MANUAL PARA MATRIMONIOS GUÍA: ANEXOS QUE EXPLICAN LA ENSEÑANZA Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CAÓLICA
EL
MATRIMONIO REALIDAD HUMANA E INSTITUCIÓN SOCIAL
ELEMENTOS ANTROPOLÓGICOS QUE CONSTITUYEN EL MATRIMONIO
SACRAMENTALIDAD DEL MATRIMONIO
LA FAMILIA, COMUNIDAD
ECLESIAL
CITAS DEL PAPA JUAN PABLO II A LAS FAMILIAS
REGULACIÓN DE LA FERTILIDAD.
LA IGLESIA RECOMIENDA LA ENSEÑANZA DE LOS
MÉTODOS NATURALES
METODOS ANTICONCEPTIVOS
DISCUSIÓN MORAL SOBRE LA REGULACIÓN DE LA FERTILIDAD
Al principio -La primera pareja
El amor, fuente fundamental del
matrimonio
El Amor implica voluntad y decisión de iniciar un proceso de crecimiento
y entrega mutua, con la conciencia de que existen fortalezas y
debilidades; virtudes y defectos mutuos; aceptándolos y considerándolos
como un camino de superación.
El ser humano está llamado a vivir en la Verdad y en el Amor, y éste se
realiza mediante la entrega sincera del sí mismo. Un matrimonio crecerá
en el Amor, tendrá la capacidad de trabajar, convivir y crecer en
armonía, cuando existe coincidencia en que la persona es un ser único,
libre y comunitario con características, cualidades e historia que
condicionan toda su existencia. Un amor no es verdadero cuando mata la
vida, es decir, cuando impide el crecimiento, aplasta y ahoga al ser. El
Amor verdadero es el que exige desinteresadamente a la vida ajena para
que, siendo ella cada vez más ella misma, llegue a la mayor plenitud
posible. Es un Amor que sirve al desarrollo del tú, que contribuye a que
el otro llegue a ser persona, a que sea él mismo, original y que alcance
así la mayor plenitud posible.
Cualidades del Amor verdadero
1.
Acogimiento y aceptación
El amor verdadero regala al tú una aceptación y un acogimiento radical y
total. Es necesario evitar cualquier tipo de identificación superficial
entre Amor y sentimiento, entre Amor y simpatía. Puede ser que el otro
no me simpatice, pero no por eso le voy a negar la acogida fundamental,
radical y total de su persona. Porque no se trata de mi sensibilidad,
sino de la vida y del bien del otro. Y a ese tú yo le tengo que regalar,
en primer lugar, la aceptación radical y total de su persona, el
acogimiento de su ser, que es original y distinto de mí. El tú es una
persona que tiene todo el derecho de sentir, pensar y opinar de una
forma diferente de la mía. Para que exista en el tú una seguridad
existencial básica, hay que regalarle esa acogida. La seguridad
existencial que desarrolle el otro es fruto de la experiencia de saberse
aceptado radicalmente, aún cuando parezca que no lo merece.
2.
Agradecimiento y alegría de su existencia
¡Qué bueno que existes, que estés ahí, que vivas! Alegrémonos
profundamente por la existencia del tú, tal cual es hoy, porque es una
manifestación de la acogida de su vida.
3.- Es paciente
El amor cultiva una actitud paciente para sobreponerse a situaciones que
en sí mismas no deberían ocurrir. Una cualidad del Amor verdadero es una
paciencia pedagógica, que es la capacidad de afrontar, con la mayor
serenidad posible, situaciones en que el otro no actúa como debiera. El
Amor siempre educa y corrige.
4.-Es comprensivo
El Amor verdadero tiene la capacidad de comprender y ubicar los diversos
fenómenos de la existencia, en los momentos adecuados, para no exigir en
cualquier momento cualquier cosa. Hay que saber qué se puede esperar y
qué no se puede exigir. Comprensión es la capacidad de comprender al tú
y lo que hace, ubicando lo que dice y hace, y cómo lo dice y cómo lo
hace, en la etapa concreta que está atravesando.
5.- Es respetuoso y misericordioso
Esta cualidad del Amor verdadero es fundamental, porque es en el
matriminio, por su cercanía, por su bi-unidad, donde muchas veces se
experimenta no sólo lo brillante del otro, sino también la parte menos
buena del otro. Y la tentación es faltarle el respeto. Por eso se habla
de un respeto misericordioso, porque a pesar de todo, y no porque uno no
lo sepa o porque no lo vea, regala su respeto. El respeto misericordioso
despierta el mismo sentimiento en el otro y comienza a movilizar en su
interior lo más noble. El regalo del respeto misericordioso, con plena
conciencia de las miserias que él o ella tiene, desemboca en el Amor
enaltecedor.
6.-Es enaltecedor
El Amor verdadero proyecta siempre al otro hacia lo mejor de su persona,
hacia arriba. Siempre cree en lo bueno que hay en él y lo bueno que está
por desarrollarse, confirmando permanentemente su dignidad.
EL MATRIMONIO REALIDAD HUMANA
E INSTITUCIÓN SOCIAL25
El matrimonio es una realidad social compleja. Para comprenderlo
adecuadamente hay que tener en cuenta distintos aspectos: personal,
institucional, económico, social, religioso. Directamente intervienen en
él y lo realizan dos personas: hombre y mujer. Por ello su dimensión
fundamental es la antropología. Pero al mismo tiempo en cuanto hecho
social está sometido al influjo de la cultura. En efecto, la unión del
hombre y la mujer acontece siempre en una sociedad determinada y en ella
influyen precisos factores socio-culturales. Por ello, es importante
detenerse en ambos aspectos: el dato antropológico y el dato
socio-cultural.
EL VALOR HUMANO DEL MATRIMONIO
El matrimonio es, ante todo, una realidad humana y terrena, que por
tanto ha de quedar integrada en el sentido total del ser humano. Implica
directamente a la persona en su relación con un tú; es encuentro, unión
y comunión de personas; está fundado en el amor como decisión y
compromiso mutuo. Necesariamente la reflexión sobre el matrimonio ha de
partir de la antropología. En este sentido la reflexión parte del
misterio de la persona, señalando las notas que la caracterizan, para
llegar a la concepción del matrimonio comunión de personas. Se trata de
una comunidad de vida y amor.
Este es su centro: el amor manifiesta la naturaleza del matrimonio.
Desde esta perspectiva señalemos los elementos antropológicos que
determinan y constituyen el matrimonio.
1. Del misterio de la persona al
misterio del matrimonio
Por persona entendemos la individualidad del hombre, aquello que le
especifica, y al mismo tiempo, le diferencia de otros seres, aquello que
constituye el fundamento de su dignidad y sus derechos. Afirmar la
dimensión personal del hombre y la mujer es afirmar, ante todo su
subjetividad.
La persona es una realidad consistente en sí misma; es el núcleo central
de toda realidad. Es el centro y fundamento de los actos del individuo.
Ser persona es ser “yo” y es también, un mi, el mi de la expresión “yo
soy un mi mismo”. Soy una realidad que me es propia.
Alguien es persona no sólo porque pueda decir YO SOY MI MISMO, sino en
definitiva, porque pueda decir YO SOY MIO.
Pero hay que advertir que no sería posible entender lo que es una
persona humana si no se tiene en cuenta una distinción esencial. En la
estructura de la persona hay que distinguir personalidad y personeidad.
Personalidad expresa el carácter de la persona en un sentido operativo:
por obra de sus propias acciones, el hombre va cobrando una figura
psicológica y moral. La personalidad implica, pues un proceso; es algo
que se adquiere y a lo que se llega. En cambio personeidad significa el
carácter de la persona en un sentido constitutivo; se refiere a la
estructura de su propia realidad. Es, pues, algo de lo que se parte.
Mientras la personalidad se adquiere y se tiene, la personeidad se es
desde el instante de la concepción.
Las notas que configuran el misterio de la persona son las siguientes:
Totalidad y unidad del ser.
La persona es una unidad totalizante de cuerpo y alma, que se explica
por una concepción integral. Es espíritu encarnado.
Identidad y singularidad:
La persona es una esencia irreductible a cualquier realidad. Cada
persona es alguien, concreto, original e insustituible. Es única
irrepetible e intransferible.
Auto posesión y autoconciencia:
Mientras la naturaleza pertenece a la persona, esta no puede pertenecer
a nadie. Es capaz de pertenecerse, poseerse y comunicarse. La persona
sabe que existe, se conoce, es capaz de reflexionar, relacionar y
percibir su condición humana y la de los otros seres.
Libertad y responsabilidad.
Si la persona se auto-posee es capaz de autodeterminación y decisión; es
dueña de sus actos y de su destino; es libre. Y desde la libertad puede
proyectar su futuro y realizarse. La persona tiene una estructura de
libertad y ésta la caracteriza toda la existencia humana. En realidad la
libertad es, ante todo, la entrega del sujeto a sí mismo.
Relación y apertura. La
persona es singular y también relacional; tiene una estructura de
interioridad e intimidad, también de apertura. Es una realidad abierta.
Trascendencia:
La dimensión relacional de la persona expresa la tendencia constitutiva
a salir de sí misma y entrar en relación con un tú. Se expresa así su
sentido trascendente. En realidad, el fundamento de la persona reside en
la relación que tiene con el TU de DIOS creador. Es una relación de tal
naturaleza que sobre ella se realiza el hacerse persona y el ser
persona. En efecto todo nuestro ser personal consiste en la respuesta
amorosa a ese TÚ.
Su condición trascendente es la relación creadora de llamada y respuesta
que parte de Dios, aunque se explicite siempre en la relación yo-tú
humana en todas sus variedades y mediaciones.
Todos estos aspectos intervienen en el matrimonio y lo constituyen como
una realidad plenamente humana. El matrimonio es una realidad
interpersonal, una comunidad de personas. Si la persona es unidad y
totalidad, en el matrimonio debe valorarse y aceptarse al otro en su
totalidad, sin reducirlo. El matrimonio debe basarse en la aceptación de
la mutua intimidad y originalidad, en el descubrimiento y reconocimiento
de toda la riqueza y el misterio de las personas.
Si la persona es auto-posesión y autoconciencia, el matrimonio se
comprende como la entrega de la propia personalidad poseída, como el
compromiso consciente y responsable de donación en el amor. Si la
persona está constituida por la libertad, el matrimonio como realidad
interpersonal hay que entenderlo como decisión libre y comprometida
frente a sí mismo, frente al otro y frente a los otros, y además con la
convicción de que este compromiso de libertad que surge de la libertad
humana es tarea y riesgo. Y, si la persona es una realidad trascendente,
capaz de entablar una relación válida con el tú de Dios, es en el ámbito
del diálogo, de la llamada-respuesta de Dios, donde se sitúa la realidad
humana del matrimonio.
