Domingo 31 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las lecturas
El judío piadoso
recita cada día, en la mañana y en la noche, la parte de la lectura que
comienza con: “Escucha Israel…”. Si continuamos leyendo los siguientes
versículos entonces proclamamos la fórmula completa de la oración judía: “Se
las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como
si vas de viaje, así acostado como levantado;
las atarás a tu mano como una señal,
y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu
casa y en tus puertas” (Deut 6, 7-9) . Tan es así que los hijos de Israel
piadosos escriben estas palabras en unos pergaminos delgados y pequeños que
colocan en unas cajitas. Atan una cajita en el brazo, otra cajita en la
frente, entre los ojos y otra cajita en los dinteles de la casa. Todo esto
es una expresión profunda y concreta de querer vivir y tener presente
siempre esta palabra tan importante. Escuchemos con mucha atención esta
lectura tan importante.
Segunda Lectura:
Hebr 7, 23-28
Continuamos
escuchando de cómo el hijo de Dios, haciéndose hombre para salvarnos, se
convirtió en Sumo Sacerdote en favor de los pecadores. Los sumos sacerdotes
del antiguo testamento son figura y presagio del Sumo Sacerdote de la Nueva
Alianza. Escuchemos con alegría y mucha devoción para conocerlo más de
cerca.
Para comprender el
alcance de la pregunta que hace el escriba a Jesús necesitamos tener
presente que había un grupo de piadosos, especialmente los fariseos que
pensaban servir a Dios cuanto más mandamientos observaban. Un ejemplo es el
sabio judío Maimonides. Éste ha recogido todos los preceptos y todas las
prohibiciones de la Torá, los cinco primeros libros de la Biblia. ¿Saben
cuántos ha encontrado?
Nada menos que 613 preceptos y prohibiciones.
Podemos imaginarnos que se desataba un debate infinito cuando se trataba de
identificar el primer mandamiento, el mandamiento más importante. Pero
también había otros que buscaban con sinceridad de corazón, como el escriba
que pregunta Jesús, lo que verdaderamente le importaba a Dios en medio de
tantos mandamientos.
Reflexionemos los padres
Nuestro riesgo es sacrificar
sistemáticamente las cosas importantes para correr detrás de las urgentes
frecuentemente del todo secundarias.
¿Cómo prevenirnos de este peligro? Una historia nos ayuda a entenderlo. Un
día, un anciano profesor fue llamado como experto para hablar sobre la
planificación más eficaz del tiempo a los mandos superiores de algunas
importantes empresas norteamericanas. Entonces decidió probar un
experimento. De pie, frente al grupo listo para tomar apuntes, sacó de
debajo de la mesa un gran vaso de cristal vacío. A la vez tomó también una
docena de grandes piedras, del tamaño de pelotas de tenis, que colocó con
delicadeza, una por una, en el vaso hasta llenarlo. Cuanto ya no se podían
meter más, preguntó a los alumnos: "¿Os parece que el vaso está lleno?", y
todos respondieron: "¡Sí!". Esperó un instante e insistió: "¿Estáis
seguros?".
Se inclinó de nuevo
y sacó de debajo de la mesa una caja llena de gravilla que echó con
precisión encima de las grandes piedras, moviendo levemente el vaso para que
se colara entre ellas hasta el fondo. "¿Está lleno esta vez el vaso?",
preguntó. Más prudentes, los alumnos comenzaron a comprender y respondieron:
"Tal vez aún no". "¡Bien!", contestó el anciano profesor. Se inclinó de
nuevo y sacó esta vez un saquito de arena que, con cuidado, echó en el vaso.
La arena rellenó todos los espacios que había entre las piedras y la
gravilla. Así que dijo de nuevo: "¿Está lleno ahora el vaso?". Y todos, sin
dudar, respondieron: "¡No!". En efecto, respondió el anciano, y, tal como
esperaban, tomó la jarra que estaba en la mesa y echó agua en el vaso hasta
el borde.
