IV. Bienes y exigencias del amor conyugal
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Pbro. Pablo Arce Gargollo
y James P. Socías
26 agosto 2008
encuentra.com
Una vez contraído válidamente el sacramento del matrimonio, crea una unión
espiritual que no puede romperse.
a) Unidad e Indisolubilidad
30. ¿Cuáles son las propiedades esenciales del sacramento del matrimonio?
Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la
indisolubilidad.
Unidad del matrimonio significa que el contrato establecido es entre un
hombre y una mujer; el esposo no puede casarse con otra mujer durante toda
la vida de su esposa, ni la esposa puede casarse con otro hombre mientras
viva su esposo.
La poligamia es contraria a la dignidad personal igual dehombres y mujeres,
quienes en el Matrimonio se dan ellos mismos con un amor total, y por tanto,
único y exclusivo.[1]
Indisolubilidad significa que la unión del matrimonio sacramental no puede
romperse excepto por la muerte del esposo o la esposa.
Por virtud del contrato matrimonial, el hombre y la mujer "ya no son dos
sino una sola carne" y están llamados a crecer continuamente en su comunión
a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca
donación total.[2]
La unión no es simplemente física, sino una unión espiritual de las dos
almas. Aunque los esposos pueden estar físicamente separados, el sacramento,
una vez contraído válidamente, crea una unión espiritual que no puede
romperse, excepto por la muerte de uno de los esposos.[3] La autorización,
dada por Moisés[4], de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza de
sus corazones.[5]
Su motivo mas profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de
Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del Matrimonio los esposos son
capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el
sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y
más profundo.[6]
31. ¿Cuáles son los principales propósitos del contrato matrimonial?
Por su misma naturaleza, el contrato matrimonial es ordenado hacia el bien
de los esposos y hacia la procreación y educación de los hijos.[7] Las unión
de los esposos logra el fin doble del matrimonio: el bien de los esposos y
la transmisión de la vida.
Estos dos significados o valores del matrimonio no pueden separarse sin
alterar la vida espiritual de la pareja o comprometer los bienes del
matrimonio y el futuro de la familia. El amor matrimonial de hombre y mujer
requiere tanto de la fidelidad como de la apertura a la vida.[8] Entre más
pronto se reconozca este hecho, y se comparta con otros, más pronto un mayor
número de parejas serán capaces de abrazar el plan total de Dios y estar más
abiertos al propósito de procreación del matrimonio.[9]
b) Apertura a la fecundidad
32. ¿Cómo se expresa el amor verdadero en las relaciones matrimoniales?
¿Cuándo es el acto marital un signo de amor auténtico?
El verdadero amor conyugal no sólo es exclusivo y total, sino también un
amor fructífero, tanto espiritual como físicamente. Espiritualmente, es
fructífero porque el matrimonio ayuda a la pareja a crecer en santidad.
Físicamente es fructífero porque el acto matrimonial, cuando se hace como
Dios quiere, glorifica a Dios y es necesario para alcanzar la unión perfecta
entre los esposos. Algunos pueden tener nociones equivocadas con respecto a
las enseñanzas de la Iglesia sobre lo sagrado del acto marital. Lejos de ser
algo malo o en cierta forma sucio, como algunos erróneamente piensan, la
Iglesia defiende su dignidad.
Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son
honestos y dignos, y realizados de modo verdaderamente humano significan y
fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con
alegría y gratitud.[10]
El propio Creador estableció que en la función procreadora, los esposos
deben experimentar placer y goce del espíritu y del cuerpo. Por tanto, los
esposos no hacen naada malo al buscar este placer y goce. Sólo aceptan lo
que el Creador ha proyectado para ellos. Sin embargo, los esposos deben
saber cómo mantenerse dentro de los límites de la moderación.[11]
Como escribió el Beato Josemaría Escrivá, fundador de la Prelatura del Opus
Dei: Esa autenticidad del amor requiere fidelidad y rectitud en todas las
relaciones matrimoniales. Dios, comenta Santo Tomás de Aquino, ha unido a
las diversas funciones de la vida humana un placer, una satisfacción; ese
placer y esa satisfacción son por tanto buenos. Pero si el hombre,
invirtiendo el orden de las cosas, busca esa emoción como valor último,
despreciando el bien y el fin al que debe estar ligada y ordenada, la
pervierte y desnaturaliza, convirtiéndola en pecado o en ocasión de
pecado.[12]
Aún Sigmund Freud dice: Es una característica de todas las perversiones
sexuales evitar la reproducción como objetivo.[13] Este es realmente el
criterio por medio del cual juzgamos si la actividad sexual es perversa: si
se aparta de la reproducción en su objetivo y persigue la gratificación
independientemente.
Para mantener un amor genuino entre esposo y esposa, cada acto matrimonial
debe permanecer abierto a la transmisión de la vida. La procreación nunca
puede excluirse del acto conyugal porque Dios ordenó una conexión
inseparable entre los significados unitivo y procreativo del amor
conyugal.[14]
33. ¿En qué consiste la paternidad responsable?
