Contiene mucha doctrina y un precioso final sobre el celo de Las almas.
REVELACIÓN 6

Aquel amigo mío, dijo la Virgen a santa Brígida, que dice que me ama tanto, ha de hacer lo que yo le dijere, pues quiero enseñarle un tesoro, que si lo saca, nunca tendrá pobreza mi miseria, y con sólo verlo no sentirá los trabajos ni la muerte, y todos los que lo desearen, tendrán cuanto quisieren con gran alegría. Este tesoro está metido en un alcázar que tiene cuatro cerraduras y gruesos muros, cercados de dos fosos anchos y hondos. Dile que yo le ruego los pase ambos de un salto, que suba a los muros con un paso, y que quiebre de un golpe todas las cerraduras, y me presente el tesoro que hallará dentro.

Ahora te diré lo que esto significa. Vosotros llamáis tesoro aquellas riquezas que están en resguardo y se usa poco de ellas. Este tesoro son las palabras de mi amadísimo Hijo y sus preciosísimas obras, así las que hizo en su Pasión, como antes de la Pasión, y aquellas maravillosas obras que hizo, cuando el Verbo encarnó en mis entrañas, y lo que cada día hace cuando en el altar el pan se convierte en su misma carne con las palabras de la consagración. Todas estas cosas son preciosísimo tesoro, tan descuidado y olvidado por las almas, que son poquísimos los que de él se acuerdan ni le usan para su provecho.
Pero ¿qué es ese paso espiritual? Vosotros llamáis paso, cuando un pie se aparta de otro cierta distancia, para que con más presteza vaya el cuerpo adonde quiera; así también, el paso espiritual es cuando estándose el cuerpo en la tierra, el amor del corazón está en los cielos, y con este paso sólo se sube a los tres muros; porque con el conocimiento y amor de las cosas celestiales gusta el hombre dejar su propia voluntad, ser desechado y perseguido por la justicia y hasta morir con gusto por la honra de Dios.
Los dos fosos que están entre los muros, son la hermosura del mundo, y el tener amigos con quienes holgar y deleitarse. Muchos hay que de muy buena gana se estarían siempre en estos fosos, sin desear nunca ir al cielo para ver a Dios. Y así, son estos fosos anchos y profundos: anchos, porque la voluntad de los hombres que hay en ellos, está muy lejos y muy distante de Dios; y son profundos, porque llevan a muchísimos al profundo de los infiernos; y así se han de pasar de un salto estos dos fosos. ¿Qué es, pues, el salto espiritual, sino apartar del todo su corazón de las cosas vanas, y desde la tierra subir al reino del cielo?

Voy ahora a decirte cómo este amigo mío debe presentar lo más precioso que jamás hubo. La Divinidad fué y es desde la eternidad sin principio alguno, porque no se puede encontrar en ella principio ni fin. Pero la Humanidad estuvo en mis entrañas, y recibió de mí carne y sangre. Por tanto, es lo más precioso que jamás hubo ni hay; y así cuando el alma del justo recibe con amor el cuerpo de Dios, y este cuerpo de Dios llena el alma, entonces está allí lo más precioso que jamás hubo. Pues aunque la Divinidad tiene tres personas sin principio ni fin en sí, con todo, cuando el Padre envió a mí a su Hijo con la Divinidad y con el Espíritu Santo, tomó entonces de mí el Hijo su bendito cuerpo. Y ahora mostraré a ese mismo amigo mío, cómo debe presentarse al Señor ese tesoro preciosísimo. Dondequiera que el amigo de Dios hallare un pecador, en cuyas palabras hubiese poco amor a Dios y mucho al mundo, allí esta el alma vacía para Dios. Por consiguiente, el amigo de Dios tenga amor a Dios, duélase de que es enemigo de Dios y con un alma redimida con la sangre del Creador, y compadézcase de aquella miserable alma, haciendo uso para con ella como de dos clases de súplica: una con que ruegue a Dios tenga misericordia de aquella alma, y otra con que le muestre su peligro; y si pudiere reunir en una estas dos cosas, Dios y el alma, entonces en las manos de su amor presenta a Dios una cosa preciosísima.

También me es a mí gratísimo cuando se reunen en una sola amistad el cuerpo de Dios que estuvo en mí, y el alma criada por Dios. Y no es de extrañar que me sea tan grato, porque me hallé presente cuando aquel valeroso soldado, mi Hijo, salió de Jerusalén para sostener una lucha, que fué tan dura y cruel, que se desencajaron todos los nervios de su cuerpo, la espalda estaba ensangrentada y lívida, los pies y manos horadados con gruesos clavos, sus ojos y oídos estaban bañados en sangre, el cuello inclinado al expirar, y su corazón atravesado con la punta de una lanza. Con este grandísimo dolor ganó las almas el que estando ahora en el cielo, tiene los brazos abiertos para recibir a los hombres; pero muy pocos hay que le presenten esta esposa que es el alma, que Él tanto quiere. Así, pues, el amigo de Dios no debe excusar medio, aun a costa de su vida y hacienda, para ayudar a los demás y presentarlos a mi Hijo.
Dile también, a ese amigo mío, que pues me quiere como a su Madre, que yo cumpliré su deseo y me uniré a él con un estrecho vínculo, porque el cuerpo de Dios que estuvo en mí, lo recibirá en su alma con sumo amor, a fin de que como el Padre estuvo en mí juntamente con el Hijo, el cual tuvo en sí mi cuerpo y alma, y como el Espíritu Santo, que está en el Padre y en el Hijo, estuvo siempre conmigo, el cual tiene también a mi Hijo dentro de sí; de esta manera quedará unido mi siervo al mismo Espíritu Santo. Pues cuando el hombre ama la Pasión de Dios, y y tiene en su cuerpo y en su corazón lo que le es tan querido, entonces tiene también la Humanidad, la cual contiene la Divinidad dentro y fuera de sí, y Dios está en él, y él en Dios, así como está Dios en mí, y yo en Él. Y cuando mi siervo y yo tenemos un mismo Dios, tenemos también un mismo vínculo de amor, y el Espíritu Santo, que con el Padre y el Hijo es un sólo Dios.

Dígote, por último, que si este amigo mío me cumple su palabra, yo le ayudaré mientras viva, y al final de su vida le serviré y acompañaré, presentando a Dios su alma y diciéndole así: Señor y Dios mío, este te ha servido a ti y me obedecía a mí, por tanto te presento su alma.
Hija mía, ¿qué piensa el hombre que no hace caso de su alma? ¿Por ventura, Dios Padre con su incomprensible divinidad hubiera dejado que su inocente Hijo padeciese en su Humanidad tan dura pena, si no hubiese sido por el cariño y amor que profesa a las almas, y por la gloria eterna que les tiene preparada?