Domingo 29 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Escucha de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las
lecturas del domingo
Dios frente al
pecado del hombre podría reaccionar como lo hizo en tiempos de Noé. Mandó el
diluvio y limpió la tierra de todo pecado y de todo pecador. No quedó ser
viviente alguno. Para nosotros este es un signo de cómo Dios podría
responder a los pecados del hombre de hoy. Sin embargo recordemos lo que
Dios dijo a Noé:
Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él:
«He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura
descendencia, y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los
ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido
del arca, todos los animales de la tierra. Establezco mi alianza con
vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas
del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.» (Gen 9, 9/11).
Con todo, Dios no podía estar indiferente ante el pecado del hombre y sus
consecuencias. El pasaje de hoy nos manifiesta como responderá Dios para
siempre ante el pecado humano y sus consecuencias. Y sabemos que mandará a
Alguien. La lectura describe cómo es y cómo actúa ese enviado de Dios.
Segunda Lectura:
Hebr 4, 14-16
Este pasaje continúa
la descripción del enviado de Dios de cara al pecado del hombre, de cara a
nuestro pecado. Se nos enseña no solamente que Dios es misericordioso sino
que se sumerge en nuestra realidad humana de manera integral, menos en la
dimensión del pecado. Esto solamente tiene una explicación posible: Dios es
amor y nos ama hasta el extremo. Con corazón agradecido escuchemos este
pasaje bíblico.
Para poder aquilatar
toda su dimensión del pasaje
evangélico es bueno tener presente que en los versículos inmediatamente
anteriores a los del Evangelio San Marcos relata el tercer anuncio de la
pasión de parte de Cristo. Sin embargo, los apóstoles parecen no haber
entendido nada. Continúan con la ilusión de que Jesús va a implantar un
reino político, intra-mundano, en cuyo poder ellos desean tener parte.
Nosotros sabemos de qué está hablando Jesús cuando menciona el cáliz que se
ha de beber. Nos lo recuerda su oración en el huerto de los olivos. Y la
expresión “ bautismo” se refiere a la misma realidad. Y el sentarse a la
derecha y a la izquierda significaría en nuestro lenguaje de hoy ser primer
ministro y el segundo en la escala del poder, por ejemplo, ministro de
Relaciones Exteriores. Necesitamos preguntarnos: ¿Qué tiene esto que ver con
nosotros? Bueno, basta con preguntarnos si somos capaces de beber el cáliz
que Jesús ha bebido. Escuchemos este pasaje con el corazón dispuesto.
Reflexionamos los
padres
Como ya hemos
vislumbrado en la introducción a la primera lectura, Dios no deja
preocuparse del pecado del hombre y de las consecuencias de su pecado. Ha
enviado a su hijo Jesucristo. Como Jesús mismo dice: “No he venido para
juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 14, 47), es decir, que el
Señor ha venido para ponerse al servicio del hombre; para eso ha nacido,
para eso ha muerto, para eso ha resucitado, para eso ha enviado el Espíritu
Santo, para eso ha fundado la Iglesia, para eso ha instituido los
sacramentos, para eso estará con nosotros hasta el fin del mundo. Quizás
nosotros somos, en algunos aspectos de nuestra vida,
semejantes a los apóstoles. El
enfrentarse con el dolor que predice Jesús no les hace superar el deseo de
conseguir privilegios, no les hace luchar contra la envidia y los celos.
Consideremos un momento nuestra reacción cuando se presenta una crisis, un
dolor, un sufrimiento. La Didajé, un antiquísimo documento de la Iglesia -
que algunos hasta lo acercan al concilio de los apóstoles (cf. Hech 15) -
como guía didáctica para introducir a los paganos a la fe y al bautismo,
enseña:
"Dales la
bienvenida como a cosas buenas a los acontecimientos que te sucedan,
sabiendo que fuera de Dios nada sucede" (Didajé 3. 10).
Es decir, no solamente hay que aguantar sino hasta dar la bienvenida a los
problemas y sufrimientos como quien carga con la cruz de cada día para
seguirle a Jesús (cf. Mt 10.38). ¿Cómo hacer para que nuestra respuesta a
los sufrimientos sea cristiana a la manera de la Didajé?
Para dar una respuesta adecuada se requiere crecer en la virtud de la
humildad. Les ayudarán los comentarios correspondientes de
San Juan Crisóstomo y
del P. Gustavo Pascual I.V.E
Reflexionemos con
los hijos
Muchas veces
sentimos envidia porque quisiéramos tener lo que tienen los temas. Muchas
veces tenemos celos porque quisiéramos que nos den mayor importancia
que a los demás. Muchas veces quisiéramos ser los primeros, ser
mandamás. Jesús nos dice que no ha venido para que le sirvan sino para
servir. Y nos sigue sirviendo: cuando escuchamos la palabra de Dios nos
habla Jesús; cuando participamos en la celebración de la eucaristía es Jesús
que se sacrifica por nosotros, está a nuestro servicio; y durante las 24
horas está siempre a nuestra disposición cuando le hablamos, le pedimos
algo.
Si queremos ser
grandes, si queremos ser como Jesús entonces tenemos que convertirnos en
servidor de todos. Solamente así seremos los primeros delante de Jesús.
Vamos a ponernos a reflexionar un poco como convertirnos en servidores de
los demás.
