El niño marginado por el grupo
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Bernabé Tierno13.04.2009
vea también: Viollencia en las aulas
A un niño poco sociable, más bien tímido y que tiende al aislamiento, se le
ha venido considerando casi siempre como un niño «educado, obediente y
bueno». Pero al llegar a la escuela donde necesariamente tiene que afrontar
los primeros contactos sociales, adaptarse a un nuevo ambiente y a personas
desconocidas, el niño «bueno» presenta reacciones de pánico y de rechazo al
contacto social, a cuanto signifique dejar el refugio del hogar.
Si los padres educadores no actuamos a tiempo, con serenidad pero con
firmeza, y enseñamos al pequeño las destrezas sociales necesarias, el
aislamiento y la marginación inicial no tardarán tiempo en hacerse crónicos.
Evitar el aislamiento
Si a un niño se le priva de relacionarse con los demás durante los
seis-siete primeros años de la vida, es la propia familia quien está
propiciando de manera directa la marginación de su propio hijo por el grupo,
por las siguientes razones:
El niño aprende las destrezas sociales en la realidad con la práctica del
contacto diario con otros niños. El hogar cerrado que aísla al niño del
entorno en que vive durante la infancia impide de manera directa el
aprendizaje social.
El niño va creciendo pero teme a los demás y también a lo desconocido por su
falta de experiencia y ante el temor a no caer bien, a no saber cómo
comportarse ante los otros niños por desconocer sus reacciones, 0pta siempre
por replegarse en sí mismo y seguir viviendo aislado y en solitario.
Los demás niños caen en la cuenta de que el otro compañero solitario no se
acerca a ellos y lo consideran extraño y distinto. No se fían de él y le
marginan, le cierran las puertas a la integración. Además lo encuentran un
niño soso y asustadizo que considera que los demás niños son malos porque
son activos y traviesos.
Como consecuencia de todo ello, ese niño retenido en casa físicamente y
súper protegido, no tardará en convertir en algo crónico la inseguridad que
siente ante otros niños autónomos y acostumbrados a afrontar por sí mismos
ciertas dificultades, incidentes y problemas.
Consecuencias de la sobreprotección
Las experiencias vividas como persona capaz de comunicarse y de responder
adecuadamente a los demás ante sus ataques son escasas o nulas en estos
niños que, por una parte, desearían saber integrarse con los demás y
sentirse aceptados, pero por otra temen y odian a ese grupo fuerte que no le
acepta, porque él mismo es quien se margina al no haber aprendido las
destrezas sociales que hacen posible la integración en el grupo.
La sobreprotección que algunos padres ejercen sobre sus hijos desde la más
tierna infancia y que se manifiesta sobre todo en resolverles todo tipo de
problemas y apartarlos de cualquier dificultad, unida a la permanente
atención sobre ellos y a darles todos los caprichos, contribuye a hacer
crónica la dependencia más absoluta del niño y a impedir el logro de la
autonomía suficiente y de la seguridad en sí mismo para relacionarse con los
demás e irrumpir con entidad y fuerza propia en el grupo social.
La integración social
Todo niño marginado por el grupo lo es en la medida en que no se ha llevado
a cabo de manera gradual la integración social por haber quedado afectado
alguno de los siguientes factores:
Aceptación familiar del niño tal como es, permitiendo el desarrollo de su
propia individualidad.
Buen nivel de participación en las actividades propias de los sujetos de su
misma edad, tanto en la escuela como en el barrio donde vive y juega.
Alto nivel de participación en actividades de ocio, diversión y tiempo
libre.
Criterio propio, capacidad de autodeterminación y cierta autonomía personal
e independencia.
Vemos pues que, para ayudar a un niño marginado, el primer paso que han de
dar los padres y educadores es determinar claramente qué aspectos de la
integración están fallando.
En realidad no es posible abordar la integración social del niño y
adolescente como un todo. Así, por ejemplo, las exigencias de la situación
escolar no son las mismas que las del medio familiar o las del grupo de
amigos o las del joven que empieza en un medio laboral o universitario, y
las habilidades o destrezas sociales de la relación interpersonal serán
también distintas a seguir. Hay situaciones que requieren competencias
específicas.
Hay sujetos (niños o adultos) que no disponen de las destrezas precisas para
integrarse en determinados ambientes. Otros sujetos sólo logran una
adaptación aceptable en ambientes que les proporcionan condiciones
claramente facilitadoras de su realización personal, en grupos muy
reducidos.
Pautas a seguir
Si analizamos los requisitos necesarios para que se dé la integración,
observaremos que han de ser equivalentes al conjunto de habilidades que
permitirán al niño un comportamiento acorde con la norma, con la manera de
proceder de la mayoría. En consecuencia, si deseamos lograr que el niño se
integre en un determinado ambiente es imprescindible:
Para prevenir:
Determina, describe y analiza cuáles son los comportamientos que en ese
medio social, en concreto, se precisan para comportarse con normalidad.
De entre los comportamientos seleccionados y descritos, evalúa cuáles son
los que el niño ha aprendido y utilizado y cuáles no.
Enséñale aquellas habilidades que aún no ha aprendido y que estimas como
necesarias para que se sienta aceptado e integrado en un determinado medio
social.
Para integrarlo:
Entrénalo para que aprenda a estar relajado y tranquilo un rato junto a
niños que no le rechacen demasiado.
Enséñale a descubrir el punto flaco de cualquier niño y a que tu hijo
reconozca y alabe públicamente alguna destreza o virtud de ese chico.
Que aprenda a mantener la calma y la tranquilidad ante los primeros
desprecios e insultos y a permanecer junto a los demás demostrándoles que no
les teme.
Premia y refuerza los comportamientos de acercamiento al grupo y alaba cada
día la conducta de tu hijo en este sentido.
En unas cuantas semanas, con tu ayuda eficaz, la técnica adecuada y la
actitud de esfuerzo, tu hijo habrá logrado integrarse en el grupo.