2 Manifestación del amor humano
El matrimonio, como vengo subrayando, es la unión de un hombre y una
mujer, que tiene un carácter permanente y exclusivo; se funda en las
características de ambos como personas y como seres de distintos sexos
que tienden a compartir plenamente toda su vida. Constituye, pues una
comunidad de vida y amor (GS 48), una unión o comunión de personas.
La unión que sustenta el matrimonio, es aquella en que las personas se dan con una donación plena; fundada en las mismas personas conscientes de las obligaciones que impone. Se trata de una donación recíproca, que puede ser duradera y fecunda.
Esta donación está basada en un profundo amor personal. Esta representa
el elemento más nuclear y específico del matrimonio. Como veremos, la
afirmación del amor conyugal como elemento decisivo en el matrimonio,
constituye una de las orientaciones más importantes de la cultura
actual. En realidad el matrimonio nace de un indisoluble pacto de amor
entre los esposos, y está destinado a constituir entre ellos la más alta
comunidad de seres que se conoce. Realmente en el amor encuentra el
matrimonio su ley fundamental. El matrimonio no es engaño de la
naturaleza, ni fruto de la casualidad, ni producto de fuerzas naturales
inconscientes.
Los hombres no se casan sólo para convivir, ni para realizar un estado
social y económico, ni para legitimar ante la sociedad el ejercicio de
la actividad sexual. Se casan porque se aman y en el amor se entregan.
El amor hace descubrir el verdadero sentido de la persona. Permite al
hombre ser él mismo y lo capacita para superar el aislamiento y la
soledad, pues en el amor se da la paradoja de dos seres que se
convierten en uno y no obstante, siguen siendo dos. Como dice San
Agustín: “todos viven de su amor, hacia el bien o hacia el mal” Contra
Faustum.
Para Ortega, el amor es “un acto centrífugo del alma que va hacia el
objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración,
uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente su ser”. Ortega insiste en
que el carácter esencial del amor, es hallarse psíquicamente en
movimiento, en ruta hacia un objeto.
No se ama en serie de instantes súbitos; más bien se está amando lo
amado de continuo. El amor es como un fluido que, como el agua de la
fuente, mana en continuidad. No es, pues, un disparo, sino una emanación
continuada, no son un golpe único, sino una corriente.
Todas las interpretaciones del amor subrayan de manera unánime este
aspecto. Santo Tomás, por ejemplo, dice que lo que el amante está
queriendo cuando quiere es que el amado exista, que viva simplemente.
Igualmente Marcel afirma: amar a una persona es decirle “tú no morirás”.
Amar es fundamentalmente dar. Pero el significado de dar no es
renunciar, privarse de algo sacrificarse; no tiene tampoco un carácter
mercantil, por el que se estaría dispuesto a dar sólo a cambio de
recibir, ni se refiere simplemente a la esfera de las cosas materiales.
Una persona da a otra lo más noble y precioso que posee, dándose a sí
misma: interés, alegría, dando lo que
está vivo de ella. Al dar su vida enriquece al otro. Porque dar implica
hacer de la otra persona un dador, y así ambos comparten, en el gozo, lo
que juntos han creado.
Además de dar el amor implica otros elementos comunes a todas las formas
de amar.
El CUIDADO.
Es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de la persona que
amamos. El amor es hacer crecer. Se ama aquello por lo que se trabaja y
se trabaja por lo que se ama.
LA RESPONSABILIDAD.
Es la respuesta voluntaria a las necesidades de otro ser humano. El amor
comprende que la vida del prójimo no es sólo un asunto del prójimo, sino
también un asunto propio. La persona que ama responde.
Julián Farías señala como elemento principal del amor el
DEJAR SER. Es la raíz de lo
que Fromm llama RESPETO, que
consiste en la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener
conciencia de su individualidad única y preocuparse para que crezca se
desarrolle tal cual es.
EL CONOCIMIENTO.
Este penetra en la intimidad de la persona y es capaz entonces de
percibir sus preocupaciones y necesidades, sus sentimientos y deseos,
sus temores y gozos. En realidad el amor es el camino más penetrante y
eficaz del conocimiento. Trasciende el pensamiento y las palabras.
Todo nos lleva a detenernos en
el amor conyugal, centro de la vida del matrimonio, que es
manifestación del amor humano y está configurado por las siguientes
características:
Es un amor personal.
Va de persona a persona, y lo amado conyugalmente es la persona. Se ama
al otro como persona y en cuanto persona. El amor conyugal es personal.
Está sostenido por el respeto y la veneración al amado, y pierde su
fuerza y vigor en la medida en que disminuyen estas actitudes.
Es un amor libre.
Nacido del encuentro gratuito entre dos personas, que implica la
voluntad y decisión. Amar a alguien no es solamente un sentimiento
poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa. Si el amor
no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa de
amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer. El
amor es esencialmente un acto de la voluntad, implica la decisión de
dedicar toda la vida a la otra persona.
Es un amor total.
Abarca a toda la persona y es un acto de toda la persona.
Es un amor heterosexual.
Participa de la condición del encuentro heterosexual, y en él confluyen
también los rasgos que definen a dicho encuentro. Como dice M. Vidal, el
amor de la pareja es el rescoldo siempre vivo del encuentro enamorado
Es un amor fiel.
La fidelidad está, en realidad incluida en el mismo carácter de
totalidad y de decisión voluntaria. Por una parte, requiere el sentido
exclusivo de entrega al otro, y por otra parte, implica la fidelidad en
el tiempo. El para siempre, es un elemento constitutivo del amor
conyugal.
Es un amor fecundo.
El amor conyugal se abre a los otros, tiene un sentimiento creativo y
constructivo de comunión. Todo amor entraña en su mismo ser la llamada y
exigencia a la fecundidad. Dios ha creado a los seres humanos a su
imagen y semejanza; y los bendijo para que en la entrega mutua de sí
mismos participaran de su amor creado. Dios crea al hombre e
inmediatamente lo asocia a su obra creadora. Con su amor cooperan los
esposos en el amor del Creador. El amor conyugal no se agota, en modo
alguno, en la pareja. Está llamado a prolongarse y a expandirse; a
suscitar nuevas vidas. Sin duda los hijos constituyen el fruto más
excelente del amor fecundo de los esposos y pueden contribuir a
acrecentar dicho amor.
ELEMENTOS ANTROPOLÓGICOS QUE CONSTITUYEN EL MATRIMONIO26
Desde la reflexión anterior podemos llegar a fijar la atención en los
datos positivos que aporta la antropología sobre la realidad humana del
matrimonio.
El matrimonio es una forma especial de relación instaurada en la vida
del hombre. Es inicio y fuente de una relacionalidad nueva que se
instituye a partir del compromiso en el amor y del comienzo de la vida
matrimonial. Es en el matrimonio donde tiene lugar la plena comunión
sexual entre el hombre y la mujer. El centro del matrimonio está
constituido por el amor interpersonal. El matrimonio supone el amor y al
mismo tiempo lo expresa y lo realiza.
El amor se hace explícito a través del consentimiento, que se ha
considerado siempre un elemento esencial del matrimonio. Es el
reconocimiento y aceptación total del otro; es la radicalización del
amor.
La aceptación incondicional del otro se manifiesta en la fidelidad y en
la fidelidad el amor se hace duradero, se renueva y se mantiene, se
garantiza el bien de los hijos. Es además la auténtica realización de la
libertad como pareja en el amor. En el compromiso de fidelidad, hombre y
mujer descubren el sentido del amor y la entrega mutua.
Elemento constitutivo del matrimonio es también la procreación. Se le
considera desde el amor, desde la relación interpersonal o desde la
sexualidad. Es al mismo tiempo, fruto del amor conyugal. La procreación
y educación de los hijos están íntimamente unidas a su ser y a su
realidad más propia.
Finalmente el amor conyugal reclama la institución. Pide el
reconocimiento público para expresar todo su valor y consistencia.
INTRODUCCIÓN
El matrimonio surge de la misma naturaleza humana. Ha existido como
institución desde los comienzos de la humanidad. El matrimonio cristiano
es, por sí mismo, principio o causa de la gracia conferida por Dios.
LOS FUNDAMENTOS DE LA SACRAMENTALIDAD
1) El testimonio de la Biblia
El AT refería el matrimonio a una realidad sagrada: la alianza de Dios
con su pueblo. La aceptación y la alianza entre hombre y mujer se
convierten en imagen y semejanza de la alianza de Dios con el hombre.
Por ello el matrimonio es la expresión del amor y la fidelidad de Dios.
Ese pacto de Dios con los hombres encuentra su realización definitiva en
Jesucristo. Jesucristo es la alianza de Dios con los hombres, hecha
persona. Es el esposo del pueblo de Dios de la nueva alianza Mc 2,19; a
través de él resuena la invitación definitiva al banquete de bodas en el
Reino de Dios Mc 22,2 ss. El matrimonio está implicado de manera
fundamental en la obra salvadora de Jesucristo.
De todos modos, en el NT tienen importancia especial dos textos de San
Pablo: 1Co 7 y Ef 5,22 que inserta el matrimonio en la economía
salvífica. Esto es un gran
misterio-mysterion y yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Como la
traducción latina de la Biblia interpretaba el concepto griego de
mysterion como sacramentum, ha sido normal en la tradición posterior
emplear este pasaje dándole una interpretación sacramental.
Por lo tanto el matrimonio es una de las formas mediante las cuales se
actualizan el amor y la fidelidad de Dios que se revelaron en
Jesucristo. El amor entre hombre y mujer, es más bien un signo
actualizante del amor y la fidelidad de Dios. En el misterio creativo
del hombre y la mujer se hace presente el misterio de la alianza entre
Cristo y la Iglesia. La dimensión de
creación del matrimonio se convierte de una manera nueva en dimensión de
salvación.
2) Naturaleza y significado del matrimonio como sacramento
La sacramentalidad expresa el poder sobrenatural que acompaña a
determinadas acciones humanas, el modo singular con el que la gracia
divina actúa a través de realidades naturales, incorporándolas a un
orden nuevo. Es, más bien un poder que penetra estas sustancias o
acciones, por el cual se convierten en instrumentos de la acción de
Cristo y producen efectos divinos. En relación al matrimonio, la
sacramentalidad es también una fuerza sobrenatural que penetra y
vivifica los elementos naturales del matrimonio, elevándolos al orden
sobrenatural. Hace referencia a la particular configuración ontológica
del matrimonio entre el hombre y la mujer bautizados, por cuanto el
bautismo es la puerta de los demás sacramentos.
