LA VIDA DON DE DIOS
TEMAS FUNDAMENTALES DE BIOETICA
La palabra bioética hoy es ya de uso corriente, aunque sea un término
nuevo. Es una palabra compuesta, que une vida (bios) y ética
(ethos). La vida y la ética son realidades de siempre, antiguas como el
hombre mismo. La novedad está en el contenido que adquieren en nuestros días
al unirse en una sola palabra.
El término bioética fue acuñado por Van Resselaer Potter en 1970,
quien le introdujo como título de uno de sus libros, con el que se proponía
dar comienzo a una nueva rama del saber humano. Según Potter la bioética
consiste fundamentalmente en servirse de las ciencias biológicas para
mejorar la calidad de la vida.
En los veinticinco años de vida que tiene este neologismo se ha difundido
rápidamente del mundo anglosajón a las restantes áreas lingüísticas. Y del
mundo científico ha pasado al lenguaje corriente de la gente. Son ya
incontables los libros y artículos, enciclopedias voluminosas, centros de
estudios, comités y comisiones dedicadas al estudio de la bioética.
Sin buscar una definición de la bioética, podemos acercarnos a su contenido
con la descripción que nos hace O. Hoffe: "La Bioética se interesa de las
cuestiones éticas del nacimiento, de la vida y de la muerte, en particular a
partir de los avances recientes y de las posibilidades de la investigación y
las terapias biológicas y médicas. Estudia, pues, entre otras cosas, la
problemática moral del aborto, la esterilización, el control de natalidad,
la manipulación genética, la eutanasia y la experimentación humana".
Si el término es nuevo, ¿qué decir de su contenido? Por una parte hay que
reconocer que la bioética existe desde que el hombre aparece sobre la
tierra. El problema de la vida y de la muerte, del vivir y el morir, de la
salud y la forma de mejorar la vida, es un problema del hombre de todos los
tiempos. La actividad médica ‑acepción predominante para muchos al tratar
de bioética‑ ha unido desde siempre los conceptos de vida y ética, vida y
valores morales de la vida. Ya en tiempos de Galeno aparece un libro con el
significativo título: El mejor médico es también filósofo. El médico
no puede saber qué tiene el enfermo, si no sabe qué es el
hombre.
Es cierto que los problemas que trata de iluminar la bioética se
concretizan de un modo particular en la práctica médica. De aquí su
importancia en el campo de la biomedicina. Sin embargo el campo de la
bioética se extiende más allá de la moral médica. Los hechos biológicos, que
estudia la bioética, tienen una repercusión ineludible en todo el ámbito de
la ética humana. De aquí que la bioética deba ser considerada como
una rama del saber ético, en el que están implicadas la biología, la
medicina, la antropología y la teología moral. Es el hombre como persona,
en todas sus dimensiones, quien está en juego. La Enciclopedia de bioética
señala este amplio significado de la bioética en su intento de definición:
"la bioética puede ser definida como el estudio sistemático de la
conducta humana en el área de las ciencias de la vida y del cuidado de la
salud, en cuanto que dicha conducta es examinada a la luz de los valores y
de los principios morales".
La bioética, pues, afronta los problemas éticos antiguos y nuevos de la vida
humana. Pero los inauditos progresos de la ciencia y de la técnica en el
campo de la biología y su aplicación al hombre es lo que da a la bioética
su actualidad peculiar. Es evidente que hoy la noticia de la ciencia no son
los descubrimientos sensacionales de estrellas o galaxias nuevas. Los
viajes espaciales, con sus sistemas sofisticados de comunicación, son
noticia de telediario, es decir, de un día, en medio de otras noticias. La
noticia científica que sorprende e inquieta hoy es la vida. La noticia es el
descubrimiento del hombre con los acontecimientos que jalonan su vivir
desde el nacer al morir.
El proyecto internacional GENOMA HUMANO es una iniciativa
inquietante: determinar la secuencia humana del DNA ‑compuesto por
tres mil millones de pares bases‑ e interpretar los mensajes genéticos
codificados en nuestras moléculas DNA permitirá, según sus
promotores, conocer "las respuestas esenciales del apuntalamiento químico de
la existencia humana". Algo fascinante y aterrador después de tantas
experiencias del uso de otros descubrimientos científicos.
