CELEBRAR A MARÍA Y CON MARÍA en el mes de diciembre
Escrito por Autores varios
Observacor de la Actualidad 909
Diciembre, el mes de las blancas manos intercesoras -
La más grande santidad
- ¡Qué Madre magnífica nos ha tocado! -
María, bajo tu amparo nos
acogemos...
Diciembre, el mes de las blancas manos intercesoras
Pero..., ¿qué no debe ser en mayo el Mes de María?
En diciembre no sólo se celebra a nivel universal la fiesta de la Inmaculada
Concepción de María (día 8), sino que a nivel americano -y de manera
incomparable en México- se conmemoran las apariciones de la Virgen en su
advocación de Guadalupe (día 12). Sólo dos fiestas, pues, y sin embargo la
liturgia repite en este mes muchas veces los mismos y escasos textos del
Evangelio referentes a Santa María; ¿por qué?
Responde el seglar católico Bruno Moreno Ramos en su blog Espada de Doble
Filo: «El verdadero tiempo dedicado a la Virgen en la Iglesia es el Adviento
y no el mes de mayo. La devoción del mes de mayo es algo estupendo, por
supuesto, pero litúrgicamente el Adviento es el tiempo de la Virgen, porque
es el tiempo de la espera del Mesías, junto con Nuestra Señora, que Lo
esperaba con la fe y también físicamente, al estar embarazada. La advocación
propia de este tiempo es la ‘Virgen de la O', que hace referencia a una
serie de antífonas de la liturgia de Adviento, que empiezan por O (Oh,
Enmanuel...., Oh, Llave de David..., etc.)».
LAS FIESTAS DECEMBRINAS
Por otro lado, como recoge el sitio católico de las Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y María, corazones.org, contando cada una de las
advocaciones y fiestas regionales de la Virgen, en realidad hay una fiesta
mariana no sólo para cada día de diciembre sino para cada día del año. Ésta
es la lista decembrina:
+ Día 1, Nuestra Señora de Ratisbona, Bavaria (Alemania).
+ Día 2, Nuestra Señora de Didinia, Capadocia (Turquía).
+ Día 3, Nuestra Señora de Filermo( Malta); y Nuestra Señora de la Victoria,
Paris (Francia).
+ Día 4, Nuestra Señora la Chappelle, Abbeville (Francia).
+ Día 5, Nuestra Señora del Colegio Jesuita, Roma (Italia).
+ Día 6, Nuestra Señora de Seez (Italia), advocación desde el siglo V.
+ Día 7, Nuestra Señora de Paris (Francia).
+ Día 8, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen
María. Fiesta universal.
+ Día 9, Nuestra Señora de la Concepción, Nápoles, (Italia).
+ Día 10, Nuestra Señora de Loreto (Italia).
+ Día 11, Nuestra Señora de los Angeles, París (Francia).
+ Día12, Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de México y de toda América.
+ Día 13, Nuestra Señora de la Santa Capilla, Paris (Francia).
+ Día 14, Nuestra Señora de Alba Royale, (Hungría).
+ Día 15, Nuestra Señora las Fuerzas Armadas.
+ Día 16, Nuestra Señora del Bueno o Feliz Parto, San Agustín, Florida
(Estados Unidos).
+ Día 17 Nuestra Señora de Amiens (Francia).
+ Día 18, Dedicación de Nuestra Señora de Marsella por San Lázaro (Francia).
+ Día 19, Nuestra Señora de Toledo (España), advocación desde el año 657.
+ Día 20, Nuestra Señora de Molene, (Francia), desd el siglo XI.
+ Día 21, Nuestra Señora de San Acheul, Amiens (Francia).
+ Día 22, Nuestra Señora de Chartres, Madre de la Juventud (Francia).
+ Día 23, Nuestra Señora de Ardilliers (Francia).
+ Día 24, Nupciales de Nuestra Señora y San José.
+ Día 25, Nacimiento de Nuestro Jesucristo.
+ Día 26, Nuestra Señora de Acheripita, Rossano (Italia).
+ Día 27, Fiesta de la Sagrada Familia. Institución de los Caballeros de
Nuestra Señora.
+ Día 28, Nuestra Señora de Pontoise (Francia), desde el siglo XII.
+ Día 29, Nuestra Señora de Spire (Alemania), desde el siglo XII.
+ Día 30, Nuestra Señora de Bolonia (Italia), desde el siglo XII.
+ Día 31, Nuestra Señora de Chartres (Francia).
Siempre es un buen tiempo para celebrar a María y con María.
La más grande santidad
Por Benedicto XVI
Entre los santos sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad.
El Evangelio según san Lucas la muestra comprometida en un servicio de
caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» (Lc
1,56) para atenderla durante la fase final del embarazo. Magnificat anima
mea Dominum -«proclama mi alma la grandeza del Señor»- (Lc 1,46), dice con
ocasión de esta visita, y con ello expresa todo el programa de su vida: no
ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien
encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces
el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer
a Dios y no a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del
Señor (cfr. Lc 1,38.48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no
con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la
iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las
promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse
a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe:
«¡Dichosa tú, que has creído!», le dice Isabel (Lc 1,45).
