VII. Vida familiar
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Pbro. Pablo Arce Gargollo
y James P. Socías
26 agosto 2008
encuentra.com
La unión familiar se logra cada día con la comunicación, atención y cuidados
que mutuamente se den los esposos, y ellos a sus hijos.
Esposas, sed dóciles a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos,
amad a vuestras esposas y no seais ásperos con ellas. Hijos, obedecer en
todo a vuestros padres porque esto agrada al Señor. Padres, no os excedáis
al reprender a vuestros hijos, no sea que se vuelvan pusilánimes.[1]
62. ¿Quiénes son los principales educadores de los hijos? ¿Es el hogar la
primera escuela de la vida cristiana?
Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos. Los
efectos del amor matrimonial se extienden a la vida moral, espiritual y
sobrenatural que los padres dan a sus hijos por medio de la educación.[2] La
obligación fundamental de la familia es preservar la vida, actualizar en la
historia las bendiciones originales del Creador: transmitir por medio de la
procreación la imagen divina de persona a persona.[3]
Al darse uno al otro y a sus hijos, las parejas casadas se dan a Dios. Aquí
es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del
padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la
familia "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de
gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que
se traduce en obras.[4] El hogar es en sí la primera escuela de la vida
cristiana y "escuela del más rico humanismo". Aquí se aprende la paciencia y
el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso
reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda
de su vida.[5]
63. ¿Cómo pueden los hijos ser preparados para un matrimonio futuro exitoso?
El enfoque que los jóvenes dan al matrimonio es un factor muy importante
para el éxito de la familia. Necesitan entender que el matrimonio es una
vocación que requiere de una preparación práctica. La mejor escuela para el
matrimonio es el hogar. En la vida familiar es donde se educan los jóvenes
para sus futuros matrimonios. Como escribe el Papa Juan Pablo II:
La preparación remota empieza en la niñez temprana, en esa preparación
familiar sabia que conduce a los niños a descubrir que están dotados de una
psicología rica y compleja y de una personalidad particular, con sus propias
cualidades y defectos…[6]
La preparación próxima presentará al matrimonio como una relación
interpersonal de un hombre y una mujer que tienen que desarrollarse
continuamente, y los motivará para que estudien la naturaleza de la
sexualidad conyugal y la paternidad responsable, con los conocimientos
médicos y biológicos básicos relacionados con esto.[7]
64. ¿Hay algunas pautas para los padres cristianos?
Estas pautas podrían ayudar no sólo a preservar la unidad, sino a formar
hogares felices y alegres.
. La renuncia es la base del matrimonio. Se dan uno al otro, con frecuencia
sacrificando los propios deseos por el bien del ser amado. La persona se
esfuerza por tomar su cruz y cargarla con amor.[8] El matrimonio es para el
hombre maduro, que sabe que su vida y trabajo están a disposición de su
esposa y de sus hijos, y para la mujer madura, que sabe que su vida y
trabajo son el cuidado y el servicio que ella da a su esposo e hijos.
. Tener una disposición generosa es el reto de la paternidad responsable. La
institución del matrimonio y el amor conyugal están orientados por su propia
naturaleza a la procreación y educación de los hijos. Estos son el supremo
regalo del matrimonio.[9] Dar a los hijos tiempo, atención, amor, y sobre
todo, respeto.
. Respetar a su esposo(a). La persona con quien uno se casa es un hijo de
Dios, hecho a su imagen y semejanza. Por el matrimonio, los esposos
comparten una unión que fué establecida por el propio Dios y elevada por
Cristo a la dignidad de sacramento. Se comparte una unión que es una
vocación a la santidad y un medio para alcanzar la salvación eterna. En
verdad, para un esposo, su esposa es su camino al cielo; para una esposa, su
esposo es su camino al cielo; para ambos sus hijos son su camino al cielo.
. Confiar plenamente uno en el otro. La desconfianza daña al amor. Es una
obligación justa confiar en el vecino y amigo más cercanos, en este caso los
esposos. Juzgar sin evidencias y actuar celosamente es un pecado: un pecado
contra la justicia y también contra la caridad.