En cuanto al matrimonio, el bautismo constituye la causa de que el
matrimonio sea sacramento. El cristiano puede contraer matrimonio
sacramental porque por el bautismo está en Cristo; por el bautismo,
hombre y mujer se insertan en la alianza esponsal de Cristo con la
Iglesia inserción que se confirma en el Sacramento de la Confirmación.
Por esta inserción, la comunidad íntima de vida y amor conyugal es
elevada y asumida en la caridad esponsal de Cristo y es enriquecida por
su fuerza salvadora (FC13).
No es, pues, simplemente la expresión del consentimiento, sino el hecho
de que ha sido dado por personas bautizadas, lo que efectúa el
sacramento. Por eso, si el bautismo hace que la persona entre en una
nueva relación con Dios, el matrimonio hace que hombre y mujer entren en
una nueva relación humana, una relación que está afectada por la
relación que ya tienen con Dios.
Desde esta perspectiva, la sacramentalidad del matrimonio significa,
ante todo, que esa realidad humana que es el matrimonio, es también
signo y expresión de otra realidad más profunda y misteriosa, que es el
encuentro del hombre con Dios. En el matrimonio se hace presente en la
comunión de los esposos, haciéndoles partícipes de su gracia. La
comunidad conyugal no es solamente una realidad sociológico-jurídica,
sino además es fuente de santificación para los esposos. Dios se halla
presente en su unión, en el centro de su mutuo amor.
El amor de Dios es una imagen viva del amor de esposos que une a Cristo
con su Iglesia. Es
decir no sólo simboliza, sino que produce en ellos ese misterio
incomparable de amor. Es pues un signo eficaz que contiene realmente
este amor y lo comunica a los esposos. Con su sí, los esposos se dan
mutuamente su amor humano. Pero en realidad, éste constituye el
instrumento para darse recíprocamente el amor sobrenatural que une a
Cristo con la Iglesia y a la Iglesia con Cristo.
3) Renovación de la teología del matrimonio
Como ha sucedido con otras realidades humanas, el camino de la teología
del matrimonio ha sido largo y difícil. Durante mucho tiempo ha estado
estancada y casi paralizada entre la trama jurídica, objetivista y
ontológica. El Concilio Vaticano II y los recientes documentos del
magisterio de la Iglesia muestran caminos de renovación que
necesariamente hay que emprender. En esta tarea renovadora es importante
fijar la atención en la dimensión antropológica, cristológica, eclesial
y escatológica del sacramento del matrimonio, para llegar a una
comprensión cristiana más rica y a una mayor profundización teológica.
Dimensión antropológica
En la teología del matrimonio hay que partir de la realidad humana:
Ningún sacramento es tan radicalmente humano como el matrimonio. El
sacramento asume totalmente la realidad humana: cuerpo, espíritu, amor,
sexo, compromiso y fidelidad.
El matrimonio parte de la experiencia propia del ser humano, que
descubre su misterio de persona y penetra en el misterio de la relación
personal y trascendente, abriéndose a una nueva realización de comunión.
El matrimonio es la manifestación de un amor humano sin reservas; en el
amor se hace caridad y el eros, sin perder nada de su fuerza natural, se
hace ágape, expresión de un amor orientado esencialmente hacia Dios.
Dimensión cristológica
El matrimonio cristiano que expresa la historia de un amor esponsal que
comienza en la creación, alcanza en Cristo su suprema realización. En
Cristo se encuentra la cima del amor de Dios por el hombre y se
actualiza en el amor matrimonial. En Cristo también se actualiza de
manera definitiva la alianza de amor entre Dios y los hombres. El amor y
fidelidad matrimonial de los que están en Cristo por la fe y el
bautismo, se ven abarcados, sostenidos y perfeccionados por el amor y la
fidelidad de Dios.
El amor esponsal de Dios en Cristo se convierte en parámetro del amor
entre los esposos. La
dimensión cristológica hace del matrimonio cristiano un signo de la
unión amorosa y salvadora de Dios con los hombres. Por eso el matrimonio
cristiano es reflejo de la historia del amor de Cristo a la Iglesia y de
la historia esponsal de Dios con su pueblo.
Dimensión eclesial
El matrimonio sacramento es la iglesia. El amor y la fidelidad de Dios
se hacen presentes en la historia gracias al amor y la fidelidad
existentes entre los cristianos. De ese modo la Iglesia es el sacramento
global de Cristo, como Cristo es el sacramento de Dios. La íntima
relación existente entre matrimonio e Iglesia asume su expresión más
patente en el mismo acto de la celebración del matrimonio
Por su misma naturaleza el matrimonio no constituye un asunto privado
sino algo público y eclesial. En este sentido es importante celebrar el
matrimonio en presencia y con la participación activa de la comunidad.
El matrimonio es signo, actualización y representación jurídica de la
Iglesia, porque es un acontecimiento privilegiado para la manifestación
y edificación de la Iglesia. El matrimonio está llamado a representar a
la Iglesia; pero lo realiza cuando es celebrado en la fe y es realmente
acontecimiento de amor.
Dimensión escatológica
Finalmente, la interrelación iglesia-sacramento se refiere a su vez a
algo que va más allá de sí misma. La Iglesia es signo e instrumento
sacramental, anticipación simbólica de la reunión y reconciliación final
y de la paz escatológica entre los pueblos.
El matrimonio es signo de esperanza escatológica. Signo del amor
esponsal de Cristo y de la comunidad de los salvados, es también signo
de los tiempos nuevos y de las realidades últimas.
El ambiente festivo de una boda es símbolo de la alegría y plenitud de
toda la realidad al final de los tiempos. (Mc 2,19ss Mt 22,1-14).
La dimensión escatológica del matrimonio nos manifiesta que el amor de
los esposos no se agota en la tierra, está llamado a crecer, pero en su
apariencia terrena está llamado a desaparecer. Lo absoluto y definitivo
es el Reino de Dios. Ha de crecer dinámicamente y, en cuanto amor
querido por Dios, seguirá siendo tal amor en la plenitud del ágape
divino.
2. LA FAMILIA, COMUNIDAD
ECLESIAL
La reflexión cristiana sobre el matrimonio ha sido extensa. Sin embargo
la teología no ha dedicado el mismo interés a la familia. De hecho ha
tardado mucho tiempo en centrar la reflexión explícitamente sobre la
realidad familiar. Llama la atención que en el debate actual sobre la
familia apenas se tengan en cuenta el fundamento y las razones
evangélicas.
Durante mucho tiempo la reflexión teológica sobre la familia y la
Iglesia se ha desarrollado siguiendo líneas paralelas. Es decir, no se
ha intentado una confrontación sobre estos dos espacios de la
experiencia y de la vida cristiana, no se ha profundizado en su
vinculación, en sus relaciones e implicaciones.
Queremos reflexionar sobre la aportación de la fe y de la tradición y de
la tradición cristiana para llegar a descubrir el proyecto cristiano de
la familia, así como su misión y funciones.
Ciertamente la familia cristiana no es diferente a las demás familias.
Lo propio de la familia cristiana no está en lo sustantivo (familia),
sino en el adjetivo. Es decir, la diferencia radica en ser una comunidad
creyente y eclesial. En la familia cristiana hay una opción de fe que
orienta el discernimiento de los modelos y el compromiso por los valores
humanos y evangélicos. En este sentido se ha afirmado que más que hablar
de familia cristiana habría que hablar de vivir en cristiano la familia.
Desde la iluminación bíblica y la perspectiva de los recientes
documentos de la iglesia vamos a intentar reflexionar en el proyecto que
nos llega desde el evangelio, y, a profundizar en la relación
familia-Iglesia.
1) Un proyecto de familia desde la fe
El Concilio vaticano II y especialmente la exhortación apostólica de
Juan Pablo II “Familiaris Consortio”, ponen las bases para un
redescubrimiento de la identidad y misión de la familia cristiana. Ambos
documentos miran al designio de Dios y a la iglesia primitiva. En ella,
la relación familia-Iglesia se sentía y vivía íntimamente.
El proyecto cristiano de la familia tiene que confrontarse
necesariamente con el Evangelio. El proyecto ha de mirar también a la
iglesia primitiva, en la que la casa familiar era el lugar de maduración
de la fe, de la catequesis y la oración.
1.1 La familia desde el Evangelio
En el tiempo de Jesús, la familia israelita está organizada según el
modelo de la familia patriarcal. Se designa con la expresión “casa del
padre” y, en ella el padre gobierna como señor absoluto. Es el eje sobre
el que gira toda la vida y el funcionamiento del grupo familiar. Reúne
en sí mismo toda la potestad para mandar o prohibir. Su autoridad abarca
toda la vida de la familia y su dominio es absoluto y despótico. Por
otra parte la continuidad del clan familiar se consideraba tan
importante que el tener hijos era una obligación sagrada.
Evidentemente este modelo es muy distinto del modelo actual. Pero
conviene tenerlo en cuenta porque las enseñanzas de Jesús hay que
situarlas y leerlas a la luz del contexto social de aquel tiempo.
Dos son las categorías en torno a las cuales podemos enmarcar la
enseñanza evangélica sobre la familia: el seguimiento y el Reino de
Dios. El seguimiento expresa la relación fundamental del creyente con
Jesús. Y el Reino de Dios constituye el núcleo central de su predicación
y la causa a la que entrega su vida.
Lo primero que llama la atención en los evangelios es la insistencia con
que afirman que quienes siguen a Jesús tienen que estar dispuestos a
abandonar la familia (Mt 8,22; Lc 9,59 61). De hecho los primeros
discípulos responden a la llamada al seguimiento, dejando inmediatamente
al propio padre (Mt 4,22; 19,27; Mc 10,28; Lc 5,11).
Claramente las exigencias de Jesús entran en conflicto con la familia.
Jesús afirma que no ha venido a traer paz, sino división y
enfrentamiento también entre los miembros de una misma familia. (Lc
12,51-53). ¿Cómo fue la relación de Jesús con su familia? Realmente
conflictiva. Exceptuando la relación con su madre, él se siente
incomprendido por su familia. Mc 3,21; Jn 7,5; Mt 12,46-50. Es decir
para Jesús su auténtica familia está constituida por la comunidad de los
seguidores. A la relación de parentesco, basada en la sangre antepone la
relación comunitaria, fundada en la fe.
