Escuela de Oración - Catequesis de Benedicto XVI: La oración en San Alfonso María de Ligorio
1 de agosto de 2012
San Alfonso quería hacer comprender que en cada situación de la vida no se
puede prescindir de orar, en especial en el momento de la prueba y en las
dificultades. Siempre debemos llamar confiadamente a la puerta del Señor,
sabiendo que en todo Él cuida de sus hijos, de nosotros. Por esto, estamos
invitados a no temer de acudir a Él y presentarle confiados nuestras
peticiones, con la certeza de obtener aquello de lo cual tenemos necesidad.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra la memora litúrgica de San Alfonso María Ligorio, Obispo y
Doctor de Iglesia, fundador de la Congregación del Santísimo Redentor,
redentoristas, patrono de los estudiosos de teología moral y de los
confesores. San Alfonso es uno de los santos más populares del siglo XVIII,
por su estilo sencillo e inmediato y por su doctrina sobre el sacramento de
la Penitencia: en un período de gran rigorismo, fruto de la influencia
jansenista, él recomendaba a los confesores de administrar este Sacramento
manifestando el abrazo gozoso de Dios Padre que en su misericordia infinita
no se cansa de recibir al hijo arrepentido.
La celebración de hoy nos ofrece la ocasión para detenernos en las
enseñanzas de San Alfonso sobre la oración, más que nunca preciosas llenas
de inspiración espiritual. Data del año 1759 su tratado El gran medio de la
Oración, que él consideraba el más útil entre todos sus escritos. En efecto,
describe a la oración como «el medio necesario y seguro para obtener la
salvación y todas las gracias de las cuales tenemos necesidad para
conseguirla» (introducción). En esta frase está sintetizado el modo
Alfonsiano de entender la oración.
Antes que nada, diciendo que es un medio, nos llama con el fin de alcanzar:
Dios nos ha creado por amor, para podernos donar la vida en plenitud; pero
esta meta, la vida en plenitud, a causa del pecado se ha, por así decirlo,
alejado, todos lo sabemos, y solo la gracia de Dios la puede hacer
accesible. Para explicar esta verdad basilar y hacer comprender con rapidez
cómo sea real para el hombre el peligro de “perderse”, San Alfonso había
acuñado una famosa máxima muy elemental que dice: «Quien ora se salva, quien
no ora se condena». Como comentario de esta frase lapidaria, añadía: «Sin
oración cosa muy difícil es que nos podamos salvar; tan difícil que, es del
todo imposible… con la oración, la salvación es segura y fácil» (II,
Conclusión). Y aún dice: «Pensemos que, si no rezamos, ninguna excusa
podremos alegar, porque Dios da a todos la gracia de orar... si no nos
salvamos, será por nuestra culpa. Y la causa de nuestra infinita desgracia
será una sola: que no hemos rezado» (ibíd.). Diciendo por lo tanto que la
oración es un medio necesario, San Alfonso quería hacer comprender que en
cada situación de la vida no se puede prescindir de orar, en especial en el
momento de la prueba y en las dificultades. Siempre debemos llamar
confiadamente a la puerta del Señor, sabiendo que en todo Él cuida de sus
hijos, de nosotros. Por esto, estamos invitados a no temer de acudir a Él y
presentarle confiados nuestras peticiones, con la certeza de obtener aquello
de lo cual tenemos necesidad.
Queridos amigos, esta es la cuestión central: ¿Qué cosa es verdaderamente
necesaria en mi vida? Respondamos con san Alfonso: «La salud y todas las
gracias que para ella se necesitan» (ibíd.), naturalmente entendiendo no
solo la salud del cuerpo, sino sobre todo también aquella del alma, que
Jesús nos dona. Más que de cualquier otra cosa tenemos necesidad de su
presencia liberadora que hace verdaderamente humano, y por ello colmado de
gozo nuestro existir. Y solo mediante la oración podemos recibirlo a Él, su
Gracia, que, iluminándonos en cada situación, nos hace discernir el
verdadero bien y, fortificándonos, hace eficaz también nuestra voluntad, es
decir, la hace capaz de actuar el bien conocido. Muchas veces reconocemos el
bien, pero no somos capaces de hacerlo. Con la oración, lo conseguimos. El
discípulo del Señor sabe de estar siempre expuesto a la tentación y para
vencerla no deja de pedir ayuda a Dios en la oración.
San Alfonso reporta el ejemplo de San Felipe Neri, muy interesante, que
«Imitemos a San Felipe, el cual apenas despertaba por la mañana decía al
Señor: Señor, no dejéis hoy de la mano a Felipe, porque si no, este Felipe
os va a hacer alguna trastada» (III, 3). Gran realista, pide a Dios posar su
mano sobre él. También nosotros, conscientes de nuestra debilidad, debemos
pedir el auxilio de Dios con humildad, confiando en la riqueza de su
misericordia. En otro pasaje dice San Alfonso: «Nosotros somos pobres de
todo, pero si pedimos ya no somos pobres… Si nosotros somos pobres, Dios es
rico» (II, 4). Y, sobre la huella de San Agustín, invita a cada cristiano a
no tener temor de procurarse de Dios, con las oraciones, aquella fuerza que
no tiene, y que le es necesaria para hacer el bien, con la certeza de que el
Señor no niega su ayuda a quien le reza con humildad (cfr. III, 3).
Queridos amigos, San Alfonso nos recuerda que la relación con Dios es
esencial en nuestra vida: sin la relación de Dios falta la relación
fundamental y la relación de Dios se realiza en el hablar con Dios, en
oración personal cotidiana y con la participación en los Sacramentos, y así
esta relación puede crecer en nosotros; puede crecer en nosotros la
presencia divina que dirige nuestro camino, lo ilumina y lo hace seguro y
sereno, también en medio de las dificultades y peligros. Gracias.