Con frecuencia la noción de paternidad responsable[15] se entiende
exclusivamente como limitación a un reducido número de hijos por matrimonio.
Sin embargo, en muchos casos la decisión responsable de los padres respecto
de los hijos que podrían traer al mundo consiste en aceptar con gusto los
que Dios les mande. Si son capaces de atenderlos, alimentarlos, educarlos,
sería una falta de responsabilidad limitarse a un número reducido. No se
estaría ejerciendo adecuadamente la paternidad responsable.
Por eso, y para evitar equívocos, Pablo VI señala las dos formas como se
concreta esa noción: "la paternidad responsable se pone en práctica ya sea
con la deliberación ponderada y generosa de recibir un número mayor de
hijos, ya sea con la decisión, tomada por serias causas y en el respeto de
la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por
tiempo indefinido".[16]
34. ¿Cuál es el verdadero significado de la paternidad responsable?
El ejercicio responsable de la paternidad implica que los esposos
reconocerán plenamente sus propias obligaciones hacia Dios, hacia ellos
mismos, hacia su familia y hacia la sociedad, en una jerarquía de valores
correcta.[17] Esto comprende el reconocimiento de las obligaciones para con
Dios, ellos mismos, la familia y la sociedad; y al mismo tiempo reconocen
que no son libres para proceder a su completa libertad, como si ellos
pudieran determinar en forma totalmente autónoma el camino honesto que deben
seguir; pero ellos deben conformar su actividad a la intención creadora de
Dios, expresada en la propia naturaleza del matrimonio y de sus actos, y
manifestada en las enseñanzas constantes de la Iglesia.[18]
Este concepto de paternidad responsable debe entenderse correctamente. Debe
considerarse bajo sus diversos aspectos legítimos e interrelacionados.
En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa
que se conocen y respetan las funciones de estos procesos; el intelecto
descubre en el poder de dar la vida leyes biológicas que son parte de la
persona humana.
En relación con las tendencias del instinto y las pasiones, paternidad
responsable significa el dominio necesario que la razón y la voluntad deben
ejercer sobre ellos.
En cuanto a las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la
paternidad responsable se ejercita ya sea por la decisión generosa, tomada a
conciencia, de formar una familia grande, o por la decisión, tomada por
motivos graves y con respeto por la ley moral, para evitar nuevos
nacimientos por cierto tiempo, o aún por un período indeterminado.
Paternidad responsable además, y sobre todo, implica una relación más
profunda con el orden moral objetivo establecido por Dios, y del cual el
intérprete fiel es una conciencia recta.[19]
35. ¿Es el recurso de planificación familiar natural (PFN) compatible con la
paternidad responsable?
La paternidad responsable no es incompatible con el recurso a la
planificación familiaar natural cuando existen motivos graves. Pero el
esposo y la esposa deben tener en cuenta las consideraciones mencionadas y
valorar este asunto concientemente ante Dios. Este objetivo no puede
alcanzarse a menos que se practique la castidad conyugal sincera. Por
razones justas, las parejas pueden desear espaciar los nacimientos de sus
hijos. Deben asegurarse que su deseo nazca del egoísmo, sino que está de
acuerdo con la generosidad adecuada de la paternidad responsable. Su
comportamiento se regirá por los criterios objetivos de la moralidad.[20]
Es la pareja casada quien, en última instancia, tomará la decisión. Deben
darse cuenta que su comportamiento está gobernado por los dictados de una
conciencia bien formada, la cual puede contradecir los sentimientos y los
impulsos. Algunos dicen que la conciencia es sagrada; de hecho, ha sido
llamada el santuario del hombre. Esta conciencia está de acuerdo con la
voluntad de Dios y se forma en el ser humano por medio de las enseñanzas de
la Iglesia, que es la intérprete auténtica de la ley divina. Porque la ley
divina ilumina el significado del amor conyugal, lo protege y lo conduce a
la verdadera plenitud humana.
En esto, y no en nada más, estriba todo el misterio y la dignidad de la
conciencia moral: en estar en el lugar, el lugar sagrado donde Dios le habla
al hombre.[21]
Lo que generalmente se conoce como "planificación familiar natural",
consiste en la práctica de utilizar los tiempos no fértiles para la
expresión del amor conyugal, y puede recurrirse a él cuando hay motivos
graves, por ejemplo para retrasar un nuevo nacimiento. Esta práctica expresa
en una forma concreta la relación correcta entre los esposos en el
matrimonio. Llama a un profundo respeto entre los esposos y a una comunión
de mentes y corazones respecto a la regulación de los nacimientos. Reconoce
los diferentes, pero complementarios, deseos y necesidades de un hombre y
una mujer e insiste en que es indispensable la corresponsabilidad para tomar
decisiones respecto a los hijos.