Sin embargo la enseñanza de Jesús sobre la familia no se reduce a estas
afirmaciones. Son muchos los textos en los que defiende las relaciones
de familia o en los que presenta estas relaciones como modelo de
comportamiento para sus discípulos. En este sentido podemos
apreciar la defensa de la estabilidad del matrimonio y la condena del
repudio o del divorcio. Pero además, las relaciones de familia le sirven
con frecuencia a Jesús para explicar el significado del Reino de Dios.
Reconoce Jesús la familia como una realidad social importante y como una
institución de origen divino que debe regirse de acuerdo con la voluntad
de Dios. Es significativo el mismo hecho de que él vivió tanto tiempo en
el seno de la familia. Jesús defiende la institución familiar y la
estabilidad del matrimonio. Pero para él, hay algo que es anterior y
está por encima: el reino de Dios y su justicia. Lo fundamental es la
gran familia de los hijos de Dios, que se basa en la igualdad y en la
fraternidad de todos los hombres.
El mensaje evangélico supone la superación de una concepción privada y
egoísta de la familia y de un modelo de relaciones familiares basadas en
el esquema “dominación-sometimiento”, e implica también un fuerte
sentido de libertad respecto a la propia familia, la misma que los
seguidores de Jesús han de tener respecto al dinero, al poder y al
prestigio.
1.2 La familia revela y construye la Iglesia
La relación de la familia al seguimiento y al reino de Dios propicia
también su relación a la Iglesia. Porque la Iglesia es la comunidad de
los seguidores de Jesús, que nace y vive para ser signo y sacramento del
Reino de Dios.
En la Iglesia primitiva se arraiga y crece la concepción de la familia
como una pequeña iglesia doméstica. En este sentido resulta
significativa la invitación que San Juan Crisóstomo dirige a los fieles:
“Que cada uno de vosotros convierta su casa en una Iglesia”. El Concilio
Vaticano II ha querido recoger esta concepción tan rica y sugerente, y
al tratar sobre el ejercicio del sacerdocio común de los fieles, dice
refiriéndose a la familia:
“De este consorcio procede la familia, en la que nacen nuevos ciudadanos
de la sociedad humana, quienes por la gracia del Espíritu Santo, quedan
constituidos en el bautismo hijos de Dios, que perpetuarán a través del
tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de Iglesia doméstica, los
padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe,
mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación de cada
uno, pero con cuidado especial la vocación sagrada” (LG 11).
Juan Pablo II acoge también la expresión de “Iglesia doméstica” y afirma
que la familia
constituye a su manera, una imagen viva y una representación histórica
del misterio de la Iglesia. (FC 49).
La relación Familia-Iglesia es de naturaleza sacramental, se mueve por
lo tanto en la línea del misterio, de la gracia. Del mismo modo que la
Iglesia pertenece a Cristo porque él se ha entregado continuamente, así
también la familia cristiana se encuentra unida a la Iglesia de Cristo
por la gracia, siendo manifestación y testimonio de la Iglesia.
2) Misión de la familia cristiana
En el designio de Dios, afirma “Familiaris Consortio”, la familia
descubre no sólo su identidad sino también su misión; no sólo lo que es,
sino también lo que debe hacer. Y lo que debe hacer brota de su mismo
ser y representa, al mismo tiempo, su propio desarrollo humano. Y si la
familia está constituida como íntima comunidad de vida y de amor (GS
48), su cometido queda definido, en última instancia por el amor. Su
misión será pues “custodiar, revelar, y comunicar el amor, como reflejo
vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor
de Cristo el Señor por la Iglesia su esposa” (FC 17).
Partiendo del amor los cometidos esenciales de la misión de la Iglesia
quedan englobados en: la formación de una comunidad de personas, el
servicio a la vida, la participación en el desarrollo de la sociedad y
en la vida y misión de la Iglesia.
El Sacramento del matrimonio, signo del amor de Dios 27
1. A través del ethos del don se delinea en parte el problema de la ‘subjetividad’ del hombre, que es un sujeto hecho a imagen y semejanza de Dios. En el relato de la creación (particularmente en Gen 2, 23-25), ‘la mujer’ ciertamente no es sólo ‘un objeto’ para el varón, aún permaneciendo ambos el uno frente a la otra en toda la plenitud de su objetividad de criaturas, como ‘hueso de mis huesos y carne de mi carne’, como varón y mujer, ambos desnudos: sólo la desnudez que hace ‘objeto’ a la mujer para el hombre, o viceversa, es fuente de vergüenza. El hecho de que ‘no sentían vergüenza’ quiere decir que la mujer no era un ‘objeto’ para el varón, ni él para ella. La inocencia interior como pureza de corazón, en cierto modo, hacía imposible que el uno fuera reducido de cualquier modo por el otro al nivel de puro objeto.
Si ‘no sentían vergüenza’ quiere decir que estaban unidos por la
conciencia del don, tenían recíproca conciencia de sus cuerpos, en lo
que se expresa la libertad del don y se manifiesta toda la riqueza
interior de la persona como sujeto. Esta recíproca compenetración del
‘yo’ de las personas humanas, del varón y de la mujer, parece excluir
subjetivamente cualquiera ‘reducción a objeto’. En esto se revela el
perfil subjetivo de ese amor, del que se puede decir, sin embargo, que
‘es objetivo’ hasta el fondo, en cuanto se nutre de la misma recíproca
‘objetividad’ del don.
2.
El hombre y la mujer, después del pecado original, perderán la gracia de
la inocencia originaria. El descubrimiento del significado esponsalicio
del cuerpo dejará de ser para ellos una simple realidad de la revelación
y de la gracia. Sin embargo, este significado permanecerá como prenda
dada al hombre por el ethos del don, inscrito en lo más profundo del
corazón humano, como eco lejano de la inocencia originaria. De ese
significado esponsalicio del cuerpo se formará el amor humano en su
verdad interior y en su autenticidad subjetiva. Y el hombre aunque a
través del velo de la vergüenza se descubrirá allí continuamente a sí
mismo como custodio del misterio del sujeto, esto es, de la libertad del
don, capaz de defenderla de cualquier reducción a posiciones de puro
objeto.
3.
Sin embargo, por ahora, nos encontramos ante los umbrales de la historia
terrena del hombre. El varón y la mujer no los han atravesado todavía
hacia la ciencia del bien y del mal. Están inmersos en el misterio mismo
de la creación, y la profundidad de este misterio escondido en su
corazón, es la inocencia, la gracia, el amor y la justicia: ‘Y vio Dios
ser muy bueno cuanto había hecho’ (Gen 1, 31). El hombre aparece en el
mundo visible como la expresión más alta del don divino, porque lleva en
sí la dimensión interior del don. Y con ella trae al mundo su particular
semejanza con Dios, con la que transciende y domina también su
‘visibilidad’ en el mundo, su corporeidad, su masculinidad o feminidad,
su desnudez. Un reflejo de esta semejanza es también la conciencia
primordial del significado esponsalicio del cuerpo, penetrada por el
misterio de la inocencia originaria.
4.
Así, en esta dimensión, se constituye un SACRAMENTO PRIMORDIAL,
entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible el
misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad. Y éste es el
misterio de la verdad y del amor, el misterio de la vida divina, de la
que el hombre participa realmente. En la historia del hombre, es la
inocencia originaria la que inicia esta participación y es también
fuente de la felicidad originaria. El sacramento, como signo visible, se
constituye con el hombre, en cuanto ‘cuerpo’, mediante su ‘visible’
masculinidad y feminidad. En efecto, el cuerpo, y sólo él, es capaz de
hacer visible lo que es
invisible: lo espiritual y lo divino. Ha sido creado para transferir a
la realidad visible del mundo el misterio escondido desde la eternidad
en Dios, y ser así su signo.
5.
Por lo tanto, en el hombre creado a imagen de Dios se ha revelado, en
cierto sentido, la sacramentalidad misma de la creación, la
sacramentalidad del mundo. Efectivamente, el hombre, mediante su
corporeidad, su masculinidad y feminidad, se convierte en signo visible
de la economía de la verdad y del amor, que tiene su fuente en Dios
mismo y que ya fue revelada en el misterio de la creación. En este
amplio telón de fondo comprendemos plenamente las palabras que
constituyen el sacramento del matrimonio, en el Génesis 2, 24 (‘Por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a su mujer; y
vendrán a ser una sola carne’). En este amplio telón de fondo
comprendemos además, que las palabras del Génesis 2, 25 (‘Estaban
desnudos, el hombre y la mujer, sin avergonzarse de ello’), a través de
toda la profundidad de su significado antropológico, expresan el hecho
de que juntamente con el hombre entró la santidad en el mundo visible,
creado para él.
El sacramento del mundo, y el sacramento del hombre en el mundo,
proviene de la fuente divina de la santidad y simultáneamente está
instituido para la santidad. La inocencia originaria, unida a la
experiencia del significado esponsalicio del cuerpo, es la misma
santidad que permite al hombre expresarse profundamente con el propio
cuerpo, y esto precisamente mediante el ‘don sincero’ de sí mismo. La
conciencia del don condiciona, en este caso, ‘el sacramento del cuerpo’:
el hombre se siente, en su cuerpo de varón o de mujer, sujeto de
santidad.
6.
Con esta conciencia del significado del propio cuerpo, el hombre, como
varón y mujer, entra en el mundo como sujeto de verdad y de amor. Se
puede decir que el Génesis 2, 23-25 relata como
la primera fiesta de la
humanidad en toda la plenitud originaria de la experiencia del
significado esponsalicio del cuerpo: y es una fiesta de la humanidad,
que trae origen de las fuentes divinas de la verdad y del amor en el
misterio mismo de la creación. Y aunque, muy pronto, sobre esta
fiesta originaria se extienda el horizonte del pecado y de la muerte
(Cfr. Gen 3), sin embargo, ya desde el misterio de la creación sacamos
una primera enseñanza: es decir, que el fruto de la economía divina de
la verdad y del amor, que fue revelada desde ‘el principio’, no es la
muerte, sino la vida, y no es tanto la destrucción del cuerpo del hombre
creado ‘a imagen de Dios’, cuanto más bien la ‘llamada a la gloria’
(Cfr. Rom 8, 30).
