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Domingo 15 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

 

Recursos adicionales para la preparación

 

 

¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

 

Introducción a las lecturas del domingo

Primera lectura: Amos 7, 12-15

Muchas veces los llamados de Dios a los hombres encierran pruebas, sufrimientos y resistencias. Sin embargo, Dios no pierde la paciencia. Sigue llamando para que haya profetas que lleven el anuncio a los hombres. Profeta, en primer lugar, no significa anunciar cosas futuras sino hablar en nombre de Dios. Y lo que hace Dios en el Antiguo Testamento lo extiende a todos los bautizados del Nuevo Testamento. Después del bautismo el sacerdote marca la frente del bautizado o la bautizada y dice: “… Para que seas miembro de Cristo sacerdote, profeta y rey”. No importa cuál sea nuestra situación de vida, a todos el Señor nos llama a hablar en su nombre a los hombres. Hemos seguido urgidos para hacer en Jesucristo profetas.

 

Segunda lectura: Efesios 1, 3-14

Este maravilloso himno de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios no es para analizarlo, es más bien para que contemplemos el maravilloso designio que Dios tiene para con cada uno de nosotros. La pregunta más bien es: ¿Creemos con todo nuestro corazón en las maravillas que este pasaje describe como regalos de Dios para con cada uno de los creyentes? Por lo menos comencemos a vislumbrar todo lo que Dios nos quiere dar. Y entonces verdaderamente esa estupenda realidad gratuita del amor de Dios para con cada uno de nosotros se convierte en alabanza y gloria de Dios. Lo menos que podemos hacer es dar las gracias por cada uno de estos dones.

 

Evangelio: Marcos 6, 7-13

Los evangelios no son un recuerdo de lo que hizo o dijo Jesús. Como quien recuerda la vida de Jesús. Cuando se proclama el Evangelio es el mismo Señor que se dirige a cada uno de nosotros. ¿Qué hicieron los discípulos enviados por Cristo? Fueron a predicar, a exhortar a la conversión, a expulsar demonios y sanar enfermos. Lo mismo nos dice a nosotros el Señor a través del Evangelio. Hay los que dicen que en nuestros tiempos no son necesarios esos milagros de curación y de la expulsión de los demonios. En aquel entonces necesitaban estos signos para que la gente creyese a la predicación. Hoy en día basta que anunciemos la buena noticia del amor de Dios a los hombres en Jesucristo y demos testimonio de ello con nuestra vida. Así explican por qué los enviados, que somos todos, no estamos realizando estos signos y milagros. Otros dicen que hay que entenderlo de manera espiritual. Porque la predicación misma cura las heridas espirituales y expulsa los malos sentimientos del corazón. Sea como fuera el Señor nos manda a predicar.

 

Reflexionemos los padres

Ciertamente los padres creyentes saben que tienen la misión de ayudarse mutuamente a crecer en la fe y de transmitir esa fe a los hijos. No hay duda que lo primero y más importante en esa transmisión de la fe consiste en dar ejemplo de una vida profundamente cristiana. Quizás conviene concentrarse en el contenido de lo que transmitimos. ¿Conocemos el Catecismo de la Iglesia Católica y lo leemos ávidamente para completar nuestros conocimientos de la doctrina cristiana? O una pregunta un poco más sencilla: ¿Sabemos que hay tres instrumentos universales para ayudar a los cristianos en conocer progresivamente su fe. Los tres instrumentos que pone la Iglesia nuestra disposición son el Catecismo de la Iglesia Católica, ya mencionado, el Compendio del Catecismo que es un resumen y pretende facilitar la comprensión de la doctrina eclesial. Y en tercer lugar existe el Youcat, el Catecismo para los Jóvenes. ¿Tenemos en casa uno de ellos? Si no, lo primero debería ser conseguir uno. Luego necesitamos planificar cómo establecer momentos fijos para alimentarnos de la enseñanza de la Iglesia. ¿Por qué no limitamos un poco el tiempo de mirar la televisión y lo dedicamos a instruirnos para poder transmitir la fe a los hijos?

 

Reflexionemos con los hijos

Los hijos son de diferentes edades y viven diferentes etapas de su desarrollo. Este fenómeno está muy marcado especialmente en las familias con prole numerosa. La carta de San Pablo a los Romanos habla de una medida de fe: “… No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual” (Rm 12, 3). También San Juan en su primera carta alude a diversos grados de fe: “Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre, Os he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno (1 Jn 2, 12-14).

Hay de los que viven la experiencia maravillosa de haberse encontrado con Cristo y su perdón. Los jóvenes, más bien, viven, o deberían vivir, su fe con entusiasmo venciendo el maligno. Y hay los que viven su fe a partir de una experiencia larga como es la fe, o debería ser la fe, de los padres de familia. ¿Cómo ayudar a los hijos a que descubran su propio nivel de fe, sus fuerzas y sus debilidades? ¿Cómo ayudar para que crezcan en la fe?

En general podemos sugerir lo siguiente (Mª del Carmen Montoro de González del COFT [S/C. Tenerife]) :

1ª) Crear las disposiciones adecuadas para que sus hijos  respondan generosamente y reciban ese don de Dios.

