DOMINGO 3 TIEMPO ORDINARIO CICLO B 'Conviértanse y crean en el evangelio': Preparemos con anticipación en casa como Iglesia doméstica la Fiesta que celebraremos el domingo
Recursos adicionales para la preparación
Introducción a las lecturas del domingo
Reflexionemos los padres
Reflexionemos con los
hijos
Conexión eucarística
Vivencia familiar
Nos habla la Iglesia
Leamos la Biblia con la Iglesia
Oraciones
Falta un dedo: Celebrarla
introducción a Las Lecturas del Domingo
Primera Lectura (JONÁS 3, 1-5)
El mensaje de Jonás es muy interesante en la Teología de la
Salvación. Y debemos meditarlo los escogidos para el apostolado. Y todo
bautizado es llamado a ser apóstol
-La voluntad salvífica de Dios es universal. Dios es Padre de todos y a
todos ama; y a todos ofrece la Salvación. La cortedad de horizontes del
Profeta Jonás y sus sentimientos muy particularistas y egoístas quedan
corregidos por el Dios-Amor.
-Los castigos y amenazas de Dios son medicinales y condicionales mientras el
hombre es viador. Dios no busca su perdición, sino su salvación por todos
los medios y caminos. Y esta Salvación la ofrece por igual a todos: a
paganos y judíos en el mensaje de Jonás.
-Contrasta la pronta respuesta de los ninivitas (paganos) a la llamada a
penitencia y conversión; respuesta, tan sincera, frente a la rebeldía y
endurecimiento de los judíos. Jesús mismo podrá echarles en cara a los de su
generación: 'Los ninivitas se alzarán el día del juicio contra esta raza y
la condenarán, por cuanto ellos se convirtieron a la predicación de Jonás; y
mirad, el que está aquí es superior a Jonás' (Mt 12, 41).
Segunda Lectura (1 CORINTIOS 7,29-31)
San Pablo inserta en el tratado teológico-ascético que dedica al
matrimonio y a la virginidad unas reflexiones que convienen por igual a los
dos estados.
-A los casados, para avivar en todo momento la conciencia y sentido
trascendente de la vocación cristiana, que pueden quedar desvitalizados por
las preocupaciones terrenas. A quienes han escogido la virginidad para que
vivan con fidelidad, plenitud y optimismo su dedicación total a los valores
eternos. Y a unos y otros, impelidos por el mismo Espíritu, nutridos del
mismo Pan: 'Haz que concuerdan en una misma caridad' (Dom II - Postcom.).
-'El tiempo de que disponemos es breve. Va desfilando rápida la pomposidad
mundanal' (vv 29. 31). El cristiano, ciudadano del cielo y a la vez con
necesidades y deberes apremiantes en su caminar por la tierra, donde tiene
una misión y una tarea personal a realizar, debe organizarlo todo según una
escala de valores, que esté de acuerdo con su fe y su destino (vv 30. 31).
-Conforme a esta doctrina del Apóstol nos recuerda el Vaticano II: 'Quedan,
pues, invitados y, aun obligados todos los fieles cristianos a buscar
la santidad y la perfección de su propio estado. Vigilen, pues, todos por
ordenar rectamente sus sentimientos, no sea que en el uso de las cosas de
este mundo y en el apego a las riquezas, encuentren un obstáculo que les
aparte, contra el espíritu de pobreza evangélica, de la búsqueda de la
perfecta caridad, según el aviso del Apóstol: 'Los que usan de este mundo
como si no lo disfrutaran, los que compran como si no poseyeran' (LG 42).
Evangelio (Mc 1, 14-20)
En la lectura del Evangelio de este Domingo advertimos dos puntos
muy importantes: El esquema o temario de la predicación de Jesús. Y la
elección de sus primeros colaboradores.
-El mensaje que predica Jesús al iniciar su ministerio en Galilea comprende:
a) Estamos en la plenitud de los tiempos; es decir, llegan a su cabal
cumplimiento todas las profecías referentes a la Era Mesiánica. b) Va, pues,
a instaurarse el Reino Mesiánico. A eso viene Él, el Mesías. c) Este 'Reino'
nada va a tener de político, nacionalista o terreno. Exige como condición
previa y urgente la conversión: un cambio y transformación radical y total
de mente y conducta, cual la del que pasa de las tinieblas a la luz. Para
entrar en el Reino de la gracia hay que dejar la zona del pecado. d) Son
ciudadanos del Reino los que con fe humilde aceptan la luz, la verdad y la
vida que Jesús a todos ofrece. Al terminar su ministerio confirmará Jesús
ante Pilato: 'Sí, Yo soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido
al mundo: para dar testimonio de la Verdad. Todo el que quiere ser discípulo
de la verdad me escucha a Mí' (Jn 18, 37).