. Hacer cosas juntos. El esposo y la esposa deben encontrar felicidad y
alegría en su propio hogar y en la compañía de sus hijos. Su compañía
preferente debe ser su esposo(a) y sus hijos. El compartir mantiene a los
padres y a los hijos unidos. Es indispensable ser capaces de compartirse uno
mismo -cualidades buenas y malas- con una familia y ser aceptado para tener
una estrecha relación con el Señor.[10]
. Hacer del hogar un lugar agradable. El esposo y la esposa tienen la
responsabilidad de hacer que en su hogar reine la felicidad y la alegría, un
lugar que sea agradable por su presencia y por su interés en todo lo
relacionado con la familia. La casa debe estar limpia y ordenada, mientras
se permite que los niños jueguen con naturalidad y espontaneidad. Los
alimentos deben estar bien preparados, bien balanceados y adecuados pero sin
exageraciones. La familia también se une cuando la tragedia la golpea y en
celebraciones alegres de los sacramentos.[11]
. Perdonar y buscar la reconciliación. Una y otra vez, hay que dejar pasar
las viejas heridas y rencores para hacer las paces.[12] La regla de no decir
nada cuando no se puede alabar se aplica perfectamente entre los esposos.
Corrige a tu esposa, pero en privado y con prudencia. No conviene regañarse,
reñir ni criticarse en público, pero sobre todo en presencia de los hijos.
. Tratar de no pelear o discutir. Las discusiones tienden a empeorar, en
lugar de solucionar los problemas. Con frecuencia, la persona que grita más
es la que está equivocada. Los casados deben aprender a controlar su
carácter y a no pelear ni discutir en frente de los hijos porque éstos
pueden salir lastimados, traumatizados o desilucionados por este
comportamiento. Cuando empiezan sus noviazgos en años posteriores, los hijos
que han presenciado con regularidad las peleas y discusiones de sus padres,
tenderán a aceptar, como normal, este comportamiento de su futuro cónyuge,
continuando el ciclo.
. Tener la actitud correcta hacia el sexo. La sexualidad está orientada al
amor conyugal de hombre y mujer.[13] Dios creó el sexo para la procreación
de los hijos y para la entrega mutua total.[14] La intención de Dios
respecto al placer relacionado con el sexo es atraer al esposo y a la esposa
para que cooperen con El en la transmisión de la vida humana, mientras se
fomenta la unidad y la intimidad entre ellos. Es un regalo de Dios para la
pareja casada. Pasra una pareja casada, el sexo es la expresión de la
entrega mutua que fomenta y enriquece su amor entre sí y para con Dios. El
acto matrimonial, dentro de un matrimonio válido y llevado a cabo de acuerdo
con el plan de Dios, es una fuente de santificación y de mérito.
. Distribuir el dinero de la familia en una forma prudente. El dinero está
destinado a servir al bienestar de todos los miembros de la familia. Debe
emplearse como otro mnedio para crecer en generosidad y templanza.
. Cuidar la propia formación espiritual. Hay progreso en el matrimonio
cuando el esposo y la esposa saben y practican la fe católica. Dedicar un
poco de tiempo en leer la Biblia y un libro sobre la fe Católica, es nutrir
la formación espiritual. En la familia, los padres deben ser los primeros en
predicar la fe a sus hijos por medio de la palabra y el ejemplo; también
deben estimular la vocación adecuada a cada uno, especialmente la vocación
del estado sacerdotal. Al fomentar el crecimiento espiritual, los hijos
escucharán el llamado de Dios y estarán abiertos a la gracia de Dios.[15]
.Orar juntos. Agradecer a Dios por las bendiciones, tratar de adquirir
fortaleza y pedirle su guía en las crisis y titubeos. Dios responde a las
oraciones pero en ocasiones en forma inesperada.[16] Nuestro señor bendijo
la oración en conjunto al prometer que cuando dos o más personas se unieran
en su nombre ahí estaría El.[17] Bendecir siempre los alimentos. Además,
rezar el Rosario en familia es una hermosa plegaria y una verdadera unión
con la Santísima Virgen María, Madre de Dios y nuestra Madre.
. Afirmar la vida. La vida es un precioso don de Dios. Debemos enfrentarnos
a lo que destruye la vida como el asesinato, el aborto, el suicidio, la
eutanasia, etc.[18]
El arma más eficaz contra las fuerzas que atacan la vida es la bienvenida
que las familias dan a la nueva vida.
