Los Santos ante los fracasos
Los santos se han valido de sus fracasos, a veces verdaderamente
estrepitosos, e incluso públicos y hasta vergonzosos, para seguir adelante.
Los santos se rieron de sí mismos y del mundo porque primero aprendieron por
experiencia el fracaso personal del pecado y de un montón de otras cosas.
En la vida de los santos los fracasos han sido ocasión para un nuevo
comienzo, más aún, han sido la ocasión para ser mejores y dar más frutos de
vida eterna.
Por eso rezaba Monseñor Giuseppe Canovai, muerto en Buenos Aires en olor de
santidad: “¡Al fracaso exterior, envíame, Señor!” Que no es sino una de las
traducciones de la enseñanza de San Ignacio que el Padre Buela y nuestros
sacerdotes nos enseñaron a pedir siempre, con sinceridad, confianza y
alegría: concédenos Señor, sufrir por Ti, oprobios y menosprecios. Si los
podemos pasar sin que yo ni nadie peque.
San Raimundo de Peñafort experimentó un enorme fracaso por haber dado un mal
consejo… deja todo, se consagra… fue cofundador de la orden de la Merced…
gracias a él tenemos la Suma contra Gentiles que él pidiera a Santo Tomás de
escribir.
San Luis Gonzaga se enferma curando unos pobres enfermos… Pierde la vida en
plena flor de su juventud. ¡Cuántos proyectos truncados!
San Alfonso María de Ligorio tras un notorio fracaso en una causa… se
consagra…
Bendita bala que echó por tierra los mundanos ideales de Iñigo de Loyola.
Luego de tal fracaso, santo.
Y… “bendito juego”, aquel que -por permisión divina- se constituyó en
ocasión de la conversión de un Camilo de Lelis… luego de tal fracaso, santo.
Gabriel de la Dolorosa… perderá la salud… promete… vuelve… no se decide… al
final entra en convento… y muere… muerte joven, ¡gran fracaso! Tenían
puestas en él tantas esperanzas. Hoy, santo, uno de los patronos de la
juventud.
Las primeras misiones jesuíticas del sur de Argentina y Chile… fracasan…
quedan desoladas… un Mascardi, De la Laguna, Guillelmo… parecerían que
trabajaron en vano. Mucho tiempo después llegan los salesianos a la
Patagonia… con gran entusiasmo y sacrificio de decenas de religiosos y
religiosas… dificultades y fracasos pastorales, entre la tropa, soldados y
oficiales… pero también entre los mismos aborígenes… se les van muriendo
todos. Cierran una importantísima misión en el sur… ¡todo está perdido!
¿Éxito o fracaso? Hoy toda la Patagonia es una tierra con la mayor parte de
su población cristiana.
Daniel Comboni funda misiones en áfrica negra… gran parte de los misioneros
y misioneras se le mueren en el camino… todo parece un rotundo fracaso… hoy
en día la Iglesia africana es la que más crece en absoluto en todo el mundo.
Cosas análogas las podemos encontrar en la vida de PierGiorgio Frassati; del
Padre Pío; de Charles de Foucauld; de San Luis María Grignion de Montfort;
de San José de Calasanz; de los Mártires de Barbastro y de millones de
confesores de la fe y mártires de todos los tiempos; Pedro… etc.
Y así podríamos seguir con una infinidad de ejemplos porque en definitiva
desde aquel “día maldito” en que nuestros primeros padres desobedecieron a
Dios... después de ese rotundo fracaso –el del pecado mortal-. El del primer
pecado mortal de un ser humano… después de ese día, Dios permite que los
fracasos morales sirvan de camino misterioso para volver a Él –si uno acepta
la gracia y se convierte- y permite, e incluso quiere, otros fracasos
naturales… para reparar la justicia perdida, para dar ocasión al hombre a
que forje su voluntad y, sobre todo para que esté absolutamente convencido
que todo depende de Dios y que no hay mal que por bien no venga.
San Maximiliano María Kolbe decía: “Ocupémonos, pero no nos preocupemos. Es
necesario que las tribulaciones exteriores e interiores, los fracasos, la
desgana, el cansancio, las burlas y otras cruces nos purifiquen y
fortalezcan. Hay que tener paciencia también con uno mismo y hasta con el
buen Dios, que nos prueba con amor”
P. Gabriel Eduardo Romanelli, IVE