Dichos de los Sabios de Israel: Dichos sobre la Escritura 1. Dios se complace en quien se ocupa de la Torá - 2. El Don de la Torá
E. JIMENEZ
HERNANDEZ
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1. DIOS SE COMPLACE EN QUIEN SE OCUPA DE LA TORA
1. Frutos del estudio de la Torá
4. La Šekinah se hace presente
5. La Torá vale más que el oro y la plata
6. Dar todos los bienes por la Torá
7. Nada hay sin importancia en la Torá
8. La humildad abre el corazón a la Torá
1. Dios da la Torá a los hombres
2. Dios abre el oído para acoger la Torá
7. Bajo el manzano te desperté
9. Allí donde te dio a luz tu madre
1. DIOS SE COMPLACE EN QUIEN SE OCUPA DE LA
TORA
1. FRUTOS DEL
ESTUDIO DE LA TORA
Los sabios,
bendito sea El que los eligió, nos enseñaron a ocuparnos de la Torá.
Rabbí Meir dice:
Todo el que se ocupa en el estudio de la Torá complace al Omnipotente
tanto como el mundo entero. Es llamado compañero, amado, amante del
Omnipotente y de las criaturas. Agrada al Omnipotente y a los hombres.
La Torá le reviste de humildad y respeto, le hace justo, piadoso, recto
y fiel; le aleja del pecado y le acerca a la gloria del Santo, bendito
sea. Por él gozan los demás de consejo, prudencia, entendimiento y
fuerza, según está dicho: “Míos son el consejo y el acierto, mía la
inteligencia y mía la fuerza” (Pr 8,14). El estudio de la Torá concede
autoridad, dominio y discernimiento. Cuando se le revelan los secretos
de la Torá, ésta llega a ser para él un manantial que crece y un río que
no se seca. Se vuelve modesto y paciente, perdona el insulto. La Torá lo
engrandece y exalta por encima de todas las cosas.
Y R. Yehosúa b.
Levi decía: Cada día una voz divina sale del monte Horeb y proclama:
“¡Ay de las criaturas por menospreciar la Torá!”. Más grande es la Torá
que el sacerdocio y la realeza, pues la realeza se adquiere mediante
treinta méritos, el sacerdocio por veinticuatro, mientras que la Torá
requiere cuarenta y ocho, a saber: estudio, atención, proclamación en
alta voz, comprensión, temor de Dios, humildad, alegría, servicio a los
sabios, puntualizar con los compañeros, discusión con los discípulos,
compostura, conocimiento de la Escritura y de la Misnah, reducción de
los negocios, de ocupaciones mundanas, de placeres, de sueño, de charlas
vanas, de diversiones; requiere longanimidad, buen corazón, fe en los
sabios, aceptación de las tribulaciones.
Se adquiere
siendo alguien que conoce su lugar y se alegra con su porción, poniendo
una cerca en torno a sus palabras y no reclamando méritos para sí;
siendo alguien que se hace querer, que ama al Omnipotente y a las
criaturas, que gusta de la caridad, de la rectitud y de la corrección;
que se aleja de los honores; no alardea de sus estudios, ni se deleita
dando órdenes; alguien que carga con el yugo de su compañero, le juzga
favorablemente y lo conduce a la verdad y a la paz; ocupándose
asiduamente en su estudio, preguntando y contestando, escuchando y
profundizando lo escuchado, aprendiendo con intención de enseñar,
estudiando para practicar, aumentando la ciencia de su maestro,
reteniendo con fidelidad lo que ha oído y pronunciando las sentencias en
nombre de quien las dijo, como hizo Ester y consiguió la salvación de
Israel, según está escrito: “Y habló Ester en nombre de Mardoqueo” (Est
2,22).
Pero Rabbán
Gamaliel añade: Es excelente el estudio de la Torá combinado con otra
actividad, pues la fatiga de ambas ocupaciones hace olvidar el pecado;
sin embargo todo estudio que no va acompañado de otra actividad acaba
por ser vanidad que incita al pecado.
Los sabios,
bendita sea su memoria, pusieron un ejemplo: Se parece a un camino
empedrado que pasa junto a dos caminos, uno de fuego y otro de nieve. El
que camina del lado del fuego será consumido por él, y el que camina del
lado de la nieve se congelará. ¿Qué debe hacer? Caminar entre ambos y
cuidar de su persona para no quemarse ni congelarse.
