La mujer cristiana, constructora del "nuevo feminismo"
I Conferencia Internacional
“Vida, familia, desarrollo: el papel de las mujeres en la promoción de los
derechos humanos”
Roma, 20-21 marzo 2009
C O N C L U S I O N E S
de Su Eminencia el cardenal Renato Raffaele Martino
Presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”
1. Me toca a mí decir una palabra conclusiva al
final de esta I Conferencia Internacional “Vida, familia, desarrollo: el
papel de las mujeres en la promoción de los derechos humanos”, que ha
contemplado una amplia y apasionada intervención en el debate sobre los
diversos temas propuestos en el programa. De todo esto queremos agradecer al
Señor que nos ha ayudado y guiado, iluminando con Su Espíritu cuanto de
bueno y significativo se ha llevado a cabo en nuestro encuentro. Deseo
expresar mi profunda gratitud a la profesora Olimpia Tarzia, presidenta de
la World Women's Alliance for Life and Family, y a la señora Karen M.
Hurley, presidenta de la World Union of Catholic Women's Organizations, por
haber asociado sus organizaciones a esta Conferencia Internacional promovida
por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”. Trabajar juntos, dentro del
respeto de las recíprocas competencias y funciones, ha sido una forma muy
eficaz y amplia de miras de afrontar los problemas de nuestro tiempo. Mi
gratitud y la vuestra se dirige también a las ponentes que han introducido
magistralmente las diversas sesiones de trabajo. Permitidme que de las
gracias de monseñor Crepaldi, que hace un trabajo precioso entre bambalinas,
a los miembros del Consejo Pontificio y sobre todo a la doctora Flaminia
Giovanelli, que ha gastado tiempo y energías, con mucho amor e incansable
generosidad para el éxito de la Conferencia. Gracias de corazón a los
intérpretes que, con su acostumbrada profesionalidad, nos han permitido
entendernos, dialogar y escucharnos.
2. Dirigimos un particular agradecimiento al Santo Padre Benedicto XVI, que
nos ha hecho sentir su paternidad y proximidad enviándonos un Mensaje de
confianza y esperanza, rico de la sugestiva propuesta de un cristianismo del
SI: del SI a Dios, Padre de toda la humanidad y Creador del hombre y de la
mujer a Su imagen y semejanza; de un cristianismo del SI a la vida, a toda
la vida y a la vida de todos, siempre, sobre todo ante aquella amenazada por
la pobreza extrema, a aquella negada y desfigurada por la violencia y la
guerra, a aquella rechazada con el aborto y la eutanasia, a aquella
manipulada arbitrariamente por las nuevas tecnologías, a aquella mal
comprendida por las esclavitudes viejas y nuevas; de un cristianismo del SI
a la familia fundada sobre el matrimonio por amor, unitivo y fecundo, entre
el hombre y la mujer, cuya diferencia sexual es el reflejo de un Dios que es
caridad creadora en la perfecta relacionalidad de amor entre el Padre, el
Hijo en el Espíritu Santo; un cristianismo del SI a las mujeres y a su genio
capaz de embellecer el difícil camino de la humanidad en la perspectiva,
histórica y cultural, de ese humanismo que Pablo VI describió proféticamente
cuando, en la Populorum progressio, afirmó que debía ser íntegro, solidario
y abierto a Dios; de un cristianismo del SI a la confianza porque, con
realismo y sabiduría, sabe evangelizar la esperanza de la que los hombres y
las mujeres de nuestro tiempo tienen una necesidad extrema, sin detenerse en
posturas desesperadas y paralizadoras que, a final de cuentas, suuponen una
pecaminosa falta de fe en Dios, que es siempre y por siempre Aquel que con
amor providente rige los destinos de la historia; un cristianismo del SI a
la vida, a la persona humana, a la solidaridad y al futuro. Nuestra
conferencia termina con este gozoso y comprometedor deseo: que las mujeres
cristianas elijan ser, con todo su ser, las intérpretes y protagonistas de
este cristianismo del SI. Me parece que este es el camino que hay que
emprender para dar consistencia y forma a este nuevo feminismo que nos ha
solicitado también el Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI.