En ese momento, alzó
la vista hacia el auditorio y preguntó: "¿Cuál es la gran verdad que nos
muestra ese experimento?". El más audaz, pensando en el tema del curso (la
planificación del tiempo), respondió: "Demuestra que también cuando nuestra
agenda está completamente llena, con un poco de buena voluntad, siempre se
puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer". "No
--respondió el profesor--; no es eso. Lo que el experimento demuestra es
otra cosa: si no se introducen primero las piedras grandes en el vaso, jamás
se conseguirá que quepan después". Tras un instante de silencio, todos se
percataron de la evidencia de la afirmación. Así que prosiguió: "¿Cuáles son
las piedras grandes, las prioridades, en vuestra vida? ¿La salud? ¿La
familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que os
importa mucho? ¿Nuestra relación con Dios? Lo importante es meter estas
piedras grandes en primer lugar en vuestra agenda. Si se da prioridad a
miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de
nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente
importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta:
"¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?" y situarlas en el primer lugar
de vuestra agenda". A continuación, con un gesto amistoso, el anciano
profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala.
A las "piedras
grandes" mencionadas por el profesor --la salud, la familia, los amigos...--
hay que añadir dos más, que son las mayores de todas: los dos mandamientos
mayores: amar a Dios y amar al prójimo. Verdaderamente, amar a Dios, más que
un mandamiento es un privilegio, una concesión. Si un día lo descubriéramos,
no dejaríamos de dar gracias a Dios por el hecho de que nos mande amarle, y
no querríamos hacer otra cosa más que cultivar este amor.
¿Cuáles son las
piedras grandes en nuestra vida y que tenemos cuidar primero?
Reflexionemos con los hijos
Es muy bueno
recordar los 10 mandamientos. Pero cuando le preguntamos a Jesús; él nos
contestará que hay dos mandamientos que son las más importantes y resumen
todo lo demás. Cuanto cumplimos estos dos mandamientos cumplimos todos los
temas. ¿Cuáles son? Amar a Dios y al prójimo. Cuando amamos a Dios cumplimos
los tres primeros mandamientos de la ley de Dios. Cuando amamos al prójimo
cumplimos todos los demás. Es bueno tener presente estos mandamientos. Por
eso vamos a preguntarnos primero: ¿Qué mandamientos de los 10 cumplimos
cuando amamos a Dios?… ¿Qué mandamientos cumplimos cuando amamos al prójimo?
El repasar los mandamientos nos hace recordar cuál de ellos necesitamos
poner más atención para los días que vienen.
Relación con la Santa Misa
Necesitamos recordar
siempre una cosa: no fuimos nosotros que hemos amado sino que fue Dios que
nos ha amado primero. Y una de las expresiones más maravillosas de su amor
fue el misterio pascual, muerte y resurrección. Dios nos ama tanto que
prolonga el mismo misterio a través de todos los siglos. Cuando participamos
en la celebración eucarística del domingo estamos como haciéndonos parte de
este misterio. Vayamos siempre con alegría y gratitud a participar.
Vivencia familiar
Generalmente existe
un esfuerzo general en la familia de amarnos mutuamente y de ayudarnos los
unos a los otros. Sin embargo, necesitamos tener presente que hay que amar a
Dios sobre todas las cosas. ¿Cómo se expresa? Pues en la oración de la
mañana de la noche, en la bendición de los alimentos, en la lectura asidua
de la Biblia, en la participación entusiasta en la celebración eucarística
del domingo, etc. revisemos un poco cómo estamos amando a Dios sobre todas
las cosas.
Nos habla la Iglesia
Desde su mismo
nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y
simplemente por el amor de Dios que lo creó y por el amor de Dios que lo
conserva (Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo 19). A los padres
corresponde el preparar en el seno de la familia a sus hijos desde los
primeros años para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres (Vaticano
II, sobre el apostolado de los seglares 30). La Iglesia es “sacramento
universal de salvación”, que manifiesta y al mismo tiempo realiza el
misterio del amor de Dios al hombre (Vaticano II, sobre la Iglesia en el
mundo 45).