Fascinados por estos inauditos adelantos de la ciencia y el poder cada día
creciente de la técnica, corremos el riesgo de caer prisioneros bajo su
dominio, llegando a perder nuestra identidad humana. James D. Watson,
presidente del citado proyecto GENOMA HUMANO, reconoce el poder
encantador de la curiosidad por conocer "cómo opera la Naturaleza, y
en el caso de los biólogos conocer la naturaleza de los organismos vivos".
¿Conocer sólo? ¿No seguirá luego la tentación de experimentar nuevas
secuencias y ver qué ocurre?
Cada día amanecemos ante una situación nueva. Pero el hombre no se
identifica con los minerales, ni con los vegetales ni con los animales,
aunque participe de todos los procesos químicos, vegetativos e instintivos
de dichos elementos del mundo natural. El hombre no puede olvidar la eterna
paradoja de la existencia humana, con su miseria y su grandeza, suspendida
entre el nacimiento y la muerte. Los interrogantes sobre el sentido de la
vida, del nacimiento y de la muerte humana, son preguntas esenciales y no
caen bajo la luz de los focos potentes de ningún laboratorio científico o
técnico.
Esto hace que sea inconcebible la lógica interna que mueve muchas veces el
mundo científico. Un mundo construido y regido por la ciencia y por la
técnica lleva a pensar y a actuar como si todos nuestros problemas pudieran
resolverse científica y técnicamente, con el postulado implícito de que
todo lo que puede hacerse es bueno hacerlo. Olvidamos que fabricar
bombas ‑atómicas o genéticas‑ no constituye en absoluto un progreso humano.
Toda manipulación del hombre, en su nacimiento y en su muerte, es algo que
nos afecta a todos. Implica el significado y la dignidad de nuestra
existencia personal y comunitaria.
Pero "la superstición científica es una de las modas típicas de nuestro
tiempo" (K. Jaspers). Los medios de comunicación, consciente o
inconscientemente, contribuyen a la aceptación por una especie de ósmosis de
esta superstición. Cada descubrimiento es presentado como un logro de
la ciencia o de la técnica. Y para vencer las barreras éticas o
psicológicas, cada conquista es considerada inicialmente como una solución
extrema para casos‑límites que hacen mella en las fibras sentimentales de
la opinión pública; luego termina siendo algo aceptado, cosa "normal".
Este proceso crea una espiral, por donde se mueven ciertos científicos,
experimentadores sin escrúpulos que buscan mostrar sus habilidades
demiúrgicas, que pueden llevar a la humanidad a un precipicio de
consecuencias insospechadas. Por ello, ante los descubrimientos
sorprendentes que cada mañana nos ofrece la prensa, surge con fuerza por
todas partes una sensibilidad ética cada día más viva y alarmante. Son, por
otra parte, los mismos científicos y técnicos, quienes, en su mayoría,
solicitan la constitución y la actividad de Comités Eticos,
preocupados ante los problemas inéditos y de enorme significado para la
humanidad entera, surgidos por los rápidos avances de las ciencias
biológicas y médicas. ¿Puede hacerse éticamente todo lo que puede
hacerse técnicamente? La ciencia reclama la ayuda de la conciencia,
la técnica implora a la ética.
De aquí la actualidad de la bioética. Como escribe Arturo Falaschi,
miembro del Instituto de Bioquímica y Genética de la Universidad de Pavía:
"Sí, es cierto, nos hallamos en un momento mágico para los investigadores.
Hay un continuo aumento de datos y, al mismo tiempo, empiezan a
concretizarse notables aplicaciones productivas. En suma, a sólo treinta
años del descubrimiento del DNA, la biología molecular comienza de
verdad a dar sus frutos. Un día quizás se podrá intervenir sobre las
células somáticas humanas para introducir el gene justo, capaz de producir
la proteína que falta, reparando así la avería natural. Pero este proceso no
es nada simple. Aún no sabemos
de qué modo el nuevo gene, al entrar en la célula, conmoverá el DNA:
su proceso es en gran parte indeterminado y casual. Y en cuanto a las
células germinales el proceso es aún más delicado. En las intervenciones
sobre los animales es posible deshacerse de los productos equivocados. Pero
con el hombre, según mi parecer, corremos el riesgo de crear más
sufrimientos de los que se puedan eliminar".
La bioética tiene como tarea iluminar los problemas angustiantes en
este campo de suma actualidad. El científico y el hombre de la calle se
preguntan hoy: ¿Con qué criterios se orienta la evolución humana? ¿Qué
modelo de hombre informa los intentos biológicos para el hombre futuro?