La planificación familiar natural reconoce y requiere iniciación adecuada,
compromiso y la plena cooperación del esposo y la esposa. Respeta la
naturaleza humana y va más allá de las formas mecánicas de expresar el amor
humano. Se preserva la relación entre la comunión y la generosidad y se
fomenta un nuevo nivel de comprensión entre esposo y esposa. Esta
planificación constituye una atmósfera en la cual los padres están mucho más
inclinados a asumir la corresponsabilidad para la educación de los
hijos.[22]
El espaciamiento más natural se logra amamantando al infante porque la
lactancia suprime la ovulación. Sin necesidad de programar la "planificación
familiar", las parejas se dan cuenta de que sus hijos nacen adecuadamente
espaciados.
Los motivos que conducen a la continencia periódica deben ser importantes.
Los esposos tienen la obligación de procrear y educar a los hijos de acuerdo
con el plan de Dios.
Los motivos que pueden orillar a los esposos a evitar la procreación son la
salud física y psicológica del esposo o la esposa, la armonía y la paz de la
familia, mejores condiciones para la educación de los hijos ya nacidos o
circunstancias externas.[23]
Los métodos lícitos de control natal natural son el método del ritmo y otros
como el de la temperatura basal, el de la ovulación y Billings. Estos
métodos pueden usarse bajo las siguienters circunstancias:
Cada acto marital debe estar abierto a la transmisión de la vida: El control
natal artificial (es decir, la píldora, el dispositivo intrauterino (DIU),
el coito interrumpido, el condón, etc), la masturbación o la esterilización
voluntaria en ningún caso están permitidos porque son transgresiones graves
a la ley de Dios, es ir contra la naturaleza del amor conyugal y establecer
el campo fértil para la destrucción final del contrato matrimonial
La decisión de emplear la planificación familiar natural debe hacerse con
una conciencia recta, es decir, una conciencia informada por las enseñanzas
de la Iglesia.
Deben existir motivos morales graves para practicar la planificación
familiar natural.
Y, no debe haber ocasión de pecado para ninguno de los esposos, por ejemplo,
períodos de infidelidad debidos a períodos prolongados de continencia. Estos
períodos significan respetar las leyes del proceso generativo, reconocer que
no somos árbitros de las fuentes de la vida humana, sino más bien el
ministro del designio establecido por el Creador.[24]
La orientación y la guía de un sacerdote prudente siempre ayudarán a la
pareja a tomar la decisión correcta ante Dios.
También está prohibido cualquier acto para buscar el placer sexual que por
su naturaleza no esté dirigido o destinado a la procreación y a aspectos
unificantes del amor matrimonial, por ejemplo, el coito oral, la auto o
mutua masturbación, etc.
La Iglesia condena severamente cualquier alteración de la ley natural y, por
esta razón, condena el control natal artificial. Las enseñanzas de las
Iglesia en este aspecto siempre han sido las mismas desde el mismo principio
de la cristiandad.
Además, la experiencia ha demostrado que la destrucción del contrato
matrimonial puede ser sutil. La erosión suele ocurrir durante años del uso
de anticonceptivos. El sexo contraceptivo puede hasta convertirse en
alienante cuando se ha eliminado el propósito original.
36. Según la respuesta anterior, ¿qué condiciones se requieren para optar la
limitación en el número de hijos?
Para optar por la limitación en el número de hijos se requieren dos
condiciones: que haya causas que justifiquen esa decisión y que se utilice
un método que esté de acuerdo con la ley moral.
La paternidad responsable implica apertura a la vida en las relaciones
conyugales. Una apertura a la vida en las relaciones conyugales protege la
autenticidad de la relación amorosa, salvándola del riesgo de descender al
nivel de simple goce utilitario.[25]
La orden de Dios dada a nuestros primeros padres en el Génesis de ser
fructíferos y multiplicarse no implica que cada acto mastrimonial logre como
objetivo la concepción de la vida; sin embargo, en cada acto conyugal no
puede haber acción opuesta a la transmisión de la vida.
Toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en
el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como
medio, hacer imposible la procreación, es intrínsecamente pecaminosa.[26]
37. ¿Qué han dicho los Romanos Pontífices sobre las causas o motivos que
hacen lícita la decisión de evitar un nuevo nacimiento?
Respecto a las causas o motivos que hacen lícita la decisión de evitar un
nuevo nacimiento, los Romanos Pontífices han utilizado las siguientes
expresiones: Pío XII: "casos de fuerza mayor", "motivos graves", "motivos
serios y proporcionados",[27] Pablo VI: "serias causas", "justos
motivos",[28] Juan Pablo II: "justas razones".[29]
