pero para ello es
decisivo encontrar el camino que puede conducir hasta él.
EVAR/QUÉ-ES:Evangelizar es menos transmitir contenidos que suscitar la
dinámica por la que, desde el lugar en que cada hombres se encuentra, pueda
llegar a tener la experiencia del encuentro con Jesús.
-Agua viva. Jesús está cansado. Era alrededor de mediodía, cuando el sol cae
a plomo sobre los campos. Juega en terreno contrario aparentemente: en
Samaría, tierra heterodoxa y maldita para un judío, tal "que los judíos no
se trataban con los samaritanos", ya que ambos tenían su propio santuario,
su peculiar interpretación de la Ley y ello influía en todos los ámbitos de
la vida. Parece que es imposible encontrar un punto de partida para el
diálogo. Pero siempre existe: la experiencia común, la sed y el agua que
calma la sed. Sólo a través de la experiencia compartida, Jesús va llegando
al hondón de la persona, se produce el encuentro, se evangeliza.
Ella iba a buscar agua, como cada día, pues la sed no admite vacaciones. El
está cansado del camino y pide agua. Muchas veces en la vida tenemos las
mismas necesidades y, en vez de hacerlas lugar de búsqueda común, sirven
como enfrentamiento y competencia. La mujer tiene el pozo del padre Jacob a
disposición, donde bebieron él y sus hijos y sus ganados.
Jesús le ofrece otra agua. Otro manantial. La mujer lo interpreta en clave
de "competencia": "¿De dónde sacas tú el agua?" Jesús está más allá. No
plantea un pozo judío frente a otro samaritano. Habla del agua viva, tal que
quien beba de ella no volverá a tener sed. Se convertirá en un surtidor que
salta hasta la vida eterna. Jesús habla de agua viva, no estancada. Que da
vida, porque es don. La experiencia cotidiana de las idas y venidas al pozo,
del sudor bendito que se acepta para apagar la sed, se convierten en el
peldaño que lleva finalmente hasta la petición: "Señor, dame de esa agua".
-Vivir en espíritu y en verdad. El hielo ya está roto. Si antes había sido
motivo de confrontación una necesidad aparentemente material, ahora es la
necesidad espiritual: la religión, el templo. De nuevo, la pregunta de la
samaritana está planteada en términos de competencia. ¿Dónde dar culto a
Dios, en el monte Garizín o en Jerusalén? Pero, en todo caso, debajo de la
pregunta late una inquietud verdadera: la adoración, el culto a Dios, la
vida religiosa. De nuevo otra experiencia cotidiana. Una inquietud
verdadera, unida a la polémica sobre su realización: qué templo, qué
estructuras religiosas, qué ritos, qué tiempos, qué normas sirven para
expresar nuestra adoración a Dios.
Jesús tiene ya la base para profundizar en la respuesta. Quien ha recibido
esa agua viva, se ha convertido él mismo en manantial de vida, ha encontrado
la posibilidad de dar culto a Dios más allá de cualquier espacio. Su vida en
espíritu y en verdad es el lugar de encuentro con Dios. El agua recibida
como don de Jesús no sólo sacia la sed, sino que da vida. Por eso Jesús hace
posible una nueva vida religiosa que, vinculada a El, libera de esclavizarse
a templos materiales o a estructuras sacrales. Toda la vida recibida de
Jesús es encuentro con Dios. Aquí no hay competencia posible. El don no está
ligado a un santuario, a una estructura, a un rito, a un pueblo. Se
identifica con la misma vida, en verdad.
-La voluntad del Padre como alimento. Pero la vida tiene que ser mantenida y
alimentada. Los discípulos, que toman el relevo de la samaritana cuando ésta
desaparece de escena, temen que Jesús desfallezca. "Rabbi, come". La
necesidad de comer forma parte elemental de la experiencia más primaria de
la vida.
De nuevo Jesús encuentra el punto de partida para profundizar. La vida no se
"mantiene" sin un proyecto. Su vida está alimentada por el proyecto del
Padre, por hacer su voluntad. Y aquí se empalma con el cansancio de Jesús
del principio. Jesús ha trabajado, como el Padre trabaja. Jesús tiene un
proyecto porque el Padre tiene un proyecto. Pero este trabajo, este
cansancio, en lugar de poner en peligro la existencia, la mantiene, la
alimenta, la robustece. Es malo y trágico carecer de pan, pero mucho peor es
no encontrar el proyecto que puede alimentar y dar sentido a una vida.
Así todo se une. Agua viva, vida en espíritu, proyecto del Padre. El agua
viva que se recibe como don de la fe en Jesús crea un manantial de vida en
la que se hace presente el Padre, y esa vida cobra sentido y se nutre cuando
se alimenta trabajando en su proyecto, en el Reino.
La escena de hoy no sólo constituye una página magistral, sino que nos
enseña tanto los contenidos de la evangelización como el proceso pedagógico
para llevarla a cabo.
(JESÚS MARÍA ALEMANY, DABAR 1987/20)
Ejemplos
DAME DE BEBER - EL PRÍNCIPE MENDIGO
Cuentan que una vez un mendigo que caminaba por la calle pidiendo limosna y
pan para comer vio que un carro lujoso se estaba acercando. Se sorprendió
cuando el carruaje paró a su lado y bajaba de él un señor elegantemente
vestido. Era un príncipe que se acercaba al mendigo. Este lo miró esperando
que le iba a dar una limosna. Pero el príncipe le preguntó: "¿Qué tienes
para regalarme?" El mendigo confundido buscó entre las cosas de su bolsa y
puesto que tenía mucha hambre sacó sólo dos granos de trigo y se los regaló
al príncipe. El príncipe le agradeció cortésmente y, subiendo a su carruaje
se fue. En la noche cuando el mendigo vaciaba su costal para ver lo que le
habían dado de limosna encontró dos granos de oro. Se dio cuenta que si le
hubiera dado al príncipe algo más grandes hubiera recibido las mismas cosas
en oro. Y le dio mucha pena.
(cortesía NBCD y otros)