La Escritura se comenta con mešalim o proverbios. Esto se parece
a un gran palacio en el que había muchas puertas, de forma que todo el
que entraba se perdía. ¿Qué hizo un sabio? Tomó un ovillo de hilo y lo
anudó a la puerta principal; entró desenrollando el ovillo y pudo salir
por el mismo camino. Entonces comenzaron todos a penetrar y a salir
siguiendo el hilo del ovillo.
El palacio es la Torá, que tiene muchas puertas o interpretaciones. El
sabio es Salomón, y el ovillo lo constituyen los mešalim, de los
que “Salomón compuso muchos" (Qo 12,9). No pienses, pues, que los
ejemplos son algo despreciable, porque por su medio llega el hombre a
comprender las palabras de la Torá.
Dijo R. Janina:
-Esto se asemeja
a un pozo profundo, lleno de agua fresca, dulce y estupenda, de la que
nadie podía beber. Vino uno que, atando cuerdas y sogas, sacó agua del
pozo y bebió. Entonces todos comenzaron a sacar agua y a beber. De esta
manera, pasando de un argumento a otro y de una parábola a otra, dominó
Salomón lo más secreto de la Torá, según está escrito: “Proverbios de
Salomón, hijo de David” (Pr 1,1).
Nuestros sabios,
bendita sea su memoria, enseñaron: Hay cuatro tipos de personas, según
su actitud frente a los maestros: el tipo esponja, el tipo tamiz, el
tipo embudo y el tipo filtro.
¿Cómo es el que
se parece a la esponja? Es el alumno asiduo que se sienta ante los
sabios para aprender la Escritura y, como la esponja, lo absorbe todo.
¿Cómo es el que
se parece a un tamiz? Es el alumno inteligente que se sienta entre los
discípulos de los sabios para escuchar la Escritura y, como el tamiz,
deja pasar la harina común y guarda para sí la flor de harina; así deja
pasar lo malo y guarda lo bueno de cada explicación.
¿Cómo es el que
se parece a un embudo? Es el alumno tonto que se sienta ante los sabios
y les escucha con la boca abierta y, como el embudo, lo que recibe por
un lado lo pierde por otro; cada palabra, que llega a sus oídos, entra
por uno y sale por el otro, de modo que una tras otra es olvidada y se
va sin nada.
¿Cómo es el que
se parece a un filtro? Es el mal alumno que se sienta entre los
discípulos de los sabios y les escucha pero, como el filtro, deja pasar
el vino y retiene los posos; así él deja pasar lo bueno y retiene lo
malo.
R. Eliezer b.
Yacob llama a este último “cuerno perforado”. Este actúa como un niño al
que le han dado perlas. Vuelven y le dan pan y, entonces, tira las
perlas y se queda con el pan. Vuelven y le dan un jarro de arcilla y,
entonces, tira el pan y se queda con el jarro: he ahí lo que queda en
sus manos.
Por ello R.
Dosa, el babilonio, dice: No tengas en consideración la jarra, sino lo
que hay en su interior; hay jarra nueva llena de vino añejo y jarra
vieja en la que no hay nada de nada.
4. LA ŠEKINAH SE HACE
PRESENTE
R. Jalafta de
Séforis dice: Cuando dos o tres se sientan en el mercado e intercambian
palabras de la Torá, la Šekinah se revela sobre ellos, según está dicho:
“Entonces hablaron uno a otro los temerosos de Dios y el Señor atendió y
los oyó” (Ml 3,16).
R. Jananya b.
Teradyon dice: Siempre que dos o tres se sientan juntos en el mercado
sin intercambiar palabras de la Torá, he aquí que se trata de una
reunión de cínicos, según se dice: “Y en reunión de cínicos no se
sienta” (Sal 1,1).
Y R. Elazar b.
R. Sadoq añade: Cuando dos o tres se sientan y comen en la misma mesa y
no pronuncian sobre ella palabras de la Torá, es como si comieran
sacrificios ofrecidos a los muertos, ya que está dicho: “Ciertamente
todas las mesas están llenas de vómito repugnante y no queda espacio
libre” (Is 28,8).
5. LA TORA
VALE MAS QUE EL ORO O LA PLATA
Contó R. Yosé b.
Qisma: Cierta vez andaba yo de camino, cuando me encontré con un hombre
que me saludó. Le devolví el saludo y entonces me preguntó:
-Rabbí, ¿de
dónde eres?
Le respondí:
-De una gran
ciudad de sabios y escribas.
