II. El Aprendizaje del Amor
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Pbro. Pablo Arce Gargollo
y James P. Socías
26 agosto 2008
encuentra.com
El amor entre los futuros esposos empieza durante el noviazgo y poco a poco
crece el conocimiento mutuo, de este conocimiento nace el amor.
Sométanse unos a otros por consideración a Cristo… que cada cual ame a su
esposa como a sí mismo y que la esposa respete a su marido.[1]
3. ¿Qué es el amor conyugal?
Nuestra sociedad con frecuencia promociona la idea romántica del amor a
primera vista en el cual el hombre y la mujer saben que están destinados a
pasar sus vidas juntos. Pero Dios puede dar la vocación para el matrimonio
en diferentes formas, por lo que no es conveniente decidir sobre el
matrimonio a primera vista. La pareja debe dedicar tiempo para conocerse
antes de tomar la decisión final.
El amor entre los futuros esposos empieza durante el noviazgo y se basa en
una revelación gradual de uno al otro. Poco a poco crece el conocimiento
mutuo y de este conocimiento nace el amor.
El conocimiento y el amor llegan a un punto en que están listos para un
compromiso para toda la vida y culmina dándose completa y exclusivamente al
otro en cuerpo y alma. Llegado ese tiempo es cuando se hace necesario el
matrimonio, como entrega total de los esposos entre sí, según la ley de
Dios. Como dijo Jesús a sus discípulos: ¿No habéis leído que al principio el
Creador los hizo hombre y mujer y dijo "por esto el hombre dejará a su padre
y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne"?[2]
El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos
de la persona —reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y
de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad—; mira a una
unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne,
conduce a no tener más que un corazón y un alma; aexige la indisulobilidad y
la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad.
En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal
natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida,
sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores
propiamente cristianos.[3]
El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es
sellado por el mismo Dios[4] (…) La alianza de los esposos está integrada en
la alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido
en el amor divino".[5]
El matrimonio ideal requiere de ese tipo de amor de los esposos. Este amor
genuino debe tener ciertas cualidades para que pueda ser una reflexión del
amor de Dios y no una simple pasión pasajera. Este amor entre los esposos
debe ser:
Humano: no proviene sólo de los sentidos; supera la simple efusión del
instinto y la mera inclinación erótica. Abarca a la persona en su totalidad
física, psíquica y espiritual. Debe estar trazado sobre el modelo
sobrenatural, respetuoso de la dignidad personal del otro y es, por tanto,
responsable. Incluye el deseo de sufrir por el otro, porque durante nuestro
caminar terreno, el sufrimiento es la prueba de toque del amor.[6]
Total: Conduce a los esposos a compartir todo sin reservas o cálculos
egoístas; abarca el bien de toda la persona e impregna toda la vida de los
cónyuges. Es una forma única de amistad personal donde el esposo y la esposa
generosamente comparten todo.
Fiel y exclusivo: como el amor de Dios del que es participación; hasta la
muerte. La donación física propia del amor conyugal sería un engaño si no
fuese signo y fruto de la donación personal total en la que se compromete
incluso el futuro. Excluye el adulterio y el divorcio.
Fecundo: está destinado por su propia naturaleza a prolongarse en nuevas
vidas y, por tanto, no se agota en los esposos, sino que encuentra su corona
en los hijos.[7]
4. ¿De quién nos enamoramos? ¿Por qué hay tantos matrimonios infelices?
El aprendizaje del amor, enamorarse verdaderamente del futuro esposo o la
futura esposa es una lección que debe aprenderse antes del matrimonio. En
primer lugar, uno debe elegir primero al compañero adecuado; de otra forma
el matrimonio será una fuente de dificultades.
Un buen cristiano debe evitar enamorarse de:
Los que ya están comprometidos;
Los que ya están casados;
Los que son sólo físicamente atractivos;
Los que son impuros o que tienen costumbres morales relajadas;
Los que han sido llamados por Dios para el celibato, pues también a ellos
les demanda el corazón y el ser total de su persona.[8]
Los matrimonios infelices, con frecuencia, son debidos a que la preparación
para elegir el compañero correcto fue inadecuada.
Puede ser útil hacer, en la presencia de Dios, un examen sobre si se ama
verdaderamente a uno(a), considerando que los enemigos y amenazas del
verdadero amor son: egoismo, hedonismo, materialismo, consumismo, la falta
de madurez personal y las actividades profesionales demasiado absorbentes.
5. ¿Quién educa para un matrimonio cristiano?
La preparación remota para el matrimonio es impartida por los padres. Debe
empezar en la niñez temprana, por medio de una educación familiar sabia y
del buen ejemplo que conduce a los hijos a comprender el concepto correcto
de una familia cristiana.
La mejor lección que un hijo debe recibir para que tenga un matrimonio feliz
es el buen ejemplo de su propia familia. Esta educación temprana es la base
sólida para las futuras familias. La educación gradual de los jóvenes, junto
con la guía espiritual personal, desarrollará especialmente la virtud de la
castidad y los capacitará para comprometerse en un matrimonio honorable.
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios"
es indispensable para la trasmisión de los valores humanos y cristianos del
matrimonio y de la familia,[9] y esto con mayor razón en nuestra época en la
que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no
aseguran suficientemente esa iniciación.[10]
6. ¿Es el "compromiso formal" una etapa importante?
El noviazgo serio y formal es una etapa importante. Los futuros esposos,
durante ese período, deben discutir y ponerse de acuerdo en ciertos aspectos
de fondo. De otro modo, es fácil dejarse llevar por un amor emocional sin
ninguna dirección. Nosotros los cristianos tenemos la ley de Dios como guía.
Con una actitud cristiana, el noviazgo se convierte en:
. Un viaje de esperanza por medio del cual cada uno aprende a respetar al
otro; un respeto basado en el hecho de que el hombre y la mujer son hijos de
Dios y que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo.
. Una escuela de amor donde un hombre y una mujer, mientras se están
conociendo, también aprenden que la base principal de un matrimonio feliz es
la generosidad del sacrificio propio para con el otro y para con Dios.
. Un aprendizaje de la fidelidad que les permitirá perseverar fielmente en
su futuro matrimonio.[11]
El noviazgo debe ser un tiempo para crecer en el afecto y para conocerse
mejor. Como en todas las escuelas del amor; debe ser inspirado no por un
deseo de recibir, sino por un espíritu de dar, comprender, respetar y de
consideración amable.[12]
[1] Efesios 5, 21 y 5, 33
[2] Mateo 19, 4-5
[3] Cf. C.C.C. 1643 y F. C. 13
[4] Cf. Mateo 10, 9
[5] Cf. C.C.C. 1639 y G S. 48
[6] Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, Editora de Revistas, México,
1992, 24
[7] Cf. C.C.C. 2373 y H.V. 9
[8] J. L. Soria. On Purity (Princeton, NJ: Scepter Publishers, Inc. 1970)
[9] Cf. C.I.C 1063
[10] Cf. C.C.C. 1632; C.I.C. 1063.2 y G.S. 49
[11] Cf. C.C.C. 2350