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1. Necesario le es al lector advertir en cada libro de estos al
propósito que vamos hablando, porque, si no, podránle nacer muchas
dudas acerca de lo que fuere leyendo, como ahora las podría tener
en lo que habemos dicho del entendimiento y ahora diremos de la
memoria, y despues diremos de la voluntad. Porque, viendo cómo
aniquilamos (las potencias acerca de sus operaciones, quizá la
parecerá que antes destruimos) el camino del ejercicio espiritual
que le edificamos; lo cual sería verdad si quisiesemos instruir
aquí no más que a principiantes, a los cuales conviene disponerse
por esas aprehensiones discursivas y aprehensibles.
2. Pero, porque aquí vamos dando doctrina para pasar adelante en
contemplación a unión de Dios (para lo cual todos esos medios y
ejercicios sensitivos de potencias han de quedar atrás y en
silencio, para que Dios de suyo obre en el alma la divina unión)
conviene ir por este estilo desembarazando y vaciando y haciendo
negar a las potencias su jurisdicción natural y operaciones, para
que se de lugar a que sean infundidas e ilustradas de lo
sobrenatural, pues su capacidad no puede llegar a negocio tan
alto, antes estorban, si no se pierde de vista.
3. Y así, siendo verdad, como lo es, que a Dios el alma antes le
ha de ir conociendo por lo que no es que por lo que es, de
necesidad, para ir a el ha de ir negando y no admitiendo hasta lo
último que pudiere negar de sus aprehensiones, así naturales como
sobrenaturales. Por lo cual así lo haremos ahora en la memoria,
sacándola de sus límites y quicios naturales y subiendola sobre
sí, esto es, sobre toda noticia distinta y posesión aprehensible,
en suma esperanza de Dios incomprehensible.
4. Comenzando, pues, por las noticias naturales, digo que noticias
naturales en la memoria son todas aquellas que puede formar de los
objetos de los cinco sentidos corporales, que son: oír, ver, oler,
gustar y palpar, y todas las que a este talle ella pudiere
fabricar y formar. Y de todas estas noticias y formas se ha de
desnudar y vaciar, y procurar perder la aprehensión imaginaria de
ellas, de manera que en ella no le dejen impresa noticia ni rastro
de cosa, sino que se quede calva y rasa, como si no hubiese pasado
por ella, olvidada y suspendida de todo.
Y no puede ser menos sino que acerca de todas las formas se
aniquile la memoria si se ha de unir con Dios. Porque esto no
puede ser (si no se desnuda totalmente) de todas las formas, que
no son Dios, pues Dios no cae debajo de forma ni noticia alguna
distinta, como lo habemos dicho en la noche del entendimiento. Y,
pues ninguno puede servir a dos señores, como dice Cristo (Mt. 6,
24), no puede la memoria estar juntamente unida en Dios y en las
formas y noticias distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen
que pueda ser comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando
está unida con Dios, como tambien por experiencia se ve cada día,
se queda sin forma y sin figura, perdida la imaginación, embebida
la memoria en un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de nada;
porque aquella divina unión la vacía la fantasía y barre de todas
las formas y noticias, y la sube a lo sobrenatural.
5. Y así, es cosa notable lo que a veces pasa en esto; porque
algunas veces, cuando Dios hace estos toques de unión en la
memoria, súbitamente le da un vuelco en el cerebro, que es donde
ella tiene su asiento, tan sensible que le parece se desvanece
toda la cabeza y que se pierde el juicio y el sentido. Y esto, a
veces más, a veces menos, según que es más o menos fuerte el
toque. Y entonces, a causa de esta unión, se vacía y purga la
memoria, como digo, de todas las noticias, y queda olvidada y a
veces olvidadísima, que ha menester hacerse gran fuerza y trabajar
para acordarse de algo.
6. Y de tal manera es a veces este olvido de la memoria y
suspensión de la imaginación, por estar la memoria unida con Dios,
que se pasa mucho tiempo sin sentirlo ni saber que se hizo aquel
tiempo. Y como está entonces suspensa la imaginativa, aunque
entonces le hagan cosas que causen dolor, no lo siente; porque sin
imaginación no hay sentimiento. Y para que Dios venga a hacer
estos toques de unión, convienele al alma desunir la memoria de
todas las noticias aprehensibles. Y estas suspensiones es de notar
que ya en los perfectos no las hay así (por cuanto hay ya perfecta
unión), que son de principio de unión.
