Homofobia, no; la verdad, sí - Una pastoral abierta a las ''periferias existenciales''
Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
obispo de San Cristóbal de Las
Casas, México
SITUACIONES
En nuestra reciente asamblea diocesana sobre la familia, se insistió mucho
en esforzarnos por reflejar en la pastoral la actitud comprensiva y
samaritana de Jesús hacia quienes viven en situaciones calificadas como
irregulares. Se pidió tomar en cuenta los nuevos modelos de familia, incluso
a quienes conviven como pareja siendo del mismo sexo, aunque en nuestro
ambiente no son muchos estos casos. Podemos no estar de acuerdo con su
estilo de vida, pero se repetía que no debemos caer en actitudes homofóbicas
y excluyentes, sino pastoralmente abrirnos a esas periferias existenciales,
que muchas veces desconocemos y condenamos. En las comunidades indígenas
prácticamente no hay casos de homosexualidad; sólo acontece cuando alguien
sale a otros ambientes. Si fuera algo connatural a la naturaleza humana, en
todos los pueblos originarios deberían darse siempre estos casos, y no es
así.
Nosotros también podemos contagiarnos por los criterios de este mundo, en
que no importa la moral evangélica; en que da lo mismo ser fiel en un
matrimonio entre hombre y mujer, unidos para siempre, que romper este
vínculo sagrado e iniciar otra relación, aunque sean del mismo sexo; en que
el modelo tradicional de familia cristiana no cuadra con estos tiempos y se
ridiculiza; en que hay que aceptar las nuevas realidades como “normales”,
aunque estén contra la “norma” que de Dios hemos recibido. Es la llamada
dictadura del relativismo, en que todo se vale y todo se puede.
En los libros oficiales de Biología de 5º. y 6º. año de Primaria, así como
en Secundaria, se afirma que el sexo no es algo fijado por la naturaleza
humana, sino producto de las formas de pensar y actuar de la sociedad; que
por tanto, cada quien es libre de escoger su género como quiera. Esto es lo
que se enseña a todos en las escuelas del país.
ILUMINACION
El Papa Benedicto XVI es muy profundo en este tema: “Hoy se presenta el
género como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el
sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe
aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se
decide autónomamente. El hombre niega tener una naturaleza pre-constituida
por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia
naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho prestablecido, sino
que es él mismo quien se la debe crear.
Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como
varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es
esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Esta dualidad como
dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el
relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gén 1,27). No, lo que vale
ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta
ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros
mismos quienes hemos de decidir sobre esto.
Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona
humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora bien, si
no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces
tampoco existe la familia como realidad prestablecida por la creación.
Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno
mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo; con ello, el hombre
como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la
esencia de su ser. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se
disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al
hombre” (21-XII-2012).
COMPROMISOS
Respetemos y tengamos un amor paterno y fraterno como el de Jesús hacia
quienes son condenados, excluidos y no comprendidos, pero ofrezcámosles
también la Verdad del Evangelio. Dios nos ha enseñado un camino, una luz
para distinguir la verdad de la mentira. Para nosotros, su Palabra, no las
modas del mundo, es el criterio definitivo para saber qué es bueno para la
humanidad y qué le perjudica. Más allá de todo está el amor pastoral, que
nos hace hermanos de todos.