¿Tiene derecho el científico actual a determinar el futuro biológico de las
generaciones futuras? ¿El hombre seguirá siendo hombre? La ciencia necesita
urgentemente aliarse con la sabiduría si no quiere perderse en un
laberinto sin salida.
Al hacer la historia de la bioética, se suele colocar su nacimiento
‑antes aún de que recibiera el nombre‑ en el proceso de Norimberga, apenas
terminada la Segunda Guerra Mundial. En dicho proceso se tomó posición sobre
los delitos perpetrados sobre los prisioneros y otras muchas personas; se
trataba de delitos contra la vida humana: eutanasia, esterilización,
experimentos hechos por investigadores y médicos...La comunidad
internacional sintió la necesidad de señalar los límites éticos en
relación a la vida humana. De aquí nació la Declaración universal de los
derechos del hombre, publicada por la ONU en 1948, a la que han
seguido otras Declaraciones, Convenciones, Cartas y Códigos.
En todos estos documentos de carácter jurídico se busca señalar el
fundamento ético que justifique los derechos del hombre. De esta
"filosofía de la investigación
y de la praxis biomédica" surge la bioética.
Pero lo que ha dado auge y resonancia a la bioética han sido los
sucesivos descubrimientos en el campo de la biomedicina. Durante la misma
guerra mundial, y a consecuencia de la guerra misma, se descubren los
antibióticos y se perfecciona grandemente la cirugía. En 1952 Pincus
pone en el mercado los contraceptivos químicos, que determinan un
cambio radical en el ejercicio de la sexualidad...En 1954 aparece, con su
compleja tecnología, la reanimación, que permite mantener en vida a
personas que de otro modo hubieran muerto irremediablemente. En 1959 nace en
Bélgica el primer niño concebido por inseminación artificial. Y en 1978
comienza un capítulo nuevo para la humanidad.
A finales de julio de 1978 daba la vuelta al mundo la noticia del
nacimiento de la "primera niña probeta": Louse Brown, cuya concepción
no tuvo lugar en el seno de su madre, sino en el laboratorio de
los doctores Edwards y Steptoe, biólogo y médico ingleses. Los padres
de Louse no podían tener descendencia a causa de la obstrucción de trompas
de la mujer. Edwards y Steptoe recogieron el óvulo en un ciclo regular de la
madre mediante precisas mediciones hormonales. Disponían, por tanto de un
único óvulo, y posteriormente, de un único embrión para ser trasferido al
organismo materno. La técnica FIVTE fue presentada inicialmente como
una terapia de la esterilidad por oclusión de trompas.
Pero meses más tarde, la técnica se modifica. Se procede previamente a una
estimulación del ovario para, de esta forma, poder recoger simultáneamente
varios ovocitos próximos a su maduración. De esta forma, la técnica ahora
utilizada permite disponer, al mismo tiempo, de varios óvulos, que se ponen
en contacto con los espermatozoides, pudiéndose obtener simultáneamente
varios embriones. Desde el punto de vista médico, la inducción de esa
multiovulación es sumamente ventajosa, ya que permite disponer de varios
óvulos, y embriones luego, haciendo frecuentemente innecesaria la repetición
de la parte más compleja, costosa y peligrosa de toda la técnica: la
recogida de los ovocitos del interior de la cavidad abdominal de la mujer
mediante laparoscopia.
A comienzos de 1984 se anuncia, casi simultáneamente, el nacimiento de dos
niños en los que la madre, que los da a luz, no es la madre genética, es
decir, la que les ha trasmitido sus factores hereditarios. Por primera vez
en la historia humana no se da coincidencia entre maternidad de gestación y
maternidad genética.
En el primer caso, en la Universidad de Melbourne, en Australia, la pareja
era estéril por oclusión de trompas de la mujer. Se sometieron a la
FIVTE, obteniéndose tres embriones. Dos de ellos fueron transferidos
inmediatamente a la esposa. El tercero fue donado a otra pareja en la que
la mujer era estéril como consecuencia de una menopausia precoz, por lo que
su ovario había dejado de ovular definitivamente. El proceso embrionario se
interrumpió en la primera pareja, padres genéticos, mientras que tuvo éxito
en la segunda, donde el esposo no intervino para nada y la madre era sólo
madre de gestación, mas no genética...El segundo caso se realizó en la
Universidad de California (Los Angeles). Se trataba de una pareja en la que
la mujer era estéril por causas ováricas. Su marido inseminó artificialmente
a otra mujer. Posteriormente se procedió a un lavado uterino de esta mujer,
extrayéndole el embrión aún no implantado. Este embrión fue transferido a
la esposa previamente preparada para el embarazo. A los nueve meses nacía un
niño que, desde el punto de vista genético, no era hijo de la esposa, sino
de la otra mujer inseminada por el marido.
