Corpus Christi - Iglesia del Hogar: Nos preparamos en casa para acoger la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la solemnidad
Recursos adicionales para la preparación
Introducción a las lecturas
Primera lectura:
Génesis 14, 18-20
Desde antiguo el hombre ha utilizado los elementos de su subsistencia y de
su fiesta para expresar la sumisión a Dios, tal como lo hace Melquisedec.
Son símbolo de que el hombre quiere ofrecerse a sí mismo, la vida diaria y
la fiesta. Quiere entregarse totalmente. Nosotros también ofreceremos pan y
vino para expresar nuestra adoración a Dios. Aprendamos a ofrecernos a
nosotros mismos en la celebración junto con el vino y con el pan.
Segunda lectura:
1 Corintios 11, 23-26
Esta lectura nos trae el relato más antiguo de la última cena. A través de
toda la historia, desde los apóstoles hasta el día de hoy, la iglesia
celebra esta entrega total del Hijo de Dios hecho hombre a cada uno de sus
fieles. Será un momento para dar gracias de todo corazón por tanto amor que
Dios nos brinda en cada celebración eucarística.
Evangelio:
Lucas 9, 11-17
Jesús anima a los apóstoles a que compartan lo poco que hay de comida. Y
todos quedarán satisfechos. Cuando todos seguimos sus sugerencias entonces
habrá suficiente para todos. Que este evangelio nos anime a compartir no
sólo lo que nos sobra.
Reflexionemos los padres
La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana como enseñará el
Concilio Vaticano II. Es el Señor mismo que quiere unirse a nosotros. Como
consecuencia el Señor debe ser el centro de nuestra vida, el que nos
orienta, el que nos anima, el que nos fortalece para los embates de la vida.
¿Cómo hacer para que Jesús pueda realizar todo esto en nosotros? Se supone
que además de la oración personal los esposos tengamos también momentos de
oración en común. Y eso también con toda la familia. Ayuda mucho el
proclamar cada día la palabra de Dios en la "iglesia doméstica", la iglesia
del hogar. ¿Bendecimos la mesa antes de comer? ¿Marcamos con una cruz a los
hijos antes de que salgan de la casa y antes de que se vayan a dormir?
¿Tenemos un "rincón de Dios" con una cruz y una Biblia abierta en una
pequeña repisa? A lo mejor ustedes pueden aumentar la lista de estas cosas
concretas que nos ayudan a tener presente siempre que Dios es el centro de
nuestra vida. Quizás necesitamos implantar en nuestra familia alguna de
estas sugerencias para que Dios ocupe el primer lugar en nuestra vida.
Reflexionemos con los hijos
Cuanto más tengamos a Dios presente nuestra mente y en nuestro corazón tanto
más profunda y gozosa será nuestra participación en la celebración de la
Santa Misa. Hay tantas cosas durante el día que nos llaman la atención. Y
las percibimos con los sentidos y por eso casi se imponen a que ocupen
nuestra atención. Por eso nosotros durante el día necesitamos ayuda para
poder pensar en Dios al que no vemos. Una de estas ayudas son las
jaculatorias: breves oraciones que son como un saludo a Dios que siempre
está con nosotros. En medio de nuestras ocupaciones nos ayudan para
recordar que Dios nos ama y siempre nos acompaña. Nos ayudan también cuando
durante la celebración de la misa estamos distraídos porque le pedimos al
Señor o a nuestro ángel de la guarda que nos sostenga en nuestra debilidad.
También podemos recurrir a ellos en los momentos difíciles o cuando nos
sentimos tentados de hacer el mal. Poco a poco uno, dos o tres
jaculatorias serán nuestros favoritos que nos acompañan durante todo el día. Podemos estar
seguros que Dios y los Santos que invocamos nos sonríen cada vez.
Relación con la Santa Misa
La fiesta de Corpus Christi es una oportunidad muy especial para revisar un
poco nuestra manera de prepararnos para la misa, nuestra manera de
participar y cómo hacer para que fortalezca en nuestra vida la vivencia de
la fe.
Vivencia familiar
Hay que erradicar radicalmente la costumbre de llegar tarde a la celebración
eucarística porque es un signo de des-amor. Hay familias que antes de la
misa o el día anterior repasan las lecturas de la celebración eucarística y
ayudan a los niños a comprender sus alcances. De esta manera estarán
participando mucho más profundamente.
Nos habla la iglesia
Catecismo de la Iglesia Católica
Cristo glorificado...
1084 "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre
su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los
sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los sacramentos
son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad
actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción
de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.