Leamos la Biblia con la Iglesia
Semana 31 - Lunes |
Rom
11:29-36 |
Sl
69:30-31, 33-34, 36-37 |
Jer
2:1-4 |
Sl
131:1, 2, 3 |
Lc
14:12-14 |
Semana 31 - Martes |
Rom
12:5-16 |
Sl
131; 1, 2, 3 |
Jer
2:5-11 |
Sl
22:26-27, 28-30, 31-32 |
Lc
14:15-24 |
Semana 31 -Miércoles |
Rom
13:8-10 |
Sl
112:1-2, 4-5, 9 |
Jer
2:12-18 |
Sl
27:1, 4, 13-14 |
Lc
14:25-33 |
Semana 31 - Jueves |
Rom
14:7-12 |
Sl
27:1, 4, 13-14 |
Jer
3:3-8 |
Sl
105:2-3, 4-5, 6-7 |
Lc
15:1-10 |
Semana 31 - Viernes |
Rom
15:14-21 |
Sl
98:1, 2-3, 3-4 |
Jer
3:17–4:1 |
Sl
122:1-2, 3-4, 4-5 |
Lc
16:1-8 |
Semana 31 - Sábado |
Rom
16:3-9, 16, 22-27 |
Sl
145:2-3, 4-5, 10-11 |
Jer
4:10-19 |
Sl
112:1-2, 5-6, 8, 9 |
Lc
16:9-15 |
Oraciones
Dios es amor
Dios es Amor, don de
vida
misericordia y
comprensión total
eres Gloria eterna,
consuelo de tristeza
liberación del alma.
Señor quiero honrarte,
cantar alabanzas a tu
Nombre
hoy quiero decirte,
aquí me tienes Señor
quédate conmigo hoy y
por siempre.
Amén .
Oh Dios de
ternura, eres mi alegría
Autor: Jacques Leclerc
Oh mi Dios, yo sé que
tú me amas y sé que tu
amor por mí no es un
amor que pasa,
sino un amor eterno.
Sé que me amas tal cual
soy,
ya sea tonto o
inteligente
ya sea débil o fuerte,
ya sea equilibrado o
disparejo...
poco importa, yo sé que
me amas,
Es más aún: sé que me
amas
cuando me siento
perdido,
cuando soy pecador ,
cuando estoy pobre,
no solo de dinero, sino
de virtudes.
Yo sé que tú me amas y
que tu gozo es buscarme
como el pastor busca a
la oveja perdida,
y sé que te daría un
inmenso júbilo
al dejarme encontrar.
Yo sé, oh mi Dios, que
tu Hijo es la prueba
viviente de tu amor
ese amor eterno, que en
el tiempo
viene a nuestro
encuentro.
Bendito seas oh mi
Dios,
Tú quieres guiarme por
el mismo camino
y darme un día de
dicha,
la alegría completa de
ser tuyo
para toda la eternidad.
Amén.
Oración para
pedir amor al prójimo
Señor, ayúdame para que mis ojos estén llenos de
misericordia, de tal modo que jamás sospeche ni juzgue a nadie por las
apariencias externas, sino que descubra la belleza interna de los demás y
pueda favorecerla.
Haz que mi oído esté lleno de misericordia para que
se incline sobre las necesidades de mis hermanos y no me permita permanecer
indiferente ante sus dolores y sus llantos.
Ayúdame, oh Dios mío, para que de mis labios fluya la
misericordia y sin hacer jamás injusticia al prójimo cuando hablo de él,
tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón.
Señor, haz que mis manos sean caritativas y estén
siempre llenas de una buena acción y que jamás se cansen de hacer el bien a
los otros, mientras por mi parte acepte para mí las tareas más difíciles y
penosas.
Haz que sean misericordiosos también mis pies y que
lleven sin descanso la ayuda a mis hermanos, venciendo la fatiga y el
cansancio; que mi reposo esté en servir a todos.
Te pido finalmente, Dios mío, que llenes de
misericordia este corazón y lo hagas sensible a los sufrimientos de los
demás, que nadie experimente un rechazo de mi corazón y que yo jamás huya de
aquéllos que abusan de mi condescendencia. En cuanto a mí, me encierro en tu
misericordiosísimo Corazón, callando ante los demás mis sufrimientos.
¡Oh Jesús, que eres todopoderoso, transforma mi alma
en Ti!
(Diario de Santa Faustina D. 163)