Pocos meses más tarde viene al mundo una segunda famosa "niña probeta", que
fue calificada en los medios periodísticos como "la niña probeta congelada".
En efecto, mediante la FIV se obtuvieron en una pareja estéril por
obstrucción tubárica cinco embriones. Tres de ellos fueron transferidos
inmediatamente, mientras que los otros dos restantes fueron congelados a la
temperatura de ‑196 grados. Al fracasar el embarazo con los tres primeros
embriones, se recurrió a la descongelación, dos meses más tarde, de los dos
embriones previamente congelados, que fueron transferidos al útero de la
mujer. Uno de ellos se implantó y completó los nueve meses de desarrollo
embrionario. De este modo se abría la posibilidad de
congelación‑descongelación de embriones humanos y se disponía así de ellos
para una utilización posterior por la misma mujer, para donación a otra
pareja e incluso para la venta.
En junio de 1984 ‑seis años después del nacimiento de Louise Brown‑ nace en
España la primera niña probeta: Victoria Ana Perea, en el Instituto Dexeus
de Barcelona.
En el mismo verano se hacen públicos otros dos casos, que encuentran amplio
eco en la prensa (cada paso es precedido de quién sabe cuantos intentos que
quedan en el olvido). Se trata en primer lugar de la francesa Coryne
Parpalaix, cuyo marido antes de morir deja su semen en un banco de semen.
Coryne, fallecido su esposo, reclama su semen para ser inseminada
artificialmente con él. La dirección del banco se niega a la inseminación
postmortem. Pero Coryne acude a los tribunales, que le dan la razón en
contra de la decisión del banco.
Por la misma fecha se conoce el segundo caso. Se trata del matrimonio Ríos,
chilenos supermillonarios, residentes en California. Durante un tratamiento
de esterilidad habían dejado dos embriones congelados en Australia. Los dos
mueren en accidente aéreo. Los embriones "huérfanos" suscitan problemas y
discusiones éticas y jurídicas interminables, en los que inciden
importantes intereses económicos.
El 28 de febrero de 1989, bajo la técnica del doctor Juan Coyotupa Vega,
nace Victoria, la primera niña‑probeta del Perú.
A finales de 1984 se plantea el problema de la maternidad de alquiler.
Se habla de la existencia de agencias en Estados Unidos, que sirven de
mediación para que parejas estériles puedan tener descendencia mediante el
recurso a la maternidad subrogada o sustitutiva y a través de
una importante suma de dinero.
En 1985 nace en España el primer niño concebido en Europa mediante la
técnica TIG (transferencia intratubárica de gametos). Una vez
conseguidos los ovocitos, se depositan junto con los espermatozoides en las
trompas. Se trata de una técnica paralela a la FIVTE, con la
diferencia de que la fecundación no acontece in vitro, en el
laboratorio, sino en vivo, en las trompas, en donde tiene lugar según
el proceso natural de la fecundación humana.
Según la ley española sobre técnicas de reproducción asistida del 22
de noviembre de 1988, para esa fecha habían nacido en España unos 2000 niños
mediante la inseminación artificial y unos 50 mediante la FIVTE.
Entre las posibilidades, algunas ya realizadas y otras en vías de realizarse
en el futuro, cabe señalar:
‑La
elección de sexo.
A pesar de que a lo largo de la historia muchas mujeres fueron repudiadas
por sus maridos, acusadas de no darles descendencia masculina, sin embargo
hoy se sabe que la determinación biológica del sexo de los hijos depende del
varón. Todos los óvulos de la mujer son idénticos y todos ellos portadores
del cromosoma X. En cambio, el varón produce dos tipos de espermatozoides:
los portadores del cromosoma X, destinados a engendrar una niña, y los que
llevan el cromosoma Y, que darán origen a un varón. Pues bien, mediante
centrifugación, es posible separar ambos tipos de espermatozoides, haciendo
de esta forma posible la selección del sexo de la descendencia.
