LORETO, SANTUARIO DEL TRABAJO SANTIFICADO
Además, se ofrece otra de las enseñanzas de la Santa Casa.
Dijo el Papa Juan XXIII durante su peregrinación a Loreto: "De la vida oculta de Jesús sabemos muy poco; pero acerca del trabajo de esos treinta años conocemos cuanto basta. Sobre el ejemplo de Jesús, veinte siglos de cristianismo han ayudado al hombre a reconocerse en su integridad, elevándolo a la conciencia de su dignidad". Con la caída de nuestros primeros padres, el trabajo se había convertido en signo de maldición. Dios le dijo al hombre: "Con el sudor de tu frente comerás el pan" (Gen. 3, 19). En la casa de Nazareth el trabajo se convierte en signo de redención y de santificación, ejercitado por el mismo Hijo de Dios, por María y por José. Los trabajadores, mirando a la Sagrada Familia, comprenden su misión en el mundo, que tiende a prolongar en la historia la creación de Dios.
Aquellos que no tienen trabajo invocan a la Sagrada Familia para obtenerlo con la ayuda divina.
Que todos invoquen sobre todo a San José obrero, patrono de los trabajadores.
Oración a San José trabajador
Oh San José, custodio de Jesús, esposo castísimo de María, que has pasado la vida en el cumplimiento perfecto del deber, sustentando con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazareth, ¡protege propicio a quienes se vuelven confiados a ti! Tú conoces sus aspiraciones, sus angustias, sus esperanzas, y ellos a ti recurren porque saben encontrar en ti quien les comprenda y proteja. Tú también has experimentado la prueba, la fatiga, el cansancio, pero sin embargo, en medio de las preocupaciones de la vida material, tu ánimo, colmado de la más profunda paz, exulta de gozo inenarrable por la intimidad con el Hijo de Dios, a ti confiado, y con María, su dulcísima madre. Comprenderán tus protegidos que no están solos en su trabajo y sepan descubrir a Jesús a su lado acogerlo con la gracia y custodiarlo fielmente, como tú lo has hecho. Y obtén que en cada familia, en cada oficina, en cada laboratorio, doquiera el cristiano trabaja, todo sea santificado en la caridad, en la paciencia, en la justicia, en la búsqueda de hacer el bien, a fin de que desciendan abundantes los dones de la celestial predilección. (Juan XXIII)