¿Fecundación asistida? La «napro» es un método más
eficaz, económico y «católicamente correcto»
Pero molesta a los lobbies de los probetas
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Rodolfo Casadei / Tempi
Actualizado 4 agosto 2013
Su índice de éxito es doble respecto al de la fecundación asistida por
porcentaje de nacimientos de parejas que siguen los tratamientos, y cuesta
once veces menos, pero es realizada por pocos médicos en todo el mundo, está
boicoteada por los lobbys de la probeta y es ignorada por los sistemas
sanitarios nacionales.
La naprotecnología nació en los Estados Unidos y llegó a Europa hace unos
años, pero sigue enfrentándose al prejuicio que la considera un enfoque
confesional a la medicina, condicionado por dogmas religiosos. Nada más
lejos de la realidad. Es verdad que la práctica de la naprotecnología es
rigurosamente conforme a la bioética católica; pero se ha demostrado que su
enfoque del problema de la esterilidad es científica y clínicamente más
riguroso del que se practica en el ámbito de la fecundación asistida. Y por
esto al final es también más eficaz: lo confirman las estadísticas.
Diferencia entre una y otra
«La diferencia entre la naprotecnología y la fecundación in vitro
consiste en el hecho de que en la primera la cuestión fundamental es el
diagnóstico de las causas de infertilidad, se busca una explicación médica
de porqué una pareja no consigue procrear y, por tanto, se intenta eliminar
el problema y “ajustar” el mecanismo natural, volviendo a darle su armonía»,
explica Phill Boyle, el ginecólogo irlandés que imparte, en una clínica de
Galway, los cursos de formación en naprotecnología para médicos de toda
Europa.
«En el procedimiento in vitro, en cambio, el diagnóstico de las causas no
tiene importancia, los médicos quieren sencillamente “burlar el obstáculo”,
llevando a cabo una fecundación artificial. En la naprotecnología, el
tratamiento resuelve el problema de la pareja, que después puede tener otros
hijos. Sin embargo, con el método in vitro, los cónyuges no se curan y
siguen siendo una pareja estéril, y para tener más niños deberán siempre
confiar en un laboratorio».
«La naprotecnología es la verdadera fecundación asistida», ironiza Raffaella
Pingitore, la ginecóloga más experta en dicho método en el área de lengua
italiana, y que realiza en la clínica Moncucco de Lugano (Suiza). «En el
sentido que asistimos a la concepción desde el principio hasta el fin, es
decir desde la fase de individuación de los marcadores de fecundidad en la
mujer hasta las intervenciones farmacológicas y/o quirúrgicas necesarias
para permitir que la pareja llegue de un modo natural a la concepción».
Conjunto de técnicas diagnósticas
El nombre deriva del inglés “natural procreation technology”,
tecnología de la procreación natural. Más que una tecnología es un conjunto
de técnicas diagnósticas e intervenciones médicas que tienen como objetivo
individuar la causa de la infertilidad y su puntual eliminación. Se empieza
con las tablas del modelo Creighton, que describen el estado de los
biomarcadores de la fecundidad durante todo el ciclo menstrual de la mujer y
que se basan, principalmente, en la observación del estado del flujo
vaginal, realizado por la mujer misma. El pilar que sostiene toda la
naprotecnología es la capacidad de observación de sí misma que tiene la
mujer: para ello, se la forma en la parte inicial del recorrido. Las tablas
correctamente rellenadas, con el estado del flujo vaginal día a día y los
otros datos, son la base de todos los pasos sucesivos. A partir de aquí ya
es posible diagnosticar carencias hormonales, insuficiencias lúteas y otros
problemas que se pueden tratar con la suministración de las hormonas que
faltan. Si la infertilidad persiste, se continúa con el examen detallado del
nivel de las hormonas en la sangre, la ecografía de la ovulación y la
laparoscopia avanzada. Pueden ser necesarias, entonces, intervenciones de
microcirugía de las trompas o de laparoscopia avanzada para extirpar las
partes dañadas por la endometriosis. El resultado final es un porcentaje de
nacidos vivos entre el 50 y el 60 por ciento del total de las parejas que
realizan el tratamiento durante un máximo de dos años (pero la mayor parte
concibe en el primer año), contra una media del 20-30 por ciento que recurre
a los ciclos de fecundación in vitro (en general, seis ciclos).
La negligencia de los médicos
«Una de las cosas que más me escandaliza es la difundida
negligencia en el diagnóstico de las causas de infertilidad», explica
Raffaella Pingitore.
«Hoy, después de unos pocos análisis pragmáticos, se dirige a la mujer a los
centros de fecundación asistida. Hemos llegado al punto que, hace unos años,
la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva declaró la insuficiencia
lútea como inexistente, porque no podía ser diagnosticada “científicamente”.
Pero sí que podemos diagnosticarla implicando a la mujer y pidiéndole que
observe y describa a diario el estado de su flujo vaginal, procedimiento que
nos permite diagnosticar la insuficiencia lútea. Esto para muchos médicos es
impensable: se limitan a una extracción en el vigésimo primer día del ciclo
menstrual para medir el nivel de progesterona. Pero sólo el 20 por ciento de
las pacientes tiene un ciclo perfectamente regular, por lo que el dato
obtenido de la extracción se diagnostica casi siempre como inútil».