CITAS DEL PAPA JUAN PABLO II A
LAS FAMILIAS
191, 192.- Todo el mundo conoce la célebre narración de la creación con
que comienza la Biblia. En ella se dice que Dios hizo al hombre a su
imagen, creándolo hombre y mujer. He aquí lo que sorprende enseguida
antes que nada. Para asemejarse
a Dios, la humanidad debe ser pareja de dos personas que se mueven la
una hacia la otra, dos personas a quienes un amor perfecto va a reunir
en la unidad. Este movimiento y este amor les hacen asemejarse a Dios
que es el amor mismo, la unidad absoluta de Tres Personas. Jamás se
ha cantado el esplendor del amor humano con mayor belleza que en las
primeras páginas de la Biblia. “El hombre exclamó: esto que sí que es ya
hueso de mis huesos y carne de mi carne. Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos
una sola carne” (Gén 2, 23-24). Y parafraseando el Papa San León, no
pudo menos de deciros: “Esposos cristianos: reconoced vuestra eminente
dignidad”. Esta peregrinación a las fuentes nos revela asimismo que la
pareja inicial es monógama en el Plan de Dios. Y esto nos sorprende
ciertamente, dado que la civilización - en los tiempos en que toman
cuerpo las narraciones bíblicas- está lejos generalmente de tal modelo
cultural. Esta monogamia, que no es de origen occidental sino semítico,
resulta expresión de la relación interpersonal, es decir de aquella en
que cada una de las partes es reconocida por la otra como de igual valor
y en la totalidad de su persona. Esta concepción monógama y personalista
de la pareja humana es una revelación absolutamente original que lleva
el sello de Dios y merece que se ahonde en ella cada vez más.
Pero esta historia que comenzó tan bien en el alba luminosa del género
humano, experimentó el drama de la ruptura entre esta pareja enteramente
nueva y el Creador. Es el pecado original. Y sin embargo, esta ruptura
será la ocasión del amor de Dios. Comparado frecuentemente con su esposo
infinitamente fiel, por ejemplo en los textos de los Salmistas y los
Profetas, Dios renueva sin cesar su alianza con esta humanidad
caprichosa y pecadora. Estas alianzas repetidas culminarán en la Alianza
definitiva que Dios selló en su propio Hijo, que se sacrificó libremente
por la Iglesia y por el mundo. San
Pablo no vacila en presentar esta Alianza de
Cristo con la Iglesia, como símbolo y modelo de toda alianza
entre el hombre y la mujer (Ef 5,25) unidos en matrimonio de manera
indisoluble. Tales son los títulos de nobleza del matrimonio
cristiano. Son manantial de luz y fuerza para la realización cotidiana
de la vocación conyugal y familiar en beneficio de los mismos esposos,
de sus hijos de la sociedad en que viven y de la Iglesia de Cristo.
89.- El Creador ha dado al hombre la tierra para que la “someta” y en
este dominio del hombre sobre la tierra ha basado el derecho fundamental
del hombre a la vida. Tal derecho está estrechamente vinculado con la
vocación del hombre a la familia y a la procreación, “por eso dejará el
hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán los
dos ha ser una sola carne” (Gen 2,24). Y así como la tierra, por decreto
providencial del Creador, da fruto, así también esta unión de dos
personas en el amor: hombre y mujer, fructifica en una nueva vida
humana. De esta unidad vivificante de las personas, El Creador ha
hecho el primer sacramento, y el Redentor ha confirmado este sacramento
perenne del amor y de la vida,
dándole una nueva dignidad e imprimiéndole el sello de su
santidad. El derecho del
hombre a la vida va unido, por voluntad del Creador y en virtud de la
cruz de Cristo, al sacramento indisoluble del matrimonio.
139.
En primer lugar, es capital para los cristianos elevar la polémica
contemplando el aspecto teológico de la familia, meditando en
consecuencia sobre la realidad sacramental del matrimonio. La
sacramentalidad sólo puede ser comprendida a la luz de la Historia de la
Salvación. Ahora bien, esta Historia de la Salvación se califica como
una historia de alianza y de comunión entre Yahvé e Israel primero,
después entre Jesucristo y la Iglesia, en este tiempo de la Iglesia
esperando la alianza escatológica. Igualmente, precisa el Concilio, “el
Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los
esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio (Gaudium et
spes, 48, 2). Este matrimonio constituye pues, a la vez un memorial,
una actualización y una profecía de la historia de la alianza. <Es
un gran misterio>, dijo San Pablo.
Al casarse los esposos cristianos
no sólo comienzan su aventura, aun cuando ésta se entienda con un
sentido de santificación y de misión; comienzan en una aventura que les
inserta en forma responsable en la gran aventura de la Historia
universal de la Salvación.
Como memorial, el sacramento les confiere la gracia y el deber de
recordar las grandes obras
de Dios y dar testimonio de ellas ante sus hijos;
como actualización, les
confiere la gracia y el deber de poner por obra en el presente,
el uno respecto al otro y respecto a sus hijos, las exigencias de un
amor que perdona y redime;
como profecía, les confiere la gracia y el deber de vivir y de
dar testimonio de la esperanza del futuro encuentro con Cristo.
Discurso al CLER
(Centro de Liaison des Equipes de Recherche)
140.
Ciertamente todo sacramento comporta una participación en el amor
nupcial de Cristo por su Iglesia. Pero, en el matrimonio, la
modalidad y el contenido de ésta participación son específicos. Los
esposos participan de él en cuanto esposos, los dos, como pareja, hasta
el punto que el primer e inmediato efecto del matrimonio (res et
sacramentun) no es la misma
gracia sobrenatural, sino el lazo conyugal cristiano, una comunión entre
los dos típicamente cristiana porque representa el misterio de la
encarnación de Cristo y su misterio de Alianza. Y el contenido de la
participación en la vida de Cristo es también específica: el amor
conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los componentes
de la persona -llamada del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento
y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; apunta a
una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola
carne, conduce a no tener más que un solo corazón y una sola alma; exige
la indisolubilidad y la fidelidad en la donación recíproca definitiva; y
se abre a la fecundidad (Humane Vitae 9). En una palabra, se trata de
las características normales de todo amor conyugal natural, pero con una
nueva significación que no sólo las purifica y las consolida sino que
las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores
propiamente cristianos. Esta es la perspectiva hasta la que deben
elevarse los esposos cristianos; en ella está su grandeza, su fuerza, su
exigencia y también su alegría.
147.- ...sois conscientes del don inapreciable y propio del sacramento
del matrimonio para los cónyuges cristianos: “significar y participar en
el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, ayudarse
mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y
educación de la prole (Lumen Gentium,11)
El sacramento del matrimonio y
su perpetuación histórica en la familia entroncan por tanto con la
alianza de amor de Dios con el hombre, en la Creación y en la Redención;
una alianza que se perpetúa en la Iglesia, familia del pueblo de Dios.
171.-...Me contento con subrayar algunos aspectos que me parecen
particularmente importantes. Las consideraciones acerca de la familia
cristiana no pueden estar separadas del matrimonio, pues la pareja
constituye la primera forma de familia y conserva su valor, incluso
cuando no hay hijos. Y aquí hay que llegar hasta el sentido profundo del
matrimonio, que es la alianza y el amor; alianza y amor entre dos
personas: hombre y mujer, signo de la alianza entre Cristo y su Iglesia,
amor enraizado en la vida trinitaria. Por tanto las características de
esta unión deben aparecer con toda claridad: la unidad del hogar, la
fidelidad de la alianza y la permanencia del vínculo conyugal.
355.- La comunión de amor entre Dios y el hombre, contenido fundamental
en la Revelación y de la experiencia de fe de Israel, encuentra una
significativa expresión en la alianza esponsal
que se establece entre el hombre y la mujer. Por esta razón, la
palabra central de la Revelación “Dios ama a su pueblo”, es
pronunciada a través de las palabras vivas y concretas con que el
hombre y la mujer se declaran su amor conyugal. Su vínculo de amor
se convierte en imagen y símbolo de la Alianza que une a Dios con su
pueblo. El mismo pecado que puede atentar contra el pacto conyugal
se convierte en imagen de la infidelidad del pueblo a su Dios: la
idolatría es prostitución, la infidelidad es adulterio, la desobediencia
a la ley es abandono del amor esponsal del Señor. Pero la infidelidad
de Israel no destruye la fidelidad eterna del Señor y por tanto el
amor siempre fiel de Dios se pone como ejemplo de las relaciones de amor
fiel que deben existir entre los esposos.
REGULACIÓN DE LA FERTILIDAD.28
Es tarea de la Iglesia, en sus agentes de pastoral, entregar formación e
información a los que piden el sacramento del Matrimonio, también en
relación al tema de la regulación de la planificación familiar, que
permita asumir razonamientos y conductas, que conduzcan a la valoración
integral del hombre, como criatura “hecha a imagen y semejanza de Dios”.
Veamos aquí la propuesta oficial de la Iglesia, que corresponde al uso
de los Métodos Naturales u Observacionales como la alternativa hasta hoy
vigente más loable y moralmente aceptable y una descripción científica
de los métodos anticonceptivos, para conocer objetivamente de que se
tratan.
REGULACIÓN NATURAL DE LA
FERTILIDAD
Estos métodos consisten en abstenerse de mantener relaciones con
penetración en los días de máxima fertilidad. No en todos los días del
ciclo menstrual (periodo que transcurre entre regla y regla) existe la
misma probabilidad de embarazo. Los días en torno a la ovulación
(momento en que del ovario se desprende un óvulo) son los días de máxima
fertilidad.
Para calcular esos días existen tres métodos: el método ogino, el de la
temperatura basal y el método Billings. Estos métodos son los que
tradicionalmente se han llamado métodos naturales. También denominados
métodos observacionales, ya que implican una rigurosa observación del
cuerpo, esto es fundamental sobre todo si consideramos que aunque una
mujer tenga el periodo de forma regular se puede atrasar o adelantar por
un examen, una emoción fuerte, un viaje, etc. es decir que está también
influido por variables de tipo emocional, de tal forma que la
observación y conocimiento de sus reacciones físicas es un elemento
fundamental.29
1.1.- MÉTODO OGINO
Si tomamos como modelo un ciclo de 28 días de duración, y consideramos
como día número 1 el primer día de regla, la ovulación ocurre
aproximadamente entre los días 13, 14 y 15. Estos son los días de máxima
fertilidad. Ahora bien, los espermatozoides pueden vivir hasta 72 horas
en el interior del útero con lo cual los días 12, 11 y 10 también son
días de alta probabilidad de embarazo, también el óvulo tiene un
intervalo de vida, por lo que los días 16 y 17 también son días de alta
fertilidad. Es decir que en un ciclo de 28 días el intervalo de alta
probabilidad de embarazo es desde el día 10 hasta el 17.
Si los ciclos no son de 28 días, y no son de igual duración (como es
normal) para calcular ese intervalo de máxima fertilidad se ha de hacer
lo siguiente: apunta el primer día de la regla como día 1 y el día
anterior al inicio del siguiente como último día del ciclo. Después de
doce ciclos puedes empezar los cálculos. Cuenta el número de días del
ciclo más corto y resta 18, esto dará el número del primer día en que
existe mayor riesgo de embarazo. Anota el ciclo más largo y resta 11,
esto dará el último día de alta probabilidad de embarazo. El periodo
comprendido entre estos días es el de mayor probabilidad de embarazo.