Me propuso:
-Rabbí, ¿no
querrías quedarte a vivir con nosotros en este lugar? Yo te daría mil
millares de dinares de oro, piedras preciosas y perlas.
Le contesté:
-Aunque me
dieras, hijo mío, toda la plata y el oro, todas las piedras preciosas y
todas las perlas que hay en el mundo, yo no me quedaría a vivir sino en
un lugar en que haya Torá, ya que en la hora en que el hombre expira no
le acompañan plata ni oro, ni piedras preciosas ni perlas, sino
únicamente la Torá y las buenas obras, según está dicho: “Cuando
camines, te guiará; cuando duermas, velará sobre ti; cuando despiertes,
te hablará” (Pr 6,22). Cuando camines, te guiará en este mundo; cuando
duermas, velará sobre ti en la tumba; cuando despiertes, te hablará en
el mundo venidero. Por eso, así está escrito en el libro de los Salmos
de David, rey de Israel: “Más estimo yo la Torá de tu boca que miles de
monedas de oro y plata” (Sal 119,72).
Y R. Yaqob
enseña: Este mundo es como el vestíbulo del mundo venidero. Prepárate en
el vestíbulo para que puedas tener acceso a la sala del banquete. Más
vale una hora de paz en el mundo venidero que toda la vida de este
mundo.
6. DAR TODOS LOS
BIENES POR LA TORA
“Si alguien
diera todos sus bienes...” (Ct 8,7). Rabbí Yojanán iba de viaje y se le
juntó Rabbí Jiyá ben Abá. Llegaron a un campo y dijo R. Yojanán:
-Este campo era
mío y lo vendí para poder dedicarme a la Torá.
Llegaron a una
viña y R. Yojanán dijo:
-Esta viña era
mía y la vendí para dedicarme a la Torá.
Llegaron a un
olivar y repitió lo mismo. Entonces R. Jiyá se echó a llorar. Le
preguntó R. Yojanán:
-¿Por qué
lloras?
Le respondió:
-Lloro porque no
dejaste nada para tu vejez.
Le replicó R.
Yojanán:
-¡Jiyá, hijo
mío! ¿Te parece una simpleza lo que hice? Pues vendí una cosa que fue
hecha en seis días, como está escrito: “En seis días hizo Dios el cielo
y la tierra” (Ex 20,11), y adquirí la Torá que fue dada en cuarenta
días, como está escrito: “Estuvo allí con Yahveh cuarenta días” (Ex
36,28; Dt 9,9).
6. NADA HAY
SIN IMPORTANCIA EN LA TORA
Los sabios,
bendita sea su memoria, enseñaron: Ven y observa que no encontrarás en
la Torá ninguna palabra sobre la que no se puedan recopilar montañas de
comentarios. Aún aquellas cosas que parecen inútiles en la Torá, como
los finísimos trazos de las letras, son montículo sobre montículo,
significando así que si cambias una sola tilde de la Torá puedes
acarrear la destrucción del mundo y hacer de él una enorme montaña. Pero
también para hacerte saber que es posible apilar montañas de
exposiciones sobre un simple rasgo de las letras de la Torá.
Cada texto de la
Escritura contiene innumerables significados, como está escrito: “No es
ésta una palabra vacía para nosotros” (Dt 32,47). Y también está
escrito: “Una cosa ha dicho Dios, dos he escuchado: porque de Dios es la
potencia” (Sal 62,12).
Como la piedra
golpeada con un martillo se rompe en muchos fragmentos, así también cada
frase de la Escritura en muchos significados, según está dicho: “Como un
martillo golpea la roca” (Jr 23,29).
7. LA
HUMILDAD ABRE EL CORAZON A LA TORA
Enseñan los
sabios, bendita sea su memoria, que observó el Santo, bendito sea, a
todos los hombres que había creado y no encontró a ninguno tan digno de
recibir la Torá como lo era Moisés. ¿Por qué mereció Moisés ser el novio
de la Torá? Gracias a su humildad y temor de Dios, según está escrito:
“Y Moisés se cubrió el rostro porque temió contemplar a Elohim” (Ex
3,6). Así subió Moisés, como pretendiente, junto a Dios para pedirle a
su hija, la Torá.
También observó
el Santo, bendito sea, todas las montañas de la tierra y no encontró
ninguna tan digna de que sobre ella se diera la Torá y se posara sobre
ella la Šekinah como el monte Sinaí. ¿Por qué? Porque se humilló a sí
mismo frente al Hermón y al Siryon.
