DOMINGO DE PENTECOSTÉS: MISA VESPERTINA DE LA VIGILIA
Páginas relacionadas
El Domingo y el Catecismo
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
B. Contenidos del Catecismo de
la Iglesia Católica
I. LA PALABRA DE DIOS durante la vigilia
Primera lectura
Gn 11, 1-9
En aquel tiempo, toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras. Al
emigrar los hombres desde el oriente, encontraron una llanura en la región de
Sinaar y ahí se establecieron.
Entonces se dijeron unos a otros: "Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos".
Utilizaron, pues, ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego
dijeron: "Construyamos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, para
hacernos famosos antes de dispersarnos por la tierra".
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo y
se dijo: "Son un solo pueblo y hablan una sola lengua. Si ya empezaron esta
obra, en adelante ningún proyecto les parecerá imposible. Vayamos, pues, y
confundamos su lengua, para que no se entiendan unos con otros".
Entonces el Señor los dispersó por toda la tierra y dejaron de construir su
ciudad; por eso, la ciudad se llamó Babel, porque ahí confundió el Señor la
lengua de todos los hombres y desde ahí los dispersó por la superficie de la
tierra.
Salmo Responsorial
Salmo 31, 1-2. 5. 6. 7
R. (1a) Perdona, Señor, nuestras pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa a su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mu gran delito
y tú me has perdonado.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Por eso, en el momento de la angustia,
que todo fiel te invoque,
y no lo alcanzarán las grandes aguas,
aunque éstas se desborden.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Segunda lectura
Ex 19, 3-8a. 16-20b
En aquellos días, Moisés subió al monte Sinaí para hablar con Dios. El Señor lo
llamó desde el monte y le dijo: "Esto dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás
a los hijos de Israel:
'Ustedes han visto cómo castigué a los egipcios y de qué manera los he levantado
a ustedes sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora bien, si escuchan mi
voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos,
aunque toda la tierra es mía. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una
nación consagrada'. Éstas son las palabras que has de decir a los hijos de
Israel".
Moisés convocó entonces a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el
Señor le había mandado. Todo el pueblo, a una, respondió: "Haremos cuanto ha
dicho el Señor".
Al rayar el alba del tercer día, hubo truenos y relámpagos; una densa nube
cubrió el monte y se escuchó un fragoroso resonar de trompetas. Esto hizo
temblar al pueblo, que estaba en el campamento. Moisés hizo salir al pueblo para
ir al encuentro de Dios; pero la gente se detuvo al pie del monte. Todo el monte
Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en medio del fuego.
Salía humo como de un horno y todo el monte retemblaba con violencia. El sonido
de las trompetas se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba y Dios le
respondía con truenos. El Señor bajó a la cumbre del monte y le dijo a Moisés
que subiera.
Salmo Responsorial
Daniel 3, 52. 53. 54. 55. 56
R. (52b) Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito sea tu nombre santo y glorioso.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito seas en el templo santo y glorioso.
Bendito seas en el trono de tu reina.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito eres tú, Señor,
que penetras con tu mirada los abismos
y sientas en un trono rodeado querubines.
Bendito seas, Señor, en la bóveda.
R. Bendito seas, Señor, para siempre.
O bien:
Salmo 18, 8. 9. 10. 11
R. (Jn 6, 68c) Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta del todo
y reconforto el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
En los mandamientos del Señor hay rectitud
y alegría para el corazón;
son luz los receptos del Señor
para alumbrar el camino.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La voluntad del Señor es santa
y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Más deseables que el oro y las piedras preciosas
las normas del Señor,
y más dulces que la miel
de un panal que gotea.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Tercera lectura
Ez 37, 1-14
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí, y su espíritu me trasladó
y me colocó en medio de un campo lleno de huesos. Me hizo dar vuelta en torno a
ellos. Había una cantidad innumerable de huesos sobre la superficie del campo y
estaban completamente secos.
Entonces el Señor me preguntó: "Hijo de hombre, ¿podrán acaso revivir estos
huesos?" Yo respondí: "Señor, tú lo sabes". Él me dijo: "Habla en mi nombre a
estos huesos y diles: 'Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Esto dice el
Señor Dios a estos huesos: He aquí que yo les infundiré el espíritu y revivirán.
Les pondré nervios, haré que les brote carne, la cubriré de piel, les infundiré
el espíritu y revivirán. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor' ".
Yo pronuncié en nombre del Señor las palabras que él me había ordenado, y
mientras hablaba, se oyó un gran estrépito, se produjo un terremoto y los huesos
se juntaron unos con otros. Y vi cómo les iban saliendo nervios y carne y cómo
se cubrían de piel; pero no tenían espíritu. Entonces me dijo el Señor: "Hijo de
hombre, habla en mi nombre al espíritu y dile: 'Esto dice el Señor: Ven,
espíritu, desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vuelvan
a la vida' ".
Yo hablé en nombre del Señor, como él me había ordenado. Vino sobre ellos el
espíritu, revivieron y se pusieron de pie. Era una multitud innumerable. El
Señor me dijo: "Hijo de hombre: Estos huesos son toda la casa de Israel, que ha
dicho: 'Nuestros huesos están secos; pereció nuestra esperanza y estamos
destrozados'. Por eso, habla en mi nombre y diles: 'Esto dice el Señor: Pueblo
mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de
nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos,
pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi
espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo
dije y lo cumplí' ".
