Domingo 12 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las lecturas
Primera Lectura: Job 38, 1. 8-11
Los antiguos consideraban que las tempestades del mar eran un símbolo de una fuerza que nadie podía dominar. Y los que han estado expuestos a un maremoto darán testimonio del espanto que despierta en el hombre. Con todo, las Escrituras nos enseñan que Dios es dueño y amo de todo, también de tu debilidad y las fuerzas del mal que parece nadie puede vencer. Dios tiene siempre la primera y la última palabra.
Segunda Lectura: 2 Cor 5, 14-17
También esta lectura quiere invitarnos a que nos fijemos en Dios que nos ama. Muchas veces experimentamos que, a pesar de nuestros buenos propósitos, ofendemos a Dios y hacemos sufrir a los demás. Esta lectura quiere hacernos conocer más profundamente el amor de Cristo que ha muerto por nosotros. Permitamos que sea nuestro compañero de camino de vida y veremos como él vencerá el pecado y el vicio. Seremos renovados.
Muchas veces somos pesimistas, tenemos miedo ante nuestras debilidades y también ante los que se burlan de nuestra postura cristiana porque pensamos frecuentemente que Dios está lejos. La fe en la presencia del Señor nos dará esperanza y también la valentía de anunciar a los demás que Cristo siempre está presente y que es el Señor de nuestra historia y de la del mundo.
Reflexionemos los padres
Dios quiere sostenerse en medio de tus angustias, problemas y sufrimientos. Dios quiere que vivas confiado en su Providencia porque El lo dirige todo para bien. Por eso es necesario pedir perdón a Dios porque nuestros miedos y preocupaciones frecuentemente demuestran que nos olvidamos de que Cristo está cerca de nosotros. Él no se merece nuestras dudas. Jesucristo se ha entregado por nosotros. Sin embargo buscamos muchas veces nuestra seguridad en el tener, en el poder, en el placer. Precisamente para ayudarnos en nuestra debilidad nos ha dado la Iglesia para que sea signo de su presencia entre nosotros y, a pesar de ello, muchas veces no creemos en su amor. Nos ahogamos frecuentemente en nuestros problemas como si estuviéramos solos y abandonados. Pero Cristo está siempre cerca para protegernos y salvarnos. ¿Cómo crecer en la fe? Pidiéndolo a Jesús.
Reflexionemos con los hijos
Como en el Evangelio a veces puede suceder que sufrimos tempestades en nuestras vidas y Jesús parece que está durmiendo y no se preocupa por nosotros. Vamos a enumerar un poco las tempestades y sufrimientos de nuestra vida pasada… Muchas veces parecía que no había solución o alivio. ¿Qué pasó? Tratemos de discernir y descubrir como Jesús lo ha dirigido para bien. De esta manera nos ayudamos mutuamente a tener los ojos de la fe bien abiertos y ver cómo la Providencia divina todo lo lleva bien adelante. De esta manera Jesús no necesita decirnos: “¡Hombres de poca fe!”
Colección eucarística
Podemos acudir a la Santa Misa siempre con el ánimo alegre y confiado. Cristo nunca nos deja solos. Siempre está con nosotros en todo momento. Para fortalecer esta fe el Señor nos regala su palabra para iluminar y fortalecer nuestra vida y se nos entrega en la santa comunión para que tengamos cada vez más confianza en su amor.
Vivencia familiar
Hay familias que, cada vez cuando se presenta una ‘tempestad’, problema o sufrimiento, se reúnen, aunque sea solamente para unos breves momentos, para orar juntos y pedir fe y ayuda de parte de Dios.
Nos habla la Iglesia (Concilio Vaticano II)
Lumen gentium 49: [… Los santos,] habiendo llegado a la patria y estando en presencia del Señor (cf. 2 Cor 5, 8), no cesan de interceder por El y en El a favor nuestro ante el Padre, ofreciéndole los méritos que en la tierra consiguieron por el Mediador único entre Dios y los hombres, Cristo Jesús (cf. 1 Tim 1, 5), como fruto de haber servido al Señor en todas las cosas y de haber completado en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1, 24).