2ª) Deben reconocer que es necesaria la gracia de Dios y los  auxilios internos del Espíritu Santo, porque la fe la da Dios, es un don  gratuito que El da a quien se la pide con rectitud de intención.

3ª) Los padres deben rezar por sus hijos.

4ª) Deben ayudarles a conocer a Dios y a tratarle como Padre.

5ª) Deben preparar y motivar a sus hijos para que por su propia  iniciativa, relacionen su vida cotidiana con Dios.

6ª) Deben conocer a sus hijos para ayudarles a superar los  obstáculos que a nivel humano dificulten su vida de fe.

Las familias del Camino Neocatecumenal suelen reunirse los domingos en la mañana para rezar laudes, la oración de la mañana de la Iglesia, y para compartir cada uno con los demás como ha actuado a Dios en su vida durante la semana pasada. Este compartir personal es un reflejo del grado de fe que está viviendo cada uno. No se trata de valorar o hacer comparaciones. Cada persona tiene su ritmo para crecer en la fe.

 

Conexión eucarística

Al finalizar la celebración de la Santa Misa el sacerdote dice: “Pueden ir en paz”. Se ha ampliado esta despedida con fórmulas adicionales.  Las fórmulas adicionales son:

-- Podéis ir a anunciar el Evangelio del Señor.

-- Podéis ir en paz, glorificando con vuestra vida al Señor.

Estas nuevas fórmulas de despedida animan a los que han participado en la eucaristía a que sean mensajeros y testigos.

 

Vivencia familiar

Los miembros de la familia reflexionan juntos como hacer para ser testigos de su fe. Y como preparación comparten con los demás lo que Dios ha hecho en ellos durante la semana.

 

Nos habla la Iglesia

Los catequistas laicos

230. La acción catequética de los fieles laicos tiene, también, un carácter peculiar debido a su particular condición en la Iglesia: « el carácter secular es propio de los laicos ». Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: « esta evangelización... adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo ».

En efecto, al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos. Los propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.

231. La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los cuales participa de la « misión sacerdotal, profética y real de Cristo ». Además de la vocación común al apostolado, algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequistas. La Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les confiere la misión de catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma especial, a hombres y mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y formador de discípulos. Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con El, son el verdadero motor de la acción del catequista. « De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al "sí" de la fe en Jesucristo ».

Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de hecho, grados diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el catequista sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un período limitado de su vida, o incluso de modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una colaboración preciosa. No obstante, la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con los sacerdotes y el Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la configuración eclesial que le es propia.

(Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis)

 

Leamos la Biblia con la Iglesia

  Año impar   Año par    

L.

Ex 1, 8-14.22

S.123 

Is 1, 11-17

 S. 49

Mt 10, 34-11, 1

M.

Ex 2, 1-15a

S.68

Is 7, 1-9

S.47      

Mt 11, 20-24

M.

Ex 3, 1-6.9-12

S.102  

Is 10, 5-7.13-16

S193

Mt 11, 25-27

J.

Ex 3, 13-20

S.115

Is 26, 7-9.12.16-19

S. 101

Mt11, 28-30

V.

Ex  11, 10-12,14

S.115

Is 38,1-6.21-22.7-8 

S. 38

Mt 12, 1-8

S.

Ex 12, 37-42

S.135

Miq 2,1-5

S.10

Mt 12,14-21

 

Oraciones

Oración por la Evangelización

Jesús, Hijo de Dios, que dijiste a tus apóstoles: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”, ten misericordia de nosotros y danos la fuerza de tu Espíritu para poder cumplir con esta encomienda. Ayúdanos a hacernos cada día más concientes de la necesidad que tiene el mundo de tu Palabra y de tu amor. Haznos instrumentos dóciles en tus manos para que por medio de nosotros se extienda el Reino en nuestras familias y comunidades.

Señor, sentimos la oposición del Demonio en nuestro trabajo, por ello te pedimos que abras tú las puertas, que derribes los obstáculos y que allanes el camino para que tu Palabra pueda extenderse hasta los últimos confines del mundo.

Te ofrecemos nuestras vidas, lo que tenemos y somos, para que, como ofrenda de agradable aroma, llegue hasta ti. Señor, tú bien sabes que sin ti nada somos, nada tenemos y nada podemos, confirma en nosotros el don de tu Espíritu y ayúdanos en esta ingente tarea de anunciarte

María Santísima, Madre y Señora Nuestra, ve el deterioro de nuestro mundo, de nuestras familias, de nuestra sociedad; nos urge llevar el mensaje de Cristo: Acompáñanos como un ejército a banderas desplegadas, pues ante ti se rinden los enemigos del Reino. Se tú, como lo has sido hasta ahora para el pueblo de Dios, nuestro baluarte y modelo en el anuncio del Evangelio.

Virgen Santísima, estrella de la Evangelización, tú que fuiste movida por el amor a llevar las Buenas Nuevas a la casa de tu prima santa Isabel sin importarte tu edad y las dificultades que esto te presentó, alcanza para nosotros esa misma fuerza. Ruega al Dador de todas las Gracias para que allane también nuestro camino, quite los obstáculos y nos dé la fuerza para anunciar, con alegría y valor, el mensaje de tu Hijo Jesucristo, única fuente de vida para el mundo, y que vive y reina por los siglos de los siglos.

AMÉN.

 

 

 

 



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