Por ello quien
se acerque a la Torá con humildad, recibirá de ella el brillo que
recibió el rostro de Moisés y el fuego que recibió el monte Sinaí, según
está dicho: “El mira de cerca al humilde, pero al soberbio lo conoce de
lejos” (Sal 138,6).
1. DIOS DA LA TORA A
LOS HOMBRES
Los sabios,
bendita sea su memoria, dijeron: Se parece a un rey que casó a su hija
fuera de su región y sus paisanos le dijeron:
-¡Majestad! Lo
honorable para ti es que tu hija se quede contigo en la región.
El rey les
contestó:
-¡Qué os importa
a vosotros!
Le contestaron:
-Quizá en el
futuro quieras irte con ella y habitar en su casa por el amor que le
tienes.
Pero El les
replicó:
-Puedo casar a
mi hija fuera de la región y seguir habitando aquí con vosotros.
Así mismo,
cuando el Santo, bendito sea, habló de dar la Torá a Israel, los ángeles
del servicio le interpelaron:
-¡Señor, “¡pon
tu majestad por encima de los cielos”, es decir, tu honor y dignidad
exigen que tu Torá esté en los cielos.
Pero el Santo,
bendito sea, les contestó:
-¡Qué os importa
a vosotros!
Le contestaron:
-Quizás en el
futuro quieras posar tu Šekinah entre los de abajo.
Les respondió el
Santo, bendito sea:
-Mi Torá la
puedo poner entre los de abajo, pero Yo habito con vosotros en las
alturas. Entregando en matrimonio a mi hija con su dote en otra región,
también allí, por su belleza y encanto, se me honrará, pues todos sabrán
que es la hija del rey, pero yo habitaré con vosotros en las alturas,
como está escrito: “Su majestad sobre los cielos y de su alabanza está
llena la tierra” (Ha 3,3).
Pero Rabbí
Simón, en nombre de Rabbí Yehosúa ben Leví, dijo:
-En todo lugar
en que posó su Torá posó también su Šekinah.
-¿Cómo lo
sabemos?
-Lo dijo el rey
David, según está escrito: “¡Que alaben el Nombre de Yahveh, porque sólo
su Nombre es sublime, su majestad está en la tierra y en el cielo!” (Sal
148,13), primero en la tierra y después en el cielo.
2. DIOS ABRE
EL OIDO PARA ACOGER LA TORA
Cuando se
cumplía el tercer mes de la salida de Egipto, en ese mismo día, los
israelitas Llegaron al Sinaí para recibir la Torá. Entonces el Santo,
bendito sea, dio la Torá a Israel.
¿Por qué no se
la dio en el momento de la salida de Egipto? Esto es lo que enseñan los
sabios, bendita sea su memoria: Porque el Santo, bendito sea, se dijo:
“les haré primero grandes bondades para hacerles conocer mi poder y
bondad y, después de eso, recibirán mi Ley y mis mandatos”.
Esto se parece a
un rey que quiso tomar mujer. ¿Qué hizo? Pues se dijo: “la colmaré de
regalos y luego la tomaré por mujer”. Lo mismo hizo el Santo, bendito
sea. Vio a la comunidad de Israel desnuda y la vistió, según está
escrito: “Y te vestí de lino” (Ez 16,10). La vio descalza y la calzó,
como está escrito: “Te calcé con zapatos de cuero fino” (Ibidem); llegó
al mar y la hizo pasar. Vio que Amaleq venía contra ella y la salvó.
Cuando Israel
vio las bondades y prodigios que el Santo, bendito sea, hizo por ellos,
dijeron todos: “Lo que diga Yahveh haremos y obedeceremos”.
Cuando vio el
Santo, bendito sea, a Israel, que estaba dispuesto a acoger la Torá con
todo el corazón, lo bendijo y lo felicitó, según está escrito: “Dichoso
tú, Israel, ¿quién como tú?” (Dt 33,29).
Cuentan los
sabios, bendita sea su memoria, que, cuando hablaba el Santo, bendito
sea, salían de su boca rayos y llamas de fuego; la voz volaba a través
del aire del cielo y decía: Pueblo mío, casa de Israel, “Yo soy Yahveh,
tu Dios, que te he sacado del país de Egipto” (Ex 20,2).