Ej.: Ciclo más corto: 26 días, Ciclo más largo: 28 días. 26- 18=8
28-11=17.
El primer día de más alta fertilidad en este caso sería el 8 y el último
día el 17.30
1.2.- TEMPERATURA BASAL
Dependiendo del momento del ciclo en el que se encuentra la mujer la
temperatura de su cuerpo varía. Debe tomarse la temperatura durante 5
minutos (oral, anal o vaginal) todos los días antes de levantase, y en
ayunas, con un termómetro que mida variaciones muy pequeñas de
temperatura, haciendo un registro en una plantilla o gráfico. En los
días siguientes a la regla la temperatura es baja, justo antes de la
ovulación baja aún más, e inmediatamente después sube. Y permanece así
hasta la siguiente menstruación. Por lo tanto los días menos fértiles
los
consideramos a partir de tres días después de la temperatura más alta
hasta la siguiente menstruación31.
1.3.- METODO BILLINGS (o del moco cervical)
El aspecto del moco cervical (flujo vaginal que se obtiene de las
paredes de la vagina) cambia en función de si la mujer está en un
momento fértil o no. Después de la menstruación hay unos días de
sequedad (ausencia de moco). En los días fértiles el moco es elástico,
lubricante, presenta un aspecto parecido a la clara de huevo. Después de
unos días el moco vuelve a ser más opaco y pegajoso, menos flexible, lo
que indica comienzo del periodo infértil32.
Evaluación de la regulación natural de la fertilidad
La evaluación estrictamente técnica de la regulación natural de la
fertilidad viene sintetizada por la citada
Comunicación de la Santa Sede
en estos puntos:
1.
«La planificación familiar
natural es científicamente válida. Los tres métodos naturales
principales son el de la ovulación (Billings), el sintotermal, y el de
la lactancia. Dichos métodos pueden ser
tan eficaces como la píldora
con referencia a la planificación familiar».
2.
«Los métodos naturales están
exentos de todo efecto abortivo. Por tanto, son éticamente
aceptables en todos los contextos culturales, étnicos y religiosos».
3.
«No acarrean efectos colaterales
nocivos. Esto es, respetan la salud de la mujer y del hombre».
4. «Pueden usarse para retrasar o conseguir embarazos. Como los dos métodos principales son capaces de indicar la ovulación en el ciclo de la mujer, pueden adoptarse en la planificación familiar tanto para posponer o distanciar los embarazos, como para conseguirlos, especialmente en el caso de fertilidad limitada».
5.
«Reducen la mortalidad infantil,
al espaciar los nacimientos sin efectos colaterales en la madre ni en el
niño. El espaciar naturalmente los hijos permite un mejor desarrollo del
embrión y mejoras subsiguientes en la salud postnatal. Los métodos
naturales tienen la ventaja de que carecen de los efectos colaterales
dañosos de los productos y medios anticonceptivos».
6.
«Devuelven la dignidad a las
mujeres. La planificación natural se centra en la mujer. Marido y
mujer, ambos, deben aceptar el ciclo de fertilidad. La mujer no queda
reducida a mero objeto estéril,
que se puede usar a placer».
7.
«Fortifican el matrimonio, y en
consecuencia la vida familiar. Esta dimensión personalista de la
planificación familiar natural está siendo reconocida como el mayor
beneficio personal y social de estos métodos. Marido y esposa compartes
las decisiones por igual sobre la procreación, a través del diálogo y
gracias a una sensibilidad amorosa recíproca, en cuanto dadores de
vida».
8.
«Pueden enseñarse a cualquiera y
su utilización es fácil. Como los síntomas básicos se hallan en el
cuerpo de la mujer y se observan con facilidad, incluso personas sin
letras o ciegas pueden aprender los métodos. Las mujeres pueden enseñar
el método a otras mujeres. Como estos métodos se difunden rápidamente,
se están incrementando nuevas maneras de enseñarlos en el contexto del
Tercer Mundo».
9.
«No suponen gran peso económico
para los usuarios. Por otra parte, no hay grandes industrias detrás
de los métodos naturales». Y aún pueden añadirse estas otras ventajas:
10.
No exigen en la mujer ciclos regulares
para poder ser aplicados con seguridad, como antes lo exigía el método
Ogino-Knaus.
11.
Dan a la mujer un auto conocimiento muy valioso cuando surgen problemas
ginecológicos
normales o anormales. Puede ella presentarse ante el médico con una
serie de datos muy útiles.
LA IGLESIA RECOMIENDA LA
ENSEÑANZA DE LOS
MÉTODOS NATURALES
En la encíclica Evangelium vitro
(1995), Juan Pablo II afirma que «los
Centros de métodos naturales de regulación de la fertilidad han de ser
promovidos como una valiosa ayuda para la paternidad y maternidad
responsables»33. Estos métodos «han sido precisados cada vez
mejor desde el punto de vista científico, y ofrecen posibilidades
concretas para adoptar decisiones en armonía con los valores morales.
Una consideración honesta de los resultados alcanzados debería eliminar
prejuicios todavía muy difundidos y convencer a los esposos, y también a
los agentes sanitarios y sociales, de la importancia de una adecuada
formación al respecto. La Iglesia está agradecida a quienes, con
sacrificio personal y dedicación con frecuencia ignorada, trabajan en la
investigación y difusión de estos métodos, promoviendo al mismo tiempo
una educación en los valores morales que su uso supone»34.
Esta recomendación reafirma, con la especial fuerza doctrinal de una
encíclica, lo que ya en 1965 aconsejó la Iglesia claramente en el
concilio Vaticano II35 y más tarde en otros documentos. De
éstos recuerdo aquí solamente el Congreso sobre «Los Métodos Naturales
de la Regulación de la Fertilidad», que en diciembre de 1992 reunió en
Roma a especialistas de cuarenta y cinco países, bajo la iniciativa del
Pontificio Consejo para la
Familia, y que fue iniciado por un discurso del papa Juan Pablo II.
LOS MÉTODOS NATURALES ACABARÁN IMPONIÉNDOSE
En efecto, la regulación natural
de la fertilidad acabará imponiéndose, incluso en los medios no
cristianos, por su absoluta superioridad sobre los métodos
anticonceptivos, que causan daños evidentes en la unidad conyugal y en
la salud espiritual, psíquica y somática.
Cuando la poligamia reinaba en el mundo como algo socialmente evidente y
conforme a la naturaleza, Cristo acabó con ella, y -al menos como
modelo- impuso en el mundo civilizado el matrimonio monogámico, aunque
persistan, sin duda, vergonzantemente, adulterios, divorcios y poligamia
encubiertas o sucesivas. Algo semejante sucederá con los métodos
artificiales anticonceptivos, contrarios a la naturaleza, nocivos e
indignos de la persona humana. Dentro de no mucho tiempo, la
anticoncepción química o mecánica -aunque mantenga una cierta
perduración vergonzante- habrá de retroceder ante la verdad, la dignidad
y la sanidad de los métodos naturales de regular la fertilidad conyugal,
cada vez más seguros y generalizados. Una vez más
la naturaleza humana habrá
sido salvada por la gracia de
Cristo Salvador, con el concurso de la Iglesia Católica.
Los métodos anticonceptivos tienen como finalidad: evitar embarazos no
deseados. Son muchos los argumentos que utiliza la sociedad actual para
justificar el uso de estos métodos.
2.1- METODOS MECANICOS36
2.1.1.- Coitus interruptus
Como método anticonceptivo no es eficaz, pues el hombre antes de
eyacular puede segregar un par de gotas que pueden llevar
espermatozoides y por lo tanto tener capacidad fecundante. El hombre no
nota cuando segrega este par de gotas, con lo cual no puede tener
control como puede tenerlo con la eyaculación. Además de no ser
efectiva, la marcha atrás es un método incómodo, tanto para él como para
ella.
2.1.2.- La lactancia prolongada
Muchas personas afirmaban que después de un parto, mientras la madre
daba de amamantar al bebe no había posibilidad de embarazo. Algo de
cierto hay, ya que parece ser que la lactancia demora el retorno de la
menstruación, la ovulación y la concepción después del parto. Pero no
podemos determinar con seguridad la duración de dicho periodo, con lo
cual no debemos considerar la lactancia como un método anticonceptivo.
2.1.3.- Lavados vaginales
No impide el ascenso de los espermatozoides hacia el útero. Además se
puede alterar el medio natural de la vagina.
2.2.-METODOS BARRERA37
2.2.1.- Preservativos
Nombre: Preservativo, profiláctico, condón, goma, etc.
Mecanismo de acción: Actúa formando una barrera entre los
espermatozoides y el óvulo.
2.2.2.- Diafragma
Nombre: Diafragma
Mecanismo de acción: Tapa el cuello del útero, de manera que es una
barrera para impedir el paso de los espermatozoides. Además se ha de
utilizar siempre junto con crema espermicida, lo que debilita a los
espermatozoides.
2.2.3.- Esponja vaginal
Nombre: Esponja vaginal
Mecanismo de acción: (Igual que el diafragma)
2.2.4.- Espermicidas
Nombre: Espermicidas
Descripción: Producto químico. Se presentan en diferentes formas:
óvulos, cremas, gel, etc. Mecanismo de acción: Debilita a los
espermatozoides.
2.3.- METODOS MECÁNICOS ABORTIVOS38
2.3.1.- D.I.U.
Nombre: D.I.U. (dispositivo intra-uterino).
Descripción: Es un objeto pequeño, hecho de metal flexible (cobre o
plata) o plástico y dos hilos.
Mecanismo de acción: Dificulta el paso de los espermatozoides hacia las
trompas. Impide la anidación del óvulo en el caso de que hubiera habido
fecundación (método abortivo), produce determinados cambios en el útero
que evitan el embarazo, menstruaciones más abundantes y dolorosas,
aumenta la probabilidad de un embarazo extra-uterino, requiere control
médico periódico, puede haber rechazo o expulsión
2.4.- METODOS HORMONALES39
2.4.1.-Píldora anticonceptiva
Nombre: Píldora anticonceptiva.
Descripción: Producto químico compuesto de hormonas. Se presenta en
tabletas.
Mecanismo de acción: Modifica el ritmo y la producción de hormonas
hipofisarias, Impide la ovulación. Produce cambios en el revestimiento
uterino de forma que dificulta la implantación. Espesa el moco cervical
dificultando el ascenso a los espermatozoides
2.4.2.- Píldora postcoital
Nombre: Píldora postcoital, la píldora del día siguiente.
