5 Retos en la educación de las hijas
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LaFamilia.info08.03.2013
La virtud en femenino
Hombres y mujeres tienen diferentes necesidades educativas, pues cada uno en
su naturaleza lleva marcadas unas características propias. Si los padres
comprenden estas diferencias, podrán focalizarse en aquellos puntos
neurálgicos que cada sexo demanda. Esta vez hablaremos de los retos que se
tienen en la educación de las hijas mujeres, aprovechando la celebración de
su Día, el 8 de marzo.
En cuanto a la educación afectiva de las hijas mujeres, se debe tener
especial atención en los siguientes:
1. Autoestima y seguridad
La naturaleza femenina lleva marcada la necesidad de vigorizar el
autoconcepto y la seguridad en sí misma, de ahí que la mujer solicite la
aceptación de los otros y algunas veces reclame más atención de lo que
conviene. Hay que trabajar por lo tanto en el amor propio para que ellas se
acepten tal como son, y así evitar que caigan en situaciones desfavorables
como desórdenes alimenticios, adicciones, entre otros; y le hagan frente al
bombardeo publicitario al que son sometidas desde muy pequeñas, lo que puede
reforzar aún más sus inseguridades.
No olvidemos que un proceso educativo exitoso es aquel que comienza a
aplicarse de manera preventiva, por eso la autoestima debe ser prioridad
desde la niñez en la formación de las niñas. Un buen trabajo en la infancia,
hará que la adolescencia sea llevada dentro de los parámetros normales.
2. Vanidad y belleza
Si hay algo que determina la identidad femenina, es la belleza y la
sensibilidad hacia lo estético. La mujer es bella en sí misma, por eso,
estos dos aspectos no han ser catalogados como “buenos” o “malos”, lo
importante es encontrar el punto medio entre el cultivo de la belleza física
y la espiritual.
Asimismo, los padres deben transmitir a sus hijas -desde niñas-, la idea que
la belleza interior prima sobre toda estética externa. Quien no es feliz, no
irradia belleza. Por eso se debe reforzar la enseñanza de valores y virtudes
como contra respuesta a las falsas fuentes de felicidad.
3. Delicadeza y manejo del cuerpo
La coquetería es un arma estupenda exclusiva de la mujer, pero cuando pasa a
ser insinuación ya hablamos a otras instancias… Insinuarse con las miradas,
con los gestos, con el vestido, con las palabras, no son adecuadas ni
propias de su feminidad. “Hay que enseñarle a la hija a prevenir una
coquetería excesiva, que le lleve a pretender llamar la atención todo el
día... Pero no debemos quedarnos sólo en eso: hay que llegar al fondo y
demostrarle que ser mujer es un don, un privilegio, y que ella puede y debe
desarrollar su talento y genio femenino, pues los tiene en abundancia.” *Del
artículo “Femineidad: Mujercitas” publicado en Encuentra.
4. Habilidades sociales
La sensibilidad de la mujer puede ser un punto a su favor, pero al mismo
tiempo puede ser su "talón de aquiles", en especial en las relaciones
interpersonales. Es clave enseñarles a tener buenas amistades, a superar las
situaciones, a evitar ser el centro de atención y dramatizar las emociones,
a no cultivar sentimientos negativos y en cambio, reforzar el perdón, la
empatía, la comprensión.
5. Amar la maternidad
Es una tarea que pertenece a la madre. Incentivar en su hija el amor por la
maternidad, tan esquiva en este momento donde priman otros intereses
-formación académica, competitividad laboral, prestigio, independencia
económica, culto al cuerpo, etc.- ayudan a que ella tome conciencia del
regalo tan grande que implica el hecho de poder engendrar vida.
La virtud en femenino
Sheila Morataya-Fleishman 06.06.2008
La responsabilidad, el amor y la sencillez de corazón, son virtudes
aprendidas con el ejemplo que das cada día como mujer que desempeña los más
diversos roles, entre ellos, el de madre.
Enseñarles a ser mujeres de una pieza, íntegras, maduras, con un corazón
limpio que pueda amar generosamente a los demás, es lo que como madres
deberíamos de anhelar transmitir a nuestras hijas. La humildad, el amor y la
sencillez de corazón no pueden ser mejor aprendidas que del ejemplo que tu
das cada día como mujer que desempeña los más diversos roles, entre ellos el
de madre.
Ser laboriosas, sin actitudes maliciosas y justas en el trato, son
cualidades que estoy segura quieres heredar a tus hijas. La disciplina, el
orden, la perseverancia y responsabilidad son grandes surcos que tienes que
formar en la educación de las mismas.