Cuando oyó
Israel la palabra que salía de boca del Santo, bendito sea, retrocedió
doce millas y se le salió el alma en su huida, como está dicho: “Se me
ha salido el alma al escucharlo” (Ct 5,6). Volvió la Torá ante el Santo,
bendito sea, y le dijo:
-Señor del
universo, ¿a quién me has entregado, a los vivos o a los muertos?
Respondió el
Santo, bendito sea:
-A los vivos.
-Pues todos
éstos están muertos.
-En
consideración a ti Yo los resucitaré.
¿Qué hizo el
Santo, bendito sea? Hizo descender el rocío con el que El dará vida a
los muertos en el mundo futuro, según está dicho: “Derramaste, oh Dios,
una lluvia copiosa sobre tu heredad extenuada y la reanimaste” (Sal
68,10).
Además, cuando
empezó el Santo, bendito sea, a hablar, temblaron estremecidos los seres
superiores e inferiores. Israel no pudo entonces permanecer en pie. ¿Qué
hizo el Santo, bendito sea? Envió dos ángeles a cada uno de los
israelitas; a uno para que les pusiera la mano en el corazón y así no se
les saliera el alma, y otro para que les alzara la cabeza, a fin de que
pudieran ver a su Creador, pues el Santo, bendito sea, les concedió
contemplar su gloria.
Y vieron su
gloria. La voz iba y venía a sus oídos. La voz se apartaba de sus oídos
y la besaban en la boca, y de nuevo se apartaba la Palabra de su boca y
volvía al oído, como está dicho: “Que me bese con los besos de su boca”
(Ct 1,2).
Rabbí Simeón
enseñó: ¿Con qué podemos comparar a los israelitas cuando salieron de
Egipto? Se asemejan a un príncipe que estaba convaleciente. Cuando
dijeron a su padre:
-Tu hijo debe ir
a la escuela.
El padre
contestó:
-Todavía mi hijo
no ha recobrado el buen estado que perdió por su enfermedad. Es mejor
que se relaje y dé gusto, comiendo y bebiendo durante tres meses, y
después irá a la escuela.
Así también,
cuando los israelitas salieron de Egipto, había entre ellos algunos muy
debilitados por la opresión del barro y los ladrillos. Por ello, cuando
los ángeles del servicio dijeron al Santo, bendito sea:
-Ha llegado la
hora, dales la Torá.
El Santo,
bendito sea, les contestó:
-Todavía no se
han recuperado de la opresión del barro y los ladrillos. Es mejor que se
relajen durante tres meses en Be'er con el maná y las codornices, y
después les daré la Torá.
-¿Cuándo será?
-A los tres
meses (Ex 19,1).
Sobre esto
también enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: El Santo, bendito
sea, se dijo: Si hago entrar en la Tierra a Israel ahora, apenas
recibida la Torá, cada uno se apegará al propio campo o a la propia
viña, y no se ocupará de la Torá. Les haré peregrinar por el desierto
cuarenta años y comerán el maná y beberán del pozo y así la Torá
impregnará sus cuerpos.
Rabbí Janina
decía: Al tercer mes el día se hizo el doble de largo que la noche y los
israelitas tenían que dormir hasta dos horas dentro del día. Moisés
salió del campamento y fue despertándolos del sueño:
-Despertad de
vuestro sueño que vuestro Dios está deseoso de entregaros su Torá. Ya el
novio busca a la novia para llevarla a la alcoba.
Moisés se
presentaba como padrino que saca a la novia, según está dicho: “Moisés
sacó al pueblo del campamento para recibir a Dios” (Ex 19,17).
Y por su parte
el Santo, bendito sea, se presentó como novio que sale a recibir a la
novia para darle la Torá, como está escrito: “Yahveh, cuando Tú salías
de Seír” (Jc 5,4), y también: “Oh Dios, cuando salías al frente de tu
pueblo” (Sal 68,8).
Así el Santo les
dio sus Diez Palabras, que llegaban a los oídos de Israel, que las
acogían con sus labios, en un beso de gozo. El Santo, bendito sea,
complacido, les dijo:
-Ved, vosotros
sois testigos que no hay como Yo en los cielos ni en la tierra, ved como
Yo soy Uno y que me he revelado a vosotros en mi gloria y esplendor. Si
alguien os dice: “Id a servir a otros dioses”, le responderéis: ¿Puede
acaso un hombre que ha visto a su Creador, cara a cara, en su gloria, en
su esplendor y en su grandeza, abandonarlo e ir en pos de la idolatría?