38. Ahora bien, ¿a qué se refieren esas causas o motivos?
Esas causas o motivos se refieren "a las condiciones físicas, económicas,
psicológicas, sociales"[30] de los cónyuges o de los hijos. Para concretar
un poco más estas ideas, podríamos ejemplificarlas esquemáticamente de la
siguiente manera:
a) Para retrasar una nueva concepción se requieren motivos o razones
proporcionadas como las que se indican a continuación:
Físicas: reponerse de varios embarazos y partos muy seguidos, superar una
enfermedad relativamente grave, o alargar por prescripción médica el período
de convalecencia;
Económicas: situación económica realmente apurada, en la que un nuevo hijo
provocaría serios problemas;
Psicológicas: determinados estados de angustia o ansiedad ante la
posibilidad de un nuevo embarazo, alguna otra enfermedad mental comprobada
en alguno de los cónyuges;
Sociales: imposibilidad material de dar a la nueva criatura un adecuado
cobijo;
Personales: carencia efectiva de tiempo para atender a la nueva prole o para
cumplir adecuadamente -contando siempre con la propia generosidad y espíritu
de sacrificio- las obligaciones de estado o las que impone el trato a con
Dios;
b) para evitar de por vida una nueva concepción, los motivos habrán de ser,
lógicamente, de mucha mayor importancia: peligro próximo y mortal para la
salud de la madre, enfermedad grave e incurable, imposibilidad de
trasladarse a una vivienda más amplia para evitar la promiscuidad,
incapacidad permanente para resolver las necesidades de los hijos -alimento,
vestido, educación-, necesidad imperiosa para la madre de trabajar fuera de
casa e incompatibilidad real de esa tarea con el cuidado de los hijos, etc.
La otra condición para optar lícitamente por la limitación de los
nacimientos se refiere, como advertimos, al método, que ha de estar de
acuerdo con la ley moral.
39. ¿Es lícito, entonces, el uso de la contracepción?
La contracepción, es decir, la acción contra la concepción, tiene como
objetivo prevenir la transmisión de la vida. Esta acción es un mal uso de
las facultades reproductoras, y viola uno de los propósitos del matrimonio.
Es un rechazo directo, un decir "no"al plan de Dios para la vida y a la
vocación para traer nueva vida. Puede conducir a una pérdida de la fe.
La vida misma es sagrada, y por este solo hecho, las relaciones sexuales, a
diferencia de otras acciones físicas, son también sagradas. Por ello, las
parejas comparten el poder y la paternidad de Dios.[31]
Considerando a Dios como causa fundamental de todas las cosas, debe tenerse
presente que en el origen de cada persona humana hay un acto creativo de
Dios. Ningún hombre viene a este mundo por casualidad; siempre es objeto del
amor creativo de Dios. Por esta verdad fundamental de la fe y la razón, la
capacidad procreativa, inscrita en la sexualidad humana, es, en su verdad
más profunda, una cooperación con el poder creativo de Dios. El hombre y la
mujer no son ni árbitros de esta capacidad, ni sus maestros.[32]
El fenómeno biológico de la reproducción humana, donde la persona humana
encuentra sus orígenes, también tiene su fin en el nacimiento de una nueva
persona, única e irrepetible, hecha a imagen y semejanza de Dios.[33]
El uso de la contracepción priva al acto matrimonial de su naturaleza
sagrada, diciendo "no"a la transmisión y al valor de la vida. Este "no" a la
vida conduce al egoísmo en el cual cada miembro de la pareja tenderá a usar
cada vez más al otro para satisfacer sus necesidades sensuales. Este "no"
también se traduce en un deseo de aumento de los bienes materiales, una
mejor carrera, o comodidades a cualquier precio.
Además, cuando se excluye el propósito primario de las relaciones sexuales,
es muy difícil distinguirlo de otras perversiones sexuales como el sexo
premarital, la masturbación, etc. con lo que se busca como fin primario la
satisfacción sexual, sin apertura a la vida. Es probable que no reconozcan
que la barrera espiritual que han puesto entre ellos es el verdadero motivo
de esta distancia.
40. ¿Puede el control artificial de la natalidad estar de acuerdo con las
enseñanzas de la Iglesia (por ejemplo, en casos extremos)?
El control artificial de la natalidad nunca puede estar de acuerdo con las
enseñanzas de la Iglesia, aún en casos extremos. Cegar las fuentes de la
vida es una violación a la ley de Dios, y un mal uso de los dones que Dios
ha concedido a la humanidad. Hacer esto demuestra que una persona es movida
por el temor y el egoísmo, no por amor. Todo se vuelve turbio porque el
esposo y la esposa empiezan a verse como cómplices. Irónicamente, pueden
experimentar menos intimidad en medio de actos sexuales más frecuentes. Las
heridas que se crean, si se deja que continúe este estado, son casi siempre
imposibles de curar. El amor ya no es auténtico.[34] El mal uso del sexo en
el matrimonio es comunicar lo siguiente: Acepto la parte de ti que me trae
placer pero no la parte que produce nueva vida.
Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los
esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente
contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente; se produce no
sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también a una
falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse
en plenitud persona.[35]
La iglesia Católica prohibe el uso del control natal artificial, como la
pastilla anticonceptiva, el coito interrumpido, el DIU, el condón, etc.[36]
Nunca deben usarse: contradicen el propósito del matrimonio porque
interefierenn con el plan de Dios y el propósito de crear nueva vida. Son
malvados intrínsecamente. Es como decir non serviam a Dios (No te serviré a
ti en esta colaboración creadora).