1085 En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente
su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su
enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó su
Hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único acontecimiento de la historia que no
pasa: Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a
la derecha del Padre "una vez por todas" (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12).
Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero
absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y
luego pasan y son absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo,
por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su
muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y
padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos
los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El
acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia
la Vida.
...desde la Iglesia de los Apóstoles...
1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió
también a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no sólo para que, al
predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con
su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la
muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que
realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el sacrificio y los
sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6)
1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles, les
confía su poder de santificación (cf Jn 20,21-23); se convierten en signos
sacramentales de Cristo. Por el poder del mismo Espíritu Santo confían este
poder a sus sucesores. Esta "sucesión apostólica" estructura toda la vida
litúrgica de la Iglesia. Ella misma es sacramental, transmitida por el
sacramento del Orden.
...está presente en la Liturgia terrena...
1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" -la dispensación o
comunicación de su obra de salvación-"Cristo está siempre presente en su
Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el
sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro, `ofreciéndose
ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en
la cruz', sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está
presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien
bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es El
mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Está
presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que
prometió: `Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos' (Mt 18,20)" (SC 7).
1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente
glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a la
Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a su Señor y por El rinde culto al
Padre Eterno" (SC 7)
...que participa en la Liturgia celestial.
1090 "En la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia
celestial que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos
dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre,
como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos un himno
de gloria al Señor con todo el ejército celestial; venerando la memoria de
los santos, esperamos participar con ellos y acompañarlos; aguardamos al
Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra
Vida, y nosotros nos manifestamos con El en la gloria" (SC 8; cf. LG 50).
Oraciones
Jaculatorias
Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro.
Cúmplase la justísima, altísima y amabilísima voluntad de Dios, y
eternamente sea alabada y exaltada en todas las cosas.
Dios mío, gracias por lo que me das y por lo que me quitas; hágase tu
voluntad.
Dios mío, tu eres omnipotente, hazme santo.
Hágase tu voluntad
Mi Dios y mi todo.
Mi Dios, mi único bien. Tu eres todo para mí; sea yo todo para ti.
Te amo, Dios mío.
Padre eterno, os ofrezco la preciosísima sangre de Jesucristo en expiación
de mis pecados y por las necesidades de la santa Iglesia.
Para Dios toda la gloria.
Para los que aman a ti, Dios mío, todo es para bien.
Porque Tú eres, oh Dios, mi fortaleza.
Que te ame, Dios mío, y que el único premio de mi amor sea amarte cada día
más.
Que se cumpla la justísima, santísima y amabilísima voluntad de Dios en
todas las cosas.
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten piedad de nosotros.
Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro,
lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.
Un corazón contrito y humillado, ¡oh Dios!. Tú no lo desprecias.
Alabado sea Jesucristo. Por los siglos de los siglos. Amén.
Buen Jesús, amigo de los niños, bendice a los niños de todo el mundo.
Buen Jesús, me uno a ti de todo corazón.
Creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe.
Da, Señor, descanso eterno a las almas, y la luz perpetua luzca para ellas.
De mis enemigos líbrame, Señor. (Salmo 58. 2.)
Dígnate, Señor, conceder la vida eterna a todos los que hacen bien por
vuestro nombre. Amén.
Dulcísimo Jesús, aumenta mi fe, esperanza y caridad.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios.
Jesucristo, Hijo de Dios vivo, luz del mundo; yo te adoro, para ti vivo y
para ti muero. Amén.
Jesús Dios mío, te amo sobre todas las cosas.
Jesús mío, misericordia.
Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí.
Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oh Jesús, para ti vivo. Oh Jesús, para ti muero. Oh Jesús, tuyo soy en la
vida y en la muerte.
Oh Señor mío, haz que te ame y que el premio de mi amor sea amarte cada vez
más.
(San Ignacio).
Piadoso Jesús, dale(s) el descanso eterno.
Por ti, Jesús, vivo; por ti, Jesús, muero; tuyo soy, Jesús, en vida y en
muerte, amén.
Por tu amor, Jesús, contigo y por ti.
Quédate conmigo, Señor, y se mi gozo verdadero.
Señor, auméntanos la fe.
Señor, envía a tu Iglesia sacerdotes santos y fervientes religiosos.
Señor, envía operarios a tu mies.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados, ni como lo merecen
nuestras culpas.
Señor, te doy gracias porque quisiste morir en la cruz por mis pecados.
Señor, sálvanos, que perecemos.
Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo.
Te adoramos Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al
mundo.
Tuyo soy, para Ti nací, ¿qué quieres Jesús de mí?