‑La
partenogénesis.
Mediante la fusión del óvulo con un corpúsculo polar se logra que surja un
embrión con exactamente los mismos factores genéticos de la madre. El hijo
es engendrado partenogésicamente, es decir, sin aportación masculina.
‑Inducción
a la gemelación.
En el embrión de pocas células, cada una de ellas es aún totipotente, es
decir, capaz por sí sola de originar un ser completo. Con la división pueden
obtenerse varios individuos genéticamente idénticos.
‑El
clonado
‑cloning, en inglés, que los autores traducen por clonado, clonación o
clonaje; en realidad la palabra viene del griego klon=esqueje‑. El
clonado ya se ha conseguido con ciertos animales. Se trata de tomar el
óvulo de una mujer y sustituir en él su núcleo por el de otra célula del
cuerpo. El individuo que nace tendría los mismos factores genéticos que
aquel de quien se tomó el núcleo de la célula somática. El desarrollo y la
aplicación de esta técnica a la especie humana podría llevar a la
producción de centenares o millares de copias, genéticamente idénticas, de
un mismo individuo. Se ha especulado con la posibilidad de producir
múltiples copias de personalidades tan distintas como A. Hitler, A.
Einstein o Marylin Monroe.
‑La
hibridación
entre distintas especies. El desarrollo de las técnicas
DNA‑recombinante está haciendo posible que las barreras biológicas,
que separaban las distintas especies, comiencen a desvanecerse. Quizás el
ejemplo más ilustrativo es el actual intento de crear plantas híbridas
que produzcan bajo tierra patatas y sobre tierra tomates. Pero se habla ya
de la posibilidad de hibridación entre nuestra especie y el chimpancé. Se
ha afirmado que de esta forma podría crearse una especie de subraza humana
que sirviera de mano de obra barata o fuese utilizada para trabajos o
investigaciones especialmente arriesgadas. La casi totalidad de las
legislaciones prohíbe estos intentos. Pero cuando algo se prohíbe es porque
ya se hace o se intenta hacer. Que yo sepa aún ninguna legislación prohíbe
robar o apagar estrellas.
La ciencia está comenzando a manipular el material genético de los seres
vivos y se comienza a vislumbrar la posibilidad de modificar o sustituir los
factores genéticos de nuestra especie. Se habla en "El proyecto Genoma
humano" de cambiar los genes responsables de ciertas enfermedades...Pero,
dando un paso adelante, podría pensarse en la programación del futuro
individuo humano (?) mediante la introducción en su genoma de factores
genéticos considerados positivos para el desarrollo físico o psíquico del
hombre.
Ante el creciente número de aberraciones como la creación de bancos de
semen, bancos de embriones, donadores de esperma, úteros de alquiler,
embriones ya huérfanos, hijos de donadores ya muertos, posibilidad de
matrimonios incestuosos entre donadores de semen y sus hijas de origen
desconocido, posibilidad de procreación de parejas de homosexuales..., la
ciencia navega en el reino de lo técnicamente posible sin brújula de
orientación ética y humana.
Con razón algunos científicos están alarmados y se retiran del campo de
experimentación humana. El doctor Shafiro quedó profundamente preocupado al
conseguir aislar el primer gen. Fue consciente de que se trataba de
un hecho equiparable al logro de la fisión del átomo por Becquerel, que tan
dramáticas consecuencias acabó teniendo en la historia de la humanidad.
Para concluir esta rápida incursión histórica, merece la pena mencionar el
caso de J. Testart, "padre científico" de los primeros niños probetas
franceses y que ha decidido retirarse de esta investigación, asustado por
las consecuencias que podrían surgir de ella. Esta es su declaración, hecha
pública en los medios de comunicación: "Yo, Jacques Testart, investigador
en el campo de la procreática, he decidido acabar de una vez con esta
carrera enloquecida hacia la novedad científica".
La breve historia que acabo de reseñar de hechos y preocupaciones está a la
base de la inquietud ética que se siente entre científicos, legisladores,
gobernantes y también entre filósofos y teólogos.
Para empezar hay que decir que la consideración ética y la
consideración humana integral coinciden absolutamente. Con su
acostumbrada concisión y lucidez, ya Santo Tomás lo ponía de manifiesto al
escribir: "Idem sunt actus morales et actus humani": actos morales y actos
humanos son una misma cosa.