3. Los retos que tenemos enfrente para llevar a cabo este nuevo feminismo
han sido puestos de manifiesto en los trabajos de nuestra Conferencia. Son
desafíos nacidos y desarrollados dentro del clima de la modernidad y de la
post modernidad, caracterizados en su esencia por los proyectos y las
experiencias, colectivas y generalizadas, comunes a la llamada emancipación
femenina, hoy signo global y marca imborrable de nuestro tiempo, aunque con
manifestaciones muy diversas en las distintas realidades continentales. La
emancipación femenina ha sido y es un evento histórico, marcado por
significados ambivalentes y contrastados, sobre los que debe ejercerse un
discernimiento cristiano constante, paciente, inteligente y sabio, para
sacar lo bueno, para combatir lo malo, para orientar lo incierto: un
discernimiento cristiano inspirado y guiado por un humanismo íntegro y
solidario, firmemente dirigido a hacer avanzar la civilización del amor.
No forma parte del género literario de las conclusiones repetir todo lo que
se ha dicho y debatido en estos dos días. No puedo, con todo, eximirme de
recordar rápidamente algunos ámbitos en los que este discernimiento está
siendo requerido, a día de hoy de forma particular por el carácter de
urgencia que presentan algunos desafíos.
a) El primer ámbito se refiere a la relación entre naturaleza y cultura,
porque sobre esta relación se juega de hecho la cuestión fundamental: qué es
la persona humana, la diferencia sexual, la identidad del matrimonio y de la
familia, etc. Negar la naturaleza, es decir, negar que la persona humana es
ante todo un proyecto querido y realizado por Dios Creador, que no es bueno
subvertir arbitrariamente, es el punto central que hay que tener bien claro.
Cuando se niega la naturaleza, la persona humana ya no es un proyecto, sino
que se convierte inexorablemente en un producto o de la cultura o de la
técnica. En esta perspectiva, no habrá ninguna emancipación auténtica, sino
una deshumanización inexorable. El nuevo feminismo no puede ignorar este
reto. Debe promoverse un feminismo inspirado por una concepción de la
persona, entendida como proyecto de Dios -proyecto que acoger, respetar y
realizar con libertad responsable- y rechazar el feminismo inspirado en una
concepción de la persona entendida como producto del variopinto y cambiante
panorama cultural actual, a menudo expresión de mayorías cambiantes
hábilmente manipuladas. La fe cristiana tiene el poder de inspirar una
visión coherente del mundo y las mujeres cristianas deben abrirse al diálogo
con las otras muchas visiones que compiten por conquistar las mentes y los
corazones de nuestros contemporáneos. El pluralismo es plenamente admisible
y también obligado, cuando es expresión del bien y de la multiplicidad de
recorridos que pueden darse para llevarlo a cabo, o también cuando expresa
la complejidad de las cuestiones sobre las que no puede darse una visión
definitiva. Pero cuando están en juego los principios de la ley moral
natural o la propia dignidad de toda criatura humana, no puede haber
compromiso. Hay cuestiones no negociables que no admiten derogaciones y la
democracia no puede ser un compromiso a la baja, porque en este caso el buen
común se transformaría en el mal menor común.
b) El segundo ámbito que necesita nuestro atento discernimiento, tiene que
ver con las diferencias de contexto, sobre todo de carácter cultural, que
inciden en los proyectos de promoción de la mujer. Los problemas, aunque en
un mundo global, son y siguen siendo locales, y requieren por tanto
aproximaciones diferenciadas y realistas. Con todo, si se debe proponer una
línea estratégica para un nuevo feminismo, alimentado por la fuerza
liberadora del Evangelio, diría que es necesario librarse valientemente de
todos los lastres culturales -esos típicos del subdesarrollo y del
superdesarrollo- que mortifican la dignidad integral de la mujer y de sus
derechos fundamentales como persona, impidiendo su auténtico desarrollo y su
aportación al desarrollo. Los lastres -que hay que denunciar como
estructuras de pecado- son aún muchos, demasiados y todos niegan el proyecto
de Dios. El camino clave para librarnos de ellos es el de invertir de forma
abundante en las mujeres, a través de la educación y la formación. Muchos
obstáculos culturales y socioeconómicos pueden superarse con la formación.