Inversamente: Cuando hay castidad en el amor de las personas casadas, su
vida matrimonial será auténtica; esposo y esposa son fieles a ellos mismos,
se comprenden y desarrollan la unión entre ellos.[37] Desde el momento de la
concepción la vida deberá cuidarse con gran cuidado, mientras el aborto y el
infanticidio son crímenes abominables.[38]
Aunque el objetivo de algunas formas de control artificial de la natalidad
es la contracepción, el resultado real ha sido el aborto. Otras, como el
DIU, la pastilla, o las pastillas para la mañana siguiente (abortivas) por
ejemplo RU-486, siempre son abortíferas por destrucción de la nueva vida: el
huevo ya fertilizado. Estos métodos abortíferos de "contracepción" son
especialmente inmorales, porque, como la vida comienza en la concepción,
provocan el aborto de una nueva vida humana.
El uso adecuado de las relaciones conyugales durante el matrimonio es una
clave importante para el éxito de un matrimonio. Los sacerdotes con
experiencia en Tribunales Matrimoniales se dan cuenta que en muchos casos,
el divorcio es precedido por la falta de castidad, ya sea por contracepción
durante el matrimonio, sexo premarital, sexo extramarital, o por los tres.
41. ¿A quién corresponde la decisión sobre el modo de ejercer la paternidad
responsable?
La decisión sobre el modo de ejercer la paternidad responsable en cada caso
—aceptando un número mayor de hijos o limitándolo— corresponde a los
cónyuges, ya que "los primeros responsables del amor conyugal son los mismos
esposos",[39] o con palabras del Concilio Vaticano II, "este juicio, en
último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su
modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden
proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, la
cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la
Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del Evangelio"[40]
Por tanto, si bien es recomendable pedir consejo a quien pueda darlo con
objetividad y buen criterio —por ejemplo, el sacerdote con quien suelan
confesarse—, la decisión final habrán de tomarla en conciencia los esposos,
De ahí que no tenga sentido hablar de "permiso" otorgado por el sacerdote en
esta materia, pues carece de esa facultad.
42. ¿Qué método es moralmente lícito para controlar la natalidad?
El único método moralmente lícito para evitar o retrasar un embarazo,
supuestas las causas que lo justifican, consiste en la abstinencia del acto
conyugal en los días en que puede haber fecundación: "Si para espaciar los
nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o
psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia
enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales
inmanentes a las funciones generadoras para usar el matrimonio sólo en los
períodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios
morales"[41] A este método se le llama continencia periódica.
43. ¿Por qué es lícito el método de la continencia periódica?
La razón por la cual este método es lícito es porque se cumplen las dos
condiciones para la bondad de todo acto humano:
Que haya recta intención: en este caso, la intención queda avalada por las
causas o motivos que llevaron a tomar la decisión de espaciar los
nacimientos; y que el acto sea bueno en sí, por su objeto: esta condición
también se da, pues al hacer uso del matrimonio en los periodos agenésicos,
los cónyuges no rompen la unidad entre los dos aspectos o significados que
constituyen esencialmente el acto conyugal,[42] como Dios lo ha querido: el
aspecto unitivo: la unión entre los esposos, el amor mutuo que se expresa y
fortalece mediante ese acto y, el aspecto procreativo el acto matrimonial
permanece abierto naturalmente a la procreación, ya que se ha respetado la
naturaleza, sin alterar artificialmente los mecanismos por los que se regula
la generación humana.
44. ¿Qué se entiende por métodos naturales?
Habíamos dicho que el único método lícito para regular la natalidad es la
continencia periódica. Ahora hay que añadir que por métodos naturales se
entienden los diversos procedimientos que permiten detectar los días en que
puede haber fecundación, con miras a abstenerse del acto conyugal en esas
fechas. Por tanto, el recurso a la continencia periódica es común a todos
ellos.
45. ¿En qué se basan los métodos naturales de regulación de la fertilidad?
Todos los métodos naturales de regulación de la fertilidad se basan en el
reconocimiento de las diferentes etapas de las que consta el ciclo menstrual
y, muy especialmente, en la identificación del momento de la ovulación, que
es el hecho clave sobre el que gira la posibilidad del embarazo.
46. Estas leyes que aparecen como costosas ¿Pueden vivirlas todos los
esposos cristianos?
Aunque en algunos casos pueda resultar difícil vivir la Doctrina de la
Iglesia respecto al matrimonio y la procreación, hay que tener en cuenta
que, como ha dicho Juan Pablo II, "no puede haber verdadera contradicción
entre la ley divina de la transmisión de la vida y la de favorecer el
auténtico amor conyugal".[43] Además, "Dios no manda lo imposible, y todo
mandamiento lleva consigo también un don de gracia que ayuda a la libertad
humana a cumplirlo. Sin embargo, son necesarios la oración constante, el
recurso frecuente a los sacramentos".[44] Esto significa que los esposos no
se encuentran solos, con sus solas fuerzas, para vivir unas exigencias que
les superan, sino que cuentan con la ayuda que Dios les ofrece. Lo que hace
falta, por tanto, es aceptar esa ayuda, apoyarse y confiar en ella. ¿Cómo?