El objeto de la ética es el hombre en la totalidad, unidad y
profundidad de sus valores. O mejor aún, el objeto de la ética, más que los
valores del hombre, es el hombre mismo, es decir, el hombre en cuanto
hombre.
El hombre es un ser que lleva
inscrita, en su más íntima estructura ‑en el dinamismo interior y en su
finalidad esencial‑ una verdad, un significado (logos), que le
descubre su misma razón (recta ratio) y cuya salvaguardia es encomendada a
su libertad. Racional y libre, el hombre es responsable ante la verdad de su
mismo ser. El hombre está llamado a conocer, amar y realizar como hombre
su ser humano:
La vida lleva escrita en sí misma de un modo indeleble su verdad. El
hombre, acogiendo el don de Dios, debe comprometerse a mantener la vida
en esta verdad, que le es esencial. Distanciarse de ella equivale a
condenarse a sí mismo a la falta de sentido y a la infelicidad (EV 48).
Es de suma importancia redescubrir el nexo inseparable entre vida y
libertad. Son bienes inseparables: donde se viola uno, el otro acaba
también por ser violado. No hay libertad verdadera donde no se acoge y ama
la vida; y no hay vida plena sino en la libertad... No menos decisivo es el
descubrimiento del vínculo constitutivo entre libertad y verdad.
Separar la libertad de la verdad objetiva hace imposible fundamentar los
derechos de la persona sobre una sólida base (EV 96).
La norma moral no es otra cosa que la fidelidad del hombre al vínculo que el
logos o verdad del hombre crea dentro de su libertad, es decir, la fidelidad
del hombre a su ser de hombre. Seguir la norma moral es expresar en las
decisiones y en los actos la verdad del propio ser. Es la coherencia del
hombre con su verdad. ¿Pero cuál es esta verdad del hombre, cuál es su
logos? Comparado con los demás seres creados, el hombre es un ser personal,
es persona, es decir, "la única criatura en la tierra que Dios ha querido
por sí misma y que no puede encontrar su propia plenitud si no es en el don
sincero de sí mismo a los demás" (GS 24).
El médico, que actúa sobre un paciente, debe conocer bien la anatomía, la
fisiología, la patología del órgano enfermo, pero nunca puede olvidar que
está actuando sobre una persona humana, que ha de ser valorada por sí misma.
Lo mismo vale en relación a la procreación humana, que da origen a una
persona; se puede describir su proceso biológico, en el que la anatomía y
fisiología del organismo sexual expresan toda su causalidad con sus recursos
bioquímicos, neurológicos, endocrinos, etc, pero no se puede olvidar nunca
que se trata de un acto interpersonal,
del que forman parte el afecto, la libertad, la responsabilidad, la
comunión de las personas y la cooperación con Dios, de quien procede y
participa toda paternidad humana.
No comprende un cuadro de Rafael quien se limita a estudiar la clase de tela
usada, la composición química de los colores, la fecha y el costo de la
pintura, sin interesarse por lo que Rafael quiso expresar y el arte con que
lo logró.
La reducción de la antropología a la biología, de la biología a la química
y de la química a la física ‑si puede ser válida para una investigación
parcial y sectorial‑, no es válida para la compresión global de la persona y
de la vida humana. El hombre se distingue de los minerales, de los vegetales
y de los animales no sólo por el número de cromosomas o por su morfología.
Aunque el médico entre en contacto directo con la corporeidad del hombre, no
se puede nunca hacer abstracción de la libertad singular de la persona, de
su relación con la comunidad humana y de su relación con la sociedad.
La racionalidad humana sería el postulado fundamental de la bioética.
Pero formulado así se corre el riesgo de sobrevalorar la razón humana, según
un rousonismo ingenuo. Como dice M. Vidal "existen tantos paradigmas de
racionalidad ética cuantas son las teorías filosóficas sobre la moralidad".
En la aplicación a la bioética se dan los paradigmas: consecuencista
o utilitarista, que mide la moralidad por los resultados o utilidad de
la acción; evolucionista, que hace coincidir la moralidad con la
superación de la debilidad y la potenciación de la fuerza física y psíquica;
el paradigma kantiano del orden previo e independiente a las
consecuencias de la acción; el paradigma de la libertad absoluta,
que declara lícito y bueno todo lo que el hombre hace libremente: "lo
quiero, luego es bueno"; el paradigma sociológico o estadístico, en
el que el dato es tomado como valor, lo que es es lo que debe ser; el
paradigma científico tecnológico, que identifica la posibilidad
técnica con la bondad de la acción: lo que se puede hacer es bueno
hacerlo...
