Domingo 19 del Tiempo Ordinario Ciclo B: Preparemos con las Lecturas y con el Catecismo la Acogida de la Palabra proclamada durante la Misa dominical
Con las Lecturas Con el Catecismo Con el Directorio Homilético
Recursos adicionales para la prepración
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos I
Comentarios de Sabios y Santos II
Comentario extenso de San Agustín
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas del Domingo
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 1 -8
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: «Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos». Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» Se acostó y se quedó dormido bajo la retama.
Pero un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!»
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial 33, 2-9
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
El Ángel del Señor acampa
en tomo de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en Él se refugian! R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30-5, 2
Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
Palabra de Dios.
Aleluia Jn 6, 51
Aleluia.
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente», dice el Señor.
Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: "Yo he bajado del cielo?"»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo».
Palabra del Señor.
Con el Catecismo de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra
Recordando a Moisés en el desierto, se nos describe la huida de Elías que se siente fracasado en su obra, y pide a Dios que se lo lleve de este mundo. El alimento que recibe es señal de que Dios está con él.
Como hicieron sus antepasados en el desierto ante Moisés, los judíos hacen ahora ante Cristo: “murmuraron”. Y para rechazarle, apelan a que su familia es conocida, y vana, por tanto, su pretensión de que “viene del cielo”. Pero Jesús con las palabras de Isaías les denuncia porque no escuchan la voz de Dios.
Con palabras más recias que nunca (“El pan que yo daré es mi carne para vida del mundo”), Jesús relaciona la Eucaristía con su muerte empleando el término “carne”, expresión muy primitiva.
Con frecuencia se observa que cada uno defiende “su” verdad, sinónimo de algo puramente subjetivo. Quien así actúa debe reconocer el mismo derecho en los demás. Tanto subjetivismo hace imposible hallar la verdad universal y objetiva. La defensa de la propia verdad nada tiene que ver con la personalidad o con la dignidad. Nadie más digno que quien busca la verdad objetiva y la acepta.
_ Cristo revela el Espíritu a través de la Eucaristía:
“Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que Él mismo no ha sido glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la vida del mundo. Lo sugiere también a Nicodemo, a la Samaritana y a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos. A sus discípulos les habla de él abiertamente a propósito de la oración y del testimonio que tendrán que dar” (728).
_ El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia:
“La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con Él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda” (1368).
_ “Dios no rehusará ser invocado como Dios por aquellos que hayan mortificado en la tierra sus miembros, y, sin embargo, viven en Cristo. Además, Dios es Dios de vivos, no de muertos; más aún, vivifica a todo hombre por su Verbo vivo, el cual da a los santos para alimento y vida, como el mismo Señor dice: ``Yo soy el pan de la vida'' (Jn 6,35). Los judíos, por tener el gusto enfermizo y los sentidos del espíritu no ejercitados en la virtud, no entendiendo rectamente la explicación de este pan, le contradecían porque había dicho: ``Yo soy el pan que ha bajado del cielo''” (San Atanasio, Cart. 4, 3).
“Se da a los cristianos una gran verdad: que el pan se convierte en Cuerpo y el vino en Sangre. Lo que no percibes o no ves, te lo confirma la fe, fuera del orden natural” (Himno “Lauda Sion”).