El Magníficat -un retrato de su alma, por decirlo así- está completamente
tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios.
Así se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia
casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la
Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su
palabra nace de la Palabra de Dios. Además, así se pone de manifiesto que
sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer
es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de
Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada. María es, en fin,
una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la
fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no
puede ser más que una mujer que ama...
La vida de los santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también
su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los santos es evidente
que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace
realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María... Los
testimonios de gratitud, que le manifiestan en todos los continentes y en
todas las culturas, son el reconocimiento de aquel amor puro que no se busca
a sí mismo, sino que sencillamente quiere el bien. .. A ella confiamos la
Iglesia, su misión al servicio del amor.
De la encíclica Deus Cáritas est
¡Qué Madre magnífica nos ha tocado!
Hay que recordar más seguido las palabras de Maria Santísima en el Nican
Mopohua
Por Diana R. García B.
¿Por qué la Santísima Virgen María nos ama tanto? La respuesta nos la dio el
Papa Benedicto XVI el 8 de diciembre de 2010 con esta frase: «Ella nos mira
como Dios la miró a ella, humilde muchacha de Nazaret, insignificante a los
ojos del mundo pero elegida y preciosa para Dios». También nosotros somos
preciosos para Dios y amados por Él, y por lo mismo somos preciosos para
María y amados por ella.
LA VOZ DE LOS SANTOS
En la primera mitad del siglo XIX escribió san Juan María Vianney que
«Jesucristo, luego de habernos dado todo aquello que podía darnos, nos hizo
incluso herederos de lo más precioso que tenía, es decir, de su Santa
Madre». Pero mucho antes de eso -en el siglo IV- ya había dicho san Efrén:
«María es la esperanza de aquellos a los que no les queda ninguna».
LA VOZ DE MARÍA
Y es de este modo en que la Madre de Dios se hace presente del 9 al 12 de
diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac.
Nada mejor que repasar de vez en cuando el Nican Mopohua para recordar este
don magnífico recibido de lo Alto a través de san Juan Diego Cuautlatoatzin.
En realidad, Nican Mopohua no es exactamente el título de la narración más
antigua de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, sino las dos primeras
palabras de dicho escrito realizado por el sabio indígena don Antonio
Valeriano, y su traducción es «Aquí se narra».
En el Nican Mopohua todo es hermoso y lleno de poesía, y María es la ternura
misma. ¿Cómo no recordar, por ejemplo, las palabras con que se dirige a Juan
Diego, un adulto hecho y derecho y hasta viudo: «Juantzin, Juan Diegotzin»,
es decir, «Juanito, Juan Dieguito».
Pero la presentación que ella hace de sí misma es tal que es difícil hasta
para los corazones más endurecidos mantenerse indiferentes:
«Sábelo,
que esté así tu corazón,
hijo mío, el más pequeño,
que en verdad soy yo
la en todo siempre doncella,
Santa María,
la madrecita de Él, Dios Verdadero,
Ipalnemohuani (Dador de la vida),
Teyocoyani (Inventor de la gente),
Tloque Nahuaque (Dueño del cerca y del junto),
Ilhuicahua (Dueño de los cielos),
Tlalticpaque (Dueño de la superficie terrestre).
Mucho quiero yo,
mucho así lo deseo
que aquí me levanten
mi casita divina,
donde mostraré,
haré patente,
entregaré a las gentes
todo mi amor;
mi mirada compasiva,
mi ayuda, mi protección.
Porque, en verdad, yo soy
vuestra madrecita compasiva,
tuya y de todos los hombres
que vivís juntos en esta tierra
y también de todas las demás gentes,
las que me amen,
las que me llamen, me busquen,
confíen en mí.
«Allí en verdad oiré
su llanto, su pesar,
así yo enderezaré,
remediaré todas sus varias
necesidades,
sus miserias, sus pesares.
Y para que sea realidad lo que pienso,
lo que es mi mirada compasiva,
ve allá al palacio
del obispo de México.
Y le dirás cómo te envío
para que le muestres
cómo mucho deseo
que aquí se me haga una casa,
se me levante mi casita sagrada
en el llano».
LA ORACIÓN DE UN PASTOR
El 2 de junio de 1996 firmaba el arzobispo de la arquidiócesis de México,
cardenal Norberto Rivera Carrera, una carta sobre María y el acontecimiento
guadalupano, la cual cerraba con una oración que aquí se extracta:
« Nadie puede siquiera llamar a tu Hijo ‘Señor' si no es por el Espíritu
Santo, y por ello, ¡mil gracias, Madre amadísima e Hijita nuestra la más
pequeña! ¡Gracias por este privilegio de poder creer!