65. ¿Quién es responsable de la calidad de vida familiar y del bienestar de
los hijos? ¿Debe la esposa trabajar fuera del hogar?
Ambos padres deben supervisar el bienestar de sus hijos y la calidad de la
vida familiar ; ambos deben enfrentar las decisiones de sus respectivas
obligaciones y responsabilidades. Las madres tienen un camino particular y
con frecuencia difícil de seguir.
Las enseñanzas de los Papas y obispos enfatizan que la sociedad debe ser
estructurada en forma tal que las esposas y madres no tengran que trabajar
fuera del hogar cuando sus familias puedan vivir y prosperar en una forma
digna, aún cuando ellas mismas dediquen todo su tiempo a su familia.[19]
Dios hizo a hombres y mujeres con la misma dignidad y responsabilidad
personales. Esa igualdad justifica el acceso de la mujer a las funciones
públicas en la sociedad. En una sociedad donde un gran porcentaje de mujeres
son madres que trabajan, con frecuencia es fácil confundir su papel como
mujer de carrera, esposa y madre. Sin embargo, la elección de una carrera
debe hacerse en tal forma que no se contraponga con la feminidad de la mujer
ni con las funciones de esposa y madre. El trabajo de medio tiempo y las
incapacidades por maternidad pueden beneficiar a la familia. Sin embargo, la
mujer debe estar en constante alerta a la fatiga, a un cambio en las
prioridades y a una realización de su papel fundamental en el hogar.
Una cosa es que las mujeres decidan trabajar fuera de su hogar para su
crecimiento personal, satisfacer las responsabilidades financieras y
contribuir con su talento; otra es que estén obligadas a trabajar por la
necesidad económica. El mercado y la cultura popular tienden a separar a los
esposos entre sí y de sus hijos. La Iglesia les recuerda la naturaleza
íntima irreemplazable y personal del trabajo del hogar.
El trabajo de la mujer en el hogar debe ser reconocido y respetado como un
valor por su propio derecho. Como siempre, lo que la esposa y el esposo
decidan respecto a esto, deberá ser evaluado a la luz del bienestar de toda
la familia.[20]
66. ¿Cuál puede ser el trabajo más importante para una esposa y madre?
Servir a la familia -organizar y llevar una casa- puede ser la tarea más
importante y satisfactoria de una mujer casada. El equipo moderno y la ayuda
del marido y los hijos puede simplificar esta tarea. Además, para una
familia feliz son vitales el establecimiento de prioridades; atender su
hogar, con la ayuda de sus estudios profesionales, en el desaarrollo de los
niños, la nutrición y las habilidades sociales, así como su experiencia.
La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil y a la
Iglesia, algo característico que le es propio y que sólo ella puede dar: su
delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su
agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y
sencilla, su tenacidad… La feminidad no es auténtica si no advierte la
hermosura de esa aportación insustituible y no la incorpora a su propia
vida.[21]
[1] Colosenses 3, 18-21
[2] Cf. C.C.C. 1653 y G.E. 3
[3] Cf. C.C.C. 1651, 1653 y F.C. 28
[4] G.S. 52.1
[5] Cf. C.C.C. 1657 y L.G. 10
[6] Cf. F C. 66
[7] Cf. C.C.C. 1632
[8] Cf. F.W.L., N.C.C.B., Orígenes, vol. 23. no 25
[9] Cf. C.C.C. 1652
[10] F.W.L., N.C.C.B., Orígenes vol. 23, no. 25
[11] Ibid
[12] Ibid
[13] Cf. C.C.C. 2360
[14] Cf. Pío XI, Casti connubii, 24 y C & Fallace, Sexual Affection in
Marriage. Lake Grove, N.Y.: Family Life promotion, 1990
[15] Cf. F.W.L., N.C.C.B, Orígenes, vol. 23, no. 25
[16] Ibid
[17] Cf. Mateo 18, 19-20
[18] Cf. F.W.L., N.C.C.B., Orígenes vol. 23, no. 25
[19] Cf. F.W.L., N.C.C.B., Orígenes vol. 23, no. 25
[20] Cf. O.J.C. 69
[21] Josemaría Escrivá. Conversaciones (Editora de Revistas, México, 1992)
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