Descripción: Producto químico compuesto por hormonas.
Mecanismo de acción: Debido a la alta ingesta de hormonas se produce la
expulsión de la capa uterina, de forma que la implantación del huevo, en
el supuesto caso de que hubiera habido fecundación, no sea posible, es
decir provocamos una regla (es un método abortivo).
2.5.- METODOS QUIRURGICOS40
2.5.1.-Vasectomía
Nombre: Vasectomía
Descripción: Método quirúrgico que consiste en la sección de los conductos deferentes. Mecanismo de acción: Seccionados los conductos deferentes, evita que los espermatozoides elaborados en los testículos pasen al líquido seminal
2.5.2.- Ligadura de Trompas
Nombre: Ligadura de trompas
Descripción: Método quirúrgico que consiste en unir o cortar las trompas
de Falopio. Mecanismo de acción: Al cortar las trompas de Falopio se
impide que el óvulo llegue al útero, a su vez se impide que los
espermatozoides lleguen a unirse con el óvulo.
DISCUSIÓN MORAL SOBRE LA
REGULACIÓN DE LA
FERTILIDAD
Ya previó Pablo VI, al tratar el delicado tema de la paternidad
responsable, que «estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas
por todos, pues son demasiadas las voces ampliadas por los modernos
medios de difusión- que discrepan de la voz de la Iglesia»41
En todo caso, hago notar, en primer lugar, que
hasta la encíclica Humanw vitw
(1968), la gran mayoría de los moralistas católicos enseñaban una moral
conyugal conforme con la doctrina de la Iglesia. Podemos comprobarlo
consultando los manuales entonces más leídos, como Bernarhd Häring,
La ley de Cristo, I-II,
Herder, Barcelona 19654 o Antonio Royo Marín,
Teología moral para seglares,
I-II, BAC, Madrid 19734.
El P. Häring, por ejemplo, enseñaba entonces que el uso de preservativos
«profana las relaciones conyugales». El onanista ofende a Dios y a su
esposa, y «sería absurdo pretender que tal proceder se justifica como
fomento del mutuo amor. Según San Agustín, no hay allí amor conyugal,
puesto que la mujer queda envilecida a la condición de una prostituta»
(II, 318). «La continencia periódica respeta la naturaleza del acto
conyugal y se diferencia, por lo mismo, esencialmente del uso
antinatural del matrimonio» (316). «Los casados adornados de verdadera
ternura pueden renunciar fácilmente a la unión carnal y prescindir del
placer que causa, cuando así lo pide el amor» (322).
Por los años sesenta, sin embargo, los años del Vaticano II, algunos moralistas católicos fueron proponiendo una opinión contraria a la doctrina católica, y llegaron a crear una expectación bastante amplia sobre la posibilidad y conveniencia de un cambio considerable en la doctrina. Así las cosas, con ocasión de la Humanw vitw (25-7-68) estalló una crisis sumamente grave, pues esta encíclica confirmó con gran fuerza la enseñanza tradicional de la Iglesia.
VALIDEZ
OBLIGATORIA DE LA DOCTRINA DE LA IGLESIA
Los que consideran a veces lícita la anticoncepción dicen que ésta es
«un problema que presenta sus dificultades especiales para los
católicos, como consecuencia de las diversas intervenciones de la
Iglesia. Sin embargo, incluso dentro de la Iglesia católica, existen
diversas posturas completamente legítimas, como han puesto de relieve
varias Conferencias episcopales». Lo que éstas enseñaron en «documentos
complementarios» debe ser considerado también como «doctrina de la misma
Iglesia».
Respuesta.
La doctrina de la Humanw vitw es la que siempre ha enseñado la Iglesia,
e incluso ésta fue, hasta 1930, una doctrina unánime entre católicos y
ortodoxos, anglicanos y protestantes. Fue en 1930 cuando los anglicanos
admitieron la licitud de la anticoncepción, al menos en circunstancias
determinadas42, rompiendo así la convicción ecuménica
cristiana, que había sido unánime. Y las otras confesiones protestantes
siguieron poco a poco la línea del viraje anglicano en esta cuestión
moral tan grave.
La Iglesia reafirmó en seguida su doctrina.
Pío XI, poco después de Lambeth, en la encíclica
Casti connubii (1930),
rechazó la anticoncepción como gravemente deshonesta. Y la misma
doctrina se ha ido confirmando en múltiples documentos, como, por
ejemplo: Pío XII (29-10 1951), Juan XXIII (1961,
Mater et Magistra 193-194),
concilio Vaticano II (GS 51, 87c), Pablo VI (1968,
Humanw vitw), Sínodo VI de
los Obispos (1980), y Juan Pablo II (1981,
Familiaris consortio),
Catecismo de la Iglesia Católica (1992, 2366-2371).
Cuando se publicó la Humanw vitw,
la gran mayoría de las
Conferencias episcopales católicas apoyó la encíclica,
considerándola verdadera «doctrina de la Iglesia»43. Sin
embargo, como decía Juan Pablo II a los obispos de Austria, reafirmando
esa encíclica, «no se puede dudar de la validez de las normas morales
allí expuestas. Aunque sea comprensible que, cuando apareció la
encíclica, se manifestase cierta desorientación, reflejada incluso en
algunas declaraciones episcopales»44.
La doctrina de la Iglesia es una sola,
y afirmar que en la Iglesia hay
dos enseñanzas distintas, «completamente legítimas», e incluso
«complementarias» -una declara
siempre ilícito lo que otra considera
en ocasiones lícito- es
simplemente absurdo. La Iglesia conoce que tiene asistencia de Cristo
Maestro para custodiar e interpretar con autoridad segura «toda la ley
moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la
natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es
igualmente necesario para salvarse»45. Y por otra parte, la
moral del matrimonio cristiano no es solamente un tema de moral natural,
sino de moral sacramental netamente cristiana: la Iglesia ha de saber
cuándo el matrimonio católico es signo de la unión de Cristo con la
Iglesia, y cuándo hay en él algo inconciliable con esa altísima
significación.
Con razón, pues, dice Juan Pablo II que entre
las dificultades no pequeñas
que los esposos han de superar para vivir honestamente su matrimonio,
sin duda «la primera, y en cierto
sentido la más grave, es que incluso en la comunidad cristiana se han
oído y se siguen oyendo voces que ponen en duda la misma verdad de la
enseñanza de la Iglesia. Surge, pues, sobre esto una grave
responsabilidad: los que se ponen en abierta oposición a la ley de Dios,
auténticamente enseñada por la Iglesia, llevan a los esposos por un
camino equivocado. Lo que enseña la Iglesia sobre los anticonceptivos no
constituye una materia sujeta a libre discusión entre teólogos. Enseñar
lo contrario equivale a inducir a
error a la conciencia moral de los esposos»46.
Es también completamente ilusorio pretender que la Iglesia cambie su
doctrina,
en ésta o en otras graves materias, cuando sobre ellas se ha pronunciado
larga y claramente. En el rechazo de la anticoncepción, concretamente,
la Iglesia «proclama con humilde firmeza
toda la ley moral, natural y
evangélica. No ha sido ella la autora de estas leyes, ni puede por
tanto ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin
que pueda jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e
inmutable oposición al verdadero bien del hombre»47.
Decir, en fin, que la doctrina católica sobre la moral conyugal presenta
para los fieles «dificultades
especiales, como consecuencia de diversas intervenciones de la
Iglesia», es despreciar el
Magisterio apostólico y hacerlo odioso. En vez de considerar la
doctrina de la Iglesia como voz de Cristo y, por tanto, como verdad
liberadora -«la verdad os hará libres»48-, es presentada como
un yugo opresivo, que no consigue sino crear a los fieles problemas de
conciencia. Pero esto ya indica simplemente una grave quiebra de la fe.
LIBERTAD DE LA CONCIENCIA ANTE
DOCTRINAS NO INFALIBLES DE LA IGLESIA
Algunos dicen que la enseñanza de la Iglesia sobre los métodos lícitos
para regular la natalidad «representa sencillamente una orientación, que
no substituye la responsabilidad de la conciencia de los fieles». Habrá
que tenerla en cuenta, pero «un católico responsable puede en este punto
disentir del magisterio oficial, tal como lo enseña la moral y lo han
afirmado diversas Conferencias episcopales. Esta enseñanza pontificia no
es infalible».
Respuesta.
Como ya hemos visto, aquello que se enseña en la
Humanw vitw, la
Familiaris consortio y otros
documentos sobre los medios lícitos e ilícitos para la procreación
responsable es «doctrina de la Iglesia». Y enfrentar conciencia y
Magisterio no sirve sino para perderse de la verdad. Precisamente, «el
Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo, el Señor, para
iluminar la conciencia; apelar a esta conciencia precisamente para
rechazar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, lleva consigo el
rechazo de la idea católica del Magisterio y de la conciencia moral»49.
En efecto, como dijo el Vaticano II, «los esposos cristianos deben
regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina
misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta
auténticamente [=con autoridad apostólica] esa ley a la luz del
Evangelio»50.
Por otra parte, en cuanto a la posibilidad de disentir en conciencia de una doctrina no infalible de la Iglesia, conviene tener en cuenta dos verdades:
1.-Un disentimiento subjetivo-privado
respecto a la doctrina de la Iglesia podrá hacerse norma lícita de
conducta con una serie de condiciones que en muy pocos casos se dan.
Presentar, pues, el disentimiento de conciencia como una
salida idónea para la mayoría
de los matrimonios católicos es un gran fraude, como ya lo previno con
exactitud Pío XI, tratando de estos temas51.
2.- Un disentimiento objetivo-público
de la doctrina de la Iglesia, por el que se establece un
magisterio alternativo, que
en nuestro tema dura ya varios decenios, es indigno de un moralista que
quiera tenerse por católico. En este triste magisterio paralelo se trata
por todos los medios -cursos, conferencias, libros, artículos, vídeos y
folletos- de alentar el disentimiento subjetivo de los fieles, y de
suministrarles fórmulas morales que les permitan hacer el mal con buena
conciencia. Pero a nadie es lícito en la Iglesia enseñar públicamente en
contra del Magisterio apostólico. Y los esposos cristianos de hoy han de
elegir en conciencia, ante Dios, si quieren edificar su casa espiritual
sobre arena o sobre la Roca.
IMPUGNACIÓN DE LOS MÉTODOS
NATURALES
Aquellos moralistas, que en estos temas de moral conyugal contrarían la
doctrina de la Iglesia, suelen impugnar los métodos naturales desde muy
diversos ángulos.
