SANTO TOMAS DE AQUINO: EL PADRENUESTRO y EL AVEMARÍA comentados
PADRE NUESTRO
11. --- Advirtamos dos cosas: de qué manera Dios es Padre y qué le debemos
por ser Padre.
16. --- Con esto ---[con la palabra "nuestro"]--- se indica que debemos dos
cosas a nuestros prójimos.
17. --- Entre las disposiciones que le son necesarias al que ora, la
confianza tiene una gran importancia. Santiago 1, 6: "Pídase con fe, sin
vacilar".
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
27. --- Esta es la primera petición. En ella pedimos que su nombre se
manifieste y se proclame por nosotros.
VENGA A NOS TU REINO
34. --- Como está dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos y
pidamos rectamente.
HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
43. --- El tercer don que produce en nosotros el Espíritu Santo se llama don
de ciencia.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA
53. --- Muchas veces sucede que por su gran ciencia y sabiduría el hombre se
vuelve tímido.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASI COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS
DEUDORES
63. --- Hay algunos de gran sabiduría y fortaleza; y por confiar demasiado
en su capacidad no efectúan sabiamente sus obras, ni llevan a su término lo
que pretenden
Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
76. --- Algunos, aunque pecaron, desean sin embargo obtener el perdón de sus
pecados; y en consecuencia se confiesan y hacen penitencia y sin embargo no
ponen todo el cuidado que deberían para no caer de nuevo en sus pecados.
MAS LÍBRANOS DEL MAL. AMEN.
88. --- Arriba nos enseñó el Señor a pedir el perdón de los pecados y cómo
podemos evitar las tentaciones. Aquí nos enseña a pedir el ser preservados
del mal.
Explicación abreviada de todo el Padrenuestro
1. --- En esta salutación se contienen tres cosas.
"Dios te salve" o "Yo te saludo"
BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE
PROLOGO I
CUALIDADES DE LA ORACIÓN
1. --- Entre todas las oraciones, la oración dominical es manifiestamente la
principal.
A) En efecto, posee las cinco cualidades que se requieren en la oración. La
cual debe ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde.
2. --- a) Debe ser confiada para acercarnos sin vacilación al trono de la
gracia, como se dice en Hebreos 4, 16. Además debe hacerse con fe que no
desfallezca, como dice Santiago (1, 6) : "Que pida con fe, sin ninguna
vacilación". Aun racionalmente esta oración es segurísima: está formada por
nuestro abogado, que pide de manera sapientísima, en el cual están todos los
tesoros de la sabiduría, como se dice en Colosenses 2, y del cual dice Juan
1, 2-1: "Tenemos un abogado cabe el Padre, Jesucristo justo"; por lo cual
dice Cipriano en su tratado sobre la Oración Dominical: "Como con Cristo
tenemos un abogado cabe el Padre por nuestros pecados, cuando pedimos por
nuestros delitos, presentemos las palabras de nuestro abogado". También por
otro motivo se ve que esta oración es oída más seguramente y es que EL mismo
que nos la enseñó la oye
con el Padre, según aquello del Salmo 90, 15: "Clamará a Mí, y Yo lo oiré".
Por lo cual dice Cipriano: "Rogar a Nuestro Señor con sus propias palabras
es hacerle una oración grata, familiar y devota". Por lo cual nunca deja de
sacarse algún fruto de esta oración, y según San Agustín por ella se
perdonan nuestros pecados veniales.
3. --- b) Nuestra oración debe ser también recta, de modo que el que ora le
pida a Dios cosas que le convienen. Por lo cual el Damasceno dice: "La
oración es una petición a Dios de dones que nos convienen".
En efecto, muy a menudo no es escuchada la oración porque se piden cosas
inconvenientes. Santiago 4, 3: "Pedís y no recibís porque pedís algo malo".
Difícil es sin embargo saber qué es lo que se debe pedir, así como es
también muy difícil saber qué se debe desear. En efecto, no es lícito pedir
en la oración sino las cosas que es lícito desear: por lo cual dice el
Apóstol, en Rom 8, 26: "No sabemos orar como es debido". Pero quien nos lo
enseñó es el mismo Cristo: a El le corresponde enseñarnos lo que debemos
pedir. Por lo cual los discípulos le dijeron (Luc
11, 1: "Señor, enséñanos a orar".
Así es que las cosas que El mismo nos enseñó a pedir, rectísimamente se
piden, por lo cual dice San Agustín: "Si oramos de manera justa y
conveniente, cualesquiera que sean las palabras que digamos, no decimos sino
lo que en la oración dominical está contenido".
4. --- c) La oración debe ser también ordenada como el deseo mismo, puesto
que la oración muestra el deseo. El orden debido es que en nuestros deseos y
oraciones prefiramos lo espiritual a lo carnal, lo celestial a lo terreno,
según dice Mt 6, 33: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo
lo demás se os dará por añadidura". Lo cual nos lo enseña el Señor a
observar en esta oración: en ella se piden primeramente las cosas
celestiales y después las de la tierra.
5.- d) La oración debe ser también devota, porque la consistencia de la
devoción es lo que hace que el sa- crificio de la oración sea acepto a Dios,
según el Salmo LXII, 5-6: "En tu nombre alzaré mis manos: y mi alma se
saciará de Ti como de médula y suculencia". A menudo por el mucho hablar se
embota la devoción, por lo cual el Señor nos enseña a evitar la demasiada
prolijidad en las palabras, según Mt 6, 7: "Al orar no multipliquéis las
palabras". Agustín le dice a Proba: "Que no haya en la oración muchas
palabras; pero no se deje de mucho suplicar si persevera el esfuerzo
fervoroso".
Por lo cual el Señor instituyó esta breve oración [del Padrenuestro],
6. --- Por otra parte, la devoción proviene de la caridad, que es amor de
Dios y del prójimo. Y uno y otro se manifiestan en esta oración. En efecto,
para dar a conocer el divino amor, a El lo llamamos Padre; y para dar a
conocer el amor al prójimo oramos en general por todos diciendo: "Padre
nuestro, y perdónanos nuestras deudas". A lo cual nos lleva el amor de
nuestros prójimos.
7. --- e) La oración debe ser también humilde, según el Salmo 101, 18:
"Atendió la oración de los humildes"; y Luc 18, sobre el fariseo y el
publicano; y Judit 9, 16: "Siempre te ha sido acepta la súplica de los
humildes y mansos".
Tal humildad se practica en esta oración, porque hay verdadera humildad
cuando nada fincamos en nuestras propias fuerzas y sólo del divino poder
espe- ramos obtenerlo todo.
II Efectos de la oración
8. --- B) Conviene saber que la oración produce tres bienes.
a) Primeramente es un remedio eficaz y útil contra los males. En efecto, nos
libra de los pecados cometidos. Salmo 31, 5-6: "Tú perdonaste la iniquidad
de mi pecado, por lo cual orará a ti todo hombre santo". Así oró el ladrón
en la cruz, y obtuvo el perdón; porque Jesús le dijo: "Hoy estarás conmigo
en el paraíso" (Luc 23, 43). Así oró el publicano, y volvió a su casa
justificado (Luc 18, 14).
Nos libra también del temor de los pecados que pue- den sobrevenir, de las
tribulaciones y de la tristeza (Sant
5, 13: "¿Hay alguno triste entre vosotros? Que ore (con el alma tranquila)".
También nos libra de persecuciones y de enemigos. Salmo 108, 4: "En lugar de
amarme me denigraban; mas yo oraba".
9. --- b) En segundo lugar es eficaz y útil para la obtención de todos
nuestros deseos. Marc 11, 24: "Todo cuanto orando pidiereis creed que lo
recibiréis". Y si no somos escuchados es que no pedimos con insistencia: "En
efecto, es necesario orar siempre y no desfallecer" (Luc 18, 1); o no
pedimos lo que más conviene para nuestra salvación. Dice Agustín: "Bueno es
el Señor, que a menudo no nos concede lo que queremos para darnos lo que más
nos favorece". Ejemplo de ello hallamos en Pablo, que tres veces pidió ser
librado de un punzante tormento y no fue oído: 2 Cor 12, 8.
10. - En tercer lugar, la oración es útil porque nos convierte en familiares
de Dios. Salmo 140, 2: "Que mi oración esté ante ti como incienso".
PADRE NUESTRO
11. --- Advirtamos dos cosas: de qué manera Dios es Padre y qué le debemos
por ser Padre.
Se le llama Padre a causa de la manera especial como nos creó, pues nos creó
a su imagen y semejanza, imagen y semejanza que no imprimió en las demás
creaturas inferiores. Deut 32, 6: "El mismo es tu Padre, el que te hizo y te
creó".
También por razón de su gobierno: aunque gobierna todas las cosas, a
nosotros nos gobierna como a señores y las demás cosas como a esclavas. Sab
14, 3: "Tu providencia, oh Padre, gobierna todas las cosas"; y Sab 12, 18:
"Y a nosotros nos gobiernas con extremada consideración".
También por razón de su adopción: porque a las otras criaturas les dio algo
como pequeños regalos; mas a nosotros la heredad, y esto porque somos sus
hijos; pero por ser hijos también herederos. Dice el Apóstol (Rom 8, 15):
"No recibisteis espíritu de servidumbre en el temor, sino espíritu de
adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre".
12. --- Le debemos cuatro cosas:
En primer lugar, honor. Mat 1, 6: "Si yo soy Padre ¿dónde está el honor que
me es debido?": el cual consiste en tres cosas.
Debemos rendirle alabanzas como a Dios. Salmo 49.
23: "El sacrificio de alabanza me honrará". Las cuales deben estar no sólo
en la boca sino también en el corazón. Isaías 29, 13: "Este pueblo me honra
con los labios; pero su corazón está lejos de Mí".
En la pureza del cuerpo por cuanto ve a El mismo. 1 Cor 6, 20: "Glorificad a
Dios y llevadlo en vuestro cuerpo".
En la equidad de los juicios respecto al prójimo. Salmo 98, 4: "El honor del
rey ama la justicia".
13. --- En segundo lugar debemos imitarlo, porque es nuestro padre. Jer 3,
19: "Me llamaréis Padre y no dejaréis de marchar en pos de Mí".
Tal imitación se perfecciona con tres cosas.
Con amor. Ef 5, 1-2: "Sed imitadores de Dios como hijos queridos y proceded
con amor". Y éste debe estar en el corazón.
Con misericordia. En efecto, el amor debe acompa- ñarse de misericordia. Luc
6, 36: "Sed misericordiosos". Y la misericordia debe mostrarse en las obras.
Con perfección. Porque amor y misericordia deben ser perfectos. Mt 5, 48:
"Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
14. --- En tercer lugar le debemos obediencia. Hebr 12, 9: "Mucho mejor es
someterse al Padre de los espíritus".
Y esto por tres razones.
Primeramente a causa de su dominio: El es en efecto el Señor. Éxodo 24, 7:
"Haremos todas las cosas que ha indicado el Señor y seremos obedientes".
En segundo lugar por [su] ejemplo: porque su ver- dadero Hijo se hizo
obediente al Padre hasta la muerte, como se dice en Filip 2, 8.
En tercer lugar por nuestra conveniencia. 2 Samuel
6, 21: "Danzaré ante el Señor que me eligió".
15. --- En cuarto lugar le debemos paciencia en los cas- tigos. Prov 3,
11-12: "No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor; ni desmayes cuando
El te castigue. Porque el Señor reprime a los que ama, y en ellos se
complace como un Padre con su hijo".
16. --- Con esto ---[con la palabra "nuestro"]--- se indica que
debemos dos cosas a nuestros prójimos.
Primeramente, amor, porque son nuestros hermanos, puesto que todos son hijos
de Dios: 1 Juan 4, 20: "El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo podrá
amar a Dios, a quien no ve?"
También respeto, porque son hijos de Dios. Mal 2, 10: "¿No es uno mismo el
Padre de todos nosotros? ¿No un solo Dios que nos ha creado? ¿Pues por qué
desprecia cada uno de vosotros a su hermano?" Rom 12, 10: "Anticipaos unos a
otros en las señales de deferencia".
Y todo esto por su fruto, porque "El mismo vino a ser causa de salvación
eterna para todos los que le obedecen" (Hebr 5, 9).
QUE ESTAS EN LOS CIELOS
17. --- Entre las disposiciones que le son necesarias al que ora, la
confianza tiene una gran importancia. Santiago 1,
6: "Pídase con fe, sin vacilar".
Por lo cual al enseñarnos el Señor a orar, adelantó aquellas cosas por las
que se engendra en nosotros la confianza: esto es, la benignidad del Padre:
por lo cual dijo "Padre nuestro", según Luc 11,13: "Si vosotros, siendo
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
[celestial] os dará [de lo alto"] del cielo su buen Espíritu a los que se lo
pidan?"; y la grandeza de su poder: por lo cual dijo "que estás en los
cielos". También el Salmo 122, 1: "Levantaré mis ojos a Ti, que habitas en
los cielos".
18. --- Lo cual puede corresponder a tres cosas:
Primeramente a la preparación del que ora, pues se dice en Eccli 18, 23:
"Antes de la oración prepara tu alma". Para que se entienda que "estás en
los cielos" es lo mismo que "en la gloria celestial". A este propósito dice
Mt 5, 12: "Vuestra recompensa es copiosa en los cielos".
Y tal preparación debe ser mediante la imitación de las realidades
celestiales, porque el hijo debe imitar a su padre. Por lo cual se dice en
Cor 15, 49: "Así como hemos llevado la imagen del hombre terreno, debemos
también llevar la imagen del celeste".
También mediante la contemplación de las cosas celestiales. Porque los
hombres suelen dirigir su pensa- miento más frecuentemente al lugar donde
tienen a su padre y las demás cosas que aman, según Mt 6, 21: "Donde está tu
tesoro allí está tu corazón". Por lo cual les decía el Apóstol a los
Filipenses (3, 20): "Nuestra morada está en los cielos".
Y mediante la aspiración a las cosas celestiales, de modo que a quien está
en los cielos no le pidamos sino las cosas celestiales, conforme a Colos 3,
1: "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo".
19. --- En segundo lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden
referirse a la facilidad del que oye, por- que entonces está más cercano a
nosotros; y así, "que estás en los cielos" entiéndase que es lo mismo que en
los Santos, en los que Dios habita, conforme a Jer 14, 9: "Tú estás en
nosotros, Señor". En efecto, a los Santos se les llama cielos, conforme al
Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la gloria de Dios".
Ahora bien, Dios habita en los Santos por la fe: Ef 3, 17: "Que Cristo
habite por la fe en vuestros corazones".
Por la caridad: 1 Juan 4, 16: "El que permanece en la caridad, en Dios
permanece, y Dios en él".
Por el cumplimiento de los mandamientos: Juan 14, 23: "Si alguno me ama,
observará mi doctrina; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada
en él".
20. --- En tercer lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden
referirse a la omnipotencia del que nos oye; y así, que por cielos
entendamos los cielos mate- riales; no porque Dios esté encerrado en los
cielos materiales, porque está escrito en Reyes 8, 27: "Los cielos y los
cielos de los cielos no pueden contenerte"; sino para dar a entender: que
Dios es de penetrante observación, porque ve desde muy alto. Salmo 101, 20:
"Ha mirado desde su santa altura"; que es sublime en su poder, según el
Salmo 102, 19: "El Señor dispuso su asiento en el cielo"; que es estable en
su eternidad, según el Salmo 101, 13: "Mas Tú permaneces eternamente"; y
también el [versículo] 28: "Y tus años no tienen fin".
Por lo cual se dice de Cristo en el Salmo 88, 30: "Su trono es como el día
del cielo".
Y el filósofo enseña, en su tratado "Del cielo", que a causa de su
incorruptibilidad todos han considerado que el cielo es el asiento de los
espíritus.
21. --- Con las palabras "que estás en los cielos" se nos da confianza para
orar, por tres motivos: por el poder de Aquel a quien se pide; por la
familiaridad con El; y por la conveniencia de la petición.
a) El poder de Aquel a quien se pide es sugerido si por cielos entendemos
los cielos materiales. Pues aunque no está El limitado por los cielos
materiales, como se lee en Jeremías 23, 24: Yo lleno el cielo y la tierra;
sin embargo se dice que El está en los cielos materiales para indicar dos
cosas: tanto la virtud de su poder como la sublimidad de su naturaleza.
22. --- Lo primero es contra los que dicen que todo ocurre necesariamente
por la determinación de los cuerpos celestiales: tanto que sería inútil
pedirle algo a Dios por la oración. Pero esto es una estulticia, porque si
se dice que Dios está en los cielos es precisamente como Señor de los mismos
cielos y de las estrellas, conforme al Salmo 102, 19: "El Señor en el cielo
asentó su trono".
23. --- Lo segundo es contra aquellos que al orar idean e inventan imágenes
corporales de Dios. Por eso se dice que está en los cielos para que por
aquello que en las cosas sensibles es lo más elevado, se exprese que la
divina sublimidad todo lo excede, aun los deseos y la comprensión de los
hombres; de modo que todo lo que se pueda pensar o desear es menor que Dios.
Por lo cual se dice en Job 36, 26: "¡Qué grande es Dios, que sobrepuja a
nuestra ciencia!"; en el Salmo 112, 4: "Excelso es el Señor sobre todas las
gentes"; en Isaías 40, 18: "¿A quién habéis asemejado a Dios?".
24. --- b) La familiaridad con Dios se nos muestra si por cielos se
toma a los Santos. En efecto, ya que algunos dijeron que El por su
excelsitud no cuida de las cosas humanas, conviene saber que está muy cerca
de nosotros, o más bien nos es íntimo, pues se dice que está en los cielos,
esto es, en los Santos, a quienes se les lla- ma cielos, conforme al Salmo
18, 2: "Los cielos cuentan la gloria de Dios"; y Jerem 14, 9: "Tú, Señor,
estás con nosotros".
25. --- Esto produce confianza en los que oran, por dos motivos.
Primero por la proximidad de Dios, según el Salmo 144, 18: "Muy cerca está
el Señor de todos los que lo invocan". Por lo cual nos dice en Mt 6, 6: "Mas
tú, cuando vayas a orar entra en tu aposento", a saber, el del corazón.
Segundo, porque por la intercesión de los santos podemos obtener lo que
pedimos, según Job 5, 1: "Dirígete a alguno de los Santos"; Sant 5, 16:
"Orad los unos por los otros para que seáis salvos".
26. --- c) Diciendo "que El está en los cielos" la oración tiene idoneidad y
conveniencia, si por cielos se entienden los bienes espirituales y eternos,
en los cuales consiste la bienaventuranza, por dos razones.
Primeramente, porque con estas palabras se infla- man nuestros deseos por
las cosas celestiales. En efecto, nuestros deseos deben tender a donde
tenemos a nuestro Padre, porque allí es donde está nuestra heredad. Colos 3,
1: "Buscad las cosas que son de arriba". 1 Pedro 1, 4 nos habla de "la
herencia inmarcesible" que nos está "reservada en los cielos".
En segundo lugar, porque esto nos convida a que nuestra vida sea
celestial, a fin de que seamos conformes con el Padre Celestial, según 1 Cor
15, 48: "Como el celeste, así serán los celestes".
Y estas dos cosas ---el deseo de lo celestial y una vida celestial--- nos
hacen idóneos para pedir, pues por ellas es digna la oración.
Primera Petición
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
27. --- Esta es la primera petición. En ella pedimos que su nombre se
manifieste y se proclame por nosotros.
Ahora bien, el nombre de Dios es antes que nada admirable, porque en todas
las criaturas opera mara- villas. Por lo cual dice el Señor en Marc 16, 17:
"En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, cogerán
serpientes y aunque beban algo enve- nenado no les hará daño".
28. --- En segundo lugar es amable. Hechos 4, 12: "No se nos ha dado bajo el
cielo otro nombre por el que debamos salvarnos". Ahora bien, la salvación
debe ser amada por todos. Ejemplo tenemos en San Ignacio, quien amó tanto el
nombre de Cristo, que habiéndole pedido [Emperador] Trajano que negara ese
nombre, le respondió que no podría quitárselo de la boca; y como aquél lo
amenazara con cortarle la cabeza y quitarle así a Cristo de su boca,
respondió Ignacio: "Aunque me lo quites de la boca, nunca podrás arrancarlo
de mi corazón: porque tengo escrito este nombre en mi corazón, y por lo
mismo no puedo dejar de invocarlo".
Habiendo oído esto Trajano, y deseoso de comprobarlo, habiéndole cortado la
cabeza al siervo de Dios, ordenó que se le extrajera el corazón, y se halló
escrito en él con letras de oro el nombre de Cristo. En efecto, había puesto
ese nombre en su corazón como un sello.
29. --- En tercer lugar, es venerable. Dice el Apóstol en Fil 2, 10: "Que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los
infiernos".
En el cielo: Ángeles y Santos.
En la tierra: los hombres de este mundo, que tal hacen o por el deseo de
alcanzar la gloria o por temor al castigo del que huyen.
Y en los infiernos los condenados, que tal hacen por pavor.
30. --- En cuarto lugar, [el nombre de Dios] es inexplicable porque las
lenguas todas no bastan para expresarlo [suficientemente].
Pero se trata de hacerlo con ayuda de las criaturas. Y así [a Dios] se le
llama roca, por razón de su fortaleza: Mt 16. 18: "Sobre esta roca edificaré
mi Iglesia".
También se le llama fuego, porque purifica: porque así como el fuego
purifica los metales, así Dios purifica los corazones de los pecadores. Por
lo cual dice el Deut 4, 24: "Tu Dios es un fuego devorador".
También luz, porque ilumina: así como la luz aclara las tinieblas, así el
nombre de Dios disipa las tinieblas de nuestro entendimiento. Salmo 17, 29:
"Dios mío, ilumina mis tinieblas".
31. --- Así es que pedimos que el nombre de Dios sea manifestado, para que
sea conocido y tenido por Santo. La palabra Santo tiene tres
significaciones.
Santo es lo mismo que inmutable. Y así a todos los bienaventurados que están
en el cielo se les llama Santos porque son inquebrantables en la eterna
felicidad.
32. --- En segundo lugar, Santo es lo mismo que no terreno. Por lo cual los
Santos que están en el cielo no tienen ningún afecto terreno. Por lo que
dice el Apóstol en Fil 3, 8: "Todas las cosas las tengo por inmundicias, por
ganar a Cristo".
Con la palabra tierra se designa a los pecadores.
Primeramente por razón de lo que engendran. Por- que así como la tierra, si
no se cultiva, produce espinas y abrojos, así también el alma del pecador,
si no es cultivada por la gracia, no da sino las espinas y los abrojos de
los pecados: Gen 3, 18: "Espinas y abrojos te producirá".
En segundo lugar, por su oscuridad. En efecto, la tierra es oscura y opaca:
y así también el [alma del] pecador es tenebrosa y opaca. Gen 1, 2: "Las
tinieblas cubrían la superficie del abismo".
En tercer lugar, por razón de su condición. Porque la tierra es un elemento
que se disgrega si no se lo impide la humedad del agua: porque Dios
estableció la tierra sobre las aguas, según el Salmo 135, 6: "Sobre las
aguas afirmó la tierra", porque con la humedad del agua se detiene la aridez
o sequedad de la tierra. De manera semejante, el pecador tiene el alma seca
y árida, según el Salmo 142, 6: "Como tierra sin agua, mi alma sin Ti".
33. --- En tercer lugar, Santo significa también "teñido en sangre". Por eso
a los Santos que están en el cielo se les llama Santos porque están teñidos
en sangre, según el Apoc 7, 14: "Estos son los que vienen de la gran
tribulación, y lavaron sus vestiduras en la sangre del cordero". Asimismo
Ibíd. 1, 5: "Nos lavó de nuestros pecados con su sangre".
Segunda Petición
VENGA A NOS TU REINO
34. --- Como está dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos
y pidamos rectamente.
Y primeramente causa en nosotros el temor por el que tratamos de que sea
santificado el nombre de Dios.
Otro don es el don de piedad. La piedad es propiamente un afecto tierno y
devoto al Padre, y también a todo hombre que se halle en la miseria.
Como Dios es ciertamente nuestro Padre, no sola- mente debemos reverenciarlo
y temerlo, sino que tam- bién debemos tenerle un amor tierno y delicado. Y
este afecto es el que nos hace pedir que venga el reino de Dios. Tit 2,
12-13: "Vivamos en este siglo con piedad y justicia, aguardando la feliz
esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios".
35. --- Mas se podría preguntar: El reino de Dios siempre ha existido: ¿por
qué pues pedimos que venga?
Debemos responder que esto puede entenderse de tres maneras.
A) En primer lugar porque algunas veces un rey tiene tan sólo el
derecho del reino o del señorío; y sin embargo aún no se declara el dominio
de ese mismo reino porque la gente del reino aún no se le sujeta. Luego su
reinado o dominio se declarará cuando la gente del reino se le sujete.
Ahora bien, por sí mismo y por su naturaleza Dios es el Señor de todo. Dan
7, 14: "A Él se le dio el poder, el honor y el reino". Es necesario, por lo
tanto, que todo le esté sometido. Pero esto no se ha realizado aún, sino que
se realizará al fin del mundo. 1 Cor 15, 25: "Él debe reinar hasta que ponga
a todos sus enemigos a sus pies". Por lo cual pedimos y decimos: "Venga a
nos tu reino".
36. --- Y esto lo pedimos en cuanto a tres cosas:
que los pecadores se conviertan y sean salvados por la gracia de Dios;
que los pecadores sean castigados en la vida presente para su conversión
para que escapen el castigo eterno;
que los pecadores contumaces en impenitencia final sean castigados;
y la muerte destruida.
Porque los hombres están sometidos a Cristo de dos maneras: o
voluntariamente, o a la fuerza. Como, en efecto, la voluntad de Dios es de
tal manera eficaz que se tiene que cumplir totalmente y Dios quiere que
todas las cosas se le sometan a Cristo, una de esas dos maneras será
necesaria: o sea, que o el hombre haga la voluntad de Dios sometiéndose uno
a sus mandatos, y esto es lo que hacen los justos; o que Dios haga con todos
su propia voluntad castigándolos, y esto hará con los pecadores y con
sus enemigos. Lo cual será en el fin del mundo. Salmo 109, 1: cuando "ponga
a tus enemigos de escabel de tus pies".
Por lo cual les es dado a los santos (los justos que viven en el estado de
gracia santificante) el pedir que venga el reino de Dios, o sea, que se le
sometan aquéllos totalmente.
Mas para los pecadores contumaces es algo horrible, porque el pedir que
venga el reino de Dios no es sino que por voluntad de Dios se les someta a
los suplicios. Amos 5, 18: "¡ Ay de los [pecadores] que ansían el día del
Señor!".
Pero con esto se destruirá la muerte. En efecto, como Cristo es la vida, en
su reino no puede existir la muerte, que es lo contrario de la vida. Por lo
cual se dice en 1 Cor 15, 26: "El último enemigo en ser destruido será la
muerte".
Y esto ocurrirá en la resurrección. Fil 3, 21: "Transformará nuestro vil
cuerpo en un cuerpo semejante al suyo glorioso".
37. - B) En segundo lugar el reino de los cielos se llama gloria del
paraíso. Ni es de admirar, porque reino no significa sino gobierno. Y se da
el mejor gobierno donde nada hay contra la voluntad del gobernante. Ahora
bien, la voluntad de Dios es la salvación de los hombres, porque El quiere
que [todos] los hombres se salven (cf. 1Tim 2, 4). Y esto será
principalmente en el paraíso, donde no habrá nada contrario a la salvación
de los hombres. Mt 13, 41: "Los ángeles quitarán de su reino todos los
escándalos". Mas en este mundo hay muchas cosas contrarias a la salvación de
los hombres. Así es que cuando pedimos "Venga a nos tu reino" oramos para
ser partícipes del reino celestial y de la gloria del paraíso.
38. --- Y este reino es sobremanera deseable por tres motivos.
Primeramente por la soberana justicia que en él hay. Isaías 60, 21: "Tu
pueblo: todos justos". Y si bien aquí los malos están mezclados con los
buenos, allá no habrá ningún malo y ningún pecador.
39. - También por su perfectísima libertad. Pues aquí no existe la libertad,
aunque todos naturalmente la desean; pero allá habrá libertad plena contra
toda clase de esclavitud. Rom 8, 21: "La criatura misma será liberada [de la
esclavitud] de la corrupción". Y no sólo serán todos libres sino que también
serán reyes: Apoc 5, 10: "Nos hiciste reyes para nuestro Dios".
La razón de ello es que todos tendrán la misma vo- luntad con Dios; y Dios
querrá todo lo que los santos quieran, y éstos lo que Dios quiera: de modo
que al hacerse la voluntad de Dios se hará la de ellos. Y por lo mismo todos
reinarán, pues se hará la voluntad de todos, y el Señor será la corona de
todos. Isaías 28, 5: "En aquel día el Señor de los ejércitos será corona de
gloria y diadema de gozo para el resto de su pueblo".
40. --- También por su maravillosa plenitud [de bienes]. Isaías 64, 4:
"Ningún ojo ha visto, sino sólo Tú, oh Dios, lo que has preparado para los
que te están aguardando". Salmo 102, 5: "El es el que sacia con sus bienes
tus deseos".
Y adviértase que el hombre hallará todo en solo Dios más excelentemente y
más perfectamente que todo cuanto encuentre en el mundo. Si buscas el
deleite, el supremo deleite encontrarás en Dios; si riquezas, en El
encontrarás toda la abundancia que da su razón de ser a las riquezas; y así
en cuanto a lo demás. Dice San Agustín en sus Confesiones: "Cuando el alma
fornica alejándose de ti, fuera de ti busca las cosas puras y límpidas que
no encuentra sino cuando vuelve a ti".
41. --- C) El tercer motivo [de pedir a Dios que venga su reino] es que
algunas veces reina en este mundo el pecado. Y esto ocurre cuando el hombre
está de tal manera dispuesto que sigue inmediatamente y hasta el final su
inclinación al pecado. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal"; sino que Dios debe reinar en tu corazón.
Isaías 7, 7: "Sión, reinará tu Dios". Y esto ocurre cuando está presto a
obedecer a Dios y a observar todos sus mandamientos. Así es que cuando
pedimos que venga el reino de Dios, pedimos que no reine en nosotros el
pecado, sino Dios.
42. --- Por esta misma petición llegaremos a la bienaventuranza, de la que
se dice en Mt 5, 4: "Bienaventurados los mansos". En efecto, según la
primera explicación [del "venga a nos tu reino"], por desear el hombre que
Dios sea el Señor de todos, no se venga de la injuria que se le infiera,
sino que se la deja a Dios. Porque si te vengaras, no desearías que viniese
su reino.
Y según la segunda explicación, si esperas su reino, o sea, la gloria del
paraíso, no debes preocuparte si pierdes los bienes de este mundo.
Asimismo según la tercera explicación, si pides que Dios reine en ti y su
Cristo, como El fue mansísimo, también tú debes ser manso. Mt 11, 29:
"Aprended de Mí que soy manso". Hebr 10, 34: "Con alegría aceptasteis el
despojo de vuestros bienes".
Tercera Petición
HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
43. --- El tercer don que produce en nosotros el Espíritu Santo se
llama don de ciencia.
En efecto, el mismo Espíritu Santo no sólo produce en los buenos el don de
temor y el don de piedad, que es, como ya se dijo, un delicado amor a Dios,
sino que también hace sabio al hombre. Y esto lo pedía David en el Salmo
118, 66, diciendo: "Enséñame la bondad, la sabiduría y la ciencia". Y esta
es la ciencia por la que se vive rectamente y que el Espíritu Santo nos
enseñó.
Entre las cosas relativas a la ciencia y a la sabiduría del hombre la más
importante es la prudencia por la que el hombre no se fía en su propio
sentir. Prov 3, 5: "No descanses en tu propia prudencia". En efecto, los que
presumen de su propio juicio, de modo que no dan crédito a los demás, sino
sólo a sí mismos, siempre son tenidos y juzgados como insensatos. Proverbios
26, 12: "¿Has visto a un hombre que se cree sabio? Habrá que esperar más de
un insensato que de él".
En efecto, que el hombre no crea en su propio juicio procede de la humildad,
porque donde hay humildad hay sabiduría, como se dice en Prov 11, 2. Los
soberbios, en cambio, confían demasiado en sí mismos.
44. --- Así es que por el don de ciencia el Espíritu Santo nos enseña a no
hacer nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Y así por este don le
pedimos a Dios que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo. Y
en esto se manifiesta el don de ciencia.
Así es que se le dice a Dios: "Hágase tu voluntad", como sí estuviese uno
enfermo, y al aceptar algo del médico, no quiere exactamente sino lo que sea
la pres- cripción del médico, pues si lo quisiera por su sola vo- luntad,
necio sería. Nosotros, igualmente, nada debemos pedirle a Dios sino que haga
de nosotros lo que sea su voluntad, o sea que se cumpla su voluntad en
nosotros.
En efecto, el corazón del hombre es recto cuando concuerda con la voluntad
divina. Esto es lo que hizo Cristo: Juan 6, 38: "He bajado del cielo, no
para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado". En efecto,
Cristo en cuanto Dios tiene una misma voluntad con el Padre; pero en cuanto
hombre tiene voluntad distinta de la del Padre: y en cuanto a esta voluntad
El declara que no hace su voluntad sino la del Padre. Y por esto nos enseña
a orar y pedir: "Hágase tu voluntad".
45. --- Pero ¿qué es lo que se está diciendo? ¿Acaso no se dice en el Salmo
113, 3 que "hizo todo lo que quiso"? Si [Dios] hace todo lo que quiere en el
cielo y en la tierra, ¿qué significa esto otro que [Cristo] dice: "Hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo"?
46. --- En cuanto a esto debemos saber que Dios quiere de nosotros tres
cosas, y nosotros pedimos que éstas se cumplan.
A) Lo primero que Dios quiere para nosotros es que poseamos la vida eterna.
En efecto, quien hace una cosa por algún fin, desea de ella aquello por lo
que la hizo. Ahora bien, Dios hizo al hombre, mas no para nada, porque,
según se dice en el Salmo 88, 48, "¿Acaso creaste en vano a todos los hijos
de los hombres?". Así es que para algo creó a los hombres; mas no para los
placeres, porque también los animales los tienen, sino para que
posean la vida eterna. Luego el Señor quiere que el hombre posea la vida
eterna.
47. --- Siempre que una cosa alcanza aquello para lo que fue hecha, se dice
que se salva; mas cuando no lo alcanza se dice que esa cosa se pierde. Ahora
bien, Dios hizo al hombre para la vida eterna. Así es que cuando el hombre
consigue la vida eterna, se salva; y tal es la voluntad de Dios: Juan 6, 40:
"La voluntad de mi Padre que me ha enviado es que todo aquel que ve al Hijo
y cree en El, posea la vida eterna".
Esta voluntad ya se cumplió en los Ángeles y en los Santos que están en la
patria, porque ven a Dios y lo conocen y gozan de El.
Pero nosotros deseamos que así como se ha realizado la voluntad de Dios en
los bienaventurados que están en los cielos, también se realice en nosotros
que estamos en la tierra. Y esto es lo que pedimos al orar así: "Hágase tu
voluntad" en nosotros que estamos en la tierra, así como se cumple en los
santos que están en el cielo.
48. --- B) También es voluntad de Dios respecto a nosotros que guardemos sus
mandamientos. En efecto, cuando alguien desea algo, no sólo quiere lo que
desea, sino todas las cosas por las que alcanza aquello. Así el médico que
desea que [el enfermo] obtenga la salud, quiere también la dieta, la
medicina y lo demás de este género.
Ahora bien, Dios quiere que poseamos la vida eterna. Mt 19, 17: "Si quieres
entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos". Así es que El quiere que
cumplamos los mandamientos. Rom 12, 1: "Que vuestra obediencia sea conforme
a la razón", ib. 2: "para que distingáis cuál es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta".
Es buena por ser útil: Isaías 48, 17: "Yo soy el Señor que te enseña lo que
es provechoso".
Es del agrado de quien lo ama; y aunque no es agra- dable para los demás,
sin embargo es deleitosa para el que ama. Salmo 96, 11: "La luz sale para el
justo, y la alegría para los de recto corazón".
Es perfecta por ser honesta: Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto".
Así es que cuando decimos "Hágase tu voluntad", oramos por nuestro
cumplimiento de los mandatos de Dios.
Ahora bien, esta voluntad de Dios se cumple en los justos, pero aún no en
los pecadores. A los justos se les designa por el cielo; a los pecadores,
por la tierra.
Así es que pedimos que se haga la voluntad de Dios "así en la tierra", o
sea, en los pecadores, "como en el cielo", esto es, en los justos.
49. --- Mas debemos observar que por el modo de hablar se nos revela la
doctrina. En efecto, no dice Haz, ni tampoco Hagamos, sino que dice: "Hágase
tu voluntad", porque dos cosas son necesarias para la vida eterna, a saber,
la gracia de Dios y la voluntad del hombre, pues aunque Dios haya hecho al
hombre sin el hombre, sin embargo no lo justifica sin él. San Agustín dice
en su Comentario sobre San Juan: "Quien te creó sin ti no te justificará sin
ti", porque El quiere que el hombre coopere. Zac 1, 3: "Convertios a mí y Yo
me convertiré a vosotros". Y el Apóstol, 1 Cor 15, 10: "Por la gracia de
Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí".
Así es que no presumas de ti mismo, sino que confía en la gracia de Dios, ni
tampoco te descuides sino que pon tu esfuerzo. Por lo cual no se dice "Que
hagamos", para que no parezca que nada tiene que hacer la gracia de Dios; ni
tampoco se dice "Haz", para que no parezca que nada tienen que hacer nuestra
voluntad y nuestro esfuerzo; sino que se dice "Hágase" por la gracia de
Dios, a la que se agrega nuestro cuidado y nuestro esfuerzo.
50. --- C) Lo tercero que Dios quiere de nosotros es que el hombre sea
restituido al estado y dignidad en que fue creado el primer hombre, la cual
fue tan grande que su espíritu y su alma no sufrían ninguna oposición de la
carne y de la sensualidad.
En efecto, mientras el alma estuvo sujeta a Dios, tan sujeta estuvo la carne
al espíritu que no experimentó ni la corrupción de la muerte o de enfermedad
alguna ni otras alteraciones; pero desde que el espíritu y el alma, que era
el medio entre Dios y la carne, se le rebeló a Dios por el pecado, empezó
entonces a experimentar la muerte y las enfermedades, y una continua
rebelión de la sensibilidad contra el espíritu. Rom 7, 23: "Advierto otra
ley en mis miembros que resiste a la ley de mi razón"; y Gal. 5, 17: "La
carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu las tiene
contrarias a la carne". Así hay una guerra incesante entre la carne y el
espíritu, y el hombre continuamente se echa a perder por el pecado.
Sin embargo, la voluntad de Dios es que el hombre sea restablecido en su
primer estado, o sea, que en su carne no haya nada contrario a su espíritu:
1 Tes 4, 3: "La voluntad de Dios es vuestra santificación".
51. --- Ahora bien, esta voluntad de Dios no puede cumplirse en esta vida
sino que se cumplirá con la resurrección de los Santos, cuando sus cuerpos
resucitarán glorificados, y serán incorruptibles y espléndidos: 1 Cor 15,
43: "Sembrado en la ignominia, resucitará en la
gloria".
Sin embargo, la voluntad de Dios está en los justos en cuanto al espíritu
por su justicia, su ciencia y su vida. Por lo cual, cuando decimos "Hágase
tu voluntad" oramos por que eso sea también en nuestra carne. De modo que
por cielo entendemos nuestro espíritu, por tierra nuestra carne, para que
este sea el sentido: "Hágase tu voluntad" así "en la tierra", esto es en
nuestra carne, "como" se cumple "en el cielo", esto es en nuestro espíritu
por la justicia.
52. --- Por esta petición llegamos a la bienaventuranza de las lágrimas, de
la que dice San Mateo 5, 5: "Bien- aventurados los que lloran, porque serán
consolados". Y esto conforme a cualquiera de tres explicaciones.
Según la primera deseamos la vida eterna: pues bien, por el amor a ella
somos inducidos al llanto: Salmo 119, 5: "Ay de mí, porque mi destierro se
ha prolongado". Y este anhelo de los santos es tan vehemente que por esto
desean la muerte, la cual de por sí es de huírsele : 2 Cor 5, 8: "Con buen
ánimo preferimos mejor salir de este cuerpo y vivir en la presencia de
Dios".
Según la segunda explicación, los que guardan los mandamientos están en la
aflicción, porque aunque éstos son dulces para el alma, sin embargo para la
carne son amargos, a la que continuamente mortifican: Salmo 125, 5: "Cuando
iban sembraban llorando", en cuanto a la carne; "mas cuando vuelvan vendrán
con gran regocijo", en cuanto al alma.
Según la tercera explicación, de la lucha que conti- nuamente existe entre
la carne y el espíritu proviene el llanto. En efecto, no es posible que el
alma no sea debilitada cuando menos por los pecados veniales, por parte de
la carne: y por esto, para expiarlos, está en llanto: Salmo 6, 7: "Cada
noche", o sea durante las tinieblas de mis pecados, "baño mi lecho", esto
es, mi conciencia. Y quienes así lloran llegan a la Patria, a la que Dios
nos conduzca.
Cuarta Petición
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA
53. --- Muchas veces sucede que por su gran ciencia y sabiduría el hombre se
vuelve tímido. Por lo cual es necesaria la fortaleza del
corazón, para que no desfa- llezca en sus necesidades. Isaías 40, 29: "El es
el que al cansado da vigor, y a los que no lo están les multiplica la fuerza
y el vigor". Porque esta fortaleza la da el Espíritu Santo: Ez 2, 2: "Entró
en mí el Espíritu y me hizo tenerme en pie".
Mas la fortaleza que el Espíritu Santo da es para que el corazón del hombre
no desfallezca por temor de [carecer de] las cosas necesarias, sino que
firmemente crea que todas las cosas que le son necesarias le serán
concedidas por Dios. Por lo cual el Espíritu Santo, que da esa fortaleza,
nos enseña a pedirle a Dios: "Danos hoy nuestro pan de cada día". Por lo
cual se le llama Espíritu de fortaleza.
54. --- Mas debemos saber que en las tres peticiones precedentes se piden
bienes espirituales que tienen su principio en este mundo pero que no se
perfeccionan sino en la vida eterna.
Así es que cuando pedimos que sea santificado el nombre de Dios, lo que
pedimos es que su santidad sea conocida.
Cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es ser partícipes
de la vida eterna.
Cuando rogamos que se haga la voluntad de Dios, lo que pedimos es que se
cumpla en nosotros su voluntad.
Y aunque todas estas cosas comienzan en este mun- do, sin embargo, no se
pueden tener perfectamente sino en la vida eterna.
Por lo cual fue necesario que pidamos algunos bie- nes indispensables que se
pudiesen poseer perfectamen- te en la presente vida.
Por eso el Espíritu Santo nos enseñó a pedir los bie- nes que son necesarios
en la presente vida y que aquí se poseen perfectamente. Y a la vez se nos
muestra que también los bienes temporales se nos dan por la provi- dencia de
Dios. Y esto es lo que se expresa así: "Danos hoy el pan nuestro de cada
día".
55. --- Con estas palabras nos enseñó Cristo a evitar cinco pecados que se
cometen habitualmente por el apetito de las cosas temporales.
El primer pecado es que el hombre, por un apetito inmoderado pide cosas que
exceden a su estado y con- dición, no contento con lo que le es conveniente.
Por ejemplo, si siendo soldado desea vestirse no como sol- dado sino como
conde; si siendo clérigo, no como clérigo
sino como Obispo. Y este vicio aparta a los hombres de las cosas
espirituales, en cuanto liga excesivamente sus deseos a las cosas
temporales.
Pues este vicio nos enseñó el Señor a evitarlo al en- señarnos a pedir tan
sólo pan, o sea, los bienes necesa- rios para la presente vida según la
condición de cada quien: cosas todas que se comprenden con el nombre de pan.
Por lo cual no nos enseñó a pedir cosas delicadas, ni muchas, ni exquisitas,
sino pan, sin el cual la vida del hombre no es posible porque es [el
alimento] común a todos. Eccli 29, 28: "Lo primero para la vida del hombre
son el pan y el agua". Dice el Apóstol en 1 Tim 6, 8: "Teniendo comida y con
qué vestir, estemos contentos con eso".
56. --- El segundo vicio consiste en que algunos en la adquisición de los
bienes temporales perjudican y de- fraudan a los demás. Este vicio es tan
peligroso cuanto difícil es restituir los bienes robados. Pues no se perdona
ese pecado si no se restituye lo robado, según San Agustín. Y este vicio nos
enseñó El a evitarlo en- señándonos a pedir nuestro pan, no el ajeno. Y los
la- drones no comen su pan, sino el ajeno.
57. --- El tercer vicio consiste en la excesiva solicitud. En efecto, hay
algunos que nunca están contentos con lo que tienen, sino que siempre
quieren más. Lo cual es inmoderado, porque el deseo debe moderarse conforme
a la necesidad. Prov 30, 8: "No me des ni riquezas ni pobreza; dame
solamente lo necesario para mi subsistencia". Y El nos enseñó a evitar este
pecado diciendo: "El pan nuestro de cada día", o sea de un solo día o de una
sola unidad de tiempo.
58. --- El cuarto vicio es la inmoderada voracidad. En efecto, hay quienes
en un solo día desean gastar tanto que les bastaría para muchos días: estos
no piden el pan de cada día sino el de diez días. Y como gastan demasiado
resulta que todo se lo acaban. Prov 23, 21: "Dedicados a la bebida y a pagar
su parte en comilonas, se arruinarán". Eccli 19, 1: "El obrero borracho no
se enriquecerá".
59. --- El quinto vicio es la ingratitud. Que alguien se ensoberbezca por
las riquezas y no reconozca que las tiene de Dios es algo demasiado malo.
Porque todo lo que tenemos, tanto lo espiritual como lo temporal, pro- viene
de Dios. 1 Paral 29, 14: "Tuyas son todas las cosas, de tu mano las hemos
recibido". Por lo cual, para descartar este vicio dice El: "Danos" y "el pan
nuestro", para que sepamos que todos nuestros bienes vienen de Dios.
60. --- Y de esto tenemos una prueba: porque ocurre que alguno que tiene
grandes riquezas ninguna utilidad obtiene de ellas sino daño espiritual y
temporal. Porque algunos se perdieron por sus riquezas. Eccle 6, 1-2: "Hay
otro mal que he visto bajo el sol, mal que es frecuente entre los hombres.
El hombre a quien Dios dio riquezas y hacienda y honores, y nada le falta a
su alma de cuantas cosas desea; mas Dios no le permite disfrutar de ello,
sino que un extraño lo ha de devorar". También Eccle 5, 12: "Las riquezas
acumuladas para daño de su dueño".
Así es que debemos pedir que nuestros bienes nos sean útiles. Y esto lo
pedimos cuando decimos: "Danos nuestro pan", o sea, haz que los bienes nos
sean útiles. Job 20, 14-15: "Su pan se convertirá dentro de su vientre en
hiel de áspides. Vomita las riquezas que engulló, y Dios se las arranca de
su vientre".
61. --- Otro vicio es la excesiva solicitud en las cosas del mundo. Porque
hay algunos que ahora se inquietan por los bienes temporales de hasta un año
entero, y cuando ya los poseen jamás descansan. Mt 6, 31: "No andéis
preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? o ¿qué vamos a beber? o ¿con qué
nos vestiremos?". Por lo cual el Señor nos enseñó a pedir que hoy se nos dé
nuestro pan, o sea, lo necesario para el momento presente.
62. --- Hay, en verdad, otras dos clases de pan: a saber, el pan sacramental
y el pan de la palabra de Dios.
Así es que pedimos nuestro pan sacramental, que diariamente se consagra en
la Iglesia, a fin de que tal como lo recibimos en el Sacramento se nos dé
para nuestra salvación. Juan 6, 51: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo". 1
Cor 11, 29: "Quien lo come y bebe indignamente traga y bebe su propia
condenación".
El otro pan es la palabra de Dios. Mt 4, 4: "No sólo de pan vive el hombre
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Así es que le pedimos que nos dé el pan, esto es, su palabra. Y de esta
palabra proviene para el hombre la bienaventuranza que es hambre de
justicia. Porque cuando se poseen los bienes espirituales más se desean ; y
de este deseo proviene el hambre, y de tal hambre la saciedad de la vida
eterna.
Quinta Petición
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASI COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS
DEUDORES
63. --- Hay algunos de gran sabiduría y fortaleza; y por confiar
demasiado en su capacidad no efectúan sabiamente sus obras, ni llevan a su
término lo que pre-tenden. Prov 20, 18: "Las empresas con el
consejo se afianzan".
Pero advirtamos que el Espíritu Santo, que da la for- taleza, da también el
consejo. Porque todo buen consejo relativo a la salvación de los hombres del
Espíritu Santo procede.
Ahora bien, el consejo le es necesario al hombre cuando vive en tribulación,
como la consulta de los mé- dicos cuando alguien enferma. Por lo cual
también el hombre, como espiritualmente está enfermo por el pe- cado, para
sanar debe pedir consejo.
En Daniel 4, 24 se ve que el consejo le es necesario al pecador cuando dice
[a Nabucodonosor]: "Oh rey, acepta mi consejo. Redime con limosnas tus
pecados". El mejor consejo contra el pecado es la limosna y la misericordia.
Por lo cual el Espíritu Santo enseña a los pecadores que pidan y oren:
"Perdónanos nuestras deudas".
64. --- Por otra parte, a Dios le debemos lo que le qui- tamos de su
derecho. Ahora bien, derecho de Dios es que hagamos su voluntad,
prefiriéndola a la nuestra. Así es que menoscabamos su derecho cuando
preferimos nuestra voluntad a la suya; y esto es pecado. Y los pecados son
deudas nuestras. Por lo mismo el consejo del Espíritu Santo es que le
pidamos a Dios el perdón de nuestros pecados; por lo cual decimos:
"Perdónanos nuestras deudas".
65. --- En estas palabras podemos considerar tres cosas.
Primeramente el porqué de esta petición;
en segundo lugar cuándo se cumple;
en tercer lugar qué se necesita de nuestra parte para que se cumpla.
A) En cuanto a lo primero debemos saber que de esta petición podemos colegir
dos cosas que les son ne- cesarias a los hombres en esta vida.
Una es que el hombre se mantenga siempre en te- mor y humildad. En efecto,
ha habido algunos tan pre- suntuosos que enseñaron que el hombre puede vivir
en este mundo de tal manera que por sí mismo le es posible evitar el pecado.
Pero esto a nadie le ha sido dado sino sólo a Cristo, que poseyó el Espíritu
sin medida, y a la Santísima Virgen, que fue la llena de gracia, concebida
Inmaculada sin pecado original, en la que no hubo ningún pecado, como dice
San Agustín: "De ella (o sea de la Virgen) no quiero hacer ninguna mención
cuando se trata del pecado". Pero a ninguno de los otros Santos se le
concedió el no incurrir al menos en algún pecado venial: 1 Juan 1, 8: "Si
decimos que no tenemos pecado nos engañamos nosotros mismos y no hay verdad
en nosotros".
Esto mismo se demuestra por esta petición. En efec- to, es evidente que a
todos, aun a los mismos Santos, les conviene decir estas palabras del "Padre
Nuestro": "Perdónanos nuestras deudas". Así es que todos reco- nocen y
confiesan que son pecadores y deudores.
Por lo tanto, como eres pecador, debes temer y humillarte.
66. --- La otra enseñanza es que vivamos siempre en la esperanza; porque aun
cuando somos pecadores no debemos desesperar, no sea que la desesperación
nos lleve a mayores y diversos pecados, como dice el Apóstol en Ef 4, 19:
"Los cuales, desesperados, se entregaron a la disolución, en la práctica de
toda especie de impureza". Luego conviene que siempre esperemos; porque por
más pecador que sea el hombre debe esperar, pues si se arrepiente y se
convierte perfectamente, Dios lo perdona. Ahora bien, tal esperanza se
fortalece en nosotros cuando pedimos: "Perdónanos nuestras deudas".
67. --- Esta esperanza la arrancaron los Novacianos, los cuales dijeron que
quienes pecaran [aunque fuera] una sola vez después del bautismo jamás
obtendrían misericordia. Pero esto no es verdad, puesto que la pa- labra de
Cristo es verdadera: Mt 18, 32: "Te perdoné toda deuda porque me lo
rogaste". Así es que en cualquier día que pidas podrás alcanzar
misericordia, si ruegas con dolor de tus pecados.
Así pues, de esta petición brotan el temor y la espe- ranza: porque todos
los pecadores contritos y que se confiesan alcanzan misericordia. Por lo
cual era necesaria esta petición [dentro del Padre Nuestro].
68. --- En cuanto a lo segundo [o sea, cuándo es oída esta petición, de que
se nos perdonen nuestras deudas], debemos saber que en el pecado hay dos
elementos: la culpa con la que Dios es ofendido y la pena que se debe por la
culpa. Mas la culpa se perdona con la perfecta contrición, que incluye el
propósito de confesarse y satis- facer. Salmo 21, 5: "Confesaré, dije yo,
contra mí mismo al Señor mi injusticia; y tú perdonaste la impiedad de mi
pecado". Por lo tanto no se debe desesperar puesto que para el perdón de la
culpa basta la perfecta contrición con el propósito de confesarse. [Pero
como nadie puede estar seguro de que su contrición sea perfecta, como enseña
el mismo Santo Tomás (Véase R. Sineux, o.p., Compendio de la Suma Teológica
de Santo Tomás de Aquino, t. III, p. 227. Ed. Tradición), por eso no se
puede comulgar sino después de haberse confesado debidamente .]
69. --- Pero quizá alguno diga: Puesto que el pecado se perdona por la
perfecta contrición, ¿para qué es necesario el sacerdote?
A lo cual debemos decir que por la perfecta contrición Dios perdona la
culpa, y la pena eterna se conmuta en pena temporal; así es que queda
obligado a la pena temporal. Por lo cual, si muriese sin confesión, no por
desprecio de ella sino por falta de tiempo, iría al purgatorio, [esto
-conviene insistir- en el caso de que la contrición hubiese sido perfecta, o
sea por puro amor a Dios, no por el interés del cielo ni por el temor al
infierno; pues la sola atrición, o contrición imperfecta sin la confesión,
aunque ésta se desee, no perdona los pecados mortales…].
Así es que cuando te confieses, el sacerdote te absuelve de esta pena por el
poder de las llaves al que te has sometido al confesarte. Y por eso dijo
Cristo a los Apóstoles (Juan 20, 22-23): "Recibid el Espíritu Santo: se les
perdonan sus pecados a aquellos a quienes se los perdonareis; y se les
retienen a aquellos a quienes se los retuviereis".
Por eso cuando alguien se confiesa una vez, se le perdona algo de esa pena y
de igual manera cuando se confiesa de nuevo. Y podría confesarse tantas
veces que se le perdonara íntegra.
70. --- Además, los sucesores de los Apóstoles hallaron [en la fuente de la
Revelación] otro modo de perdón de esta pena: a saber, por el beneficio de
las indulgencias, que para el que vive en la caridad valen tanto cuanto
expresan y cuanto prometen. Es claro que el Papa tiene este poder. Porque
muchos Santos hicieron gran número de obras buenas, y sin pecar, al menos
mortalmente; y tales obras buenas las hicieron para la utilidad de la
Iglesia. Asimismo los méritos de Cristo y de la Santísima Virgen están como
en un tesoro. Por lo cual el Sumo Pontífice, y aquellos a quienes él mismo
lo conceda, pueden distribuir esos méritos donde sea necesario.
Así pues, se perdonan los pecados no sólo en cuanto a la culpa por la
contrición, sino también en cuanto a la pena por la confesión y por las
indulgencias.
71. --- C) Acerca de lo tercero -[qué debemos hacer para que se cumpla esta
petición del Padrenuestro]- debemos saber que de nuestra parte se requiere
que nosotros perdonemos a nuestros prójimos las ofensas que se nos hagan.
Por lo cual se dice: "así como nosotros perdonamos a nuestros deudores",
pues de otra manera Dios no nos perdonaría. Eccli 28, 3: "Un hombre guarda
encono contra otro hombre y de Dios espera su remedio". Luc 6, 37: "Perdonad
y seréis perdonados".
Por lo cual sólo en esta petición se pone una condi- ción, al decir "Así
como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Por lo mismo, si no perdonas
no se te perdonará.
72. --- Mas podríais decir: yo diré las palabras pre- cedentes, a saber,
"perdónanos", pero callaré el "así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores".
Luego ¿acaso tratas de engañar a Cristo? Pero se- guramente que no lo
engañarás. Porque Cristo, que hizo esta oración, muy bien se acuerda de
ella; por lo cual no puede ser engañado. Por lo tanto, si la dices con la
boca, ratifícala con el corazón.
73. ---- Pero preguntémonos si el que no se propone perdonar a su prójimo
deba decir "así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Parece que
no, porque mentiría.
Debemos responder que no miente porque no ora en su nombre sino en nombre de
la Iglesia, la cual no es engañada. Por eso esta petición se expresa en
plural.
74. --- Pero es de saber que de dos modos se perdona. Uno es de los
perfectos, o sea, que el ofendido busca al ofensor. Salmo 33, 15: "Busca la
paz". El otro es común a todos, al que todos están obligados, o sea, que se
le conceda el perdón al que lo pida. Eccli 28, 2: "Perdona a tu prójimo que
te agravia, y cuando lo pidas te serán perdonados tus pecados".
75. --- De esto se sigue otra bienaventuranza: "Bien- aventurados los
misericordiosos". En efecto, la miseri- cordia nos hace compadecernos de
nuestro prójimo.
Sexta Petición
Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
76. --- Algunos, aunque pecaron, desean sin embargo obtener el
perdón de sus pecados; y en consecuencia se confiesan y hacen penitencia y
sin embargo no ponen todo el cuidado que deberían para no caer de nuevo en
sus pecados. No es conveniente que por una parte llore uno sus
pecados y se arrepienta y por otra, pecando, repita lo que llorará. Y por
esto dice Isaías, 1, 16: "Lavaos, limpiaos, quitad de delante de mi vista la
perversidad de vuestros pensamientos, dejad de hacer el mal".
Y por lo mismo, como ya se dijo, Cristo nos enseñó en la petición precedente
a pedir el perdón de nuestros pecados; y en ésta nos enseña a pedir que
podamos evitar los pecados, de modo que no seamos inducidos a la tentación
por la que caemos en el pecado, con estas palabras: "Y no nos dejes caer en
tentación".
77. --- Acerca de esto examínense tres cosas:
Primeramente qué es la tentación;
En segundo lugar cómo y por quién es tentado el hombre
en tercer lugar cómo se libra de la tentación.
78. --- En cuanto a lo primero debemos saber que tentar no es sino sujetar a
experimento o poner a prueba: así es que tentar a un hombre es probar su
virtud.
Se sujeta a experimento o se pone a prueba la virtud de un hombre de dos
maneras, por cuanto dos cosas exige la virtud del hombre. Una consiste en
que el bien que se ha de hacer se ejecute de manera excelente; la otra en
que se guarde uno del mal. Salmo 33, 15: "Apártate del mal y obra el bien".
Por lo tanto la virtud del hombre se pone a prueba ora en cuanto a que obre
excelentemente, ora en cuanto a que se aleje del mal.
79. --- En cuanto a lo primero se pone a prueba el hombre para saber si es
pronto en el bien obrar, por ejemplo para ayunar o algo semejante. En
efecto, grande es tu virtud si se te halla pronto para hacer el bien. Y de
este modo Dios prueba a veces al hombre: no es que se le oculte la virtud
del hombre, sino para que todos la conozcan y se les dé a todos un ejemplo.
Así tentó Dios a
Abraham, Gen 22, y a Job. Y por eso Dios envía a menudo tribulaciones a los
justos, para que si pacientemente las soportan se manifieste su virtud y en
ella progresen. Deut 13, 3: "El Señor vuestro Dios os tienta para que se
haga patente si lo amáis o no". Así es que de esta manera tienta Dios al
hombre, excitándolo al bien.
80. --- En cuanto a lo segundo, se pone a prueba la virtud del hombre
induciéndolo al mal. Y si él resiste en verdad, y no consiente, entonces es
grande su virtud; mas si el hombre sucumbe a la tentación, entonces no
existe tal virtud.
Mas de este modo nadie es tentado por Dios; por- que, como dice Santiago 1,
13: "Dios no tienta a nadie para el mal",
El hombre es tentado por su propia carne, por el Diablo y por el mundo.
81.-a) Por la carne de dos modos. Primeramente porque la carne instiga al
mal: en efecto, la carne siempre busca sus deleites, a saber, los carnales,
en los que frecuentemente hay pecado. Y quien se detiene en las
delectaciones carnales descuida lo espiritual. Santiago 1, 14: "Cada uno es
tentado por su propia concupiscencia".
En segundo lugar, la carne nos tienta apartándonos del bien. Porque el
espíritu, en cuanto está de su parte, siempre se deleita en los bienes
espirituales; pero endureciendo al espíritu la carne lo entorpece. Sab 9,
15: "El cuerpo corruptible entorpece al alma". Rom 7, 22: "Me complazco en
la Ley de Dios según el hombre interior; mas yo veo en mis miembros otra ley
que resiste a la ley de mi razón y que me tiene cautivo bajo la ley del
pecado que está en mis miembros".
Y esta tentación, a saber, la de la carne, es muy fuerte, porque
nuestro enemigo, o sea la carne, nos está íntimamente unida. Y como dice
Boecio, ninguna peste es más eficaz para hacer daño que un enemigo de casa.
Por lo cual debemos estar vigilantes contra ella. Mt 26, 41: "Vigilad y orad
para que no caigáis en tentación".
82. --- b) El diablo tienta de muy fuerte manera. Porque después de vencida
la carne se presenta otro [enemigo], esto es, el Diablo, contra el cual nos
toca una gran pelea cuerpo a cuerpo. San Pablo, Ef 6, 12: "No es nuestra
pelea solamente contra la carne y la sangre, sino contra los Principados y
las Potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo". Por lo
cual [al diablo] característicamente se le llama el tentador. 1 Tes 3, 5:
"No fuera a ser que el tentador os hubiera tentado".
Pero en sus tentaciones procede con suma astucia. En efecto, tal como un
hábil general que asedia una fortaleza, considera los puntos débiles de
aquel a quien quiere atacar, y lo tienta por la parte en que el hombres es
más débil. Y por eso lo tienta en aquellos vicios a los que, vencida ya la
carne, más inclinados están los hombres, como son la ira, la soberbia y
otros vicios espirituales. I Pedro 5, 8: "Vuestro adversario, el diablo,
como león rugiente, anda rondando buscando a quién devorar".
83. --- Cuando tienta, el diablo hace dos cosas: por- que de inmediato no le
propone al que tienta un mal manifiesto sino algo que tenga apariencia de
bien, para al menos de esa manera al principio mismo apartarlo un poco de su
principal propósito, pues luego más facilmente lo inducirá a pecar, por poco
que lo haya apartado. San Pablo en 2 Cor 11, 14: "El mismo Satanás se
transforma en ángel de luz".
Después de haber llevado al hombre a pecar, lo sujeta de tal manera que no
le permite levantarse del pecado. Job 40, 12: "Los nervios de sus testículos
son entrelazados". Así es que el demonio hace dos cosas: porque engaña, y al
engañado lo retiene en el pecado.
84. --- También el mundo tienta de dos maneras. Pri- meramente por el
demasiado e inmoderado afán de las cosas temporales. Dice el Apóstol en 1
Tim 6, 10: "Una raíz de todos los males es el amor del dinero".
En segundo lugar amedrentándonos por medio de los perseguidores y tiranos.
Job 37, 19: "En cuanto a nosotros, estamos envueltos en tinieblas". 2 Tim
3,12: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán
persecución". Mt 10, 28: "No temáis a los que matan el cuerpo".
85. --- De esta manera, pues, es claro qué es la tentación, y cómo es
tentado el hombre y por quién.
C) Veamos ahora cómo es liberado el hombre. Acerca de esto debemos saber que
Cristo nos enseña a pedir no que no seamos tentados sino que no caigamos en
la tentación. Porque si el hombre vence la tentación merece la corona; por
lo cual dice Santiago 1,2: "Considerad como un gran gozo, hermanos, el en-
contrarse en medio de toda clase de pruebas". Eccli 2, 1: "Hijo, en entrando
al servicio de Dios... prepara tu alma para la tentación". También Santiago
1,12: "Bienaventurado el hombre que soporta la tentación: después que fuere
probado recibirá la corona de la vida". Y por eso enseña a pedir que no
caigamos en la tentación por consentimiento. 1 Cor 10, 13: "No sufriréis
tentación que exceda lo humano". Porque el ser tentado es propio del hombre,
pero el consentir es diabólico.
86. --- Pero ¿ acaso Dios induce al mal, pues se le dice :
"No nos induzcas en tentación"?
Respondo que se dice que Dios induce al mal permitiéndolo, esto es, por
cuanto por los muchos pecados le sustrae su gracia al hombre, y quitada ésta
cae el hombre en pecado por lo cual cantamos en el Salmo 70, 9: "Cuando me
faltaren las fuerzas no me abandones (Señor)". Pero gracias al fervor de la
caridad Dios rige al hombre para que no caiga en la tentación, porque la
caridad, por corta que sea, puede resistir a cualquier pecado. Cant 8, 7:
"Las muchas aguas no pudieron extinguir la caridad".
[Nos rige] asimismo por la luz del entendimiento, con la cual nos instruye
sobre lo que debemos hacer: porque, como dice el Filósofo, todo pecador es
ignorante. Salmo 31, 8: "Entendimiento te daré y te instruiré". Y esto lo
pedía David, quien decía ---Salmo 12, 4-5---: "Alumbra mis ojos, a fin de
que jamás duerma yo el sueño de la muerte; que no diga alguna vez mi
enemigo: triunfé sobre él".
87. --- Mas esto lo alcanzamos por el don de inteligencia. Y porque no
consintiendo en la tentación conservamos limpio el corazón, acerca de lo
cual dice San Mateo 5, 8: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios"; de modo que así llegaremos a ver a Dios, a lo cual nos
conduzca El mismo.
Séptima Petición
MAS LÍBRANOS DEL MAL. AMEN.
88. --- Arriba nos enseñó el Señor a pedir el perdón de los pecados y cómo
podemos evitar las tentaciones. Aquí nos enseña a pedir el ser preservados
del mal.
Y esta petición es general contra todos los males: a saber, pecados,
enfermedades y aflicciones, como dice San Agustín.
Pero como ya hablamos del pecado y de las tentaciones, nos resta hablar de
los otros males, a saber, de todas las adversidades y aflicciones de este
mundo, de las cuales Dios nos libra de cuatro maneras.
89. --- Primeramente [hace] que no se presente la aflic- ción. Pero esto
ocurre raramente, porque en este mundo los Santos son afligidos, pues, como
se dice en 2 Tim 3, 12: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo
Jesús padecerán persecución". Sin embargo, Dios le concede alguna vez a
alguien el no ser afligido por el mal; ciertamente cuando lo sabe falto de
fuerzas y que no podrá resistir; así como el médico no le da medicinas
fuertes al enfermo débil. Apoc 3, 8: "He aquí que puse ante ti abierta una
puerta, que nadie podrá cerrar, en atención a tu falta de vigor".
Mas en la Patria esto será [la ley] general, pues allí nadie será afligido.
Job 5, 19: "En las seis tribulaciones", a saber, de la presente vida, que se
articula por sus seis edades, "te libertará; y a la séptima no te alcanzará
el mal". Apoc 7, 16: "Ya no tendrán hambre ni sed".
90. --- En segundo lugar, Dios nos libra [del mal] con- solándonos en las
aflicciones. Porque si Dios no consolase al hombre, no podría éste
subsistir, 2 Cor 1, 8: "Fuimos abrumados desmedidamente sobre nuestras
fuerzas"; y 2 Cor 7, 6: "Pero Dios, que consuela a los humildes, nos ha
consolado". Salmo 93: "A proporción de la multitud de los dolores de mi
corazón, tus consuelos alegraron mi alma".
91. --- En tercer lugar, porque Dios les hace tantos beneficios a los
afligidos, que éstos dan al olvido sus males. Tob 3, 22: "Después de la
tempestad, produces la bonanza". Así, por lo tanto, no son de temer las
aflic- ciones y tribulaciones de este mundo, porque son fácilmente
soportables, tanto por la consolación que traen consigo como por su
brevedad. Dice el Apóstol en 2 Cor 4, 17: "Lo que al presente son nuestras
breves y ligeras aflicciones nos producen, sobre toda medida, un ponderoso
caudal de gloria eterna; porque por ellas lle- gamos a la vida eterna.
92. --- En cuarto lugar porque la tentación y la tribulación conviértanse en
bien: por lo cual no se dice "líbranos" de la tribulación, sino "del mal";
porque las tribulaciones son para corona de los Santos; y por eso se glorían
de las tribulaciones. Dice San Pablo, Rom 5, 3: "No sólo, sino que nos
gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la
paciencia". Tob. 3, 13: "En el tiempo de la tribulación perdonas los
pecados".
Así es que Dios libera al hombre del mal y de las tribulaciones,
convirtiéndolos en bien, lo cual es señal de una sabiduría consumada, pues
pertenece al sabio or- denar el mal al bien; y esto lo hace El mediante la
pa- ciencia que se tenga en las tribulaciones. Ciertamente las demás
virtudes se sirven de los bienes, pero la pa- ciencia se sirve de los males;
y por eso sólo en los males, esto es, en las adversidades, es necesaria:
Prov 19, 11: "La ciencia de un hombre se conoce por su paciencia".
93. --- Por lo cual el Espíritu Santo hace que pidamos el don de sabiduría,
y por este don llegamos a la bien- aventuranza a la que nos ordena la paz,
porque por la paciencia tenemos paz lo mismo en tiempo próspero que en el
adverso: y por eso los pacíficos son llamados hijos de Dios: son semejantes
a Dios, porque así como a Dios nada lo puede dañar, tampoco a ellos, ni las
cosas prósperas ni las adversas; y por eso: "bienaventurados los pacíficos,
porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9).
94. --- La palabra Amén es la reafirmación general de todas las peticiones.
Explicación
abreviada de todo el Padrenuestro
95. --- Para explicarla brevemente, se debe saber que en la oración
dominical se contienen todas las cosas que se han de desear y todas las
cosas de las que hemos de huir.
Ahora bien, entre todas las cosas deseables, lo que más se desea es lo que
más se ama, y esto es Dios, y por eso primeramente pides la gloria de Dios
cuando dices: "Santificado sea tu nombre".
Y de Dios son de esperar tres cosas para ti mismo. La primera es que
alcances la vida eterna; y esto lo pides cuando dices: "Venga a nos tu
reino". La segunda es que cumplas la voluntad de Dios y su justicia; y esto
lo pides cuando dices: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo". La tercera es que tengas las cosas necesarias para la vida; y esto
lo pides cuando dices: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy". Y de estas
tres cosas habla el Señor en Mateo 6, 33: "Buscad primero el reino de Dios",
en cuanto a lo primero; "y su justicia", en cuanto a lo segundo; "y todo lo
demás se os dará por añadidura", en cuanto a lo tercero.
96. --- Ahora bien, las cosas que se han de evitar y de las que se debe huir
son las contrarias al bien. Y el bien es lo que primeramente se ha de
desear, y es cuádruple, como ya se dijo.
Y primeramente es la gloria de Dios, y a ésta ningún mal le es contrario.
Job 35, 6: "Si pecas, ¿ en qué lo dañarás?. . . si obrares bien ¿qué es lo
que le das?". En efecto, la gloria de Dios resulta tanto del mal, en cuanto
castigo, como del bien, en cuanto remunera.
El segundo bien es la vida eterna. Y a ella se opone el pecado porque ella
se pierde por el pecado; y por eso, para rechazarlo decimos: "Perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".
El tercer bien es la justicia y las buenas obras y a éste se oponen las
tentaciones, porque las tentaciones nos impiden cumplir el bien; y para
apartarlas pedimos: "Y no nos dejes caer en tentación".
El cuarto bien son las cosas que nos son necesarias; y a éste se oponen las
adversidades y las tribulaciones; y para apartarlas pedimos: "Mas líbranos
del mal". "Amén".
PROLOGO
1. ---
En esta salutación se contienen tres cosas.
Una parte la compuso el Ángel, a saber: "Dios te salve, llena de gracia, el
Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres".
Otra parte la compuso Isabel, la madre de Juan Bautista, a saber: "Bendito
el fruto de tu vientre".
La tercera parte la agregó la Iglesia, a saber: "María", porque el Ángel no
dijo "Ave, María", sino "Ave, llena de gracia".
Y este nombre, a saber, "María" cuadra por su significado con las palabras
del Ángel, como será manifiesto.
"Dios te salve" o "Yo te
saludo"
2. --- Acerca de lo primero hemos de considerar que en la antigüedad era
algo muy notable que los Ángeles se les aparecieran a los hombres; y los
hombres consideraban que era un honor inestimable el mostrarles su
veneración. Por lo cual la Escritura alaba a Abraham por haber recibido en
hospedaje a los Ángeles y por haberles mostrado veneración. Ahora bien, cosa
nunca oída era que el Ángel se inclinara ante un hombre sino después de que
saludó a la Santísima Virgen diciéndole reverentemente "Dios te salve".
3. --- Que antiguamente no reverenciara el Ángel al hombre, sino el hombre
al Ángel se debía a que el Ángel era superior al hombre; y esto en cuanto a
tres cosas:
Primeramente en cuanto a la dignidad, por ser el Ángel de naturaleza
espiritual. Salmo 103, 4: "A sus ángeles los hizo espíritus"; mas el hombre
es de naturaleza corruptible, por lo cual decía Abraham: "Yo que soy polvo y
ceniza hablaré a mi Señor". Por lo tanto no era correcto que una criatura
espiritual e incorruptible le rindiera homenaje a una corruptible, o sea, al
hombre.
En segundo lugar en cuanto a la familiaridad con Dios. Porque el Ángel era
un familiar de Dios, pues le asistía. Dan 7, 10: "Millares de millares le
servían y le asistían diez millares de centenas de millares".
Y el hombre es como un extraño y está alejado de Dios por el pecado. Salmo
54, 8: "Me alejé huyendo". Por lo cual lo conveniente es que el hombre
reverencie al Ángel, como cercano y familiar del Rey.
En tercer lugar su preeminencia se debía a la ple- nitud del esplendor de su
gracia divina: en efecto, los Ángeles participan con suma plenitud en la luz
divina misma. Job 25, 3: "¿Pueden contarse sus soldados y sobre alguno no se
levanta su luz?". Y por eso siempre aparecen esplendorosos.
Mas los hombres ciertamente participan de esa misma luz de la gracia, pero
poco, y con cierta oscuridad.
4. --- Así pues, no era conveniente que el Ángel rindiera homenaje al
hombre, hasta que se hallara en la naturaleza humana alguien que en las
dichas tres cosas excediera a los Ángeles. Y esa criatura humana fue la
Santísima Virgen María. Y por eso, para indicar que en esas tres cosas lo
aventajaba, quiso el Ángel rendirle su reverencia con estas palabras: "Dios
te salve" [o "Yo te saludo"].
Llena de Gracia
5. --- a) Así es que la Santísima Virgen aventaja a los Ángeles en esas tres
cosas.
Y primeramente en la plenitud de la gracia, que es mayor en la Santísima
Virgen que en cualquier Ángel ; y por eso, para indicar tal cosa, el Ángel
le rindió pleitesía diciéndole "llena de gracia", como si le dijera : te
rindo homenaje porque me excedes en plenitud de gracia.
6. --- Ahora bien, se dice que la Santísima Virgen es la llena de gracia en
cuanto a tres cosas.
Primeramente en cuanto al alma, en la que poseyó toda plenitud de gracia.
Porque la gracia de Dios se da para dos cosas: a saber, para hacer el bien y
para evitar el mal; y en cuanto a estas dos cosas la Santísima Virgen poseyó
una gracia perfectísima. Porque Ella evitó todo pecado mejor que cualquier
otro santo, tras de Cristo. En efecto, el pecado es u original, y de éste
fue librada desde el útero por la Inmaculada Concepción o mortal o venial, y
de éstos fue librada. Por lo cual dice el Cantar de los Cantares 4, 7: "Toda
hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha en ti".
Dice San Agustín en su libro De la Naturaleza y de la Gracia: "Exceptuando a
la Santa Virgen María, si todos los Santos y Santas cuando vivían aquí [en
la tierra] hubiesen sido interrogados si estaban exentos de pecado, todos
hubiesen proclamado al unísono: "Si di- jéramos que no tenemos pecado, nos
engañaríamos a nosotros mismos y no nos asistiría la verdad." Exceptuada,
digo, esta Santa Virgen, acerca de la cual, por el honor debido a Nuestro
Señor, cuando de pecados se trata no quiero mover absolutamente ninguna
cuestión. En efecto, sabemos que le fue conferida más gracia para vencer por
todos sus flancos al pecado, a Ella, que mereció concebir y dar a luz al que
nos consta que no tuvo pecado alguno".
7. --- También cumplió Ella las obras de todas las virtudes, y los demás
Santos alguna particular: porque uno fue humilde, otro fue casto, un tercero
misericordioso; y por eso se les presenta como ejemplo de virtudes
particulares, como a San Nicolás como modelo de la misericordia. Pero a la
Santísima Virgen como modelo de todas las virtudes; pues es Ella el modelo
de la humildad:
Luc 1, 38: "He aquí a la esclava del Señor"; y luego 1, 48: "Ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava"; de la castidad: "pues no conozco varón"
(Luc 1, 34); y de todas las virtudes, como consta plenamente. Así es que la
Santísima Virgen es la llena de gracia tanto en cuanto a hacer el bien como
en cuanto a evitar el mal.
8. --- En segundo lugar fue la llena de gracia en cuanto a la redundancia
[de la gracia] de su alma sobre su carne o cuerpo. Porque gran cosa es en
los Santos el poseer la gracia suficiente para la santificación del alma ;
pero fue tal su plenitud en el alma de la Santísima Virgen que de ella
redundó la gracia en su carne para que de esta misma concibiera al Hijo de
Dios. Por lo cual dice Hugo de San Víctor: "Porque el amor del Espíritu
Santo ardía en el corazón de la Virgen de manera singular, por lo que
operaba en su carne maravillas para que de ella naciera el Dios Hombre" Luc
1, 35: "El Santo que nacerá de ti será llamado el Hijo de Dios".
9. --- En tercer lugar por su redundancia en todos los hombres. En efecto,
cosa grande es en cualquier Santo que posea tanta gracia que sea suficiente
para la sal- vación de muchos; pero lo máximo sería que poseyeran tanta
gracia que fuera suficiente para la salvación de todos los hombres: y esto
es lo que ocurre en Cristo y en la Santísima Virgen. Porque en todo peligro
puedes obtener la salvación gracias a esta gloriosa Virgen. Por lo que dice
el Cantar de los Cantares 4, 4: "Mil escudos (o sea remedios contra los
peligros) penden de ella". Asimismo en todo acto de virtud la puedes tener
como auxilio, por lo cual dice Ella misma, Eccli 24, 25: "En mí está toda
esperanza de vida y de virtud".
MARÍA
l0. --- Por lo tanto, tan llena es de gracia que excede a los Ángeles en la
plenitud de la gracia y por lo mismo justamente se llama María, que quiere
decir "iluminada interiormente"; por lo cual dice Isaías 58, 11: "Llenará tu
alma de sus esplendores"; y [también quiere decir] "iluminadora de los
demás", en cuanto a todo el universo, por lo cual se le compara con el sol y
la luna.
EL SEÑOR ES CONTIGO
11. --- 6) En segundo lugar aventaja a los Ángeles en su intimidad con Dios.
Por lo cual dijo el Ángel reconociéndola: "El Señor es contigo"; como si le
dijera: te rindo homenaje por tu mayor familiaridad con Dios que la mía,
puesto que "el Señor es contigo".
El Señor -le dijo-, el Padre con su Hijo: lo que no poseyó ningún Ángel ni
ninguna otra criatura. Luc 1, 35: "El que ha de nacer de ti será Santo, y
será llamado Hijo de Dios".
El Señor Hijo en el seno [de María]. Isaías 12, 6: "Alégrate sobremanera y
prorrumpe en alabanzas, casa de Sión, que grande es en medio de ti el Santo
de Israel." El Señor está con la Santísima Virgen de manera distinta que con
el Ángel; porque con Ella está como Hijo, y con el Ángel como Señor.
El Espíritu Santo [está en María] como en un templo, por lo cual la llamamos
"Templo del Señor, Santuario del Espíritu Santo", porque concibió del
Espíritu Santo: Luc 1,35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti".
Así es que mayor intimidad con Dios tiene la Santí- sima Virgen que el
Ángel. Y por eso se canta de Ella: "Vos sois el digno Trono de toda la
Trinidad".
Así es que estas palabras "El Señor es contigo" son las más nobles que
se le podían haber dicho.
MARÍA
12. --- Con razón, pues, reverencia el Ángel a la Santísima Virgen, por ser
la Madre del Señor, por lo cual es la Señora. De modo que le conviene a Ella
el nombre de María, que en lengua siríaca significa "Soberana".
13. --- c) En tercer lugar aventaja Ella a los Ángeles en cuanto a pureza:
porque la Santísima Virgen no sólo era pura en sí misma, sino que también
procuró la pureza en los demás. En efecto, fue purísima tanto en cuanto a
todo pecado, porque no incurrió ni en el pecado mortal ni en el venial, como
también en cuanto a la pena.
BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES
14. --- En efecto, tres maldiciones se les echaron a los hombres a causa del
pecado.
La primera se le echó a la mujer, a saber, que con- cebiría fruto de su seno
con corrupción [del pecado original], con molestias lo llevaría [en la
gestación] y con dolor lo pariría.
Pero a [todo] esto fue inmune la Santísima Virgen: porque sin la corrupción
[del pecado] concibió; con gozo lo llevó [en su seno] y con alegría suma lo
dio a luz. Isaías 35, 2: "Germinará un renuevo llena de alborozo y entonando
alabanzas".
15. --- La segunda se le echó al hombre: que con el sudor de su rostro
comería su pan. De esto fue inmune la Santísima Virgen: porque, como dice el
Apóstol, 1 Cor 7, 32-34, "las vírgenes están desligadas de los cuidados de
este mundo, y en solo Dios se ocupan".
16. --- La tercera fue común a los varones y a las mujeres: a saber, que al
polvo volverían. Y de esto fue exenta la Santísima Virgen, porque con su
cuerpo fue asunta al cielo. En efecto, creemos en el Dogma de la Asunción,
que habiendo muerto (dormición de la Virgen María, el 13 de agosto) fue
resucitada y llevada al cielo. Salmo 131, 8: "Levántate, Señor, para el
lugar de tu reposo, tú y el arca de tu santidad".
MARÍA
17. --- Por lo tanto, Ella fue exenta de toda maldición, y por eso "bendita
entre las mujeres": Porque Ella sola levantó la maldición, y trajo la
bendición, y abrió las puertas del Paraíso; y por eso le conviene el nombre
de "María", que significa "estrella de los mares"; porque así como por la
estrella del mar se dirigen los navegantes al puerto, así también los
cristianos se dirigen a la gloria por María.
BENDITO ES EL FRUTO DE
TU VIENTRE
18. --- Suele el pecador buscar en alguna cosa lo que no puede conseguir,
pero que el justo lo obtiene. Prov. 13, 22: "La hacienda del pecador se
guarda para el justo". Así Eva buscó un fruto, y no halló en él todo lo que
deseaba; mas la Virgen Santísima halló en su fruto todas las cosas que Eva
deseó.
19. --- Porque Eva deseó en su fruto tres cosas. Primeramente, lo que
falsamente le prometió el diablo, a saber, que serían como Dioses,
conocedores del bien y del mal. "Seréis [le dijo aquel mentiroso] como
dioses", como dice el Génesis 3, 5. Y mintió, como mentiroso que es y padre
de la mentira, porque habiendo comido el fruto, Eva no se hizo semejante a
Dios, sino desemejante, pues pecando se apartó de Dios, su salvación, y por
eso fue expulsada del paraíso.
En cambio, eso [la santificación] lo halló la Santísima Virgen, y todos los
cristianos, en el fruto de su vientre, pues por Cristo nos unimos y nos
asemejamos a Dios. 1 Juan 3, 2: "Cuando se manifieste seremos semejantes a
El, porque lo veremos tal como El es".
20. --- En segundo lugar Eva deseó en su fruto la de- lectación, porque éste
era bueno para comerse; pero no la halló, porque inmediatamente se dio
cuenta de su desnudez y sufrió. En cambio, en el fruto de la Virgen hallamos
la suavidad y la salud. Juan 6, 55: "Quien come mi carne posee la vida
eterna".
21. --- En tercer lugar, el fruto de Eva era de hermoso aspecto; pero más
hermoso es el de la Virgen, en el que los Ángeles desean detener su mirada.
Salmo 44, 3: "El más hermoso de los hijos de los hombres", porque Él es el
esplendor de la Gloría de su Padre.
Así es que no pudo hallar Eva en su fruto lo que tampoco ningún pecador
hallará en sus pecados.
Por lo cual lo que deseemos busquémoslo en el fruto de la Virgen.
22. --- Este fruto es bendecido por Dios, porque de tal manera lo llenó de
toda gracia que al venir a nosotros le rinde honor a Él. Ef 1, 3: "Bendito
sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda suerte de bendiciones espirituales" ; [es bendecido] por los
Ángeles: Apoc 7, 12: "Bendición y gloria y sabiduría y acción de gracias, el
honor y el poder y la fuerza a Nuestro Dios"; [es bendecido] por los
hombres : el Apóstol en Fil 2,11: "Toda lengua confiese que Jesucristo es
Señor para gloria de Dios Padre". Salmo 117, 26 : "Bendito sea el que viene
en el nombre del Señor".
Por lo tanto, así es bendita la Virgen : pero su fruto lo es todavía más.
Nota
El "Jesús" que añadimos al "bendito es el fruto de tu vientre" procede de
Urbano Pp. IV (1261-1264).
La parte final de nuestra Avemaría ---Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén--- fue añadida
por San Pio Pp. V (1566-1572) de santa y feliz memoria (su cuerpo es
incorrupto en la Basílica Patriarcal Santa María la
Mayor).
FIN