- Jesús inicia también la elección y selección de los continuadores de su
obra y predicadores de su mensaje; y jefes de su Reino o Iglesia: los
Apóstoles. En este pasaje se nos narra la vocación de la bina: Pedro-Andrés
y de la bina: Santiago-Juan. Van a ser en el apostolado las primicias y los
predilectos. Son pescadores. Jesús, nivelándose a su mentalidad, abre a sus
ojos horizontes insospechados: Los llama a convertirse en 'pescadores
de hombres' (v 17).
-Ellos responden a la vocación con prontitud, generosidad y optimismo que
nunca desmentirán. Nosotros, llamados por Cristo a ser 'pescadores' de
hombres, tenemos el modelo: 'Ellos, dejando en la barca a su padre con los
jornaleros, le siguieron' (v 20). El servicio del Evangelio exige renuncia
total y dedicación total.
Reflexionemos los Padres
Es fácil apegarse a una cosa, a una persona de manera tal que se convierte
en lo más importante de nuestra vida. Para descubrir si sucede algo así
basta con preguntarse: ¿Qué es lo que me preocupa más? ¿A qué o a quién le
dedico más tiempo en mis proyectos de cada día? ¿Qué (o quién) ocupa más mis
pensamientos durante el día (y de la noche)? Es verdad, a veces no es tanto
el iempo que se le dedica sino la intensidad que revela lo que es más
importante.
Podríamos argumentar: Cuando hay escasez de medios materiales ¿acaso no es natural que me preocupe tanto? Jesús dijo cierta vez :"Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura" (Mt 6, 33). O uno podría decirse a sí mismo: ¿Hay algo malo que mis hijos me preocupen tanto? Pues, antes que los hijos debería ser tu cónyuge quien ocupe el primer lugar, ¿no te parece? Hay una palabra de Jesús también para esto: "«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí" (Mt 10, 37).
¿Qué o, más bien, quién debería ser lo más importante en nuestras vidas? ... "Y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Mc 12, 30). ¿No les parece que esto siempre de nuevo nos confronta con el reclamo de Jesús en el evangelio: "¡Conviértanse...!" ¿Qué aspectos de nuestra vida reclama que hemos de convertirnos? Quizás habría que comenzar con la manera cómo y cuando rezamos. ¿O hay otra cosa que tiene más urgencia?
Reflexionemos con los hijos
Hemos leído las lecturas antes que ustedes y nos hemos dado cuenta que
necesitamos cambiar. (No se preocupen, el reconocer sus faltas no les
quitará autoridad alguna). Tomando en cuenta especialmente las palabras de
Jesús en el evangelio hemos pensado que sería muy provechoso reflexionar
juntos: ¿Cómo podemos hacer para responder a la invitación de Jesús tanto a
nivel personal como a nivel de familia?
Conexión eucarística
Dios quiere ayudarnos porque somos débiles y frágiles. Por eso durante la
celebración dominical nos regala su palabra y la santa comunión para
fortalecernos y animarnos en nuestro esfuerzo de responder cada día a la
invitación de Jesús: "Conviértanse...".
Vivencia
Familiar
Además de la reflexión con los hijos, es muy provechoso realizar cada día
una examen de conciencia. Y esto no sólo en la noche para arrepentirnos de
nuestras faltas y pedir perdón. Se podría hacer un examen de conciencia
también en la mañana pensando en lo que Dios espera concretamente de
nosotros durante ese día que acaba de comenzar. También se puede hacerlo a
mediodía para repasar la mitad de jornada y a animarnos a corresponder
durante la tarde con mayor entusiasmo al amor de Dios que está presente en
nuestra vida.
Nos habla
la Iglesia
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la
vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida
para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que
siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca
sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión
no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal
51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al
amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación
de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las
lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor,
la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda
conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la
llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen
el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la
Penitencia" (Ep. 41,12).
