Domingo 30 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar:
en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios
proclamada durante la celebración de la Misa dominical
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las Lecturas
El pueblo elegido,
varias veces y a causa de sus pecados, ha sufrido el exilio. Los enemigos
conquistaron sus ciudades y se llevaron a los habitantes a otros lugares, al
exilio. Y siempre se repite la misma historia. El pueblo que ha abandonado
al Dios único para adorar a dioses falsos, vuelve de nuevo a su Señor y
clama pidiendo perdón. Dios nunca se cansa de perdonar. Siempre está
dispuesto a manifestar su misericordia y a reunir de nuevo a su pueblo
elegido. A nosotros esta lectura nos pregunta adónde nos ha “exiliado”, es
decir, adonde nos ha alejado de Dios nuestro pecado. Dios quiere repetir con
nosotros lo que hizo con los hijos de Jacob: quiere salvarnos. Escuchemos
con una gran expectativa.
En Cristo Jesús se
ha transformado el sacerdocio del Antiguo Testamento. Lo renueva y lo
re-actualiza en los sacerdotes de la Iglesia católica. En todos los tiempos
Dios sigue llamando a los jóvenes para que el Sacerdote Eterno los utilice
para que realicen su obra de salvación. Escuchemos con atención y recemos
por nuestros sacerdotes.
El Evangelio nos
relata el acontecimiento de un ciego que no deja escapar la ocasión para que
Jesucristo le ayude. Aunque los demás quieren obligarlo a que se calle, él
insiste y es recompensado con la curación .
Reflexionemos los padres
El término «ciego»
se ha cargado de tantos sentidos negativos que es justo reservarlo, como se
tiende a hacer hoy, a la ceguera moral de la ignorancia y de la
insensibilidad. Bartimeo no es
ciego; es sólo invidente. Con el corazón ve mejor que muchos otros de su
entorno, porque tiene la fe y alimenta la esperanza. Más aún, es esta visión
interior de la fe la que le ayuda a recuperar también la exterior de las
cosas. «Tu fe te ha salvado», le dice Jesús (cf. P. Cantalamessa,
comentarios al evangelio de hoy).
Es que también la
Escritura nos habla de los sentidos interiores. Ofrecemos solamente dos
citas de tantos: “... mas el manjar sólido es para los perfectos, los que,
en virtud de la costumbre, tienen
los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo” (Hebr 5,14);
“...no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para
que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda
espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente;
iluminando
los ojos de vuestro corazón para
que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál
la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos” (Ef 1,
16-18).
Muchas veces somos
ciegos y los ojos de nuestro corazón no perciben el amor y la misericordia
de Dios en los acontecimientos de nuestra vida. Sufrimos y parece que no nos
queda otra cosa que aguantar. En cambio, el que tenga los ojos del corazón
iluminados descubre también en los sucesos más difíciles y tristes y oscuros
la presencia afectuosa de Dios que nos ama. ¿Acaso será necesario recordar
siempre de nuevo de que Dios nos ama tanto que hasta ha entregado a su único
Hijo para que se haga hombre, cargue con nuestros pecados, los estrelle en
la cruz en su muerte; y Dios lo ha
resucitado para que en su nombre tengamos vida eterna? Aunque el
sufrimiento, el problema es fruto de nuestro propio pecado, de nuestra
propia debilidad, cuando nos arrepentimos y nos dirigimos a Dios él sabe
sacar bendición también de ello. Por eso necesitamos gritar al Señor que
siempre pasa: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”
Reflexionemos con los hijos
Cierta vez Jesús
estaba rebatiendo a los fariseos uno
de sus 613 preceptos y prohibiciones respecto a la comida legalmente pura
según su ley: Luego [Jesús] llamó a
la gente y les dijo: «Oíd y entended. No es lo que entra en la boca lo que
contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al
hombre.» Entonces se acercan los discípulos y le dicen: «¿Sabes que los
fariseos se han escandalizado al oír tu palabra?» El les respondió: «Toda
planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz.
Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego,
los dos caerán en el hoyo.» (Mt 15, 10-14).
La pregunta es: ¿Por
qué Jesús los llama ciegos? Tienen los ojos muy abiertos y miran a Jesús.
¿Hay algo en Jesús que no se ve con los ojos físicos? Exteriormente Jesús
era una persona humana como cualquier otra. Pero Jesús no es solamente
hombre sino también es ¿?… (Dios). Esto solamente se ve con los ojos de la
fe, con los ojos del corazón, con los ojos espirituales. ¿Por qué los
apóstoles creían que Jesús era el Hijo de Dios? Es que habían visto sus
milagros que solamente Dios puede realizar. Con los ojos de la fe
descubrieron en la persona física de Jesús la realidad divina. Es decir,
esta realidad no es visible a nuestros ojos físicos, a no ser en el caso
cuando Jesús se transfigura uno delante sus discípulos. Pero esta era un
acontecimiento excepcional.
Nosotros también
necesitamos abrir nuestros ojos de la fe, nuestros ojos del corazón porque
el mismo Jesús ha dicho: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin
del mundo” (Mt 24,40). Y además ha dicho:”Si alguno me ama, guardará mi
Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn
14, 23). Además:
"En verdad os digo que cuanto
hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis"
(Mt 25, 40).
Podemos sacar como
consecuencia: cuando miramos a un bautizado, a un creyente, o un hijo de
Dios o una hija de Dios, si tenemos los ojos de la fe abiertos ¿que vemos
también siempre con la ayuda de la fe? Que Dios está contigo y conmigo. Eso
deberá ayudarnos de respetarnos a nosotros mismos y a los demás porque está
Dios presente. El catecismo católico nos enseña cómo acostumbrarnos a esta
realidad por medio de la oración – existen muchos otros medios -:
2565 En la nueva Alianza, la
oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente
bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino
es “la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo
entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16,
9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios,
tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible
siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser
con Cristo (cf Rm 6,
5). La oración es cristiana en
tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es
su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf Ef 3,
18-21).
Nos olvidamos muchísimas veces de esta maravillosa realidad. No la vemos con
los ojos de la fe. Por eso hay que hacer la misma oración del ciego
Bartimeo. ¿Alguien se acuerda?
Relación
con la Santa Misa
La
Santa Misa es uno de los signos más potentes de la presencia de Dios. Por
eso necesitamos abrir bien los ojos de la fe. Si nos distraemos y no somos conscientes de esta
maravillosa realidad necesitamos gritar como él ciego Bartimeo para que Dios
nos abra los ojos del corazón.
Vivencia
familiar
Existen muchas maneras de ayudar a los miembros de la familia para que sean
conscientes de la presencia divina en el hogar. Hay un lugar donde la Biblia
abierta invita a leer un momento antes de salir de la casa o después de
regresar. Los padres en la mañana o en la noche bendicen a los hijos
marcando su frente con la cruz. Hay familias que cuando los miembros pasan
delante de la cruz de la familia, hacen una venia. Pues, cada familia
desarrolla sus propias costumbres.
Nos
habla la Iglesia
Presencia de Cristo en la Liturgia
• Especialmente, en
la Eucaristía partida y compartida;
• En la persona del
ministro;
• En la palabra de
Dios; y
• En la asamblea del
pueblo de Dios
(Nota: Esta presencia se prolonga en la vida de cada uno de los que han
participado).
“[…] Cristo está siempre presente en
su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el
sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora
por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la
cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su
fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo
quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia
la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando
la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt.,
18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente
glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su
amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al
Padre Eterno.
Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio
de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su
manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de
Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público
íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo
sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la
iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (Vaticano II, Constitución sobre
la Sagrada Liturgia 7).
