Las luchas de poder en familia
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Mª Ángeles Pérez y Francisco Javier Rodríguez
10.11.2008
Uno de los principios que los adultos han de aplicar a diario para ser
mejores padres es no involucrarse en luchas de poder en las que normalmente
nadie sale victorioso.
Una lucha de poder se produce cuando alguien cree que ha perdido autoridad y
quiere recuperar la sensación de control. Los niños plantean luchas de poder
cuando no se les permite tomar decisiones y ponerlas en práctica con sus
propios recursos.
Hay que considerar que las luchas de poder son inevitables porque partimos
de la base de que la relación entre padres e hijos no es una relación de
igualdad, sino jerarquizada. Los padres son adultos que sirven como modelos
de los hijos y estos necesitan de esos modelos. Los hijos tienen gran
capacidad de aprendizaje pero muchas veces les falta el sentido común para
afrontar situaciones de la vida diaria. En estos casos, son los padres los
que deben poner límites a la libertad individual para protegerlos.
Además, cuando un padre no tiene autoridad, el hijo la adquiere y llega a
disponerla y usarla. Y lo que es peor, si en la casa no hay autoridad, el
hijo intenta encontrarla fuera de ella y de ahí que busquen líderes
individuales que no siempre ejercen una influencia positiva en los hijos
porque se refugia en su grupo y lo sigue de forma gregaria.
Una lucha de poder viene a ser un conflicto. No debemos temer a que
aparezcan los conflictos porque así nos permite superarlos. Lo importante es
aprender a enfrentarse a ellos para poder encontrar una solución correcta.
Desde el punto de vista del padre, es importante que una lucha de poder o
conflicto no se plantee como algo personal donde tiene que haber un ganador
y un perdedor. Lo que hace falta es controlar la situación para que las dos
partes en conflicto ganen y, por extensión, la familia completa.
Características de las luchas de poder
La lucha de poder suele convertirse en una reacción, por ambas partes, de
necesidad irracional de controlar al otro. Trae como consecuencia
sentimientos negativos y es difícil llegar a soluciones satisfactorias para
ambas partes.
Una lucha de poder genera otras luchas porque produce sentimientos de
impotencia y de pérdida de control. Las luchas de poder no se producen
siempre sobre un tema concreto, el motivo es la falta de poder.
Las luchas de poder pueden ser conflictos menores o acabar en malos tratos
físicos. Se hacen habituales en las relaciones familiares y en casos
extremos pueden producir abusos, depresión o serias disfunciones en el clima
familiar.
Reynold Bean en "Cómo ser mejores padres" plantea las siguientes
características:
Como nadie gana una lucha de poder, el objetivo es no perderla, lo cual hace
que las partes enfrentadas sigan indefinidamente.
En una lucha de poder, ambas partes tienen la vaga sensación de estar
realizando un esfuerzo inútil, pero se niegan a abandonar. Se desarrollan
sentimientos muy negativos.
Los padres que están inmersos en una lucha de poder observan en los hijos
una característica que no les gusta de sí mismos y desean cambiarla.
Los padres suelen plantear luchas de poder con los hijos que presentan
rasgos parecidos y donde los adultos se ven reflejados. Por tanto, se suele
transmitir al hijo que tiene un carácter similar al adulto. Esta situación
la puede evitar el adulto siendo sincero y reconociendo lo que no le gusta
de sí mismo.
La pérdida de control
Existe una relación clara entre la tendencia a controlar todo y los asuntos
que no incumben al adulto. La necesidad de controlar asuntos que no son de
la competencia del adulto, está en proporción directa con la sensación de
pérdida de control sobre las vidas de los hijos.
En la etapa de la adolescencia suele producirse esta situación; al
adolescente se le suele privar de su propia responsabilidad y esta situación
suele repetirse desde la más temprana edad.
Estas situaciones se producen cuando el hijo, el adolescente, no hace lo que
los padres esperan que haga. Esto activa la necesidad por parte del adulto
de controlar.
Cuando los hijos aprenden a tener el control, significa que crecen en
armonía porque controlan su vida y por tanto sus decisiones. Se trata de un
proceso natural e inevitable. Los padres inseguros temen que sus hijos se
vuelvan más autónomos e independientes.
Hay dos factores que complican la obtención de control por parte de los
hijos. Uno consiste en que el proceso es irregular. Sufre retrocesos,
acelerones. El segundo factor es que el aumento de las cotas de
independencia produce ansiedad en ambas partes debido a la ambigüedad y a
los cambios imprevistos.
La solución está en planificar el proceso de crecimiento y negociar los
cambios sería más fácil si el proceso de madurez fuera más predecible.
Luchas de poder se producen por...
A todos nos gustaría tener más control sobre nuestros actos y vidas del que
tenemos. Este grado de control es difícil de conseguir por lo que en cierta
forma es lógico sentir cierta frustración. Esta sensación debemos superarla
y esto es muestra de madurez. Cuando no lo conseguimos (como cuando un padre
llega a casa con mal humor por haber tenido problemas en el trabajo) pagamos
con el resto de la familia, sobre todo con quien no obedece.
De esta forma, la solución está (por parte de los padres) en encontrar vías
que permitan a cada uno resolver sus necesidades. Estos padres son guías y
modelos para sus hijos.