Lo acaba de indicar el Papa: rezando, confesándose con frecuencia, acudiendo
a la Santa Misa también entre semana, y recibiendo la Sagrada Comunión en
estado de gracia.
47. ¿Cuál es el documento más importante del Magisterio reciente de la
Iglesia sobre el matrimonio y la procreación? ¿Ha sido constante la Iglesia
en esta enseñanza?
El documento más importante del Magisterio reciente de la Iglesia sobre el
matrimonio y la procreación es la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI, del
año 1968, que aborda sistemáticamente el tema. La exhortación apostólica
Familiaris Consortio, de Juan Pablo II, del año 1981, trata también con gran
profundidad el tema de la transmisión de la vida, pero dentro de un contexto
más amplio, y secunda plenamente las enseñanzas contenidas en la encíclica
de Pablo VI. También la Iglesia recuerda estas enseñanzas en el Catecismo de
la Iglesia Católica, en la instrucción Donum viate de la Congregación para
la doctrina de la fe y el Papa Juan Pablo II habla una vez más de este tema
en muchas de sus Alocuciones y en la Carta a las familias de 1994. "La
Iglesia enseña la verdad moral sobre la paternidad y maternidad
responsables, defendiéndola de las visiones y tendencias erroneas difundidas
actualmente."[45]
48. ¿Es insesible la Iglesia a las dificultades para vivir la moral sobre la
paternidad y maternidad responsables?
Es el mismo Papa Juan Pablo II quien responde a esta pregunta, con otras,
diciendo: "¿Por qué hace esto la Iglesia? ¿Acaso porque no se da cuenta de
la problemática evocada por quienes en este ámbito sugieren concesiones y
tratan de convencerla también con presiones indebidas, si no es incluso con
amenazas? En efecto, se reprocha frecuentemente al Magisterio de la Iglesia
que está ya superado y cerrado a las instancias del espíritu de los tiempos
modernos; que su acción es nociva para la humanidad, más aun, para la
Iglesia misma. Por mantenerse obstinadamente en sus propias posiciones —se
dice, la Iglesia acabará por perder popularidad y los creyentes se alejarán
cada vez más de ella.
Pero, ¿cómo se puede sostener que la Iglesia, y de modo especial el
Episcopado en comunión con el Papa, es insensible a problemas tan graves y
actuales? Pablo VI veía precisamente en éstos cuestiones tan vitales que lo
impulsaron a publicar la encíclica Humanae vitae. El fundamento en que se
basa la doctrina de la Iglesia sobre la paternidad y maternidad responsables
es mucho más amplio y sólido. El Concilio indica ante todo en sus enseñanzas
sobre el hombre cuando afirma que "es la única criatura en la tierra a la
que Dios ha amado por sí misma" y que "no puede encontrarse plenamente a sí
mismo si no es en la entrega sincera de sí mismo".[46] Y esto porque ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios, y redimido por el Hijo unigénito del
Padre, hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación.
El concilio Vaticano II particularmente atento al problema del hombre y de
su vocación, afirma que la unión convugal —significada en la expresión
bíblica "una sola came"— sólo puede ser comprendida y explicada plenamente
recurriendo a los valores de la "persona " y de la "entrega". Cada hombre y
cada mujer se realizan en plenitud mediante la entrega sincera de sí mismo;
y, para los esposos, el momento de la unión conyugal constituye una
experiencia particularísima de ello. Es entonces cuando el hombre y la
mujer, en la "verdad" de su masculinidad y femineidad, se convierten en
entrega recíproca. Toda la vida del matrimonio es entrega, pero esto se hace
singularmente evidente cuando los esposos, ofreciéndose recíprocamente en
el amor, realizan el encuentro que hace de los dos "una sola carne".[47]
Viven entonces un momento de especial responsabilidad, incluso por la
potencialidad procreativa vinculada al acto conyugal. En aquel momento, los
esposos pueden convertirse en padre y madre, iniciando el proceso de una
nueva existencia humana que después se desarrollará en el seno de la mujer.
Aunque es la mujer la primera que se da cuenta de que es madre, el hombre
con el cual se ha unido en "una sola came" toma a su vez conciencia,
mediante el testimonio de ella, de haberse convertido en padre. Ambos son
responsables de la potencial, y después efectiva, paternidad y matemidad.
El hombre debe reconocer y aceptar el resultado de una decisión que también
ha sido suya. No puede ampararse en expresiones como: "no sé", "no quería",
"lo has querido tú". La unión conyugal conlleva en cualquier caso la
responsabilidad del hombre y la mujer, responsabilidad potencial que llega a
ser efectiva cuando las circunstancias lo imponen.[48]
49. ¿Qué ha dicho expresamente Juan Pablo II sobre la Humanae Vitae?