7. Dirá alguno que bueno parece esto, pero que de aquí se sigue la
destrucción del uso natural y curso de las potencias, y que quede
el hombre como bestia, olvidado, y aun peor, sin discurrir ni
acordarse de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios
no destruye la naturaleza, antes la perfecciona, y de aquí
necesariamente se sigue su destrucción, pues se olvida de lo moral
y razonal para obrarlo, y de lo natural para ejercitarlo, porque
de nada de esto se puede acordar, pues se priva de las noticias y
formas que son el medio de la reminiscencia.
8. A lo cual respondo que es así, que cuanto más va uniendose la
memoria con Dios, más va perfeccionando las noticias distintas
hasta perderlas del todo, que es cuando en perfección llega al
estado de unión. Y así, al principio, cuando esta se va haciendo,
no puede dejar de traer grande olvido acerca de todas las cosas,
pues se le van rayendo las formas y noticias, y así hace muchas
faltas acerca del uso y trato exterior, no acordándose de comer ni
de beber, ni si hizo, si vio, si no vio y si dijeron o no dijeron
por el absorbimiento de la memoria en Dios.
Pero, ya que llega a tener hábito de unión, que es un sumo bien,
ya no tiene esos olvidos en esa manera en lo que es razón moral y
natural; antes en las operaciones convenientes y necesarias tiene
mucha mayor perfección. Aunque estas no las obra ya por formas y
noticias de la memoria, porque en habiendo hábito de unión, que es
ya estado sobrenatural, desfallece del todo la memoria y las demás
potencias en sus naturales operaciones y pasan de su termino
natural al de Dios, que es sobrenatural; y así, estando la memoria
transformada en Dios, no se le pueden imprimir formas ni noticias
de cosas. Por lo cual, las operaciones de la memoria y de las
demás potencias en este estado todas son divinas, porque poseyendo
ya Dios las potencias, como ya entero señor de ellas, por la
transformación de ellas en sí, el mismo es el que las mueve y
manda divinamente según su divino espíritu y voluntad. Y entonces
es de manera que las operaciones no son distintas, sino que las
que obra el alma son de Dios y son operaciones divinas; que, por
cuanto, como dice san Pablo (1 Cor. 6, 17), el que se une con
Dios, un espíritu se hace con el, de aquí es que las operaciones
del alma unida son del Espíritu Divino, y son divinas.
9. Y de aquí es que las obras de las tales almas sólo son las que
conviene y son razonables, y no las que no convienen; porque el
Espíritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo
que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar sin
formas (o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace
amar lo que han de amar, y no amar lo que no es en Dios. Y así,
todos los primeros movimientos de las potencias de las tales almas
son divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y
operaciones de estas potencias sean divinos, pues están
transformadas en ser divino.
10. De estas operaciones traere algunos ejemplos, y sea este uno.
Pide una persona a otra que está en este estado que la encomiende
a Dios. Esta persona no se acordará de hacerlo por alguna forma ni
noticia que se le quede en la memoria de aquella persona; y si
conviene encomendarla a Dios, que será queriendo Dios recibir
oración por la tal persona, la moverá la voluntad dándole gana que
lo haga; y, si no quiere Dios aquella oración, aunque se haga
fuerza a orar por ella, no podrá ni tendrá gana; y a veces se la
pondrá Dios para que ruegue por otros que nunca conoció ni oyó. Y
es porque Dios sólo mueve las potencias de estas almas para
aquellas (obras) que convienen según la voluntad y ordenación de
Dios, y no se pueden mover a otras; y así, las obras y ruego de
estas almas siempre tienen efecto. Tales eran las de la
gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el
principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma
impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino
siempre su moción fue por el Espíritu Santo.
11. Otro ejemplo: ha de acudir a tal tiempo a cierto negocio
necesario; no se acordará por forma ninguna, sino que, sin saber
cómo, se le asentará en el alma cuándo y cómo convendrá acudir a
aquello, sin que haya falta.
