«Yo, homosexual y ex activista gay, vivo según las enseñanzas de la Iglesia. Y soy feliz»
Benedetta Frigerio / Tempi.it
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«La homosexualidad es la primera forma de homofobia».
Quien habla así es Philippe Ariño, homosexual español de 34 años, que
actualmente enseña idiomas en París.
Blogger y participante del mundo del activismo LGBT, se empezó a hablar de
él en 2011, cuando reveló que había cambiado de vida. En 2013 guio en
primera línea la batalla contra la legalización del “matrimonio para todos”
francés y es autor del libro -ahora en italiano- Omosessualità
controcorrente,
que en Francia ha vendido más de diez mil copias.
Fue él quien aconsejó a Frigide Barjot, ex portavoz de la Manif pour tous,
que no hablara de heterosexualidad, porque «entonces se pierde no sólo la
batalla, sino también la guerra».
Entrevistado por Tempi.it, Ariño explica que «para salvar al ser humano de
sí mismo hay que ir al origen del problema. Es lo que intentamos hacer en la
calle con los Veilleurs» [los "veladores", los que están "en vela"].
-Cuéntenos su historia. ¿Cómo creció?
-Tenía una pésima
relación con mi padre y
cuando era adolescente
no conseguía tener amistades masculinas.
Después entendí y admití que mis tendencias homosexuales eran el síntoma de
una “herida”; sólo de esta manera mi sufrimiento empezó a disminuir.
»Ser
homosexual es un sufrimiento, no es una elección o un pecado o algo inocuo:
conozco a más de noventa personas con pulsiones homosexuales que han sido
violadas. Ahora el mundo LGBT me odia por lo que digo, pero se lo repito
también a ellos:la
homosexualidad es una herida que no se alivia teniendo relaciones. Si
no lo admites, nunca tendrás paz.
-¿Cuándo cambió su modo de entender la homosexualidad?
-En
2011 descubrí la belleza de la continencia.
Había empezado a reconocer que algo no iba bien y volví a la iglesia.
Durante una conferencia hablé de mi condición y me di cuenta de que me
ayudaba. No sólo eso: explicando mi drama conseguí ayudar a muchas personas,
incluidos hombres y mujeres casados.
-¿Ha sido difícil?
-He encontrado un camino, pero hay muchos. Otros
también consiguen superar estas pulsiones;
yo descubrí que reconociendo mi herida y ofreciéndola a Cristo y a la
Iglesia mi condición dolorosa se convertía en una fiesta. Al no practicar la
homosexualidad no
estoy diciendo que “no” a mis pulsiones, sino “sí” a Dios:
es un sacrificio para tener lo mejor, lo máximo, algo que antes no tenía.
Nosotros pensamos que el Señor nos quiere sólo si estamos bien: es lo
contrario, Él ayuda a quien lo necesita y si
ofreces tus límites Él hace grandes cosas.
-¿Por qué las relaciones homosexuales no le hacían feliz?
-Cuando tenía relaciones con otros hombres o los miraba de manera posesiva, sentía
satisfacción en el momento. Pero estaba solo y nunca me sentía completo.
En esos momentos te haces la ilusión de poder vivir la sexualidad como los
otros, pero la verdad es que la
sexualidad se puede vivir solo en la diferencia sexual.
-¿Qué ha cambiado concretamente en su vida actual?
-Antes
me sentía siempre inferior a los hombres,
porque la homosexualidad es envidiosa. Ahora, tras
descubrir que Dios me ama y que soy su hijo, deseado y amado, no me siento
inferior a ningún hombre.
Y así, después de muchos años, he descubierto la
belleza de la amistad masculina,
que no cambiaría con las relaciones del pasado, cuando fingía que conseguía
realizarme como el hombre y la mujer en las relaciones.
-Quien, como usted, ha renegado de su pasado no es muy amado en la comunidad
LGBT. ¿Cómo vive la relación con el mundo que frecuentaba?
-Me han puesto en la lista negra. Me
amenazan y tachan de homófobo, pero
no habría resistido con ellos: es
un mundo de mentiras, que exteriormente se muestra alegre y dentro está
lleno de rabia y de tristeza. La
mayoría de los actos homófobos y de los insultos contra las personas con mi
tendencia provienen de personas que tienen heridas como la mía, que gritan
y vociferan porque son frágiles.