En repetidas ocasiones y con distintas palabras Juan Pablo II ha subrayado
el carácter de certeza, validez, aceptación plena y permanencia de la
doctrina contenida en la Humanae Vitae:
"Una enseñanza que para la Iglesia es cierta",[49] "no se puede dudar de la
validez de las normas morales allí expuestas";[50] contiene "una verdad que
no puede ser discutida";[51] y que tampoco podrá cambiar en el futuro, pues
"se trata, efectivamente, de una enseñanza que pertenece al patrimonio
permanente de la doctrina moral de la Iglesia".[52]
50. ¿Qué ha dicho el Papa a los sacerdotes acerca de la transmisión de esta
doctrina a los demás fieles de la Iglesia?
Juan Pablo II decía a los sacerdotes asistentes a la Audiencia especial del
1-III-84: "Sabéis bien que a menudo la fidelidad de parte de los sacerdotes
-digamos, mejor, de la Iglesia- a esta verdad y a las normas morales
consiguientes, quiero decir, las enseñadas por la Humanae Vitae y por la
Familiaris Consortio, tiene que ser con frecuencia pagada a un alto precio.
Con frecuencia es uno ridiculizado, acusado de incomprensión y de dureza, y
aún de otras cosas. Es la suerte de un testigo de la verdad, como bien
sabemos (…). Con sencillez y humilde firmeza sed fieles al Magisterio de la
Iglesia en un punto de tan decisiva importancia para el destino del hombre".
Estas palabras recuerdan aquellas otras de Pablo VI: "Amados hijos
sacerdotes (…) vuestra primera incumbencia (…) es exponer sin ambigüedades
la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio (…). No menoscabar en nada la
saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las
almas".[53]
51. ¿En qué forma puede la castidad ser compatible con el afecto humano, el
sexo y el amor en la vida marital?
Dios instituyó el matrimonio y estableció reglas para la castidad en el
matrimonio. La decisión de seguir su ley será la mejor forma de ser felices
en la vida de casados. Pero ¿cómo puede la castidad ser compatible con el
cariño y el sexo en la vida matrimonial?
Se puede contestar a esta pregunta con algunas palabras del Beato Josemaría
Escrivá: Con respecto a la castidad en la vida matrimonial, puedo
asegurarles a todas las parejas casadas que no es necesario tener miedo al
cariño de uno hacia el otro. Por el contrario, esta inclinación está en la
raíz de la vida familiar. Lo que Nuestro Señor espera de ellos es que se
respeten uno al otro y que sean leales entre sí; que actúen con
refinamiento, naturalidad y modestia. También les digo que la dignidad de
sus relaciones conyugales es el resultado del amor que se expresa en ellos.
Y habrá amor si esas relaciones están abiertas para fructificar, para traer
hijos al mundo.[54]
El Catecismo de la Iglesia Católica enfatiza que la sexualidad está dirigida
al amor conyugal de hombre y mujer. En el matrimonio la intimidad corporal
de la pareja se convierte en una promesa de comunión espiritual.[55]
El marido dé el débito conyugal a la mujer; y lo mismo la mujer al marido.
La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido; del mismo modo, el
marido no es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer.[56]
52. ¿A quién debemos acudir para obtener el consejo adecuado?
Siempre necesitamos buscar a la persona adecuada para obtener el mejor
consejo: No olviden los esposos, al oír consejos y recomendaciones en esta
materia, que de lo que se trata es de conocer lo que Dios quiere. Cuando hay
sinceridad, rectitud y un mínimo de formación cristiana, la conciencia sabe
descubrir la voluntad de Dios en esto como en todo lo demás. Porque puede
suceder que se esté buscando un consejo que favorezca el propio egoísmo, que
acalle precisamente con su presunta autoridad el clamor de la propia alma; e
incluso que se vaya cambiando de consejero hasta encontrar el más benévolo.
Entre otras cosas, ésa es una actitud fariseica, indigna de un hijo de
Dios.[57]
53. ¿Es todavía una bendición tener una familia numerosa? ¿Son los hijos una
fuente de alegría?
Los hijos son el regalo supremo del matrimonio.[58] Las Sagradas Escrituras
y la práctica tradicional de la Iglesia han considerado a las familias
numerosas como un signo de bendición de Dios y de la generosidad de los
padres.[59]
Los hijos son siempre una fuente de alegría cuando nacen del amor: Cada
nuevo hijo es una nueva revelación del amor de Dios y de la fidelidad de los
esposos.[60] Cada hijo es además una prueba de nuestro respeto por el
misterio de la vida, sobre el cual, desde el momento de la concepción, el
Creador pone la huella de su imagen y semejanza. Esta paternidad une lo
humano con lo divino y conduce a los esposos a una entrega mutua y
libre.[61]
54. ¿Tiene Dios un plan definido para cada pareja? ¿Cuál es su
responsabilidad ante Dios? ¿Qué sucede con las parejas que no pueden tener
hijos?