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un
retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el
pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que
hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de
cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en
la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y
tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del
espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de
Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).
1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al
hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una
obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones:
"Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da
la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios,
nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza
a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón
humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn
19,37; Za 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa
es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha
conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom.
Cor 7,4).
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente
al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el
Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el
Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del
arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV
27-48).
1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de
reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la
justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras
faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el
examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los
sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la
cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf
Lc 9,23).
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias
encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace
presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son
alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el
antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de
pecados mortales" (Concoilio de Trento: DS 1638).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las
Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en
nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de
nuestros pecados.
(Catecismo de la Iglesia Católica)
Leamos la Biblia con la
Iglesia
Día | Año impar | Salmo resp. | Año par | Salmo resp. | Evangelio |
Lunes | Heb 9, 15.24-28 | 97 | 2 Sam 5, 1-7.10 | 88 | Mc 3, 22-30 |
Martes | Heb 10, 1-10 | 39 | 2 Sam 6, 12b-15. 17-19 | 23 | Mc 3, 31-15 |
Míérc. | Heb 10, 11-18 | 109 | 2 Sam 7, 14-17 | 88 | Mc 4, 1-20 |
Jueves | Heb 10, 19-25 | 23 | 2 Sam 7, 18-19. 24-29 | 131 | Mc 4, 21-25 |
Viernes | Heb 10, 32-39 | 36 | 2 Sam 11, 1-4a. 5-10a. 13-17 | 50 | Mc 4, 26-34 |
Sábado | Heb 11, 1-2. 8-19 | Lc 1, 69-75 | 2 Sam 12, 1-7a. 10-17 | 59 | Mc 4, 35-40 |
Reflexión: La indiferencia un pecado real
El más grande pecado de la sociedad de nuestro tiempo, y de muchos de
nosotros a nivel personal, es, sin duda, la indiferencia, que nace de
nuestro egoísmo; del egoísmo que nos lleva a pensar que lo único que vale la
pena es vivir para nosotros mismos, para conseguir lo que deseamos, lo que
nos parece importante, lo que nos coloca por encima de los demás, lo que nos
distingue del común de la gente, lo que nos acredita como los mejores en
cualquier cosa que sea.
Indiferencia frente a Dios, a quien pretendemos sacar de nuestra vida, como
si no existiera, porque su presencia nos estorba, pues es exigente y nos
señala un camino para seguir.
Indiferencia frente a los demás hombres y mujeres que pueblan el mundo,
particularmente hacia los más pobres, porque sus necesidades y su
sufrimiento nos cuestionan, y cuestionan nuestra manera de ser y de actuar.
La indiferencia nos vuelve ciegos, sordos, mudos y paralíticos, sin que nos
demos cuenta de ello.
La indiferencia endurece nuestro corazón y nuestras entrañas, y poco a poco
va convirtiéndonos en máquinas de producir dinero, triunfos profesionales,
honores sociales, al costo que sea.
La indiferencia nos quita lo que tenemos de humanos, que es a la vez, lo que
no hace parecernos a Dios, de quien, creámoslo o no, aceptémoslo o no, nos
guste o no, somos criaturas.
La indiferencia nos hace volvernos cada vez más sobre nosotros mismos, y al
hacerlo, va empequeñeciéndonos hasta que nos hace irreconocibles aún para
nuestros familiares y amigos más cercanos.
Jesús, en cambio, nos invita a ser sensibles. A enriquecer nuestra
personalidad con el amor por los demás. A llenar nuestra vida de sentido,
acogiendo en nuestro corazón la fe y la esperanza, que proyectan nuestro ser
y nuestra vida a la eternidad. A buscar en todo lo que hacemos, decimos y
pensamos, el bien para nosotros mismos y para los demás.
Jesús nos invita a ser sencillos y humildes. A pensar en los otros antes que
en nosotros mismos. A desear ser cada día mejores personas: a servir con
mayor empeño a quienes viven a nuestro lado, a compartir lo que somos y lo
que tenemos en el plano material y en el plano espiritual, con quienes nos
rodean, a crecer intelectual y espiritualmente cuanto nos sea posible.