No, “no tendrás otros dioses frente a mí. No te fabricarás escultura ni
imagen alguna” (Ex 20,3-4).
Y añadió el Santo, bendito sea:
-Yo os he dado
mi Torá para daros un dominio, no me irritéis ni rompáis mi pacto,
dándome celos con los ídolos; no os postréis frente a los muertos, sino
ante quien “da muerte y vida” (1S 2,6; Dt 32,39), en cuya mano está el
alma de todo ser vivo. No os contagiéis de los gentiles, pues su vida es
cosa vana, como está dicho: “Son cosa vana, obra ridícula; al tiempo de
su castigo morirán; no es como esos la porción de Jacob, pues el
modelador de todas las cosas es El” (Jr 10,15s).
Sostenidos, cada
uno de los israelitas, por sus dos ángeles, seguían escuchando al Señor,
en la voz de los sabios, bendita sea su memoria:
-El librará de
la angustia a todos los que confían en El, como salvó a Abraham, nuestro
padre, del horno de fuego cuando Nimrod, el impío, le arrojó al horno
por confiar en el Santo, bendito sea, y no querer postrarse ante su
ídolo. El libró también a Ananías, Misael y Azarías del horno de fuego
al que los arrojó Nabucodonosor, por confiar en Yahveh y no postrarse
ante su ídolo. Cuando salieron del horno, se congregó todo el mundo,
gobernantes y administradores, para ver si el fuego había tenido poder
sobre aquellos hombres; vieron que los cabellos de su cabeza no estaban
chamuscados, vieron que el fuego no había podido con ellos, y entonces
comenzaron a alabar al Santo, bendito sea.
7. BAJO EL MANZANO TE
DESPERTE
Dijeron los
sabios, bendita sea su memoria: “Bajo el manzano te desperté” (Ct 8,5)
se refiere al Sinaí. ¿Y por qué se compara con el manzano?
-Como el manzano produce sus frutos en el mes de Siván, también la Torá
fue dada en el mes de Siván.[6]
Unos se
preguntan:
-¿Por qué no
bajo un nogal o cualquier otro árbol?
-Pues porque lo
normal en los árboles es que den primero las hojas y luego los frutos,
pero el manzano produce primero los frutos y luego las hojas. De la
misma manera los israelitas antepusieron la actuación al oír, como está
escrito: “Haremos y escucharemos” (Ex 24,7).
Cuentan los
sabios, bendita sea su memoria: Cuando Moisés tomó las tablas y
descendía del monte con ellas, las Palabras escritas en ellas sostenían
el peso de las tablas de piedra y al mismo Moisés. Pero cuando vieron
las danzas y el becerro, las Palabras huyeron de las tablas. Entonces
las tablas de piedra se quedaron con todo su peso en las manos de
Moisés. Moisés no pudo ya sostenerse a sí mismo ni tampoco a las tablas.
Entonces las arrojó y se rompieron, como está escrito: “Y las rompió
bajo el monte” (Ex 32,19).
Otros, en
cambio, dijeron que Moisés, cuando contempló la tablas y vio que no
había en ellas nada escrito, pues la Palabras habían volado, pensó:
-¿Cómo voy a
entregar a Israel unas tablas que no traen nada para ellos? Mejor es que
las rompa.
Pero el Santo,
bendito sea, se irritó con Moisés y le dijo:
-Si tú hubieses
tallado las piedras no las habrías roto... Ahora “corta tú dos tablas de
piedra” (Dt 10,1).
Y Moisés preguntó:
-¿Y dónde cojo yo
las tablas de piedra?
Y el Santo, bendito
sea, mostró a Moisés la cantera que estaba debajo del trono de la gloria,
como está escrito: “Y bajo tus pies, como una lastra trabajada de zafiro”
(Ex 24,10).
9. ALLI DONDE TE DIO
A LUZ TU MADRE
Se preguntaron los
sabios, bendita sea su memoria: ¿Realmente fue en el Sinaí “donde les dio a
luz su madre” (Ct 8,5)?
Dijo Berekiá:
-Se parece al caso
de uno que haya pasado por un lugar peligroso y se haya librado de la
muerte. Cuando le encuentra un amigo, le dice: ¿Pasaste por ese lugar? ¡Hoy
te ha dado a luz tu madre! ¡Hoy has nacido de nuevo! Después de pasar por
tantos sufrimientos eres un hombre nuevo.