»Los activistas te aplauden cuando hablas, pero eres
mirado sólo por tu sexualidad, como si fueras un animal o un individuo de
serie B que
tiene que tener derechos especiales. Por esto digo que somos los peores
enemigos de nosotros mismos. En la Iglesia, en cambio, he encontrado por
primera vez a alguien
que me ha acogido como persona, teniendo en cuenta todo lo que es Philippe.
Vivir según la Iglesia y ser felices
-Usted sostiene en sus encuentros que la homosexualidad se está propagando,
¿por qué?
-La identidad es cada vez más frágil. Se propaga porque el hombre y la
mujer, también los que viven juntos, a menudo no reconocen la belleza de la
diferencia y ya no se encuentran.No
saben por qué se casan, están juntos pero están a la vez solos, viven
la relación de manera egoísta y no entran en comunión. Queda solo el
sentimiento, hasta lo que éste dure. ¿Por
qué los dos sexos se sienten tan lejanos y ajenos el uno del otro?
»Creo que cuando se corta el vínculo con Dios todo se convierte en nuestro
enemigo y entonces también la sospecha se insinúa entre el hombre y la
mujer. En cambio, las
personas deberían casarse para ayudarse mutuamente a volver a Quien las ha
creado: dónde
no llega el hombre, llega la mujer. De lo contrario queda sólo la posesión
que divide. Y todo esto daña a los hijos. Si no partimos de esta conciencia,
nunca resolveremos el problema. Si jugamos la partida en otros campos, ya la
hemos perdido.
-¿A qué se refiere?
-La ministra francesa de Justicia, Christiane Taubira, madre de la ley sobre
los matrimonios gais, empezó diciendo que había que distinguir entre
matrimonio heterosexual y homosexual. Esto es una mentira terminológica que
no se ajusta a la realidad y que no debemos aceptar. Hay que decir que no
existe la heterosexualidad, existen sólo el hombre y la mujer, distintos y
complementarios.
»Además, no se debe excluir del debate la cuestión homosexual en sí misma.
Si se está propagando es responsabilidad de cada uno de nosotros entender
qué es y de dónde viene, haciendo comprender a todos a qué nos enfrentamos.
Por el mismo motivo siempre digo que no
es suficiente hacer un discurso cuyo punto de partida sea el derecho de los
niños, pero en el que se omite y tolera con indiferencia las relaciones
homosexuales.
Sólo entendiendo el sufrimiento que de ello se deriva y el hecho de que se
trata de una amistad ambigua, incapaz de amor,
se comprende que el único álveo de crecimiento para un niño es la familia
con madre y padre.
»Incluso
en las parejas del mismo sexo más estables, donde se busca el respeto, no
hay felicidad.
Conozco algunas y a menudo son precisamente ellas las que me entienden.
Durante una conferencia, un hombre que tenía una convivencia estable desde
hacía 20 años me dijo: «¡Qué razón tienes!». Otras se preguntan: «¿Pero qué
vida estamos viviendo?». Si uno entiende esto ya
no puede decir: «Pobres, dejémosles que vivan como quieran» y
pasar por caritativos como sucede hoy.
-¿Qué pasará con los niños que han crecido en una “nueva” familia?
-Si el niño no aprende la belleza de la diferencia, no será capaz de amar. Una
sociedad que finge que exalta las diferencias, pero después las trata como
una amenaza, está
educando a una generación que no sabrá acoger al otro. Vivimos en un mundo
que se niega a mirar de frente a la realidad, con sus contradicciones y sus
límites, como el de la sexualidad, hoy percibido como un peligro. Esta
deformación de la realidad humana está conduciendo a un colapso
antropológico. Y cuanto
más avancemos en este sentido, más crecerán las formas de soledad, neurosis
y violencia.
-¿Qué se puede hacer?
-Como he dicho, respetar la realidad e intentar volver a entender su
finalidad. En lo que a mí respecta, digo que Cristo, su verdad y la Iglesia
son la vía para amar, ser amado y servir.