Debes pensar que esas niñas que hoy están creciendo, necesitan llegar a la
vida adulta aprendiendo a vivir las virtudes humanas. ¿Qué clase de amiga
serán si no les enseñas tú lo que es la sinceridad? ¿Quieres formar mujeres
llenas de entereza, sólidas, firmes, alegres y sin miedo al esfuerzo e
incompatibles con la frivolidad? ¿O prefieres tener hijas que no saben tomar
decisiones, que se asustan ante el esfuerzo y van por la vida como tantos
mediocres?
Es el momento de reflexionar seriamente sobre la manera en la que estás
enseñando a tus pequeñas a ser virtuosas, buenas, nobles, humanas y
responsables para la gran tarea de su vocación humana.
Virtudes, ¡virtudes! Cómo necesitamos mujeres valientes en nuestros días.
Que pongan por alto en actos concretos la fuerza que proviene del amor.
Pero, ¿Qué son las virtudes humanas? Y ¿cómo sacan de ti lo mejor que tienes
para dar a los otros?
Santo Tomás de Aquino define la palabra virtud como un “acto operativo
bueno”, es decir, que persona-mujer virtuosa, es aquella que siempre busca
orientarse al bien y en todo lo que hace busca hacerse el bien para los
demás.
El acto de repetir una y otra vez algo, como por ejemplo, poner los zapatos
en su lugar cada vez que te los quitas, o poner en su lugar el cepillo de
dientes en el mismo sitio que estaba antes de usarlo, le llamamos hábitos.
La palabra hábito es la palabra moderna que se utiliza para definir lo que
es la virtud. Y ¿cómo hacemos que nuestras hijas adquieran estas
virtudes-hábitos en la medida en que van creciendo? Muy sencillo, repitiendo
una y otra vez aquel “bien” que deseamos desarrollar en el carácter de
nuestra hija. ¿Le costará? Por supuesto que sí, ya que estás desarrollando
ejercicios de fuerza en la inteligencia y la voluntad.
Exigencia y Comprensión
“La caridad es paciente……y prudente”.
Pero para poder repetir actos tan sencillos como son:
arreglar la cama al levantarse
poner la toalla en su lugar después de bañarse
recoger los juguetes después de jugar
colocar el abrigo donde debe de estar
colocar los platos en la lavadora después de comer
hacer la tarea a la misma hora siempre...
Hace falta que haya alguien que exija, hasta convertir las rutinarias
repeticiones en virtudes humanas, que le darán reciedumbre al carácter de
tus hijas y harán su personalidad resplandeciente como lo son los colores
del arco iris en el cielo.
Tú das el ejemplo
“La virtud es un valor que se ha hecho vida en nosotros”. ¿La vives tú?
¿Es posible llegar a tener hijos responsables, sinceros, ordenados y justos
si no ven en nosotros el esfuerzo por alcanzar la virtud humana? Es buen
momento amiga mía para que examines con sinceridad y valentía, cómo estás
viviendo las virtudes en tu vida. ¿Qué tan ordenada eres?, ¿terminas siempre
aquellas cosas que comienzas?, ¿se puede decir que tus hijas ven en ti un
constante ejemplo de superación personal? ¿Luchas cada jornada por mejorar
en aquellas áreas donde necesitas hacerlo? De tal palo tal astilla, sabemos
que dice el dicho. Pues tu mejor que yo sabes, que tus hijas no podrán nunca
dar aquello que no han recibido, aquello que no tienen.
Imagina por un momento a la madre del Redentor, María. Trata de visualizarla
en el cuidado y educación de su hijo Jesús. Mira e imagina en tiempo
presente su casa, la manera en la que estaría ayudando a Jesús a crecer.
También puedes ver como le enseñó a ordenar sus juguetes, a tratar al
prójimo y a poner la mesa. Trata de ver a María con su vestimenta habitual
en casa, su arreglo personal, la expresión de su cara por el cansancio...
¿Cómo le trasmite todo esto a Jesús? ¿Por qué El la admira tanto? ¿Cómo
serían las virtudes humanas de María? ¿Cuánto has aprendido tú de ella?
La vida de la Santísima Virgen María estaba llena de un esfuerzo humano
perseverante, se sabía amada y elegida por Dios, y como mujer de carne y
hueso, tengo la seguridad que luchaba como cualquier otra mujer por enseñar
las virtudes humanas a su amadísimo hijo Jesucristo. Claro está, que el suyo
era un esfuerzo humano elevado a la categoría de lo sobrenatural por la
filiación divina que impregnaba todo su día.
María era la dulce y obediente esclava del amor. En ella encontrarás las
enseñanzas que necesitas para enseñar a tus hijas a vivir el amor. El amor
que siempre estará ordenado al bien tuyo, de ellas y de todos los hombres de
la tierra.