La verdad es que la razón humana está ofuscada por la curiosidad
científica, por la arrogancia técnica, por el interés
económico, por manipulaciones políticas e ideológicas, por las
modas que imponen los medios masivos de comunicación. De aquí que la
racionalidad caiga con frecuencia en pura irracionalidad. No todo
progreso científico o técnico es progreso humano. La bioética abandonada a
la racionalidad humana fluctúa entre la manipulación y la
humanización, sin poseer los criterios claros para discernir entre una y
otra.
Esta ambigüedad se manifiesta patentemente en la sociedad actual en
relación al valor de la vida. Por una parte se afirma el valor inalienable
de la vida en declaraciones continuas y, por otro lado, de hecho la vida
humana es despreciada, violada y destruida impasiblemente. Indice de tal
ambigüedad es la contraria y simultánea reacción moral y jurídica ante el
aborto y la pena de muerte. "La conciencia ética de la humanidad no ha
logrado que el hombre actual destierre de su horizonte la muerte en cuanto
realidad impuesta y manipulada por el mismo hombre. Son patentes las
agresiones al valor de la vida humana: suicidios, más o menos justificados;
homicidios, impuestos por uno u otro motivo; muertes legales
(desaparecidos, pena de muerte); abortos, eutanasia positiva, con la
afirmación del pretendido derecho a elegir libremente la propia muerte;
guerras; secuestros, torturas...El hombre actual, aún el más civilizado, no
ha llegado a la plena concienciación con respecto al valor de la vida
humana. Alcanza tales límites su inconsciencia que hasta hace objeto de
contemplación y de diversión (cine, TV, etc) el que un hombre quite la vida
a otro".
La razón humana, abandonada a sus luces, en su pretensión de escalar la
montaña de la vida, cargada con la enorme piedra de condicionamientos
individuales, culturales y sociales rueda siempre por la misma pendiente.
El pecado, cuyo salario es la muerte, vence todas las pretensiones del
hombre de salvarse por sí mismo. La montaña de la muerte sólo se vence
saltando con la pértiga de la cruz de Cristo, vencedor de la muerte en su
resurrección:
El está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de
su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma
de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza
y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto,
la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante
de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que es iluminado
por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su
plena realización en la eternidad (EV 2).
El significado humano de la vida, del amor, de la sexualidad, del
matrimonio y de la familia no pueden quedar a merced de una ética meramente
racional, que cambia con cada nueva ideología. Es preciso que la
bioética se inspire y nutra ‑además de todas las aportaciones
racionales‑ en una sabiduría más rica, que libere a la ciencia y a la
técnica de la idolatría de un progreso finalizado en sí mismo, haciéndolas
auténticamente humanas, puestas al servicio de la persona.
Como afirman los obispos españoles en su documento La verdad os hará
libres:
Por parte de los católicos sería un error de graves consecuencias recortar,
so capa de pluralismo o tolerancia, la moral cristiana diluyéndola en el
marco de una hipotética "ética civil", basada en valores y normas
"consensuados" por ser los dominantes en un deternimado momento histórico.
La sola aceptación de unos "mínimos" morales equivaldría sin remedio a
entronizar la razón moral vigente, precaria y provisional, en criterio de
verdad. Pero la moral del Evangelio no puede renunciar a su original
novedad, escándalo para unos y locura para otros (Cfr 1Cor 1,23).(n. 51).
El riesgo a que está hoy expuesto el hombre, con los diversos experimentos
técnicos, es el de caer en la tecnificación del ser humano. Se da una
tendencia cada vez más radical a la cosificación del hombre,
náufrago en el gran mar de la producción‑consumo y de la civilización
manipuladora del hombre. Con palabras de Juan Pablo II:
Uno de los riesgos más graves, a que está expuesta nuestra generación, es el
divorcio entre ciencia y moral, entre las posibilidades que ofrece una
tecnología proyectada a metas cada vez más sorprendentes y las normas éticas
que emanan de una naturaleza cada día más descuidada...Por ello, es
necesario que todas las personas responsables coincidamos en afirmar la
prioridad de la ética sobre la técnica, el primado de la persona sobre las
cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia...Sólo con esta
condición ‑repudiando una cultura que cosifica al hombre y asumiendo una
cultura que le ama, le sirve y le exalta en su verdad integral, con su
incomparable dignidad de persona hecha a imagen y semejanza de Dios‑, sólo
con esta condición, el progreso científico, que nos entusiasma en tantos
aspectos, no se trasformará en una especie de Moloth moderno que devora a
sus incautos seguidores.