Relación con la
Santa Misa
Nuestra inclinación
va siempre en la dirección de que nos sirvan y que seamos los primeros para
recibir privilegios y regalos. Cuando participamos en la eucaristía es Jesús
que se pone a nuestro servicio y se entrega totalmente. Especialmente
durante el ofertorio, cuando se presentan en el altar el pan y el vino y se
ofrecen a Dios para que se conviertan más tarde en el cuerpo y la sangre de
Jesús, ofrezcamos nuestra vida y nuestras personas para ponernos a
disposición total de Dios.
Vivencia familiar
Todo lo anterior nos
inspira a reflexionar en familia de cómo seguir las sugerencias de Jesús, de
cómo convertirnos en servidores de los demás. Recordemos que la mejor manera
de servir a los demás es aquella que no nos pueden agradecer porque no se
enteran.
Nos habla la Iglesia
Vivir la fe cristiana significa servir al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres, a partir de las periferias de la Historia
La fe católica que
recibimos el día del bautismo está centrada en la persona de Jesucristo,
Unigénito del Padre, Señor de toda creación y Redentor de la humanidad. A
primera vista, nadie se atrevería a contestar esta sencilla afirmación tan
evidente para quien recita el Credo con devoción. Inundado sinceramente por
esta fe, el cristiano vive según los mandamientos y no se asusta con los
sufrimientos y dificultades de la vida. Al encontrarse con alguien que
necesita ayuda no ahorra esfuerzos para aliviarlo; recordando mientras tanto
que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios” (Dt 8, 3).
Vivir la fe en
nuestros días exige una actitud permanente de coraje y heroísmo, pues son
muchos los que no comprenden, no apoyan y hasta llegan a perseguir a los que
se apartan radicalmente del pecado, se confiesan con frecuencia, asisten la
misa dominical y buscan conformar su mente y corazón a los de Jesús. A estos
héroes de lo cotidiano les sorprenderá que alguien diga que no es necesario
entrar en choque con las costumbres del mundo, pues para vivir la fe basta
ayudar a los demás, sin distinciones. O sea, más que vivir para Cristo,
basta dedicarse al hombre ¿Es así de sencillo? ¿Cómo nos enseña el
Magisterio a vivir la fe teniendo en vista la salvación de nuestras almas?
La Iglesia, de
hecho, está llamada a esparcir la levadura y la sal del Evangelio, es decir,
el amor y la misericordia de Dios, que son para todos los hombres, indicando
la meta ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la
sociedad civil y política le corresponde la ardua tarea de organizar y
encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una
vida cada vez más humana. Vivir la fe cristiana no significa huir del mundo
o buscar una cierta hegemonía, sino servir al hombre, a todo el hombre y a
todos los hombres, a partir de las periferias de la historia, teniendo
despierto el sentido de la esperanza, que impulsa a hacer el bien a pesar de
todo y mirando siempre más allá. (Papa Francisco, Carta a Eugenio Scalfari,
4 de septiembre de 2013)
. Leamos la Biblia con la Iglesia
Semana 28 - Sábado |
Rom
4:13, 16-18 |
Sl
105:6-7, 8-9, 42-43 |
Ef
1:15-23 |
Sl
8:2-3, 4-5, 6-7 |
Lc
12:8-12 |
Semana 29 - Lunes |
Rom
4:20-25 |
Lc
1:69-70, 71-72, 73, 75 |
Ef
2:1-10 |
Sl
100:2, 3, 4, 5 |
Lc
12:13-21 |
Semana 29 - Martes |
Rom
5:12, 15, 17-19, 20-21 |
Sl
40:7-8, 89, 10, 17 |
Ef
2:12-22 |
Sl
85:9-10, 11-12, 13-14 |
Lc
12:35-38 |
Semana 29 -Miércoles |
Rom
6:12-18 |
Sl
124:1-3, 4-6, 7-8 |
Ef
3:2-12 |
Is
12:2-3, 4, 5-6 |
Lc
12:39-48 |
Semana 29 - Jueves |
Rom
6:19-23 |
Sl
1:1-2, 3, 4, 6 |
Ef
3:14-21 |
Sl
33:1-2, 4-5, 11-12, 18-19 |
Lc
12:49-53 |
Semana 29 - Viernes |
Rom
7:18-25 |
Sl
119:66, 68, 76, 77, 93, 94 |
Ef
4:1-6 |
Sl
24:1-2, 3-4, 5-6 |
Lc
12:54-59 |
Semana 29 - Sábado |
Rom
8:1-11 |
Sl
24:1-2, 3-4, 5-6 |
Ef
4:7-16 |
Sl
122:1-2, 3-4, 4-5 |
Lc
13:1-9 |
Oraciones
Oración para servir
Autor: Padre Ignacio
Larrañaga
Oh Cristo, para poder servirte mejor,
dame un noble
corazón
Un corazón fuerte
para aspirar por los
altos ideales
y no por opciones
mediocres.
Un corazón generoso
en el trabajo,
viendo en el no una
imposición
sino una misión que
me confías.
Un corazón grande
para el sufrimiento,
siendo valiente
soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo
para la cruz de los demás.
Un corazón grande
para con el mundo,
siendo comprensivo
con sus fragilidades
pero inmune a sus
máximas y seducciones.
Un corazón grande
para los hombres,
leal y atento para
con todos
pero especialmente
servicial y delicado
con los pequeños y
humildes.
Un corazón nunca
centrado sobre mí,
siempre apoyado en
tí,
feliz de servirte y
servir a mis hermanos,
¡oh, mi Señor!
todos los días de mi
vida.
Amén.