MINIFALDA, TACONES ALTOS Y SER CATÓLICA
Toda mujer expresa algo con su manera de vestir; lo que lleva revela su
carácter. Es necesario tener presente que la imagen exterior tiene algo que
ver con la fe que atestigua. Un comentario de Victoria Fender,
Viena(kath.net/vf)
Escenario 1: Señorita descuidada
Hace poco participé en un encuentro de jóvenes católicos. Estaba
sentada cómodamente en el gras cuando de repente una joven se sentó a mi
lado. Es cierto, no tenía la figura de un modelo: cabello descuidado y atado
desordenadamente como cola de caballo. Llevaba algo que parecía la camisa
deportiva de su papá. Era experta de encubrir y hacer desaparecer todo
indicio de forma femenina de su cuerpo. El borde de la falda negra cubría
los tobillos, medias blancas sobresalían de sus zapatillas y no cubrían sus
piernas sin depilar. Nada de maquillaje. El mensaje: yo soy católica, lo
importante es lo que hay en mi interior. Cuidar el estilo exterior es algo
para paganos superficiales que no han descubierto todavía la luz de la fe y
por eso tienen a ocuparse de las cosas del mundo como por ejemplo de lo
exterior que no tiene importancia.
No me entiendan mal. De ninguna manera quisiera asignar una categoría
arbitraria o condenar a alguien por la forma de su arreglo exterior.
Solamente me puse pensativa en ese momento y un poco triste. ¿Tiene una que
verse desagradable para poder ser católica? ¿Está obligada a dar una
impresión de fealdad? ¿Quién ha propalado este tipo de imagen de las mujeres
católicas?
La persona humana es una unidad de cuerpo y alma
En estos días el catolicismo se tilda frecuentemente como un exagerado
proceder en propalar la un recato exterior, como mojigatería o frigidez.
Realmente los hay que creen que el cuerpo vale menos que el espíritu. Esta
herejía tiene su origen en el filósofo Platón que consideraba al cuerpo como
la cárcel del alma. Estaba defendiendo un dualismo; él pensaba que el cuerpo
no tenía importancia y que el alma era lo esencial. Según eso el cuerpo es
solamente una envoltura, una habitación, un encarcelamiento del alma.
En cambio, Aristóteles, un discípulo de Platón, superó ese dualismo y
reconoció cuerpo y alma como aspectos diferentes sí pero inseparables de la
persona humana propia. Lo uno no puede existir sin lo otro, por eso ambos
son buenos y necesarios, ambos merecen respeto y atención. Esta doctrina de
Aristóteles fue cristianizada unos 1600 años más tarde por Santo Tomás de
Aquino y considerada como correcta de parte de la Iglesia.
La Iglesia no es enemiga del cuerpo
Nuestra fe dice: la persona humana es una unidad de cuerpo y
espíritu, es un cuerpo animado o un alma corporizada y ambos son valiosos y
buenos, porque ambos nos han sido regalados por Dios. El cuerpo es expresión
del alma. Por eso no da lo mismo como se vea el cuerpo porque es mucho más
que la envoltura de lo esencial.
Nos comunicamos por medio de nuestro cuerpo y los demás nos perciben a
través de él. A veces podemos reconocer en los ojos del otro su alma. Por
eso el cuerpo no es algo sin importancia, no hay que rebajarlo, esto sería
una actitud no cristiana.
Nuestra apariencia y nuestros vestidos, también nuestros adornos o la manera
de maquillarse, expresan mucho acerca de nuestra alma. Cuando cuido a mi
cuerpo también cuido a mí alma.
El cuerpo no es una colección de células, es mucho más: es templo del
Espíritu Santo.
Hermosura como acto de amor al prójimo
Es también un acto de amor al prójimo de preocuparse de una apariencia
personal adecuada. La primera impresión no es imborrable pero marca. ¿Quién
no lo encuentra más agradable conversar con una persona que se cuida y se
arregla?.