Semana 30 - Lunes | Rom 8:12-17 | Sl 68:2, 4, 6-7, 20-21 | Ef 4:32-5:8 | Sl 1:1-2, 2-3, 4-5, 6 | Lc 13:10-17 |
Semana 30 - Martes | Rom 8:18-25 | Sl 126:1-2, 2-3, 4-5, 6 | Ef 5:21-33 | Sl 128:1-2, 3, 4-5 | Lc 13:18-21 |
Semana 30 -Miércoles | Rom 8:26-30 | Sl 13:4-5, 6 | Ef 6:1-9 | Sl 145:10-11, 12-13, 13-14 | Lc 13:22-30 |
Semana 30 - Jueves | Rom 8:31-39 | Sl 109:21-22, 26-27, 30-31 | Ef 6:10-20 | Sl 144:1, 2, 9-10 | Lc 13:31-35 |
Semana 30 - Viernes | Rom 9:1-5 | Sl 147:12-13, 14-15, 19-20 | Jer 1:1-11 | Sl 111:1-2, 3-4, 5-6 | Lc 14:1-6 |
Semana 30 - Sábado | Rom 11:1-2, 11-12, 25-29 | Sl 94:12-13, 14-15, 17-18 | Jer 1:18-26 | Sl 42:2, 3, 5 | Lc 14:1, 7-11 |
0raciones
Señor, abre los ojos de mi corazón
¿Es qué no veo lo que ocurre a mi alrededor? ¿No veo como mi propia vida ha
ido creciendo en fe y santidad? ¿No veo las maravillas y prodigios de mis
hermanos en la fe? ¿No me experimento resucitado de mi ataque de muerte
súbita hace diez años? ¿No veo las curaciones que otros, por la Gracia de
Dios, hacen en su nombre? ¿De qué me tengo que convencer?
Sólo pedirte perdón Señor, y darte gracias por tu Misericordia, por tu
Paciencia sin límites y Bondad Infinita. ¿Qué sería de mí sin tu Amor?
Gracias te seguiré dando todos los días de mi vida porque cada segundo e
instante vivido es pura Gracia tuya.
Gracias por obrar pequeñas maravillas en mí humilde persona y por derramar
manantiales de fe en mi corazón que me hacen seguirte, buscarte, vivir
inquieto en Ti y anhelarte a cada momento de mi vida. ¡Me has dado tanto,
Señor que es imposible agradecértelo! ¡Necesitaría tu Fuerza y tu Gracia
para poder hacerlo!
Perdona mis fracasos, mis errores, mis fallos, mis debilidades, mis miserias
y tantas veces como te he decepcionado. No soy digno de Ti, y si lo soy es
por tu Gracia. ¡Qué dignidad tan grande ser considerado tu hijo-a! ¿Se puede
ser más?
Señor, gracias por todo. Yo quiero seguirte y dejarme moldear por tu
Corazón.
Señor, abre mis ojos…
a
lo que verdaderamente tiene valor, porque los tengo entretenidos en cosas
caducas y de muy poco valor. El mundo le da mucho valor a cosas que
aparentan tenerlo, pero la realidad es otra. Nada de lo que permanece
sometido al tiempo y el espacio perdura. Es efímero y caduco.
Y
todo aquello que aparentemente parece tener valor desaparece con el tiempo.
Así como viene la lluvia y se va, así son las cosas de este mundo. Señor,
abre mis ojos para poder ver que el tiempo dedicado a Ti, a tu Palabra y a
vivirla es el mejor tiempo empleado. Porque ese tiempo sí tiene valor, nunca
perece ni nunca se termina.
Es
el tiempo de la eternidad y de la dicha. Del gozo eterno vivido en la
presencia del Padre y el cual todos buscamos desesperadamente aunque ciegos
y equivocados. Dame Señor luz para perseguir y experimentar ese tiempo de mi
vida dedicándolo a conocerte, a experimentarte y a vivirte en los hermanos.
Es ese el tiempo verdaderamente importante