«Gracias porque esta fe que nos regalas puede ser al mismo tiempo ciega e
ilustrada. Gracias por habernos dado tantas pruebas de tu venida a nuestro
Tepeyac, y porque ninguna de ellas sea tan evidente que nos despoje del
poder tributarte esa fe filial nuestra; ¡pero gracias también de que sí
podamos ver tu imagen amadísima!...
«Gracias por Juan Diego, a quien nos honramos en reconocer, como a tu
antepasado Abraham, por ‘nuestro verdadero padre en la fe'; gracias por la
fe de él, que deseamos hacer siempre nuestra, tan grande que tú lo
proclamaste ‘tu embajador', en quien absolutamente depositaste tu confianza.
«Gracias por la desconfianza de mi venerado antecesor Zumárraga, que te
brindó ocasión de darnos tus flores y tu imagen... Gracias por esas flores
que hiciste brotar en nuestro suelo, helado y árido entonces, que tan
elocuentes fueron para nuestros padres indios.
«Gracias por el primer milagro con que tú, Salud de los Enfermos,
favoreciste a Juan Bernardino y sigues favoreciendo a todos los enfermos y
afligidos...
«Gracias por haber inspirado a tu hijo Valeriano el legarnos el bellísimo
relato de tu venida a nuestro suelo, tan exquisito y profundo que apenas
ahora empezamos a comprenderlo... Gracias por los siglos que nos han
permitido rendirte nuestro amor en tu ‘casita sagrada' del Tepeyac...
Gracias por las dudas que, siglos después, permitiste surgieran de tu
llegada a nosotros, que nos permitieron corroborar aun más firmemente la
verdad histórica de ese don de tu amor».
María, bajo tu
amparo nos acogemos...
LA GUADALUPANA NO ES UN ADORNO
Por Rebeca Reynaud
La Virgen de Guadalupe en México «no es adorno: es destino», dice Rodolfo
Usigli. Está en todas partes, y el que esté tiene relevancia para el
mexicano. Su presencia indica la importancia que en la vida cotidiana le
concede cada devoto: «En los pechos, resplandeciente en medallas; atenta al
trabajo en talleres y fábricas; amorosa en la cabecera de las camas;
vigilante en los pórticos, las calles, los caminos, los transportes;
providente en los mercados y espacios públicos; compañera en las luchas
cívicas; bautizante en los nombres de los pueblos y habitantes; confidente
en sus bolsillos; bálsamo en sus penas; testigo en sus fechorías» (Fausto
Zerón Medina, Felicidad de México, p. 118s).
Baste recordar su uso «como emblema identificativo de clubes, asociaciones,
grupos musicales, tiendas, restaurantes, carnicerías, cantinas, farmacias,
calles y avenidas, escuelas, sin olvidar los miles de personas y comunidades
que llevan su nombre siempre repetido» (Félix Báez Jorge). En otras
palabras, la Virgen «no se limita a ser la Virgen de Guadalupe... tiene
otros asuntos que tratar en la tierra de México, fuera de los
eclesiásticos... La Guadalupana sale de la iglesia al mundo para quedarse en
él» (Usigli). Por eso la han recibido en los hogares, en los «changarros»,
en las oficinas, en los estacionamientos y en las esquinas de algunas
calles. Está en todas partes y sus beneficios son tangibles: cuando el
gobierno de cualquier ciudad desea evitar que se tire basura en determinado
sitio, se coloca una imagen guadalupana en él y asunto resuelto (José Manuel
Villalpando). La explicación es sencilla: «nada ha demostrado ser más
consolador, unificante y digno del más feroz respeto que la figura de la
Virgen de Guadalupe» (Carlos Fuentes, El espejo enterrado, p. 156).
Nuestro país sobrevive gracias a su tradicionalismo, y es el culto a la
Virgen una de las cadenas que nos atan a ese pasado.
Ignacio Manuel Altamirano escribió: «el día que no se venere a la Virgen del
Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido, no sólo la
nacionalidad mexicana, sino hasta el recuerdo de los moradores del México
actual». Si México llegara a olvidarse de la Virgen de Guadalupe, decía un
escritor francés, México dejaría de ser México para convertirse en otra
cosa.
http://www.mariologia.org
LA ORACIÓN MARIANA MÁS ANTIGUA QUE AÚN SE REZA
Aunque la primera parte del Avemaría es bíblica y, por tanto, constituiría
lo más antiguo que hay en cuanto a oraciones dirigidas a la Santísima Virgen
María, el Avemaría, tal como la rezamos hoy, no quedó bien contituida sino
hasta varios siglos más tarde; anteriormente se rezaba el Avemaría con una
segunda parte bastante diferente de como ahora se hace.
En cambio, hay otra oración mariana antiquísima que se ha mantenido
intocable a lo largo de los siglos, la Sub tuum praesidium, que ya rezaban
los primeros cristianos. Así es en latín:
Sub tuum praesidium
confugimus, Sancta Dei Genitrix.
Nostrasa deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
El lector de seguro la identificará enseguida al leer su traducción:
«Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las
súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de
todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!».