La decisión moral importante es la de tener o no más hijos; pero «los
métodos a emplear es una cosa secundaria».
Respuesta.
Por el contrario, los métodos importan mucho.
La decisión de un fin (tener
más o menos hijos) es, efectivamente, más importante que la elección de
los medios para conseguirlo.
Pero devaluar la entidad moral de los medios es un grave error. Un
padre, por ejemplo, tiene que decidirse entre ocuparse o no de sustentar
a sus hijos (fin), y ésta es la decisión moral más importante; pero no
es cosa secundaria que decida hacerlo trabajando honestamente o robando
(medios). El fin honesto no puede justificar unos medios deshonestos.
En la evitación de la concepción,
no tienen diferente calificación moral los medios naturales y los
artificiales, pues unos y otros pretenden el mismo fin.
Respuesta.
La Iglesia es coherente cuando admite la abstinencia periódica y rechaza
la anticoncepción. En efecto, «un acto de amor mutuo, que ha sido
privado [en la
anticoncepción] de ese poder de transmitir la vida que Dios Creador,
según leyes peculiares, ha puesto en él, está en contradicción con el
designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la
vida humana; usar, pues, de este don divino destruyendo su significado y
su finalidad, aunque sólo sea parcialmente, es contradecir la naturaleza
del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es
también contradecir también el designio de Dios y su voluntad. En
cambio, usar el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso
generador [en el que la misma naturaleza, o por mejor decir Dios, ha
dispuesto que los actos conyugales sean en su gran mayoría infecundos]
significa reconocerse no señores de las fuentes de la vida, sino más
bien administradores del designio establecido por el Creador»52.
No es, pues, lo mismo usar del matrimonio sólo en sus tiempos
naturalmente infecundos, que usar de él «haciendo
imposible la procreación»53, es decir,
desvirtuándolo positivamente
de su natural eficacia genésica. La diferencia antropológica y moral que
existe entre lo uno y lo otro es «bastante más amplia y profunda de lo
que habitualmente se cree, e implica en resumidas cuentas dos
concepciones de la persona y de la sexualidad, que no pueden conciliarse
entre sí»54.
Los métodos naturales, con su abstinencia periódica, resultan inseguros,
repugnantes e impracticables.
A muchos esposos, dicen, les causan «profunda repugnancia, por el hecho
de que intentan reducir el amor al calendario». No son, pues, un medio
«razonable y seguro para poder amarse sin el peligro de una paternidad
amenazante». Suelen producir «angustia, que perjudica profundamente su
amor y repercute de un modo u otro en los hijos», y además son
inaplicables «en los países subdesarrollados», que son los que más
necesitan limitar la natalidad.
Respuesta.
Éstos, que suelen silenciar por sistema los efectos altamente negativos
que la anticoncepción produce en la salud psíquica, somática y familiar,
consideran los lícitos métodos naturales repugnantes y nocivos, sin
preocuparse de que los informes científicos aseguren lo contrario, pues
afirman que la seguridad de los métodos naturales es equivalente a
la de la píldora o a la de los diversos modos preservativos, y que
suelen tener efectos muy beneficiosos sobre la vida de la pareja y de la
familia. Más aún, se atreven a calificar de
impracticables los métodos
lícitos enseñados por la Iglesia con la autoridad de Cristo.
Pues bien, «Dios no manda imposibles -dice Juan Pablo II-, y todo
mandamiento lleva consigo también un don de gracia que ayuda a la
libertad humana a cumplirlo. Sin embargo, son necesarios la oración
constante, la participación frecuente en los sacramentos, y la práctica
de la castidad conyugal»55. Para quienes viven alejados de
Cristo y de la Iglesia, no sólo es impracticable la castidad
matrimonial, sino cualquier otro aspecto de la vida cristiana: la
caridad fraterna, la paz o la justicia. No es ningún descubrimiento, en
efecto, que la honestidad del matrimonio no se puede vivir sin la virtud
de la castidad, sin aceptación evangélica de la cruz, y en general, sin
una vida cristiana verdadera. La vida conyugal honesta, «como todas las
grandes y beneficiosas realidades [la justicia social, por ejemplo],
exige un serio empeño, y
muchos esfuerzos de orden familiar, individual y social. Más aún, no
sería posible vivirla sin la
ayuda de Dios, que sostienen y fortalece la buena voluntad de los
hombres»56.
No deja de ser curioso que los mismos, a veces, que, para superar graves
injusticias sociales, exigen
profundos cambios en mentalidades, costumbres y estructuras -lo que
implica no poco optimismo-, echen a un lado la doctrina de la Iglesia
sobre el matrimonio, considerándola -con gran pesimismo- impracticable.
Por lo visto, las costumbres socioeconómicas pueden y debe ser
profundamente modificadas, y a poder ser pronto, en tanto que las
costumbres sexuales son irremediables. Así pues, los hombres pueden ser
liberados del culto a la Riqueza y abiertos a la solidaridad, y para
ello la Iglesia debe promover grandes y audaces campañas; pero en modo
alguno pueden ser redimidos de su servidumbre al Sexo, y orientados a la
honestidad, por lo que es mejor que la Iglesia en esto se calle, y se
deje de idealismos impracticables.
EL MAL MENOR
Otros afirman que «el principio del mal menor» puede justificar que los esposos, para salvar valores superiores, recurran a los medios anticonceptivos. O en todo caso piensan que para
legitimar en determinadas circunstancias la anticoncepción podría
invocarse «el principio de totalidad», por el cual la unidad entre amor
y fecundidad se guardaría en el conjunto de la vida matrimonial, aunque
no en cada uno de los actos conyugales.
Respuesta.
Ya Pablo VI, considerando esta objeción la respondió adecuadamente: «No
se puede invocar como razones válidas, para justificar los actos
conyugales intencionalmente infecundos, el
mal menor, o el hecho de que
tales actos constituirían un todo
con los actos fecundos anteriores o que seguirán después. En verdad,
si es lícito alguna vez tolerar un mal menor a fin de evitar un mal
mayor o de promover un bien más grande, nunca sin embargo es lícito, ni
aún por razones ciertamente gravísimas, hacer el mal para conseguir el
bien (+Rm 3,8); es decir, hacer objeto de un acto positivo de la
voluntad lo que por su propia naturaleza lesiona el orden moral, y por
lo mismo ha de juzgarse indigno del hombre, aunque con ello se quisiere
defender o procurar el bien individual, familiar o social. Yerra, por
tanto, totalmente el que piensa que un acto conyugal,
hecho voluntariamente
infecundo, y por esto
intrínsecamente deshonesto, pueda ser convalidado por el conjunto de
una vida conyugal fecunda»57.
Sugerencia de lectura Bibliografía
1.
La Familia Escuela De Comunión. Monseñor Jesús Márquez Farfán. Colección
Iglesia en América 2002/12
2.
CIC.
3.
Material De Apoyo Para Trabajo Con Grupos De Matrimonio. Serie B El
Matrimonio. Dpto. de Pastoral Familiar Arquidiócesis de Stgo.
4.
Exhortación Apostólica. Familiaris Consortio. De S.S. Juan Pablo II
5.
Carta - Encíclica Humane Vitae de S.S. Pablo VI
6.
Fichas de Pastoral Familiar. Cuaderno N° 1 FE Y VIDA MATRIMONIAL. Padre
Hernán Alessandri M. Editorial Patris
Al principio -La primera
pareja-
Al principio del mundo, DIOS creó, el cielo, la tierra y todos los animales.
Cuando acabó de hacer esto, Dios creo al primer hombre. Pero el hombre
estaba solo y se aburría. Entonces Dios decidió darle una compañera para que
entre los dos formaran una familia y entre ellos reinase el amor y la
comprensión. Cuando el primer hombre vio a la primera mujer, preguntó, lleno
de asombro: y ésta ¿cómo se va a llamar? Yo no sé, respondió Dios ¿Se te
ocurre a ti algún nombre?, el hombre miró fijamente a la que iba a ser su
mujer y se quedó pensativo. Al cabo de un rato dijo: ya tengo el nombre, Tú
a mí me llamaste HOMBRE, lo más lógico es que ella se llame HEMBRA ¿Y porqué
quieres ponerle ese nombre?, preguntó Dios. Muy fácil respondió el hombre.
Fíjate: H significa que ella va
ha estar siempre HUMILLADA ante
mí. Dios hizo una mueca, y volvió a preguntar ¿y que sentido tiene la E?,
bueno dijo el hombre, ella será mi ESCLAVA
y estará a mi servicio para lo que yo quiera, la
M porque me sospecho que ésta va
a ser bastante MIEDOSA.
¡caramba!, exclamó Dios con ironía, yo pensé que la M, era porque tu querías
tener muchas como ésta... eso también, respondió el hombre, picando el ojo,
tu sabes, no puedo conformarme con una sola, porque tiene trama de ser muy
BRUTA y muy
ROÑOSA. Anda dijo Dios ¿es por
eso que agregaste La B y la R? perfecto, y por último pongo la
A, porque así a primera vista,
tengo la impresión
que esta criatura es medio ASPERA
y se va a creer que es igual que yo.....
Entonces
dime ¿qué te parece que la llamemos HEMBRA? -¡No me gusta!, dijo Dios-. ¡No
me gusta ni un mínimo! ¡Lo has entendido todo al revés! ¿Tú no estas viendo
que esta compañera que te doy, es gente como tu y que tiene los mismos
derechos que tú?... Y por eso ella se llamará
MUJER. ¿Y qué significa ese
nombre tan raro?, preguntó el hombre. Pues muy sencillo, sonrió Dios. Esta
se llamará MUJER, porque va a
ser la MADRE de tus hijos y
porque será la UNICA compañera
que tendrás, no tendrás ni dos ni tres mujeres, como lo hacen los animales,
sino una sola y la amarás como a ti mismo, y ¿la j qué significa?, no es lo
que estás pensando, dijo Dios un poco molesto, la J significa que entre
ustedes tiene que reinar la JUSTICIA,
la justicia es el fundamento del amor. Y pongo la E, porque ella va a ser tu
ESPOSA y tienes que serle fiel
para toda la vida. ¡He! Te falto la R, exclamó el primer hombre...no te
apures dijo Dios, dejé la R para el final porque es la
RESPONSABILIDAD, ella es
responsable de ti y tú eres responsable de ella, y entre los dos crearán una
familia y una sociedad responsable ante Mí. Les miró con alegría y los
bendijo diciéndoles: ¡Crezcan y multiplíquense y llenen la tierra!