Jesús nos invita a poner a Dios en el centro de nuestra vida, con la certeza
de que al hacerlo, no estamos volviéndonos retrógrados o cerrados, como
mucha gente piensa, sino, por el contrario, elevándonos por encima de
nuestras limitaciones y nuestras carencias, propias de nuestro ser de
criaturas, y realizando lo que Él quiso al crearnos a su imagen y semejanza.
“La Palabra de Jesús va al corazón
porque es Palabra de amor,
es palabra bella y lleva al amor, nos hace amar”.
Papa Francisco
Oración para pedir la propia conversión
Señor Jesús,
yo me coloco en Tu presencia en oración, y confiado en Tu Palabra abro
totalmente mi corazón a Ti.
Reconozco mis pecados y Te pido perdón por cada uno. Yo Te presento toda mi
vida, desde el momento en que fui concebido hasta ahora. En ella están todos
mis errores, fracasos, angustias, sufrimientos y toda mi ignorancia de Tu
Palabra.
¡Señor Jesús, Hijo del Dios vivo, ten compasión de mí que soy pecador(a)!
¡Sálvame, Jesús! Perdona mis pecados, conocidos y desconocidos.
Libérame, Señor, de todo yugo de Satanás en mi vida.
Libérame, Jesús, de todo vicio y de todo dominio del mal en mi mente.
Yo Te pido, Señor, que esa vieja naturaleza mía, vendida al pecado, sea
crucificada en Tu cruz. ¡Lávame con Tu Sangre, purifícame, libérame, Señor!
En Tu presencia, quiero perdonar a todas las personas que me ofendieron, que
me amargaron, que intentaron el mal contra mí, que me maldijeron y hablaron
mal de mí. Y así como estoy pidiendo Tu perdón para mis pecados, contando
con Tu gracia, yo las perdono y las entrego a Ti, clamando sobre mí y sobre
ellas Tu infinita misericordia.
Y ahora, Jesús, te pido que vengas a mí; yo Te recibo como mi dueño y Señor.
Ven a vivir en mí, dame la gracia de vivir intensamente Tu Palabra en todas
las circunstancias de mí día a día. Inúndame con Tu Espíritu. Ven a vivir en
mí, Jesús, y no permitas que yo me aleje de Ti.
Con todo mi corazón profeso la fe de mi bautismo, confiando en que la Gracia
que el Padre nos concede en Ti por el poder del Santo Espíritu me sanará,
sostendrá y guiará en esta nueva etapa que hoy comienzo a Tu lado.
Amén.
(Fuente "Oraciones Carismáticas" de Maisa Castro,
editorial Raboní - Adaptación)
Pedir por la conversión de un ser querido
Oh Padre, en el nombre de Tu Hijo Jesús,
y con el poder y la autoridad del Espíritu Santo,
Te pido que llenes a [nombre de la persona]
con el conocimiento de tu voluntad
y le dés toda clase de sabiduría y entendimiento espiritual.
¡Querido Señor! Ilumina este hijo/a precioso tuyo,
enséñale a vivir de una manera que es digna de ti,
para ser plenamente agradable en tu Presencia,
lleno de buenas obras, dando buenos frutos
y creciendo en el conocimiento de tu Palabra.
Fortalece esta oveja perdida, querido Señor,
con toda la fuerza de tu Santo Espíritu,
de acuerdo con tu glorioso poder y tu misericordiosa voluntad,
Hazlo apto para participar de la herencia de los santos en la luz.
Libera a este amado tuyo del poder de las tinieblas y traslada a [nombre] al
reino de tu amado Hijo Jesús, en quien tenemos redención y el perdón de los
pecados. Amén.
Oración para pedir la conversión de la familia
Oh querido Jesús,
yo Te suplico misericordia por las almas de mi familia
(nombrarlos aquí)
yo Te ofrezco mis sufrimientos, mis pruebas y mis oraciones
para salvar sus almas del espíritu de las tinieblas.
No permitas que ninguno de estos, Tus hijos, Te denuncien
o rechacen Tu mano misericordiosa.
Abre sus corazones para que se entrelacen con Tu Sagrado Corazón,
para que ellos puedan buscar el perdón necesario
para salvarse del fuego del Infierno.
Dales la oportunidad de enmendarse,
para que puedan convertirse con los Rayos de Tu Divina Misericordia.
Amén.