San Pablo escribe en la primera carta a los Corintios (1 Cor, 7, 34) acerca
de la esposa: "La casada en cambio se preocupa por las cosas del mundo, como
agradar a su esposo". La mujer no puede ser negligente en eso, especialmente
la esposa. Cuando esperamos a una visita importante, entonces nos arreglamos
cuidadosamente. En cambio, para el esposo que debería ser la persona más
importante en este mundo y el gran amor de nuestra vida, después de unos
años ni siquiera nos quitamos la trusa que nos hemos puesto para
el footing.
Testimonio de la fe en cuanto al exterior- un efecto de apostolado
Toda mujer expresa algo con sus vestidos; lo que viste forma parte
de su carácter. Hay que tener presente que su impresión exterior se
relaciona con la fe que atestigua. De esta manera las mujeres católicas son
como un cartel publicitario para el catolicismo. La forma y la apariencia
exterior son una afirmación no verbal, son señal de una cierta actitud, de
una determinada manera de vivir.
El vestido puede revelar si tengo una relación natural con mi cuerpo o si
soy más bien neurótica o negligente al respecto. También deja ver si le
dedicó demasiado tiempo o demasiado poco. Generalmente los extremos no son
convenientes.
La moda
La moda puede crear para las mujeres una situación desagradable.
Especialmente las mujeres jóvenes se sienten perdidas en la jungla de la
moda y prefieren seguir lo que hace la mayoría en lugar de desarrollar su
propio estilo personal. Téngase en cuenta, además, que no todo se ve bien en
todas. No hay nada en contra de atreverse a experimentar y probar cosas
nuevas y con tal que la moda se adecúa a mi persona.
Una debe conocer su cuerpo. Es distinto cuando tengo una figura deportiva
andrógina y por eso con la minifalda puedo mostrar algo más de mis músculos
o si pertenezco a la categoría de los angelitos de baroco cuando un escote
pequeño ya puede tener grandes efectos.
Escena 2: Exposición total
Era un poco antes de las dos de la noche. Delante de una discoteca
del centro de Viena se apretujaban la gente. A mi lado se encontraba una
chica: figura de modelo, piernas larguísimas, cabellera oscura opulenta, muy
guapa. Se había vestido con lo que parecía un soplo de la nada, una
minifalda que más bien se podía considerar como un cinturón y unos tacones
de 14 cm.
Esta chica trataba encubrir su inseguridad por medio de su exterior y
exponía así su cuerpo por motivos egoístas.
Muchas mujeres jóvenes (y también a veces algunas no tan jóvenes) utilizan
su atractivo para avivar su autoestima. Las miradas que se les pegan, les
dan la sensación (por lo menos para esta noche) de ser admiradas y deseadas.
Pero esto es solamente una satisfacción brevísima en lugar de la felicidad a
largo plazo. Porque esto solamente es un éxito momentáneo barato.
Autoestima por ser hijas de Dios.
Como católica debería bastar la razón de ser hija de Dios para
eliminar toda duda respecto en cuanto a si misma. Dios me quiso así como soy
y de Dios viene todo lo hermoso.
No necesito utilizar mi forma femenina para darme más importancia sino puedo
con todo equilibrio cuidar de mi imagen exterior por amor al prójimo y
quizás especialmente por amor a mi esposo
El vestido como protección de la intimidad.
También puedo abusar de mi cuerpo revelando sus partes íntimas para
lograr unos efectos breves y baratos. El pudor no tiene nada que ver con
rechazo sino tiene que ver con la intimidad, la interioridad, intimidad que
se regala solamente a una persona especial (como mujer al esposo). Quien no
tiene acceso a su vida interior no tiene sensibilidad y nunca se dará cuenta
el daño hace en el propio corazón una intimidad entregada sin pensar. Pero
también el despreocuparse o el simple envolver del cuerpo es de esta manera
una falta de respeto porque al mismo tiempo me despreocupo de mi alma o le
pongo una simple envoltura.
Por si acaso: hoy día encontré a la niña de la minifalda con uno de mis
amigos. Ha cambiado increíblemente porque se viste de una manera muy
elegante, juguetona y coqueta a la vez. Lo hace por amor a su amigo al que
no le gustaba que estuviera expuesta "toda la carnicería" a la mirada de
otros hombres.