Si no se cultiva el capital humano, disminuye también el capital social y no
funciona el capital económico. Cuando la persona es pobre en formación,
también la sociedad se empobrece y tampoco funcionan los mecanismos
económicos. Evidentemente, este discurso vale para todos los continentes,
desarrollados o en vías de desarrollo, porque cuando se habla de formación
hay que considerar que, para ser auténtica, debe estar integrada en un
humanismo integral y solidario. Como demuestra la actual crisis
económico-financiera, en el centro de la misma se pone de manifiesto un
peligroso déficit de valores morales y religiosos y por tanto de una
formación integral. La respuesta no puede ser sólo técnico-financiera, sino
en primer lugar ética, cultural y religiosa. Ser ricos no coincide con estar
desarrollados íntegramente. No existe por un lado la economía y por otro la
ética o la religión. No existe por un lado la justicia y por otro el amor y
la caridad. No existe la producción por un lado y la distribución por otro.
No existe por un lado la eficiencia y por otro la solidaridad. No existe la
ley natural y por otro lado la ley nueva. Pensar las cosas de esta forma
significa aceptar que el mundo pueda funcionar sin Dios. Si la salvación de
Dios no afecta a todos los planos, al final es expulsada de todos ellos.
Esto no significa que ésta deba invadirlos, sino que su luz garantiza su
propia autonomía y libertad, colocándola en la verdad.
c) El tercer ámbito que deseo tocar, y sobre el que es necesario un profundo
discernimiento, es el de as desigualdades económicas que, de forma
escandalosa, caracterizan a nuestro mundo, aún marcado por fenómenos
dramáticos como el hambre, las enfermedades pandémicas, la extendida
miseria. Es verdad, en estos años se ha hecho mucho camino... pero también
es verdad que queda mucho por hacer. Sin duda, la pobreza extrema hoy se
presenta con el rostro sufriente de las mujeres y los niños. Un escándalo
inaceptable. Si debe proponerse un nuevo feminismo, este no puede no tener
como objetivo un mundo más justo y solidario. Por desgracia en este frente,
a todos los niveles, nacionales e internacionales, se desperdician una
infinidad de palabras llenas de buenos propósitos, sin ir nunca más allá,
como lo demuestran las inciertas políticas de Ayuda Pública al Desarrollo,
reconfirmadas también recientemente en la Conferencia Internacional de Doha
sobre la financiación al desarrollo. El Santo Padre Benedicto XVI, que
dentro de poco nos hará entrega de su primera encíclica social, ha recordado
con fuerza, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, la
improrrogable necesidad “combatir la pobreza para construir la paz”. Cada
día más, me convenzo de que la batalla contra muchas pobrezas del mundo se
vencerá si parte desde abajo, con iniciativas ejemplares, como la
microfinanciación y el microcrédito, que tienen como protagonistas a muchas
mujeres del mundo.
4.No habrá ningún nuevo feminismo sin Dios, sobre todo si no se descubre a
Dios como Amor. Los monjes -dijo el Papa en París- buscando a Dios
encontraron también la clave de las relaciones humanas pues “ninguna
estructuración positiva del mundo puede prevalecer allí donde las almas de
vuelven salvajes”. Sobre esto se funda el “derecho de ciudadanía” -por
retomar las palabras de la Centesimus annus (n. 5) de Juan Pablo II -de la
fe cristiana en la sociedad, el derecho de Dios de no ser “dejado en el
banquillo” ni “dejado de lado”. La creación de Dios es según verdad, porque
Dios es Logos, pero es también según caridad, porque Dios es amor. En la
propia “naturaleza” el hombre lee, por tanto la luz de un diseño de
autenticidad sobre él y también un diseño de amor. Nuestra naturaleza, de
hecho, está hecha al mismo tiempo de inteligencia y de corazón; las
relaciones con los demás no se fundan sólo en conceptos, sino también y
sobre todo, sobre actos de amor mutuo. La sociedad necesita reglas conformes
a la naturaleza humana, pero también necesita relaciones fraternas, de
auténtico amor fraterno. El viejo feminismo se fundaba en el individualismo
egocéntrico y, a menudo, egoísta; el nuevo feminismo debe estar entretejido
de amor por la vida, por la familia, por los demás; un feminismo regulado
por la reina de las virtudes, la caridad. ¡Gracias!