«En los Estados Unidos, en Omaha, en el Estado de Nebraska, iban a visitar
al doctor Thomas Hilgers, el verdadero creador de la naprotecnología,
mujeres a las cuales se les había descartado la endometriosis tras una
laparoscopia. Pero realizando una laparoscopia avanzada se descubría que en
el 90 por ciento de los casos la endometriosis sí existía. A mí a menudo me
ha sucedido lo mismo. Una laparoscopia avanzada debería ser una práctica
estándar en los test de esterilidad, pero al tratarse de una intervención
quirúrgica, la hostilidad hacia ella es grande».
Que el hecho de recurrir de manera indiscriminada a la fecundación asistida
es paralelo a la negligencia diagnóstica se deduce también por el elevado
número de pacientes que recurren con éxito a la naprotecnología después de
ciclos fracasados de fecundación in vitro. El doctor Boyle afirma que en los
últimos seis años, en el grupo de pacientes con edad inferior a los 37 años
que ya habían intentado dos ciclos de fecundación asistida, el porcentaje de
las que han concebido gracias al método de procreación natural ha sido del
40 por ciento. Raffaella Pingitore cuenta su experiencia personal: «La
paciente tenía 36 años y deseaba un embarazo desde hacía ocho años; se le
habían realizado en el pasado cinco ciclos de fecundación asistida sin
éxito. Le hice registrar la tabla de los marcadores de fertilidad y
observamos que tenía una fase satisfactoria de flujo fértil, pero unos
niveles hormonales un poco bajos, lo que indicaba una ovulación un poco
defectuosa. También tenía síntomas de endometriosis; le realicé una
laparoscopia, encontré la endometriosis y coagulé los focos de endometriosis
en el útero, ovarios y trompas. La sometí a una terapia para que estuviera
en menopausia durante seis meses: de este modo se secaban bien todos los
focos de endometriosis que tal vez aún quedaban. Tras esta terapia continué
con un fármaco, el Antaxone, con dieta y con el apoyo de la fase lútea con
pequeñas inyecciones de gonadotropina. Esto aumentó el nivel de hormonas y
en el cuarto mes de tratamiento se había alcanzado un flujo muy bueno. En el
decimoséptimo día después de la ovulación realizamos el test de embarazo,
que resultó positivo».
Costes y beneficios
El escrúpulo del profesional éticamente motivado puede más que las
técnicas artificiales. Lo demuestra la anécdota de la doctora Pingitore y lo
demuestran las estadísticas del doctor Boyle. En Irlanda, en el arco de
cuatro años, el ginecólogo curó a 1.072 parejas que deseaban un hijo desde
hacía más de cinco años. La edad media de las mujeres era de 36 años, y casi
un tercio de ellas ya había intentado tener un hijo con la fecundación in
vitro. Tras seis meses de tratamiento naprotecnológico, la eficacia del
método fue del 15,9 por ciento. Tras un año, del 35,5 por ciento; tras un
año y medio, el 48,5 por ciento de las pacientes se había quedado
embarazada. Si el tratamiento duraba dos años, casi el 65 por ciento de las
pacientes se quedaba embarazada.
Sobre una base de pacientes mucho más pequeña, la doctora Pingitore, en el
bienio 2009-2011, obtuvo una media de 47,3 por ciento de embarazos. En los
Estados Unidos (país donde no están vigentes leyes que limitan el número de
embriones fecundados que pueden ser transferidos al útero), los índices de
la fecundación asistida tras seis ciclos son los siguientes: 30-35 por
ciento para mujeres con edad inferior a los 35 años; 25 por ciento para
mujeres entre los 35 y los 37 años; 15-20 por ciento para mujeres entre los
38 y los 40 años; 6-10 por ciento para mujeres con edad superior a los 40
años.
Después tenemos la cuestión, para nada secundaria, de los costes, si bien en
Italia se discute poco sobre ella porque, aparte del copago, el gasto corre
a cargo de la sanidad pública. En tiempos de austeridad y de efectos
deletéreos de la deuda pública, sin embargo, debería también tener un valor
en nuestro país la relación gasto/eficacia. Por tanto, resulta que si
comparamos los costes de dos años de tratamiento naprotecnológico con los
seis ciclos de fecundación asistida, la segunda cuesta once veces más que el
primero. Un único ciclo de fecundación in vitro cuesta alrededor de 3.750
euros, más 1.000 euros de medicación, por lo que seis ciclos costarían
28.500 euros, a los cuales hay que añadir otros 800 para la congelación y el
mantenimiento de los embriones y 1.200 para la transferencia de los mismos,
por un total general de 30.500. En cambio, incluso alargando el tratamiento
naprotecnológico a dos años, los costes son modestos: 300 euros para el
curso de formación en los métodos naturales, 800 para las visitas médicas y
1.500 para los medicamentos, por un total de apenas 2.600 euros.
Probablemente, los parlamentos y los ministros de Sanidad de los países
europeos no son muy sensibles a los temas bioéticos, pero difícilmente
podrán fingir sordera antes las peticiones de verificación de la relación
costes/beneficios entre los dos métodos.
«La naprotecnología está destinada a difundirse, aunque sólo sea por un tema
vinculado a los costes, en los cuales se calculan también los efectos
colaterales de la práctica de la fecundación asistida: no nos olvidemos que
los niños que nacen con esa técnica tiene más probabilidad de malformaciones
y problemas de salud que los que nacen de manera natural», recuerda
Raffaella Pingitore.
«Sin embargo, primero es necesario derrotar al lobby de la procreación
asistida. Es un lobby supermillonario, que enriquece a centenares de
personas y que no dejará fácilmente que se le ponga el bastón entre las
ruedas».