Otro motivo importante que origina luchas de poder es la rivalidad por la
autoridad en el clima familiar. Algunos padres son conscientes de que la
pérdida de autoridad es inevitable y por eso viven tranquilos y no entran en
luchas de poder con sus hijos.
El grado de autoridad que tengan los padres depende, sobretodo, de cómo
utilizan el poder que tienen sobre los hijos, y eso les permite aumentarla,
recuperarla o perderla. Esta autoridad de los padres es eficaz cuando se
cumplen las siguientes condiciones:
Existe consenso entre los padres.
Se ejerce de modo participativo y se sabe llegar a acuerdos.
Se persigue como fin la educación de los hijos y su autonomía.
La autoridad es coherente con la conducta de los propios padres.
La autoridad se apoya en valores y normas estables.
La autoridad se traduce en hechos.
La no consecución de alguna de estas condiciones puede acarrear crisis de
autoridad como padres. La mejor fórmula es ejercer una autoridad positiva
desde que los hijos son pequeños. Si esto último no lo cumplimos todavía
estamos a tiempo porque cuanto antes se cambie y se mejore, tanto mejor. En
definitiva, para seguir teniendo autoridad o empezar a ganarla, es preciso
practicar día a día con decisiones correctas, justas y útiles.
Estamos inmersos en una lucha de poder cuando...
Un padre intenta evitar una determinada situación con su hijo.
Siempre hay que recurrir al castigo físico para conseguir lo que se
pretende.
El padre se enfada o se deprime cuando el niño está cerca.
La solución de una lucha de poder está en...
No es lo mismo resolver y detener una lucha de poder que evitar que se
produzca. De forma rápida podemos tener en cuenta los siguientes principios
en caso de que nos veamos envueltos en una lucha de poder:
Haga preguntas en lugar de dar órdenes. La reacción de la persona ante una
orden es de ofrecer resistencia. Por el contrario ante una pregunta se
reacciona con el análisis y la evaluación. La pregunta genera ambigüedad y
al niño le cuesta reaccionar ante ella, se desconcierta y es más fácil
conseguir los objetivos del adulto. Las preguntas deben incluir un qué,
cómo, cuándo o dónde. Se debe evitar el por qué debido a que resulta
complicado explicar el motivo por el que hacemos las cosas.
Tenga un lugar donde "esconderse" cuando se desencadene una lucha de poder.
Por supuesto no hay que abusar de esta medida. Se debe utilizar únicamente
en ocasiones especiales. Sobre todo cuando el adulto siente sentimientos de
frustración, enfado, resentimiento..., es fácil no tratar al niño de manera
racional y justa. Retirarse a tiempo a un lugar seguro de la casa crea una
situación ambigua a la que se tiene que enfrentar el niño. Es claro que
cuando el padre es capaz de irse de una discusión, es señal de que controla
sus sentimientos. Los niños no desearán que los adultos les controlen pero
sí que estos últimos se controlen a sí mismos.
Proporcione a su hijo más de una opción para elegir. De esta manera, el
adulto consigue más poder. Esta situación hace que el niño no se sienta
impotente porque, en definitiva, puede elegir. Se consigue que el niño
admita que lo que el padre quiere que haga es razonable, entonces hay que
dar al niño la posibilidad de decidir cómo, cuándo y dónde debe realizar la
tarea. Algunos ejemplos son: "¿quieres hacerlo ahora o más tarde?", "¿cómo
piensas hacerlo?", "¿quieres bañarte ahora o dentro de 10 minutos?",
"¿quieres utilizar la aspiradora o la escoba para limpiar la habitación?",
etc.
La persona a quien usted tiene que controlar es a sí mismo, no a su hijo.
Los padres cometen un grave error y es que tienen que controlar a sus hijos.
Los padres que no saben controlarse a sí mismos no pueden controlar a sus
hijos. No es verdad que los padres son capaces de controlarse por el hecho
de ser padres.
Cuando entramos en una lucha de poder no tenemos control sobre nosotros
mismos y las emociones salen a la superficie. En estas condiciones, los
adultos se comportan como si fueran dueños de la situación cuando en
realidad no lo son. Cuando se pierde el control significa que ya no se
ofrecen opciones. Nadie es perfecto y cometemos errores por muy adultos que
seamos.
Es contraproducente sentirse culpable por un sentimiento de incapacidad para
resolver los conflictos. Suprimir constantemente las emociones no ayuda a
los hijos a resolver sus conflictos. Los niños aprenden mucho observando las
debilidades de sus padres.
Soltar una carcajada en mitad de una lucha de poder consigue pararla. Esto
resulta práctico cuando todo lo demás ha fracasado. Cuando entramos en una
lucha de poder no la debemos tomar demasiado en serio, porque resultará más
difícil resolverla. No se trata de reírse del otro sino reírse de la
situación de tensión que genera una lucha de poder. Una lucha de poder
absorbe todos los sentimientos positivos por lo que ofrecer una risa en un
momento de máxima tensión puede ayudar a rebajar tensión, eliminar
resistencia y acercar posturas.
Bibliografía y webs consultadas
Aumentar, recuperar o perder autoridad ante nuestro hijo
José María Lahoz García
www.solohijos.com
"Cómo ser mejores padres"
Reynold Bean
Círculo de lectores
Respeto y autoridad
Pablo Pascual Sorribas
www.solohijos.com