Apostolado de los seglares 13 b: Los seglares cumplen en el mundo esta misión [evangelizadora] de la Iglesia, […], Con la caridad fraterna, por la que participando en las condiciones de vida, trabajo, sufrimientos y aspiraciones de los hermanos, disponen insensiblemente los corazones de todos hacia la acción de la gracia salvadora.
Apostolado de los seglares 4: [Los cristianos,] en medio de las adversidades de esta vida, hallan fortaleza en la esperanza, pensando que “los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse a nosotros” (Rom 8, 18).
Gaudium et spes 7: peregrinando todavía sobre la tierra, siguiendo de cerca sus [de Cristo] pasos en la tribulación y la persecución, nos asociamos a sus dolores como el cuerpo a la cabeza, padeciendo con El afín de ser glorificados con El (cf. Rom 8, 17).
Leamos la Biblia con la Iglesia
Día Año impar Año par Evangelio
Lunes
Génesis 12, 1-9
2.Libro de Reyes 17,5-8.13-15ª.18
Mateo 7, 1-5
Martes
Génesis 13, 2.5-18
2.Libro de Reyes 19, 9b-11.14-21. 31-35ª.36
Mateo 7, 6.12-14
Miércoles
Génesis 15,1-12.17-18
2.Libro de Reyes 22,8-13; 23,1-3
Mateo 7, 15-20
Jueves
Génesis 16,1-13.15-16
2.Libro de Reyes 24,8-17
Mateo 7, 21-29
Viernes
Génesis 17,1.9-10.15-22
2.Libro de Reyes 25,1-12
Mateo 8, 1-4
Sábado
Génesis 18, 1-5
Lamentaciones
2,2.10-14.18-19
Mateo 8, 5-17
Oraciones
Oración ante el sufrimiento
Oh Dios!,
de mi debilidad y mi fortaleza,
de mi tristeza y de mi alegría,
de mi soledad y compañía,
de mi incertidumbre y esperanza.
En el tiempo de mi incertidumbre
me pongo en tus manos de Padre:
Alumbra esta oscuridad con un rayo de tu Luz,
abre una rendija a mi esperanza,
llena con tu Presencia mi soledad.
Señor,
que el sufrimiento de los demás no me aplaste,
que sepa mirar con esperanza cada acontecimiento
y que, en ellos, descubra lo que Tú quieres de mi.
Amén
Oración para sobrellevar el Sufrimiento
Señor, tu que siempre has escuchado a todos lo que llenos de fe recurren a tí, te pido con fervor que me cures. Te suplico me des la gracia de la salud o al menos que pueda sobrellevar mis sufrimientos con fe y resignación para que así pueda cumplir Tu voluntad. Tú que en vida fuiste amigo de los enfermos, manten Tu protección sobre mí, consula mi corazón y haz que mis dolores físicos y morales sean fuente de mérito para la vida eterna.
Señor, por tu gracia aleja de mi estos dolores y sufrimientos, mas si no quieres permiteme al menos ofrecertelos por si en algo son útiles para la salvación de otras almas. Tú que ves con amor y bondad a todo el que esta enfermo, llevándole consuelo y esperanza; dame la gracia de reconocer Tu generosidad. Dejame servirte con mi dolor. Sé que soy indigno, pero me pongo en tus manos humildemente. Permite que Tus energías fluyan a través de mí y que causen el efecto más conveniente en mi cuerpo y mi alma. Amén.
Ofrecimiento
Oh Hostia viva, sostenme en este destierro para que pueda seguir fielmente las huellas del Salvador. No te pido, oh Señor, que me bajes de la cruz sino que me permitas perseverar en ella. Deseo ser extendida en la cruz como tú, Jesús. Deseo experimentar todos los tormentos y dolores que tú sufriste; deseo beber el cáliz de la amargura hasta el fondo.
Oh mi Jesús, dame fuerza para soportar los sufrimientos y para que mi boca no se tuerza cuando bebo el cáliz de la amargura. Ayúdame tú mismo para que mi sacrificio te sea agradable: que no lo profane mi amor propio. Que te alabe, oh Señor, todo lo que hay dentro de mí: la miseria y la fuerza.