Decláranse a santa Brígida algunas excelencias de la santísima Virgen por boca de la misma Señora.
REVELACIÓN 2

Yo soy, hija mía, dice la Virgen, a quien amó Dios desde su eternidad, y desde mi niñez estuvo conmigo perfectamente el Espíritu Santo; y como puedes ver valiéndote como de ejemplo una nuez, que cuando va desarrollándose, al modo que crece la cáscara, crece también la parte que tiene dentro, de suerte que la nuez siempre está llena y no puede caber en ella ninguna otra cosa, igualmente yo desde mi infancia estuve llena del Espíritu Santo, y al modo que crecía mi cuerpo, con tanta abundancia me iba llenando el Espíritu Santo, que no dejó en mí vacío ninguno, donde pudiese caber pecado. Y así yo soy la que nunca cometí pecado venial ni mortal; porque estaba tan encendida en el amor de Dios, que ninguna cosa me agradaba, sino sólo el cumplir con mucha perfección su voluntad. Ardía en mi corazón el fuego del amor Divino; y también Dios bendito sobre todas las cosas, que con su poder me crió y llenó de la virtud del Espíritu Santo, me amó grandemente, y con el fervor de su mucho amor me envió su mensajero, haciéndome entender su voluntad de que fuese Madre de Dios; y cuando supe que era esa la voluntad divina, al punto, con el amor de Dios que ardía en mi corazón, con gran obediencia respondí al mensajero: Hágase en mí según tu palabra. Y en aquel mismo instante el Verbo eterno tomó carne en mis entrañas, y el Hijo de Dios se hizo Hijo mío, de suerte que ambos teníamos un Hijo, que juntamente era Dios y era hombre; así como yo Madre y Virgen.

Teniendo en mis entrañas a mi Hijo,sabio sobre todos los hombres, Jesucristo verdadero Dios, recibí de él tanta sabiduría, que no sólo alcanzo la sabiduría de todos los maestros, sino que veo claramente en sus corazones si sus palabras dimanan de la caridad divina, o sólo de la presunción de sus letras.

Yo soy la que oí la verdad de los labios del ángel Gabriel, y la creí infaliblemente, por lo cual la Verdad tomó carne y sangre de mi cuerpo, y moró en mí, y engendré la misma Verdad, que a la par es Dios y hombre. Y puesto que la Verdad, que es el Hijo de Dios, quiso venir a mí, habitar y nacer de mí, entiendo perfectísimamente si en los labios de los hombres hay o no verdad.