12. Y no sólo en estas cosas les da luz el Espíritu Santo, sino en
muchas que suceden y sucederán, y casos muchos, aunque sean
ausentes. Y esto, aunque algunas veces es por formas
intelectuales, muchas es sin formas aprehensibles, no sabiendo
ellos cómo saben aquello. Pero esto les viene de parte de la
Sabiduría divina; que, por cuanto estas almas se ejercitan en no
saber ni aprehender nada con las potencias, lo vienen
generalmente, como lo decimos en el Monte, a saber todo, según
aquello que dice el Sabio (Sab. 7, 21): El artífice de todo, que
es la Sabiduría, me lo enseñó todo.
13. Dirás, por ventura, que el alma no podrá vaciar y privar tanto
la memoria de todas las formas y fantasías, que pueda llegar a un
estado tan alto, porque hay dos dificultades que son sobre las
fuerzas y habilidad humana, que son: despedir lo natural con
habilidad natural, que no puede ser, y tocar y unirse a lo
sobrenatural, que es mucho más dificultosa; y, por hablar la
verdad, con natural habilidad sólo, es imposible.
Digo que es verdad que Dios la ha de poner en este estado
sobrenatural; mas que ella, cuando es en sí, se ha de ir
disponiendo, lo cual puede hacer naturalmente mayormente con el
ayuda que Dios va dando. Y así, al modo que de su parte va
entrando en esta negación y vacío de formas, la va Dios poniendo
en la posesión de la unión. Y esto va Dios obrando en ella
pasivamente, como diremos, Deo dante, en la noche pasiva del alma.
Y así, cuando Dios fuere servido, según el modo de su disposición,
la acabará de dar el hábito de la divina unión perfecta.
14. Y los divinos efectos que hace en el alma cuando lo es, así de
parte del entendimiento como de la memoria y voluntad, no los
decimos en esta noche y purgación activa, porque sólo con esta no
se acaba de hacer la divina unión; pero diremoslos en la pasiva,
mediante la cual se hace la junta del alma con Dios.
Y así sólo dire aquí el modo necesario para que activamente la
memoria, cuanto es de su parte, se ponga en esta noche y
purgación. Y es que ordinariamente el espiritual tenga esta
cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o
tocare, no haga archivo ni presa de ellas en la memoria, sino que
las deje luego olvidar, y (lo) procure con la eficacia, si es
menester, que otros acordarse; de manera que no le quede en la
memoria alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no
fuesen, dejando la memoria libre y desembarazada, no atándola a
ninguna consideración de arriba ni de abajo, como si tal potencia
de memoria no tuviese, dejándola libremente perder en olvido, como
cosa que estorba. Pues todo lo natural, si se quiere usar de ello
en lo sobrenatural, antes estorba que ayuda.
15. Y si acaeciesen aquellas dudas y objeciones que arriba en lo
del entendimiento, conviene a saber: que no se hace nada, y que se
pierde tiempo, y que se privan de los bienes espirituales que el
alma puede recibir por vía de la memoria, allí está respondido a
todo, y más adelante, en la noche pasiva. Por eso no hay para que
detenernos.
Aquí sólo conviene advertir que, aunque en algún tiempo no se
sienta el provecho de esta suspensión de noticias y formas, no por
eso se ha de cansar el espiritual; que no dejará Dios de acudir a
su tiempo. Y por un bien tan grande, mucho conviene pasar y sufrir
con paciencia y esperanza.
16. Y, aunque es verdad que apenas se hallará alma que en todo y
por todo tiempo sea movida de Dios, teniendo tan continua unión
con Dios, que sin medio de alguna forma sean sus potencias siempre
movidas divinamente, todavía hay almas que muy ordinariamente son
movidas de Dios en sus operaciones, y ellas no son las que se
mueven, según aquello de san Pablo (Rm. 8, 14): que los hijos de
Dios, que son estos transformados y unidos en Dios, son movidos
del Espíritu de Dios, esto es, a divinas obras en sus potencias. Y
no es maravilla que las operaciones sean divinas, pues que la
unión del alma es divina.
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