Dios tiene un plan para cada pareja, el cual incluye el número de hijos que
ellos deben ofrecerle a través del matrimonio. El no impone su voluntad
sobre nosotros, pero quiere que la pareja libre y responsablemente diga si a
su plan.
!Responsabilidad para el amor y para la vida! Esta expresión nos recuerda la
grandeza de la vocación de los esposos, llamados a ser colaboradores libres
y concientes de Dios, quien es amor, quien crea a través del amor y nos
llama al amor. Por medio de este sentido de responsabilidad por el amor y
por la vida, Dios Creador invita a los esposos a no ser operadores pasivos,
sino más bien colaboradores o casi intérpretes de su plan.[62]
Un hijo es un regalo. El regalo más precioso del matrimonio es una persona
humana. Pero algunas parejas no pueden engendrar hijos. La esterilidad
física no es mala. Las parejas que sufren de infertilidad, después de agotar
el potencial legítimo de la medicina, deben unirse con la cruz del Señor, la
fuente de todo fruto espiritual. Deben mostrar su generosidad adoptando
niños abandonados o porporcionando el servicio necesasrio a otros. Su
matrimonio puede, sin embargo, tener un significado pleno, tanto en términos
humanos como cristianos. Su matrimonio puede irradiar muchos frutos del
amor, de la aceptación y del sacrificio.[63]
[1] Cf. C.C.C. 1645 y F.C. 19.
[2] Cf. C.C.C. 1644 y F. C. 19
[3] Cf. C.C.C. 2364
[4] Cf. Mateo 19,8
[5] Cf. C.C.C. 1614
[6] Cf. C.C.C. 1647
[7] Cf. C.I.C. 1055.1
[8] Cf. C.C.C. 1643
[9] Cf. Carman Fallace. Evaluating Marriage and Family Information. (Lake
Grove,, NY: Little Glower Publications, 1993), p. 7
[10] Cf. C.C.C. 2362 y G. S. 49 y C & J. Fallace. Sexual Affection in
Marriage. Lake Grove, N.Y.: Family Life Promotion, 1950
[11] G.S. 49 y Pío XII, Discourse, Octubre 29, 1951 y Juasn Pablo II ,
Address en Noviembre 26, 1993
[12] Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, Editora de Revistas, México,
1992) n. 25
[13] John Haas. Contraception, A Personal Odyssey n. 180. (Princeton, NJ:
Scepter Publishers, Inc. 1982).
[14] Cf. C.C.C. 2366 y HV 11-12
[15] Para este apartado hemos tomado parte del estupendo trabajo de
Francisco Ugarte Corcuera, Matrimonio y Procreación, Minos, México 1992
[16] HV 10
[17] Cardenal Ugo Poletti, Avenire, marzo 18, 1988
[18] Ibid
[19] Cf. C.C.C. 2376 y H.V. 10
[20] Cf. C.C.C. 2368 y G.S. 51
[21] Juan Pablo II, The Splendor of the Truth, n. 58, 1993
[22] O.C.J. 83
[23] Cf. Juan Pablo II, Address de noviembre 26, 1993 y Paulo VI, H.V. 16
[24] Cf. Paulo VI y H.V. 16
[25] Cf. Juan Pablo II, Address de Diciembre 14, 1990 y Committee Pro-life
Activities, N.C.C.B., Julio 25, 1993
[26] Cf. C.C.C. 2370, F.C. 32 y H.V. 14
[27] AAS43, 1951, p. 846 y ASS 50, 1958, p. 736
[28] HV 10 y 16
[29] Alocución, 5-IX-1984
[30] HV 10
[31] Cf. C.C.C. 2367
[32] Juan Pablo II. Address al Congress on Responsible Procreation.
Noviembre 17, 1983
[33] Ibid
[34] Cf. Ibid
[35] F.C. 32
[36] Cf. Ibid
[37] Cf. Juan Pablo II, Address de Noviembre 13, 1988
[38] Cf. C.C.C. 2270 y G.S. 51
[39] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[40] GS 50
[41] HV 16
[42] Cf. HV 12 y FC 32
[43] FC 33
[44] Juan Pablo II, Discurso, 5-VI-87
[45] C.A.F. 12
[46] GS 24
[47] Génesis 2, 24
[48] C.A.F. 12
[49] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[50] Juan Pablo II, Discurso, 23-VIII-87
[51] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[52] Juan Pablo II, Discurso, ibid.
[53] HV 28-29
[54] Josemaría Escrivá. Conversaciones, (Editora de Revistas, México, 1992)
n. 93
[55] Cf. C.C.C. 2360
[56] 1 Corintios 7, 3-4
[57] Josemaría Escrivá. Conversaciones, México, 1992, n. 93
[58] Cf. C.C.C. 2360
[59] Cf. C.C.C. 1652
[60] Juan Pablo II, Dirigida a los obispos de Estados Unidos, octubre 24,
1988
[61] Ibid
[62] Juan Pablo II, Address de diciembre 14, 1990
[63] Cf. C.CIV.C. 1654, 2378, 2379 y G.S. 50