Salmo Responsorial
Salmo 106:2-3, 4-5, 6-7, 8-9
R. Demos gracias al Señor, porque su misericordia es eterna. Aleluya.
Que lo digan aquellos que el Señor
rescató poder del enemigo,
los que reunió de todos los países
donde estaban dispersos y cautivos.
R. Demos gracias al Señor, porque su misericordia es eterna. Aleluya.
Caminaban sin rumbo
por el yermo sin agua,
sin hallar el camino de ciudad habitada;
hambrientos y sedientos su vida se agotaba.
R. Demos gracias al Señor, porque su misericordia es eterna. Aleluya.
Pero al Señor clamaron en su angustia,
él los libró de su desgracia
y los llevó por el camino recto
a ciudad habitada.
R. Demos gracias al Señor, porque su misericordia es eterna. Aleluya.
Den gracias al Señor por su bondad,
pues en favor del hombre hace portentos.
Sació a los que tenían sed
y dejó a los hambrientos satisfechos.
R. Demos gracias al Señor, porque su misericordia es eterna. Aleluya.
Cuarta lectura
Jl 3, 1-5
Esto dice el Señor Dios:
"Derramaré mi espíritu sobre todos;
profetizarán sus hijos y sus hijas,
sus ancianos soñarán sueños
y sus jóvenes verán visiones.
También sobre mis siervos y mis siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
Haré prodigios en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego, columnas de humo.
El sol se oscurecerá,
la luna se pondrá color de sangre,
antes de que llegue el día grande y terrible del Señor.
Cuando invoquen el nombre del Señor se salvarán,
porque en el monte Sión y en Jerusalén quedará un grupo,
como lo ha prometido el Señor
a los sobrevivientes que ha elegido".
Salmo Responsorial
Salmo 103, 1-2a. 24 y 35c. 27-28. 29bc-30
R. (cf 30) Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Bendice, al Señor, alma mía;
Señor y Dios mío, inmensa es su grandeza.
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
¡Que numerosas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
Bendice, al Señor, alma mía.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Todos los vivientes aguardan
que les des comer a su tiempo;
les das el alimento y lo recogen,
abres tu mano y se sacian de bienes.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Si retiras tu aliento,
toda creatura muere y vuelve al polvo.
Pero envías tu espíritu, que da vida,
y renuevas el aspecto de la tierra.
R. Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
Epístola
Rom 8, 22-27
Hermanos: Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores
de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias
del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra
condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de
esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se
puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no
poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo
que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que
no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los
corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega
conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
R. Aleluya.
Evangelio
Jn 7, 37-39
El último día de la fiesta, que era el más solemne, exclamó Jesús en voz alta:
"El que tenga sed, que venga a mí; y beba, aquel que cree en mí. Como dice la
Escritura: Del corazón del que cree en mí brotarán ríos de agua viva".
Al decir esto, se refería al Espíritu Santo que habían de recibir los que
creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu, porque Jesús no había sido
glorificado.
II. LA FE DE LA IGLESIA
«Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo
hasta que él mismo no ha sido glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin
embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre,
cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere
también a Nicodemo, a la Samaritana y a los que participan en la fiesta de los
Tabernáculos. A sus discípulos les habla de él abiertamente a propósito de la
oración y del testimonio que tendrán
que dar» (728).
«... La comunión con Jesús se hizo en cierto
modo más intensa obdespués de la Ascensión]: ``Por la comunicación de su
Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye
místicamente en su cuerpo''» (788).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«En efecto, es a la misma Iglesia, a la que
ha sido confiado el ``Don de Dios''... Es en ella donde se ha despositado la
comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, arras de la
incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra ascensión
hacia Dios... Porque allí donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu
de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia
(San Ireneo)» (797).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE
LA HOMILÍA
A. Apunte
bíblico-litúrgico
La mera exégesis plantea distintas lecturas
sobre el sentido del «agua» y del lugar de donde brota. En la gran Tradición de
la Iglesia, la comprensión del texto es clara: El agua designa el Espíritu y
también sus dones (por lo tanto, el bautismo). El lugar de donde brota es, en
primer término, Cristo, y también, como lugar derivado, el creyente. Y el Cristo
de esta perícopa está referido al Cristo pascual, muerto para resucitar, de
cuyo costado brotaron «sangre y agua». El Espíritu brota del Corazón del Señor.
Por fin, la donación del Espíritu se vincula a la glorificación de Jesús. No es
que antes el Espíritu permaneciera
inactivo, sino que, después de la Resurrección de Jesús, comenzaba la acción a
gran escala del Espíritu Santo.
B.
Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
El Cristo
resucitado fuente viva del Espíritu: 728-730.
La sed de Dios y
la sed del hombre: 2560-2565.
La respuesta:
La orientación
trinitaria de la vida cristiana: 732; 232-234; 256; 260.
m «Las fuentes de
la oración» que calman la sed: 2652-2660.
C. Otras
sugerencias
«Creo en el Espíritu Santo». Y en él se
incluyen los artículos sobre el Espíritu y sus grandes acciones: la Iglesia, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Esta distribución del Credo pone de
manifiesto que nuestra vida cristiana, presente y futura, depende del Espíritu
Santo. ¿Caemos en la cuenta de su lugar decisivo en la vida cristiana?
La donación del Espíritu a la Iglesia se
vincula a la muerte de Cristo en la Cruz. De ahí la efusión del Espíritu Santo
a los discípulos en el Día de la Resurrección.
Con el Catecismo de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra