EXORCISMO Informe (II): ¿Y CUANDO DIOS NO LIBERA? - escrito de autores varios
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¿Por qué no pudimos expulsarlo?
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Los escépticos son un problema
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No existe
el fracaso divino
- Hay trabas de origen humano
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Una revelación: Tres
clases de demonios
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"No puedo irme porque Dios no me lo permite"
«¿Por qué no
pudimos expulsarlo?» (Mc 9, 28)
La necesidad de la fe y de cooperar con Dios
El Evangelio de san Marcos recoge el siguiente testimonio de un fallido
exorcismo por parte de los discípulos de Cristo:
«Al llegar [Jesús] a donde estaban los discípulos, vio a muchísima gente que
les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos... Él les preguntó:
‘¿Sobre qué estaban discutiendo?’. Uno de entre la gente le respondió:
‘Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.
Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la
boca; entonces le rechinan los dientes y se queda rígido. Le pedí a tus
discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron’... En cuanto vio a Jesús, el
espíritu sacudió violentamente al muchacho, que cayó al suelo y se
revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: ‘¿Cuánto
tiempo hace que está así?’. Le contestó: ‘Desde niño; y a menudo lo hace
caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad
de nosotros y ayúdanos’. Jesús le respondió: ‘¡Qué es eso de “si puedes”!
¡Todo es posible para el que cree!’. Inmediatamente el padre del muchacho
exclamó: ‘¡Creo, ayúdame porque tengo poca fe!’. Al ver que llegaba más
gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: ‘Espíritu mudo y sordo,
Yo te lo ordeno: sal de él y no vuelvas más’. El demonio gritó, sacudió
violentamente al muchacho y salió de él... Cuando...quedaron solos, los
discípulos le preguntaron: ‘¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?’. Jesús
les respondió: Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración y el
ayuno’» (Mc 9, 14-29).
Los doce Apóstoles y los 72 discípulos habían recibido del Señor el poder de
expulsar demonios (cfr. Mt 10, 8; Lc 10, 17), y lo usaron tal como Cristo
les enseñó. Pero he aquí que se les presenta este extraño caso en el que
quedan mal ante los escribas y ante el pueblo en general. Pareciera que
actuar en el Nombre de Jesús no fuera suficiente en todos los casos.
Sin embargo, Dios, al permitir tal «fracaso», lo que hace es dar esta vital
enseñanza: la necesidad de cooperar con Él. Su Nombre es más que suficiente
para, sin esfuerzo alguno, expulsar demonios; pero la pedagogía divina
siempre ha gustado de usar la parte humana como punto de partida; así, Jesús
no alimentó a los cinco mil hombres apareciendo panes y pescados de la nada,
sino que esperó a que alguien cooperara con lo que tenía: sus cinco panes y
sus dos pescados; tampoco hizo que el vino apareciera sin más en las bodas
de Caná, sino que pidió la cooperación humana que consistió en poner el agua
y realizar el trabajo de llenar con ella las tinajas; también en todos los
sacramentos Dios se vale de un signo sensible con el que el hombre coopera
para que el Señor actúe.
En la expulsión de demonios el Señor quiere involucrar no sólo a los
directamente involucrados —exorcistas, posesos y familiares— sino a toda su
Iglesia a través de oraciones y ayunos.
En el pasaje bíblico Jesús también revela otra importante cuestión: la de la
fe. Es posible ser liberado del demonio con ayuda de la fe. Esto mismo lo
dicen los exorcistas actuales, como el padre Gabriel Amorth, quien ha
constatado que el exorcismo «será más eficaz mientras más fuerte sea la fe».
El presbítero François Dermin afirma: «El exorcista no hace una oración
personal sino que reza en nombre de la Iglesia. Y si la fe se vuelve débil
en el interior de la Iglesia no excluyo que esto contribuya a disminuir la
eficacia del mismo exorcismo. Las fórmulas sin la fe no valen nada. Pero no
es solamente la fe del exorcista sino la fe de la Iglesia. Y cuando digo
Iglesia no me refiero a la Iglesia institucional, que siempre ha creído y
enseñado la realidad del demonio... Hablo, en cambio, de los hombres de
Iglesia; no todos los sacerdotes y obispos creen en estas cosas».
Los escépticos son un
problema
«Durante trescientos años la Iglesia ha abandonado los exorcismos. Los
motivos son diversos...Sin embargo, en cada diócesis debe haber uno, ¡como
mínimo! Pero ¿cómo los va a haber, si la gente no cree en el demonio,
incluso sacerdotes y obispos?». Son palabras del padre Gabriel Amorth, quien
constata que, si bien los Papas han sido muy claros recordando a todos los
cristianos la existencia del demonio, no como una «personificación» del mal
sino como una persona real (pero espiritual, sin cuerpo), en la práctica
muchos han preferido construirse su propia fe, opuesta a la fe de la
Iglesia. Y esto, por desgracia, se ha colado hasta niveles insospechados.
El 25 de noviembre de 1988, en un popular programa televisivo de Italia, un
arzobispo invitado lanzó éstas respuestas en torno al ministerio del
exorcismo: «¿Pero aún creen ustedes en estas cosas?», «Por principio jamás
nombro exorcistas», «creo sólo en la parapsicología».
Basta con recurrir a la Biblia de América, publicada con aprobación de la
CEM, para descubrir que hay sacerdotes que no creen en el diablo: en su
«Vocabulario Bíblico» —preparado por Antonio G. Lamadrid, Joaquín Menchén y
Miguel Salvador— se lee lo siguiente: «Demonio, demonios: Estos misteriosos
personajes aparecen en la Biblia como personificación y representación del
mal... Un antigua tradición pensaba que en realidad eran ángeles que habían
perdido su condición de tales como castigo por haberse rebelado contra
Dios... Satán significa ‘adversario’ y personifica la oposición frontal e
irreductible a los planes de Dios... Cuando se desconocía el origen preciso
de una enfermedad, sobre todo mental, se pensaba que el sujeto en cuestión
estaba poseído por el demonio...». Según esta postura, los demonios no son
ángeles rebeldes, ni pueden poseer a nadie y ni siquiera existen.
Pero, como advierte el presbítero José Antonio Fortea, «creer en Dios supone
creer en lo que Él ha dicho. Y Él ha hablado de la existencia del demonio y
ha advertido, al final del Padrenuestro: ‘líbranos del Mal’, que se puede
traducir como ‘líbranos del Maligno’».
Cuenta el padre Francisco López Sedano, M.Sp.S., de la arquidiócesis de
México: «No creía, nunca había percibido nada; entonces era un terreno que
ni caso le hacía porque lo veía como teórico, fantasioso, pero no realista».
Pero conoció a un sacerdote quien le hizo ver que al ser escéptico en esos
terrenos iba contra la doctrina de la Iglesia y contra la enseñanza bíblica.
El padre Francisco acabó por ser nombrado exorcista. Así, tras ver «casos y
casos, ahora soy el primer convencido de que esto no es cuento, sino
realidades muy terribles».
Otras veces el problema no radica en dudar de la existencia del demonio,
sino en su poder, en lo que es capaz de hacer. Dice el padre François
Dermin, italiano: «Cuando inicié el ministerio de exorcista estaba un poco
perplejo sobre los maleficios, pero tuve que cambiar de idea».
Un sitio web católico de Costa Rica, http://www.diostesalvemaria.com,
publica un artículo titulado «El diablo y el demonio ¿son lo mismo?». Ahí
dice alegremente: «Gracias a Dios, con el avance de las ciencias bíblicas,
la medicina y la psiquiatría, ya la Iglesia no habla de los demonios... y va
dejando, poco a poco, su creencia en las posesiones. Para muestra un botón:
El Concilio Vaticano II, en todos sus documentos, sólo menciona al Diablo
tres veces y siempre en pasajes bíblicos (GS 13). El documento de Puebla no
lo nombra ni una sola vez».
¿Cómo se puede derrotar a un enemigo si no se cree que exista?
No existe el fracaso divino
Si hay algo que turba en serio a muchos cristianos es el hecho de tener que
compaginar el triunfo de Cristo con la posibilidad de que aún hoy existan
las posesiones demoniacas.
Piensan más o menos así: «Antes del sacrificio de Cristo y de su
Resurrección, puede entenderse el poder de Satanás; ¡pero el Señor ya lo
derrotó en la Pascua! ¿Cómo admitir entonces que los demonios aún pueden
poseer a los humanos? ¡Sería como decir que Cristo fracasó!».
Pero no, Dios no fracasó. La Biblia enseña que el Señor vino «para deshacer
las obras del diablo» (I Jn 3, 8); y si bien pudo realizar esto confinando
ya a los demonios en el Infierno y desapareciendo todas las consecuencias
del pecado (sufrimiento, enfermedad, muerte...), Él actúa de otra forma:
permite que todo eso malo siga existiendo, pero saca de ello bienes
incalculables. El triunfo de Cristo es tal que a los ángeles caídos «los
despojó y los expuso públicamente a la burla, incorporándolos a su cortejo
triunfal» (Col 2, 15); es decir, todo lo que ellos hacen repercutirá
finalmente en gloria para Dios y bien para sus hijos, incluidas las
posesiones demoníacas.
Hay trabas de origen humano
Existen diversas razones por las cuales algunas víctimas de las acciones
extraordinarias del Maligno no logran ser liberadas.
Cuando una persona advierte que algo le ocurre, algo que no parece tener su
origen en causas naturales sino preternaturales, lo más probable es que
busque algún tipo de solución; pero puede encontrarse con una serie de
obstáculos humanos que impidan su liberación. He aquí algunos:
1) QUE RECURRA A LA MAGIA
«Nunca será suficiente la insistencia sobre lo importante que es recurrir a
los medios de Dios y no a los hechiceros, aunque se tenga la impresión de
que los medios de Dios sean lentos de actuar —dice el padre Gabriel Amorth—.
El recurso a los magos, a quien enmascara su forma de actuar bajo el nombre
equívoco de ‘magia blanca’ (que siempre es un recurso al demonio), como
quien hace otro maleficio para quitar un maleficio ya hecho, no puede sino
agravar el mal.
«Si posteriormente la víctima finalmente se confía a un exorcista, además
del leve mal inicial es necesario liberarlo del grave mal provocado por el
mago».
2) QUE NO HALLE UN EXORCISTA
Hay diócesis que no cuentan con ningún exorcista. En las que sí los hay
éstos suelen atender también a gente de otras ciudades y hasta de otros
países; pero no todas las personas tienen las posibilidades de viajar para
conseguir ayuda.
Sin embargo, «si un obispo, al ser requerido —advierte el padre Gabriel—, no
interviene personalmente o por medio de un sacerdote delegado, comete pecado
de omisión». Hay obispos que han intentado instaurar el ministerio del
exorcismo en sus diócesis, pero no han hallado sacerdotes dispuestos a
aceptar el cargo de exorcistas.
El padre Amorth denuncia la incongruencia de muchos sacerdotes que, por una
parte, creen muy poco en la acción extraordinaria de Satanás, pero «si un
obispo les propone que hagan un exorcismo, se asustan como si pensaran: ‘Si
dejo al diablo en paz, él me dejará en paz. Si lo combato, él me atacará’».
Pero, «¿no es tonto temer a un vencido?», pregunta el padre Gabriel; y
anima: «El sacerdote debe creer en su sacerdocio; debe creer en los poderes
que el Señor le ha dado». Además revela: «Se hace rabiar más al demonio con
las confesiones, es decir, arrebatándole así las almas, que exorcizar, que
significa quitarle los cuerpos. Por esto un sacerdote que tiene el valor de
confesar no debería tener miedo de exorcizar».
3) QUE EL EXORCISTA NO ESTÉ BIEN PREPARADO
La Biblia narra el episodio de unos exorcistas improvisados: «Algunos
exorcistas ambulantes judíos hicieron la prueba de pronunciar el nombre del
Señor Jesús sobre los poseídos por los malos espíritus, diciendo: ‘Yo los
conjuro por ese Jesús que anuncia Pablo’... El espíritu malo les respondió:
‘Yo conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes, ¿quiénes son?’. Y el
hombre poseído por el espíritu malo, abalanzándose sobre los exorcistas, los
dominó a todos y los maltrató de tal manera que debieron escaparse de esa
casa desnudos y cubiertos de heridas» (Hch 19, 113-16).
Dice el padre Gabriel: «Conozco algunos exorcistas que ni siquiera tienen el
Ritual; no conocen ni las normas a seguir ni las plegarias adecuadas que se
deben rezar». Hay cosas que el exorcista necesita saber; por ejemplo, que el
demonio se vale de todo para no dejarse descubrir; «también durante los
exorcismos trata de esconderse... Algunas veces no contesta o da respuestas
tontas, no atribuibles a un espíritu inteligente, como es el demonio. En
ocasiones finge que ha salido del cuerpo del poseído y que ha cesado de
atormentarlo, esperando así substraer al individuo de las bendiciones del
exorcista».
4) QUE SE TOMEN DEMASIADAS «PRECAUCIONES»
Aunque las posesiones son raras, hay exorcistas con una exagerada tendencia
a ser «precavidos». Dice el padre Juan José Gallego, único exorcista de
Cataluña, que siempre pide certificados psiquiátricos porque debe ser
cauteloso. El sacerdote español Pedro Barrajón, L.C., cuenta: «A la mayoría
de los que acuden a mí les aconsejo un buen psicólogo, y si esto no
funciona, entonces vamos por otro camino». El problema es que, de este modo,
la víctima puede pasar años antes de que encuentre verdadera ayuda. Dice el
padre Amorth que «el objeto del exorcismo es doble. Se propone liberar al
poseso. Pero tiene primordialmente el fin de diagnóstico; pero tal fin a
menudo es ignorado. Es verdad que el exorcista, antes de proceder, interroga
a la persona afectada o a familiares para verificar si existen o no las
condiciones para administrar el exorcismo. Pero también es verdad que sólo
mediante el exorcismo puede contar con certeza si hay o no intervención
diabólica».
Señala que existe «el peligro de no saber reconocer que un exorcismo no
necesario nunca ha provocado mal alguno (al principio y en casos inciertos,
todos hacemos uso de exorcismos breves, dichos en voz baja, que pueden
parecer bendiciones). No hemos tenido, por lo tanto, remordimientos. Y sí,
por el contrario, nos hemos arrepentido de no haber sabido reconocer a un
endemoniado omitiendo el exorcismo en los casos en que la presencia del
diablo se evidenció más tarde».
5) QUE LA VÍCTIMA NO AYUDE EN LO QUE LE CORRESPONDE
A la persona que acude al exorcista se le pide, desde antes de comenzar el
exorcismo, que tenga una conversión, que se confiese, que todos los días ore
y lea el Evangelio, que acuda a Misa y comulgue; también cuando la
liberación ya se logró, pues en las primeras semanas el demonio intenta
regresar. Si una persona no está dispuesta a hacer su parte, especialmente
dejando su estado de pecado, no tiene sentido iniciar un proceso de
liberación.
Por otro lado, si bien a veces bastan exorcismos de una hora o de pocos
días, otros pueden requerir varios años, incuso más de una década, por lo
que el poseído suele desmoralizarse y darse por vencido; no acude a sus
citas a menos que sea prácticamente obligado por sus familiare sy amigos.
«He tenido casos —cuenta el padre Gabriel—de personas que, muy cerca ya de
la liberación, dejaron completamente los exorcismos». Pero, «mientras que en
las enfermedades el enfermo mejora progresivamente hasta sanar, aquí sucede
lo contrario: lapersona atacada está cada vez peor, y cuando ya no puede
más, llega el alivio». Por tanto, la perseverancia juega en la liberación un
lugar muy importante.
D. R. G. B.
Una revelación:
Tres clases de demonios
Jesucristo hizo la siguiente revelación privada a santa Brígida de Suecia
(madre de santa Catalina de Suecia) en el siglo XIV:
«Yo soy el que fui enviado a las entrañas de la Virgen por Aquel que me
enviaba, tomé carne y nací.......
«Refiriéndome ahora a los posesos, digo que se admiran algunos de que el
espíritu no se aparte del poseído, y en esto pueden considerar mi grandísima
justicia, pues Yo no le hago mayor injuria al demonio que al ángel en el
Cielo. Y pues es justicia que como una cosa viene, así se retire; y pues el
espíritu llega alguna vez desde lejos, así también se retirará lentamente.
«Tres clases de demonios hay. Una es como el aire, que con facilidad se
escurre, y obscurece la conciencia del hombre para que hable y haga cosas
impúdicas: esta clase de espíritus malos viene fácilmente, y sale lo mismo.
«La segunda clase es como el fuego, que con la impaciencia aflige todo el
cuerpo y la carne, y hace al hombre la vida tan amarga, que desearía morir
más que vivir, y por impaciencia es impelido a todo lo que le sugiere aquel
espíritu impuro: esta clase tan fácilmente como viene, sale, pero quedando
la dolencia en el cuerpo.
«La tercera clase de demonios es como el humo, y al modo que el humo
dondequiera que entra lo mancha todo y se mezcla con todas las cosas, así
también esta clase de demonios se mezcla totalmente con el alma y cuerpo del
hombre. Por tanto, como el humo cuando encuentra un agujero va saliendo poco
a poco y desde lejos, de la misma manera este espíritu, que con las
oraciones principió a salir, se irá poco a poco, hasta que el poseído se
haya purificado por completo.
«Y cuando se hubieren derramado tantas lágrimas como son necesarias, y se
hubieren hecho todas las abstinencias debidas, entonces saldrá del todo el
mal espíritu, y el hombre se verá purificado; porque así como ese espíritu
llegó paulatinamente y desde lejos, del mismo modo es justicia que se
retire».
«No puedo irme porque Dios no me lo permite»
ANNELIESE MICHEL:
POSESIÓN EXPIATORIA
La película El Exorcismo de Emily Rose está basada en hechos reales
ocurridos en Baviera (Alemania). Una joven llamada Anneliese Michel
(1952-1976) tuvo la amarga experiencia de pasar, a pesar de su buena vida
espiritual, los últimos ocho años de su corta vida poseída por siete
espíritus inmundos. Sus padres la llevaron a una clínica psiquiátrica, donde
se le diagnosticó supuesta epilepsia; pero los largos tratamientos, en lugar
de mejorarla, la empeoraron. Los demonios incluso le impedían comer. La
familia al fin se convenció de que era un problema que escapaba a la
ciencia, puesto que los crucifijos de la casa se volteaban solos de cabeza y
las ventanas se rompían repentinamente como si alguien las golpeara. Se
pidió ayuda a la Iglesia, y en septiembre de 1975, después de verificar que
se trataba de una posesión, el obispo de Wurzburg, Josef Stang, asignó a los
presbíteros Arnold Renz y Ernst Alt la orden de llevar a cabo el exorcismo.
Las sesiones duraron unos diez meses. En ese tiempo Anneliese se encontró a
través de un sueño con la Virgen María, quien le dio a elegir entre ser
liberada de inmediato u ofrecer su martirio para que el mundo entendiera la
existencia de los demonios y su capacidad de actuar en el mundo material.
Anneliese aceptó esto último. En casos atípicos como éste, en donde la
posesión no se dio por maleficio, por prácticas peligrosas o por abandono de
la vida cristiana, se habla de posesión expiatoria.
ANTOINE GAY: MEDIO
SIGLO CON EL DEMONIO
Antoine Gay (1790-1871) fue un francés de intensa vida cristiana que fue
aceptado como hermano lego en una abadía; pero tuvo que dejar el monasterio
a raíz de que fue víctima de la posesión de un demonio de nombre Isacaron.
Diversos presbíteros, obispos y médicos psiquiatras se interesaron en el
caso y pudieron comprobar que se trataba de una posesión auténtica. Sin
embargo, nunca se autorizó el exorcismo porque, preguntado en el nombre de
la Santísima Trinidad, el demonio dijo hallarse ahí por órdenes de Dios, por
lo que las autoridades eclesiásticas consideraron —acertadamente o no— que
el Señor no estaría entonces de acuerdo en que se procediera al exorcismo.
Así, Antoine Gay hubo de sufrir casi cincuenta años con el demonio dentro.
Mientras estuvieron certificando la posesión, los sacerdotes le hacían
preguntas muy difíciles, y en Nombre de Dios el demonio Isacaron se veía
obligado a admitir verdades cristianas y hasta a dar buenos consejos, y todo
ello era para él motivo de tortura: «El sufrimiento más grande que Dios
puede darme es ser obligado a destruir mi propio trabajo».
También decía:
«Yo digo, oh Dios de toda majestad, que Tú eres grande, que Tú eres
poderoso, que Tú eres bueno, pero que Tú eres terrible para los demonios.
«¡Oh, Gran Señor, Tú no quieres destruirme, pero si yo tuviera el poder, te
destruiría!
«Nosotros somos fuertes contra los débiles que están con nosotros, y somos
débiles contra los fuertes que son de Dios.
«Considera al animal más grande que existe en el mar, la ballena: supón que
unas moscas quieren pegarse a su cuerpo, he aquí lo que somos nosotros en
relación al poder de tu Dios.
«Lo que me causa desolación es pensar que el fin de los tiempos se aproxima
y que ya no podremos hacer el mal ni perder a las almas: el abismo será
vuelto a cerrar sobre nosotros.
«Los impíos creen que nos dan placer pecando... ¡Infelices! No sospechan que
desde ese momento nos convertimos en sus más crueles enemigos; y nos
contenemos para demostrárselo después en el Infierno.
«¡Habitantes de la Tierra! Ustedes no tienen más que una cosa que temer: el
pecado. El hambre, la sed, la muerte, no son nada, ¡sólo el pecado es
terrible!.
«Manténganse unidos fuertemente a María, esta poderosa Reina del Cielo que
es el terror de los demonios, y no pereceréis. Invoquen a menudo a san José,
él... tiene un gran poder»
SUFRIMIENTOS
INTERIORES DE UN ALMA REPARADORA
Hay un libro titulado Advertencias del más allá, editado por Buonaventur
Meyer, que desde su aparición y hasta la fecha ha suscitado muchas
oposiciones. Trata el caso de una mujer adulta que, desde los 14 años, quedó
poseída por varios espíritus inmundos, los cuales, durante los exorcismos,
obligados por el poder de Dios y la intervención de María Santísima,
hicieron muchas revelaciones. Los opositores insisten en que, como el
demonio es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8, 44), no se puede creer
nada de lo que dijo.
Ahora bien, ni el demonio ni ningún santo puede venir a revelar nuevas
verdades de fe, puesto que la Revelación ya ha sido completada; lo que sí
puede ocurrir es que, en casos extraordinarios, se den auténticas
revelaciones privadas de origen divino, con lo cual no se añade nada nuevo
al depósito de la fe, sino que se confirma. Y para ello Dios puede valerse
de un vivo o de un muerto, de un espíritu bueno o de uno malvado, porque
hasta los demonios mismos pueden dar testimonio de Cristo: «Sé quién eres
Tú: el Santo de Dios» (Lc 4, 34).
El libro, pues, recoge el caso de una mujer suiza nacida en 1937, que desde
niña, tras hacer su Primera Comunión, era de Misa y Comunión diaria. Pero
repentinamente, en 1915, comenzó a experimentar bruscas angustias y
escrúpulos tan profundos que la torturaban y ya no la dejaron. Sin embargo,
su adhesión a Dios no aminoró; al contrario, le ofreció su sufrimiento.
Un médico opinó que la causa de los males eran los dientes, así que se los
extrajo todos, con lo que sólo le agravó sus padecimientos. Durante años fue
tratada por la medicina, hasta que el veredicto final de la psiquiatría fue
que se hallaban frente a un caso inexplicable.
Pero la Divina Providencia no la abandonó: le puso en el camino a un buen
hombre que, a pesar de lo que ocurría, quiso casarse con ella. Así lo
hicieron en 1962, y hasta tuvieron dos hijos.
En 1974 la Iglesia determinó que la mujer estaba poseída, sólo que en este
caso en particular los demonios no se manifestaban en su vida exterior sino
en su vida interior, haciéndole experimentar parte de la desesperación de
los espíritus condenados al infierno.
Se le hicieron exorcismos menores, consiguiéndose una liberación temporal.
En 1975 se autorizó que se le realizara el exorcismo mayor, en el cual
participaron cinco presbíteros. Los espíritus inmundos fueron expulsados uno
a uno, pero siempre hacían afirmaciones teológicas antes de marcharse; y
decían: ««Tengo todavía que hablar...», «Yo soy obligado a decir estas cosas
para ustedes y la Iglesia», «Todo lo que les revelé fue contra mi voluntad».
Algunos casos de posesión hacen pensar, pues, que Dios ha ofrecido a algunas
personas la gracia de fungir como verdaderas almas reparadoras e
instrumentos para dar a la Iglesia y al mundo un mensaje que no tiene sino
la finalidad de redirigir a la humanidad por el camino de la conversión y la
salvación.
CAUSA DE SALVACIÓN
¿Por qué permite Dios una posesión demoniaca? Responde el padre Gabriel
Amorth que cuando el Señor le da permiso al demonio para atormentarnos lo
hace para fortalecernos en virtud. Llegan a presentarse algunos casos en los
que el exorcista, por más que insista, no logra expulsar al demonio. Dice el
sacerdote: «Hay gente a la que he tratado que ahora va a Misa, reza y hace
ayuno. Yo les he preguntado: ‘Si no estuvieras poseído, ¿lo harías?’. Y me
responden que no. Además, pregunto a los demonios mientras hago estos
exorcismos: ‘¿Por qué te empeñas en quedarte?’. Y me dicen: ‘No puedo irme
porque Dios no me lo permite. Si me fuera de esta persona, se alejaría de
los sacramentos, y estando así, acude a Dios y es ferviente en la oración’.
Luego es posible que esa cruz sea necesaria para su salvación y la de los
que comparten esa cruz con ella: su entorno, su familia y sus amigos»