Juan Pablo II en este discurso es fiel intérprete del Concilio Vaticano II,
que nos dice cómo "la naturaleza intelectual de la persona humana se
perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae
con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y del
bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio de lo visible hacia lo
invisible". (GS 15). Y añade:
Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para
humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino
futuro del mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos en
esta sabiduría...Con el don del Espíritu Santo, el hombre llega por la fe a
contemplar y saborear el misterio del plan divino.
Para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de
soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época, la
Iglesia se dirige a todos los hombres, ofreciéndoles la "luz de Cristo,
imagen de Dios invisible y primogénito de toda la creación":
El pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo
conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir
en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa
juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o
de los planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta
el plan divino sobre la vocación integral del hombre. Por ello orienta
la mente hacia soluciones plenamente humanas.(GS 11).
La opción incondicional en favor de la vida alcanza plenamente su
significado... cuando nace, viene plasmada y es alimentada por la fe en
Cristo (EV 28).
Convencido de que "la fe ilumina todo con nueva luz y manifiesta el plan de
Dios sobre la vocación integral del hombre", buscaré a la luz de la fe
"las soluciones plenamente humanas" a los interrogantes que hoy se nos
plantean en la bioética,
acogiendo la invitación de la Congregación para la doctrina de la Fe en su
Instrucción Donum vitae, sobre el respeto de la vida humana por nacer
y la dignidad de la procreación, que en particular:
dirige una confiada y alentadora invitación a los teólogos y sobre todo a
los moralistas, para que profundicen y hagan más accesible a los fieles las
enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, a la luz de una concepción
antropológicamente correcta de la sexualidad y del matrimonio y en el
contexto del necesario enfoque interdisciplinar. De este modo se
comprenderán cada vez mejor las razones y el valor de estas enseñanzas:
defendiendo al hombre contra los excesos de su mismo poder, la Iglesia de
Dios le recuerda los títulos de su verdadera nobleza. Sólo de este modo se
podrá asegurar a la humanidad
del mañana, la posibilidad de vivir y amar con la dignidad y la libertad
que nacen del respeto de la verdad.
A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la tarea de
poner de relieve las razones antropológicas que fundamentan y
sostienen el respeto de cada vida humana. De este modo, haciendo
resplandecer la novedad original del Evangelio de la vida, podremos
ayudar a todos a descubrir, también a la luz de la razón y de la
experiencia, cómo el mensaje cristiano ilumina plenamente el hombre y el
significado de su ser y de su existencia (EV 82).
[1]
Cfr.H. KIEFFER, Bioética, Madrid 1983; L. WALTERS (Ed.),
Bibliography of bioethics, 7 vol., Nueva York 1975‑1983;D.
GARCIA, Fundamentos de bioética, Madrid 1988;A.C. VARGA, Bioética.
Principales problemas, Bogotá 1988.
[1]
Cfr. E. BONE, Bioéthique: nouveau chapitre d'une morale du XXI°
siècle, Foi et Temps 1984,p.249; J. F.MALHERBE, Ethique et
génétique, Louvain 1983.
5. VARIOS, Nuevas técnicas de reproducción humana.
Biomedicina, Etica y Derecho, Madrid 1986;J.F.MALHERBE, Médicine,
anthropologie et éthique, Médicine de l'Homme 156(1985)5‑12.
[1]
J.ECCLES.‑D.ROBINSON, La meraviglia di essere uomo, Roma
1985;V.MARCOZZI, Però l'uomo é diverso, Milano 1981;L. VILLA,
Parliamo della vita umana, Medicina e Morale
3(1981)392‑402;E.SGRECCIA, Reduzionismo in medicina, Medicina e
Morale 1(1985)3‑9; B. LAMOTTE, Le réductionisme: methode ou
idéologie, Lumière et vie 172(1985)5‑18.
Esta reducción criticada es la que hace J. MONOD en su difundida
obra Le hasard et la nécessité o también J.P. CHANGEUX, en L'homme
neuronal.